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10/12/2024

Armadas de Vizcaya y de Guipúzcoa en el Combate de San Miguel de Azores de 1582


En el combate de la isla Tercera, también llamado de San Miguel de Azores, celebrada el 26 de julio 1582, tuvieron una activa y brillante participación los marinos guipuzcoanos y vizcaínos, siendo de estas provincias el núcleo de las naves de la Real Armada.

Los galeones españoles, capitaneados por Álvaro de Bazán, derrotaron a la flota francesa que apoyaba las pretensiones de Antonio, prior de Crato, refugiado en esas islas, para convertirse en rey de Portugal, disputando el trono a Felipe II. También fue llamada batalla naval de la Unidad Ibérica.

ISLAS AZORES

La escuadra francesa liderada por el almirante florentino Filippo Strozzi contaba con 64 naves, de las que dos terceras partes eran de tamaño grande o mediano, y el resto eran pataches.

Álvaro de Bazán consiguió reunir una flota de 27 galeones de mayor potencia de fuego y algo más altas, claves en las operaciones de abordaje, y 5 pataches y pequeños buques de exploración. Su teniente general fue el vizcaíno Cristóbal de Eraso, general de la flota de la Carrera de Indias. Bazán, descendiente de un linaje de navarros del valle del Baztán, lideraba los grandes galeones oceánicos de Portugal, para tomar las islas Azores y despejar de corsarios la ruta de la Carrera de Indias.

Pero también fueron determinantes en la victoria de esta contienda naval los apoyos y colaboraciones prestadas por la Armada de Guipúzcoa, formada por cinco mercantes armados liderados por Miguel de Oquendo, y por la Armada de Vizcaya, formada por refuerzos al mando de Juan Martínez de Recalde. Ambas escuadras estaban integradas en la Armada que dirigía Bazán. Miguel de Oquendo fue destacado para reconocer la flota francesa en las islas Azores y para apoyar el ataque principal español, formado por las naves capitanas de Bazán, el San Mateo y de Eraso, el San Martín.

COMBATE DE SAN MIGUEL

Bazán y Oquendo acordaron acometer a la escuadra enemiga sin tardanza, a pesar de que significase privarse de la presencia de la Armada de Vizcaya, que aún no había llegado a la isla Tercera. Tras varios días de escaramuzas y maniobras en busca de la mejor posición de ataque, el 26 de julio trabaron combate.

El galeón San Mateo, segundo de la escuadra española, al mando de Baztán, se salió de la formación para retar al enemigo en busca de gloria. Esa arriesgada maniobra le convirtió en presa de cinco naves enemigas, con las que trabó cerrado combate durante las largas dos horas que tardó el resto de la escuadra española en virar contra el viento para prestarle ayuda.

Cristóbal de Eraso tuvo mala suerte, durante los momentos antes del ataque, rompió el palo mayor de su buque el San Martín, siendo remolcado posteriormente para no quedar aislado. Ambos eran los buques más grandes de la contienda y formaron la vanguardia del ataque español.

COMBATE DE SAN MIGUEL

El primero en llegar al San Mateo fue Oquendo, quien lanzó su buque entre el galeón español y la almiranta francesa rompiendo los cables de abordaje que ya habían sido tendidos. Soltó una andanada contra la nave francesa, lanzó los garfios y tras un abordaje, los capitanes Arizabalo y Escorza, dirigidos por Oquendo, se apoderaron del estandarte francés.

Así lo relató Oquendo en su informe al secretario del rey:
"El galeón San Mateo tuvo a bordo a dos galeones francesas, Capitana y Almiranta, y le mataron mucha gente y lo tenía muy trabajado. Visto por mí que corría gran peligro, é que si nos le tomaban nos desbarataban a todos, di vuelta para socorrer, y llegé a tiempo de muchísima necesidad, y me encajé con mi nave entre el dicho galeón y la Almiranta del contrario, con todas las velas en el tope, de suerte que con el ínterin se apartaron los dos galeones, y San Mateo se fue libre de su peligro y no poco contento. Yo me amarré con la dicha Almiranta, que era una de las más bravas de toda la armada, y traía 30 tiros de bronce grandes y 300 hombres tiradores y marineros; y la primera ruciada que le dimos en arbolado, le matamos 50 hombres, los mejores que tenía, de que cobraron mucho temor y espanto, porque tenían estos hombres y otros para saltar en el galeón, muy escogidos, armados de punta en blanco, con otros tantos tiradores; (…) y fue saqueada la dicha Almiranta por nuestra gente de mar y guerra, y puesta mi bandera de campo en su popa, y sus insignias en la nuestra, colgadas a uso de guerra (…). Matóse toda la gente, que no le quedaron sino muy pocos, y a nosotros nos mataron e hirieron poco más de treinta, y luego todos echaron a huir, cada uno por su cabo, dejando su Capitana y otra nave en nuestro poder."

El doctor Camino fue expresivo al referirse al combate en 1582:
"Habiéndose trabado batalla fue horrible el estrago, hasta llegar a abordar los nuestros a la capitana y almiranta francesa, de manera que se peleaba cuerpo a cuerpo, y como si todos combatiesen dentro de un mismo navío. Ensangrentáronse los mares con multitud de cadáveres que caían degollados (...)"

Otras dos naos guipuzcoanas, la Juana de Garagarza y la María de Juan de Villaviciosa de la escuadra de Oquendo respaldaron el ataque principal de Bazán, atacando respectivamente a las de Strozzi y de Brissac.

Los franceses huyeron en retirada, perdiendo un total de 10 buques, entre ellos los de Strozzi y Brissac, más de 1.500 muertos y otros 500 heridos. Frente a esas demoledoras cifras, los españoles muertos sumaban sólo 250, aunque más de 500 heridos. Tan sólo perdieron la nao capitana, el San Mateo de Bazán quedó inservible al recibir más de 500 cañonazos.

Después de la victoria naval, Bazán no quiso desembarcar porque sus fuerzas de infantería estaban muy cansadas y algunos buques muy tocados, decidiendo regresar a Lisboa a reparar unos y recuperarse los otros.

DESEMBARCO ESPAÑOL EN SAN MIGUEL

Al año siguiente, en una operación anfibia formada por 98 buques y un ejército de 15.000 hombres al mando del maestre de campo alavés Agustín Iñiguez de Zárate, recupera el control absoluto de las islas Azores. Oquendo como capitán general de la Escuadra de Guipúzcoa también tomó parte del operativo naval a las órdenes de Bazán, quienes controlaron el archipiélago en dos semanas. Los franceses no plantaron oposición, pues habían aprendido la lección, obligando al aspirante al trono portugués Antonio a huir a Francia.

Este archipiélago del océano Atlántico tenía una gran importancia estratégica para la protección y avituallamiento de las flotas mercantes de la Carrera de Indias.

Además, concurrieron al combate los almirantes Aguirre (contador de los galeones de Oquendo), Joanot de Villaviciosa, Marcos Aramburu, Juan Ochoa de Arriola, y los capitanes Irura, Arteaga, Evora, Olabarrieta, Isasa y los hermanos Segura y Urquiola.

El almirante Íñigo de Lecoya, natural de Deva, también se halló en el memorable combate, había mandado la flota de Indias a Nueva España y Terra Firme en varias ocasiones desde 1567 a 1578.

El capitán Anduriaga murió en la lucha y lo mismo le pasó a Juanot de Villaviciosa, este último de dos balas de fusil en su propia nave, mientras que Marcos Aramburu repetiría participación en la expedición anfibia de las Azores de 1593, ya como capitán general de la Armada de Guipúzcoa, coincidiendo con el hermano de Juanot, Juanes de Villaviciosa Lizarza. Y este último también formaría parte de la flota de 15 navíos que dirigía el general Pedro de Zubiaurre que derrotó a una flota anglo-francesa de 80 navíos en el combate de Burdeos de 1593.

NAVÍO DE SAN MATEO

29/01/2023

Armadas vascas en la Guerra de Sucesión de Castilla


Tras la muerte de Enrique IV en 1471, los vascos defendieron los intereses de la princesa Isabel I de Trastamara en la sucesión al trono del Reino de Castilla, y en contra de los de Juana la Beltraneja. Esta última estaba vinculada al Reino de Portugal porque era sobrina del rey luso. En cambio, Isabel I vinculó el Reino de Castilla a la Corona de Aragón, mediante su matrimonio con Fernando, príncipe de Aragón y rey de Sicilia. Se produjo, entonces, la Guerra de Sucesión castellana entre los años 1475 y 1479, que se convirtió en un conflicto internacional en el cual Isabel y Fernando lucharon contra los aliados Portugal y Francia.

Para ganar, los Católicos pidieron a Bilbao que aparejase naos; y a Bilbao, Bermeo, Portugalete y Laredo, que recogiesen lombardas, serbatones y truenos de naos, carabelas y fustas que hubiese en sus puertos a condición de devolver y pagar lo que valieren.

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ISABEL LA CATÓLICA

Ese mismo año de 1471, el duque de Medina Sidonia organizó la defensa de Sevilla contra el bloqueo realizado por la Armada del marqués de Cádiz, que intentaba impedir la llegada de mantenimientos a la ciudad hispalense. Para ello, contó con una flota compuesta de dos galeras y dos naos vizcaínas, que estaban al servicio de Castilla. Las embarcaciones vascas estaban mandadas por Juan Beltrán y Juan Pérez de Urioste.

La nao de Beltrán embarcaba a 96 hombres y ganaba de flete 25.000 maravedís mensuales. Sus 58 hombres de armas percibían 600 maravedís al mes, los 23 ballesteros 400, los 7 grumetes 300 y los 6 pajes 200. El piloto ganaba 2.500 y el maestre 3.000. A los gastos de personal se sumaban los de material (7 docenas de tablas para el tillado, 3 quintales de sebo y candelas, 20 varas de lienzo para manteles) y los de mantenimientos (120 quintales de bizcocho, más pan, vino y carne en algunos días).

Ya en 1475, el doctor Lillo armó la nao de Juan de Bermeo, en la que gastó 53.560 maravedís, más 26.000 maravedís en 20 botas de vino, 20.560 maravedís en bizcocho y 3.000 maravedís en pólvora.

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MAPA PENINSULAR DURANTE EL REINADO DE LOS CATÓLICOS

Mediante la Pragmática del 20 de marzo de 1576, el rey Fernando concedía ventajas a quienes construyan naos de más de 600 toneladas, medida que activó el desarrollo naval en los puertos y astilleros vascos, incitando a mercaderes, maestres y armadores.

En 1476, se reunió una flota defensora de la causa de Isabel la Católica formada por naves castellanas y aragonesas. Entre estas estaban las naos vascas de Salazar y Ortún Pérez de Gaviola, junto a la nao Zumaya, de la misma procedencia y capitaneada por Juan Martínez de Mendaro. Esta armada combatió en aguas del Estrecho contra la escuadra luso-genovesa. El resultado fue la captura y destrucción de varias embarcaciones enemigas por parte de la flota castellana.

Antes de su partida en abril o mayo de 1476, dos de las naos vascas contratadas para la misma (las de Salazar y Ortún Pérez de Gaviola) participaron, en unión de su coterránea la nao Zumaya, en el combate del Estrecho que se efectuó contra ciertas naves portuguesas, capitaneadas por La Borralla.

Este episodio está recogido en las crónicas de Palencia y Valera. El primero calificó a la Zumaya de Juan Martínez de Mendaro, como de igual tamaño que La Borralla y que embarcaba 300 hombres. De las otras 2 naos vizcaínas señaló que eran más pequeñas, pero de gran velocidad, destacando la capacidad de fuego de sus bombardas. En el combate hizo intervenir a 4 o 5 galeras portuguesas, auxiliadas por algunas pequeñas carabelas de este origen; frente a las 6 galeras, 3 naos y 5 carabelas del lado castellano (aunque en el relato del enfrentamiento su número parece ser menor). El resultado fue, según este autor, la captura de 2 embarcaciones portuguesas (más otra genovesa) y la destrucción 2 más.

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NAOS DE JUAN MARTÍNEZ DE MENDARO

En este mismo año actuó en Andalucía la flota mandada por Ladrón de Guevara, cuya misión era perseguir a la escuadra portuguesa que conducía a su rey a Marsella. Se trataba de una parte de la flota de 30 naves organizada para combatir la amenaza del corsario Coulón contra Fuenterrabía y los ataques corsarios en aguas gallegas, que había sido desmovilizada tras alcanzar sus objetivos.

Según Las bienandanzas e fortunas del banderizo Lope García de Salazar, en la Guerra de Portugal participaron nobles banderizos de su misma condición estamental como Gonzalo Gómez de Butrón, principal responsable de la Batalla de Munguía, al mando del almirante Diego Hurtado de Mendoza; Juan Iñiguez de Retuerto, Iñigo Sánchez, Sancho García Cardo de Muñatones.

Por último, Salazar incluyó a Sancho de la Sierra, Martín Pérez de Poveña, Pedro Estantado, Sánchez Viejo, y Pedro San Lorenzo, todos ellos vecinos de Las Encartaciones.

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RÉPLICAS DE NAO CASTELLANA Y DE CARABELA PORTUGUESA

Los Reyes Católicos hicieron construir la fortificación de San Sebastián, parte de cuyos muros occidentales se conservan en el muelle de la Lasta de la capital donostiarra. La placa que lo conmemora en alguna ocasión sufrió actos vandálicos por parte de los independentistas, ante la evidencia de los hechos históricos.

En 1476, el Reino de Castilla preparó la llamada Flota naval de Guinea, para luchar contra los barcos portugueses que traían oro y esclavos desde sus posesiones en la Guinea. Esta acción estuvo englobada en las estrategias que efectuaron Isabel y Fernando con el objetivo de ganar la Guerra contra Portugal, reino que reclamaba la legitimidad al trono de Castilla para Juana la Beltraneja, vinculada al reino luso.

La flota estuvo capitaneada por Charles de Valera, y compuesta por 12 embarcaciones: 3 naos vizcaínas y 9 carabelas andaluzas; todas con capitanes andaluces expertos en la navegación a dicha región. En su camino hacia la costa africana, la flota atacó las islas de Cabo Verde. Una vez en su destino, capturó dos carabelas del marqués de Cádiz.

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DESEMBARCO DE LA FLOTA CASTELLANA EN LAS ISLAS CANARIAS

En 1477, de forma simultánea, se organizaron dos flotas: una para la conquista de Gran Canaria y otra para Guinea. La coincidencia temporal buscaba confundir a los portugueses y contar en Gran Canaria con un punto de apoyo en las navegaciones a Guinea.

La llegada de los navíos portugueses derrotó y apresó a los navíos castellanos. Los lusitanos habían atacado previamente el archipiélago canario, donde capturaron a quienes se hallaban salteando las islas en busca de botín, pero fracasaron en su intento de desembarcar en Gran Canaria para impedir su incorporación a la Corona castellana.

En cuanto a la pequeña Flota a Guinea, participaron la nao Salazar y la carabela Santa María Magdalena, propiedad de Iñigo Ibáñez de Artieta y patroneada por Antón Martínez Nieto. También consta el viaje de la nao Barbera, cuyo patrón era Juan Ochoa de Elguero, vecino de Bilbao.

La nao Barbera participó tres años más tarde en el transporte de tropas militares a Gran Canaria. En aquella expedición de 1480 llegó Pedro de Vera, general de la conquista de la Gran Canaria, acompañado de Miguel de Muxica, receptor de los Quintos Reales, y de su primo Juan Civerio Muxica, naturales de Villafranca de Ordizia.

Miguel de Muxica murió durante el ataque de Ajódar, tras haber traído hasta 300 hombres de refuerzos provenientes de Guipúzcoa y de las montañas de Burgos. Por eso, fueron también conquistadores Alonso de Navarrete, García de Vergara, Juan Pérez de Aguirre, Juan Martin Arteaga, Panucio de Bilbao, Alonso de San Juan, los Lezcanos, los Bachicaos, etc., todos vascongados. Precisamente, la noticia de la conquista de la Gran Canaria la tuvieron los Reyes Católicos en Vitoria, en 1483.

Estos enfrentamientos entre Castilla y Portugal no sólo decidieron la sucesión al trono castellano, también el control de las rutas comerciales hacia África. La actuación de ésta flota contra los intereses de Portugal en Guinea fue decisiva en la firma del Tratado de Alcaçovas en 1479, por lo cual se ponía fin a la Guerra de Sucesión al trono de Castilla y se repartieron los territorios del Atlántico entre los dos reinos de la siguiente manera: para Portugal la posesiones de Guinea, Madeira, Azores, Cabo Verde y para Castilla la soberanía sobre las islas Canarias.

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TRATADOS DE ALCAÇOVAS Y TORDESILLAS

09/06/2017

Vascos en la Marina del Reino de Castilla


La fundación de la Marina del Reino de Castilla fue realizada en tierras gallegas por Diego Gelmírez, obispo de Santiago, en 1100. Se trataba de una fuerza naval cuya misión era la protección de las costas del Reino castellano-leonés, atacadas por moros y normandos. La intensidad de la Reconquista por tierra había descuidado la lucha por mar, por eso se decidió contar con la experta colaboración de un reputado maestre genovés, Ogerio, para iniciar la construcción de las primeras naves de guerra.

Los primeros reyes de la Baja Edad Media concedieron fueros y privilegios a las villas portuarias para organizar flotas: los navarros García III a Santoña y Sancho VI a San Sebastián; y los castellanos Alfonso VIII a Castro Urdiales, Santander, Guetaria, Laredo, Motrico, Deva y Fuenterrabía y Fernando III a Zarauz, Tuy, Cartagena, Sevilla, etc.

El comercio exterior del reino de Castilla, realizado sobre todo con los puertos de la Europa atlántica, se canalizó a través de sus puertos cantábricos, fundamentalmente los de su mitad oriental, de San Vicente de la Barquera a Irún. Estos puertos de Guipúzcoa, Vizcaya y La Montaña desempeñaron un papel esencial en la construcción de barcos para la Marina castellana y luego española, desde el siglo XIII al XVIII. Entre los astilleros montañeses se destacaron Santander, Guarnizo y Castro, y entre los vascos Orio, Portugalete, Pasajes y Zarauz.

CARRACAS VASCA DE 1475

La primera acción importante de la Marina Real de Castilla fue la toma de Sevilla, trascendental hito de la Reconquista, en la que, además de castellanos, también participaron marinos y naves de gallegos, asturianos, montañeses, vizcaínos y guipuzcoanos.

En 1247, el rey Fernando III el Santo encargó al almirante Ramón Bonifaz la organización de una flota en los puertos del golfo de Vizcaya:
"Mandó luego a tornar a priesa a que fuese a guisar naves e galeras a Vizcaya e la mayor flota que pudiese e mejor guisada, e que viniese con ella para Sevilla."
El almirante general reunió 13 naos y 5 galeras en Santander; a esta flota se sumaron otras embarcaciones procedentes de otros puertos del mar Cantábrico, entre ellas, varias naves guipuzcoanas.

La flota que remontó el río Guadalquivir en mayo de 1248, asedió y rindió la ciudad de Sevilla, ocupada por los moros. Pelegrín de Uranzu, natural de Irún, fue capitán de una de las naves de la flota de Bonifaz, primer marino vasco en pasar a la historia naval y premiado con mercedes reales.

Esta acción tuvo un cronista excepcional, el futuro Alfonso X cuando aún era infante. También fue inmortalizada en varios escudos de las villas cantábricas que participaron en ella, como Laredo, Avilés, y Santander.

Tras la recuperación de Sevilla en 1248, el rey Alfonso X dividió el almirantazgo en dos: uno para las aguas andaluzas y otro para las aguas cantábricas con sede en Burgos y atarazanas en Castro Urdiales y Santander. Durante este reinado, Alfonso X concedió exenciones y privilegios para las villas de Pasajes, Zarauz, Guetaria, San Vicente de la Barquera y Laredo, por el apoyo prestado por sus marinos en la Reconquista por mar.

MAQUETA DE NAVE DE BAYONA EN LA BAJA EDAD MEDIA

En general, el éxito de la flota que reconquistó Sevilla y el comportamiento de los vascos en ella, les abrieron nuevo camino. A finales del siglo XIII, barcos y marinos de los puertos cantábricos repitieron su participación en la Marina Real de Castilla en acciones navales contra los marroquíes, en 1284, y en la conquista de Tarifa y Gibraltar, en 1292. También diversas galeras vizcaínas, en unión con la Escuadra castellana, concurrieron al cerco de Algeciras, siendo almirante Micer Gil Bocanegra.

Además, en los años de paz fueron estableciendo relaciones comerciales con la ciudad conquistada, al tiempo que genoveses, catalanes y florentinos. Un horizonte nuevo se abría a sus empresas comerciales, favorecidas por la protección regia. El impulso dado a la Marina por Alfonso X, Sancho IV o Alfonso XI fue notable y fomentó la construcción de barcos y los servicios de estos.

Los navíos guipuzcoanos y vizcaínos asistieron en las expediciones marítimas que los monarcas castellanos dirigieron, en 1350 contra la Inglaterra, en 1372 contra la Rochela, en 1385 al cerco de Lisboa, y en 1339 en el primer bloqueo del Estrecho para evitar un nuevo desembarco musulmán desde Marruecos.

En 1351, la ciudad de San Sebastián recibió varias mercedes por la distinguida participación de sus marinos en el socorro de Algeciras.

GRAN CARRACA DEL SIGLO XVI

Según data Labayru, en 1403, se fundó un gremio de marinos y comerciantes vascos en Cádiz que regulaba la navegación por el Poniente.

En 1407, las naves vascas y montañesas vencieron a la Armada marroquí en la batalla del Estrecho. La gran flota norteña fue comandada por Rubín de Bracamonte, quien contó con la presencia de la marina vasca, entre los que se encontraba Diego Díaz de Aguirre, de linaje de Busturia. Así lo comentó el comandante:
"E vinieronle de Vizcaya seis naos con asaz buena gente."
En 1412, las naos guipuzcoanas, vizcaínas, gallegas y de las Cuatro Villas se sumaron a la expedición del rey de Portugal contra Ceuta y Canarias.

Mercantes castellanos, y entre ellos los vascos, aparecen en el mar Mediterráneo como rivales de los intereses comerciales de los aragoneses. Así, cuando Marsella fue saqueada por Alfonso V de Aragón, en 1423, los marselleses contaron con los servicios de marinos vascos en gran número. Los marinos del Cantábrico lucharon también contra navarros y aragoneses en 1430. Desde Sevilla se reunió una flota de 20 galeras y 30 naos precedentes de la costa de Vizcaya, de Santander y de la propia ciudad de Sevilla. Los enfrentamientos tuvieron lugar en Ibiza, Mallorca y Menorca.

Aunque limitada, la presencia de naos vascas en el comercio mediterráneo está atestiguada, sea en puertos de Levante (Valencia, Barcelona), sea en puertos italianos.

A partir de 1483, durante la Guerra de Granada, la flota cantábrica pasó al Mediterráneo para cortar la comunicación del Reino de Granada con sus aliados africanos.

En 1487, se sitió Málaga por tierra y mar. Las escuadras castellana y aragonesa estuvieron dirigidas por los almirantes Fadrique Enríquez y Galcerán de Requesens, secundados por los capitanes Antonio Bernal, Melchor Maldonado, Álvaro de Mendoza, Martín Ruiz de Mena y Garci López de Arriarán.

NAO VICTORIA DE INICIOS DEL SIGLO XVI

28/01/2017

Hermandad marítima de las Marismas


La Hermandad de las Marismas fue una federación de los principales puertos del Cantábrico que formaron un poder naval de primer orden al servicio de Castilla, manteniendo autonomía en sus relaciones comerciales internacionales, y en algunos casos, llegando a enfrentamientos bélicos con franceses e ingleses. Surgió ante la creciente importancia e influencia de los puertos del Cantábrico que monopolizaron el comercio exterior de Castilla y proveyeron de barcos y marinos que dieron a este Reino la hegemonía en el Atlántico.

La primera asociación organizada entre puertos del Cantábrico fue la Hermandad de las Cuatro Villas, formada por Castro Urdiales, Laredo, Santander y San Vicente de la Barquera.

A esta agrupación de villas de la costa cántabra se unen en 1296 las villas costeras vascas más Vitoria para defender sus intereses comunes, dando origen a la Hermandad de las Villas de la Marina de Castilla o Hermandad de las Marismas. La forman Santander, Laredo, Castro Urdiales, San Vicente de la Barquera, Bermeo, Guetaria, San Sebastián, Fuenterrabía y Vitoria.

La sede central se estableció en Castro Urdiales, donde tres delegados firmaban los documentos de la asociación con un sello que representaba un castillo sobre las olas y la leyenda "Seello de la Hermandat de las villas de la marina de Castiella con Vitoria".

MAPA DEL GOLFO DE VIZCAYA, SIGLO XVI

La finalidad de la Hermandad era defender sus intereses comerciales y derechos municipales frente al poder del rey, que habían ganado por su participación en las campañas de la Reconquista de Andalucía. Fue utilizado, además, como un medio para evitar conflictos entre los puertos cántabros en sus relaciones comerciales con Francia, Inglaterra y Flandes. Viene a ser una organización similar a la famosa Liga Hanseática.

El poder y la autonomía de esta hermandad era tal que legislaron sus litigios particulares entre sí y pactaron acuerdos comerciales o de paz y guerra con otros puertos de otros reinos, incluso se permitían establecer pactos con los reyes de Inglaterra. Si bien los puertos estaban sujetos a la autoridad real, en el mar, los barcos de la Hermandad gozaban de una amplia libertad e independencia. Pero a pesar de esta libertad y autonomía, los convenios firmados por la Hermandad con poderes extranjeros los gestionaron como una entidad autónoma dentro de la Corona de Castilla, nunca como un Estado independiente.

Los marinos guipuzcoanos, alaveses y vizcaínos, integrados junto a sus vecinos cántabros en la Hermandad de las Marismas, mantuvieron relaciones comerciales con Flandes y tuvieron constantes enfrentamientos con los comerciantes de Bayona, llegando muchas veces a saqueos y enfrentamientos armados.

Para conseguir sus objetivos, la Hermandad intervenía y se defendía en el mantenimiento de los privilegios de cada una de las villas, el respeto de los acuerdos internacionales de Castilla, la búsqueda de soluciones en lugar neutral a los conflictos que se presenten entre las villas de la Hermandad, y la defensa mediante represalias contra quien ataque a sus miembros y a pagar entre todas los daños injustos que se puedan causar por defender los derechos pactados.

Esta autonomía y libertad de los puertos cantábricos no sólo fue realizada respecto a Castilla, sino también respecto a las Juntas Provinciales de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava.

BATALLA NAVAL DE LA ROCHELLE (1372)

Entre sus acciones más notables se encuentran los continuos enfrentamientos entre los navíos de la Hermandad y los ingleses de Bayona:

En 1296, los tutores de Fernando IV quisieron imponer a estas villas un tributo del cual estaban exentas, lo que originó una reunión en Castro de las referidas villas, constituyendo la Hermandad de la marina de Castilla con Vitoria.

En 1311, los comisarios de Castro Urdiales, Laredo y Santander firmaron en Fuenterrabía un acuerdo de paz con los de Bayona y Biarritz, sólo entre dichos puertos.

El mismo acuerdo se aprobó en 1328 entre estas dos ciudades francesas y San Sebastián.

Entre 1338 y 1339, la Hermandad facilita barcos a Felipe V de Francia en su lucha contra los ingleses durante la Guerra de los Cien Años.

Finalmente, en 1351, la Hermandad firma un acuerdo de paz con Eduardo III de Inglaterra en el puerto de Swyne.

Por un pacto directo entre la Hermandad y el rey Eduardo IV de Inglaterra formalizado en 1473, navíos de la Hermandad combaten en aguas de Inglaterra en la Guerra de las Dos Rosas.

En 1481 ofrece al contador Alonso de Quintanilla naves para la empresa contra el turco.

En 1536, las villas de Guipúzcoa, Vizcaya, Encartaciones y Cuatro Villas, acuerdan su último pacto, un tratado de libre comercio con Bayona, San Juan de Luz, Capbretón y Biarritz durante el transcurso de las guerras hispano-francesas.

MAPA DE LAS RURAS MARÍTIMAS DE LA CUATRO VILLAS

A partir del siglo XV, tras la muerte de Pedro el Cruel, la Hermandad del Cantábrico empieza a fragmentarse y a agrupar sus puertos según sus divisiones provinciales. En 1349 las villas marineras de Guipúzcoa se agrupan con el objetivo de hacer unidad y hermandad al servicio de Castilla y del suyo propio. La oposición de la aristocracia guipuzcoana, celosa de su poder y privilegio comercial, consiguieron su temprana disolución.

La tendencia a la centralización de las funciones que terminó en la unión de reinos y el nacimiento del Estado moderno, la actividad de la Hermandad fue disminuyendo. La creación del Consulado de Burgos en 1494, durante el reinado de los Reyes Católicos, lograron derogar el poder de la Junta de Castro Urdiales, sede de la Hermandad, y su desaparición definitiva, aunque posteriormente estos puertos alcanzasen algún acuerdo comercial puntual.

26/06/2016

Armada de Vizcaya en la Guarda del Estrecho de 1407


La participación vasca en las armadas que actuaban o tenían su base en Andalucía comenzó en 1407. En este año, el Reino de Castilla organizó una flota para guardar el Estrecho, era la Flota de la guarda del Estrecho de Gibraltar de 1407. El objetivo era impedir las relaciones entre el Reinos de Granada y el Reino Fez, una entidad africana justo al lado sur del estrecho de Gibraltar.

Su composición era de 39 navíos, en los que alternaban las embarcaciones cantábricas y andaluzas. Entre las primeras predominaban los veleros (naos, barcos, balleneres), mientras que las segundas eran embarcaciones mixtas (galeras y leños).

La Armada del mar Cantábrico reunía un total de 24 unidades, siendo mayoritarias las procedentes de puertos de Vizcaya. Las naos de Vizcaya estaban al mando de Robín de Braquemont, antiguo embajador francés, y de Fernán López de Estúñiga consejero del rey; mientras que las galeras de Vizcaya eran capitaneadas por Juan Rodríguez Sarmiento.

El enfrentamiento entre las flotas cristiana y musulmana se planteó, por temor a la ausencia de viento, como un choque de galeras. Esto obligó a los cristianos a repartir parte de las tripulaciones de las naos en sus galeras, que eran pocas. Paradójicamente, en el momento de iniciarse el combate fue el recio viento de Levante el que impidió el concurso de los veleros, empujados hacia Tarifa, aunque finalmente pudieron participar en él.

El resultado final fue favorable a los castellanos: se apoderaron de 8 galeras y obligaron a sus enemigos a incendiar otras 13, además de un número indeterminado de cárabos, leños y zambras. Tras el combate, parte de la flota continuó las labores de vigilancia.

Tres años después, en 1410, se reeditó la Flota del Estrecho, constituida por 15 galeras, 5 leños, 6 naos y 20 balleneras. Según la Crónica de Juan II, la participación vizcaína fue de 3 galeras y un número indeterminado de balleneres, al mando de Ruy Gutiérrez de Escalante. La composición debió de ser similar a la de su antecesora, con predominio de veleros norteños y embarcaciones mixtas del sur.

Su intervención fue realizada tanto en Sevilla como en Cádiz, limitándose a diversos apresamientos, sin existir enfrentamientos de envergadura.

nao vasca urazandi motrico armada vizcaya
NAO VASCA DEL SIGLO XV

En 1430, se organizó en Sevilla una Armada contra la Corona de Aragón y el Reino de Granada. En ella participaron nuevamente los marinos vascongados, aunque resulta difícil establecer su aportación.

En esta armada, dos de los capitanes de las naos y balleneres eran de Bilbao y que otro era de Bermeo, aunque abundaban los apellidos vascos.

En cuanto a las galeras, 15 constan como sevillanas y 5 de Santander, aunque parte de estas últimas estaban tripuladas por marinos vascongados, planteando una dicotomía entre el lugar de custodia de las embarcaciones y la procedencia de sus tripulaciones.

17/11/2015

Armada del Cantábrico en la Guerra de los Cien Años


El otro gran conflicto bélico de la Baja Edad Media para los marinos de la costa del mar Cantábrico, junto a la Reconquista, fue la Guerra de los Cien Años, desarrollada entre los años 1337 y 1453, entre Inglaterra y Francia, en donde Castilla fue continua y fiel aliada de esta última, prestando una aportación vital para su victoria final y expulsión de los ingleses de territorio francés.

La gran mayoría de los puertos involucrados eran los del Cantábrico oriental, es decir, los puertos que conformaron la Hermandad de las Villas de la Marina de Castilla o Hermandad de las Marismas, desde San Vicente de la Barquera hasta Fuenterrabía, y la mayoría de los participantes fueron marinos vascos y montañeses, aunque también se involucraron castellanos de todas las procedencias.

FRANCIA EN LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS

La Crónica de don Enrique II escritas por el alavés Pedro López de Ayala, conde de Castilla, es un documento esencial para el conocimiento del siglo XIV español ya que están plagadas de los enfrentamientos de la Marina castellana, sobre todo con musulmanes e ingleses. Las batallas tenidas con la marina inglesa fueron constantes, y la mayoría de los encuentros fueron victorias para las armas castellanas que forjaron así una hegemonía en el Atlántico que duraría varios siglos.

El rey inglés Eduardo III protestó en numerosas ocasiones por daños recibidos de flotas castellanas (vascas-santanderinos, gallegos y asturianos) que atacaban a los barcos ingleses. Los puertos castellanos acusados fueron: Fuenterrabía, San Sebastián, Guetaria, Motrico, Lequeitio, Bermeo, Portugalete, Castro Urdiales, Laredo, Santander, San Vicente de la Barquera, Avilés, Ribadeo, La Coruña, Noia, Pontevedra y Ponte Bayona del Miño.

Por ejemplo, en la importante victoria del combate de La Rochela sobre los ingleses, en 1372, recogida por Froissart en sus famosas Crónicas, describe las hazañas marinas de la Escuadra guipuzcoana y su adelantado mayor, Rui Díaz de Roj, a las órdenes del almirante Bocanegra, que regresó triunfante a Santander cargado de botín y prisioneros ingleses.

COMBATE DE LA ROCHELLE

En 1375, la Escuadra castellana capturó ochenta y cinco naos inglesas y, en 1377, las Escuadras castellana y francesa, a las órdenes de los almirantes Sánchez de Tovar y Vienne, saquearon numerosas ciudades costeras inglesas. Al año siguiente, tras una nueva derrota inglesa, desembarcaron los castellanos en Cornualles, dedicándose de nuevo al saqueo y la destrucción.

OFENSIVAS DE TOVAS Y VIENNE CONTRA INGLATERRA

En 1380, una veintena de galeras castellanas remontaron el Támesis e incendiaron varias poblaciones (Gravesend, Winchelsea) no lejos de Londres.

En las arriesgadas y victoriosas acciones del almirante montañés Pero Niño participaron de nuevo numerosos marinos vizcaínos, como Martín Ruiz de Avendaño. Niño saqueó Cornualles de nuevo, atacó Burdeos poniendo en fuga a las naves inglesas que en el puerto se encontraban, así como los puertos de Portland y Poole; venció a los ingleses en sangrienta batalla en la isla de Jersey, y otras muchas acciones por las que Pero Niño es recordado como uno de los marinos más eminentes de la historia de España.

En 1419, los castellanos, dirigidos por el montañés Rui Gutiérrez de Escalante y el alavés Fernán Pérez de Ayala, atacaron duramente el ducado de Bretaña y Bayona, quemaron San Juan de Luz y Biarritz y asolaron la tierra de Burdeos, cuyos dominios eran británicos.

Tras una consecución de victorias de Francia desencadenadas en el tramo final de la Guerra, la ocupación inglesa fue reduciéndose al ducado de Aquitania, que fue atacado por el ejército francés y por mar por las Armadas franco-castellanas.

Bayona, una de las últimas ciudades resistentes por los ingleses, fue atacada por mar por las naves guipuzcoanas hasta su definitiva rendición en agosto de 1451.

EMBARCACIÓN VASCA DEL SIGLO XV

01/02/2015

Armada de Vizcaya al servicio de los Reyes Católicos


Tras el final de la Guerra de Sucesión castellana entre Castilla y Portugal y el Tratado de Alcaçovas en 1479, Isabel y Fernando se asentaban en el trono definitivamente. Los Reyes Católicos aseguraban una paz con el reino luso que les permitiría finiquitar la Reconquista y expandir su política militar por el mar Mediterráneo.

Una de sus principales medidas de los Reyes Católicos fue la preparación y disposición de armadas, fomentando la construcción de embarcaciones en los astilleros de los puertos del Cantábrico, para cuando fuese necesario se disponga de la participación de naves y marinos expertos.

Un año después, en 1480, el Imperio otomano había tomado la villa de Otranto, en el Reino de Sicilia. Al año siguiente, Fernando de Aragón quiso ayudar a su primo Fernando de Nápoles en la recuperación de la plaza aportando naves a la flota cristiana. Entonces, el consejero real Alonso de Quintanilla llegó a los puertos vascos para la contratación de barcos. En aquel momento, el cronista real Hernán Pérez de Pulgar consideraba a los marinos vascos "gente sabida en arte de navegar" y "más instructor que ninguna otra nación del mundo".

Treinta naos salieron de los puertos de Vizcaya, Guipúzcoa y Cuatro Villas, es decir, los de la medieval Hermandad Marítima de las Marismas, que se unieron a las de Galicia y Andalucía. Al año siguiente, el bajá Ahmed pactó la retirada con el duque Alfonso de Calabria.

LA RENDICIÓN DE GRANADA, POR FRANCISCO PRADILLA

Desde 1482, la vigilancia del estrecho de Gibraltar fue considerada como parte de la operación que se organizó para el asalto final al Reino de Granada. La Flota para la guarda del Estrecho fue una armada mixta de galeras y veleros, en el cual se encontraban numerosas naves vascas, como demuestra el nombre de sus capitanes y diversos documentos del Registro del Sello.

La contribución de la provincia de Guipúzcoa fue de 3 embarcaciones, que mantenía a su costa. Este hecho le valió el finiquito de los 1.250.000 maravedís que se le habían repartido para la formación de la armada contra los turcos. La participación vizcaína debió de ser superior, aunque sólo existe constancia fehaciente de marinos de Tavira de Durango.

A partir de 1483, la flota cantábrica pasó al Mediterráneo para cortar la comunicación del Reino Granada con sus aliados africanos. La aportación vasca a esta flota se mantuvo activa en 1486, 1487 y 1488.

En 1487, se ejecutó la toma de Málaga por tierra y mar. Las escuadras castellana y aragonesa estuvieron dirigidas por los almirantes Fadrique Enríquez y Galcerán de Requesens, secundados por los capitanes Antonio Bernal, Melchor Maldonado, Álvaro de Mendoza, Martín Ruiz de Mena y Garci López de Arriarán.

Y, en 1490, la Flota para la guarda del Estrecho seguía contando con la participación de Garci López de Arriarán y de Juan de Lazcano como almirantes.

La Guerra contra Granada puso punto y final a la Reconquista y consiguió la unidad cristiana de la península Ibérica. En ella participaron gran número de alaveses bajo el mando de su diputado general Diego Martínez de Álava.

Hernán Martínez de Izaguirre, nacido en Vergara en 1442, fue secretario de los Reyes Católicos y capitán de Infantería en la conquista de Granada, consiguió terrenos en dicho reino, como recompensa a sus servicios.

Domingo de Herrasti, nació en Azcoitia en 1450, fue señor de la casa solar de Errazti, uno de los caudillos más valerosos de la guerra de Granada, secretario y contador general de los Reyes Católicos, y veedor general de la costa del Reino de Granada.

Martin Ruiz Yurreamendi, nacido en Tolosa, señor de la casa-solar y palacio de su apellido, sirvió a los Reyes Católicos en el Reino de Granada con la gente que llevó de Guipúzcoa.

CONQUISTA DE GRANADA POR LOS REYES CATÓLICOS

Acabada la Reconquista, las peticiones oficiales de Armadas por parte de los Reyes Católicos se fueron haciendo cada vez más frecuentes. Además de las respuestas oficiales, podían darse asientos de la Corona con particulares. Los peligros en el mar habían transformado las naos mercantes en naos mixtas con artillería para entablar combate. El comercio y la guerra eran las dos utilidades a tener en cuenta en la construcción de barcos.

Tras el Descubrimiento de América en 1492, las relaciones entre España y Portugal empeoraron. El rey Juan II de Portugal encargó la organización de una armada de guerra en Lisboa. Los Reyes Católicos temieron ataques portugueses contra el segundo viaje del almirante Cristóbal Colón hacia las tierras recién descubiertas, cuya expedición estaba compuesta de 17 barcos mercantes.

En previsión a un posible ataque de la flota lusa a la expedición colombina, el 7 de julio de 1493, los Católicos encargan la organización de una Armada de Guerra con alcance oceánico al bilbaíno Juan de Arbolancha. Su objetivo era la protección de la navegación castellana entre el estrecho de Gibraltar y el océano Atlántico, y disuadir a los barcos portugueses. Esta flota fue conocida como Armada de Vizcaya, por formarse en Bermeo con naves y tripulaciones vizcaínas. Pero aquella armada se llamaba de Vizcaya en el sentido amplio que tenía este topónimo en aquella época, es decir, armada vasca con tripulaciones y embarcaciones de los puertos tanto del Señorío de Vizcaya como de la Provincia de Guipúzcoa. Se trataba de una fuerza muy considerable para la época, tanto por su tonelaje y armamento como por la reputada calidad de sus hombres de guerra y mar.

Se concibió desde el primer momento como una fuerza de ataque, para ser utilizada exclusivamente como máquina militar, formada por navíos de guerra y dirigidas por un capitán general. La misión principal de la armada era proteger la navegación comercial castellana, tanto en el estrecho como en las costas atlánticas, así como frenar a los navíos portugueses en la pugna que por el control de la ruta hacia el nuevo continente descubierto mantenían las Coronas española y portuguesa.

ciudad Bilbao siglo XVI
BILBAO, SIGLO XVI

Congregadas las naves en Bermeo, al mando del capitán general Íñigo Artieta, se realizó el alarde de cada una de las naves entre el 12 y el 22 de julio de 1493. En el mismo acto, los capitanes de la Armada juraron obedecer a Iñigo de Artieta como su general, y éste a su vez honrar y guardar a sus capitanes y al resto de su gente. Todos ellos juraron servir a los monarcas, cumpliendo sus órdenes y defender todo aquello que se les encargara.

La tripulación la componían 870 vascongados, distribuida aproximadamente de una tercera parte por tripulación de marina (marineros, maestres y contramaestres) y dos terceras partes por dotación de infantería (pajes, grumetes, artilleros, arcabuceros, trompetas). A Artieta se le pagarían 50.000 maravedís al año, 40.000 a su piloto, 9.000 al cirujano, 6.000 al capellán y a cada marinero, 3.000 a los trompetas. El coste de la armada fue de 5.854.900 maravedís, formada por 6 naves:

Una carraca propiedad de Íñigo Artieta tasada en 1000 toneles que tenía una tripulación de 300 hombres, de los que 100 eran marinos y 200 hombres de armas, que en su mayoría procedían de Lequeitio, así como de más de 100 piezas de artillería. Además, viajaba el propio capitán general, Artieta, un piloto, un cirujano, un capellán y cuatro trompetas.

Una nao mayor capitaneada por Martín Pérez de Fagaza que estaba aforada en 405 toneles y embarcada por 200 tripulantes, 60 de ellos eran marineros y 140 de armas, además de un piloto y un cirujano. La mayoría procedían de Bilbao, Baracaldo y otros lugares de Vizcaya.

La naos medianas capitaneadas por Juan Pérez de Loyola y Antón Pérez de Layzola, estaban evaluadas en 220 y 205 toneles y llevaban ambas 125 hombres, distribuidos en 40 marineros y 85 hombres de armas, así como un piloto y un cirujano en cada una de ellas, que procedían básicamente de la costa guipuzcoana y de la villa de Deva.

Una nao menor era propiedad de Nicolás Ibáñez de Artieta, seguramente pariente de Iñigo, mandada por Juan Martínez de Amezqueta, estaba tasada en 100 toneles y llevaba una dotación de 70 hombres, de los que 25 eran marineros y 45 hombres de armas, además de un piloto y un cirujano.

Y una pequeña carabela, proporcionada por Iñigo de Artieta, mandada por Sancho López de Ugarte, para acciones de enlace, aviso y exploración, con aforo de 50 toneles y una tripulación de 30 hombres embarcados.

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RÉPLICA DE UNA NAO DE FINALES DEL SIGLO XV

A finales de julio de 1493, zarparon de Bermeo y, en agosto, ya estaban en Cádiz. Durante su estancia en las costas del sur de España, Armada de Vizcaya protagonizó varias persecuciones en el estrecho de Gibraltar contra naves portuguesas que habían asaltado a una nao vasca. Mientras, los reyes de España y Portugal continuaban las negociaciones encaminadas a repartirse el océano y delimitar las fronteras africanas.

Además de la vigilancia y control del estrecho, su estancia se simultaneó con otras misiones. El 3 de octubre de 1493, Artieta recibió la orden de "partir a pasar allende al Rey moro de Granada, y a otros que pasaban a Africa con él". Así, la Armada de Vizcaya partió de Adra (Almería) para transportar al rey Boabdil (Muhamad XII) y sus súbditos hacia África: un total de 6.320 personas.

A su regreso, en febrero de 1494, rindió alarde en las costas de Granada manteniendo íntegros sus efectivos. El 23 de este mes ya se encontraba en Cádiz.

Desde esta base de operaciones la Armada vizcaína escoltó a la flota de transporte del adelantado de las islas Canarias, Alonso de Lugo, encargo que no alejó las naves del área a vigilar.

En junio de 1494, la armada se encontraba en el estrecho de Gibraltar, donde aprovechaba el paso de embarcaciones portuguesas para asaltarlas, lo que motivó la intervención de la Corona, que ordenó a las tripulaciones permanecer en Cádiz y respetar a los navíos portugueses.

Durante ese mismo mes de junio de 1494, los reinos de Portugal y Castilla aprobaron el Tratado de Tordesillas, por el cual se repartían las zonas de conquista del Nuevo Mundo mediante una línea divisoria (aproximadamente hacia el meridiano 60 en medidas actuales del Océano Atlántico).

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TRATADOS DE ALCAÇOVAS Y DE TORDESILLAS

La Armada de Vizcaya había cumplido su objetivo preventivo, defender la ruta castellana a las nuevas tierras hasta que la diplomacia lograse evitar un posible enfrentamiento con el vecino monarca luso. Entonces, los Reyes Católicos acordaron licenciar a la Armada de Vizcaya y satisfacer su paga, por no ser ya necesarios sus servicios.

Sin embargo, los ataques turcos a Sicilia y Nápoles, territorios de la Corona de Aragón, desaconsejaron tal medida y los monarcas volvieron a solicitar la colaboración de la Armada de Vizcaya.

El consejero real Fonseca volvió a contratar esta flota desde el 20 de agosto de 1494 hasta marzo del siguiente año e incrementó en 7 carabelas, cada una de ellas con 40 hombres a bordo, sumando a más de 1.250 tripulantes. Continuaba al mando de Íñigo Artieta, acompañada por sus incondicionales Fagaza, Loyola, Leizola y Martínez de Amezqueta.

En su compañía viajaron 17 carabelas, con portes entre 35 y 95 toneladas y tripulaciones entre 40 y 50 hombres. Buena parte de las mismas eran vascas, a juzgar por los apellidos de sus maestres: Mondragón, Avendaño, Aramburu, Marquina, etc.

Esta flota partiría de las costas españolas en dirección a Sicilia, para reunirse a las 20 naves que se preparaban en algún puerto, en septiembre de ese año. En la segunda flota no figuran los navíos de la Armada de Vizcaya, aunque vuelven a ser abundantes las carabelas de procedencia vasca, según los apellidos de maestres y capitanes: Amezquita, Vidavia, Larrauri, Zarauz, Astigarivia, Murueta, etc.

Una vez en la isla en septiembre, la Armada de Vizcaya se puso a las órdenes de Garcerán de Requesens, capitán general de la Armada de Sicilia. Participó en el bloqueo de Gaeta logrando que sus enemigos no pudiesen recibir provisiones por mar. Navegaba en esta ocasión Iñigo en compañía de su hermano Francisco de Artieta, preboste de la villa de Tabira de Durango.

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MAQUETA DE NAO VIZCAÍNA SANTA MARÍA, PROPIEDAD DE JUAN DE LA COSA

Coetáneo al servicio de la Armada de Vizcaya, otros marinos vascos actuaron en la defensa de Granada y en los proyectos para expandir el dominio castellano al norte de África. Fueron los casos de Juan de Lazcano y de Garci López de Arriarán. Un año antes, en 1493, el secretario real Hernando de Zafra propuso a los Reyes Católicos que la Armada de Vizcaya debía estar destinada a atacar los puertos sarracenos del norte de África. Aquella flota debía de estar compuesta por las galeotas de Lazcano y Arriarán, con 240 hombres; cinco galeotas menores o fustas, con 300 efectivos; y dos carabelas largas, equipadas de remos, con 110 hombres.

Lazcano y de un sobrino de Arriarán, junto a Lorenzo de Zafra, realizaron una expedición al reino de Tremecén, que terminaría con la rendición de varias villas, incluida la ciudad de Melilla. Para muchos de los capitanes que actuaban en estos actos de violencia era ya una manera de vivir, como el caso de Martín de Zarauz y Ochoa de Asua, que repitieron ataque en 1493 y 1494. Y es que, los marinos vascos, tanto los enrolados en armadas reales como los ocupados en acciones de corso y piratería, colaboraron en ocasiones con marinos andaluces.

El servidor real Hernando de Zafra dispuso la Armada de Vizcaya para la guerra en el norte de África, agregándole 6 galeotas y 6 tafureras, con 2.000 o 3.000 hombres. La flota resultante podría financiarse con los fletes de la carraca de Artieta, unos 3.000 o 4.000 ducados, que aportarían mantenimientos para 60 días. Esto permitiría llegar hasta Túnez para transportar moros e intentar la ocupación de la costa, lo que se traduciría además en un freno para las armadas turcas, que llegaban entonces hasta Orán.

En marzo de 1494, se envió una carabela y una fusta para que, con el pretexto de comercializar cierta fruta, Lazcano y otros capitanes continuasen la inspección de las costas. Se abandonaron las operaciones tendentes a la ocupación del norte de África, debido a la intervención militar en el Reino de Nápoles. Por el contrario, se reactivó la defensa de la costa granadina, así una flota de galeotas al mando de García López de Arriarán y Juan de Lazcano, patrullaron durante este año el litoral entre Vera y Guadiaro y cada capitán contaba con dos embarcaciones, una de 18 remos y otra de 14, que embarcaban 80 y 60 hombres respectivamente.

JABEQUE ESPAÑOL FRENTE A DOS GALEOTAS CORSARIAS ARGELINAS

En agosto de 1496, partieron desde la playa de Laredo, en Cantabria, un gran número de naves con destino a Flandes. En una de las carracas genovesas de la expedición, viajaba la infanta de Castilla y Aragón, Juana de Trastámara, hija de los Reyes Católicos, para contraer matrimonio con el archiduque Felipe I de Habsburgo, hijo del emperador Maximiliano I, al mismo tiempo que también se celebraba el enlace entre Margarita, la hermana de archiduque, con el infante Juan de Trastámara, hermano de Juana.

Para este evento, los Reyes Católicos ordenaron la preparación de una gran armada de protección a los conyugues. Por real cédula firmada en Alfaro el 30 de octubre de 1495, movilizaron los efectivos de la costa de Guipúzcoa, Vizcaya y Cuatro Villas, siendo Juan de Arbolancha el capitán general de esta Real Armada "nupcial" de Vizcaya. El bilbaíno recibió 4,000.000 de maravedies para el flete de las naves, tanto para comprarlas como para ordenar su fabricación, movilizando a constructores, armadores y obreros.

Entre el gran número de naves que protagonizaron aquel viaje, desde naos hasta carabelas, fueron muchas las naos procedentes de los puertos marítimos vascos integradas en aquel viaje de bodas.

A una docena de naos bilbaínas se añadirían otras 20 pinazas y otras naos vascas. Estaban las naos de Martín de Arteaga, Pedro de Arrona, Lope de Celaya, Martínez de Lezo, Miguélez de Elorrieta, Jimeno de Bertendona, Jacome de Rentería, Martín de Arayaga, Martín de Izola, Pedro de Ariz y Juan de Areita. La nave de López de Basara tenía 280 toneles y estaba fletada por el obispo de Badajoz.

Además de los personajes y del séquito de honor, embarcaron varios miles de hombres entre maestres, marineros, grumetes, pajes, escuderos, espingarderos, ballesteros y peones, al mando del almirante Fadrique Enríquez. Pertenecientes al Señorío de Vizcaya fueron unos 500 hombres con sus corazas, casquetes, ballestas, con 24 saetas en su aljaba, además de 200 marinos, comandadas por Gómez de Butrón, a su ver lideradas por el almirante general Sancho de Bazán. A estas 20 naves de guerra acompañaron unas 100 naos, fustas y galeras, en las que iba el séquito real con algunos secretarios reales como Martín de Múgica, tesorero de la infanta Juana, Juan de Avendaño, Juan de Arteaga y otros parientes mayores. Por último, otros buques mercantes se sumaron a la flota real formando un contingente total de 120 naves, que salieron del puerto de Laredo el 22 de agosto.

En el canal de La Mancha, apareció un temporal que hizo perder a una nave vizcaína y tuvieron que arribar a Inglaterra. En el último tramo del viaje hasta Flandes, la infanta embarcó en una nao vizcaína, abandonando la pesada carraca capitana.

El retorno de la flota, unida a la del Emperador Maximiliano, cuya hija Margarita venía a España para casarse con el Príncipe Don Juan, demoró muchos meses la salida. La dureza del invierno dio cuenta de no pocas vidas, entre otras, la del almirante, siendo sustituido en el mando de la flota por Butrón y Múgica.

REALES ARMADAS NAVALES CON DESTINO A FLANDES

En la cuenta de la Real Armada a Levante al mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, fechada en Málaga en 1500, se encontraban numerosos marinos vascos, deducible por los apellidos de los capitanes (Ochoa, Rentería, Larrauri, Madariaga, Marquina, Bilbao, Fagaza, etc.) y por el origen vizcaíno y guipuzcoano de sus navíos.

Los esfuerzos de los Reyes Católicos sobre el norte de África reaparecieron en 1502. En dicho año, Zafra dio noticias sobre el mandato regio para organizar una flota, cuyo capitán general sería Iñigo Manrique. En su análisis de los medios disponibles citaba las galeotas de Lazcano y Arriarán, con 240 hombres, que tardarían mes y medio en estar preparadas. Dos años más tarde, la correspondencia de Tendilla recoge que se hallaba presta en Málaga una armada compuesta por 3 galeras reales, 2 zambras de 50 codos y 8 galeotas, con 1500 hombres de tripulación. Su objetivo era doble: defensa del Reino de Granada y ataques contra las tierras de allende. En sus planes estaba la ocupación de Mazalquivir, que no pudo ser conquistada dicho año y hubo de dejarse para el siguiente, dentro de un nuevo proyecto.

Juan de Lazcano fue capitán general de la Armada, participando en la conquista de Nápoles, en el cerco de Tarento, en una notable derrota de la Escuadra francesa, y en el cerco de Mazalquivir. Fue el primero que blindó las naves y se encargó de traer preso a España a César Borja. En 1512, Fernando el Católico pedía a Guipúzcoa repartiese 700 hombres para la armada que debía organizarse el mando de Juan de Lazcano.

ARMADAS NAVALES DE LA CORONA DE ARAGÓN

De forma paralela a la actividad de la Real Armada de Vizcaya, en 1498, los Reyes Católicos concedieron patente de corso a cuantos capitanes marinos de barco procedentes de Guipúzcoa quisieran operar en aguas del estrecho de Gibraltar. En 1502, debido a la guerra con Francia, autorizaron el embargue de naves francesas y bretonas y, en 1502, encomendaron al corregidor de Vizcaya a construir y armar naos gruesas para proteger el comercio frente a la piratería. Se mismo años, se concedió merced al capitán corsario Irarrazábal, natural de Deva, por haber roto la cadena del puerto de Bayona y haber apresado una nao francesa.