, que era la destinada a actividades militares, en ellas se hicieron fuertes y desde ellas impusieron su ley. Se trataba de una casa rural, donde solía residir el pariente mayor, y desde la cual controlaba las tierras cultivables y de montazgo e ingresos provenientes de actividades adicionales, como ferrerías o diezmos y primicias.
Desde el siglo XII, entre ellas comenzaron cruentas luchas de linajes con crímenes y horrores entre bandos encabezados por los Velascos, los Salazar, los Butrón, los Ayala, los Berroetas, los Zugastis, los Leguizamones, los Urquizus, los Suzunagas, y cuantos tenían poder alguno o gentes que les siguieron.
Nadie quedó al margen de la violencia. Los demás linajes se vincularon a uno u otro bando en función de sus intereses, siendo normal el cambio de bando. Tomar partido de un bando significaba gozar de su protección, pero también exigió responder al apellido, proporcionando al bando soldados y recursos. Cada agresión respondía a un agravio previo y generaba a su vez otra lucha. No fue una guerra caballeresca, sino una guerra bárbara de pillaje y brutalidad.
Los señores no dudaban en robar en la villas consideradas enemigas, en saquear y extorsionar a sus campesinos, ni en asaltar los convoyes de los mercaderes de Burgos que se dirigían a los puertos marítimos para exportar sus géneros. En esta prolongada lucha medieval, que se extendió a todas las regiones, tomaron parte tanto los campesinos del medio rural como los vecinos de las villas recién fundadas.
2.
UNA CRISIS SOCIOECONÓMICA EN EL BAJO MEDIEVO
El
origen de esta rivalidad entre las distintas casas fue debido a diversos motivos e intereses, los cuales se fueron vinculando en sus respectivos bandos por enlaces matrimoniales. A veces dos casas vecinas rivalizaban por viejas rencillas, por el predominio en un valle o una ciudad, y si una se unía a un bando la otra lo hacia al contrario.
La crisis bajomedieval generó una disminución de la producción agrícola, hambrunas, etc. A esta crisis se sumó la epidemia de la peste negra de 1348. Muchos campesinos murieron, y otros se refugiaron en las villas, lo cual afectó a las rentas de los señores feudales.
Los intentos de mantener su prestigio y la búsqueda de ingresos llevó a los jefes de linaje a la enemistad entre familias vizcaínas y a la lucha de poder que dieron lugar a dos bandos: los oñacinos y los gamboinos.
Tuvo mucha influencia en el origen de estas luchas la transformación de la propiedad durante el Medievo, el nacimiento de poderosos clanes de propietarios y prebostes rulares, la fundación de nuevas villas aforadas, urbanización del territorio rural y una emergente clase burguesa urbana.
La lucha constante entre Castilla y Navarra por la posesión de las tierras de Rioja, Bureba y Vascongadas alimentaron esta rivalidad ya que los
oñacinos apoyaron a
Castilla, mientras los
ganboinos apoyaron a
Navarra.
Así comenzaron las guerras de banderizos que asolaron Vizcaya desde la Baja Edad Media hasta principios de la Edad Moderna. Uno de los últimos responsables de aquellos acontecimientos fue el historiador y banderizo
Lope García de Salazar, que así describía sus causas:
"La causa de las guerras entre los linajes, fue sobre envidias y sobre quién valía más, como fue antiguamente por todo el Universo Mundo... En el año del Señor de 1275 hubo guerra entre Ochoa de Butrón e Íñigo Ortiz de Ibarguen, su primo, la cual se comenzara en vida de sus padres, que eran hermanos, sobre cuál valía más en la tierra... Mataron los de Alcedo a Martín Vidal, sobrino de Martín Sánchez de Palacio, en la puente de Sopuerta... e porque Ochoa de Salazar tenía cargo de Martín Sánchez de Palacio, e non les ayudaba como quisieran, fueron a los de Velasco..."
En pocas palabras, para Lope García de Salazar estas luchas se hacían para saber "quién valía más en la tierra" o, como señaló fray
Juan de Victoria en el siglo XVI, "cuál ser más y mandar más".
Aunque la gran mayoría de este tipo de sucesos ocurrieron en los siglos XIV y XV, las primeras luchas de banderizos aparecieron a finales del XIII: Durante esta época en las
Encartaciones e entablaron luchas a muerte entre los Ochoa de Butrón y los Sánchez de Zamudio.
Según escribió García de Salazar, las disputas dentro de una villa surgían entre los parientes mayores sobre la herencia del señorío como ocurrió en el caso de
Ochandiano donde fue incendiada en 1295 por los
López de Haro. García de Salazar sufrió la prisión en su propia casa-torre custodiada por sus hijos enemistados con su padre; el desencadenante fue el denegado derecho por la herencia de su prebostazgo familiar.
La leyenda dice que el conflicto se inició en la iglesia alavesa de Ulibarri, entre los gamboinos y los oñacinos. Ambos bandos discutían sobre el modo de llevar los cirios en una procesión. Los Gamboa decían que debían "llevarse en hombros o en alto" (
gaindi-bijoa), y los Oñaz que "a brazo, o por lo bajo" (
daruagaz oñaz). Los protagonistas de los dos clanes familiares alaveses fueron Guevara, por los gamboinos, y Mendoza, por los oñacinos. Las otras familias notables entraron en la disputa: los Salazar, los Ayala, los Velasco, etc.
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CASA-TORRE DE LOPE GARCÍA DE SALAZAR EN PORTUGALETE |
3.
LOS BANDOS Y LINAJES
En Vizcaya, las familias de Oñaz y de Gamboa dieron, en realidad, nombre a los bandos de Oñacinos y Gamboinos. Oñaz y Ganboa significaron, en sus comienzos, Castilla y Navarra, y por tanto la unión a la Corona de Castilla o la unión a la Corona de Navarra.
Los
Gamboa procedían de una rama de los Guevara alaveses que, señores también de Oñate, fundaron una casa solar en Zumaya y, después, poco a poco se fueron instalando en el resto de villas, echando de ellas a los del bando de Oñez, de forma que también se convirtió en un conflicto entre el campo y la ciudad.
Sus principales clanes familias eran los Gamboa, Olaso, Abendaño y Salazar. Tenían como aliados a los agramonteses y al Reino de Navarra.
Más ampliamente las
principales casas del bando Gamboino eran las siguientes:
Marzana, en el Duranguesado; Olaso, en Elgoibar; Balda en Azcoitia; Zarauz, en Zarauz; Iraeta, en Aizarna, (Cestona); Zumaya o Gamboa, en Zumaya; Jaolaza, en Elgueta; Cegama de los Ladrones, en Cegama; San Millán o Done María, en Cicurquil; Achega, en Usurbil; Zaldivar, en la merindad de Durango con la de Yurreta; Yarza, en Lequeitio; Ugarte en Marquina con la de Otaolea; Mújica e Ibargüen de Guernica; Urdaybay, Mezeta e Irazabal, en Guerricaiz; Unzueta en Eibar; Madariaga en Busturia con los escuderos de Mundaca; Leguizamón en Bilbao; Jáuregui y Susunaga en Baracaldo; Martiartu de Guecho; Echebarría de Urduliz; Rentería y Olea de Baquio; Señorío de Aramayona con la casa de Urrejola y la de Garayo; Ermendurua, Aspioza, Arostegui y Areilza, en Bermeo; Susunaga en Asua; Inglés, de Plencia; Aedo en Balmaseda; Basabil y Mandaguiliz, en Lezama...
En este bando también se incluyen a las casas de Mújica, Guipúzcoa, Aulestia, Mezeta, Irazabal con los escuderos de Olaeta y Oca, Gareca, Urdaybay, Zangroniz, Asua, Lujua, Sopelana, Meñaca, Repeca, Lacabex, Ibargüen, Zalla, Marroquin de Monehermoso, Loizaga, Salcedo...
El origen de los
Oñaz se remonta al antiguo solar de Murua en una cueva de dicho monte (curiosamente en este monte está el castro de Murumendi). En dicha cueva habitaba un hombre fortísimo llamado Murua Sugur, que espantaba a la gente y que fue asesinado en una batalla por el señor de Lazcano, casándose después con su hija. El primero del que se tiene constancia de esta casa es de Martín Lopez de Murua, cuyos nietos trasladaron el solar al llano en Lazcano en el 984.
Los principales clanes familiares eran los Oñaz, Lazcano, Mújica y Butrón. Tenían como aliados a los beamonteses y a la Corona de Castilla.
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ESCUDO GAMBOA-ZARAUZ |
Más ampliamente las
principales casas del bando Oñacino eran las siguientes:
Lazcano, en Lazcano; Loyola, en Azpeitia; Berastegui, en Berastegui; Aguirre, en Gabiria; Arriarán, en Ormaiztegui; Yarza, en Beasain; Alcega o Alzaga, en Hernani; Azméqueta, en Amézqueta; Unzueta, en Eibar; Cerain, en Cerain; Lizaur, en Andoain; Murguía, en Astigarraga; Ozaeta y Gabiria, en Vergara, y Ugarte, en Oyarzun, la más antigua de Guipúzcoa; Urquizu o Avendaño, en Bilbao; Ibargën en Elorrio; Berriz, Muncharaz y Echaburu, también de la merindad de Durango; Unda, Urquiaga y Berriz, en las villas de este nombre; Isasi, Usánsolo, Tucubando, Bedia, Atucha, Aguirre, Arandia, Bildosola, Ubirichaga, Castillo, Lejarazu, Elejabeitia, Elguezu, y Cortazar con los escuderos de su apellido en Villaro y Ceánuri; Belendiz y otras de escuderos en Guernica; Viteri con los escuderos de Villaro; Lope de Murga con los de Maruri y en Balmaseda el linaje de La Puente...
En este bando también se incluyen a las casas de Belaostegui, Coeta, Garay con los de Alzaibar, Larrea, Artunduaga, Zeberio, Basurto, Ciarrusta, Begoña, Retuero, San Martín de Somorrostro, Salazares y Muñatones, Santelices, Galindo, Salcedo, Aranguren, Traslaviña de Puente Hurtado, La Cuadra, Largacha y Palacio...


3.
LA REALIDAD TERRITORIAL Y ADMINISTRATIVA DE LAS VASCONGADAS
Durante la Edad Media, las tierras de las provincias vascongadas no constituyeron una única entidad política y administrativa. Guipúzcoa era un territorio de contornos difusos que tan pronto formaba parte de Castilla como de Navarra. Álava, cuya existencia se documenta desde el siglo VII, se formó como un señorío o condado que osciló entre Navarra y Castilla hasta el siglo XI. Vitoria fue fundada por el rey de Navarra, pero el territorio alavés terminó siendo castellano. Lo mismo en Vizcaya. Todos preferían vincularse a Castilla porque sus reyes garantizaban más libertades y fueros privilegiados.
En todos los territorios vascongados se formaron señoríos que representaban al poder regio, pero el poder del rey era limitado: por un lado, las villas poseían sus fueros propios; por otro, los señores rurales representaban a la ley en sus tierras y, además, influyeron en las juntas de las villas. Los privilegios de unos y de otros hacían imposible aplicar una ley exterior ajena a los propios fueros. Además, los parientes mayores no fueron rebeldes nobles que luchaban contra la Corona castellana, sino que en ocasiones prestaban servicios militares en sus contiendas de la Reconquista, consiguiendo mercedes y recompensas. Y es que la voluntad de poder de los
jauntxos no se dirigía contra el poder real del monarca castellano, sino que se centraba en las tierras de su titularidad, al más típico estilo feudal, y en ellas libraron sus batallas. La Corona tampoco tenía legitimidad para inmiscuirse en asuntos que no le concernían ya que podría violar la ley foral.
La carencia de instrumentos políticos eficaces para resolver el problema, la violencia y lucha se extendió en todos los valles.
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CASA-TORRE DE IDIÁQUEZ EN AZCOITIA |
4.
LOS INICIOS DE LA CONFLICTIVIDAD ENTRE LOS BANDERIZOS
Los señores no dudaban en robar en la villas consideradas enemigas, en saquear y extorsionar a sus campesinos ni en asaltar los convoyes de los mercaderes de Burgos que se dirigían a los puertos para exportar sus géneros.
Era tal el odio que mutuamente se profesaban, que por el menor motivo venían al enfrentamiento. Cuando San Sebastián y Rentería disputaron por el canal de Pasajes, la bronca terminó en batalla campal: 100 juantxos muertos.
En el siglo XIII, en
Álava, los gamboinos derrotan a los oñacinos en el combate de Arrato, matando a su jefe, Lope González de Mendiza; años después, el hijo de Lope venga a su padre y mata al jefe gamboino Iñigo de Guevara. El señor de la torre de Zuia, gamboino, toma las riberas del Zadorra; los oñacinos se hacen fuertes en el pueblo de Mendoza. En el clan de los Ayala, ayaleses de Respaldiza y Quejana guerrean contra los Murga por el control de Álava.
En
Vizcaya, el señor de la casa de Mújica encabezó el bando oñacino, y el de la casa de Urquiza de Adendaño, el gamboino. En 1356, en Bilbao, se celebra una corrida de jabalíes; al señor de Vizcaya, el conde don Tello, se le asusta el caballo y queda en una posición indefensa. Un jauntxo rival, Juan de Abendaño, domina a la cabalgadura. En venganza por el deshonor, don Tello mata a don Juan y así comienza otra de aquellas guerras permanentes.
Lope García de Salazar lo explicó así:
"En el año del Señor de 1356 mató el conde Don Tello, Señor de Viscaya, a este Juan de Avendaño, en la Villa de Bilbao dentro de su palacio, y echólo de las ventanas a la plaza... Y la postrimera causa de su muerte fue porque este Conde D. Tello, que era mucho montero, tenia doce puercos monteses en Alobiña, y echólos a la plaza de Bilbao, y cabalgó en un caballo, e nunca lo pudo meter entre ellos, espantándosele, y díjole aquel Juan de Avendaño: Señor, dejadme cabalgar en ese caballo o yo le haré saltar sobrellos a pesar de sí. Y dióselo y cabalgó en él. Y como era hombre endiablado, púsole las espuelas e hízole saltar sobre aquellos puercos. Y descabalgando, y subido en Conde a comer, no faltó quien le dijo que no era par el mundo si tales cosas soportaba. Y viniendo este Juan de Avendaño al palacio después de comer, fue luego muerto a porradas, y echado por la ventana a la calle, como dicho es."
Un primer agravante desencadena una consecución de ataques y posteriores venganzas. En 1320, Martiartu y los zamudianos quemaron a los hijos de Diego Pérez de Leguizamón por haber matado alevosamente al hijo mayor de aquél.
Se guerreaba por controlar cruces de caminos, pasos de montaña, accesos a valles. También por cuestiones de honor. Como no hay instrumentos políticos eficaces para resolver el problema, la violencia se extiende sin control.
A mediados del siglo XIV, la situación se hace insostenible para las gentes de las villas, que viven bajo la perpetua amenaza de las correrías de los
jauntxos.
En 1370, Juan López de Gamboa y los gamboinos quemaron la casa de Gonzalo Ibáñez de Marquina matándole a él y a dos hijos.
El mismo Enrique III, como rey de Castilla y Señor de Vizcaya, visitó la villa de
Durango en 1393. No se libró el duranguesado de las luchas de los bandos, como ejemplo clarificador fueron las diferencias y luchas habidas entre los Ibargüen y los Zaldivar.
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CASA-TORRE DE LUZEA EN ZARAUTZ |
5.
LAS PRIMERAS MEDIDAS PROTECTORAS
El Señorío, el 22 de junio de 1342, reunido en
Junta General de Guernica, acordó varios capítulos destinados, sobre todo, a castigar a los delincuentes. Con estos capítulos no se alcanzó la paz pública deseada.
En 1375, en la
Junta de Tolosa, presidida por el alcalde de la Real Audiencia, García Pérez de Camargo, se redactaron unas ordenanzas para la
Hermandad de Guipúzcoa. Se aprobaron por el monarca
Enrique II, en Sevilla, el 20 de diciembre de aquel año. Don Juan las confirmó en las Cortes de Burgos en setiembre de 1379.
A fin de que cesasen estas continuas discordias entre parientes mayores, el merino mayor de San Sebastián, Pedro López de Ayala, y seis familias principales de las villas guipuzcoanas, se dirigieron al rey
Juan I de Castilla, para que tome medidas al respecto. El rey confirmó las ordenanzas que los guipuzcoanos habían acordado en Junta General en San Sebastián y presidida por el merino mayor, en 1379, que dicen así:
"Quedó mandado que ningún vecino ni morador de las villas y lugares de Guipúzcoa tomase parte en los bandos de Oñaz y Gamboa, ni de otros cualquier escuderos de la tierra y si tal hiciese, pechara en pena al merino 600 maravedies... Que si los bandos de Oñaz y Gamboa o algunos otros escuderos de la dicha tierra de Guipúzcoa tuviesen asonadas entre sí o con otros, ninguno de los dichos bandos que morasen en las villas y lugares fúeran osados de ir a las asonadas, ni dar a los referidos escuderos favor ni ayuda con las armas ni de ninguna otra manera."
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MURALLA MEDIEVAL DE VITORIA |
6.
LA CONSECUCIÓN DE LA LUCHA ENTRE BANDERIZOS
Pero las luchas continuaron. Se conocen muchos de esos incidentes:
Una lucha entablada en Castro por Diego Pérez de Mioño y Sancho Ortiz de Mioño contra los Marroquines de Samano finalizó con la muerte de Juan Sáez de Salazar de San Martin de Somorrostro en 1399. Su hijo Ochoa de Salazar juró venganza y toda su parentela se enzarzó en luchas interminables.
En tierra de las
Encartaciones, las parcialidades gamboina y oñacina estaban representadas por los Velascos y los Salazares. En 1410, murieron en
Somorrostro Juan de la Bodega, Ochoa de Valle, Rodrigo de San Martin y Juan de San Martin,
"a lanza o cuchillo... siendo lo más notable que en estas muertes una fue dada por un hermano a otro hermano y un padre a su hijo". Los culpables fueron condenados al destierro.
En
Carranza murieron también Juan de San Esteban, Diego de Aldeanueva y su hermano Rodrigo por los del linaje de Zorrilla, y en
Orduña lucharon los Zalduendo y Castro mediando varias muertes.
El doctor y corregidor Gonzalo Moro reunió a la
Junta de Avellaneda para ayudarle a pagar los gastos de su doctorado en Zaragoza; de repente se encendió una pelea que acabó con la vida de Iñigo Ortiz de Salcedo.
En 1414, Rodrigo Adán de Yarza, con ayuda de los de Múxica y Auleztia, incendió la casa-torre del rico mercader Martín Pérez de Licona. La reacción tuvo lugar en la villa de
Lequeitio en la cual los de Adán de Yarza, acompañados por los Arteaga y Urdaibai, iniciaron una pelea callejera que asestó varios muertos y heridos. Uno de ellos fue Rodrigo Adán de Yarza.
En 1420, Fernando de Gamboa y los gamboinos quemaron de noche la casa de Lope de Unzueta, matando a éste y a doce hombres más.
Los Butrón y Mújica protagonizaron una guerra de más de treinta años, desde 1412 hasta 1443, contra la torre de Villela, en
Munguía, e incluso utilizaron artillería; todo había empezado por una disputa sobre la caza de un jabalí. Pero el conflicto alcanzó a varias villas, por ejemplo a
Ochandiano.
En
Bilbao, en 1446, Martín de Vasozábal peleó con Tristán de Leguizamón matándole de un saetazo en el pecho; al año siguiente, en venganza, este Martín fue asesinado y despedazado. Los de Leguizamón llevaban desde 1414 peleándose en Bilbao contra los de Zurbarán. Sánchez de Zamudio mató en Altamira, en 1452, a Ochoa de Butrón y a su hijo.
Se asesinaba en Mondragón, en Durango y en Bilbao. Cada refriega encendía la mecha de una nueva guerra banderiza.
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MAPA DE BILBAO, SIGLO XV |
7.
EL SISTEMA DE FUNDACIONES Y AFORAMIENTO MUNICIPAL
Una forma que tenían los reyes castellanos de quitar poder a los nobles banderizos era mediante la
fundación de villas. A lo largo de dos siglos, desde la fundación de San Sebastián en 1180, se crearon en Guipúzcoa 25 villas y otras 21 en Vizcaya, primero en la costa y después en las principales rutas comerciales, de forma que fomentaban el comercio, aseguraban los caminos y además ayudaban al rey cuando este tenía algún conflicto con la nobleza.
Estas fundaciones también fueron uno de los mayores motivos del conflicto entre bandos, pues según se iban creando las villas, las principales casas instalaban en ellas a los segundones, para asegurarse su control. De hecho los Gamboa entraron así en Guipúzcoa.
La población de estas villas, en especial la de las más grandes, se constituyó en actividades mercantiles, claramente hostil al mundo rural de los parientes mayores. Entonces surgían nuevas disputas entre los banderizos sobre el control de las nuevas villas, control y vasallaje del cual los vecinos de las villas querían escapar.
En ese proceso, durante los siglos XIII a XV, se establecieron los perfiles de cada uno de los componentes sociales y se delimitaron los tres espacios político-territoriales vascongados. Esta nueva clase social burguesa convertida en ciudadanos de las recién fundadas villas de Guipúzcoa y Álava, y del Señorío de Vizcaya (desde 1379, él mismo rey de Castilla), que escapaba del feudalismo rural y sus señores, encontró su estímulo en la decidida política de los reyes castellanos en la fundación de villas y su dotación de fueros y privilegios.
Estas villas que los reyes castellanos fueron fundando estaban acompañadas de unas cartas-puebla o fueros municipales, que eran sus ordenamientos jurídicos locales. Era tan poderosa la identidad de los
juantxos rurales guipuzcoanos, alaveses y vizcaínos que la Corte de Castilla se apresuró en
dotar de fueros o privilegios exclusivos a estas provincias con la intención de permitirles el autogobierno dentro del Reino de Castilla. Por ejemplo, los fueros vizcaínos se escribieron por primera vez en 1342 con las Ordenanzas de la Hermandad, en defensa contra los banderizos, aprobadas en Guernica con objeto de vigorizar los resortes de la autoridad frente a los desafueros de los banderizos, ya que seguían produciéndose los saqueos de las banderías.
CASA TORRE DE OXIRANDO
LAS HERMANDADES PROVINCIALES
Como instrumentos de oposición a la agitación banderiza, surgieron durante el siglo XIV las Hermandades provinciales, que contenían un cuaderno de leyes penales. Estaban patrocinadas por la Corona y formadas por campesinos, habitantes de las villas y posiblemente algunos hidalgos que se opusieron a los Parientes Mayores. Ya en el siglo XV, estas instituciones se dotaron de una sólida organización extendiendo su ámbito de acción paulatinamente.
La Hermandad de Vizcaya se fundó en 1329, cuando María Díaz de Haro, señora de Vizcaya, ordenó a los alcaldes de villas hermanadas que ejecutaran a los banderizos que hallasen culpables. Pero debió establecerse en el siglo XIII a imitación de la que formó Fernando III en 1245 para perseguir a los delincuentes que mataban y robaban en los montes y despoblados de las comarcas de Toledo, Talavera y Ciudad Real; y de otra Hermandad fue formada en 1282 por el infante don Sancho, prelados, ricohombres y señores de Castilla, León y Galicia, a consecuencia de los desafueros que cometía Alfonso X el Sabio.
La Hermandad de Guipúzcoa fue aprobada y redactada sus ordenanzas en la Junta de Tolosa de 1375 y aprobadas por el rey Enrique II en Sevilla el mismo año. Juan I la confirmó en las Cortes de Burgos de 1379. Su objetivo era perseguir a los malhechores que infestaban la provincia cometiendo asesinatos, robos y otros delitos.
Juan I autorizó la reconstitución de las hermandades de Concejos. En Guipúzcoa el resultado no resultó ser una Hermandad general como en Vizcaya, ya que sólo concurrieron procuradores de 8 villas de las 26 existentes: Tolosa, Segura, Urrechua, Azpeitia, Bergara, Hernani, Eibar y Ordizia; y de 2 alcaldías mayores: Arería y Aiztondo.
La reunión tuvo lugar en Villafranca en 1387. Los acuerdos que se adoptan fueron de carácter marcadamente anti-banderizo. Los procuradores que asistieron eran de la zona de predominio del bando oñacino.