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18/02/2025

Combate naval de las Dunas de 1639 por Antonio de Oquendo


La Guerra de Flandes enfrentó a la Monarquía española con las diecisiete Provincias de Unidas de los Países Bajos, con el fin de conseguir la independencia. La sublevación contra el monarca hispánico se inició en 1568 y terminó en 1648 con la firma del Tratado de Westfalia y el reconocimiento de la independencia de las siete Provincias Unidas que hoy forman Holanda. Las provincias que hoy forman los estados de Bélgica y Luxemburgo permanecieron leales a la Corona española. Tras un periodo de alto el fuego entre las potencias enemigas conocido como Pax Hispanica, el conflicto se reactivó desde 1618 hasta 1648, cuya denominación recibe el nombre de Guerra de los Treinta Años.

Durante el transcurso de esta guerra tuvo lugar la batalla naval de las Dunas, entre las armadas española y holandesa, tuvo lugar el 21 de octubre de 1639 en la rada de las Dunas (The Downs), cerca de la costa del condado de Kent, en Inglaterra.

ANTONIO DE OQUENDO EN EL COMBATE DE LAS DUNAS

En agosto de 1639, se formó en Cádiz una escuadra de 23 barcos y 1.679 hombres de mar para operar contra Francia y Holanda al mando del donostiarra Antonio de Oquendo y Zandategui, hijo del heroico Miguel de Oquendo y Segura. Junto a Oquendo estaban los almirantes Tomás de Echaburu, Martín Ladrón de Guevara, Lope de Hoces, Pedro Vélez de Medrano, Jerónimo Masibriadi y Mateo Ulajani. Esta flota estaba formada por el sistema mixto de contrata y embargo, llevando barcos de España, Ragusa, Nápoles, Dinamarca y Alemania.

Salieron hacia Flandes, uniéndose en La Coruña a la escuadra de Dunquerque. Acompañaban a la escuadra 12 transportes ingleses que llevaban tropas. La misión principal era llevar tropas y dinero a Flandes.

A finales de agosto, llegaban a La Coruña los navíos de Antonio de Oquendo, fondeando fuera del puerto para permitir la salida del resto de la flota. Se reunían así las escuadras de los almirantes Andrés de Castro, Francisco Feijó, Miguel de Horna, Matías Rombau y Francisco Sánchez Guadalupe. Estas eran naves de asiento y embargadas, se calcula que eran 29 y que provenían de Vizcaya, la Hermandad de las Cuatro Villas, Galicia, Portugal y Flandes. Además, les acompañan 12 navíos ingleses fletados como transporte de tropas.

Entre todas llevaban, según las versiones extranjeras, 27.000 hombres. Algunas versiones españolas los reducen a 6.000. La realidad debió ser unos 14.000, de los que 8.000 eran hombres de mar y guerra y el resto, infantería.

Para el conde duque de Olivares los buques y dotaciones estaban en un estado excelente de preparación y adiestramiento, ya que según él "no había salido armada como esta desde la jornada de Inglaterra". Para el almirante Feijó, de la escuadra de Galicia, estaban faltos de todo, la gente era forzada, no había bastantes artilleros y tenían poca experiencia, etc.

El 31 de agosto, se hacían a la mar, yendo Oquendo en vanguardia, en su galeón Santiago, seguido por dicha escuadra de Dunquerque. Dejaban atrás los transportes ingleses que quedaban sueltos, lo que fue un error, ya que los holandeses apresaron al menos a tres, con 1.070 infantes.

En el Canal se encontraba a la espera una Armada holandesa. Según instrucciones del príncipe de Orange, habían dividido sus fuerzas en dos escuadras: una de 50 galeones y 10 brulotes, mandada personalmente por Maarten Harpertszoon Tromp, general en jefe, y otra de 40 buques y 10 brulotes, a las órdenes del almirante Johan Evertsen.

Combate Dunas
COMBATE DE LAS DUNAS

La flota española avistó las escuadras holandesas en el paso de Calais el 15 de septiembre al anochecer. Y, al amanecer del 16, Oquendo intentó abordar a la capitana holandesa, no consiguiéndolo y recibiendo a cambio numerosos cañonazos, que dejaron su nave casi desaparejada y con 43 muertos y otros tantos heridos. A lo largo del día se entablaron escaramuzas, con el único resultado de la voladura de una nave holandesa. El combate siguió el 17, entre escaramuzas y combate artillero, sin permitir los holandeses que los españoles se acerquen a tiro de arcabuz.

El 18 del mismo mes, se le unieron a Tromp 16 naves, pero se mantuvo la misma táctica. Cayeron en el combate los almirantes Guadalupe y Ulajani, estando a punto de ser apresado el galeón de éste. En estos tres días de combate, los contendientes agotaron toda la pólvora y municiones. Tromp entró en Calais, donde el gobernador le facilitó 500 toneladas de pólvora, le permitió reparar sus buques, desembarcar a los heridos y, en 20 horas, estaba de nuevo en la mar listo para el combate.

Oquendo podría haber hecho lo mismo en los puertos amigos de Mardique (Fort-Mardyck, a 10 km al este de Dunquerque) o Dunquerque. Pero, dudando del calado de sus galeones grandes, así como dada la proximidad de la rada de Las Dunas en la costa del condado de Kent de Inglaterra, y considerando que los ingleses eran neutrales, decidió refugiarse allí, para intentar aprovisionarse y reparar sus barcos.

Después de conseguir que los ingleses cediesen el fondeadero interior a los barcos españoles, Oquendo intentaba aprovisionarse de pertrechos de guerra, informando de su presencia al embajador de España en Londres y al gobernador de los Países Bajos, consiguiendo así refuerzo de marineros y soldados desde Dunquerque. Organizó transportes en buque ligeros para llevar a Flandes el dinero y los soldados que transportaba con ese destino.

COMBATE DE LAS DUNAS

El 27 de septiembre, aprovechando una espesa niebla, Oquendo organizó un convoy con 13 pataches y fragatas que acompañarían a 56 embarcaciones costeras (la mayoría pesqueros venidos de Dunquerque), y que llegó sin novedad a Flandes, pese a estar Tromp bloqueando la salida de la rada.

Tromp mantuvo una escuadra fondeada en la salida de la rada y otra navegando por el Canal. Disponía de entre 114 a 120 naves, entre ellas 17 brulotes. Algunos relatos cuentan que permitió el paso de buques de apoyo españoles con jarcias y arboladuras, para que Oquendo pueda reparar antes sus naves y así poder entablar combate.

El 20 de octubre, Oquendo llevaba un mes fondeado en la rada de Las Dunas, cuando llegaba el primer suministro de pólvora. Era escaso, pero lo repartió entre los galeones.

El general holandés tuvo noticias de ello, y decidió atacar antes de que los españoles se hubiesen rearmado completamente. Tras lanzar sus brulotes sobre la escuadra fondeada, los españoles picaban amarras y se hacían a la mar. Entre la confusión producida por los brulotes y una espesa neblina, solo consiguieron salir de la rada 21 buques para enfrentarse a más de 100 holandeses. Los demás caían en los bancos de arena y la costa de los Downs.

Tromp lanzaba tres brulotes contra la capitana de Oquendo. Este consiguió esquivarlos, pero uno de ellos se enganchó en la proa del galeón Santa Teresa, de Lope de Hoces, que se perdió envuelto en llamas.

La batalla se entabló con los galeones españoles peleando aislados contra fuerzas cinco veces superiores. Al anochecer, aprovechando la oscuridad, algunos españoles conseguían dejar atrás a sus atacantes dirigiéndose a Mardique, llegando la nave de Oquendo, la de Masibriadi y siete buques más de la Escuadra de Dunquerque.

Del resto de los barcos, nueve se rindieron, estando en tan mal estado que tres se hundieron cuando eran llevados a puerto holandés, y los demás embarrancaron en las costas francesas o flamencas para no entregarse al enemigo.

De los que habían varado en The Downs, nueve pudieron llegar a Dunquerque. Las perdidas españolas fueron estimadas por los holandeses en 43 buques y 6.000 hombres y las holandesas estimadas por los españoles en 10 buques y unos 1.000 hombres.

El resultado de toda esta expedición fue la derrota de la flota española, que perdió 43 buques. A pesar de eso, desde España se vio la acción de Oquendo como una gran hazaña, ya que había conseguido llevar los refuerzos y los caudales al Ejército de Flandes, y salvó a la capitana y al estandarte real ante fuerzas abrumadoramente superiores.

Olvidan que, si en lugar de encerrase en la rada de Downs, se hubiese dirigido a los puertos de Flandes, no hubiese perdido casi toda su flota.

Según el historiador y almirante portugués Costa Quintella, Oquendo se "portó más como comandante de buque que como general y almirante, ya que, sin más que poner en línea sus navíos en el primer encuentro, pudo aniquilar a sus enemigos".

Oquendo hecho a pique a varios buques enemigos, y cuando entró en puerto pudieron contarse en ella 1.700 balazos de cañón, de diferentes calibres. Durante muchos días hubo que estar dando a las bombas de achique y tapando boquetes, pero al fin fue salvado el galeón Santiago. Cuando se reprochó al almirante holandés de no haberlo apresado, respondió "La capitana Real de España con don Antonio de Oquendo dentro, es invencible".

COMBATE DE LAS DUNAS

Volviendo a España, en marzo de 1640, al verle tan enfermo, le aconsejaron que marchase hacia el puerto de Pasajes, donde estaba su casa, y que se pusiese en cura. Llevaba más de cuarenta días sin desnudarse y la alta fiebre le devoraba. Contestó:
"Ya no me falta más que morir, pues he traído a puerto con reputación la nave y el estandarte. La orden que tengo es de volver a La Coruña; nunca podré mirar mejor por mí que cuando acredite mi obediencia con la muerte."

No pudo recuperarse por completo y falleció en La Coruña a los pocos días de llegar. En esta ciudad el rey le hizo vizconde y caballero de Santiago. Su arenga en dicha batalla ha pasado a la historia:
"¿Qué humor helado es, o soldados y compañeros míos, el que vilmente discurre por vuestras venas? ¿Acaso habéis olvidado que aún no ha ocho días que este enemigo, estos mesmos bajeles y este General que vemos delante, habiéndole embestido con sola esta capitana, teniendo él diez y siete navíos, nos volvió infamemente las espaldas, y no atreviéndose a esperar la carga que le quise dar, se amparó de otro navío suyo, poniéndose por su sotavento, y el siguiente día con mucho número, jamás quiso hacernos frente? ¡Repasad el empeño en que nos encontramos y considerad que no tenemos más remedio que pelear, porque retirarnos no puede ser viviendo yo! Rendirnos y perder la vida es de bestias; dejar que nos la quiten, de cobardes. Quien por vivir queda sin reputación es esclavo, y no sabe que la esclavitud no merece nombre de vida, y se deja morir de miedo de no dejarse matar. ¿Tenemos por honesto morir de enfermedad y rehusamos morir por nuestro crédito? Quien no ve la hermosura que tiene el perder la vida por no perder la honra, no tiene honra ni vida. Si Dios fuese servido que en esta ocasión la perdonamos, moriremos en defensa de ella, por el crédito de nuestro rey y por la reputación de nuestra nación. Espero que saldremos bien de este empeño, y así no os espante el número, que cuantos más fuesen tendremos más testigos de nuestra gloria. ¡Santiago y a ellos!"

San Sebastián homenajea su figura y hechos mediante una hermosa estatua erigida en 1894, en la cual puede leerse en castellano y euskera:
AL GRAN ALMIRANTE DON ANTONIO DE OQUENDO.
EXPERTO MARINO, HEROICO SOLDADO, CRISTIANO PIADOSO,
QUE AL DECLINAR EL PODERÍO DE ESPAÑA
SUPO MANTENER EN CIEN COMBATES
EL HONOR DE LA PATRIA

16/09/2020

El naufragio de la flota de Antonio de Oquendo por brujas y tempestades


El 1 de enero de 1607, cuatro de los nueve galeones de la denominada Escuadra de Vizcaya naufragaron frente a las dunas de Bidart, en la costa francesa del golfo de Vizcaya. La flota, al mando del general guipuzcoano Antonio de Oquendo, se dirigía de Lisboa a Pasajes para invernar. Fue sorprendida en el mar Cantábrico por un gran temporal del oeste. Cinco de las naves entraron de arribada forzosa en diferentes puertos, en Santander, Pasajes y La Coruña, pero las cuatro restantes, tras romper el timón, se vieron arrojadas a la costa vasco-francesa. Entre los escasos supervivientes estaba el propio Oquendo.

El número de víctimas según el historiador Cesáreo Fernández Duro llegó a las 800, aunque Doyhamboure y Dupré-Moretti, manejando nueva documentación, lo cifran en 232.

Lope Martínez de Isasti dio cuenta de este naufragio en su Compendio Historial:
"El año de 1607 una noche obscura y tormentosa se perdió la armada del general D. Antonio de Oquendo en la barra de Bidarte en Francia con más de 800 hombres; y según pareció por relación de Logroño, causaron esta tormenta y pérdida las maléficas de la comarca."
armada vizcaya antonio oquendo almirante vasco marino
NAUFRAGIO EN LA COSTA

El doctor Isasti, presbítero de Lezo, caracterizado por Julio Caro Baroja como "varón erudito y bueno pero cándido y poco agudo", como muchos otros en la época creía en el poder atribuido a las brujas, llegando a escribir, en 1618, una memoria sobre "las maléficas de Cantabria" recopilando historias que había oído o leído.

Algunas aludían al poder de las brujas para producir tempestades. Entre ellas figuraba la pérdida de la flota de Oquendo como consecuencia de la tempestad desencadenada por María de Zozaya, mujer de Rentería acusada de brujería, y sus compañeras.

Isasti incluyó en ese Compendio Historial dos ejemplos:
"Había veinte años que le sucedió a un sacerdote de Guipúzcoa que por amenaza que le hizo una barquera de mala fama porque no quiso embarcarse en su barco levantó una tempestad dentro de una hora, tan terrible que no se ha visto tal en muchos años, porque causó naufragios no solamente en la mar grande pero dentro de un brazo de mar que hundió cuantos barcos halló y peligró mucha gente. Y últimamente en la llegada del Rey nuestro señor en el puerto del Pasaje ahora dos años y medio, sobrevino de repente tal tormenta de aguas y viento que se ha dicho públicamente se juntaron cuantas brujas había en la comarca (...)"
oquendo almirante armada vizcaya estandarte museo naval
ESTANDARTE DE OQUENDO

08/08/2019

Antonio de Oquendo en el Museo Naval de Madrid


Retrato imaginario de Antonio de Oquendo pintado por Julio García Condoy en óleo, en 1940. Está expuesto en el Museo Naval de Madrid.

Retrato Antonio Oquendo Julio García Condoy Museo Naval Madrid
RETRATO DE ANTONIO DE OQUENDO,
POR JULIO GARCÍA CONDOY

Óleo que conmemora la victoria de Antonio de Oquendo en Pernambuco en 1631. Forma parte de una serie de cuatro lienzos de Juan de La Corte, encargados por el propio Oquendo y donados por él mismo a Felipe IV. En la parte inferior figura la siguiente inscripción:
"Combate naval ocurrido el 12 de septiembre de 1631 sobre la costa del Brasil en que la Armada española, mandada por Don Antonio de Oquendo, venció y destrozó a la holandesa bajo las órdenes del General Hans Pater, que murió en la acción."

En la parte inferior derecha del cuadro se representa a la capitana holandesa en llamas, abarloada al galeón Santiago de Oquendo en el que se aprecia su estandarte. Se encuentra expuesto en el Museo Naval de Madrid.

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COMBATE DE PERNAMBUCO DE 1631, POR JUAN DE LA CORTE

El Combate de Pernambuco es un óleo de Antonio Brugada, de 1858. En el rótulo que figura sobre el marco se indica:
"El invencible almirante don Antonio de Oquendo toma al abordaje la capitana holandesa. El general Hans Pater se arrojó al mar desesperado."
Los combates de Pernambuco y Las Dunas fueron los temas elegidos en 1856 cuando el Ayuntamiento de San Sebastián decidió rememorar las gestas navales de Antonio de Oquendo, encargando al marinista romántico Antonio de Brugada la realización de dos lienzos de grandes dimensiones. Estos cuadros fueron costeados, parcialmente al menos, por suscripción pública y colocados en el antiguo Ayuntamiento (Plaza Constitución), flanqueando la escalera de honor.


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COMBATE DE PERNAMBUCO, POR ANTONIO BRUGADA

Estandarte real que Antonio de Oquendo arbolaba en el alcázar de su galeón en el combate de Pernambuco. Al parecer fue utilizado también en otras campañas de Oquendo. Esta enseña naval de grandes dimensiones (3,35 x 3,90 m.), es una pieza de seda adamascada sobre la que aparecen representados al óleo el escudo de los Austrias, un Santiago Matamoros y un grupo de la crucifixión con la Virgen y San Juan. Se encuentra expuesto en el Museo Naval de Madrid.

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ESTANDARTE DE ANTONIO DE OQUENDO

Bala de cañón que Antonio de Oquendo depositó en el Santuario de Aranzazu tras la batalla de Pernambuco. Según aseguraba el almirante, la victoria se debió a la intercesión de la Virgen de Aranzazu. En la placa de plata que coronaba la bala se leía esta inscripción:
"En la batalla naval, que el almirante general D. Antonio de Oquendo tuvo con la armada de Holanda en Pernambuco el año de 1631 a doce de Setiembre, entre otras muchas balas que quedaron en su capitana, de las que el enemigo le disparó, es ésta una, la cual ofreció en hacimiento de gracias de la victoria a la Virgen de Aranzazu como a su única Protectora."
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BALA DE CAÑÓN

Impreso alemán de 1639 que pregona la derrota de la flota de Antonio de Oquendo en Las Dunas (costa inglesa). Colección Untzi Museoa-Museo Naval de San Sebastián. La derrota significó el inicio del declive del poderío naval del Imperio de la Monarquía hispánica.

Impreso alemán derrota flota Antonio de Oquendo Las Dunas Colección Untzi Museoa Museo Naval San Sebastián
IMPRESO ALEMÁN SOBRE LA DERROTA DE LAS DUNAS

16/02/2019

Combate de los Abrojos de 1631 por Antonio de Oquendo


El almirante general de la Armada del Mar Océano Antonio de Oquendo y Zandategui participó en más de cien combates navales. Sus dos hechos principales fueron la batalla de los Abrojos en 1631, y la de las Dunas, en 1639. Su éxito en operaciones militares era debido a lo bien organizados que estaban sus buques y a la férrea disciplina que en ellos imperaba.

Natural de San Sebastián, donde nació en 1577, fue el fiel reflejo de su padre Miguel de Oquendo, capitán general de la Armada de Guipúzcoa, que participó junto a Álvaro de Bazán y Juan Martínez de Recalde en la Batalla de las Terceras, y murió en el desastre de la Invencible.

ANTONIO DE OQUENDO Y ZANDATEGUI Y ESCUDO DE ARMAS DE OQUENDO

Siendo almirante general de la Armada del Mar Océano desde 1619 y consejero del Real Consejo de Guerra, se reunió en Lisboa una escuadra bajo su propio mando para socorrer las costas del Brasil, que sufrían sucesivos ataques de la Armada holandesa, especialmente las plazas de Pernambuco y de Todos los Santos. Componían la escuadra 16 naos; 5 de ellas no llegaban a las 300 toneladas y a reunir 40 hombres de guarnición; otras 5 no llevaban más que la mitad de la infantería que les correspondía y quedaban 6 que eran mejores, pero también faltas de elementos y de dotación. Arbolaba Oquendo su insignia en el galeón Santiago.

El 5 de mayo de 1631, salió de Sevilla convoyando una flota de buques mercantes portugueses y de 12 carabelas, que llevaban 3.000 hombres de transporte para reforzar las guarniciones de las plazas brasileñas.

Al cabo de 68 días de navegación, llegaron a la Bahía de Todos los Santos, reforzando su guarnición y siguiendo viaje a Pernambuco con 20 naos mercantes que se agregaron al convoy.

El 12 de septiembre, avistaron la flota holandesa, bajo el mando del almirante Adriaan Hans Pater, que venía de saquear la isla de Santa María. El almirante holandés tuvo el gallardo pero presuntuoso gesto de ordenar que sólo atacasen a los españoles 16 de sus buques; el mismo número que los que sumaban los de Oquendo. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la capitana y la almiranta holandesas eran buques de 900 y 1.000 toneladas, con 50 cañones de calibre entre 48 y 12, y, en cambio, los españoles no pasaban de las 300 toneladas e iban armados con cañones de a 22 a 8.

COMBATE DE PERNAMBUCO Y ESCUDO DE ARMAS DE OQUENDO

Antes de trabarse el combate pasó cerca de la capitana de Oquendo la carabela en que iba el conde de Bayolo, jefe de la infantería, y al estar a la voz propuso a Oquendo reforzar los buques con sus soldados. Oquendo con tono humorístico, señalando las velas enemigas le dijo: "¡Son poca ropa!". Después negó el paso de los soldados, razonando que la orden era llevarlos a Pernambuco para refuerzo y que no quería, "por si ocurría cualquier accidente que impidiera volverlos a las carabelas". El conde recibió orden de unirse al convoy y acercarse con él hacía la costa.

De tal modo, se entabló un duro combate a 18º de latitud sur y a unas 240 millas de los Abrojos, a las 8 de la mañana de 12 de septiembre de 1631. Fue llamado el Combate de los Abrojos.

La escuadra holandesa avanzó desplegada en arco. Entonces, Oquendo consiguió aferrarse con hábil maniobra a la capitana enemiga por barlovento, de tal modo que los fuegos y humos fuesen hacia el holandés. Hans Pater trató de desasirse, mas no pudo, pues el capitán Juan Castillo saltó al buque holandés y a parte de los garfios, lo aseguró con un calabrote que amarró a su palo. Pronto le quitaron la vida, y lo mismo a sus soldados, pero el fuego que se hizo desde las cofas del Santiago impidió a los holandeses desamarrarlo. Otro galeón holandés se colocó pronto por la banda libre del Santiago, pero también acudieron los españoles en auxilio de su general.

COMBATE DE PERNAMBUCO, POR JUAN DE LA CORTE

El combate aún estaba indeciso a media tarde. Al fin, un taco encendido disparado por un cañón del Santiago prendió fuego a la capitana holandesa. La almiranta de su segundo, el aventurero Jerónimo Misibradi, acudió y dio remolque al Santiago, apartándole de la explosión del buque holandés. Hans Pater encontró la muerte en el agua, a donde se había arrojado con gran número de los suyos.

Oquendo de apoderó del estandarte de Holanda y puso en fuga al enemigo, quemando a éste tres mayores galeones y haciéndole 1.900 muertos; los españoles perdieron, por su parte, dos galeones, hundido uno de ellos, el San Antonio, la almiranta, y 585 muertos y 201 heridos. Tuvo la satisfacción Oquendo de saber que el galeón apresado por los holandeses, el Buenaventura, no pudo ser aprovechado, y que los españoles prisioneros se apoderaron de la carabela donde los llevaban y se fugaron.

Cinco días después hubo nuevo avistamiento de las escuadras, pero el almirante Tir, que sucedió en el mando a Hans Pater, eludió el combate a pesar de su manifiesta superioridad numérica. Oquendo llevó las tropas de refuerzo a Pernambuco y regresó a la Península. El 21 de noviembre entró en Lisboa, siendo objeto de entusiastas manifestaciones. Guipúzcoa le envió un caluroso mensaje de felicitación.

COMBATE DE PERNAMBUCO Y ESCUDO DE ARMAS DE OQUENDO

02/11/2017

Exposición La Victoria de Pernambuco de Antonio de Oquendo



El Museo Naval de Madrid presenta la exposición temporal La Victoria de Pernambuco, cuyo protagonista principal fue el almirante guipuzcoano Antonio de Oquendo y Zandategui. Expuesta en la sala nº 8 desde el 26 de octubre de 2017 al 7 de enero de 2018, la muestra está comisariada por Clara Zamora, doctora en Historia del Arte y profesora de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, y cuenta con el patrocinio de Navantia y de Lockheed Martin. Al acto inaugural acudió el secretario de Estado de Defensa Agustín Conde y el almirante Jefe de Estado Mayor de la Armada Teodoro López Calderón.

COMBATE DE PERNAMBUCO, VISTA UNO, POR JUAN DE LA CORTE (1631)
COLECCIÓN PARTICULAR

La muestra reúne la serie de pinturas que se realizó para conmemorar la victoria de la Armada española frente a los holandeses en Pernambuco (Brasil) en 1631. Por primera vez se pueden ver integralmente los cuadros titulados Batalla naval de Pernambuco o de los Abrojos, pintados hacia 1632 por Juan de la Corte, y encargados por el almirante donostiarra Antonio de Oquendo para regalárselos al rey Felipe IV y que decoraron una parte del Alcázar de Madrid hasta su incendio en la Nochebuena de 1734. Junto a esta serie de pinturas se exhibe otro cuadro de la misma época que el almirante Oquendo encargó para sí mismo. Esta obra, que se encuentra actualmente en una colección particular, representa el momento cumbre de la batalla, protagonizado igualmente por el fuego.

La exposición cuenta con el estandarte español (pendón) que llevó el almirante vasco y que constituye una pieza de gran valor histórico. Asimismo, se ha realizado un audiovisual con motivo de esta exposición para reflejar de forma didáctica y elocuente este momento histórico.


COMBATE DE PERNAMBUCO, VISTA DOS, POR JUAN DE LA CORTE (1632)
COLECCIÓN PARTICULAR

Estas pinturas poseen dos valores intrínsecos en ellas:

1. el ser una de las primeras batallas navales narradas en serie a través de las cuatro escenas que, además, son un valioso testimonio para conocer la arquitectura naval de la época.

2. la perspicacia del almirante Oquendo para que, a través de la pintura, se reconociera históricamente su victoria, convirtiéndose así estas obras en un instrumento político y diplomático.

La trazabilidad de los cuadros es sinuosa, de manera que volver a reunir estas piezas es un notable acontecimiento cultural, puesto que ocupan un lugar destacado dentro de la pintura española de ese momento, gracias a la mano experta de un pintor como Juan de la Corte que cultivó cuadros de historia, arquitecturas y batallas navales.

La muestra constituye una oportunidad única para contemplar juntos estas pinturas, que están diseminados en colecciones públicas y corporativas (Museo Naval y BBVA), así como en distintas colecciones particulares españolas.


COMBATE DE PERNAMBUCO, VISTA TRES, POR JUAN DE LA CORTE (1632), COLECCIÓN BBVA

Durante el siglo XVII, los holandeses a través de sus Compañías de Indias Orientales y Occidentales se fueron estableciendo en el Caribe, América del Norte, el océano Índico, la India y el Pacífico, con el objetivo de convertirse en la primera potencia comercial del mundo para superar al Imperio español. Las Provincias Unidas de Holanda querían no solo monopolizar el comercio oriental y el tráfico de esclavos entre América y África, sino también ocupar las regiones productoras de azúcar. Y en ese empeño, los holandeses buscaban controlar puertos estratégicos como Pernambuco en la costa brasileña, algo que logró en 1630.

En 1631, una flota compuesta por 21 naves, 16 españolas y 5 portuguesas, lideradas por el almirante Antonio de Oquendo y Zandátegui, partió desde Lisboa con destino a las costas brasileñas, siguiendo el mandato del rey Felipe IV. Tardaron algo más de dos meses en cruzar el Atlántico y desembarcaron en Bahía de Todos los Santos. Unos días más tarde, entre el 12 y el 13 de septiembre, se enfrentaron la armada española contra la holandesa, que comandaba el almirante Adrian Hans-Pater.

Fue una batalla cruenta, en la que se destruyeron dos galeones hundidos y uno preso, y perdieron la vida más de 600 personas con 200 heridos. Los principales combates fueron protagonizados entre las capitanas y almirantas de ambas flotas, lo que ocasionó también la muerte del almirante holandés. El 21 de noviembre de 1631 el almirante Oquendo regresaba a Lisboa tras la liberación de Pernambuco.


COMBATE DE PERNAMBUCO, VISTA CUATRO, POR JUAN DE LA CORTE (1632)
MUSEO NAVAL

Esta serie de pinturas marinas, las cuatro de Juan de la Corte y las que encargó el almirante Oquendo a un pintor anónimo para él, describen dos episodios de la batalla. Por un lado, la preparación de las líneas de combate, y por otro, el encuentro entre las naves capitanas y almirantas, en la vanguardia de la batalla.

En algunas de las escenas recogidas por Juan de la Corte y el pintor anónimo que recrean la batalla podemos ver casi medio centenar de barcos enfrentados, entre los diferentes tipos de buques de las Armadas holandesa e hispano-lusa. Es un tipo de composición de finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, caracterizada por su linealidad, serenidad y escaso movimiento. 

Sin embargo, estos óleos reflejan con fidelidad un acontecimiento histórico de primera magnitud, por lo que destaca el valor documental de lo plasmado por ambos pintores, que quizá por ello merezcan estar entre los cuadros de batallas más importantes de la Edad Moderna.

En la representación de esta tipología de arquitectura naval de la primera parte del siglo XVII se observan galeones de diversos tipos, artillería, fanales y pavesadas, entre otros elementos. Esta serie constituye un ejemplo muy definido de la estrecha conexión que existía entre arte y política en el siglo XVII.

Como en épocas anteriores, las obras de arte fueron utilizadas con intencionalidad, mucho más allá de los valores artísticos. Muchos de los encargos, los intercambios y compras de pinturas y esculturas demuestran la historia común entre la Monarquía española y los antiguos Países Bajos en el siglo XVII. En la escuela española no existen demasiadas representaciones de estas pinturas marinas de batallas, salvo en el Museo del Prado, que atesora una representación aceptable de este género pictórico.


COMBATE DE PERNAMBUCO, ANÓNIMO (1632), COLECCIÓN PARTICULAR