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02/08/2024

Etapa Zubiri - Pamplona


Después del paso junto a la planta de magnesitas, el Camino de Santiago toma un sendero empedrado y entra en Ilarratz, pueblecito agradable y bien cuidado. Sus casas se han restaurado muy bien, manteniendo la esencia de la arquitectura popular de los valles pirenaicos navarros. Comparte con Eskirotz la iglesia gótica de Santa Lucía (s. XVI), a mitad de camino entre ambos, que presenta un lamentable estado de abandono. Hubo una iglesia más antigua de la que sólo se conserva la pila bautismal.

Eskirotz es otra pequeña aldea del valle de Esteribar. El paso de peregrinos anima ahora estos dos pueblos, aunque históricamente seguían el paso de la actual carretera.

El Camino de Santiago entra en Larrasoaña salvando el río Arga por el puente de los Bandidos. Cuenta una tradición local que se llama así porque en sus proximidades actuaba una banda de ladrones que se disfrazaban de peregrinos para ganarse la confianza de sus víctimas. El urbanismo variado del pueblo acentúa un sabor jacobeo. Un buen puñado de casonas con bellas portadas flanquea su calle principal. Su origen se remonta al menos al paso de los primeros peregrinos, ya que en el siglo X existía un monasterio de cierta relevancia dedicado a San Agustín.

En el siglo XII se asentaron en la villa nuevos vecinos francos y en 1174 recibió el fuero de Estella. De aquella época debía de ser la iglesia parroquial de San Nicolás, reconstruida en el siglo XVIII. Junto a ella se conserva el caserón de la Clavería de Roncesvalles, donde se recogían rentas y almacenaban los diezmos para el sostenimiento del Real Hospital. En el siglo XVI, junto a la Clavería había también un hospital de peregrinos. A su vez, las cofradías de Santiago y San Blas cuidaban sendos hospitales de peregrinos y pobres. Se conservan sus ermitas.

AKERRETA - VALLE DEL ARLGA

Akerreta es otro pequeño pueblo de Esteribar. Una de sus casonas, restauradas como hotel, conserva una magnífica cocina tradicional con el gran icono interior de la chimenea sobre el hogar. La iglesia de la Transfiguración de Nuestro Señor tiene una sencilla portada románica y conserva en su interior un retablo renacentista de mediados del siglo XVI.

El paso de la carretera y de las modernas construcciones han dejado algo arrinconada la iglesia de San Millán, en Zuriain. Un templo gótico rural (s. XVI) con un atrio que protege una portada con Cristo de factura muy popular y lleno de encanto. Todo el conjunto está construido en sillería, incluida la torre ancha que se alza a los pies. El interior se cubre con bóvedas de crucería en forma de estrella.

El Camino pasa junto a la iglesia de San Pedro (s. XVI), en Irotz, que tiene una sencilla portada con arco de medio punto. El retablo mayor es renacentista con pinturas del taller navarro de la familia Oscariz. La torre adosada al final del muro sur de la nave, vigía silenciosa del paso de los peregrinos, es de planta cuadrada y destaca por su altura y buena proporción. Camino a Zabaldika se encuentra el puente de Irotz o de Iturgaiz, que cruza el río Arga. Es una obra románica (s. XII), reformada en el siglo XX para permitir el paso de vehículos. Junto a él se encontraban la ermita de Montserrat y el hospital de peregrinos.

El actual trazado jacobeo pasa por la parte baja del pueblo de Zabaldika, anteriormente pasaba por la iglesia de San Esteban (s. XIII), atendida por una pequeña comunidad de religiosas del Sagrado Corazón volcada en el cuidado espiritual de los peregrinos. El templo es de estilo románico de transición al gótico. El interior se cubre con bóveda de cañón reforzada por arcos fajones apuntados que parten de sencillas ménsulas. El retablo mayor, de tres calles, es del siglo XVII. Desde el coro, una estrecha escalera de caracol sube al campanario donde se conserva una pequeña campana de bronce que tiene fama de ser la más antigua de Navarra.

Arleta es un pequeño caserío que conserva el palacio de cabo de armería y una iglesia dedicada a Santa María con una humilde portada románica.

La ruta jacobea deja el valle de Esteribar y entra en la cuenca de Pamplona, en dirección al puente de la Trinidad de Arre.

RÍO ARGA

Trinidad de Arre es una población del municipio de Ezcabarte que queda a un lado del Camino de Santiago. En un extremo de su término, separada de Arre y en el mismo límite con Villava, se encuentran el puente y la basílica de la Trinidad de Arre. El albergue de peregrinos es la continuación de la inmemorial tradición hospitalera del lugar. Ya había un hospital en el siglo XI y hasta el XVI estuvo atendido por clérigos. En el siglo XVI contaba con doce camas y ya era atendido por un matrimonio de hospitaleros. En el siglo XVIII era una de las hospederías más importantes del Camino de Santiago. A la salida del puente es obligatorio el paso bajo los arcos del hospital que protegen la entrada de la iglesia. Conserva la portada y el ábside románico, al que después se le añadieron los contrafuertes. El interior, muy reformado tiene yeserías que ocultan los elementos medievales.

Villava-Atarrabia es una villa fundada en 1184 por el rey Sancho VI el Sabio en el lugar de Atarrabia, donde ya existían una aldea, molinos y una granja que pertenecía a Roncesvalles. La intención del rey era favorecer el asentamiento de comerciantes y artesanos en un punto de paso estratégico en el que se unían los viejos caminos de la cuenca de Pamplona con los que bajaban de los valles del norte. Al lado de la Trinidad de Arre se encuentra el antiguo batán rehabilitado como centro de visitantes del Parque Fluvial de Arga. En su planta inferior se ha reconstruido el mecanismo hidráulico del batán.

PUENTE DE VILLAVA

Burlada hoy ciudad residencial, fue un pueblo con dos cofradías, San Salvador y San Juan, que atendían dos hospitales de peregrinos.

Dejando atrás las contiguas Villava y Burlada, la ruta llega al puente de piedra de la Magdalena, y asciende hasta el caso histórico de Pamplona por la puerta de Zumalacárregui o de Francia.

Pamplona-Iruña, capital de Navarra. Ya debía de existir un poblado vascón en el lugar donde el general romano Pompeyo Magno estableció, durante la guerra contra Sertorio, un campamento estratégico para controlar las comunicaciones con la Galia y abastecer a sus tropas. Vascones y romanos eran aliados en el momento de la fundación de Pompaelo. Un siglo después, es considerado municipio por el emperador Vespesiano.

En los sucesivos periodos, los visigodos se hicieron con Pamplona y restauraron sus murallas; los musulmanes permitieron que la nobleza local mantuviera la religión cristiana y cierta independencia a cambio del pago de tributos.

Pamplona fue durante mucho tiempo la ciudad más importante y rica en territorio cristiano, siempre contó con una población numerosa y estable por encontrarse en el valle rico y fértil del río Arga.

Finalmente, surge en el siglo IX el reino cristiano de Pamplona, germen del Reino de Navarra. En 924 fue destruida por Abderramán III y a finales de ese mismo siglo la arrasó Almazor. En el siglo XI, los reyes Sancho III el Mayor y Sancho Ramírez impulsaron y promovieron las peregrinaciones jacobeas, ya que vieron en el camino de Santiago un sólido y revitalizador vínculo con la Europa cristiana. Sancho Ramírez confirmó el señorío del obispo sobre la ciudad.

PUERTA DE ZUMALACARREGUI

PLACA DEL GENERAL TOMÁS DE ZUMALACARREGUI

Pamplona fue un lugar de intercambio entre las rutas del mundo islámico al sur y la Europa cristiana al norte, por los pasos pirenaicos, los puertos costeros del mar Cantábrico y las rutas de este a oeste que seguían también los peregrinos cristianos del Camino de Santiago hacia el reino de León, que atravesaba los condados francos de la Marca Hispánica en las actuales Navarra, Aragón y Cataluña desde la costa mediterránea condal, a través de los puertos mediterráneos.

Ciudad con fama de prosperidad y riqueza que se ganó gracias a las relaciones comerciales en productos de artesanía en cuero, instrumentos musicales, libros y armas, materias primas: marfil, piedras preciosas, paños, aceite, seda, lana, oro, especias, etc.

A través de camino de Santiago llegaron nuevos pobladores que se concentraron junto a la ciudad vieja, en torno a la iglesia de San Saturnino. Se inicia la apasionante historia de la Pamplona de los tres burgos.

En 1129, el rey navarroaragonés, Alfonso I el Batallador, concedió a los pobladores del barrio nuevo el Fuero de Jaca. El barrio queda separado de la ciudad y tiene sus propias autoridades locales.

Solo sus habitantes tenían derecho a vender pan y vino a los peregrinos. En principio, sólo se podían asentar francos en él y sus viviendas tenían que estar más allá de la iglesia de San Saturnino, no pudiendo edificarse entre esta y la vieja ciudad, que comenzó a denominarse Navarrería. En 1189, Sancho el Sabio les concedió también el fuero de Jaca.

Debido al crecimiento demográfico, en el ángulo que formaban ambos barrios surgió un burgo novo, el de San Nicolás, con población mixta de francos y navarros que recibieron también privilegios a finales del siglo XII.

ESTATUA DEL REY CARLOS III EL NOBLE Y PALACIO DE LA DIPUTACIÓN

La ciudad prosperó basando su economía en la industria artesana. A comienzos del siglo XIII apareció un nuevo barrio, San Miguel, asociado a la Navarrería.

Las relaciones entre barrios no eran buenas. En 1266, el rey Teobaldo II les hizo firmar un juramento de Unión. Pero las rivalidades continuaron, pues la Navarrería abandonó el juramento y buscó el apoyo de Castilla. La reina Juana, casada con el hijo del rey de Francia, contaba con el apoyo de las tropas francesas, que en 1276 destruyeron los barrios de Navarrería y San Miguel, este último desaparecerá como tal.

En 1319, el rey recuperó el señorío civil de la ciudad y se inicia la reconstrucción de la Navarrería, que recuperó sus privilegios en 1324, bajo el reinado de Carlos el Calvo. En 1423, Carlos III el Noble decretaba la unificación de los barrios de Pamplona y, entre otras medidas, decretaba que la nueva Casa Consistorial se estableciese en el punto de unión de los tres barrios, punto por el cual también se asignó el paso del Camino de Santiago.

En 1512, Pamplona, como el resto de la Navarra sur-pirenaica, se anexionó a la corona de Castilla y fue desde entonces un enclave fundamental en la defensa de España frente a Francia.

Entre los siglos XVI-XVIII se hicieron las nuevas murallas y se levantó la Ciudadela.

MURALLAS DE LA CIUDADELA

MURALLAS DE LA CIUDADELA

MURALLAS DE LA CIUDADELA

Después de cruzar el río Arga por el puente de la Magdalena, el Camino de Santiago sube a la ciudad y entra en el casco histórico por el portal de Francia. El primer arcos es del siglo XVIII y el segundo del mediados del XVI, cuando el rey de España Carlos I.

En el barrio de la Navarrería, la calle del Carmen, a la izquierda queda el baluarte de Redín, donde está el mesón del Caballo Blanco.

Fuera del camino, se halla la catedral de Pamplona, construida a finales del siglo XII en estilo románico, en la que participó el maestro Esteban, arquitecto también en Santiago de Compostela. En 1389 se hundió la viaja catedral, quedando el pie la portada románica, que fue sustituida en 1784 por la actual, neoclásica, trazada por Ventura Rodríguez.

El interior de la catedral recuperó recientemente la policromía original de las bóvedas. El templo tiene naves, planta de cruz latina y girola. En la capilla mayor se encuentra la imagen de Santa María la Real (s. XII), revestida en plata, y en la nave central el mausoleo de Carlos III el Noble y de su mujer, Leonor de Trastámara.

CATEDRAL DE PAMPLONA

El museo Diocesano expone una magnífica colección de vírgenes románicas y góticas y el famoso retablo de las Navas (s. XV). Junto a la catedral se hallaba el hospital de peregrinos de San Miguel (s. XI).

Dentro del camino, de la calle Mercaderes a la plaza de los Tres Burgos, donde se unían los tres barrios medievales, se encuentra el Ayuntamiento con fachada del siglo XVIII en la que se puede leer: "la puerta está abierta para todos, pero mucho más el corazón".

Detrás del Ayuntamiento se encuentra la iglesia del convento de Santo Domingo, construida sobre la antigua iglesia de Santiago. La imagen del peregrino ocupa la hornacina central de la fachada. En el interior se conservan unas tablas pintadas que narran el llamado "milagro del asno del Apóstol".

Cerca de esta iglesia, se encuentra el museo de Navarra, antiguo hospital de la Misericordia, que alberga el retrato del Marqués de San Adrián por Francisco de Goya, la arqueta de Leyre o los capiteles románicos de la catedral.

AYUNTAMIENTO DE PAMPLONA

Nada más entrar en el barrio de San Cernin por la calle Mayor, encontramos la iglesia de San Saturnino o San Cernin, ya que se la conoce con ambos nombres. En la fachada aparece una estatua de piedra de este santo y otra de Santiago peregrino con un niño arrodillado. Esta iglesia es el lugar jacobeo de Pamplona por excelencia. San Saturnino fue el primer evangelizador de Pamplona y maestre de San Fermín, patrón de la ciudad. Pero además, fue el primer obispo de Toulouse, ciudad francesa que da nombre a una de las más importantes vías de peregrinación, la vía tolosana.

La turbulenta historia medieval de la ciudad desempeñó también el papel de fortaleza del barrio de los francos. La iglesia es del más puro estilo gótico francés y se terminó de construir en 1297, en el mismo lugar que ocupó el primitivo templo románico. La magnífica capilla barroca está dedicada a la Virgen del Camino, patrona de Pamplona y protectora de peregrinos.

Continuando por la calle Mayor aparece el palacio Expeleta, construido para los marqueses de San Miguel de Aguayo en 1711. Su fachada, decorada con temas militares y la heráldica de la familia, es la mejor muestra del barroco civil de la ciudad. Haciendo esquina en la salida del barrio de San Cernin, frente a los jardines de la Taconera, se encuentra la iglesia de San Lorenzo, templo contemporáneo pero muy querido para los pamplonicas, porque en él está la capilla de San Fermín, cuya fiesta se celebra durante varios días a partir del 7 de julio. En estas fiestas tienen los mundialmente famosos encierros, que tuvieron en Ernest Hemingway a su particular apóstol.

En los jardines de la Taconera se han reconstruido dos portales, el de San Nicolás y el que da nombre al parque. Un poco más allá se levantan los imponentes muros de la Ciudadela. Esta fortaleza es una de las mejores realizadas en el Renacimiento español. Mandada construir por Felipe II, tenía como función reforzar a Pamplona como enclave estratégico en los conflictos con Francia. El diseño lo hizo el ingeniero Giacomo Pelearo. Empleó para ello un pentágono de lados iguales con un potente baluarte en cada uno de los ángulos. Uno de estos baluartes recibe precisamente el nombre de Santiago. El Camino pasa por la Universidad de Navarra y deja la ciudad cruzando el puente de piedra sobre el río Sadar.

ESTATUA DE LOS FUEROS

16/03/2024

Guerra de la Navarrería


La ciudad de Pamplona fue el centro neurálgico y Corte Real desde la fundación del reino por Íñigo Arista, continuando con esta saga de los Íñigo y con los primeros reyes de la dinastía Jimeno. En el siglo X, Sancho II Garcés donó la custodia de Pamplona al obispo y a los canónigos de la catedral, hecho que fue ratificado por Sancho Ramírez en 1087. El sometimiento de la ciudad a la jurisdicción eclesiástica suponía que los reyes no percibían renta alguna y apenas ejerció como Corte y sede real. Incluso, el Palacio Real perteneció durante más tiempo a los obispos que a los reyes. En 1319, bajo el Concordato de París, la Iglesia cedió al rey de Navarra el señorío y las rentas de Pamplona.

Esta población autóctona y en dominio del obispo fue llamada Navarrería. Frente a ella, los reyes navarros optaron por organizar sus propios núcleos de población. En 1129, Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona, concedió el Fuero de Jaca al Burgo de San Cernin. Este era un barrio formado por extranjeros francos, burgueses y comerciantes ya establecidos desde 1090, en el que estaba prohibido el asentamiento de navarros.

Otro asentamiento fue el Burgo de San Nicolás, que era más heterogénea. También existieron barrios más efímeros como La Pobla Nova del Mercat, el Burgo de San Miguel y la Judería. Por tanto, no hubo una Pamplona, sino tres, cada una con una población diferenciada en lengua y origen, desiguales privilegios, separadas por murallas y torres, con sus propios regidores, y con sus propias rivalidades.

mapa pamplona burgos navarrería medieval
BURGOS MEDIEVALES DE PAMPLONA

Los primeros enfrentamientos violentos tuvieron lugar en 1213, y el incendio de la iglesia de San Nicolás en 1222. Pero estos enfrentamientos se transformaron la conocida como Guerra de la Navarrería, o Guerra de los Burgos de Pamplona, en 1276.

Los burgos de San Cernin y San Nicolás arrasaron por completo la Navarrería, por tanto, fue una reyerta de los francos y burgueses privilegiados contra los autóctonos. Además, el obispado pretendía extender su dominio a toda la ciudad, frente a la soberanía del rey en los burgos. Todo comenzó cuando en 1274, el barrio de la Navarrería consiguió que el rey Enrique I les permitiera la construcción de murallas y torres defensivas a cambio de 30.000 sanchetes, que eran unas monedas navarras de plata.

Pero tuvo un trasfondo más a nivel de reino que de ciudad. Aquel año de 1274, fallecía Enrique I, y en la sucesión al trono del Reino de Navarra tomaron parte tres potencias vecinas: Francia, Aragón y Castilla. Por derecho de sucesión, Juana sería la legítima heredera al trono por ser hija de Enrique de Champaña y de Blanca de Artois. Pero tenía dos años de edad, por lo que reinaría bajo la tutela de su madre. Juana pasaría el resto de su vida en Francia, no regresando a Navarra desde que Blanca se la llevó a sus señoríos de aquel reino. Desde allí, luchó para que su hija obtuviera el título real navarro.

Ya que el Reino de Navarra dejaría de estar vinculado el entorno español para pasar a la órbita de influencia francesa, Aragón y Castilla trataron de hacerse con el trono.

En el Reino de Castilla, Alfonso X el Sabio también presentó la candidatura de su primogénito, el infante Fernando. Tenía los apoyos del obispado de Pamplona y del rico hombre García de Almoravid. Para afianzarla, en septiembre de 1274, Alfonso X sitió a Viana sin conseguir su rendición. Y volvió ha fracasar en otro intento cuando supo la decisión de las Cortes de Olite.

En el Reino de Aragón, Jaime I el Conquistador presentó la candidatura al trono para su hijo Pedro, si era esa la voluntad de los señores del reino. Este ofrecimiento, se consumó tras negociaciones en las Cortes de Olite, reunidas el 1 de noviembre de 1274, cuya resolución aceptaba a Pedro de Aragón como rey de Navarra en futuro matrimonio con Juana. Los señores prestarían juramento a este pretendiente tan pronto como llegase. Navarra ya tenía el precedente de unión dinástica con Aragón bajo los reinados de Sancho Ramírez, Pedro I y Alfonso I el Batallador unas décadas atrás.

Blanca consiguió el apoyo del concejo de Estella y del rico hombre Juan Sánchez de Monteagudo, junto a la influyente judería, a los que convenció por legitimidad dinástica de Juana, frente al principio electivo de las Cortes de Olite. Aquellos confederados proclamaron de forma unilateral guardar el castillo de Estella para la princesa en diciembre de 1274. Acto seguido, nombró a Pedro Sánchez de Monteagudo como regente del reino para mantener la unidad en defensa de los derechos sucesorios de Juana. La Junta de los infantes de Obanos se sumó a la lucha.

Fue el inicio de una larga estrategia que estaba tramando Blanca de Artois en calidad de regente. A inicios de 1275, se trasladó a París, y allí entregó la regencia de Navarra a su primo Felipe III el Atrevido. Ambos acordaron el matrimonio con el futuro rey francés Felipe IV el Hermoso.

El rey de Francia exigió a los ricos hombres y caballeros navarros cuáles eran las condiciones que debería asumir un gobernador nombrado por él. La respuesta, fechada el 8 de julio de 1275, fue el respeto a los fueros del reino y a los privilegios de los ricos hombres, infanzones y buenas villas y encomiendas.

Sin embargo, el reino estaba dividido: el gobernador Sánchez de Monteagudo tenía preferencia por el aragonés Pedro; otros ricos hombres, como García de Almoravid, se inclinaban por la candidatura castellana de Fernando. Ante este bloqueo, el rey francés reaccionó nombrado nuevo gobernador a Eustaquio de Beaumarchais, quien juró los fueros del Reino en Pamplona y exigió juramentos a los ricos hombres y buenas villas. Este gobernador ganó el apoyo de los infanzones y la enemistad de los ricos hombres, que le acusaron de establecer contrafueros.

La tensión reactivó los enfrentamientos violentos de los barrios de Pamplona debido también a la construcción de murallas y torres defensivas en la Navarrería, en desacuerdo con San Cernin y San Nicolás. La Navarrería recibió el apoyo de los ricos hombres así como del obispo y el cabildo catedralicio. Se estaba fortificando y construyendo máquinas de guerra, encargando su defensa a García de Almoravid.

El conflicto primero fue interno entre los burgos, con escaramuzas, algún enfrentamiento directo y constantes lanzamientos de flechas y piedras desde las torres y murallas que causaron cuantiosos muertos y destrozos. El gobernador Beaumarchis se refugió en los burgos de francos y pidió refuerzos al rey de Francia. El obispo Armingot acudió a Castilla para requerir el apoyo armado del Alfonso X. Además, el exgobernador Sánchez de Monteagudo fue asesinado por un complot encabezado por su enemigo García de Almoravid.

Y este enfrentamiento político-social de una ciudad se convirtió en una guerra militar entre reinos y entre estamentos navarros.

En septiembre de 1276, el ya proclamado rey regente Felipe el Atrevido envió un poderoso ejército que cruzó los Pirineos, sometió a toda Pamplona, saqueó y destruyó del barrio de la Navarrería y ejecutó penas de muerte a muchos resistentes. Los caballeros que la defendía huyeron de noche cuando ya se vieron vencidos. Las tropas castellanas habían llegado algo tarde, se encontraban en el monte El Perdón, a pocos kilómetros al sur de la ciudad. Todo estaba perdido para ellos cuando vieron las columnas de humo.

Así lo relató el cronista y poeta Guillermo Anelier:
"Allí verías abrir y destrozar féretros, y derramar cerebros y despedazar cabezas, y maltratar a damas y doncellas, y robar la corona al santo crucifijo y coger las lámparas de plata, y robar las reliquias, los cálices, las cruces y los altares... Y veríais a la Navarrería tan abatida que en un mes no podríais estar bajo techo, al contrario podríais hacer hierba o sembrar trigo."

La catedral sufrió una amplia destrucción y hasta el sarcófago de Enrique I fue profanado. El obispado sólo pudo pactar con el gobernador francés mediante la cesión de control temporal de la mitad de Pamplona. Además, los rebeldes debían indemnizar los destrozos causados a los barrios de San Cernin y San Nicolás. Años después, el papa de Roma sancionó los castigos impuestos a la sede episcopal pamplonesa.

La Navarrería no fue reconstruida hasta cinco décadas después, en 1324, bajo el reinado de Carlos III el Noble. Un año antes, dictó el Privilegio de la Unión, que unificaba la ciudad, levantó el Ayuntamiento en terreno de extra-barrios y dotó con las mismas leyes a los tres burgos.

navarrería pamplona barrios medievales placa
PLANO DE LOS BURGOS DE PAMPLONA

09/11/2022

Palacio de Redín y la calle Mayor de Pamplona


Durante el siglo XVIII, la ciudad de Pamplona experimentó un auge urbanístico debido a que muchos navarros enriquecidos en la Corte madrileña de los Borbones o en los virreinatos del Imperio español levantaron edificaciones palaciegas y señoriales.

Ejemplos de obra religiosa fueron la Casa de Misericordia, en 1706; el Palacio arzobispal, en 1732-1736; el Seminario de San Juan Bautista; la capilla de San Fermín, en 1771; la capilla de la Virgen del Camino, en 1776; y de la fachada neoclásica de la Catedral, en 1783.

Entre las obras civiles hay que destacar el palacio de Goyeneche, el del Conde de Ezpeleta, el del Conde de Guendulain, el de los Navarro-Tafalla y el del Marqués de Rozalejo, además de la Casa Consistorial, en 1752.

También se aprobaron nuevas ordenanzas que favorecieron la renovación de antiguas casas, y la edificación de vivienda de varias alturas sobre las estrechas parcelas medievales.

PALACIO DE REDÍN Y CRUZAT

La céntrica calle Mayor acoge numerosos vestigios de palacios barrocos y escudos nobiliarios del siglo XVIII, un indicativo del estatus social y económico que acogía la calle principal de la ciudad. Destacan tres palacios: el de Redín y Cruzat, el del Condestable y el de Ezpeleta.

El Palacio de Redín y Cruzat es un antiguo caserón renacentista del casco histórico de Pamplona, situado en la calle Mayor. En el siglo XVII, fue reformando, introduciendo elementos barrocos. Se trata de un edificio de tres alturas, con balconada en el intermedio.

Es una casa señorial que perteneció al linaje nobiliario de los Redín y Cruzat. Su fachada conserva el escudo nobiliario, con una leyenda que recuerda a su hijo más ilustre, el maestre de campo en Cataluña y en Navarra, gran prior de Navarra y virrey de Sicilia, Martín de Redín y Cruzat, para conmemorar su nombramiento como gran maestre de la Orden de los Caballeros de San Juan en 1657. Su otro gran personaje histórico fue su hermano, Tiburcio de Redín y Cruzat, gobernador general de la Real Armada y mariscal de campo de los Reales Tercios de Infantería. Aquellos méritos y cargos militares los consiguieron durante el primer tercio del siglo XVII.

Según el Libro de América, el escudo de armas era de azur con una cruz cuartelada de oro y gules. La inscripción de la lápida, en latín, guarda la memoria de Martín Redín, virrey de Sicilia y gobernador de Galicia.

En la actualidad está reconvertido en la Escuela de Música Elemental Joaquín Maya.

ESCUDO DE ARMAS DE REDÍN Y CRUZAT

El Palacio del Condestable es el único palacio pamplonés del siglo XVI, y el mejor ejemplo en estilo renacentista. Su nombre alude a Luis de Beaumont, IV conde de Lerín y condestable de Navarra (primer noble de Reino), quien ordenó su construcción en 1550. En 1564, su familia emparentó con la Casa de Alba, que fue la propietaria del Palacio hasta 1836, siendo morada del general Álvarez de Toledo, el duque de Alba.

En los siglos XVII y XVIII, sede de la Residencia Episcopal, y de forma provisional Casa Consistorial, mientras se construía el moderno Ayuntamiento entre 1752 y 1760. En su interior contiene un patio con catorce columnas octogonales, los enormes arcos ojivales de la planta baja, el aljibe, los salones policromados y de techos artesanados o la exposición de Pablo Sarasate. En la actualidad es un Centro Cívico.

El Palacio de Ezpeleta, del siglo XVIII, posee la portada barroca más espectacular de los edificios señoriales y palaciegos, formado por esculturas de sirenas, guerreros, monstruos, cañones humeantes, etc. Fue construido en 1709 por orden de Agustín de Echaverz, gobernador del Nuevo Reino de León en el virreinato de la Nueva España, y su portada narra de forma escultórica sus hazañas militares. Es merecedora de su encanto la triple galería de arcos en su parte trasera, en la calle San Francisco.

Hay también muchas viviendas más tardías, con fachadas pintadas y decoradas con yeserías, propias de los siglos XIX y principios del XX. La calle tiene un ambiente burgués decimonónico, con fachadas que combinan el ladrillo visto y la piedra, con miradores que alternan con balcones.

Esta vía emblemática es la vieja rúa de los peregrinos a Santiago y vía procesional de los patronos de la ciudad. Su largo recorrido enlaza las parroquias de San Saturnino y San Lorenzo, junto al parque de la Taconera.

ESCUDO NOBILIARIO EN FACHADA DE EDIFICIO

01/05/2020

Pintura de San Ignacio de Loyola herido en la defensa de Pamplona


La figura de Íñigo López de Loyola en la defensa de Pamplona del 20 de abril de 1521 ha sido representada en escultura y pintura a una escala menor que la de San Ignacio de Loyola. A pesar que la imagen del santo supere a la del guerrero, han sido varias las muestras dejadas en honor a un joven vascongado involucrado en la Anexión de Navarra, previa a la fundación de la Compañía de Jesús.

Dicha imagen consiste en un noble Íñigo de Loyola cayendo herido sobre la muralla del antiguo castillo de Pamplona, con vestimenta y armadura de militar de la época. Es ayudado por otros tres guerreros, los cuales se interesan por su estado de salud y reparan su pierna herida tras sufrir el impacto de una bala de cañón lanzada por el Ejército francés. De fondo, continúa la luchas entre defensores españoles y atacantes franceses.

Nacido en Azpeitia en 1491, pertenecía a un linaje de la nobleza guipuzcoana. Desde joven, Ignacio quiso seguir el ideal de vida militar y de caballero que tomaron sus hermanos mayores, pese a la preferencia de su padre por la vida clerical. Al modo de la época, le gustaba el galanteo, los libros de caballerías, la diversión, la caza, las armas, etc.

San Ignacio de Loyola en Pamplona, por Sebastiano Conca, se conserva en la Universidad Pontificia de Salamanca, antiguo Colegio Real de la Compañía de Jesús.

SAN IGNACIO DE LOYOLA EN PAMPLONA, POR SEBASTIANO CONCA


San Ignacio de Loyola herido en la Batalla de Pamplona, por Miguel Cabrera, se conserva en el Museo Nacional del Virreinato, en México.

SAN IGNACIO DE LOYOLA HERIDO EN LA BATALLA DE PAMPLONA,
POR MIGUEL CABRERA


San Ignacio de Loyola herido en la Batalla de Pamplona, por Cristóbal de Villalpando, se conserva en el Museo Nacional del Virreinato, en México.

SAN IGNACIO DE LOYOLA HERIDO EN LA BATALLA DE PAMPLONA,
POR CRISTÓBAL DE VILLALPANDO


San Ignacio de Loyola herido en la Batalla de Pamplona, es un óleo sobre tela del siglo XVIII cuyo autor es desconocido.

SAN IGNACIO DE LOYOLA HERIDO EN LA BATALLA DE PAMPLONA, ANÓNIMO


San Ygnacio herido en la heroica defensa del castillo de Pamplona es un grabado pintado por Antonio Lecuona Echániz en 1884, sirviendo de modelo para posteriores pinturas, como la de Albert Chevallier Tayler, y esculturas como la de Joan Flotats Áureo Rebolé.

SAN IGNACIO HERIDO EN LA HERÓICA DEFENSA DEL CASTILLO DE PAMPLONA,
POR ANTONIO LECUONA


Ignacio de Loyola es herido en la defensa de Pamplona (1521) es un grabado perteneciente a la Historia de España, lámina 049.

IGNACIO DE LOYOLA ES HERIDO EN LA DEFENSA DE PAMPLONA (1521)


San Ignacio de Loyola (1491-1556), militar y eclesiástico español fundador de la compañía de Jesús, durante el sitio de Pamplona es un grabado de 1890.

SAN IGNACIO DE LOYOLA (1491-1556), MILITAR Y ECLESIÁSTICO ESPAÑOL


Ignacio de Loyola es herido en Pamplona, por Albert Chavalier Tayler

IGNACIO DE LOYOLA ES HERIDO EN PAMPLONA, POR ALBERT CHEVALLIER TAYLER

12/04/2019

Fundación de Puente la Reina y el fuero de francos en Pamplona por Alfonso I


Durante los siglo XI y XII, a mitad de camino entre Pamplona y Estella, se estuvo gestando otro asentamiento en el Camino de Santiago. Era conocido como Puente del Arga, por la proximidad del río. Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona entre los años 1104 y 1134, quiso impulsar este asentamiento concediendo a sus vecinos los fueros, usos y costumbres del Fuero de Estella.

La carta fundacional fue firmada en Milagro, en 1122, tanto por el rey como por los obispos de Esteban de Huesca, Raimundo de Roda, Pedro de Zaragoza, Sancho de Pamplona, etc., así como por los señores pamploneses Fortún Garcés Cajal de Nájera y Lope Garcés de Estella.

puente reina camino santiago navarra arga
PUENTE SOBRE EL RÍO ARGA EN PUENTE LA REINA

El territorio del asentamiento se extendía desde el puente sobre el río Arga hasta el llamado prado de Obanos. Se ordenaba a los vecinos construir sus viviendas en el plazo de un año, bajo pena de perder los derechos de posesión del solar. El rey concedió para los pobladores facultad de labrar las tierras que pudieran alcanzar en una sola jornada, incluyendo el tiempo de vuelta a sus casas. Decía el fuero: "Y de cuanto podáis trabajar donéis los diezmos para vuestras capillas".

También fue concesión regia la facultad de aprovechamiento de las aguas locales. Igualmente prescribe el fuero otorgado por el rey que se apaciente el ganado, y que se pueda talar leña y madera "per totos montes illos in circuito et in totas partes, in quantum in uno die poterites ire et venire". Hay una cláusula final extensiva de las facultades del fuero: "para vosotros y vuestros hijos y toda vuestra posteridad".

El nombre de Puente la Reina se menciona "expresis verbis en el primer párrafo del fuero: quicumque veneritis populare ad illo Ponte Arga, qui eciam cognominatur de illa Regina..."

Unos años más tarde, en 1129, Alfonso I visitaba Pamplona como rey legítimo de los pamploneses. Su llegada generó gran expectación entre sus súbditos. Pamplona era una ciudad en pleno crecimiento demográfico y económico, reinada por el aragonés desde hacía veinticinco años, y desde entonces no había hecho más que acrecentar los territorios de su reino, ganándose un gran prestigio en el terreno militar. Los magnates navarros y aragonés que sabían arrimarse a su corte potenciaron sus carreras, como la del pamplonés Fortún Garcés.

Enseguida pidieron audiencia al rey el obispo de Pamplona y algunos magnates destacados, como por ejemplo el representante de los pobladores francos. Todos sabían que sus decisiones tenían fuerza en España e influencia en Europa. El rey de Pamplona pudo conocer el desarrollo que había experimentado el burgo nuevo, una población en torno a la iglesia de San Saturnino y junto al núcleo primitivo de la Navarrería. Con el paso de los años, los inmigrantes eran una comunidad diferenciada y con carácter propio que pretendían mantener una relación directa con el obispo y con el rey. Intentaron conseguir derechos y libertades frente a los infanzones, clérigos y campesinos de la cuenca de Pamplona y que el rey regulase sus pleitos. Alfonso I escuchó las peticiones de estos artesanos, hosteleros, mercaderes y cambistas de origen franco que enriquecían al reino con su trabajo. Quedó tan satisfecho, que al poco tiempo les concedió carta foral en Tafalla.

El fuero de población establecía que la comunidad de francos quedaría en adelante bajo el señorío del obispo y del rey, y disfrutaría los privilegios de franqueza. La carta foral prohibía asentarse en San Saturnino a clérigos, infanzones y villanos naturales del reino. También se prohibió edificar entre el nuevo barrio de francos y la iglesia de Santa Cecilia, dependiente de Leyre. Los francos no sólo continuarían con su mercado semanal, sino que adquirían el monopolio de la venta de alimentos a los peregrinos. Se autorizaba a los vecinos del nuevo barrio a apacentar ganado y talar madera en la tierra que podían recorrer yendo y volviendo en el día.

El fuero contenía otras varias prerrogativas, pero el rey era consciente de la pujanza de la ciudad de Pamplona. Sabía que los privilegios atraerían más pobladores y engendrarían pleitos, interpretaciones y muchas discusiones. Por tal motivo, ante la previsible burocratización judicial, el rey remitía al Fuero de Jaca. Pero no al Fuero Breve que otorgó su padre, Sancho Ramírez, en 1077, sino al Fuero Extenso enriquecido por la casuística y adornado por la jurisprudencia de los último cincuenta años. Y así lo dejó por escrito.

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FUEROS DERIVADOS DEL DE JACA EN NAVARRA Y GUIPÚZCOA

El Fuero Extenso de Jaca abrió una brecha jurídica consolidando una previa diferencia cultural. Había vecinos autóctonos que plantearían agravios comparativos con vecinos privilegiados. En adelante, un hecho diferencial marcaría la vida local. Pero era un fenómeno extendido en muchas ciudades del Camino de Santiago. Además, era un factor de riqueza para el reino y había que aprovechar las ventajas y tratar de minorar los posibles inconvenientes.

07/10/2016

Monumento a Íñigo López de Loyola en Pamplona, por Joan Flotats


MONUMENTO A ÍÑIGO LÓPEZ DE LOYOLA

El Monumento a San Ignacio de Loyola en Pamplona es un conjunto escultórico tallado en bronce y piedra por el artista catalán Joan FlotatsFue instalada en los primeros años del siglo XX en la avenida de San Ignacio, a poca distancia del Palacio de la Diputación, en un lugar muy próximo en el que cayó herido de gravedad durante la defensa del castillo de Pamplona. Justo al lado se construyó la iglesia de San Ignacio.

Esta pieza se emplazó a la entrada de la casa natal de San Ignacio en el Santuario de Loyola, en Azpeitia. En 1950, el escultor Áureo Rebolé realizó una copia en argamasa y piedra artificial del bronce original, sustituyendo a la anterior, que a su vez fue sustituida en 2005 por un grupo en bronce, que sigue fielmente el modelo original de Joan Flotats. 

MONUMENTO EN ARGAMASA Y PIEDRA

El conjunto escultórico simboliza el momento y el lugar en el que el noble Íñigo López de Loyola cayó herido en la defensa del castillo de Santiago durante la Guerra de Navarra. Está compuesto por cinco figuras: centra la composición el joven guerrero, tendido en una camilla, con su pierna herida por el impacto de una bala de cañón que descansa sobre un cojín; dos camilleros se disponen a depositar la camilla en el suelo, en tanto que un tercer soldado se inclina sobre el noble vascongado para interesarse por su estado físico. Además, aparece un perro lamiendo la mano de Íñigo. Se trata de una obra escultórica realista muy expresiva, típica de las creaciones religiosas.

Esta escultura en bronce se apoya en base octogonal de piedra que contiene los escudos de Pamplona y de Navarra, y con una inscripción:
SAN IGNACIO DE LOYOLA
20-V-1521



Poco después del intento frustrado de recuperación del trono por Juan de Albret en octubre de 1512, Fernando el Católico en el año 1513 ordenó comenzar la modernización de las fortificaciones de la ciudad, construyendo el Nuevo Castillo de Santiago, adelantado hacia el sur, donde hoy se encuentra el antiguo Archivo General de Navarra.

El monumento está situado en el punto de la antigua muralla del viejo castillo de Pamplona en el que cayó herido un joven capitán guipuzcoano del ejército imperial llamado Iñigo López de Loyola. Estaba al servicio del duque de Nájera, integrado en el Ejército de Castilla en el que estaban incluidas guarniciones de vascos y navarros beamonteses. Luchaba frente a las tropas francesas enviadas en 1521 contra España por el rey francés Francisco I, al mando del general André de Foix, señor de Asparros, que más tarde serían derrotadas primero en el sitio de Logroño y más tarde en la batalla de Noain.

El ataque trataba de aprovechar la debilidad interna de Castilla a causa del levantamiento de los comuneros, y contaba con el apoyo de Enrique II de Navarra. Fue su tercer intento de recuperación del trono. 


03/02/2016

Leyendas de Carlomagno en Pamplona


Una de las vías de entrada a la península Ibérica que tiene el Camino de Santiago es a través de Valcarlos y Roncesvalles, localidades navarras (francesa y española) que están muy vinculadas a un personaje histórico: Carlomagno, emperador del Imperio de los francos en el siglo VIII; y a una emboscada: la batalla de Roncesvalles.

El abate cisterciense Aymeric Picaud escribió en su Codex Calixtinus sobre el paso de Roncesvalles y el puerto de Ibañeta:
"... en este monte, antes de que el cristianismo se extendiera por todo el territorio español, los impíos de los navarros y de los vascos, tenían por costumbre, a los peregrinos que se dirigían a Santiago, no sólo asaltarlo, sino montarlos como asnos y matarlos."

ALTO DE IBAÑETA

Muchas leyendas relacionan al Camino con el emperador, que llegó a la Península tras aparecérsele una noche el apóstol Santiago, para encomendarle la misión de liberar las tierras donde estaba su sepulcro de las tropas musulmanas que la invadían.

Al frente de un poderoso ejército se dirigió a cumplir con la empresa requerida y, tras pasar tres meses detenidos ante las murallas de Pamplona, que terminarán por derrumbarse solas para darle paso, llegó a Galicia. En esta tierra liberó el territorio de musulmanes y ordenó al arzobispo Turpín que bautizara a todas aquellas gentes.

De regreso a Francia, se enfrentó al caudillo musulmán Aigolando que terminó por refugiarse en Pamplona. Allí acudió Carlomagno, con lo mejor de su ejército y los doce pares de Francia, dispuestos a luchar en una peculiar batalla que tendría lugar en los campos de Acella, cerca de Pamplona. Tras un acuerdo entre caballeros, ambos contendientes acordaron que se enfrentarían en un combate de veinte hombres por cada ejército, después cuarenta, luego cien y al final mil.

Los musulmanes perdieron un combate tras otro, a pesar de lo cual Aigolando seguía sin rendirse. Entonces se entabló una cruenta batalla en la que murió todo el ejército musulmán, cien mil hombres que dejaron aquel campo encharcado de sangre durante meses.

ASEDIO A PAMPLONA POR CARLOMAGNO

No fue Pamplona la única ciudad navarra que se la vincula a Carlomagno con un enfrentamiento legendario. También en las inmediaciones de Villamayor de Monjardín se enfrentó a las tropas del navarro Furro. El emperador, dispuesto a salvar la vida de todos sus hombres, rogó al apóstol Santiago que le indicara cuáles de sus hombres iban a morir en la batalla. Como respuesta, apareció una cruz roja pintada sobre el escudo de ciento cincuenta soldados.

Carlomagno decidió entonces que aquellos hombres no participasen en la batalla y quedasen a salvo en sus tierras. Sus tropas libraron la contienda sin sufrir bajas, pero cuando regresaron al campamento, encontraron muertos a todos los soldados que habían sido anunciados por Santiago.

28/04/2015

Herencia visigoda del Cristianismo en Pamplona


La presencia del Cristianismo durante el Reino Hispano-visigodo fue bastante más que un barniz superficial, sostenido por la fuerza de sus monarcas y sus guarniciones, frente a los cultos paganos tradicionales de los vascones. La etapa visigoda fue una continuación de la expansión de Cristianismo, capaz de adentrarse en amplios estratos de la población rural, más aún si se tiene en cuenta el peso que la fe tuvo en la siguiente etapa de la historia navarra, durante los siglo VIII al X, y el fervor en la defensa de la liturgia visigótico-mozárabe a finales del siglo XI.

Estas ideas sobre la evangelización del mundo rural y la creación del entramado parroquial son defendidas por Luis Javier Fortún Pérez de Ciriza o R. Jimeno entre otros historiadores.

La aristocracia fundaría, como en el resto de la Hispania, dueñas de las numerosas villas que cubrían el espacio situado desde las cuencas pirenaicas hasta el Ebro, se hizo en su mayoría cristiana a lo largo del siglo IV. Fueron protagonistas de la defensa de los pasos del Pirineo frente a los bárbaros durante dos años, a partir del 406.

Estos poseedores de la fe cristiana extendieron la religión cristiana al resto del pueblo, que los imitaba. A ellos se debe la fundación de iglesias propias en sus latifundios, que se originó en España entre los siglo IV y VII. Edificaban la iglesias, las dotaban económicamente, adoptaban la advocación con las que pasaban a denominarse y extendían la fe entre su clientela.

Con todo, entrado el siglo V, subsistían paganos entre estos propietarios, como lo demuestra el tauribolio de Arellano, de los siglos IV y V, reconvertido en capilla funeraria y por lo tanto cristianizado en época visigoda.

crismon trinitario monasterio leyre visigodo cruz
IGLESIA Y VIRGEN DE SANTA MARÍA DE LEYRE Y CRUZ VISIGODA

Según explica R. Jimeno en Orígenes del Cristianismo en la tierra de los vascones, sitúa la creación de las iglesias rurales entre los siglos V y VII, de tal forma que el cenit de la sacralización del espacio se produjo en el siglo VIII, resultado de analizar las advocaciones titulares más antiguas de las iglesias de la "Navarra primordial", donde registra más de un millar de templos.

Agrupando los datos se sintetizan las advocaciones en algunos de las siguientes conclusiones:

1. Las iglesias que están dedicadas a la Virgen suponen casi un 20% (231)

Un culto que se irradió desde la catedral de Pamplona, cuya primera construcción se fija, según los resultados arqueológicos, en los siglos V y VI, a la vez que se dedican en Hispania los primeros templos marianos conocidos. El culto fue creciendo en el siglo VII y tuvo un notable desarrollo a partir de la dominación musulmana. Las iglesias dedicadas a la Santa Cruz o a Jesucristo añaden un 4,58% más, lo que supone una cuarta parte del total.


2. Las iglesias que aportan santos del círculo evangélico y apostólico suponen un 26, 23% (305)

A San Pedro (92), San Esteban (82), San Juan Bautista (71) y San Andrés (60). Su culto estaba extendido en toda la Iglesia y se difundieron a partir del siglo VI en Hispania.


3. Las iglesias que recogen el legado hispanorromano y visigodo

Los mártires hispanos suman 88 iglesias, mientras que la principal aportación visigoda es el culto a San Martín, que después de la Virgen es la advocación más extendida con 126 iglesias (un 10,89%).

La monarquía merovingia fue la gran difusora del culto a San Martín, pero contra lo que pudiera suponerse, el culto se fraguó en el siglo V, cuando los visigodos controlaban las Galias y fueron quienes lo trajeron a Hispania, tal y como se acredita por la inclusión de sus fiestas en los calendarios visigodos.

Entre los mártires hispanorromanos destacan San Vicente (23 iglesias), que llega en el siglo VI desde Zaragoza, al mismo tiempo que San Lorenzo (14 iglesias) o Santa Eulalia (13 iglesias), etc. En conjunto son 214 iglesias, un 18,38 del total.


4. Las iglesias dedicadas a San Miguel, aporta 82 iglesias, un 7,09%

Su culto se implanta en Navarra en el siglo VIII y se concentra sobre todo en el sector occidental de la Navarra primordial, por influencia de Aralar.


5. El resto de las iglesias supone un 23, 72%. Están dedicadas a 57 advocaciones restantes

crucifixion catedral pamplona juan oliver
CRUCIFIXIÓN, POR JUAN OLIVER

De acuerdo con este esquema, el proceso de creación de la red parroquial estaría muy avanzado en el siglo VIII, de tal forma que en los siglos siguientes de la Edad Media tan solo se completaría. DE ser así la importancia de la herencia visigoda hubiera sido muy grande.

Probablemente, el periodo comprendido entre los siglos V y VIII marca el inicio de la creación de la red parroquial, como señala R. Jimeno, y no se completó hasta el siglo XII.

La influencia de los visigodos, a través de sus calendarios y su santoral, fue muy grande en la elección de las advocaciones, aunque la construcción de las iglesias tuviera lugar mucho más tarde.

Otra herencia de la iglesia visigoda fue la legislación canónica, el conjunto de normas conciliares que se reunió en la Colección Canónica Hispana. Estuvo vigente durante buena parte de la Edad Media, especialmente en los siglos altomedievales, y constituyo un elemento cohesionador de la Iglesias locales, las diócesis españolas, en torno a una misma disciplina, con independencia de su pertenencia a uno u otro reino medieval.

La Colección, forjada a lo largo del siglo VII entre Sevilla y Toledo, reunió la legislación precedente (concilios orientales, africanos, galos y españoles), la sueva (Capitula Martini) y la gran aportación de la iglesia visigoda, los cánones de 17 concilios de Toledo, junto con otros coetáneos.

El texto de la Colección se insertó en el Códice Vigilano o Albeldense (976), elaborado en este monasterio riojano, muy unido a las corte de Nájera, en el que reúnen los textos básicos (históricos, literarios y jurídicos) que definen las señales de identidad del naciente reino pamplonés y las raíces jurídicas sobre las que se asienta, que no son otras que la legislación civil y canónica visigoda.

La corte pamplonesa consideraba vigente la Colección Canónica Hispanay que, por tanto la iglesia pamplonesa se sentía parte de la iglesia hispana. La práctica repetición de los contenidos del Albeldense en el Códice Emilianense (992) demuestra que no es una recopilación individual de un monje, sino un acervo de carácter oficial, copiado tanto en Albelda como en San Millán. La elaboración del texto en estos monasterios riojanos refleja la vigencia del derecho eclesiástico visigodo en La Rioja y en todo el reino de Pamplona a finales del siglo X.

Los monarcas pamploneses actuaron en la Iglesia siguiendo pautas propias de la tradición visigoda, en la designación regia acabo siendo de hecho la vía usual de nombramiento de obispos. Tal parece que ocurrió con la consagración de obispos para las sedes de Aragón, Deyo, Calahorra y Tobía, efectuada por el obispo de Pamplona, sin duda a instancia del rey Sancho Garcés I, en torno al 922. Parece también que Sancho III el Mayor se reservó la designación de los obispos-abades de Pamplona y Leire desde el año 1024. La figura de los obispos-abades también existió en Nájera y san Millán o Albelda, en Burgos y Cardeña, y en Aragón y Sasabe.

iglesia san nicolás herencia visigoda cristianismo
IGLESIA DE SAN NICOLÁS EN PAMPLONA

La liturgia es otro terreno donde la herencia visigoda fue manifiesta, puesto que hasta finales del siglo XI en el reino pamplonés estuvo en vigor la liturgia mozárabe o visigoda. Y no de forma superficial u ocasional, sino plenamente enraizada y considerada como un acervo propio, como se demuestra en la defensa que de ella se hizo cuando el papa Alejandro II urgió la implantación del rito romano.

El Reino de Pamplona aporto hombres y textos para demostrar que el rito mozárabe no era herético. Los obispos españoles enviaron a Roma a tres de ellos, un castellano (Jimeno de Oca) y dos pamploneses (Munio de Calahorra y Fortún de Álava). Llevaron tres libros litúrgicos para que fueran examinados, dos de los cuales eran navarros, el Liber ordinum de Irache y el Liber missarum de Santa Gemma (cerca de Estella).

El rito romano se implanto en Navarra en 1076, pero todavía dos décadas más tarde no se había implantado la nueva liturgia en ciertas localidades del valle de Roncal y sus vecinos se resistían a admitir a los clérigos que practicaban el nuevo rito, como ocurrió en Garde (1098) y Navarzato (1102). Pedro I tuvo que intervenir para que aceptaran el cambio: "mandauit ut sicut fuerat factum in lege Toletana, ita et permansisset in lege Romana".

Otro punto de identidad entre todas las diócesis españolas era la escritura visigótica (minúscula o cursiva), con la que se escribían los libros litúrgicos, las obras teológicas o espirituales (entre las que destaca el Comentario al Apocalipsis del Beato de Liébana, los códices riojanos, etc.), o se redactaban los documentos.

Son muchos los factores que aportan muestras de la raíces visigodas y, en conjunto, pregonan que la Iglesia navarra altomedieval funcionaba como una iglesia local que se sentía ligada a las restantes de España, insertas todas ellas en el trono común forjado en la época visigoda. La Iglesia navarra no solo recibió contenidos de ese acervo común, sino que también contribuyo a su transmisión y defensa.