31/03/2016

Características de la literatura medieval del Reino de Navarra


1. Escritos Literarios

Algunos historiadores de literatura incluyen en sus estudios obras que en sentido estricto no pertenecen al terreno de la literatura sino que son tratados de filosofía, historia, oratoria, ciencias, artes, etc. Esta tendencia es más acusada cuando se trata de la Edad Media, porque son muy pocos los textos estrictamente literarios y por ellos los investigadores tratan de rellenar el vacío con obras de corte más científico y erudito, que no son literatura, aunque puedan aportar algunos valores literarios.


2. Límites Geográficos

Los límites geográficos del Reino de Pamplona y más tarde de Navarra fueron muy variables en el periodo medieval, ya que en algún momento pertenecieron las Vascongadas, la merindad de Ultrapuertos, territorios de La Rioja y Aragón, etc. Se considera literatura navarra a las obras que los escritores concebían dentro de los territorios en comprendía en territorio en cada momento.


3. Orden Lingüístico

Hay que tener en cuenta la riqueza y diversidad idiomática de Navarra a lo largo de su historia:

el latín: lengua culta ligada a los monasterios, difusores de cultura.

el vascuence: lengua del pueblo en buena parte del territorio, pero se trata de una lengua de tradición oral que pasó tardíamente a ser escrita, pues sus primeras manifestaciones literarias escritas no se presentan hasta el siglo XVI.

el romance navarro: dialecto romance derivado del latín en territorio navarro, también conocido como navarroaragonés, aunque con rasgos lingüísticos propios que permiten diferenciarlo según demostraron los estudios de Fernando González Ollé y Carmen Saralegui. Fue la lengua oficial de la Corte navarra, ya que facilitaba el entendimiento con el resto de reinos cristianos.

el árabe: lengua hablada por población musulmana.

el hebreo: lengua hablada en importantes juderías de ciudades como Pamplona, Estella, Viana, Los Arcos, Tudela, etc. que cuentan con la protección real.

los dialectos occitanos: lenguas correspondientes a la población de origen franco.

Habría que considerar la extensión geográfica y difusión social de cada una de estas lenguas, pero lo que no hay ninguna duda es que todas ellas dejaron testimonios literarios escritos durante la Edad Media, con la excepción del euskera de tradición oral y cuyas primeras manifestaciones literarias impresas se encuentran a partir del siglo XVI.



4. Influencia Política y Cultural

Esta tierra fue cruce de culturas, idiomas y religiones, encrucijada de caminos, y esa circunstancia tuvo importantes repercusiones culturales. Más aún, teniendo en cuenta la importancia del proceso histórico de la Reconquista, y las relaciones que mantuvo con sus poderosos vecinos (Aragón, Castilla, Francia), y los largos periodos de unión dinástica con Aragón y con Francia.

La importancia del Camino de Santiago y la reforma de la cultura cluniacense, con la correspondiente llegada de ideas y movimientos artísticos de Europa, fueron factores muy influyentes en el desarrollo de la diversidad cultural de Navarra.

De igual manera, fueron determinantes las relaciones políticas y diplomáticas establecidas con los demás reinos hispánicos y con los territorios franceses.

Estos factores históricos determinaron los hechos culturales, y por lo tanto los literarios.


28/03/2016

Estudios de la Literatura navarra


Tradicionalmente se ha venido repitiendo el tópico sobre la insignificante aportación literaria de escritores navarros en lengua castellana. La inexistencia de una Historia de la Literatura en Navarra de forma rigurosa y completa es lo que ha motivado que el Equipo HILINA de la Universidad de Navarra se dedique a su investigación en el proyecto Historia de Literaria de Navarra, desde sus orígenes hasta nuestros días.

El pionero en el estudio literario de Navarra fue José Zalba, con el artículo Páginas de la historia literaria de Navarra, publicado en 1924 en la revista Euskalerriaren Alde, que ofrece una serie de breves apuntes sobre varios escritores navarros desde los orígenes medievales hasta el siglo XX.

Manuel Iribarren hizo el segundo intento con Escritores navarros de ayer y de hoy(Pamplona, Editorial Gómez, 1970), presentada en formato diccionario, con breves referencias para cada autor.

José María Corella Iráizoz fijó una primera Historia de la literatura navarra, Ensayo para una obra literaria del viejo Reino (Pamplona, Ediciones Pregón, 1973), que se completa con una pequeña antología de textos, una bibliografía y sendos índices onomástico y toponímico.

Fernando González Ollé realizo para el Gobierno de Navarra en 1989 unos rigurosos y eruditos trabajos monográficos, y en especial, su síntesis Introducción a la historia literaria de Navarra, que alcanzaba solo hasta finales del siglo XIX.

Otras aportaciones posteriores son las de Félix Maraña en su trabajo Pamplona y otros relatos, y las de José María Romera Gutiérrez en la entrada Literatura de la Gran Enciclopedia Navarra.

Emilio Echevarren y Tomás Yerro reunieron dos tomos antológicos en Escritos navarros actuales (Pamplona, Gobierno de Navarra, 1990), importantes por reunir variados textos de varios autores contemporáneos.

Por último, José María Larrea Muxica y Periko Díez de Ultzurrun centraron su atención en los escritores en vascuence, en dos volúmenes de su trabajo Nafarroako euskal idazleak (1987 y 1994).


HISTORIA DE LA LITERATURA NAVARRA,
POR JOSÉ MARÍA CORELLA

23/03/2016

San Fermín


Misionero cristiano, primer obispo de Amiens, cuya iglesia construyó. Fue decapitado a los 31 años de edad, por lo que fue nombrado patrón de Pamplona, Amiens, Lesaca, y co-patrón de Navarra junto con San Francisco Javier

san fermín Pamplona patrón de Navarra
SAN FERMÍN

Según la leyenda, nació en Pompaelo romana (la actual Pamplona), hacia el año 272. Era hijo de un senador pagano de nombre Firmo, un alto funcionario de la administración romana que gobernó Pamplona en el siglo III.

La predicación de San Honesto, quien había marchado a la península tras ser milagrosamente liberado de su prisión en Carcasona, conmovió a sus padres, quienes sin embargo no se convirtieron hasta oír a San Saturnino de Tolosa. El santo habría bautizado a Fermín y a sus padres en el lugar que hoy se llama popularmente como de San Cernin.

Bajo la tutela de Honesto, el joven Fermín aprendió la religión y el arte de la prédica. A los 18 años fue enviado a Tolosa, donde sería ordenado.

Tras predicar en Navarra, marchó a Francia, donde se asentó en Amiens. Habiendo organizado la construcción de la iglesia local, fue nombrado obispo a los 24 años. La oposición oficial a la doctrina cristiana le granjeó la cárcel, donde, tras negarse a cesar su prédica, fue decapitado el año 303.

En 1186, el obispo Pedro de París llevó de Amiens a Pamplona una reliquia de la cabeza de Fermín.

Actualmente su santoral se celebra el 7 de julio. En Pamplona se conmemora con unas fiestas de fama internacional, los Sanfermines, en las que destacan los encierros de toros. Es además patrono de las cofradías de boteros, vinateros y panaderos.

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SAN FERMÍN

17/03/2016

Leyenda de la fuente de San Virila


En el año 928, San Virila era el abad del Monasterio de San Salvador de Leyre. Estando en maitines, es decir, a la hora más temprana para rezar cuando amanece, le comenzaron a entrar dudas sobre la eternidad. Entonces escuchó la dulce música de un ruiseñor y salió en su búsqueda. Perdido en los bosques de la sierra de Leyre, encontró refugio junto a una fuente, y descanso en el canto del pájaro. Terminó el eterno trino y regresó al monasterio, donde a nadie conoció y nadie le reconocía. Dijo ser el abad, y los monjes que allí habitaban lo tomaron por loco. Hasta que alguien recordó el extraño suceso de quien de maitines se ausentó y no regresó. De este modo, y con otras razones, comprendieron quién era y de qué lejano tiempo venía. San Virila despertó de sus dudas y vino a ver que lo que a él le había parecido un instante de paz, resultaron ser cien años de ausencia.

En la actualidad, la fuente de San Virila se ubica en la sierra de Leyre, comunicado con el monasterio mediante un camino. Es el símbolo del milagro de la fuente de San Virila, el abad que cayó en éxtasis místico durante cien años escuchando el canto de un ruiseñor, casi una eternidad.

La interpretación del Canto Gregoriano que realizan los monjes benedictinos del monasterio en el recinto sagrado de Leyre es un viaje a la época medieval, un tiempo más espiritual y a otro ritmo de vida más modesto y pausado. Tan pausado que incluso puede parecer eterno, como el que supuestamente padeció San Virila.

LEYENDA FUENTE DE SAN VIRILA EN EL MONASTERIO DE LEYRE

Blas de Lezo homenaje

 

15/03/2016

Francisco González de Irarrazabal y Andía


Caballero comendador de Aguilarejo en la Orden de Santiago, del Consejo de la guerra en los Estados de Flandes, y veedor general de sus ejércitos, en los que militó a comienzos del siglo XVII

Francisco González Irarrazabal Andía
FRANCISCO GONZÁLEZ DE IRARRAZÁBAL Y ANDÍA

Francisco González de Irarrazabal y Andía era natural de la villa de Tolosa, Guipúzcoa. Comenzó a servir desde su juventud en Flandes y en otras partes corriendo por los grados de aventajado, entretenido, capitán de Infantería, picas, arcabuceros de a caballo, de corazas, de lanzas. Recibió diferentes heridas, quedando prisionero de los holandeses en la batalla de las Dunas.

Tras su rescate fue comisionado para la expulsión de los moriscos del reino de Granada, y nombrado para acompañar hasta Francia al duque de Mayne, cuando vino a efectuar los casamientos de las Personas Reales a España.

Sirvió de maestre de campo en el socorro de la plaza de Mármora con gente a su costa propia. Después, mandó la infantería de Andalucía, y al final de su carrera, en 1625, fue nombrado gobernador de las islas Canarias.

A su regreso para España lo hicieron prisionero los berberiscos. Una vez rescatado rescatado, influyó para que se enviase a las Canarias un jefe militar de continua residencia, como fue el caso de Iñigo Brizuela.


11/03/2016

Armada de Vizcaya y Pedro Navarro en la Conquista de plazas de la costa norteafricana


En 1493, los Reyes Católicos ordenan organizar una Armada para la vigilancia del Mediterraneo. El corso y la piratería de los berberiscos se estaban convirtiendo en un serio problema para el tráfico marítimo mercante de España por el Mediterráneo.

Por orden real, el almirante Juan de Lazcano y un sobrino García López de Arriarán, junto a Pedro de Zafra, se encargan de organizar la flota a principios de 1494 en Tiguente. Consiguieron reunir una gran cantidad de vituallas y armas, de barcos y tripulantes procedentes de España, entre los que estaban los de la Armada de Vizcaya, que aportaba 6 galeotas y 6 tafureras, con más de 2.000 hombres.

Esta gran flota tenía como objetivo llegar hasta Túnez para transportar moros de la recién tomada Granada e intentar la ocupación de la costa, lo que se traduciría además en un freno para las armadas otomanas, que llegaban entonces hasta Orán.

En 1494, Lazcano y otros capitanes inspeccionan las costas africanas, pero al iniciarse la guerra en Nápoles en 1495, las operaciones relacionadas con la ocupación del norte de África fueron sustituidas por las de la primera.

Tras la muerte de Isabel la Católica, el cardenal Cisneros, regente de Castilla, había seguido la política exterior de ocupar bases en el norte de África, apoderándose de sus principales puertos marítimos y de esta manera dificultar las operaciones corsarias contra las costas y el comercio español en el Mediterráneo.

En la Armada de Levante de Gonzalo Fernández de Córdoba, en 1500, se encontraban numerosos marinos vascos. En unos casos, la evidencia está ligada a los apellidos de los capitanes (Ochoa, Rentería, Larrauri, Madariaga, Marquina, Bilbao, Fagaza, etc.), en otros, al origen vizcaíno y guipuzcoano de sus navíos.

Esta armada se reunió con venecianos y franceses en una coalición para frenar la amenaza otomana sobre las costas europeas del Mediterráneo, asediando la isla de Cefalonia, parte del archipiélago jónico, en 1500.

Durante el asalto al castillo de San Jorge destacó un roncalés, Pedro Navarro, un hombre que se haría célebre por el uso de las minas militares. Ésta fue una de las primeras veces que empleó las minas militares de pólvora para derribar un muro del castillo, abriendo paso al ataque de la infantería. También utilizó azufre para quemar a los turcos dentro de sus propias galerías.

Los esfuerzos sobre el norte de África no reaparecieron hasta 1502. En dicho año, Pedro de Zafra organizó una flota, cuyo capitán general sería Íñigo Manrique, y en la que estaban integradas las galeotas de Lazcano y Arriarán, con 240 hombres.

En 1504, esta flota del Mediterráneo partió desde Málaga compuesta por 3 galeras reales, 2 zambras de 50 codos y 8 galeotas, con 1500 hombres de equipaje. Su objetivo era doble: la defensa del Reino de Granada y la invasión de las tierras norteafricanas. Pero la ocupación de Mazalquivir no pudo ser conquistada aquel año y aplazándose para el siguiente, dentro de un nuevo proyecto.

Aunque todavía no se iniciase la invasión de las costas norteafricanas, se reactivó la defensa de la costa granadina, organizándose una flota de galeotas al mando de García López de Arriarán y Juan de Lazcano. Patrullaba el litoral entre Vera y Guadiaro y cada capitán contaba con dos embarcaciones, una de 18 remos y otra de 14, que embarcaban 80 y 60 hombres respectivamente.


Años más tarde, en 1508, a petición de Fernando el Católico, Pedro Navarro persiguió con una escuadra a los piratas berberiscos que habían asolado las costas andaluzas. La expedición partió de Málaga, y Pedro Navarro se aplicó con eficacia, limpiando de piratas tanto las costas españolas como las del norte de África occidental.

El 23 de junio del mismo año, efectuó la conquista del peñón de Vélez de la Gomera, situado a poco menos de cien metros de la villa costera del mismo nombre. Ambos lugares eran un importante núcleo de corsarios. Navarro puso todos los barcos a tiro de cañón del islote, y aquellos huyeron a refugiarse en Vélez. Una vez tomado el peñón, mandó subir la artillería, y con ella destruyó la villa y su puerto. Siendo el peñón un punto estratégico, ordenó su fortificación, dejando en él una guarnición de 32 hombres bajo el mando del alcaide Juan de Villalobos. Posteriormente, auxilió desde el mar a la guarnición portuguesa de Arcila, que estaba siendo atacada por numerosas tropas del rey Fez, y consiguió que éstas levantaran el sitio y se retiraran tras cañonearlas desde los barcos.


En 1509, se organizó en el puerto de Cartagena una flota con el objetivo de continuar las incursiones militares en el norte de África. Al mando se encontraba igualmente el cardenal Cisneros como capitán general de la campaña, siendo nombrado Pedro Navarro como maestre de campo encargado de dirigir las operaciones sobre el terreno. La expedición naval fue financiada por las rentas del cargo de arzobispo de Toledo que tenía Cisneros.

Las fuerzas estaban formadas por 90 naves (80 de transporte y 10 galeras) y 22.000 soldados. De ellas, unas 20 naves de diversas clases (naos, carabelas y goletas) pertenecían al Señorío de Vizcaya, construidas en sus astilleros y dotadas de su con sus correspondientes marineros vizcaínos.

Pronto surgieron fricciones entre el cardenal y el conde. La primera de ellas, a causa del botín obtenido de la captura, antes de partir, de varias fustas moriscas, que Navarro repartió enteramente entre los participantes en los asaltos, en vez de destinar la mitad a financiar la expedición, como estaba convenido.

La flota zarpó el 16 de mayo de 1509 y arribó al día siguiente a Mazalquivir, bajo control español desde 1505. Esta fue la cabeza de puente desde la que partió la expedición el día 18 para la conquista de Orán, cercana e importante ciudad costera de 10.000 habitantes y bien fortificada y artillada.


Finalmente, Navarro planificó un ataque por mar y tierra que culminó a la postre en una fácil victoria. Mientras la armada bombardeaba las murallas, la fuerza terrestre, que Navarro dividió en cuatro cuerpos, se enfrentó con el enemigo a las afueras de la ciudad. La artillería y caballería españolas obligaron a los defensores a replegarse hasta que tuvieron que resguardarse dentro de Orán. Una vez consolidadas las posiciones del sitio, se inició el asalto con escalas, bajo cobertura artillera y con ayuda de minas. Cuando parecía que la batalla se estaba decidiendo en lo alto de las murallas, entraron los atacantes por las puertas de la ciudad. La lucha continuó, por poco tiempo, en las calles y en el puerto.

El resultado final fue, tras apenas dos o tres horas de combate, de entre 4.000 y 5.000 bajas enemigas por sólo 300 propias, y un gran saqueo posterior de la ciudad y los barcos capturados en el puerto por parte de marinos y soldados, que se hicieron con un botín de 500.000 escudos en monedas, mercancías, esclavos y rehenes. Navarro tomó posesión de Orán en nombre del reino de Castilla, por lo que la plaza pasaba a manos de la Corona, privando a partir de entonces del mando a Cisneros, quien tuvo de regresar a España.


Pedro Navarro continuó la campaña de conquista de plazas de la costa norteafricana. Junto a él, tomó parte el alavés Juan de Urbina, en la que conquista de Bujía y Trípoli.

A principios del año 1510 llegó a las cercanías de Bugía con 5.000 soldados para iniciar un ataque contra un reyezuelo llamado Abderhamán que contaba con unos 10.000 efectivos. Fueron los defensores quienes inician las hostilidades mientras los españoles desembarcan, al tiempo que los cañoneaban desde la ciudad. Sin embargo, estos repelieron el ataque gracias a la ayuda de la artillería naval que les protegía, y comenzaron luego el asedio bombardeando desde tierra y mar. Al penetrar finalmente en la ciudad, la mayor parte del combate tuvo lugar en las calles de la ciudad, que se rindió al mediodía tras la huida de Abderhamán y su séquito y la muerte de muchos de sus habitantes.

Tras la toma de Bugía, Navarro supo sacar provecho de las disputas entre Abderrahamán, en realidad un usurpador, y su sobrino, el joven rey Muley Abdalla. Este le guió hasta la cercana sierra en la que se habían refugiado su tío y los fugitivos que se habían reunido con él. El roncalés les atacó por la noche con 500 españoles. Abderhamán volvió a escapar, pero murieron 300 de sus hombres, otros 600 fueron apresados junto a su primera esposa, su hija y altos cargos de la ciudad, y su campamento, con sus muy valiosas pertenencias, fue saqueado y después incendiado por los españoles.


Los contundentes éxitos militares logrados hasta entonces por Navarro intimidaron a los reyes de las ciudades-estado de las actuales Argel y Túnez, que ofrecieron vasallaje al de España y liberaron a todos los cristianos que tenían cautivos.

Después de consolidar el dominio en la región, Pedro Navarro reorganizó la flota en julio del mismo año de 1510 en la isleta siciliana de Favignana y se embarcó con más de 14.000 hombres a la conquista de Trípoli, donde se enfrentaría a un similar número de defensores protegidos por fuertes murallas y baluartes.

Tras el desembarco, entraron en acción las artillerías de ambos bandos y se asaltaron con éxito las murallas. A continuación, empezó una extenuante lucha casa por casa que se prolongó hasta bien entrada la noche, y que se saldó con unos 200 o 300 muertos españoles y 5.000 berberiscos, más otros tantos de estos últimos capturados como esclavos. Una vez más los vencedores se hicieron con un cuantioso botín, incluido el obtenido de la captura de los barcos del puerto, entre ellos cinco naves de auxilio enviadas por el sultán turco y barcos mercantes turcos, albaneses y venecianos o genoveses que arribaron a Trípoli.

Argel, Túnez y Tremecen se sometieron a la autoridad de la Monarquía hispánica.


Otros vascos participantes en la conquista de las plazas africanas:

Joanes de Isasti, nacido en Rentería, fue capitán de barco en la toma de Trípoli y Bujía en 1510. La reina Juana de Castilla le otorgó escudo de armas.

Hernando Leizaola y Laso concurrió a la conquista de Orán en 1509 con nao propia y prestó otros servicios marítimos durante el reinado de Carlos V.

05/03/2016

Adaptación de la geografía diocesana al Estatuto nacional


En 1512, Navarra fue conquistada y tres años después incorporada a la Corona de Castilla. Este hecho tuvo consecuencias en la vida religiosa y en la marcha de la diócesis como tal. Incidió en la propia geografía diocesana, en la incardinación de la Iglesia navarra en el seno de la española y en las relaciones con el poder político. A su vez, a lo largo del siglo XVI se pusieron en marcha los diversos intentos de Reforma de la Iglesia. Ambos fenómenos se entrelazaron en la trayectoria de la Iglesia Navarra.

La incorporación a Castilla coincidió con el desarrollo de la idea del Estado nacional y la Reforma protestante. Entre los objetivos del primero se encontraba el incremento de la cohesión interna de los súbditos y los territorios que lo componían, para los cual puso en marcha el viejo principio de la adaptación de la organización eclesiástica a las fronteras políticas. La Reforma protestante quebró la unidad religiosa de Europa Occidental y obligó a reformas institucionales destinadas a frenar el avance de las nuevas iglesias y sectas. Ambos fenómenos incidían en los territorios guipuzcoanos (arciprestazgo de Fuenterrabía) y navarros (arziprestazgos de Baztán, Cinco Villas y Santesteban) de la diócesis de Bayona. La dependencia de un obispo francés y el miedo a la expansión del calvinismo hicieron que los monarcas españoles presionaran ante la Santa Sede para incorporarse a la diócesis de Pamplona, cosa que Felipe II llevó a cabo en 1567.

CATEDRAL DE SANTA MARÍA DE TUDELA

Poco después se reajustaron las provincias eclesiásticas de acuerdo con las nuevas coordenadas políticas. En 1574 Felipe II consiguió que Burgos se convirtiera en sede metropolitana, a la que fueron adscritas las diócesis de Calahorra y Pamplona. Era un ejemplo más de la adaptación de la geografía eclesiástica a la civil. La nueva provincia eclesiástica castellana incorporaba territorios castellanos (como La Rioja o Vascongadas) y el territorio navarro, ensamblado a la corona castellana por vía de pacto.

Siguiendo el mismo criterio, Felipe II intentó que los territorios navarros dependientes de Tarazona salieran del ámbito aragonés. Para esto pensó en eregir una diócesis en Tudela (1597), pero la muerte del rey hizo fracasar el proyecto, que quedó paralizado durante dos siglos. El auge económico y demográfico de la ciudad a finales del siglo XVIII, su desarrollo cultural y el incremento de las tensiones entre sus deanes y obispos de Tarazona aconsejaron la creación de la diócesis de Tudela. El rey Carlos III promulgó el oportuno decreto (1782), sancionado luego por una bula del papa Pío VI en 1783. Con todo, la nueva diócesis nació lastrada por su pequeñez, que pronto hizo inviable su subsistencia en total independencia.

Este logro se vio compensado por una mutilación de la diócesis de Pamplona, que sirvió para adecuar las fronteras eclesiásticas y civiles de Navarra y Aragón. Para ampliar la diócesis de Jaca e incrementar sus exiguas rentas, el arciprestazgo de la Valdonsella fue segregado de Pamplona e incorporado a Jaca (1785).

CATEDRAL DE SANTA MARÍA DE TUDELA