Hasta el siglo XX, en el Señorío de Vizcaya se desconocía su enrome riqueza en arte prehistórico. La afición por explorar el interior de la tierra por los antropólogos ha descubierto una rica estela de cuevas prehistóricas donde el tiempo ha guardado celosamente muestras bellísimas del arte rupestre.
La cueva de la Venta Laperra en Carranza descubierta en 1904 fue la primera en abrir el fuego al poner en evidencia grabados de una serie de animales que convivían con los pobladores rupestres: bisontes, osos, etc. La cueva de Santimamiñe en Cortézubi se descubrió en 1916. Desde entonces, se fueron descubriendo en su interior varias cámaras en cuyos muros aparecen estampadas más de un centenar de figuras.
La cueva de Goikolau en Berriatúa fue descubierta por José Miguel de Barandiarán en 1962 haciendo excavaciones en su misma entrada.
Mucho más reciente es la cueva de Arenaza en San Pedro de Galdames, descubierta por Pedro María Gorrochategui con sus hijos en el invierno de 1973 y que contiene varias ciervas en un estado de conservación algo deficiente.
PINTURAS DE LA CUEVA DE SANTIMAMIÑE EN CORTÉZUBI |
A partir del arte rupestre recién revelado, el arte del Señorío permanece en un largo letargo prácticamente hasta el siglo X, en comparación con las zonas que le rodean. Ello se debe a dos circunstancias determinantes:
1. la romanización apenas tuvo oportunidades de dejar sus huellas excepto en estelas funerarias.
2. el material más utilizado para las construcciones fue la madera, mucho más perecedera y sensible a las agresiones que otros materiales.
Los edificios más notables del románico, como son las iglesias, desaparecieron bien por efecto de los incendios o por otros agentes devastadores.
Con los edificios civiles de la Edad Media tampoco ha sido afortunada Vizcaya. Las numerosas torres-fortaleza que se dispersaban por el Señorío, fueron decapitadas o desmochadas por órdenes de los reyes, como procedimiento para acabar de esta manera con las incesantes guerras de banderizos que ocuparon toda la Edad Media, época patente en el trazado urbano de las villas que entonces fueron fundadas.
En el gótico ha habido más fortuna, la suficiente para que el Señorío recreara una variedad propia llamada gótico vasco, patente en la catedral de Bilbao, en Santa María de Lekeitio y de Guernica, en San Severino de Valmaseda, Santa María de Orduña, Santa Eufemia de Bermeo y Santa María de Erandio.
CATEDRAL DE SANTIAGO EN BILBAO |
Los siglos XVI y XVII tuvieron más fortuna, pero por otras razones. Para entonces ya se había puesto fin a las disputas medievales y el Señorío se beneficiaba del descubrimiento de América por dos vías, por la indirecta del desarrollo económico in situ y por las obras que realizaban los indianos con las riquezas acumuladas en América. A esta época y posteriores corresponden muchas de las casas-linaje que se conservan en las villas y, templos, como la iglesia parroquial de Portugalete, la de Güeñes en Encartaciones, la colegiata de Cenarruza y la iglesia de la Encarnación de Bilbao.
Rasgos comunes a estos templos son la planta basilical de tres naves, columnas clásicas, bóvedas con crucerías complicadas y coros altos situados atrás. La Concepción de Elorrio, Santa María en Guernica, Sestao, Gatica, San Martín en Arteaga, Santo Tomás en Arrazúa y San Vicente en Abando en Bilbao, entre otras, muestran ese estilo.
IGLESIA DE SANTA MARÍA EN GUERNICA |
El plateresco también se benefició de estos flecos que son evidentes en Elorrio, Portugalete, Cenarruza y Bilbao en el retablo de San Agustín, el de Santa María, el Descendimiento y en la iglesia de San Antón, respectivamente.
El siguiente salto cualitativo de las manifestaciones artísticas del Señorío se produce en los siguientes siglos XIX y XX. Del neoclásico son nuestra el antiguo Hospital civil de Bilbao, hoy Escuela de Maestría, la Plaza Nueva, realizada por Silvestre Pérez que también es el autor de Santa María de Bermeo y el Teatro Arriaga obra de Joaquín Ruboca, también en Bilbao. Muy cerca, en Guernica, A. Echeverría firmó los planos de la Casa de Juntas en 1824.
El castillo de Butrón, la parroquia de San Francisco, la Residencia de los Jesuitas y la Torre de Begoña exhiben facturas neogóticas, mientras que la Universidad de Deusto y el cementerio nuevo de Bilbao reproducen el estilo románico.
La Diputación y el Ayuntamiento resumen el estilo ecléctico que imperó a finales del siglo XIX hasta que, vencido el primer tercio del siglo XX, el Grupo de Arquitectos y Técnicos Españoles para el Progreso de Arquitectura Contemporánea decidió impulsar la renovación arquitectónica. Fruto de este movimiento nacieron en Bilbao las escuelas Luis Briñas y la vivienda Kilumbera de Berceo.
En el campo de la pintura, esta inquietud renovadora se hizo patente a raíz del Manifiesto de la Escuela Vasca emitido en 1966. Con el antecedente de Barrueta, Losada, Juan de Echeverría, Arteta y los Arrúe, el grupo vasco del Manifiesto estalló en una pléyade fecunda y brillante dentro de la plástica contemporánea. Ucelay, Toja, Ibarrola, Basterrechea, Chopitea en la pintura y Quintín de la Torre, Basterra, Inurria, Acebal Idígoras, Nestor Basterrechea, Larrea, Carrera, entre otros, complementan en el campo de la escultura actual este abanico de grandes figuras del arte vasco, algunas de cuyas muestras se exhiben en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.