29/11/2022

Alzamiento sobre el pavés de García Jiménez, por Joaquín Espalter


Alzamiento sobre el pavés de García Jiménez, rey de los Navarros fue realizada por el pintor catalán Joaquín Espalter y Rull, en 1864, para decorar el Salón del Trono del Palacio de Navarra en Pamplona. Este fresco está ubicado en el testero norte de esta sala. Forma parte de una serie de pinturas que expresan hechos destacados de la historia del Reino de Navarra durante la Edad Media.

Esta pintura refleja la proclamación del primer rey de Pamplona, García I Jiménez, quien a su vez fue el primero de la dinastía Iñiga. Se representa al primer monarca pamplonés, alzado sobre su escudo y sujeto por tres de sus nobles, mientras recibe la bendición del obispo de Pamplona y la aclamación del pueblo. La escena tiene como marco un paraje natural con montañas y rocas.

ALZAMIENTO SOBRE EL PAVÉS DE GARCÍA JIMÉNEZ

El Fuero Antiguo y, posteriormente, el Fuero General en el reinado de Teobaldo, establecía el alzamiento sobre el pavés como fórmula de proclamación del rey. A través de este rito se reivindicaba que el poder era concedido por la comunidad y por Dios. Previamente, el príncipe estaba obligado a efectuar el juramento a los Fueros del reino.

ALZAMIENTO SOBRE EL PAVÉS DE GARCÍA JIMÉNEZ

24/11/2022

Batalla de Tamarón


La Batalla de Tamarón fue un enfrentamiento militar que tuvo lugar el año 1037, entre las tropas del rey leonés Bermudo III contra las del rey de Castilla Fernando Sánchez, apoyado por el rey de Pamplona-Nájera García III Sánchez.

Distintas versiones de los hechos difieren tanto en las fechas (30 de agosto, 1 de septiembre o 4 de septiembre), como en el emplazamiento de la batalla (Tamarón, en Burgos, o Támara de Campos, en Palencia). La Crónica najerense, la Crónica silense y Chronicon mundi de Lucas de Tuy además de los Anales Toledanos, Compostelanos y Castellanos Segundos dan como lugar de la batalla el valle de Tamarón. Las crónicas recogen que la batalla se libró después de que Bermudo III pasara la frontera de los cántabros (río Pisuerga) y que tuvo lugar en el valle de Tamarón "super vallem Tamaron", y Tamarón es el actual pueblo de Burgos que se halla en el marcado valle que forma el arroyo de Sambol. Támara, que nunca fue llamada Tamarón, no está situada en ningún valle. Es con De rebus Hispaniae de Jiménez de Rada donde viene la confusión, ya que dicho autor situaba la batalla junto al río Carrión, donde se encuentra relativamente cerca la villa de Támara (Palencia).

REINO DE CASTILLA, SIGLO XI

Los orígenes de la batalla tienen como escenario la Tierra de Campos, los territorios entre el Cea y el Pisuerga disputados entre León y Castilla desde el siglo IX. Dicha zona había sido incorporada a Castilla en tiempos de Sancho III el Mayor, y Bermudo III quería recuperarlas. Fernando I, por su parte, consideraba esa zona como dote de su esposa Sancha, hermana del rey leonés que se había casado con Fernando I.

Las tropas de Fernando I ayudadas por las de su hermano, el rey de Pamplona-Nájera García III Sánchez, vencieron a Bermudo III de León que perdió la vida en la batalla, supuestamente a manos de siete enemigos cuando se adelantaba a sus huestes en busca del conde castellano. Autopsias realizadas en el siglo XX demuestran que sufrió una cuarentena de heridas de lanza, muchas de ellas en el bajo vientre, comunes en otros caballeros medievales una vez desmontados. Por otra parte, el número de heridas pone de manifiesto la saña con la que fue desmontado y matado en mitad de la lucha al caer en medio de las filas enemigas.

BATALLA DE TAMARÓN

"...pero la muerte, lanza en ristre, que es criminal e inevitable para los mortales, se apodera de él (Bermudo) y le hace caer de la carrera de su caballo; siete caballeros enemigos acaban con él. García (rey de Navarra) y Fernando presionan sobre ellos (los leoneses). Su cuerpo es llevado al panteón de los reyes de León. Después, muerto Vermudo, Fernando asedia a León y todo el reino queda en su poder."

Muerto Bermudo III sin descendencia, el trono pasó a su hermana Sancha, que cedió los derechos a su marido Fernando I, que se coronó rey de León.

17/11/2022

Juan Félix Sarasa Istúriz


Guerrillero de la División Navarra a las órdenes de Espoz y Mina y de su tío Félix Sarasa en la Guerra de la Independencia

JUAN FÉLIX SARASA ISTÚRIZ

Juan Félix Sarasa Istúriz
era natural de Berriosuso, Navarra, donde nació en 1792. Era sobrino de Félix Sarasa "Cholín", uno de los lugartenientes del líder guerrillero Francisco Espoz y Mina, que combatió en la Guerra de la Independencia.

En 1810, ingresó en la guerrilla de Observación de los Pirineos, a las órdenes de su hermano mayor. Desde este cuerpo militar participó en numerosas acciones libradas en contra de las guarniciones francesas desde Urdax a Bera, y en las de Lekunberri, Irurtzun y Roncesvalles.

En 1812, fue herido en una pierna durante un encuentro con los franceses y, al no poder continuar en la columna, fue destinado al tercer Regimiento de Navarra. A partir de entonces intervino en numerosas acciones de guerra. Entre ellas, en 1813, en las de Mendívil, Tafalla, Tudela, y en los sitios y rendición de Zaragoza y Jaca.

A lo largo de la contienda fue ascendiendo a sargento, subteniente, teniente, capitán y, en 1814, tras la conclusión de la Guerra napoleónica, se le nombró gobernador del cuartel general de la División Navarra.

Pasó después al Regimiento de Voluntarios de Madrid y, más tarde, al de Infantería de la Reina, hasta 1823. Entonces fue purificado de la conducta que había tenido en el periodo constitucional y en 1826, se le encargó la Habilitación de la clase de Indefinidos de la provincia de Málaga. En 1828 cesó en esa comisión y se le dio la licencia, situación en la que permaneció hasta 1833.

En 1810, ingresó en la guerrilla de Observación de los Pirineos, a las órdenes de su hermano mayor. Desde este cuerpo militar participó en numerosas acciones libradas en contra de las guarniciones francesas desde Urdax a Bera, y en las de Lekunberri, Irurtzun y Roncesvalles.

13/11/2022

Real Compañía Mercante Guipuzcoana de Caracas


A comienzos del siglo XVIII, existían algunas compañías extranjeras que intervinieron en el comercio de las colonias españolas, como la Real Compañía de Guinea y la Compañía de Asiento, francesa e inglesa respectivamente, dedicados a la venta de esclavos en las colonias españolas. Estas empresas aprovecharon el asiento para contrabandear, lo cual perjudicó en gran medida los intereses económicos del gobierno metropolitano y del rey de España.

En consecuencia, el comercio ilegal aumentó en forma alarmante hasta tal punto que el contrabando holandés de tabaco llegó a superar el comercio legal español provenientes de América, y fue necesario combatirlo.

REAL CÉDULA DE FUNDACIÓN DE LA COMPAÑÍA

En 1728, el rey Felipe V y su ministro José Patiño aceptaron la propuesta de los comerciantes vascos liderados por el representante de la Diputación foral de Guipúzcoa, Felipe de Aguirre y decretaron la creación de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, realizándose así la idea de sus fundadores: Raimundo de Arteaga, marqués de Valmediano, Ignacio de la Plaza, José de Areyzaga y Francisco de Munibe, conde de Peñaflorida. Su último director fue José de Lopeola.

Esta compañía tuvo el privilegio de monopolizar todo el comercio de exportación e importación, así como de combatir el contrabando.

Operó desde 1728 hasta 1781 (en 1785 se convirtió en Compañía de Filipinas), tuvo gran influencia en el desarrollo económico, social y político de la colonia, y fue gestionada por capitalistas vascos, principalmente de la provincia de Guipúzcoa. Bajo el patrocinio de San Ignacio se formó esta sociedad mercantil, cuya dirección residió en San Sebastián y, desde 1751, en Madrid, mientras que su sede central en la Provincia de Caracas se estableció en La Guaira.

ACCIÓN DE LA COMPAÑÍA

Las bases del contrato fueron las siguientes:

1. El Rey concedía a la empresa el monopolio comercial con la provincia de Caracas. En tal virtud, era la única que podía vender en la provincia toda clase de mercancías importadas; así como también comprar los frutos del país y llevarlos a España en las cantidades necesarias al consumo de la metrópoli. Los barcos de la empresa podían salir directamente de los puertos de Guipúzcoa y llegar a La Guaira y Puerto Cabello. Una vez abastecida la provincia de Caracas, la empresa podía vender y comprar en las provincias de Cumaná, Margarita y Trinidad y de regreso atracar en Cádiz y pagar los derechos convencionales.

2. La Guipuzcoana debía vigilar las costas y perseguir el contrabando, desde las bocas del Orinoco hasta Río Hacha. Sus barcos, debidamente armados con 40 o 50 cañones, recorrerían las costas. Sus capitanes recibieron patentes de corso, esto es, autorización para apresar las naves contrabandistas y confiscar sus mercancías. Además, la empresa debía mantener varias embarcaciones pequeñas y quinientos hombres para el servicio de guardacostas en el litoral.

El rey garantizó a la Guipuzcoana que ninguna otra persona o empresa recibiría permiso para intervenir en este comercio. Se declaró la protección del Rey a la empresa y se despacharon instrucciones a las autoridades coloniales para que se le dispensara toda clase de facilidades. Por último, el Gobernador de la provincia de Caracas fue nombrado Juez Conservador de la Compañía. De esta manera fue consagrado el carácter oficial de la empresa, en cuyas manos quedó el control económico de las provincias.

EDIFICIO DE LA SEDE DE LA COMPAÑÍA GUIPUZCOANA EN LA GUAIRA

El 15 de julio de 1730, zarparon del Puerto de Pasajes, las primeras naves: los navíos San Ignacio y San Joaquín, y las fragatas Santa Rosa y Guipuzcoana, con un total de 86 cañones y 561 tripulantes. Llegaron a Puerto Cabello el 4 de septiembre.

Los resultados de su actividad fueron plenamente satisfactorios, y los socios capitalistas lograron los objetivos que se habían propuesto al constituir la empresa:

Primero: Aseguraron el comercio con las provincias venezolanas, que antes beneficiaba en gran parte a los contrabandistas extranjeros.

Segundo: Aseguraron el envío de frutos a España, regularizando y aumentando los embarques de cacao y tabaco, principalmente, y de esta manera pudieron rebajar los precios de dichos frutos en la Península.

Tercero: Consiguieron frenar y disminuir el contrabando, persiguiendo y hostilizando a los ingleses, holandeses y demás extranjeros que venían ejerciendo ilegalmente gran parte del comercio de la colonia.

Cuarto: Influyó decisivamente en la política interna de la Provincia de Venezuela, a través de los gobernadores de origen vasco que dirigieron la provincia y la Capitanía General de Venezuela después de su creación en 1777.

Quinto: Los navíos de la Compañía Guipuzcoana fueron los responsables de la introducción de las ideas del Enciclopedismo y de la Ilustración en Venezuela, como señalaba Ramón de Basterra en su obra Los navíos de la Ilustración.

Así pues, no es casualidad que las ideas republicanas de Montesquieu (la división de los poderes, etc.) y de otros filósofos y pensadores europeos, encontraran pronta difusión en Venezuela, donde las familias terratenientes caraqueñas conocían y discutían estas ideas (que durante bastante tiempo estuvieron vetadas en la propia España) lo cual fue el origen, a su vez, de los ideales de independencia americanos. Y tampoco es casualidad que estos ideales surgieran originalmente en Caracas, antes que en otras partes de Hispanoamérica, por el mismo motivo. La frase del Himno Nacional de Venezuela "seguid el ejemplo que Caracas dio" hace referencia a este hecho.

Sexto: La Compañía Guipuzcoana también promovió y tomó parte activa en la exploración del territorio venezolano (por ejemplo, con la expedición de límites en la cuenca del Orinoco en 1750 comandada por José de Iturriaga).

MARINOS MERCANTES VASCOS DE LA COMPAÑÍA

Las inversiones de la Compañía Guipuzcoana fueron muy positivas, pues se construyeron caminos, se fomentaron las siembras y se impulsó el crecimiento de la economía. La compañía se afianzó y estableció un servicio regular entre España y Venezuela. Cada dos meses, un buque mercante proveía a la colonia con artefactos europeos y exportaba los productos del país.

Para fomentar la agricultura y estimular a los hacendados, estableció premios anuales, favoreció la entrada de trabajadores libres y trajo al país más de dos mil esclavos negros, que vendió a los propietarios, lo que permitió el ensanche de los cultivos tropicales. La producción del café aumentó considerablemente, y alcanzó en 1808 a 1000.000 quintales.

El desarrolló la plantación de algodón, y en 1768 se implantó el cultivo de añil, cuya exportación llegó a un millón de libras.

En pocas palabras, a la Compañía Guipuzcoana debió Venezuela su relativa prosperidad económica del siglo XVIII, pero de igual manera, comerciantes, marineros y trabajadores relacionados contribuyeron al desarrollo económico de los puertos marítimo guipuzcoanos, especialmente los de San Sebastián y Pasajes.

COMERCIANTES EN EL PUERTO DE PASAJES

El establecimiento de la Compañía Guipuzcoana significó un cambio profundo en la economía de la Provincia de Caracas. Era la única empresa que podía vender mercancías europeas en Venezuela y la única también que podía comprar los frutos que se exportaban desde allí a España.

Los precios de las mercancías pasaron a ser fijados por comerciantes de la misma empresa, los cuales, naturalmente, eran evaluados de acuerdo a sus conveniencias, en perjuicio de tanto de los consumidores como de los productores locales. Estos no podían comprar ni vender libremente, sino a la empresa, a los precios que ésta fijaba. Además, la compañía estaba en condiciones de castigar cualquier violación a las tarifas y precios impuesta por ella. Por ello, ciertos sectores coloniales comenzaron a oponerse a la operación de la Compañía. Mientras que al principio fue una oposición sorda y legal en tanto que pacífica, llegaría más tarde a ser frontal y violenta.

Entre los movimientos que tuvieron lugar en contra de la Compañía Guipuzcoana, destacan el de Andrés López del Rosario, de 1730 a 1733, y el de Juan Francisco de León, de 1749 a 1750.

Cuarenta años después, en 1789, La Guaira se benefició con el decreto de la Libertad de Comercio sancionado por Carlos III.

CONTRATO DE PROVISIÓN DE ARMAS DE LA COMPAÑÍA

09/11/2022

Palacio de Redín y la calle Mayor de Pamplona


Durante el siglo XVIII, la ciudad de Pamplona experimentó un auge urbanístico debido a que muchos navarros enriquecidos en la Corte madrileña de los Borbones o en los virreinatos del Imperio español levantaron edificaciones palaciegas y señoriales.

Ejemplos de obra religiosa fueron la Casa de Misericordia, en 1706; el Palacio arzobispal, en 1732-1736; el Seminario de San Juan Bautista; la capilla de San Fermín, en 1771; la capilla de la Virgen del Camino, en 1776; y de la fachada neoclásica de la Catedral, en 1783.

Entre las obras civiles hay que destacar el palacio de Goyeneche, el del Conde de Ezpeleta, el del Conde de Guendulain, el de los Navarro-Tafalla y el del Marqués de Rozalejo, además de la Casa Consistorial, en 1752.

También se aprobaron nuevas ordenanzas que favorecieron la renovación de antiguas casas, y la edificación de vivienda de varias alturas sobre las estrechas parcelas medievales.

PALACIO DE REDÍN Y CRUZAT

La céntrica calle Mayor acoge numerosos vestigios de palacios barrocos y escudos nobiliarios del siglo XVIII, un indicativo del estatus social y económico que acogía la calle principal de la ciudad. Destacan tres palacios: el de Redín y Cruzat, el del Condestable y el de Ezpeleta.

El Palacio de Redín y Cruzat es un antiguo caserón renacentista del casco histórico de Pamplona, situado en la calle Mayor. En el siglo XVII, fue reformando, introduciendo elementos barrocos. Se trata de un edificio de tres alturas, con balconada en el intermedio.

Es una casa señorial que perteneció al linaje nobiliario de los Redín y Cruzat. Su fachada conserva el escudo nobiliario, con una leyenda que recuerda a su hijo más ilustre, el maestre de campo en Cataluña y en Navarra, gran prior de Navarra y virrey de Sicilia, Martín de Redín y Cruzat, para conmemorar su nombramiento como gran maestre de la Orden de los Caballeros de San Juan en 1657. Su otro gran personaje histórico fue su hermano, Tiburcio de Redín y Cruzat, gobernador general de la Real Armada y mariscal de campo de los Reales Tercios de Infantería. Aquellos méritos y cargos militares los consiguieron durante el primer tercio del siglo XVII.

Según el Libro de América, el escudo de armas era de azur con una cruz cuartelada de oro y gules. La inscripción de la lápida, en latín, guarda la memoria de Martín Redín, virrey de Sicilia y gobernador de Galicia.

En la actualidad está reconvertido en la Escuela de Música Elemental Joaquín Maya.

ESCUDO DE ARMAS DE REDÍN Y CRUZAT

El Palacio del Condestable es el único palacio pamplonés del siglo XVI, y el mejor ejemplo en estilo renacentista. Su nombre alude a Luis de Beaumont, IV conde de Lerín y condestable de Navarra (primer noble de Reino), quien ordenó su construcción en 1550. En 1564, su familia emparentó con la Casa de Alba, que fue la propietaria del Palacio hasta 1836, siendo morada del general Álvarez de Toledo, el duque de Alba.

En los siglos XVII y XVIII, sede de la Residencia Episcopal, y de forma provisional Casa Consistorial, mientras se construía el moderno Ayuntamiento entre 1752 y 1760. En su interior contiene un patio con catorce columnas octogonales, los enormes arcos ojivales de la planta baja, el aljibe, los salones policromados y de techos artesanados o la exposición de Pablo Sarasate. En la actualidad es un Centro Cívico.

El Palacio de Ezpeleta, del siglo XVIII, posee la portada barroca más espectacular de los edificios señoriales y palaciegos, formado por esculturas de sirenas, guerreros, monstruos, cañones humeantes, etc. Fue construido en 1709 por orden de Agustín de Echaverz, gobernador del Nuevo Reino de León en el virreinato de la Nueva España, y su portada narra de forma escultórica sus hazañas militares. Es merecedora de su encanto la triple galería de arcos en su parte trasera, en la calle San Francisco.

Hay también muchas viviendas más tardías, con fachadas pintadas y decoradas con yeserías, propias de los siglos XIX y principios del XX. La calle tiene un ambiente burgués decimonónico, con fachadas que combinan el ladrillo visto y la piedra, con miradores que alternan con balcones.

Esta vía emblemática es la vieja rúa de los peregrinos a Santiago y vía procesional de los patronos de la ciudad. Su largo recorrido enlaza las parroquias de San Saturnino y San Lorenzo, junto al parque de la Taconera.

ESCUDO NOBILIARIO EN FACHADA DE EDIFICIO

04/11/2022

Reinado de Juana I de Navarra: la reina ausente


En de 1274, fallecía Enrique I, y en la sucesión al trono del Reino de Navarra tomaron parte tres potencias vecinas: Francia, Aragón y Castilla.

Por derecho de sucesión, Juana sería la legítima heredera al trono por ser hija de Enrique de Champaña y de Blanca de Artois. Pero tenía dos años de edad, por lo que reinaría bajo la tutela de su madre. Juana pasaría el resto de su vida en Francia, no regresando a Navarra desde que Blanca se la llevó a sus señoríos de aquel reino. Desde Francia, luchó para que su hija obtuviera el título real navarro.

Ya que el Reino de Navarra dejaría de estar vinculado al entorno español para pasar a la órbita de influencia francesa, Aragón y Castilla trataron de hacerse con el trono.

JUANA I DE NAVARRA

En el Reino de Castilla, Alfonso X el Sabio también presentó la candidatura de su primogénito, el infante Fernando. Tenía los apoyos del obispado de Pamplona y del rico hombre García de Almoravid. Para afianzarla, en septiembre de 1274, Alfonso X sitió a Viana sin conseguir su rendición. Y volvió a fracasar en otro intento, cuando supo la decisión de las Cortes de Olite.

En el Reino de Aragón, Jaime I el Conquistador presentó la candidatura al trono para su hijo Pedro, si era esa la voluntad de los señores del reino. Este ofrecimiento, se consumó tras negociaciones en las Cortes de Olite, reunidas el 1 de noviembre de 1274, cuya resolución aceptaba a Pedro de Aragón como rey de Navarra en futuro matrimonio con Juana. Los señores prestarían juramento a este pretendiente tan pronto como llegase a Navarra. Este reino ya tenía el precedente de unión dinástica con Aragón con Sancho Ramírez, Pedro I y Alfonso I el Batallador unas décadas atrás.

Blanca de Artois consiguió el apoyo del concejo de Estella y del rico hombre Juan Sánchez de Monteagudo, junto a la influyente judería, a los que convenció que por legitimidad dinástica convenía más al reino el principio electivo de Juana. Aquellos confederados proclamaron de forma unilateral guardar el castillo de Estella para la princesa en diciembre de 1274. Acto seguido, nombró a Pedro Sánchez de Monteagudo como regente del reino para mantener la unidad en defensa de los derechos sucesorios de Juana. La Junta de los infantes de Obanos se sumó a la lucha.

Fue el inicio de una larga estrategia que estaba tramando Blanca en calidad de regente. A inicios de 1275, se trasladó a París, y allí entregó la regencia de Navarra a su primo Felipe III el Atrevido. Ambos acordaron el matrimonio con el futuro rey francés Felipe IV el Hermoso.

El rey de Francia exigió a los ricos hombres y caballeros navarros cuáles eran las condiciones que debería asumir un gobernador nombrado por él. La respuesta, fechada el 8 de julio de 1275, fue el respeto a los fueros del reino y a los privilegios de los ricos hombres, infanzones y buenas villas y encomiendas.

Sin embargo, el reino estaba dividido: el gobernador Sánchez de Monteagudo tenía preferencia por el aragonés Pedro; otros ricos hombres, como García de Almoravid, se inclinaban por la candidatura castellana de Fernando. Ante este bloqueo, el rey francés reaccionó nombrado nuevo gobernador a Eustaquio de Beaumarchais. Este juró los fueros del Reino en Pamplona, y exigió juramentos a los ricos hombres y buenas villas. Ganó el apoyo de los infanzones y la enemistad de los ricos hombres.

Esta tensión reactivó los enfrentamientos violentos de los barrios de Pamplona debido también a la construcción de murallas y torres defensivas en la Navarrería, en desacuerdo con San Cernin y San Nicolás. Los ricos hombres apoyaron a la Navarrería, así como el obispo y el cabildo catedralicio. Los encuentros fueron tan crueles que el gobernador tuvo que refugiarse en los burgos de francos. Además, el exgobernador Sánchez de Monteagudo fue asesinado por un complot encabezado por su enemigo García de Almoravid. Y este enfrentamiento político-social llegó a una lucha militar.

JUANA I DE NAVARRA Y EL REINO DE NAVARRA

En septiembre de 1276, el ya proclamado rey regente Felipe el Atrevido envió un poderoso ejército que cruzó los Pirineos y sometió a toda Pamplona: saqueó y destruyó todo el barrio de la Navarrería y ejecutó penas de muerte a muchos resistentes. Este enfrentamiento es conocido como la Guerra de la Navarrería.

La Navarrería no fue reconstruida hasta cinco décadas después bajo el reinado de Carlos III el Noble. La catedral sufrió una amplia destrucción y hasta el sarcófago de Enrique I fue profanado. El obispado sólo pudo pactar con el gobernador francés mediante la cesión de control temporal de la mitad de Pamplona. Además, los rebeldes debían indemnizar los destrozos causados a los barrios de San Cernin y San Nicolás. Años después, el papa de Roma sancionó los castigos impuestos a la sede episcopal pamplonesa.

El 7 de noviembre de 1276, el rey castellano Alfonso X firmó una tregua con el francés, que se renovó en 1280. Viendo los problemas sucesorios que se presentaban en su reino prefirió acabar con la presión diplomática y militar sobre el reino pirenaico. La paz entre Castilla y Navarra fue definitiva durante mucho tiempo gracias al acuerdo firmado en Vitoria en 1301, entre el gobernador Alphonse de Robray y la reina regente María de Molina, negociación en la que solucionaron quejas y reclamaciones mutuas.

Las relaciones entre Francia y Aragón no fueron tan pacíficas ya que ambas entidades estaban disputando la sucesión al trono del Reino de Sicilia. Y, en 1284, los aragoneses atacaron Tudela y su vega.

El 16 de agosto de ese mismo año de 1284, la reina titular de Navarra, Juana I, y el delfín de Francia, Felipe IV, contrajeron matrimonio según lo pactado. Un año después, pudieron ejercer labores reales por la muerte de Felipe III el Atrevido, tanto en Francia como en Navarra.

Durante su reinado, ni Juana I ni Felipe IV llegaron a visitar Navarra, y a duras penas se atrevieron a jurar los Fueros del Reino una década y media después y tras un intento de rebelión de todos los estamentos sociales. Felipe IV el Hermoso, rey de Francia y de Navarra, fue la autoridad suprema en este último territorio y gobernó con mano firme. Al menos, Navarra había ganado un dominio pacífico sobre casi todos los señoríos del otro lado de los Pirineos occidentales.

Nunca existió una buena relación entre ambos reyes con los diferentes estamentos navarros. Una de las medidas a las que se opusieron fue la circulación de los torneses, monedas de plata francesa, junto a los sanchetes, monedas de plata navarras, ya que suponía la devaluación de su sistema monetario.

En 1297, la Junta de Infanzones de Obanos y la Junta de Buenas Villas firmaron un manifiesto por el cual si alguna entidad política superior quisiera dañarles se opondrían con la fuerza de las armas. La tensión fue incrementándose hasta que los doce ricos hombres, las buenas villas, los delegados de los valles, el obispo de Pamplona, y el de Calahorra, que poseía dominios en Navarra, se alzaron en defensa de los fueros del Reino en Pamplona.

El alzamiento resultó infructuoso ya que la administración del reino estaba controlada por gobernadores franceses: Beaumarchais, Reinault de Rouray, Clemente de Launey, Simón de Melun, etc. Además, casi todos los castillos estaban en poder de señores franceses, así como la alferecía mayor, apoyados por una guarnición militar permanente de unos 400 efectivos.

Para calmar la tensión, en agosto de 1299, se convocaron Cortes Generales en las que los navarros expusieron sus agravios. Entre las demandas estaban el juramento de los reyes, que finalmente se hizo en París, y el reconocimiento de Felipe IV como un rey extranjero de Navarra, admitiendo solo a Juana I como reina titular y legítima por ser hija de Enrique I. Además, reconocían a Luis, hijo de Juana, como titular directo de Navarra al cumplir los veintiún años de edad, o si esta moría antes que su esposo. Si por cualquier causa fallecía el heredero a la corona navarra, Felipe IV permitiría que los tres estados (nobleza, clero, villas) acordasen un príncipe bajo el principio electivo. Fue una estrategia para evitar que el Reino se convirtiese en una provincia de Francia, y que al final un rey francés alcanzase el título real.

El 4 de abril de 1305, moría Juana I, la última representante de la dinastía de Champaña en el trono navarro, tras su abuelo Teobaldo I, su tío Teobaldo II, y su padre Enrique I.

Dos años después, en 1307, el joven Luis hacía el juramento como su heredero al trono. Felipe IV se mantuvo como rey regente hasta el 29 de noviembre de 1314, momento en el que su hijo Luis X le Huntin de Francia fue proclamado rey de Navarra, Luis I el Obstinado.

01/11/2022

Juan de Álava


Arquitecto de la catedral nueva de Salamanca, considerado como uno de los más destacados representantes del plateresco español

CATEDRAL DE SALAMANCA

Juan de Álava
era natural de Larrínoa, Álava, donde nació en 1480, fue llamado también Juan de Ibarra. Se formó en la escuela estética del gótico español del período de los Reyes Católicos, al que incorporó novedades renacentistas, siendo uno de los iniciadores del estilo plateresco. Fue un arquitecto que se centró más en los elementos decorativos que en los técnicos hasta tal punto de que sus ornamentaciones desdibujan las formas estructurales. La influencia renacentista, como el uso de grutescos, se debe a un posible viaje a Italia en 1502 o 1503. Parece que fue discípulo de Juan Gil de Hontañón.

En 1515, junto con Enrique Egas fue el responsable de la Capilla Real de la Catedral de Sevilla.

En 1517, se hizo cargo de la construcción de la fachada principal de la Catedral de Plasencia.

Trabajó principalmente en Salamanca donde, entre 1520 y 1535, dirigió las obras de la nueva Catedral de Salamanca, cuya fachada decoró con elementos renacentistas, grutescos y otros elementos de clara referencia medieval como las estatuas de santos situados en repisas, bajo doseletes góticos, la capilla de la Universidad o la Casa de las Muertes o la fachada del Convento de San Esteban. En este último edificio religioso coincidiría con otro alavés universal, Francisco de Vitoria, fundador de la Escuela de Salamanca y catedrático de la Universidad.

CONVENTO DE SAN ESTEBAN Y FRANCISCO DE VITORIA

Entre 1521 y 1525, realizó diversos trabajos por encargo del arzobispo Fonseca en Santiago de Compostela, como el claustro de la Catedral, la capilla de las Reliquias y la capilla de la Concepción y, en Salamanca, el Colegio Mayor de Santiago el Zebedeo o Colegio de Fonseca. En esta última ciudad murió en 1480.

Juan de Álava está considerado uno de los más destacados representantes del estilo arquitectónico del Plateresco español, ya que fue el que mejor asimiló el concepto decorativo propio del Renacimiento italiano pero adaptándolo a un arte auténticamente español.

CATEDRAL DE SALAMANCA