29/05/2024

Juan de Amézqueta en la recuperación de Puerto Rico, por Eugenio Cajés


La pintura La recuperación de la isla de Puerto Rico por el gobernador de la isla, Juan de Haro fue realizada por el madrileñ Eugenio Cajés en 1636. El objetivo de la misma era decorar el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro en Madrid. Se trata de uno de los doce óleos que componen el conjunto pictórico que retratan las batallas victoriosas y la supremacía militar de los Reales Tercios de Infantería del Imperio español sobre sus enemigos en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) durante los primeros años del reinado de Felipe IV. 

Este es un óleo sobre lienzo de unas dimensiones de 290 centímetros de alto por 344 de ancho. En la actualidad, esta obra se expone en el Museo del Prado.

LA RECUPERACIÓN DE LA ISLA DE PUERTO RICO

La pintura está dividida en dos partes. A la derecha, aparecen Juan de Haro
y Salvítores, gobernador y capitán general de la isla caribeña de Puerto Rico, manteniendo conversación con el capitán guipuzcoano Juan de Amézqueta y Quijano. El oficial vascongado aparece de espaldas, sosteniendo un sombrero con la mano izquierda y un bastón de mando con la derecha, con orla roja en el cuerpo. A la izquierda aparece los infantes de los Reales Tercios españoles armados y corriendo tras los invasores holandeses que huyen hasta la playa de San Juan, donde montan en barcas hasta sus navíos.

Este episodio de la historia de España tuvo lugar el 5 de octubre de 1625. Se trata de la expulsión de un ejército de 2.000 holandeses que llegaron en 17 embarcaciones el 25 de septiembre a la Capitanía General de Puerto Rico, perteneciente al Virreinato de la Nueva España, al mando del general Balduino Enrico (Boudewijn Hendricksz), arrasando la ciudad de San Juan y poniendo sitio a la fortaleza de San Felipe del Morro.

Tras diez días de resistencia, un grupo de unos 50 infantes al mando del capitán Juan de Amézqueta realizó un contrataque por sorpresa sobre las trincheras holandesas que ocasionó más de 60 bajas, la herida de su general y la huida de los sitiadores. Amézqueta se enfrentó personalmente con el general enemigo Balduino Enrico, a quien hirió en la garganta con su espada.

JUAN DE HARO Y JUAN DE AMÉZQUETA

SOLDADOS ESPAÑOLES VS SOLDADOS HOLANDESES

27/05/2024

Vascos en la expansión del Virreinato de la Nueva España


Para consolidar la conquista mexicana, se organizaron otras expediciones de conquista y colonización donde participaron colonizadores vascongados, como la de Hernando de Soto de 1539, en la que marchó Pedro de Añasco.

Los apellidos vascos dominan toda la historia de la explotación y colonización del Norte de Nueva España en aquel período y aún en el siglo XVII: Francisco de Ibarra y Francisco de Urdiñola en Nueva Vizcaya; Juan de Oñate en Nuevo México; y Martín de Zavala en Nuevo León. Entre los colonizadores vascos existía la tendencia, más que entre los demás españoles de América, de agruparse con otros que hablaran la misma lengua y tuvieran el mismo origen regional.

Los logros de Francisco de Ibarra fueron continuados por Juan de Oñate, hijo del fundador de Zacatecas del mismo nombre, convertido en un rico criollo minero. Desde muy joven encabezó campañas militares contra los rebeldes indios chichimecas que habitaban en el norte de México y asolaban los asentamientos españoles, al mismo tiempo que se introducía en la búsqueda de minas de plata.

EXPEDICIÓN COLONIZADORA DE LA NUEVA ESPAÑA

La expedición del general Pero Menéndez de Avilés de 1565-1566 a la península de La Florida llevaba tripulación vascongada. De nueve capitanes, cinco llevan apellido vasco: Diego de AmayaPedro Larrandia, Francisco Múgica, Martín Ochoa y Francisco Recalde. La región de La Florida abarcó territorios fuera de la península, en ellos hubo un gobernador vasco, Domingo Martínez de Abendaño y un misionero, fray Francisco de Berascola, de Gordexola, martirizado por los indios en 1599.

El capitán Francisco de Urdiñola fue un gran pacificador de indios del norte de la Nueva España durante las últimas décadas del siglo XVI, de vital importancia para la extracción de las minas ricas en mineral. De manera diplomática pacificó al feroz cacique Nimanea, jefe guachichil, y a todas sus huestes por medio del diálogo. Pacificó la región entre Saltillo, Parras, Mazapil e Inde, pero en la parte oriental de Nueva Vizcaya(Coahuila) luchó contra los indios guachichiles con los pachos. Los ataques y levantamientos de los indios fueron frecuentes, llegando a necesitar la ayuda del capitán Diego de Aguirre.

En 1591, Urdiñola trasladó 400 familias tlaxcaltecas hacia las poblaciones del norte de la Nueva España, fundando San Esteban de la Nueva Tlaxcala, en donde los tlaxcaltecas quedaron establecidos y de donde salieron posteriormente colonos para un gran número de pueblos coahuilenses y de Nuevo León.

El Gobierno Virreinal, en su propósito de pacificar los indios, trató de establecerlos en poblados y cambiar su forma de vida de recolectores en agricultores. Como sus intentos fracasaban, buscó la ayuda de los tlaxcaltecas para que con su ejemplo se hicieran sedentarios y aprendieran a cultivar la tierra.

La última fase de la expansión desde México alcanzó Filipinas. Los vascos fueron el grupo de españoles que más protagonismo y continuidad obtuvieron entre la península de La Florida y la provincia asiática de Filipinas.

Ante el temor a que franceses e ingleses ocupasen posiciones al norte del territorio descubierto, se continuaron las expediciones a marchas forzadas. Se apresuró a la expansión y el poblamiento en Nuevo México y el Sudeste de los actuales Estados Unidos. Así, en 1595, Sebastián Vizcaíno ocupó California y navegó sus costas hasta la actual frontera norte. Y Antonio Deza y Ulloa fundaba el territorio de Chihuahua.

EXPEDICIÓN COLONIZADORA DE LA NUEVA ESPAÑA

La labor descubridora de California fue continuada por el jesuita navarro Pedro Matías de Goñi que, en 1683, realizó una expedición a la península de la Baja California y México. Al mando iba el también navarro, almirante Isidro Atondo y Antillón. Desde La Paz recorrieron tierras hasta que abandonaron la expedición por la hostilidad de los indios guaycuras, la cobardía de los soldados que los acompañaban y la falta de alimentos. Fundaron un puerto al norte de la Paz al que llamaron ensenada de San Bruno.

Desde ese enclave hicieron varias exploraciones tierra adentro, evangelizando más de 400 indios convertidos al Catolicismo, hasta que regresaron a Nueva España en 1685 por falta de suministros. Además hizo varias expediciones en los alrededores, una a la Sierra de la Giganta, nombre dado a esa formación montañosa por el padre Kino, y otra hasta la costa del mar del Sur, llamado océano Pacífico. A pesar de sus arduos esfuerzos por promover la continuación de la empresa que había iniciado, la Corona tenía otros intereses y otras posesiones que fortalecer y no consideraba rentable la inversión.

23/05/2024

Capilla de Nicolás Sáez de Elola en Azpeitia


IGLESIA DE SAN SEBASTIÁN DE AZPEITIA

La Iglesia de San Sebastián de Soreasu pertenece a la guipuzcoana villa de Azpeitia. Tuvo un carácter templario en su origen, pero entre los siglos XVI y XVIII sufrió grandes reformas, conservándose sólo la antigua torre, aunque muy transformada. El pórtico original fue reemplazado en 1771 por un frontispicio diseñado por Ventura Rodríguez y ejecutado por F. Ibero.

De entre las ocho capillas que cuenta este templo, destaca la Capilla de la Soledad, obra renacentista donde se encuentra el sepulcro de Nicolás Sáez de Elola, También llamado Nicolás de Azpeitia en las crónicas, fue capitán de caballería en la batalla de Cajamarca y captura del emperador inca Atahualpa en la expedición de Francisco Pizarro para la conquista del Perú.

Además, en esta iglesia, son destacables el retablo barroco del altar mayor y la pila donde fue bautizado el patrón de Guipúzcoa, San Ignacio de Loyola.

CAPILLA DE NICOLÁS DE AZPEITIA

Tras regresar a su villa natal después de la fundación de Virreinato del Perú, Nicolás Sáez de Elola patrocinó una serie de obras pías y capellanías para mayor gloria y prestigios póstumo. Su aportación más sobresaliente fue la fundación de la Capilla de la Soledad en la iglesia parroquial San Sebastián de Soreasu, en 1555, una de las grandes obras del Renacimiento guipuzcoano, y en ella se halla enterrado.

Su intención fue emular sus grandes gestas en la conquista de América relacionando su persona con la iglesia de San Sebastián de Soreasu y, por tanto, con la villa de Azpeitia, ensalzar sus hazañas indias mediante la construcción de un recinto mortuorio tan magnífico como los palacios y casas solariegas de otros colonizadores españoles.

La construcción de esta obra del Renacimiento guipuzcoano estuvo dirigida por el maestro cantero Domingo de Rezabal, con un coste de 2.200 ducados de oro, desarrolló las tres disciplinas del arte: arquitectura, escultura y pintura.

LATERALES NORTE Y SUR DE LA CAPILLA DE NICOLÁS DE AZPEITIA

La Capilla de Nicolás Sáez de Elola tiene unas dimensiones extraordinarias para lo que es habitual, planta cuadrada cubierta por una cúpula casetonada, rematada en linterna. Está anexa a la iglesia, y en su construcción inicial tenía entrada desde la propia iglesia y otra hacia el exterior urbano. Se articula mediante el cuerpo de la capilla propiamente dicho, alto y bajo coro, y sacristía. Su conjunto iconográfico trasmite el ideario renacentista, los valores del Humanismo.

La pared norte del mausoleo alberga la escultura horizontal del héroe de Cajamarca, así como representaciones pictóricas de corte militar que ensalzan sus acciones más destacadas en la conquista del Imperio incaico. Aparece vestido de noble caballero, portando la espada en manos. Está representado como hombre de mundo, con esfera y compás, y como navegante y conquistador destacado en la política expansionista del Imperio español de Carlos V.

Si la escultura expresa la nobleza y caballerosidad del guerrero vasco, la virtud lo está en los lienzos sobre las paredes, pues este también es un ideal del pensamiento humanista del del siglo XVI. Este conjunto de pinturas trata sobre la vida presente, el juicio que sigue a la muerte, y la resurrección y la vida en la contemplación de Dios. Muestra al ideal de virtud como una característica primordial y necesaria para la superación del Juicio Final y la consecución de la Resurrección del cuerpo y alma humana.

El conjunto iconográfico queda completado con el escudo de la villa de Azpeitia. Este podría aludir al apellido que Nicolás Sáez de Elola adoptó en las Indias, llamándose Nicolás de Azpeitia, y con el que pasó a la historia.

MAUSOLEO DE NICOLÁS SÁEZ DE ELOLA

La pared norte está presidida por el arcosolio del capitán. En la parte inferior está el féretro y sobre este su estatua yacente, mientras que en la superior hay una gran representación pictórica, que recrea una victoria militar, coronada en su arco de medio punto. La batalla de Cajamarca toma un protagonismo absoluto en la figura del portaestandarte, el telón de lanzas, los dos elementos humeantes del ángulo superior derecho, y la propia ciudad.

La escena describe la captura del inca Atahualpa. escondidos los hombres de a pie y a caballo en los edificios de la ciudad de Cajamarca, el ataque habría de iniciarse a la señal acordada por los cristianos, que está representada por la bandera blanca.

La ciudad puede recordar a Sevilla y su Giralda, en realidad es la Cajamarca europeizada, aquella que Nicolás hubo de describir decenas de veces a su regreso a Azpeitia.

Sobre este conjunto, se adosarían tanto la pareja de virtudes (esculturas femeninas) recostadas del arcosolio y su tímpano triangular, como las virtudes pintadas del registro inmediatamente superior. Que representan el ideal de virtud renacentista del buen gobernador y del buen cristiano.

MAUSOLEO DE NICOLÁS SÁNEZ DE ELOLA

A la coherencia de la capilla con su arquitectura romana, su escultura romanista y su pintura manierista, se suma la influencia renacentista de la obra de Miguel Ángel, sean reproducciones casi idénticas o modificaciones compositivas de los originales.

Dentro del arte vasco del Renacimiento, el nivel artístico del mausoleo de Nicolás Sáez de Elola es equiparable al sepulcro de Cristóbal Martínez de Alegría de 1581, en la iglesia colegial de Santa María de Vitoria, o al de María Martínez de Orraindi, en la iglesia de San Pedro de Vitoria, ambos de Esteban de Velasco. Estos tres conjuntos funerarios son los mejores exponentes de la influencia del Manierismo de Miguel Ángel en el arte vasco de la Edad Moderna.

ESCULTURA DE NICOLÁS SÁEZ DE ELOLA

19/05/2024

García III Sánchez el de Nájera


Rey de Pamplona-Nájera que dio un impulso a la Reconquista expandiendo Navarra hacia el sur, tomando Calahorra en 1045

 GARCÍA III SÁNCHEZ

García III Sánchez nació en 1012, en Atapuerca. Apodado "el de Nájera", fue rey de Pamplona desde 1035. Hijo de Sancho III Garcés de Pamplona y de Muniadona Sánchez de Castilla. Fue heredero del trono según la costumbre a la muerte de su padre, pues el primogénito Ramiro, que heredó Aragón, era hijo ilegítimo.

Fue un rey galante con las mujeres y en particular con Estefanía, a quien llamó su "dulce amante" y ponderó su elegancia, como en efecto se desprende de la miniatura del documento de la iglesia najerense.

También fue un rey muy generoso en sus dotaciones a los monasterios de su reino y, como buen cazador y buen guerrero, tenía una enorme afición por los caballos. Está documentado que uno de sus magnates, Aznar Íñiguez, profesó de monje en San Millán y dejó un precioso caballo castaño valorado en 500 sueldos, que adquirió el rey García a cambio de unas tierras. En el año 1042, realizó regalos a Leyre, a Santa María del Puerto, en Santoña, y a su fiel tutor Fortún Sánchez un monasterio cerca de Aoiz, en este caso a cambio de un magnífico caballo llamado Azaburu. En 1043, recibió como regalo del caballero Sancho Fortuñones un caballo negro azabache, espléndido y con silla, bocado y freno de plata. Le recompensó con una villa junto a Echarri y con su iglesia. También datada en 1043, hay una buena donación de tierras a San Millán de la Cogolla, en La Rioja.

Entre los monasterios, García tuvo siempre gran predilección por el de San Millán de la Cogolla, que se benefició de numerosas donaciones durante seis años. Cabe destacar entre ellas, la iglesia de Alesanco, el monasterio de San Miguel de Ubago y el de Cañas, el de San Cipriano en el río Arlanzón (1048), y el de San Félix de Oca (1049) con pastos, montes y aguas. Algunas de estas donaciones aumentaron el influjo del monasterio en tierras castellanas, es decir, de Navarra sobre Castilla.

Siguieron las donaciones a los monasterios de San Miguel de Pedroso, San Miguel de Vallejorit, Santa María de Guinicio y Quijera, Santa María de Monasterio. El monasterio de Sofuentes y la iglesia de Escó constituyen donaciones de García al monasterio de Leyre.

El 29 de mayo de 1050, asistió a la ceremonia de traslación de los restos del monasterio de San Millán de Suso al de San Millán de Yuso, que se levantó sobre un terreno más asequible y junto a él un hospital.

El 12 de diciembre de 1052, consagró el Monasterio de Santa María la Real de Nájera que había mandado construir unos años antes.

MONASTERIO DE SANTA MARÍA LA REAL DE NÁJERA

En cuanto a su política territorial, Gracía III expandió el Reino de Pamplona hacia el sur. Aprovechando la debilidad de los reinos de taifas, logró conquistar Calahorra en el 1045.

Además de recibir de Sancho el Mayor el reino patrimonial de Pamplona, heredó de su padre Álava y gran parte del Condado de Castilla (La Bureba, Trasmiera, Montes de Oca, Las Encartaciones y Castilla Vieja). Si bien para José María Lacarra estos territorios los dio Fernando a García por su ayuda prestada en la batalla de Tamarón, en la actualidad gracias a la documentación esta teoría de Lacarra se hace imposible ya que el nombre de García antes de la batalla de Tamarón ya aparece firmando los diplomas de Valpuesta, o en la documentación del monasterio de Valvanera y San Millán reinando en Oca y en la Bureba.

El propio García en 1044 y 1046 describió así el territorio donde gobernaba:
"Reinando el rey García, que mandó hacer esta escritura, en Pamplona y en Álava y en Castilla Vieja hasta Burgos y hasta Bricia, poseyendo también Cudeyo con su término en Asturias; su hermano Fernando rey en León y en Burgos..."

No es de extrañar que cuando García restauró el monasterio de Santa María del Puerto en Santoña, escribiese que García reinaba en Pamplona y Castilla, y Fernando en León y Galicia:
"En aquel tiempo cuando reinaba el rey García en Pamplona y en Castilla y su hermano Fernando rey de León y de Galicia..."

En el año 1037, cuando su hermano Fernando I de León solicitó su ayuda para combatir a su cuñado Bermudo III cerca del río Pisuerga, éste se la prestase, combatiendo los dos hermanos juntos contra el monarca leonés en la batalla de Tamarón, siendo vencido y muerto el último varón descendiente directo del duque Pedro de Cantabria. Debido al conflictivo reparto de las tierras castellanas estalló la lucha entre los hermanos Fernando y García, muriendo este último en la batalla de Atapuerca el 15 de septiembre de 1054.

SILLERÍA DE GARCÍA III EN EL MONASTERIO DE NÁJERA

García III de Pamplona se casó en 1038, en Barcelona con Estefanía de Foix, de la Casa de Cominges. Estefanía era la hija más joven de Bernardo I Roger de Carcasona, conde de Conserans, señor del País de Foix y conde consorte de Bigorra y de Garsenda, condesa de Bigorra. Con ella tuvo nueve hijos:

Sancho IV el de Peñalén (c. 1039–fallecido el 4 de junio de 1076), rey de Navarra, casado con Placencia de Normandía.

Urraca Garcés, señora de Alberite, Lardero y Logroño, casada hacia 1074 con el conde García Ordóñez (muerto el 30 de mayo de 1108 en la batalla de Uclés), señor de Nájera y Grañón.

Hermesinda Garcés (fallecida después del 1 de julio de 1110), casada con Fortún Sánchez, señor de Yarnoz y de Yéqueda. En 1076 acompañaba a su hermano Raimundo en Peñalén cuando éste asesinó al hermano mayor de ambos.

Ramiro de Pamplona (fallecido el 6 de enero de 1083), señor de Calahorra, de Torrecilla en Cameros y de Ribafrecha y sus villas. Casado con Teresa. Murió luchando por Alfonso VI de León, asesinado por los moros del castillo de Rueda de Jalón cuando estos simularon la rendición del castillo al rey de Castilla.

Fernando de Pamplona (fallecido en 1068), señor de Bucesta, Jubera, Lagunilla y Oprela, casado, según algunos tratadistas, con Nuña Íñiguez, hija de Íñigo López, conde y señor de Vizcaya y Nájera.

Ramón (Raimundo) de Pamplona el Fratricida (fallecido después de 1079), señor de Murillo y Agoncillo. Después del asesinato de su hermano y rey Sancho IV el de Peñalén, se refugió en Zaragoza con el rey moro Al-Muqtadir. Pudo ser el padre de Urraca Raimúndez.

Jimena Garcés de Pamplona (fallecida después del 27 de mayo de 1085), señora de Corcuetos (Navarrete), Hornos y Daroca.

Mayor Garcés de Pamplona (fallecida después de 1115), señora de Yanguas, Atayo y Velilla. No es probable que sea, por cuestión de fechas, la Mayor casada con el conde Guy II de Mâcon.

Sancha Garcés (fallecida en 1065), abadesa seglar de San Martín de Cuevagallegos, un poblado de Pancorbo.

Además, García III de Pamplona tuvo dos hijos bastardos, con madre o madres desconocidas:

Sancho Garcés, señor de Uncastillo y Sangüesa, casado con Constanza, quien pudiera ser la hija del primer matrimonio de Estefanía de Foix, y por tanto, su hermanastra aunque sin lazos de sangre. Su hijo, Ramiro Sánchez fue el padre de García VI, el Restaurador, rey de Pamplona.

Mencía Garcés (fallecida después de 1073), casada con Fortún Ochoa, primer señor de Cameros, señores ambos de Nalda, Leza y Jubera.

14/05/2024

Auto de Terminación, por Aranzadi, Juaristi y Unzueta



Auto de Terminación. Raza nación y violencia en el País Vasco
Juan Aranzadi, Jon Juaristi y Patxo Unzueta, Editorial Aguilar, Madrid (1994), 280 páginas

Tres intelectuales vascos, Juan Aranzadi, Jon Juaristi y Patxo Unzueta, han escrito Auto de terminación, en 1994. Se trata de un ensayo político que recoge diversos artículos sobre el presente y el porvenir de su tierra, Euskadi. Entonces allí dominaba el terror de las armas, el plomo era la sombra que caía sobre cualquier reflexión.

Surgió la necesidad de escribir este ensayo tras famosa la polémica del RH negativo suscitada por una conferencia del dirigente nacionalista Xabier Arzalluz. En opinión de Unzueta, lo significativo de la polémica no era tanto la mención a la sangre como la voluntad de establecer una diferenciación entre dos tipos de ciudadanos:
"Nosotros, los buenos vascos, los vascos nacionalistas, y los otros: los de fuera, o más genéricamente, los vascos no nacionalistas. No hace falta que se nombre la raza para que esa diferenciación sea una efectiva fuente de discriminaciones."
Aranzadi fue  profesor de antropología, Juaristi catedrático de Literatura, y Unzueta periodista y escritor, han dedicado gran parte de su vida profesional a escribir sobre Euskadi. Milenarismo vasco, de Aranzadi; El linaje de Aitor, de Juaristi, o Los nietos de la ira, de Unzueta, han sido obras importantes en el moderno ensayo político vasco.

08/05/2024

Placa de José de Urrutia y las Casas en Academia de Ingenieros militares


El teniente general del Ejército español José de Urrutia y de las Casas posee una placa honorífica en la Academia de Ingenieros del Ejército español, situada en Hoyo de Manzanares, Madrid.

Este militar vizcaíno estudió en la Real y Militar Academia de Matemáticas de Barcelona, embrión de la futura Academia de Ingenieros del Ejército de Tierra, entre enero de 1760 y abril de 1763. Tras cuatro cursos de nueve meses cada uno, en los que adquirió conocimientos de diversas materias (Matemáticas, Cartografía, Arquitectura Civil y Militar, Ingeniería de Puertos y Muelles, Mecánica, Náutica, Hidráulica o Dibujo Técnico), pudo licenciarse destacando como el mejor de su promoción.

Urrutia fue nombrado teniente general e inspector de ingenieros, durante su mandato se crearon las siguientes instituciones de ingeniería militar:
1. Regimiento Real de Zapadores-Minadores. Primera Unidad de Ingenieros
2. Nueva Ordenanza, donde se limitaban las funciones de los ingenieros a las puramente castrenses
3. Nueva Academia de Ingenieros en Alcalá de Henares y cierre de la Academia de Matemáticas de Barcelona

PLACA DE JOSÉ DE URRUTIA EN LA ACADEMIA DE INGENIEROS

El conjunto honorífico fue realizado por el escultor Santiago de Santiago y colocada en 2003, año en el que se cumplía el II Centenario de la muerte de Urrutia (1803-2003).

Está ubicado dentro de los jardines centrales de los edificios mayores, concretamente a la izquierda de la escalera exterior de la entrada principal del edifico rector, y frente a la placa de Jorge Próspero de Verboom.

Consta de dos placas adosadas a un monolito de granito liso de aproximadamente un metro de altura, cuya parte superior está ligeramente inclinada hacia un lado para poder ver y leer mejor la placa que sostiene. Esta placa horizontal está realizada en hierro fundido, verdeado y tachonada. Contiene un relieve del rostro de José de Urrutia y una leyenda que dice:

INGENIERO GENERAL
D. JOSÉ URRUTIA DE LAS CASAS
1728 - 1803

Creador del Regimiento Real de Zapadores
Minadores, la Ordenanza y la Academia del Real
Cuerpo de Ingenieros

PLACA DE JOSÉ DE URRUTIA EN LA ACADEMIA DE INGENIEROS

La placa vertical de la parte inferior frontal está realizada en mármol y tachonada. Contiene un texto más amplio:

LA ACADEMIA DE INGENIEROS
FUE INAUGURADA
EN ALCALÁ DE HENARES
EL DÍA 1 DE SEPTIEMBRE DE 1803,
SIENDO SU PRIMER DIRECTOR
EL CORONEL D. VICENTE HEREDIA
QUE EJERCÍA TAMBIÉN EL MANDO
DEL REGIMIENTO REAL DE
ZAPADORES MINADORES
CREADO POR R.D. EL DÍA
5 DE SEPTIEMBRE DE 1802.

DESDE EL AÑO 1872 INCORPORA
ENSEÑANZAS EN EL ÁREA DE
TRASMISIONES.

En el Bicentenario de la Creación de la
Academia de Ingenieros del E.T.

1803 - 2003

Ambos laterales del monolito de granito están adornados con una torre coronada y laureada, forjada en hierro, del escudo de la Academia.

PLACA DE JOSÉ DE URRUTIA EN LA ACADEMIA DE INGENIEROS

02/05/2024

Creencias heréticas, aquelarres y caza de brujas en Euskal Herria


Tanto la parte española como la francesa de Euskal Herria presentó un escenario ejemplar que ilustra y esclarece toda la creencia herética y todo el pensamiento esotérico y ocultista de la Edad Moderna.

Los documentos, libros teóricos, actas notariales y procesales en los que se escribía la historia de la brujería provienen de gentes cultas que escriben en castellano o francés, e incluso en latín, nunca en euskera, la lengua que utilizaban las gentes más pobres y analfabetas. Los redactores de estos documentos durante los siglos XVI y XVII fueron cargohabientes, propietarios nobles que disponen de una lógica instruida y de recursos retórico-semánticos gracias a la teología renovada de la época y por un especializado cuerpo jurídico, dando a las redacciones sobre brujería un sentido moral y un espacio simbólico muy peculiar.

Así es como Lancre, Castañega, Lope de Isasti, D'Echaus, Irarraga, los Urtubia y Amu, los Ubilla y tantos otros cargohabientes estructuraron el discurso mediante un encadenamiento vertical que regulaba una ontología soberano-súbdito en virtud de determinadas propiedades y nobleza cristiana. Es decir, una relación jerárquica entre Dios y los hombres, que si se aceptaba sin alteraciones posibilitaba un buen curso de la vida y hasta la victoria en las guerras con la ayuda de Dios, por ejemplo, en el sitio de Fuenterrabía contra los franceses.

EL AQUELARRE, POR FRANCISCO DE GOYA

De la misma manera, también existía una relación jerárquica y personal entre el Diablo y el hombre, que posibilitaba entender la génesis del mal, es decir, la consecución de desastres e infortunios a los hombres. Las catástrofes naturales, las cosechas perdidas, las plagas de enfermedades, etc., fueron entendidas por las élites cultas como presencias físicas y carnales del diablo.

El franciscano Castañega representó esta dualidad en algunas imágenes de "mimesis" (dios/diablo; apostasía/adoración; sacramento/execramento; etc.). La apostasia consistía en la oficialización de misas satánicas, en la adoración al diablo mediante un pacto con el mismo.

Esta mentalidad crea su imagen del sabbat, basada en las imágenes lúbricas de símbolos caprinos atribuidas a Satán durante las persecuciones de herejes cátaros en Francia. Se representa al diablo como actor principal de atrocidades en imágenes en las que aparece de noche, pisando la cruz o profanando la eucaristía (misa negra), sacrificios de niños, orgías lujuriosas, canibalismo, etc.

Se plantea un nuevo imaginario teológico sobre cómo hablar con Dios, la naturaleza de la conversación, metodologías espirituales, etc. Al mismo tiempo, se diseña su antagónico, un nuevo imaginario demonológico que describa al sabbat: hombres y mujeres adoran al diablo en forma de hombre-cabra, y realizando todo tipo de antisecrametos, actos lúbricos e impíos y sacrilegios, A cambio, el diablo les concede a dichas personas la capacidad de hacer el mal.

MALLEUS MALEFICARUM, POR SPRENGER KRAMER

La creencia del pacto con el diablo quedó expuesta en el siglo XV por los frailes Institor y Sprengel mediante su tratado demonológico Malleus maleficarum. Desde el siglo XVII, la brujería no sólo consistiría en un crimen religioso-teológico, también político, gracias a las aportaciones de P. De Lancre, F. Laborie o N. Perkins. Hacer brujería, pactar con el diablo, era romper con el pacto originario de soberanía real de Dios depositado en los hombres para su autogobierno y encabezada por el rey, lo que significa traicionar al soberano. La persona maléfica debería ser ejecutada, como el rebelde que traiciona a su Soberano político.

Esa conceptualización personificada del mal como sabbat es lo que se hacía público en los sermones y bandos de busca y captura de brujas y brujos o "jurguinas" en la montaña pirenaica.

La descripción que De Lancre hace del sabbat es muy barroca, imposible de originarse en la mente inculta aldeana, pues destaca la naturaleza imitativa de Dios con escenas dependientes de la teología y de la erudición artística. Para De Lancre lo que más ambiciona el Diablo es ser reconocido como Dios verdadero tratando de emular la divina majestad.

Sin embargo, los deseos de la gente ágrafa y analfabeta no eran de índole teológico-jurídicos, sino ligados a las rutinas de la vida. La imagen popular de la "simetría del mundo" no era la de Dios/Diablo, sino la del trabajo/descanso, sufrimiento/goce, representando los pocos ratos de placer, de panza, danza y holganza, lejos del sometimiento a nadie y menos al Diablo.

pintura penitentes sambenito inquisición condenado
PENITENTES CON SAMBENITO, POR A. SCHOONEBECH

Las creencias populares sobre los curas malditos estaban asociadas a la imagen de la búsqueda del placer y goce. Relatos populares y narraciones satíricas de curas ociosos que cazan, que mantienen ligues amorosos y que no trabajan fueron contados por los acusados de brujería ante los inquisidores.

Para De Lancre, los curas que hacían mal uso de su ministerio eran aquellos que se daban al servicio particular y al culto de Satán, verdadero enemigo de Dios. Su retórica de "la imitación" también representaba a Satán en la tierra como a un mono, de la misma manera que el hombre está hecho a imagen y semejanza (imitación) de Dios.

Lutero llegó a afirmar que los diablos habitaban en "los loros y en las cotorras, en los monos y macacos, para que ellos puedan así imitar a los hombres". Algunos escritos inquisitoriales cuentan, entre otras imaginaciones, como los brujos y brujas trasformados en animales (gatos, perros, mulas, etc.) se dedicaba a asustar a los solitarios caminantes, o como tenían un sapo vestido que les recordaba las citas de los aquelarres.

El juez francés persiguió como un mal a Dios la práctica abortiva común entre las comadronas: "a que las parturientas consientan en abortar para que con los huesecillos y cuerpos se fabriquen venenos y contribuyan maravillosamente las comadronas del país, pues las madres les dejan hacer el oficio de verdugo ante su propia vista, prestando consentimiento, por mandato de Satán..." En cambio, el pueblo inculto siempre ha ejercido con bastante prudencia y conocimiento las prácticas abortivas y contracepción.

aquelarre grabado brujería
REPRESENTACIÓN DE UN AQUELARRE

El discurso de Lancre, sobre un supuesto sabbat de vascos denominado como aquelarre, está basado en un supuesto pacto con el diablo que él diseña, no sólo tiene una intención religiosa, pues alcanza incluso un carácter político. Las apetencias desorientadas del ser humano que sólo el Diablo colmaría son el "deleite carnal" y la "inteligencia y conocimiento de las cosas"

Este segundo deseo, "la codicia del saber" o "el saber de las cosas ocultas y venideras" es lo que Lancre interpretaba como arte adivinatorio u ocultismo que trata de esclarecer o conocer una "sorguina". Sorguina es el término eusquérico de brujo o bruja con carácter de "agente de adivinación". Y apelando a su propia experiencia de acompañante de inquisidores, informa "que las mujeres pobres y clerigos necesitados e codiciosos, por officio toman de ser conjuradores, hechizeros y adevinos por se mantener e tener de comer abundantemente; y tienen con esto las casas llenas de concurso de gente".

Pierre De Lancre mostraba a un aldeano vasco bastante extraño, narcotizado por saber curar enfermedades y por poseer conocimientos útiles.

Por otra parte, el banderizo vizcaíno Lope García de Salazar reconoció en su libro que los vascos eran aficionados a consultar sobre objetos perdidos, sobre la marcha de asuntos venideros (cosechas, ganados, viajes, etc.) y por las ordenanzas municipales. En aquellos tiempos en que no se disponía de meteorología ni medicina científica, no era nada anormal consultar a gentes especialistas en conocimientos prácticos, que se supone podría prever o remediar en cuestiones donde el interesado se jugaba la vida, los bienes o el destino personal.

Lo que en aquella época fueron considerados conocimientos prácticos, hoy en día serían tomados por conocimientos paranormales. Pero en aquellos tiempos fueron hasta utilizados y estudiados por nobles y hasta reyes. El mismo Felipe II reunió en su biblioteca numerosos libros con temas que hoy definiríamos como paranormales y sobrenaturales; el propio palacio de El Escorial está construido bajo arcanos mágicos de la época; incluso un presidente de la Inquisición recurrió a un niño que se decía que podía hablar con Lucifer para que le preguntara sobre el mal que acechaba a Carlos II el Hechizado acerca de su nula fertilidad para dejar descendencia monárquica.

Pinturas sabbat Brujas Cátaros akelarre
REPRESENTACIÓN DE SABBAT Y AQUELARRES

La cotidianeidad de la magia y de lo exotérico en la sociedad española del siglo XVII estuvo aceptada por la Iglesia a todos los niveles: reyes que consultaban astrólogos, validos que hacían conjuros para engendrar, alcahuetas que creaban virginidades y curaban impotencias. En España, esta realidad social contribuyó, sin duda, a relativizar las prácticas de la brujería y ajustar mejor su trascendencia, pero no fue vista así por los inquisidores de otras muchas partes de Europa.

La gente sabía diferenciar entre agentes que sabían curar o predecir y agentes que no. La mentalidad de la época de las gentes conectada con el entramado cultural en el que viven consideraba natural pedir un diagnóstico y aconsejar terapia.

Castañega en su Tratado de limpieza en el Pirineo navarro y otros tantos autores demostraron que tan solo se trataba de una cultura de prevención y protección consistente en ciertos usos tradicionales basados más en la tradición que en la ciencia. En cambio, la Iglesia no se preocupó de conectar con esa cultura de prevención y protección, sino que más bien la satanizó y persiguió, construyendo un sistema de signos ininteligible para el aldeano, un sistema interpretativo basado en la teología demonológica, un saber oculto para la gente inculta.

Elaboró un compendio de diferencias entre acciones que los eclesiásticos consideraban lícitas y acciones diabólicas; acciones curativas derivadas de la creencia en ciertas propiedades naturales como llevar colgado raíces o frutos que eliminan ciertas enfermedades y dolores, o bien acciones de brujería consideradas supersticiosas porque van seguidas del pronunciamiento de ciertas palabras mágicas en cierta manera y que se consideran pacto verbal con el diablo.

BRUJAS Y MUSAS

Surgió un cruce de mentalidades distintas: por un lado, la mentalidad aldeana y las creencias de ciertas fórmulas curativas paranormales o pseudonaturales y fuerzas mágico-rituales (reliquias, vestimentas, frases, cantos o procesiones); por otro, las creencias teológicas basadas en el Viejo Testamento para sanar o ayuntar males cuya fórmula es la pronunciación de ciertos latines como por ejemplo "Salve Regina".

Así pues, el "venció la raíz de David aleluya" dicho por los curas, era lo mismo a efectos prácticos que el "con esta raíz en el cuello venceras a tu enfermedad, o se irá tu mala suerte" dicho por los aldeanos. Pero a efectos legales para los eclesiásticos no era lo mismo un "Salva nos Christe" que un "venció el león de la tribu de Judá".

Castañega pretendió combatir una brujería que no existía, brujería que no estuvo instalada en la mentalidad y sistema de creencias del campesinado vasco, pero que la Iglesia local trató de construir al objeto de importarles su poder semántico y volverla más gobernable, según requerían las autoridades políticas.

Fue una fractura cultural la que aquel franciscano hombre de letras entronizó en el monasterio de Aránzazu llevando a su Orden a la insensatez de suponer que la cultura de sus padres tenía aspectos diabólicos, haciendo aceptable que se les apresara, torturara y condenara a la hoguera, cuando únicamente se trataba de familiares que pensaban que la vida era posible vivirla con más previsión y control, y que sanar era algo legítimo.

Lo cierto es que la palabra vasca "akelarre" nada tuvo que ver antes del juicio de Logroño a las supuestas brujas de Zugarramurdi, en 1609. Era un topónimo que hacía referencia a "akerlarre" (prado del Macho Cabrío) o a "akelarre" (prado de las Flores de Alka), y que como se decía que tales brujas se juntaban en tan o cual prado, se quedó la palabra para denominar a la reunión de brujos y brujas. Solo era una mala traducción interpretativa durante el proceso de Logroño, seguramente hecha por el inquisidor más cruel, Valle Alvarado.

CUEVA DE ZUGARRAMURDI