28/04/2020

Ruta de la costa del Cantábrico: el tramo vasco del Camino de Santiago


De entre los conocidos como Caminos de Santiago del Norte, la Ruta de la Costa del Cantábrico es la más utilizada por los peregrinos que, procedentes de los puertos de Europa septentrional, desembarcan en cualquiera de los puertos del Cantábrico. También es seguido por aquéllos que, desde las tierras más occidentales de Francia, se adentran en territorio peninsular cruzando la frontera entre Hendaya e Irún.

El camino de la Costa parte de Irún y corre paralelo al Cantábrico hasta los límites occidentales de Vizcaya, siendo una de las primitivas rutas de peregrinación a Compostela.

Ya en las primeras de devoción jacobea (en los siglos IX y X), hay constancia de peregrinos que optaban por esta ruta que se servía de calzadas previamente consolidadas e importantes desde tiempos remotos, mucho más seguras que las tierras navarras amenazadas por los musulmanes.

RÍO BIDASOA, HENDAYA Y FUENTERRABÍA

Cuando a partir del siglo XIII, como consecuencia de las mejoras varias que trajo consigo la incorporación de Guipúzcoa a Castilla, el Camino del Interior comenzó a ganar en importancia, la ruta de la Costa soportó bien la competencia, y siguió alimentándose tanto de los peregrinos que optaban por esta vía en Irún como de aquellos que, procedentes de lejanos países, desembocaban en los puertos guipuzcoanos o vizcaínos.

El tramo inicial de Guipúzcoa es bastante sinuoso, desde la desembocadura del río Bidasoa hasta el límite con Vizcaya, los ríos Oiartzun, Urumea, Oria, Urola y Deba van rompiendo a su llegada al mar la continuidad de la costa. Hubo viajeros a los ques este itinerario causó una fuerte impresión por "la aspereza del lugar, la atrocidad de sus habitantes, la furia hinchada de los brazos de Océano que por doquier se encuentran". Estas fueron, por ejemplo, las observaciones realizadas por el obispo de Portugal, Hugo de Oporto, en su viaje de 1120.

Estas complicaciones del terreno desaparecen al entrar en Vizcaya a través de Markina-Xemein y recorrer los plácidos valles de la comarca de Lea-Artibai.

En esta ruta conviven la Euskadi marinera y la agrícola, la urbana y la rural.

ZUMAYA

24/04/2020

La conjura de la mentira, por Ramiro Ribas


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LA CONJURA DE LA MENTIRA,
POR RAMIRO RIBAS NARVÁEZ

La conjura de la mentira. La derrota de Inglaterra en Cartagena de Indias
Ramiro Ribas Narváez, Editorial Akrón, Astorga (2009), 506 páginas

En La Conjura de la Mentira, el militar español Ramiro Ribas Narváez, descendiente de Blas de Lezo, recupera la figura del almirante de la Armada española Blas de Lezo, auténtico héroe nacional. En ella relata en clave de novela histórica la derrota de los ingleses en su intento de conquistar la ciudad española de Cartagena de Indias en el año 1741. Una flota inglesa, mucho mayor que la Invencible española, se estrelló frente al coraje de un puñado de españoles, defensores de "la Llave de las Indias", como así era conocida Cartagena. 

La Conjura de la Mentira puede dividirse en dos partes, una primera parte algo tediosa en que Ramiro Rivas Narváez introduce los personajes, cuenta las vivencias en Cartagena de Indias en el siglo XIII, las distintas clases sociales y mezclas raciales existentes, y entre otras cosas muchas cuestiones, introduce en la obra los conflictos por el poder entre los mandatarios españoles, sobre todo entre el virrey de Cartagena de Indias y el almirante Blas de Lezo.

La segunda parte de relata desde los distintos puntos de vista de los protagonistas la batalla entre los invasores ingleses y los bravos defensores españoles e indígenas, dirigidos a ultranza por Blas de Lezo.

21/04/2020

Martín de Murúa Elorregui


Capitán de la Armada de la Guardia en la Carrera de las Indias y en la Guerra de Flandes, ministro del tribunal de la Inquisición en Logroño y caballero de Santiago en 1656

MARTÍN DE MURÚA ELORREGUI

Martín de Murúa Elorregui y Pérez de Igueribar nació en Vergara, en 1619. Su padre fue Juan Murúa-Elorregui y Azpiazu, descendiente del solar de Murúa en Aramayona y dueño de la Casa Elorregui-Murúa. Su madre fue Marina Pérez de Igueribar y Elorregui, de la Casa de Elorregui-Celaya, que otras veces se había llamado Elorregui-Ozaeta.

Siendo muy joven estuvo involucrado en la Guerra de los Treinta Años, en flotas que zarpaban hacia Flandes. Después, sirvió como capitán de la Armada de la Guardia de la Carrera de Indias, permaneciendo el Virreinato del Perú. Regresó a la edad de veintiséis años, como capitán de mar, en 1645. En el viaje de regreso estuvo embarcado en la capitana de galeones al mando del general Ursúa, otros vascongados como Mateo de Aranguren, de Mondragón.

Martín de Murúa Elorregui Armada Guardia Carrera Indias
ESCUDO DE ARMAS DE MURÚA ELORREGUI

Vivió algunos años en Sevilla, donde se casó en 1652 con una noble dama, Leonor de Padilla, natural de Andújar. Tuvieron al menos una hija: Marta Josefa de Murua y Padilla, nacida en Vergara en 1654, año en el que comprobó su hidalguía nobiliaria.

En 1655, regresó a Vergara y compró a su cuñado Pedro García de Sagastizabal, la casa que éste tenía en Bidekurutzeta. Al año siguiente fue nombrado caballero de la Orden de Santiago.

En 1661, estando en Madrid firmó una escritura de propiedad que le otorgaba la torre Rotalde (Santa Ana), con sus elementos adyacente (huerta, heredades, molino) que pertenecían a Diego de Arostegui, sobrino de Martín de Arostegui, miembro de un conocido linaje de Vergara que se habían afincado en Granada, los Pérez de Arostegui. Sobre esta casa solar fundó el Mayorazgo de Murúa, en 1670.

En 1664, fue nombrado para los cargos de oficial y ministro del Tribunal de la Inquisición de Logroño, previa comprobación de su pureza de sangre tanto por el comisario de Vergara, Matías de Ibarzabal, como el de Andújar, Monje Vallejo.

En 1665, el capitán Murúa compró por 6.800 ducados, las casas de Ugarte, Miramontes y Picoaga, Francisco Pérez de Zárate y María de Idiáquez, en Azcoitia. También, fundó una capellanía en la iglesia parroquial de San Pedro con un censo de 500 ducados de plata contra el concejo de Vergara.

En 1666, fue nombrado alcalde de Vergara.

Falleció en 1671, a la edad de cincuenta y un años.

CASA-TORRE ELORREGI CELAYA

17/04/2020

Juntas Generales del Señorío de Vizcaya


Las Juntas Generales de Vizcaya fueron el órgano máximo de representación y participación popular de los vizcaínos en las Edades Media y Moderna. Como máximo órgano de gobierno, reflejaban en su composición interna la originaria división del Señorío en cuatro grandes entidades territoriales: la Tierra Llana, las Villas, el Duranguesado y las Encartaciones.

Tras la abolición de los Fueros en 1876 y un paréntesis de más de cien años, las Juntas Generales de Vizcaya fueron recuperadas en 1979. Desde entonces, han sido protagonistas destacadas del proceso de institucionalización que viene desarrollándose en la Comunidad Autónoma Vasca.

En la actualidad, la política provincial se desarrolla en el Palacio de la Diputación Foral en Bilbao, la política autonómica en la sede del Gobierno vasco en Vitoria, y la política nacional en las Cortes parlamentarias en Madrid, formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado.

Desde la Edad Media, la sede de las Juntas Vizcaínas se encontraba en la Casa de Juntas de Guernica, junto al legendario roble, donde se celebraban los plenos. Este edificio logró reunir la tradicional simbología del árbol y la función político-social de las Juntas. Durante la segunda década del siglo XIX, este edificio civil en estilo neoclásico sufrió una remodelación basada en su anterior religioso, a cargo del arquitecto Antonio Etxebarria.

Primero se reconstruyó el archivo y más tarde, en 1828, se iniciaron las obras de la sala de reuniones. La fachada principal está delante del árbol, tiene columnas dóricas y un frontón en el que figuran los escudos de Vizcaya. En la sala de reuniones, los escaños están organizados a modo de anfiteatro; hay unas vidrieras en las que se representan escenas del modo de vida de la provincia y los elementos del escudo foral. En el exterior, detrás del árbol, hay un templete corintio, que lleva en su ático el escudo del Señor de Vizcaya.

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CASA DE JUNTAS DE GUERNICA

Sin duda alguna, el símbolo más universal de los vascos en relación con los Fueros es el Árbol de Guernica. El roble que acogía las primeras Juntas de Señorío de Vizcaya se convirtió con el tiempo en el símbolo de la permanencia de un pueblo y unas instituciones frente a los avatares históricos que los vascos han conocido en su discurrir como colectividad.

El Árbol de Guernica ha trascendido el marco geográfico de Vizcaya para convertirse en punto de referencia para toda Euskal Herria. En la actualidad acoge actos tan especiales como la toma de posesión y el juramento del cargo de Lehendakari o del diputado general de Vizcaya.

"El Árbol de Guernica ha conservado la antigüedad que ilustra a sus Señores, sin que tirano le hayan deshojado, ni haga sombra a confesos ni a traidores."
Tirso de Molina, La prudencia en la mujer
"Mi máximo respeto a ese Árbol, que es el corazón de Euskal Herria. Ese Árbol nos simboliza a todos nosotros. Nuestras raíces, nuestra comunión con el cosmos."
Eduardo Chillida, Gure aitsren etxea
"Dícese que antiguamente se celebraban los casamientos delante de ellos y muchos vecinos que en el mercado de Guernica hacían contratos de compromiso de alguna importancia, iban a hacer sus pagos delante de Peru y Mari (dos árboles), que eran considerados como testigos."
José Miguel Barandiaran, Bizkaiko Seme Bikaina, Diccionario ilustrado de mitología vasca
"Aparte de esa veneración religiosa queda todo un cuerpo de principios de derechos que hacen que los árboles, y antes que ninguno el roble, tengan un significado profundo en la vida colectiva, política y legal."
Julio Caro Baroja, Sobre historia y etnografía vasca

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ÁRBOL DE GUERNICA EN LA CASA DE JUNTAS

Los actos del Poder quedaban fiscalizados por el Pase Foral, que consistía en un mecanismo de control del poder señorial con el que se ponía freno a posibles arbitrariedades, y garantizaba el respeto a las leyes por parte de los gobernantes. De esta forma quedaba invalidada cualquier resolución del Señor que fuese contra el Fuero de Vizcaya.

Junto con el Pase Foral, el Juramento del Señor se manifiesta como un elemento fundamental para garantizar la integridad del Fuero. El primer acto de gobierno del Señor lo constituía la declaración expresa y manifiesta de respeto al conjunto de leyes por las que se regían los vizcaínos.

El Juramento del Señor era un acto de gran solemnidad que se repetía en distintos puntos de la geografía del Señorío, tan y como queda determinado por la Ley 2ª del título I. El primer lugar en realizar el juramento de los Fueros era la ermita de Santa María de la Antigua de Guernica, que se encuentra junto a la actual Casa de Juntas.

Sólo después de jurar los Fueros en todos los lugares de esta Ruta Juradera eran aclamados como Señores de Vizcaya.

"Yo Señor de Vizcaya juro que bien y verdaderamente guardaré y mandaré guardar todas las libertades, franquezas y privilegios, usos, costumbres, que los vizcaínos, así de la tierra llana como de las villas y ciudad, y Encartaciones y Durangueses de ella tuvieron hasta aquí y en la manera que ellos tienen y quiere."
Fórmula del Juramento
"Otrosí, dixeron: Que habían por Fuero, e Ley, e Libertad, e Franqueza, que cualquier carta o Provission Real, que el dicho Señor de Vizcaya diere, o mandare dar, o proveer, que sea, o ser pueda contra las Leyes e Fueros de Vizcaya, directe o indirecte, que sea obedecida y no cumplida."
Ley XI. Que las cartas contra la libertad sean obedecidas y no cumplidas.

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BESAMANOS A FERNANDO EL CATOLICO POR VIZCAINOS EN 1476,
DE FRANCISCO DE MENDIETA, EN 1609

Tras jurar los Fueros del Señorío de Vizcaya, el rey Fernando el Católico recibe la pleitesía de las Juntas Generales, reunidas en Guernica junto al Árbol, el 30 de julio de 1476. Los líderes de los bandos nobiliarios Oñacinos y Gamboinos están arrodillado ante el rey. La inscripción dice en vascuence vizcaíno:
"Esto es cómo en los años mil y cuatrocientos y setenta y seis, el día treintaavo de julio el señor rey Fernando quinto debajo del árbol de Gernica confirmó a los vizcainos sus fueros y ellos tenerle por Señor."

14/04/2020

Tratado de prohijamiento entre Sancho VII el Fuerte y Jaime I el Conquistador


Los últimos años de la vida de Sancho VII el Fuerte
, rey de Navarra entre 1194 y 1234, no fueron dada fáciles tanto en su vida personal como en sus obligaciones cortesanas. Ya había muerto su hijo Ramiro, el obispo de Pamplona. En 1229, falleció la condesa Blanca de Champaña, su hermana. En 1230, falleció en Le Mans su hermana Berenguela, reina viuda de Inglaterra. A las aflicciones afectivas se unieron las de tipo geopolítico: Fernando III de Castilla, San Fernando, heredaba al morir su rey Alfonso IX, por consentimiento de sus dos esposas sucesivas, Teresa de Portugal y Berenguela de Castilla. Se perdía así un eventual aliado de Navarra frente a Castilla, y el rey castellano se hacía más poderoso.

Además, en 1225, el conde Teobaldo IV de Champaña, sobrino de Sancho VII, se presentó en la Corte navarra de Tudela ante él para reclamar sus derechos a la sucesión del trono.

Sancho VII concluyó que la única manera de asegurar la autonomía del reino era disponer de Aragón como si de una propiedad particular se tratara. Esto es lo que propuso a Jaime I el Conquistador: prohijarse mutuamente, de forma que el que muriera primero dejaría en herencia su reino al otro. Fue una reunión que tuvo lugar en Tudela, en enero de 1231, por la que Teobaldo quedaba excluido de la sucesión al trono navarro.

escudo navarra roncesvalles reales vidriera sancho fuerte
ESCUDOS REALES DE NAVARRA

Según la Crónica de Jaime I, Sancho le habría confesado al aragonés, la desconfianza que sentía hacia su sobrino Teobaldo, "aunque no tenemos otro pariente más cercano".

Sancho le había dicho que "... a pesar de todos los beneficios que le hemos hecho, dicho sobrino nos ha devuelto siempre mal por bien y se porta tan mal con nos que ha llegado a conspirar con nuestros hombres de Navarra para destrozarnos y alzarse rey."
"Quiero prohijaros y que a su vez vos me prohijéis, a sabiendas de que es normal que yo muera antes que vos, puesto que tengo setenta y ocho años y vos no habéis llegado a veinticinco."
Sin embargo, Jaime I debía pensar en los derechos de su hijo Alfonso, y así lo confió a Sancho VII. El navarro se negó a extender la garantía a Alfonso, pero lo mantuvo en secreto, posiblemente por temor a las reacciones de los nobles navarros. Sancho exigió algo más, que Aragón se aliara de forma militar frente a Castilla.

La carta fue firmada por ambas partes el 2 de febrero de 1231. Contenía una cláusula de prevención contra los magnates y concejos de las villas que consistía en declarar traidores a estos nobles si no juraban a Jaime I como su heredero. Tras una firma verbal entre ambos monarcas, Jaime I se retiró a Tarazona a esperar que el acto de jura estuviese preparado.

El 23 de febrero, Jaime I regresó a Tudela, y allí escuchó el juramento de doce representantes de la nobleza y los representantes de las buenas villas. La nómina de estas últimas la formaban San Cernín de Pamplona, Estella, Sangüesa, Olite, Los Arcos y Puente la Reina. Los doce ricos hombres se apellidaban Fernández de Monteagudo, Pérez de Bazán, Martínez de Subiza, Martínez de Lehet, Jimeno de Aibar, Pedro Jordán, Garcéiz de Aoiz, Garcéiz de Arce, Miguel de Grez, Jiménez de Aváriz, Garcéiz de Arróniz y Jiménez de Olleta.

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SEPULTURA DE SANCHO VII

Inminentemente, los reyes junto con los doce grandes varones celebraron un consejo para preparar la guerra contra Castilla. En este acto Sancho VII puso en evidencia que ya no era aquel gran estratega en las relaciones diplomáticas que décadas antes lo fue, estaba dominado por la confusión mental y emocional.

Jaime I declaró necesitar ayuda financiera para emprende la contienda; estableció que hacían falta dos mil caballeros, de los que mil los debía poner el rey navarro. La otro mitad sería pagada por el conde de Champaña. La razón de que Teobaldo, que había sido desheredado, participara en la expedición es un misterio. En caso de que el gascón no pagase aportase los mil hombres, lo debía conseguir Sancho VII. En este punto de la negociación, Sancho VII entró en cólera, recriminando al aragonés que se ocupara de sus asuntos y no en los de Navarra, queda la reunión aplazada.

Al día siguiente, Sancho VII fue traicionado por la avaricia. Concedió un préstamo a Jaime I de cien mil sueldos, exigió la entrega en hipoteca de cinco castillos, y que se le devolviera el dinero en otra denominación, lo que le reportaría un interés sustancioso.

La negociación no llegaría a materializarse debido a la irresolución de Sancho VII, y a la incapacidad financiera de Jaime I. Además, el aragonés estaba desplazando todos sus recursos en su nuevo Reino de Mallorca y los preparativos de la reconquista de Valencia. Finalmente, Jaime I realizó testamento a favor de su hijo Alfonso, y en caso de morir ambos, la herencia real recaería sobre Ramón Berenguer, conde de Provenza. El tratado de prohijamiento había fracasado.

Sancho VII falleció el 7 de abril de 1234, en Tudela, dejando al Reino de Navarra entre la presión militar de Castilla y las ambiciones legitimistas de Jaime I. Los poderes señoriales y urbanos se juramentaron a favor del conde Teobaldo IV de Champaña, apelando a una cierta autonomía respecto de los dos grandes reinos de España. Una comisión de nobles se desplazó a Provins, en el norte de Francia, para ofrecer la corona a Teobaldo I de Navarra.

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LIBRO DE ARMERÍA DE NAVARRA

LIBRO DE ARMERÍA DE NAVARRA

09/04/2020

Efectivos de la Capitanía General de Guipúzcoa


Durante el reinado de los Reyes Católicos comenzó a existir una autoridad militar en Guipúzcoa, y ya en el siglo XVI existía una capitanía general, con sede en Fuenterrabía y normalmente adscrita al virreinato de Navarra, pues su virrey solía tener también el título de capitán general de Guipúzcoa.

Una vinculación que se consolidó a partir de 1517, cuando el virrey navarro Vespasiano Gonzaga Colonna consiguió el título de capitán general de Guipúzcoa y, aunque posteriormente, hay capitanes generales independientes (como García de Arce, en 1579, y Hernando Hurtado de Mendoza, en 1598) la Capitanía General dependía del virreinato navarro.

Desde la época de Juan de Cardona (1598), en Fuenterrabía quedó un teniente del capitán general, con el disgusto de las Juntas Generales de Guipúzcoa que deseaban deshacer la vinculación de ambos cargos. Esta petición fue conseguida en 1638, cuando el duque de Ciudad Real fue nombrado capitán general independiente del virrey, si bien en 1644 el conde de Oropesa los reunió durante dos años y en 1646, con la elección de Juan de Garay como capitán general, ambos cargos se volvieron a separar.

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VESPESIANO GONZAGA COLONNA

En el plano militar, los hombres que Guipúzcoa podía levantar para su defensa (unos 10.000) no estaban asignados ni repartidos, pues salvo los de Fuenterrabía y los de los puertos de mar que debían guardarse, acudían a la llamada desde los demás lugares y lo hacían sin recibir remuneraciones de Castilla. Como la tierra era pobre, la llamada militar resultaba onerosa para las haciendas de los afectados, por lo que sólo se recurría a Guipúzcoa en casos extremos.

Según Gallastegui:
"Casi todos (en Guipúzcoa) pueden salir con arcabuces y picas. Ningún lugar está con distancia señalada para socorro de otro. Todos tienen igual obligación a la asistencia del que tuviera más peligro. Sólo los que están más cerca del paso de Behovia, que son Irún (con 450 hombres), Oyarzun (con 600), Hernani (con 200) y Rentería y Astigarraga (con 200 cada una) acuden primero a él, ya que como están siempre sobre sus armas, llegan al repique de una campana…
Los alcaldes de cada villa guipuzcoana son capitanes a guerra en cada ocasión, y se gobiernan por una coronel elegido, ordinariamente, entre un gran soldado o un gran señor."

La sede de la máxima autoridad militar en Guipúzcoa, Fuenterrabía, situada en la misma frontera, prácticamente, fue siempre un punto caliente en las relaciones bélicas hispano-francesas, tanto en el siglo XVI como en el XVII. En principio, su posición geográfica le proporcionaba ciertas garantías defensivas, ya que por una parte la rodea el mar y no se puede batir desde allí; por el lado oriental, el más próximo a la frontera, la abraza el río Bidasoa, que convierte aquella zona en un lodazal, que la pone a salvo de cualquier ataque por ahí, y por el sur, la existencia de pantanos y juncales que en bajamar quedan en seco, hace pensar en la conveniencia de alguna obra como refuerzo defensivo.

Por el otro lado, tres baluartes, más bien pequeños, constituyen el nervio de la defensa. El denominado de la Magdalena se puede batir con facilidad desde una colina próxima, no ocurre lo mismo con el de Santa Engracia, de sólidas murallas; y el levantado en el cabo de Higuer, a dos tercios de la lengua de la villa, con capacidad para 20 soldados, era considerado como el freno de cualquier peligro que pudiera llegar por mar.

Constituían la guarnición de la plaza varios centenares de hombres, que sufrían los flujos de las circunstancias y de las disponibilidades de la hacienda regia. A principios del siglo XVII, los efectivos de las cuatro compañías allí destinadas no superaban los 400 individuos, pero había sobrada disponibilidad de armas, como sucedía también en San Sebastián.

Una situación que se mantuvo en términos parecidos hasta que en 1620, como consecuencia del estallidos de la Guerra de los Treinta Años, se la reforzó con tres compañías que en total suponían 166 hombres, y cuando estalló la Guerra con Francia de 1635, la preocupación de la Corte no decayó y mantuvo los efectivos, elevando algo las cifras de los hombres (sobre los 600) y procurando que estuviera bien avituallada en víveres y municiones.

fuenterrabía hondarribia medieval muralla castillo dibujo
FUENTERRABÍA, FINALES DEL SIGLO XV

Por lo que a San Sebastián se refiere, desde tiempos de Sancho III el Mayor, tenía una muralla defensiva y desde el siglo XIII ya consolidó para que pudiera resistir las nuevas posibilidades de la artillería. El ingeniero Villaturiel proyectó cerrar el monte de manera que el puerto quedase protegido y los franceses no puedan llegar por mar en caso de guerra. En el siglo XVII, comenzó la fortificación del monte Urgull con vistas a fundamentar la defensa en una ciudadela que protegiera el puerto y la ciudad y ella a su vez lo fuera desde el castillo.

La guarnición de San Sebastián a principios del siglo XVII estaba constituida por unos 350 hombres a las órdenes de cuatro capitanes, a los que hay que sumar los 40 que constituían la guarnición del castillo de La Mota y los artilleros que compartían con Fuenterrabía, que eran un total de 79. Las armas existentes no eran escasas y, particularmente, La Mota tenía armamento suficiente y en buen estado, tanto las piezas de artillería como las armas de fuego portátiles e individuales.

Por su parte, los virreyes navarros siempre tuvieron muy presente en sus planes militares a San Sebastián y la puesta en marcha de las diferentes obras de fortificación proyectadas, ya que pensaban que si el enemigo la conquistaba, podría saquearla impunemente o conservarla, y perdida ella, se perdería también el puerto de Pasajes, sus instalaciones artilleras y las de Rentería. La misma Fuenterrabía acusaría el hecho, pues su abastecimiento se veía afectado por la presencia del enemigo en esos lugares.

Pero hasta el estallido de la guerra no se advertiría ningún cambio significativo. En el inicio del siglo XVII, la guarnición de San Sebastián se mantuvo en torno a los 350 hombres más o menos. Cuando la Guerra de los Treinta Años se iniciaba, los planes de Madrid proyectaban elevar a 1.000 hombres la guarnición de San Sebastián y Fuenterrabía, de la que aquella se llevaba la peor parte: 887 plazas para las compañías allí destinadas y 51 para La Mota.

SAN SEBASTIÁN, SIGLO XVII

05/04/2020

Monarquía hispánica y perfil vasco, por Juan José Menezo Otero


libro perfil vasco monarquia hispanica menezo
MONARQUÍA HISPÁNICA Y PERFIL VASCO,
POR JUAN JOSÉ MENEZO OTERO

Monarquía hispánica y perfil vasco
Juan José Menezo Otero, Editorial Historia Hispana, Madrid (1997), 330 páginas


Este libro de Juan José Menezo trata de exponer la participación de los vascos en la construcción de la Monarquía hispánica durante sus fases históricas. Comienza con la fundación del Condado de Castilla y el perfil vasco que lo fue marcando en su devenir, fue el alumbramiento de la primera nación moderna en Europa. Continúa con la proyección de los vascos en el continente americano y la cristianización de las islas Filipinas, donde el ingrediente vascongado fue principal responsable, por su mayor presencia y aportación. Termina con una colección de personajes ilustres vascos más modernos y contemporáneos que estuvieron a la vanguardia de todo lo hispano.

Contiene ilustraciones a color y mapas en blanco y negro.