Los últimos años de la vida de Sancho VII el Fuerte, rey de Navarra entre 1194 y 1234, no fueron dada fáciles tanto en su vida personal como en sus obligaciones cortesanas. Ya había muerto su hijo Ramiro, el obispo de Pamplona. En 1229, falleció la condesa Blanca de Champaña, su hermana. En 1230, falleció en Le Mans su hermana Berenguela, reina viuda de Inglaterra. A las aflicciones afectivas se unieron las de tipo geopolítico: Fernando III de Castilla, San Fernando, heredaba al morir su rey Alfonso IX, por consentimiento de sus dos esposas sucesivas, Teresa de Portugal y Berenguela de Castilla. Se perdía así un eventual aliado de Navarra frente a Castilla, y el rey castellano se hacía más poderoso.
Además, en 1225, el conde Teobaldo IV de Champaña, sobrino de Sancho VII, se presentó en la Corte navarra de Tudela ante él para reclamar sus derechos a la sucesión del trono.
Sancho VII concluyó que la única manera de asegurar la autonomía del reino era disponer de Aragón como si de una propiedad particular se tratara. Esto es lo que propuso a Jaime I el Conquistador: prohijarse mutuamente, de forma que el que muriera primero dejaría en herencia su reino al otro. Fue una reunión que tuvo lugar en Tudela, en enero de 1231, por la que Teobaldo quedaba excluido de la sucesión al trono navarro.
|
ESCUDOS REALES DE NAVARRA |
Según la Crónica de Jaime I, Sancho le habría confesado al aragonés, la desconfianza que sentía hacia su sobrino Teobaldo, "aunque no tenemos otro pariente más cercano".
Sancho le había dicho que "... a pesar de todos los beneficios que le hemos hecho, dicho sobrino nos ha devuelto siempre mal por bien y se porta tan mal con nos que ha llegado a conspirar con nuestros hombres de Navarra para destrozarnos y alzarse rey."
"Quiero prohijaros y que a su vez vos me prohijéis, a sabiendas de que es normal que yo muera antes que vos, puesto que tengo setenta y ocho años y vos no habéis llegado a veinticinco."
Sin embargo, Jaime I debía pensar en los derechos de su hijo Alfonso, y así lo confió a Sancho VII. El navarro se negó a extender la garantía a Alfonso, pero lo mantuvo en secreto, posiblemente por temor a las reacciones de los nobles navarros. Sancho exigió algo más, que Aragón se aliara de forma militar frente a Castilla.
La carta fue firmada por ambas partes el 2 de febrero de 1231. Contenía una cláusula de prevención contra los magnates y concejos de las villas que consistía en declarar traidores a estos nobles si no juraban a Jaime I como su heredero. Tras una firma verbal entre ambos monarcas, Jaime I se retiró a Tarazona a esperar que el acto de jura estuviese preparado.
El 23 de febrero, Jaime I regresó a Tudela, y allí escuchó el juramento de doce representantes de la nobleza y los representantes de las buenas villas. La nómina de estas últimas la formaban San Cernín de Pamplona, Estella, Sangüesa, Olite, Los Arcos y Puente la Reina. Los doce ricos hombres se apellidaban Fernández de Monteagudo, Pérez de Bazán, Martínez de Subiza, Martínez de Lehet, Jimeno de Aibar, Pedro Jordán, Garcéiz de Aoiz, Garcéiz de Arce, Miguel de Grez, Jiménez de Aváriz, Garcéiz de Arróniz y Jiménez de Olleta.
|
SEPULTURA DE SANCHO VII |
Inminentemente, los reyes junto con los doce grandes varones celebraron un consejo para preparar la guerra contra Castilla. En este acto Sancho VII puso en evidencia que ya no era aquel gran estratega en las relaciones diplomáticas que décadas antes lo fue, estaba dominado por la confusión mental y emocional.
Jaime I declaró necesitar ayuda financiera para emprende la contienda; estableció que hacían falta dos mil caballeros, de los que mil los debía poner el rey navarro. La otro mitad sería pagada por el conde de Champaña. La razón de que Teobaldo, que había sido desheredado, participara en la expedición es un misterio. En caso de que el gascón no pagase aportase los mil hombres, lo debía conseguir Sancho VII. En este punto de la negociación, Sancho VII entró en cólera, recriminando al aragonés que se ocupara de sus asuntos y no en los de Navarra, queda la reunión aplazada.
Al día siguiente, Sancho VII fue traicionado por la avaricia. Concedió un préstamo a Jaime I de cien mil sueldos, exigió la entrega en hipoteca de cinco castillos, y que se le devolviera el dinero en otra denominación, lo que le reportaría un interés sustancioso.
La negociación no llegaría a materializarse debido a la irresolución de Sancho VII, y a la incapacidad financiera de Jaime I. Además, el aragonés estaba desplazando todos sus recursos en su nuevo Reino de Mallorca y los preparativos de la reconquista de Valencia. Finalmente, Jaime I realizó testamento a favor de su hijo Alfonso, y en caso de morir ambos, la herencia real recaería sobre Ramón Berenguer, conde de Provenza. El tratado de prohijamiento había fracasado.
Sancho VII falleció el 7 de abril de 1234, en Tudela, dejando al Reino de Navarra entre la presión militar de Castilla y las ambiciones legitimistas de Jaime I. Los poderes señoriales y urbanos se juramentaron a favor del conde Teobaldo IV de Champaña, apelando a una cierta autonomía respecto de los dos grandes reinos de España. Una comisión de nobles se desplazó a Provins, en el norte de Francia, para ofrecer la corona a Teobaldo I de Navarra.
|
LIBRO DE ARMERÍA DE NAVARRA |
|
LIBRO DE ARMERÍA DE NAVARRA |