Con las muestras que reunió de la riqueza incaica, Pizarro decidió marchar a España y exponer el hallazgo a la Corte: objetos tallados en oro y plata, mantas de lana, y hasta un par de llamas. El emperador Carlos V le recibió en Toledo, en julio de 1529; se emocionó tanto al conocer el episodio de los Trece de la Fama que resolvió hacerlos a todos hidalgos, y al que ya lo fuera, caballero de Espuela Dorada. Pizarro fue nombrado adelantado y alcalde de una tierra sin explorar, pero que ya recibe el nombre de
. Las capitulaciones las firmó la reina Isabel de Portugal, esposa de Carlos V y madre del futuro rey Felipe II.
La expedición definitiva partió de Panamá en 1532. Estaba formada por 3 barcos, 185 hombres y 27 caballos, entre los que estaban los 4 hermanos de Francisco Pizarro. Su socio, Diego de Almagro, continuó a cargo de la logística, viajando constantemente a Panamá para proveer a la expedición de lo necesario. Contribuyeron a las primeras fundaciones de Pizarro en el Perú los vascos
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Durante meses, exploraron el territorio, un mundo tan fabuloso como enigmático. Desde el sur de la actual Colombia, a través de Ecuador, cruzaron selvas y pasaron montañas hasta llegar al norte de Perú. Una hazaña física impresionante.
Pero aquel imperio era una civilización en decadencia. Las grandes epidemias habían llegado al menos diez años antes que los expedicionarios. La viruela, el sarampión y la peste porcina se habían propagado desde México hasta Perú y causado estragos, especialmente entre las poblaciones de las zonas cálidas. Las epidemias fueron devastadoras en una población virgen pero suficientemente densa como para transmitir el contagio. Al mismo tiempo una encarnizada guerra civil estaba devastando a la población, ya que los hermanos Atahualpa y Huáscar, pretendientes al trono, luchaban hasta la extenuación. Atahualpa apresó a Huáscar y mandó matar a todas sus mujeres y a todos sus hijos.
Los expedicionarios aprendieron pronto lo que estaba sucediendo en Perú. Conocieron una vieja leyenda que hablaba de los enviados del dios Virococha, blancos y barbudos; pero también vería que bajo el poder de los incas de Cuzco habían varios pueblos oprimidos: huancas, chachapoyas, cañares, yanaconas, etc. Todas aquellas tribus sometidas vieron a los expedicionarios como a libertadores.
Pizarro solicitó audiencia con Atahualpa, enviándole sucesivos mensajes, mientras continuaba al mando de la exploración territorial y contacto con sus gentes. Un día, Pizarro recibe el primer mensaje de Atahualpa, se traba de unos patos degollados, drástica advertencia para que los expedicionarios no avanzaran más. Finalmente, recibió un mensaje que le citaba en Cajamarca, una vieja ciudad abandonada. Pizarro sabía que era tan sólo una trampa, pero como hizo en la isla del Gallo, nada le haría retroceder.
El encuentro tuvo lugar el 15 de noviembre de 1532. Los aventureros de Pizarro quedaron impresionados ante tan enorme ejército: más de 10.000 guerreros divididos en diferentes escuadras, ataviados de distintas maneras, algunos de ellos exhibían armaduras, patenas y coronas de oro o plata. Detrás marchaba una lujosa cohorte de nobles que cantaba y bailaba mientras acompañaba a Atahualpa, sentado en una litera de oro, precedido por siervos que adornan con alfombras el suelo que pisan los porteadores. Enfrente, 156 españoles barbudos y hambrientos, con una fraile dominico llamado Vicente Valverde, unos 20 arcabuces, 70 caballos y unos cuantos falconetes ligeros, pero estruendosos. La aproximación entre la breve compañía de Pizarro y la multitudinaria horda de Atahualpa era pacífica, pero nadie ignoraba que acabase de forma violenta.
Al encuentro fue el padre Valverde, quien intentó presentarse como un enviado de Dios, con una Biblia en una mano y un crucifijo en la otra, objetos que el inca despreció.
Fue gritar "Santiago" y entrar a descabello. Tomaron los falconetes, dispararon los arcabuces, los jinetes se precipitaron sobre la muchedumbre de indios con Pizarro a la cabeza, abriendo hueco y deshaciendo la muralla humana que protegía a su líder, hasta llegar a Atahualpa. El soberano inca fue apresado, sus huestes salieron de estampida o quedaron paralizados ante el disparo de aquellas rudimentarias armas de fuego y su atronador sonido. En media hora de batalla, el imperio más vasto, rico y poderoso de América se derrumbó sobre sí mismo.
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RUINAS INCAS DE MACHU PICCHU |
Atahualpa ofreció a Pizarro un rescate en oro y plata por su libertad. Y este se lo cobró, unos 6.000 kilos de oro y casi 12.000 kilos de plata; una inmensa fortuna que el inca guardaba en Cuzco, su capital. Aquel tesoro está considerado uno de los más ricos de la historia. En el reparto que hizo Pizarro, participaron los vascos
Cristóbal de Mena,
Juan Salcedo,
Gómez Carranza,
Lope Vélez de Guevara,
Pedro de Aguirre,
Nicolás de Azpeitia (Nicolás Sáénz de Elola), de caballería;
Pedro de Vergara,
Juan Pérez de Tudela,
Gaspar de Marquina,
Martín de Marquina,
Francisco Martínez Zárate y
Juan Vergara, de infantería. Estos nombres constan en el
Acta de la repartición del tesoro de Atahualpa, en la
Colección Muñoz. Ms.
Para activar la remisión de los tesoros marcharon al Cuzco
"tres soldados particulares que fueron Pedro Moguer, Francisco Martínez de Zárate y Martín Bueno, los cuales, llevados en hombros de indios, reclinados en hamacas, anduvieron las doscientas leguas que hay de Caxamalca al Cuzco". Estos regresaron con más noticias sobre sus riquezas.
Mientras tanto, el fracasado pretendiente al trono imperial, Huáscar, llegó a Cajamarca. Allí intentó negociar para rescatar a su hermano. Enterado este, ordenó a sus emisarios que lo asesinaran. Los expedicionarios juzgaron al emperador por aquel delito y lo ejecutaron.
En Cajamarca se incorporó Almagro y sus hombres, y junto a los de Pizarro, decidieron emprender camino hacia Cuzco. En noviembre de 1533, esta expedición se presentó a las puertas de la capital. Durante el trayecto, tribus que estaban enemistadas con Atahualpa, partidarias de Huáscar, o en contra de la dominación inca se incorporaron a la expedición, entre ellas, los huancas del valle del río Mantaro.
Pizarro estableció la administración en las ciudades y territorios colonizados: en el acta de fundación de Cuzco, figuran:
Antonio Navarro,
García de Salcedo,
Francisco de Castañeda y
Tomás de Echeandía.
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En 1535, Pizarro fundaba la Ciudad de los Reyes, en el valle de Lima, que estableció como capital del Virreinato del Perú. En el acta de fundación aparece el veedor García de Salcedo, oficial del rey, hijo de Hernando de Salcedo, posiblemente procedente de Güeñes. El primer alcalde de Lima fue Nicolás Ribera, gaditano pero hijo de madre vasca,
Beatriz Laredo y Esquibel, y uno de los
trece de la fama. En la sesión del 13 de agosto de 1535, fue recibido por el regidor perpetuo
Diego de Arbieto, natural de Orduña. En 1536, fue diputado de la ciudad y, en 1537, tenedor de bienes de difuntos.
Pedro Navarro era procurador de Lima en 1537, alcalde en 1543, y más tarde regidor perpetuo.
Según la obra de P. Bernabé
Fundación de Lima, aparecen los primeros pobladores de esta ciudad a los que se les otorgaron solar, algunos de los cuales fueron de origen vizcaíno: los citados
Pedro Navarro y el veedor
García de Salcedo; el escribano del cabildo
Pedro de Castañeda; el encomendero de
Jauja Juan Berrio; el encomendero de Guamanga
Francisco Isasaga;
Jerónimo Zurbano, que fue naviero en el Pacífico y sobrino de los oidores del Consejo Real
Leguizamo y Aguirre;
Juan de Larrínaga, que peleó en Chupas, a favor de Almagro y después tuvo el mando de un navío;
Juan de Larrínaga Salazar, natural de Bilbao, llegado más tarde al Perú, fue electo dos veces alcalde ordinario de Lima. También estaban otros vizcaínos como
Juan López de Recalde,
Luis García San Mamés y
Bachiller Guevara.
En 1534, Almagro fundaba Trujillo, entre los primeros fundadores se encontraban varios expedicionarios vascos:
Pedro Gonzalo de Ayala,
Francisco Pérez de Lazcano,
Pedro Lazcano Gaona,
Domingo de Soraluce,
Juan de Ureña,
Juan Villafranca de Lazcano,
Francisco de Zamudio e
Iñigo Ortíz de Zúñiga. Como primer regidor del cabildo de Trujillo fue nombrado,
Domingo de Solaruce, en 1536, uno de los
trece de la fama.
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CONQUISTA DEL IMPERIO INCA |
Tras la presencia de Pedro de Alvarado en Puerto Viejo (Ecuador), Pizarro y Almagro tomaron sus medidas. En el ejército de Alvarado, compuesto por gente muy experimentada, iban los vascos
Cristóbal de Ayala,
Pedro de Añasco,
Mateo de Lazcano,
Antonio Ruiz de Guevara y
Lope de Idiáquez, y el navarro
Juan de Rada.
Alvarado y Almagro se encontraron en las llanuras de Riobamba y llegaron a un acuerdo. La flota de doce navíos de Alvarado y su tropa expedicionaria se integraba al proyecto colonizador de Pizarro y Almagro. Alvarado recibió cien mil pesos oro a cambio de regresar a su gobernación de Guatemala. El acuerdo fue ratificado por Pizarro en Pachacámac, cerca de donde se emplazaría Lima.
Francisco Pizarro poco a poco fue consiguiendo el control de todo el extinguido Imperio de los incas, pero algunas concesiones a sus hermanos, entre otras razones, produjo el enfrentamiento con su socio Diego de Almagro, quien pretendió estar al mando de la capital. Este asedió Cuzco en 1537, y tras tomar la ciudad, apresó a los hermanos Hernando y Gonzalo Pizarro. Entonces, solicitó la gobernación de la misma a su socio Francisco y encontrar una solución negociada. En aquel ejército almagrista estaban integrados los vizcaínos
Lope de Idiáquez,
Rodrigo de Salcedo,
Vasco de Guevara, el guipuzcoano
Marticote y el navarro
Juan de Rada, hombre de confianza de Almagro. Este ejército había formado parte de la expedición de conquista de Chile, pero Almagro decidió volver al Cuzco después que Rada le llevara las providencias que le había traído Hernando Pizarro de España.
No hubo acuerdo y se desató la lucha entre pizarristas y almagristas. Los hermanos consiguieron escapar, uniéndose a Francisco, y los Pizarro organizaron una ofensiva de la que salieron victoriosos. Almagro fue ejecutado en la batalla de las Salinas, el 26 de abril de 1538, en la que intervinieron muchos vascos:
Pedro de Vergara,
Diego de Urbina,
Alonso Pérez de Esquivel,
Alberto de Orduña,
Alonso de Mendoza y un
Anduiza que lucharon por Pizarro, a los que habrían que añadir los almagristas de la expedición de Chile.
Entre los caídos por los soldados de Pizarro estaban:
Juan de Urrutia,
Pedro de Salazar,
Alonso de Ariza,
Pedro de Leguizamón,
Esteban Francisco de Miravalles y
Juan de Armenta. Fueron apresados, además de Diego de Almagro y su hijo, Juan de Rada,
Lope de Idiáquez,
Juan Ortiz de Zárate y
Vasco de Guevara, además de sus principales capitanes supervivientes. El vasco
Juan de Balsa representaba a Diego de Almagro en el proceso incoado por Hernando Pizarro. Después de tres meses en prisión, Almagro fue ejecutado.
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AMÉRICA DEL SUR, SIGLO XVI |
En 1539, el extremeño fue nombrado marqués gobernador del Perú y autorizó la organización de una expedición hacia Chile al mando de Pedro de Valdivia. Los almagristas fueron desterrados del Cuzco. Diego de Almagro, hijo, y
Juan de Rada quedaron como huéspedes-presos en las casas de Pizarro en Lima, pero pronto fueron puestos en libertad, despojados de todos sus bienes. Almagro declaraba en su testamento que tenía una gran suma de dinero con el gobernador de la que dejaba por heredero al rey.
En virtud de una provisión real nombraba gobernador de Nueva Toledo a su hijo Diego y hasta su mayoría de edad a Diego de Alvarado. Las reclamaciones a este respecto no obtuvieron respuesta, pero se anunciaba la llegada de Vaca de Castro como juez en comisión. Los almagristas, liderados por Juan de Rada, sospechaban que Vaca de Castro venía a favorecer a Pizarro, conocieron la orden de detención del Diego de Almagro, el hijo, y decidieron vengar la muerte de su líder.
Asaltaron los aposentos de Pizarro y dieron muerte a Francos de Pizarro, quien hizo con su sangre una cruz en el suelo momentos antes de morir, el 26 de junio de 1541. Entre aquellos almagristas que acompañaron a Rada estaban
Domingo Ruiz,
Martín de Bilbao,
Juan Sojo,
Bartolomé de Arbolancha y
Martín de Zazo. Entre los heridos que defendían al gobernador se encontraban
Francisco de Vergara y
Juan Ortiz de Zárate.
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ASESINATO DE FRANCISCO PIZARRO POR ALMAGRISTAS |