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10/12/2024

Armadas de Vizcaya y de Guipúzcoa en el Combate de San Miguel de Azores de 1582


En el combate de la isla Tercera, también llamado de San Miguel de Azores, celebrada el 26 de julio 1582, tuvieron una activa y brillante participación los marinos guipuzcoanos y vizcaínos, siendo de estas provincias el núcleo de las naves de la Real Armada.

Los galeones españoles, capitaneados por Álvaro de Bazán, derrotaron a la flota francesa que apoyaba las pretensiones de Antonio, prior de Crato, refugiado en esas islas, para convertirse en rey de Portugal, disputando el trono a Felipe II. También fue llamada batalla naval de la Unidad Ibérica.

ISLAS AZORES

La escuadra francesa liderada por el almirante florentino Filippo Strozzi contaba con 64 naves, de las que dos terceras partes eran de tamaño grande o mediano, y el resto eran pataches.

Álvaro de Bazán consiguió reunir una flota de 27 galeones de mayor potencia de fuego y algo más altas, claves en las operaciones de abordaje, y 5 pataches y pequeños buques de exploración. Su teniente general fue el vizcaíno Cristóbal de Eraso, general de la flota de la Carrera de Indias. Bazán, descendiente de un linaje de navarros del valle del Baztán, lideraba los grandes galeones oceánicos de Portugal, para tomar las islas Azores y despejar de corsarios la ruta de la Carrera de Indias.

Pero también fueron determinantes en la victoria de esta contienda naval los apoyos y colaboraciones prestadas por la Armada de Guipúzcoa, formada por cinco mercantes armados liderados por Miguel de Oquendo, y por la Armada de Vizcaya, formada por refuerzos al mando de Juan Martínez de Recalde. Ambas escuadras estaban integradas en la Armada que dirigía Bazán. Miguel de Oquendo fue destacado para reconocer la flota francesa en las islas Azores y para apoyar el ataque principal español, formado por las naves capitanas de Bazán, el San Mateo y de Eraso, el San Martín.

COMBATE DE SAN MIGUEL

Bazán y Oquendo acordaron acometer a la escuadra enemiga sin tardanza, a pesar de que significase privarse de la presencia de la Armada de Vizcaya, que aún no había llegado a la isla Tercera. Tras varios días de escaramuzas y maniobras en busca de la mejor posición de ataque, el 26 de julio trabaron combate.

El galeón San Mateo, segundo de la escuadra española, al mando de Baztán, se salió de la formación para retar al enemigo en busca de gloria. Esa arriesgada maniobra le convirtió en presa de cinco naves enemigas, con las que trabó cerrado combate durante las largas dos horas que tardó el resto de la escuadra española en virar contra el viento para prestarle ayuda.

Cristóbal de Eraso tuvo mala suerte, durante los momentos antes del ataque, rompió el palo mayor de su buque el San Martín, siendo remolcado posteriormente para no quedar aislado. Ambos eran los buques más grandes de la contienda y formaron la vanguardia del ataque español.

COMBATE DE SAN MIGUEL

El primero en llegar al San Mateo fue Oquendo, quien lanzó su buque entre el galeón español y la almiranta francesa rompiendo los cables de abordaje que ya habían sido tendidos. Soltó una andanada contra la nave francesa, lanzó los garfios y tras un abordaje, los capitanes Arizabalo y Escorza, dirigidos por Oquendo, se apoderaron del estandarte francés.

Así lo relató Oquendo en su informe al secretario del rey:
"El galeón San Mateo tuvo a bordo a dos galeones francesas, Capitana y Almiranta, y le mataron mucha gente y lo tenía muy trabajado. Visto por mí que corría gran peligro, é que si nos le tomaban nos desbarataban a todos, di vuelta para socorrer, y llegé a tiempo de muchísima necesidad, y me encajé con mi nave entre el dicho galeón y la Almiranta del contrario, con todas las velas en el tope, de suerte que con el ínterin se apartaron los dos galeones, y San Mateo se fue libre de su peligro y no poco contento. Yo me amarré con la dicha Almiranta, que era una de las más bravas de toda la armada, y traía 30 tiros de bronce grandes y 300 hombres tiradores y marineros; y la primera ruciada que le dimos en arbolado, le matamos 50 hombres, los mejores que tenía, de que cobraron mucho temor y espanto, porque tenían estos hombres y otros para saltar en el galeón, muy escogidos, armados de punta en blanco, con otros tantos tiradores; (…) y fue saqueada la dicha Almiranta por nuestra gente de mar y guerra, y puesta mi bandera de campo en su popa, y sus insignias en la nuestra, colgadas a uso de guerra (…). Matóse toda la gente, que no le quedaron sino muy pocos, y a nosotros nos mataron e hirieron poco más de treinta, y luego todos echaron a huir, cada uno por su cabo, dejando su Capitana y otra nave en nuestro poder."

El doctor Camino fue expresivo al referirse al combate en 1582:
"Habiéndose trabado batalla fue horrible el estrago, hasta llegar a abordar los nuestros a la capitana y almiranta francesa, de manera que se peleaba cuerpo a cuerpo, y como si todos combatiesen dentro de un mismo navío. Ensangrentáronse los mares con multitud de cadáveres que caían degollados (...)"

Otras dos naos guipuzcoanas, la Juana de Garagarza y la María de Juan de Villaviciosa de la escuadra de Oquendo respaldaron el ataque principal de Bazán, atacando respectivamente a las de Strozzi y de Brissac.

Los franceses huyeron en retirada, perdiendo un total de 10 buques, entre ellos los de Strozzi y Brissac, más de 1.500 muertos y otros 500 heridos. Frente a esas demoledoras cifras, los españoles muertos sumaban sólo 250, aunque más de 500 heridos. Tan sólo perdieron la nao capitana, el San Mateo de Bazán quedó inservible al recibir más de 500 cañonazos.

Después de la victoria naval, Bazán no quiso desembarcar porque sus fuerzas de infantería estaban muy cansadas y algunos buques muy tocados, decidiendo regresar a Lisboa a reparar unos y recuperarse los otros.

DESEMBARCO ESPAÑOL EN SAN MIGUEL

Al año siguiente, en una operación anfibia formada por 98 buques y un ejército de 15.000 hombres al mando del maestre de campo alavés Agustín Iñiguez de Zárate, recupera el control absoluto de las islas Azores. Oquendo como capitán general de la Escuadra de Guipúzcoa también tomó parte del operativo naval a las órdenes de Bazán, quienes controlaron el archipiélago en dos semanas. Los franceses no plantaron oposición, pues habían aprendido la lección, obligando al aspirante al trono portugués Antonio a huir a Francia.

Este archipiélago del océano Atlántico tenía una gran importancia estratégica para la protección y avituallamiento de las flotas mercantes de la Carrera de Indias.

Además, concurrieron al combate los almirantes Aguirre (contador de los galeones de Oquendo), Joanot de Villaviciosa, Marcos Aramburu, Juan Ochoa de Arriola, y los capitanes Irura, Arteaga, Evora, Olabarrieta, Isasa y los hermanos Segura y Urquiola.

El almirante Íñigo de Lecoya, natural de Deva, también se halló en el memorable combate, había mandado la flota de Indias a Nueva España y Terra Firme en varias ocasiones desde 1567 a 1578.

El capitán Anduriaga murió en la lucha y lo mismo le pasó a Juanot de Villaviciosa, este último de dos balas de fusil en su propia nave, mientras que Marcos Aramburu repetiría participación en la expedición anfibia de las Azores de 1593, ya como capitán general de la Armada de Guipúzcoa, coincidiendo con el hermano de Juanot, Juanes de Villaviciosa Lizarza. Y este último también formaría parte de la flota de 15 navíos que dirigía el general Pedro de Zubiaurre que derrotó a una flota anglo-francesa de 80 navíos en el combate de Burdeos de 1593.

NAVÍO DE SAN MATEO

24/10/2016

Armadas de Vizcaya y de Guipúzcoa en la Expedición de Invasión a Inglaterra en 1588


La Armada Invencible es el nombre con el que se conoce a la Grande y Felicísima Armada española enviada por Felipe II para invadir Inglaterra en el año 1588.

El origen de esta expedición de asalto estuvo en el tratado que la reina Isabel I de Inglaterra, contraria a España, firmó un año antes con los rebeldes de los Países Bajos: ayuda militar a cambio de la presencia de sus tropas en Holanda. Además, el corso entre España y Las Indias se recrudeció y, en mayo, Felipe II ordenó la captura de todas las naves inglesas ancladas en puertos españoles. En septiembre, Francis Drake inició una campaña de ataque sistemático a las colonias españolas del área del Caribe.

La invasión de Inglaterra por parte de la Real Armada española tenía como finalidad la dominación de la rebelión en Flandes y terminar con la piratería de los corsarios ingleses que tanto perjuicio causaban a los buques españoles. Felipe II ordenó la construcción de una gran armada, despertando una gran actividad febril en los astilleros y puertos de Guipúzcoa y Vizcaya, que aportan naves, aparejos, artillería y municiones, capitanes, marinos, tripulaciones y guarniciones.

GRANDE Y FELICÍSIMA ARMADA ESPAÑOLA

Las Reales Armadas Guipuzcoana y Vizcaína participaron en aquel intento de asalto, de la mano del bilbaíno Juan Martínez de Recalde y el donostiarra Miguel de Oquendo y Domínguez de Segura, como capitanes de sendas armadas. Junto a ellos, otro el bilbaíno Martín de Bertendona capitaneaba la Armada de Levante.

Juan Martínez de Recalde fue segundo jefe de la expedición, por detrás del duque de Medina Sidonia, pero tuvo a su mando las Escuadras de Oquendo y Bertendona, pues asumió el rango de almirante de la flota de invasión, la principal fuerza de ataque.

Miles de soldados y marinos vascos se encontraban en las armadas de Guipúzcoa y Vizcaya, gentes de Bermeno, Sopelana, Guecho, Plencia, San Sebastián Zarauz, Fuenterrabía, Pasajes y Zumaya. Lo mejor de la marinería vasca se volcaba con la empresa de derrotar al enemigo inglés y ocupar su territorio.

GRANDE Y FELICÍSIMA ARMADA ESPAÑOLA

La Armada de Vizcaya, capitán general Juan Martínez de Recalde, estuvo compuesta de 13 embarcaciones de las que 9 eran naos y 4 pataches. Estaban embarcadas por casi 700 marineros y casi 1.800 soldados, artillados con 215 cañones. La nao capitana era la Santiago y la almiranta era El Gran Grin.

REAL ARMADA DE VIZCAYA

La Armada de Guipúzcoa, capitán general Miguel de Oquendo, estuvo compuesta por 14 embarcaciones de las que 10 eran naos, 2 pataches y 2 pinzas. Estaban embarcadas por 715 marineros y casi 1.900 soldados, artillados con 321 cañones. La nao capitana era la Santa Ana y la almiranta era la Santa María de la Rosa.

REAL ARMADA DE GUIPÚZCOA

Se completaba la Real Armada española con las siguientes escuadras:

Armada de Levante, capitán Martín de Bertendona, 10 navíos

Armada de Castilla, general Diego Flores de Valdés, 16 navíos

Armada de Portugal, bajo el cargo del Duque de Medina-Sidonia, 12 navíos

Armada de Andalucía, capitán general Pedro de Valdés, 11 navíos

Escuadrón de Galeazas, capitán Hugo de Moncada, 4 galeazas

Escuadrón de Galeras, capitán Diego Medrano, 4 galeras

Escuadrón de naves de transporte, capitán Agustín de Ojeda, 4 embarcaciones distintas

Escuadrón de Urcas y buques de apoyo y transporte, capitán Juan Gómez de Medina, 20 urcas

Además, tomaron parte en la expedición otros 34 pequeñas embarcaciones de tonelaje menor: 10 carabelas, 10 pataches, 7 falúas y 7 zabras.

GRANDE Y FELICÍSIMA ARMADA ESPAÑOLA

La Grande y Felicísima Armada española de Felipe II estaba constituida por 130 naves, 2.000 cañones, 30.000 soldados de infantería y 500 soldados a caballo. Partió del puerto de Lisboa en mayo de 1588, pero una serie de tempestades hicieron que la marcha fuera lenta y bordease con dificultades la costa hasta La Coruña. Desde este puerto, salió el 22 de julio de 1588 en dirección al mar del Norte.

Una semana después, llegaron al Canal de la Mancha, donde fueron hostigada por las naves inglesas. El primer enfrentamiento serio con los ingleses ocurrió a la altura de Calais, el 31 de julio. La armada inglesa estaba al mando de los almirantes Howard y Francis Drake. Los ingleses utilizan bancos incendiarios y otras estratagemas.

Poco más tarde, frente a Gravelinas, se desató una terrible tormenta que hizo dispersar la flota causando grandes destrozos. El furioso temporal duró once días. Los vientos impulsaron hacia el norte a los restos de la escuadra, ante la imposibilidad de volver al Canal y encontrase con las tropas de Farnesio. Además, estas no llegaban a tiempo a las costas de Flandes según lo planeado.

Finalmente, optaron por un largo y duro regreso rodeando las islas Británicas. Recalde agrupa las naos dispersas. Nuevas tormentas, a la altura de Irlanda, remataron el desastre. Aun así algo más del 50% de las embarcaciones (67) logró llegar al puerto de Santander. La gran mayoría de las naves que se perdieron fue debida a las inclemencias meteorológicas y sus elementos, y no a la fuerza de combate inglés.

GRANDE Y FELICÍSIMA ARMADA ESPAÑOLA

Aunque la responsabilidad del ataque recayó en Juan Martínez de Recalde, no pudo hacer valer la mayoría de sus decisiones ante Medina Sidonia, viéndose arrastrado con su nave capitana, la Santiago, y los navíos que comandaba de la Escuadra de Vizcaya a combates mal preparados tácticamente y de dudosa resolución. De hecho, en el primer enfrentamiento con la flota inglesa quedó aislado en la retaguardia española y no tuvo más remedio que batirse con denuedo contra varios navíos enemigos.

Salió de la acción vivo y sin ser capturado, pero le costó perder numerosos hombres y la inutilización casi total de sus naves. Hasta la dispersión de la Escuadra, Recalde se mantuvo firme a lo largo de toda la campaña sobre las costas de Inglaterra. De regreso a España recaló en Irlanda para conseguir por la fuerza agua y víveres para sus dotaciones. Desembarcó en La Coruña, gravemente herido y enfermo, y en esta ciudad murió poco tiempo después.

En cuanto a Miguel de Oquendo, el donostiarra se opuso con rotundidad y junto a Martínez de Recalde a los planes de Medina Sidonia de no atacar el puerto de Plymouth, donde se encontraba concentrada la flota inglesa. Durante los combates, su nave fue incendiada y tuvo que abandonarla. Consiguió llegar al puerto de Pasajes con varios de los buques de Martínez de Recalde y Agustín de Ojeda, entre el 22 y el 23 de septiembre de 1588. Falleció pocos días después.

JUAN MARTÍNEZ DE RECALDE Y MIGUEL DE OQUENDO Y SEGURA

Las pérdidas españolas fueron cuantiosas en hombres, naves y, sobre todo, en marinos experimentados. Tras esta batalla, si bien España lo conservó aún durante varias décadas, comenzó el declive de su dominio marítimo, que sería heredado por los ingleses.

Tras el fracaso de la Armada, Felipe II y su gobierno se aseguraron de que todos sus soldados y marineros fueran adecuadamente recompensados por sus servicios. Se enteraron de que algunos veteranos estaban siendo despedidos sin recibir sus pagas convenientemente, ante lo que el rey dictaminó lo siguiente:
"Esto es contra la charidad christiana y muy ageno de mi intención, que ha sido y es no sólo de que los que me han servido y sirven sean pagados de lo que han de haver, pero gratificados en lo que hubiere lugar."

Como contraste, el gobierno inglés se desentendió de los soldados que cavaban de defender Inglaterra ante la invasión de sus enemigos y se negó a compensar a los heridos y enfermos, teniendo los comandantes que hacerse cargo de sus propios hombres ante el desinterés gubernamental. Confiaban en que (como escribió el ministro Burghley) "por muerto o por enfermedad, o algo parecido (…) podamos ahorrarnos algo de la paga general".

Los historiadores ingleses Colin Martin y Geoffrey Parker han escrito al respecto:
"(Bughley) tenía intenciones de que esos desafortunados no recibieran nada por su participación en la derrota de la Armada española (…). Quienes habían contraído enfermedades o habían sido heridos durante la campaña de 1588 quedaron abandonados a la caridad individual de sus capitanes o de las ciudades donde fueron desembarcados. Quizás sólo la mitad de los hombres que lucharon por Inglaterra en 1588 vivieron para celebrar las Navidades siguientes."
Sin embargo, España y Felipe II han pasado a la historia como los tiranos, e Inglaterra e Isabel como los defensores de la justicia. Y los mismos españoles han acabado creyéndose esta visión de su historia, teniendo que esperar a las últimas décadas para empezar a ver publicados trabajos en los que la historia de la España de aquellos días es presentada a la luz del conocimiento sin prejuicios… principalmente de manos de historiadores ingleses.

RUTA DE LA ARMADA ESPAÑOLA DE 1588

24/05/2016

Casa natal de Oquendo en San Sebastián


La Casa natal de Oquendo está situada en la ladera de Ulía de la ciudad de San Sebastián-Donostia. En ella se ubica el Museo de Oquendo, más conocido como Casa de la Cultura. La casa solar de la saga de marinos Oquendo es un edificio remodelado en 1950 por el arquitecto Joaquín Yrizar y Barnoya. Fue una iniciativa del alcalde Javier Saldaña, dentro de los actos del VIII Centenario de la Ciudad que tuvo lugar ese año. Gonzalo Manso de Zuñiga, director del Museo de San Telmo, fue el responsable del contenido interno de la casa, manteniendo sus características originales así como numerosos objetos del almirante.

En el siglo XVI, el almirante Miguel de Oquendo, padre de Antonio, compró la casa y la convirtió en una residencia de verano, en una época en la que Ulía estaba a las afueras de la Parte Vieja de San Sebastián. Los Oquendo, además, poseían otras dos viviendas: la casa de la calle Narrica y una casa-torre junto a Santa María, edificio que actualmente alberga a la Sociedad Gaztelubide, además de huertas, molinos y tierras en las cercanías de San Bartolomé.

Miguel, hijo de Antonio y nieto del que adquirió la finca, fue el encargado de dar el aspecto típico de un caserío guipuzcoano al edificio heredado de sus mayores al tiempo que conservó las tierras próximas como lugares de labranza. Abandonada la casa por los Oquendo, las huertas y viñedos que la rodeaban se convirtieron en tierra yerma y arenosa. Algunos años más tarde los herederos arrendaron el edificio como caserío, permaneciendo como tal durante dos siglos en los que sufrió distintas modificaciones en su estructura: los bajos se adaptaron como cuadra y los altos como lugar para guardar el heno.

CASA DE OQUENDO

En 1939, el edificio conocido como Manteo Tolare fue donado al Ayuntamiento por la marquesa de San Millán, debiéndose recordar que el título de "Marqués de San Millán" fue concedido al nieto de Miguel de Oquendo por el rey Felipe IV. Por esta donación en la escalera central se colocó una placa con la siguiente leyenda:
"En memoria de la Ilustrísima Sra. Doña Blanca Porcel y Guirrior, marquesa de San Millán, que donó a la ciudad de San Sebastián esta casa solar de sus antepasados los señores de Oquendo"

La actual casa-museo consta de planta baja, con un gran zaguanete con dos puertas que dan paso al despacho del almirante, a la que está contigua una antigua capilla en la que se puede admirar una imagen de San Sebastián. Se conserva la primitiva gran escalera que sirve de acceso a la gran sala en la que Oquendo, en su testamento, dispuso que se conservaran todas las banderas y trofeos de guerra recogidos a los enemigos. En el primer piso existen cuatro dormitorios que han sido habilitados como salas dedicadas a los marinos guipuzcoanos: Lezo, Elcano y Churruca. El del ángulo sureste es del almirante Oquendo, y está amueblado con toda propiedad con muebles de la época. Junto al vestíbulo está la cocina con una campana de chimenea.

CASA DE OQUENDO