23/01/2018

Reinado de Íñigo Arista: fundación del Reino de Pamplona


Tras la muerte de Carlomagno el 814, Al Hakam I retomó las hostilidades contra los francos. Ludovico Pío accedió al trono carolingio, generándose unas revueltas en Gascuña (englobada en el Reino de Aquitania) y en Pamplona. Dos años más tarde, se produjo el derrumbamiento de las marcas del Pirineo occidental. Aprovechando la crisis política del trono carolingio, surgía, en ese año de 816, la figura del magnate Íñigo "Arista" Íñiguez (Enneco Enneconis en latín, Eneko Aritza en euskera), como el caudillo pamplonés encargado de luchar contra el control de los francos y recuperar el poder pamplonés.

Pertenecía a la familia Íñigo, una dinastía de vascones procedente de los valles de Roncal y Salazar y las inmediatas tierras aragonesas. Íñigo Arista era hijo del magnate vascón Íñigo Jiménez y de su mujer Oneca Velázquez, hija de Velasco, gobernador de Pamplona, cuya familia estaba tradicionalmente vinculada a los francos. Este matrimonio dejó bajo la influencia de Íñigo Arista unos territorios considerables: desde Pamplona hasta los altos valles pirenaicos de Irati (Navarra) y Valle de Hecho (Aragón).

Al morir Íñigo Jiménez, Oneca casó en segundas nupcias con el valí Muza ibn Fortún de los Banu Qasi, quienes tuvieron como hijos a Mutarrif y Muza ibn Muza. Al fallecer ese mismo año Velasco, Íñigo Arista fue elegido entre la nobleza vascona de la dinastía Íñigo para expulsar a esta dinastía del poder pamplonés.

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ÍÑIGO ARISTA ÍÑIGUEZ

Íñigo Arista entabló una alianza con los muladíes de la ribera del Ebro, los Banu Qasi, antigua dinastía de magnates hispanogodos Casio. Esta estratégica coalición sentó mal al emir Al-Hakam I, quien envió una expedición de castigo, en 801, al mando de uno de sus hijos, el príncipe Muawija, poco experimentado en la actividad bélica. Los de Íñigo y Muza, con el apoyo de los vascones occidentales del Reino de Oviedo, lo destrozaron en las Conchas de Arganzón.

Al-Hakam sustituyó a Muawija por el más experto de sus generales, el muladí Amrús, que tomó Tudela y la fortificó, dejando en ella una guarnición cordobesa mientras se dirigía a hacer lo mismo en Pamplona. Arista y los Banu-Qasi recobraron pronto la ciudad, pero el contraataque de Amrús fue fulminante. Íñigo salió huyendo hacia Pamplona y se avino a ponerse bajo la protección de Carlomagno. Musa tuvo que someterse de nuevo al emir de Al-Ándalus.

A pesar de la derrota militar, la relación entre ambos reyes se fortaleció cuando Arista casó a su hija Assona Íñiguez con Muza ibn Muza. Por otra parte, el nuevo conde de Jaca, García el Malo, se había aliado con Íñigo Arista tras abandonar a su primera esposa, hija del conde procarolingio Aznar, y casar en segundas nupcias con su segunda hija, Nunila Íñiguez. El cuarto de los hijos de Arista, Galindo Íñiguez, fue el padre de Musa ibn Galindo, que sería valí de Huesca en el 860. Mientras que García Íñiguez sería su sucesor en el trono.

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FACCIONES NOBILIARIAS EN LA GÉNESIS DEL REINO DE PAMPLONA

A la muerte de Amrús en Zaragoza, hacia el año 808, Íñigo y Muza se sintieron lo bastante fuertes como para volver a la alianza de familia, lo que en el caso del pamplonés supuso el alejamiento de los francos.

Ante esta desvinculación, en 1812, Ludovico Pío, hijo de Carlomagno, tomó Pamplona y encomendó su gobierno a un noble local partidario de los francos, Velasco, que aún seguiría rigiéndola en 816. Íñigo buscó refugio junto a su hermano y, a la vez, yerno.

Abd Al-Rahman II, nuevo emir de Córdoba, tomó el poder de Pamplona en 822, devastando las llanuras navarras y alavesas.

En 824, aprovechando la falta de control de los francos en Pamplona, Arista puso cerco a esta ciudad con fuerzas aquitanas en colaboración con los vascones partidarios de la dinastía Iñigo y los Banu Qasi. Logró rendirla, acceder al poder y proclamarse el primer rey de Pamplona.

La entronización fue efectuada en la Peña de Oroel del Condado de Jaca y en colaboración con trescientos caballeros, principalmente de los Banu Fortún de Tudela y de las dinastías vasconas Jimeno e Íñigo, y con el obispado de Pamplona. Según Eulogio de Córdoba, Íñigo Arista aparecía como un príncipe cristiano (Christicolae princeps).

A pesar de haber fundado un reino independiente, estaba bajo la autoridad de los musulmanes del Emirato de Córdoba y obligado al pago de un tributo.

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ÍÑIGO ARISTA ÍÑIGUEZ

El Reino de Pamplona, también llamado Reino de los pamploneses, fue denominado inicialmente, según los Anales de los Reyes Francos, a la entidad política surgida en torno a la ciudad romana de Pompaelo, durante la Alta Edad Media y al liderazgo de la figura de Íñigo Arista. Desde entonces sus reyes se denominaron Pampilonensium rex hasta 1130, incluso Sancho VI el Sabioa utilizó esta denominación en el año 1196, cuando normalmente empleaba rex Nauarre.

La fundación del Reino pamplonés dependió de estos tres factores externos:
1. la lejanía del Reino de Oviedo

2. la decadencia del Imperio Carolingio, aliados de la dinastía Velasco

3. la formación del Reino de Tudela al sur de Navarra, entidad muladí liderada por los Muza, aliados de la dinastía Íñigo, que los aislaba de los ataques del Emirato de Córdoba

La Vasconia oriental quedó dividida en dos reinos estrechamente federados: el reino cristiano de Pamplona, bajo Íñigo Arista, y el reino muladí de Tudela, gobernado por Muza ibn Muza. Se consolidaba así la dinastía Íñigo como la primera real pamplonesa, aunque por poco tiempo. Además Íñigo Arista sería conde de Bigorra por herencia de su madre Oneca y Sobrarbe por herencia de su padre Íñigo Jiménez.

La dinastía Íñigo organizó el Reino de Pamplona en guerra permanente con Abd al-Rahman II, el cual también fue el principal rival de Alfonso II el Casto, rey de Oviedo. Fue el preludio de una futura alianza navarro-astur, ya que cada año el emir cordobés enviaba expediciones de saqueo contra galaicos y pamploneses.

El emir Abd Al-Rahman II no dio mucha importancia a la fundación un nuevo reino cristianos al oeste de los Pirineos, acumulando más esfuerzos en su lucha contra el Reino de Oviedo, que ya se extendía desde Finisterre hasta el alto Ebro, amenazando el valle del Duero.

Al norte, el Imperio carolingio tomó debida importancia a la coronación de Íñigo Arista, enviando una expedición militar al mando de los condes francos Elbe y Aznar. Estos expedicionarios francos fueron vencidos por el rey pamplonés con el apoyo de sus yernos Musa ibn Musa ibn Fortún y García el Malo.

En 841, con más de 70 años y aquejado de una parálisis, Íñigo Arista dejaba el gobierno de su reino a su primogénito García I Íñiguez, muriendo al año siguiente. Su sucesor ejerció una fuerte regencia, llevando la dirección de las campañas militares pero continuando la política de alianzas.

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ÍÑIGO ARISTA ÍÑIGUEZ

19/01/2018

Vascos ilustres del Imperio Español (1492-1898)



Neure euskaldunai gomutagarri
Vascos ilustres del Imperio Español (1492-1898)

1. Juan Sebastián Elcano
2. Juan de Urbieta
3. Miguel López de Legazpi
4. Andrés de Urdaneta
5. Miguel de Oquendo y Segura
6. Catalina de Erauso
7. Blas de Lezo
8. Cosme Damián de Churruca
9. Tomás de Zumalacárregui
10. Miguel Unamuno

Zure ohorez ta laialtasun

11/01/2018

Ambiente y Pensamiento de la Ilustración vascongada


1. LOS AMIGOS DE UN "PAÍS"

Durante siglos, los junteros de las Juntas provinciales y municipales vascongadas trataron los territorios como si de mayorazgos propios se trataran, patrimonio de unos pocos jaunchos.

Ya en el siglo XVIII, las Juntas generales constituían la expresión política del interés privado de un grupo de familias detentoras de tierras, caseríos, ferrerías, molinos, censos, diezmos y juros.

A mediados de ese siglo, con el gran aumento de precios y rentas que favorecía a los propietarios de las tierras a vender o alquilar y a los productores agrícolas, y como efecto de las medidas liberalizadoras del comercio y las nuevas tecnologías del cultivo, los jaunchos fueron creyendo en la idea que aun defendiendo sus intereses, actuaban por el bien común.

El papel de la tierra se había modificado, proponiendo la implantación de nuevas ideas sobre la amortización de la propiedad, hecho que impulsó a los jaunchos a discutir sobre la mejora de sus tierras. Ese fue el motivo, el interés personal privado por el cual los riquísimos amigos tertulianos de Azcoitia, en 1763, impulsaron la primera Sociedad Económica de España, a la que llamaron Real Sociedad Económica Bascongada de Amigos del País.

Amigos, ciertamente lo eran, pues como si de un negocio común se tratara la gestión del poder, se repartían anualmente un buen número de cargos políticos de cada villa y provincia en Juntas. En el ámbito familiar, los matrimonios resultaban como alianzas entre las familias ricas y poderosas. Y el “País” que ellos mismos ideaban y gestionaban como una gran empresa privada y exclusiva, es decir las tres Provincias Vascongadas, fueron el fruto de un único espacio de propiedades, rentas y censos para el que instituyeron el lema Irurac bat (las tres en una, las tres son una), con el logotipo solidario de un entrecruzamiento de tres manos. Las provincias eran muy similares en lo hacendístico con respecto a la administración de Estado.

El anagrama de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País se convirtió en su divisa, con la que sellaban las actas desde 1816 a 1876, simbolizando la unión política de las tres provincias. En 1859 se creó la bandera común.

ESCUDO Y LEMA DE LA BASCONGADA: IRURAK BAT

2. LA PROTECCIÓN REAL

En 1765, el rey ilustrado Carlos III otorgaba su Real Cédula de Protección a la Sociedad Bascongada, convirtiéndose en un organismo público de coordinación política y consiguiendo periódicas subvenciones de la Corona para la fundación y desarrollo. Estaba formado por comisionados de las Diputaciones Forales de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava.

Esta cédula fue duramente negociada entre los Amigos y la Corte madrileña, teniendo en un alavés de Munagaray, Eugenio Llaguno y Amirola, el mejor consejero real vascongado en la Corte, que más tarde sería nombrado ministro de Gracia y Justicia. En la Corte siempre hubo consejeros y ministros vascongados que ayudaron enormemente a mejorar las condiciones de vida de las tres provincias; con los Austrias fue una presencia constatable, con los Borbones fue una posición predominante.

Para los Amigos era importante conseguir la protección real, pero al mismo tiempo mantenían una cierta desconfianza ante un régimen absolutista, que pudiera recortar los “derechos” forales de la clase elitista y poderosa.

Las Conferencias Políticas de las tres provincias hermanas Irurac bat se vinieron celebrando desde el último tercio del siglo XVIII. En la década de 1860, adquirieron tanta importancia que actuaban como una especie de Gobierno Confederal vascongado.

CARLOS III

3. EL AMBIENTE AZKOITARRA

Baroja describió en El caballero de Erlaiz el ambiente de las Azkoitia y Vergara de la época, que llegarían a constituir una plataforma de renovación intelectual y simbiosis del viejo Foralismo vasco con las ideas ilustradas. Este ambiente se fue generando por la amistad de unas personas con intenciones de transformar el "país" en un proyecto colectivo y sustentado en la correspondencia epistolar, además de ofrecer un modelo de desarrollo agrícola, industrial y comercial.

En Azkoitia surgió todo, entre la calle Mayor y el río Urola, diversos caserones denominados por los aldeanos como Markestxea, Dukekoetxea, Casa Negra, etc., y otras lustrosas casas vivían grandes propietarios, ennoblecidos por la gestas de sus antecesores en los servicios del rey. Allí se aposentaban las familias del duque de Granada de Ega, la de Alduna Portu, Hurtado de Mendoza y Juintorrea, y por supuesto, Xavier María de Munibe e Idiáquez, octavo conde de Peñaflorida, fundador de la Bascongada y director vitalicio, heredero de 15 mayorazgos extendidos por las tres provincias.

Un sobrino de Xavier María fue el literato y músico Félix María Samaniego, socio numerario y fundador de la Bascongada, rico hacendero de Laguardia y heredero de tres mayorazgos en Tolosa donde también residió, en el palacio familiar de los Idiáquez.

En la casa contigua vivía el tercer marqués de Narros, Joaquín de Eguía e Idiáquez, secretario de la Bascongada. Munibe y Eguía eran primos, emparentados con otros muy ilustres socios y duques como los Granada de Ega, Villahermosa, Montehermoso, San Millán, Villa Alegre y otros asiduos a las tertulias de las noches azkoitiarras. Joaquín de Eguía, poseía mayorazgos paternos, innumerables caseríos rurales y casas de ciudad. Estaba casado con una Salazar y Salazar de la ribera alavesa, de alta familia noble cuyo patrimonio también engrosó a su muerte.

Xabier Munibe Joaquín Eguía Idiáquez retratos ilustrados vascos
XAVIER MARÍA DE MUNIBE E IDIAQUEZ y JOAQUÍN DE EGUÍA E IDIAQUEZ

Ambos primos, Xavier y Joaquín, habían estudiado alrededor de seis años con los jesuitas en Francia (Toulouse y Bayona, respectivamente). Su colega azkoitarra, algo mayor que ellos, Manuel Ignacio de Altuna, también estudió en Italia y Francia y fue alcalde de Azcoitia por ser mayorazgo de nueve casas solares y un amplio patrimonio, amigo íntimo de Rousseau a quien esperaron sin conseguirlo en los años 40.

Estos tres ilustrados, formaron el poderoso triunvirato fundador de la Bascongada, que en calidad de "Padres de la Provincia de Gipuzkoa" fueron elegidos junteros en sucesivas ocasiones para la Junta General provincial. Xavier también llegó a ser alcalde de Azcoitia e incluso Diputado a Corte en Madrid en 1758-1761.

La Azcoitia de mediados del siglo XVIII fue un lugar encuentro de mayorazgos instruidos, ricos y ociosos, amantes de escuchar y componer música, entusiastas de representar y escribir teatro, fumadores de tabaco y comensales de chocolate en sus largas discusiones de salón, cuya amplia riqueza y condición social les hizo creer que los asuntos económicos y políticos debían traspasar los ámbitos parroquiales y provinciales, llegando a un mayor marco de intervención.

Desde un interés particular, concibieron un interés único para una "país" artificial y supra-provincial, los tres brazos entrecruzados fue un auténtico símbolo. Eran los llamados "caballeritos de Azkoitia".

FÉLIX MARÍA SAMANIEGO

4. UN LUGAR DE REUNIONES RESERVADAS

Según avanzaba el siglo XVIII, las élites fueron creando un espacio más íntimo y reservado, cerrado a los aldeanos y comerciantes, y adecuado para hablar de su patrimonio, lucir joyas, escuchar música cortesana y tomar chocolate: las tertulias de nobles ilustrados.

Así como en Azcoitia hiciesen los caballeritos, en Lequeitio los Villareal y en Bilbao en "casa de Hody", no faltaron familias de abolengo que abrieron sus casas a otras familias de noble estirpe, buscando las uniones familiares mediante tertulias. Aquellas reuniones y fiestas solían estar acompañadas de música, teatro y bailes.

Larramendi relató esas danzas en saraos y grandes salones bien iluminados que se hacían de noche y hasta muy tarde en algunos pueblos de Guipúzcoa, tachándolas de impropias y de origen extranjero. Danzas que fueron prohibidas por los obispos, quedando reducidas al ámbito de la nobleza y que el jesuita consideraba indecentes y provocadoras.

La nobleza dirigente no abrió espacios públicos para el teatro, la música y la lectura, y menos aún para la discusión, como se hacía en Francia. Interpretaron y escucharon piezas de sainetes, minuetos y tonadas de música franco-italiana y ópera cómica, siempre dentro de los muros de sus casas-torre.

En ocasiones, también tocaban y bailaban en el Consistorio municipal, al inicio de alguna Junta general, como en la de Azcoitia de 1764, cuando aprovecharon la cita para fundar la Sociedad Bascongada de manera oficial y festiva, o en la conmemoración del Bicentenario del mártir San Martín de Aguirre en Vergara en 1797.

Mientras tanto, las masas se divertían en la plaza pública con los toros y la tamborilada preparada por los "Padres de la Provincia".

TERTULIA CABALLERITOS DE AZKOITIA

5. UN PROYECTO DE DEFENSA ESTAMENTAL

El Seminario de Vergara fue constituido como el motor del Iruc bat, el organismo de unificación cultural de la élite cargohabiente que emprendería la difícil tarea de unificar económica y políticamente el "país".

El Artículo I de los Estatutos de la Sociedad, aprobados en 1765 por su Junta de Vitoria y por el rey decía:
"El objeto de esta Sociedad es el de cultivar la inclinación y el buen gusto de la Nación Vascongada hacia las Ciencias, Bellas Letras y Artes: corregir y pulir sus costumbres, desterrar el ocio, la ignorancia y sus funestas consecuencias; y estrechar más la unión de las tres provincias Bascongadas, de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa."

Tras el año de la machinada de 1766, el año de la cruel represión contra los amotinados, cuyas consecuencias jamás importó a aquellos caballeros, los planteamientos fueron cambiando, hasta modificar el objeto de la Sociedad según explica su Artículo I:
"La Sociedad Bascongada de los Amigos del País es un Cuerpo patriótico, unido con el fin de servir a la Patria y al Estado, procurando perfeccionar la Agricultura, promover la Industria y extender el Comercio."

En pocos años, el proyecto cultural inicial que perseguía unos objetivos humanistas sufrió un vuelco derivando en una herramienta al servicio del poder, pues la intención de cambiar las costumbres remitió en la defensa de los intereses de Estado.

Aquellos amigos ricos y poderosos, recién llegados de colegios extranjeros, soñaban con realizar una transformación cultural, mediante ambiciosos proyectos literarios, artísticos y científicos. Pero en cuanto la sociedad se agitó en revueltas y machinadas, su horizonte de utilidad al pueblo consistió en defender sus tierras, mejorar sus simientes y ganados, fabricar mejores productos férreos y venderlos más caros.

REUNIÓN DE LOS CABALLERITOS DE AZKOITIA, LIENZO DE SERT

6. UN SISTEMA DE LIBERTADES ELITISTAS Y PENSAMIENTO ÚNICO

Los "Amigos del País", aquel grupo de gentes ricas e instruidas, conocían claramente los límites infranqueables que un sistema de libertades civiles no podía sobrepasar, restringiendo este sistema a su sector social de élite, pues era la vía eficiente para mejorar al conjunto social del país, es decir, de "su país", el del Irurac bat: Las libertades individuales al servicio exclusivo del interés privado de los ricos propietarios y de los junteros.

Ya antes, incluso de los acontecimientos revolucionarios franceses, algunos pocos del Iruc bat sabían cómo debían situarse frente al poder central y frente a sus ciudadanos, dónde se encontraban sus intereses y las posibilidades a su alcance. Por eso, jamás propugnaron ante el público vascongado el establecimiento de un sistema de libertades con posibilidades para pensar y debatir.

La Iglesia se lo agradecía eternamente, ganándoles el cielo y tomando ella misma la bandera de los fueros y poniéndosela a la gente que luchase durante las Guerras Carlistas "por Dios, por la Patria y el Rey". La opción de secularización sólo fue una opción personal para un grupo de sitiados sociales.

SEMINARIO DE VERGARA

7. UNA ENSEÑANZA EXCLUSIVA Y PRIVADA

El gran fracaso de la Bascongada resultó de la exclusividad y privacidad de las actividades de educación y formación académica. Al centro educativo Real Seminario de Vergara solo acudían los hijos de la élite vascongada. Si no hubo el menor interés por posibilitar una experiencia de secularización religiosa, menos aún lo hubo por generar una instrucción pública. Dos tareas a evitar: Instrucción pública y secularización religiosa; dos tareas que de haberse puesto en práctica por estos caballeros, hubiesen cambiado las condiciones de desigualdades sociales, culturalmente esquizofrénicas, económicamente explotadas y políticamente paternalistas.

Fomentar una experiencia secular hubiese significado traspasar sus propias barreras morales y religiosas, buscando un marco de libertad de creencias y un clima de libre y pública expresión en las actividades cotidianas. Generar la instrucción pública hubiese proporcionado a las gentes sometidas un instrumento de emancipación moral y cultural, lo cual hubiese supuesto un peligro y riesgo a sus viejas costumbres paternalistas y elitistas. Ni siquiera se pensó en la idea de alfabetizar a las gentes. Nunca en la historia cultural vasca, ideales tan altos volaron tan ras del suelo.

IGLESIA PARROQUIAL DE SANTA MARÍA LA REAL EN AZKOITIA

La Iglesia lo consideró insoportable y envió en 1773, a través de la Inquisición, al cura vergarés J. J. Torrado para controlar las actividades teatrales de los Amigos.

La sumisión y dependencia de la Bascongada con respecto a la Iglesia no gustó a muchos de sus miembros. Tal fue el caso de un investigador del laboratorio químico de Vergara, el minerólogo sueco Anders Nicolaus Tunborg, quien escribió a su canciller quejándose de la dificultad de ejercer su labor de investigación científica siendo tan obligado a acudir sistemáticamente a misa y participar en las ceremonias eclesiásticas. Este joven que hizo grandes avances en el tratamiento del platino, solía estar acompañado de algún socio para dar lecciones de castellano; estaba muy respaldado pero consideraba que los socios estimaban la religión en bastante grado y los eclesiásticos eran casi soberanos.

Esa soberanía eclesiástica era absoluta e impedía que la Sociedad alcanzara un pensamiento propio desde el que replantear el uso y reparto del bien social.

PALACIO GAZTAN-ENEA EN AZKOITIA

8. LA BASCONGADA CONTRA LOS ILUSTRADOS LIBERALES

La Sociedad Bascongada no protegió a ningún asociado perseguido por la Inquisición debido a su libre y secular expresión personal, pero tampoco se protegió a sí misma defendiendo públicamente el ejercicio de la libertad de expresión de lectura, escritura e investigación contra la injerencia absolutista de la Iglesia. De hecho, algunos socios delataron a otros.

El marqués de Narros fue acusado en 1768 por exponer proposiciones escandalosas y enciclopedistas de Rousseau y Voltaire. Gracias a unos parientes, los duques de Granada de Ega, consiguió que el castigo consistiera en rectificar ante sus audiencias y hacer ejercicios espirituales y confesiones. Además, tuvo que entregar los tomos de la Enciclopedia de Rousseau y otros libros prohibidos en la iglesia de Aránzazu.

Algo más tarde, fue procesado el profesor de química del Seminario de Vergara, el francés Louis Joseph Proust.

Otro caso fue el de Félix María Samaniego, sobrino del conde y socio fundador y numerario de la Bascongada, famoso literato por sus Fábulas Morales. A su regreso de Francia, donde estudió, volvió con la lengua demasiado suelta para hablar y reírse de todo con unas ideas no muy santas, y contando chistes picarescos. Fue delatado por un socio, el escultor José María de Murga, encarcelado durante algún tiempo en 1793. Gracias a la intervención de un consejero alavés establecido en la Corte de Madrid, Eugenio Llaguno, pudo ser liberado.

Otro asociado de primera hornada, Francisco de Zerain, socio de mérito y subcomisionado en la Corte, fue juzgado y encarcelado en 1777. Abogado de los Consejos de la Corte de Guadalajara, se le acusó de lectura de libros prohibidos. Se le escogió, junto a Olavide, también socio, como cabeza de turco para escarmentar a los grupos intelectuales más avanzados y reformistas.

Olavide renegó y mostró arrepentimiento de sus convicciones, no así Zerain que criticó los procedimientos del tribunal del Santo Oficio, incluso desde la cárcel. Como abogado insistió en el derecho a defenderse, pero ningún compañero caballero de la Bascongada le ayuda lo más mínimo, ni la historia de la Sociedad reconoce el valor demostrado y paradero final de este sufrido socio.

Tampoco reconoció esta institución la sufrida existencia que vivieron decenas de cultos ilustrados como Nicolás de Altuna, delatado ante la Inquisición, en 1769, por su párroco de Azpeitia, Joaquín de Basozabal, por leer en público las obras de Voltaire, Rousseau, la Enciclopedia, etc.

JOSEPH PROUST Y VALENTÍN DE FORONDA

Valentín de Foronda, escritor de claras ideas liberales, alumno y socio del Seminario de Vergara, fue ayudado por el cura Torrano, comisario de la Inquisición en Vergara, por considerarlo protector de las máximas francesas y apasionado de su gobierno.

La Sociedad Bascongada no sólo no protestó contra las delaciones anónimas e instrucciones dirigidas por la Inquisición, es más, es que aceptó el férreo control de esa institución. Tampoco se enfrentaron los "Amigos del País" al edicto de la Inquisición de Logroño, cuando en 1789, tras los acontecimientos revolucionarios franceses, exigió a todos los vascongados (y resto de españoles) la entrega de cuantos libros e impresos prohibidos poseyeran.

Esta línea de sumisión y dependencia religiosa se confirmó cuando a la muerte de Munibe le sucedió en el cargo de director su sobrino, J. M. de Aguirre, marqués de Montehermoso, siendo el secretario ahora, Juan Bautista Porcel. En una carta escrita al rey, en 1786, pasaron por alto la pública defensa de las libertades intelectuales, y en su lugar exigieron la libertad de actuación de las Sociedades económicas desde el interés privado y reduciendo el centralismo burocrático.

PALACIO LETURIONDO

9. EL EXILIO DE LOS ILUSTRADOS LIBERALES

Los pocos ilustrados vascongados que optaron por la libertad la encontraron en el exilio, hacia Francia o hacia el interior de cada cual.

Francisco Javier de Eguía, hijo del marqués de Narros y ex diputado general de Vizcaya, optó por ser liberal. Tuvo que exiliarse a Francia durante la Guerra de la Convención francesa a causa de la persecución a los llamados “afrancesados” por defender los ideales liberales y revolucionarios. Estuvo casado con María Josefa Villareal, ilustre hija de la nobleza lekeitiarra exportadora de hierro, los Villareal. El matrimonio se estableció en París, donde murió sin dejar descendencia.

La existencia del exilio personal y generacional fue un claro ejemplo de objeto al cual estaba destinada aquella empresa elitista vascongada, cuyo patrimonio no hizo avanzar ni un palmo de conciencia de libertad e igualdad de oportunidades a las gentes de tales tierras. Este lúcido intelectual de la nobleza azcoitarra de caballeritos asumió el sentido final de la Bascongada, atreviéndose a buscar la libertad personal en París, antes que ser sumiso a la Iglesia.

Valentín de Foronda, ex concejal de Vitoria, fue alumno y socio, tuvo que exiliarse también a París, durante los años de la Convención en Guipúzcoa, entre 1794 y 1795, acusado de ser un colaboracionista francés. Estuvo perseguido por ser liberal y proponer un gobierno constitucional. Más tarde llegó a estar encarcelado en Pamplona por motivos relativos a sus ideales liberales.

Desengañado del modo de obrar y pensar de la Bascongada, había llamado a sus amigos los caballeritos de Azcoitia de "fanáticos de la antigüedad", definiéndoles con estas palabras:
"La gente de peluca, pero de nobleza cerrada, adicta a las rancias máximas de sus abuelos, se opone tercamente a las ideas profundas de algunos patriotas políticos que les pronostican las consecuencias más funestas de la oscura y terrible borrasca que tienen sobre su cabeza en caso de que no se desprendan voluntariamente de sus privilegios por no perderlos todos."

Como hombre fugitivo que fue, también se preocupó de las duras ordenanzas de limpieza y xenofobia contra el forastero en Vascongadas.

Según el catedrático de historia del pensamiento político de la Universidad del País Vasco, J. Fernández Sebastián, sobre los ilustrados de la Sociedad Bascongada:
"El fracaso más grave de los ilustrados vascos hay que verlo en su incapacidad para extender y difundir "las luces" sobre el cuerpo social más allá de algunos grupos."

TORRE DE IDIAQUEZ EN AZKOITIA

08/01/2018

ETA: El saqueo de Euskadi, por Isabel Durán y José Díaz Herrera


saqueo euskadi eta terrorista libro durán herrera
ETA. EL SAQUEO DE EUSKADI,
POR ISABEL DURÁN Y JOSÉ DÍAZ HERRERA

E
TA: El saqueo de Euskadi
Isabel Durán y José Díaz Herrera, Editorial Planeta, (2002), 830 páginas

El matrimonio formado por los periodistas José Díaz Herrera e Isabel Durán se ha especializado en la modalidad de la investigación periodística. En ETA: El saqueo de Euskadi escriben sobre el País Vasco y Navarra desde la perspectiva de los efectos perniciosos de la tiranía ejercida por ETA y sus organizaciones satélites sobre esas sociedades, en connivencia con algunas de las políticas fundamentales del PNV.

Constituyen un contundente y dramático alegato contra el olvido al que se ha sometido a las víctimas del terrorismo de ETA y los ultrajes, físicos y morales, causados a sus familiares en el País Vasco por parte del conjunto del nacionalismo vasco.

A través de 23 capítulos de fácil lectura, pero cargados de datos, el libro saca a relucir el entramado generado por ETA y que alcanza a buena parte de la vida cotidiana vasca a través de múltiples tentáculos: SEGI, AEK, Senideak, LAB, Gestoras Pro Amnistía, Batasuna, asociaciones culturales, Herriko Tabernas, etc.

Es una investigación periodística forjada por numerosos testimonios extraídos de hemeroteca, junto a otros procedentes de significativos libros de la editorial abertzale Txalaparta (que recogen aportaciones muy diversas de miembros de ETA), por confidencias vertidas en entrevistas efectuadas sobre el terreno y, no podía ser de otra forma, filtraciones informativas algunas no publicadas hasta ahora.

Si algo queda en evidencia, gracias al caudal de datos proporcionados por este grueso volumen, es la complicidad entretejida, durante décadas, entre el nacionalismo moderado del PNV y EA con el radical de ETA, lo que ha llevado a Jaime Mayor Oreja a afirmar, en la presentación del libro realizada en la Casa de América de Madrid, que:
"ETA es el ejército del PNV en la sombra" y que "el libro es una radiografía, una resonancia no sólo de ETA, sino de un régimen donde el crimen de ETA y la mentira del PNV se asocian con intereses comunes y compartidos. Esto es un viejo régimen perverso, dónde sólo hay dos realidades políticas: la de ETA y la del PNV. La de ETA desde el crimen y la extorsión; y la del PNV desde la ambigüedad para que todo se encamine hacia la independencia, aún a costa del miedo y el terror en su ciudadanía."

Esa es la expresión clave que explica, sintéticamente, esta compleja, asfixiante y atípica realidad social: régimen perverso.

Una prueba de esa connivencia entre radicales y moderados, se ofrece, por ejemplo, en la página 669, cuando se transcribe una conversación, entre responsables del PNV y Herri Batasuna, celebrada el 26 de marzo de 1991. En esa ocasión, Xavier Arzalluz afirmó ante sus interlocutores que:
"Nosotros somos los de siempre, nacionalistas. Sin revolución, sin marxismos ni tiros, pero con los mismos objetivos que vosotros. En el futuro, en el País Vasco sólo van a quedar dos fuerzas nacionalistas, el PNV y HB, por lo que habrá que pensar en algún tipo de colaboración. Por eso es falso eso que decís de que estemos impulsando a la Ertzaintza contra ETA. Lo que estamos haciendo es frenándola. La Ertzaintza podía tener datos sobre un comando en Donosti y no ha procedido (a su detención). No creemos que sea bueno que ETA sea derrotada. No lo queremos para Euskal Herría."

Unas declaraciones graves por sus implicaciones y por la ceguera que evidencian: ETA no parará con la independencia, pues encabeza un auténtico proyecto "esencialmente revolucionario y anti-sistema", tal como denunciara en febrero de 1996 el lehendakari José María Ardanza ante la Asamblea Nacional de su partido, el hegemónico PNV.

Los autores investigan las diversas expresiones tácticas y operativas del entramado de ETA, cuya acción ha afectado profundamente la convivencia vasca a lo largo de las últimas décadas, y que agrupan en torno a varios temas capilares: la trama de abogados que actúa como grupo de presión de ETA, las sorprendentes relaciones entre la Ertzaintza y ETA que más parecen las incidencias de un "pacto de no agresión", la imposición desde ETA a través de AEK y la red de ikastolas de muchos programas educativos al propio Gobierno vasco eliminando casi por completo al castellano de la docencia pública, el terror cotidiano en el que se desenvuelven amenazados y familiares de víctimas, el Estado dentro del Estado organizado en torno a las cuotas de poder municipal alcanzadas por Batasuna, la política de terror practicada contra su propia gente al no permitir disidencia alguna, las más de 200 cuentas abiertas por ese entramado en una Caja Laboral Popular que ha permitido se opere en la misma con el llamado DNI vasco, las presiones a trabajadores y empresarios a través de LAB (al que denominan "sindicato del crimen"), la utilización fría y calculada de la juventud fanatizada por JARRAI, etc. La descripción detallada de una realidad cotidiana, en definitiva, que, a los ajenos a la misma, puede parecer imposible en la Europa del 2003.

El resultado es un libro que desvela la naturaleza íntima de una sociedad corrompida y mediatizada por los instrumentos del totalitarismo marxista-leninista de ETA con el asentimiento del PNV; ya lo haga, éste, por temor o por sus parciales coincidencias ideológicas.

Diego de Ibarra y Marquiegui


Gobernador de Nueva Vizcaya del virreinato de Nueva España y descubridor de las minas argentíferas de Zacatecas en el siglo XVI

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DIEGO DE IBARRA

Diego de Ibarra y Marquiegui fue un hidalgo guipuzcoano natural de Éibar. Tras su llegada al Virreinato de la Nueva España, había tomado parte del descubrimiento de las minas de plata de Zacatecas y la fundación de la ciudad, pese a lo cual las tribus indígenas aztecas chichimecas ofrecían una amplia resistencia al dominio español.

Junto a Cristóbal de Oñate, Juan de Tolosa y su tío Miguel de Ibarra, ocupó el territorio de Nueva Vizcaya del virreinato de Nueva España, en el actual estado mexicano de Durango.

Diego de Ibarra pasó a ser el principal protagonista en la explotación minera. Había llegado a Nueva España hacia 1540, muy a tiempo para poder participar en la campaña del Mixton con su tío Miguel de Ibarra, expedición liderada por un grupo de exploradores de origen vascongado.

A Diego se debe, principalmente, el hallazgo y explotación de la más importante veta argentífera de San Bernabé, en 1548, a unos cuatro kilómetros al nordeste de Zacatecas y compartió su prosperidad en las décadas de 1550 y 1560.

En 1556, siendo ya rico, casó con Ana de Velasco, hija de Luis de Velasco, segundo virrey de la Nueva España. Sucedió en el cargo de gobernador de Nueva Vizcaya a su tío Miguel de Ibarra, desde 1576 y vivió hasta avanzada edad.

En 1600, seguía exigiendo su recompensa por los cuantiosos gastos que había hecho en la conquista de Nueva Vizcaya, que según afirmaba ascendían a más de 200.000 pesos.

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EXPLORACIÓN DE NUEVA VIZCAYA

02/01/2018

Religiosidad en los documentos escritos por Blas de Lezo


Uno de los rasgos más característicos de la personalidad del teniente general de la Real Armada española del siglo XVIII Blas de Lezo y Olavarrieta fue su profundo sentimiento de religiosidad. Algo que no era extraño, pues la confesión al Catolicismo era un aspecto muy común en la sociedad española de su tiempo. Así quedó patente en los documentos que se conservan referidos a su biografía.

Uno de esos textos fue su Diario de Guerra, escrito durante la defensa de la Cartagena de Indias de 1741 ante el intento de invasión de la flota inglesa. El otro texto conservado es su Testamento, redactado casi antes de morir como consecuencia de las heridas producidas durante aquel enfrentamiento.


En su Diario de lo acaecido en Cartagena de Indias, el día 8 de abril de 1741, escribió:
"Hiendo primero a bordo del Dragón adonde llamé toda la jente arriba a quien hice mi oración lo que oyda por ellos respondieron unánimes y conformes."

El 20 de abril, tras el asalto al castillo de San Felipe, en el momento crucial de la batalla y consciente de que la fuerza invasora inglesa era diez veces superior, pero también sabedor de que el bando inglés estuvo plagado de dificultades de mando y enfermedades, Lezo escribió:
"Este feliz suceso no esperado según le consternado que estaba la tropa, no debemos atribuir á causas humanas si no á las misericordias de Dios, porque en lo natural debían con la fuerza que trageron y la poca que había en el cerro, haberse hecho dueños de él, como no lo dudaron según la relación de los desertores y prisioneros los cuales también aseguraron que de todos los granaderos que vinieron á la función sólo volvieron 14. Que tienen muchos enfermos y falta de víveres."

También suscribió esa idea en la carta que junto al diario envió al marqués de Villarias:
"Sola los efectos de la Divina Providencia han sido causa para lograr por entero que esta ciudad y comercio no experimentasen su total ruina."


El testamento de Blas de Lezo adoptó la fórmula más piadosa en su redacción, convirtiéndose así en una profesión de fe, más que en un documento legal:
"Creiendo como firme y verdaderamente creo el muy alto y soberano misterio de la Trinidad Beatisima, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, el de la Encarnación de la segunda persona en las Virginales entrañas de la Purísima Virgen María, nuestra Señora, el del Santísimo Sacramento del Altar y todos los demás misterios y artículos que cree y confiesa nuestra Santa Madre Iglesia Catholica Apostólica Romana en cuya creencia he vivido y quiero morir como católico y fiel cristiano, invocando como invovo por mi intercesora y Abogada a la siempre Virgen Maria Madre de nuestro redentor Jesuchristo, al Santo Angel de mi guarda, el de mi nombre y demás cortesanos celestiales para que intercedan con su divina Majestad el perdon de mis culpas y pecados y encaminen mi alma a estado de salvación."