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07/05/2023

Francisco de Ibarra y Arandia


Adelantado, gobernador y capitán general del Reino de Nueva Vizcaya en 1562, extendió el territorio del Virreinato de la Nueva España hacia el norte, fundó ciudades como Durango, San Sebastián y Nombre de Dios, descubrió yacimientos mineros de plata y pacificó la región de los tepehuanes y chichimecas

FRANCISCO DE IBARRA Y ARANDIA

Francisco de Ibarra y Arandia era natural de Éibar, Guipúzcoa, donde nació en 1539, aunque algunas fuentes lo sitúan en Durango, en el Señorío de Vizcaya. Fue hijo de Pedro Sáenz de Ibarra y Marquiegui y de María de Ibáñez y Arandia. Pero sería tu tío Diego de Ibarra quien determinaría su futuro en el Virreinato de Nueva España. Este era adelantado y gobernador de Zacatecas en el Reino de Nueva Galicia, presidente de su Real Audiencia y alcalde mayor del Ayuntamiento, además tenía explotaciones mineras de plata y ganado, y había casado con la hija del virrey Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón.

Desde esta posición, consiguió que Francisco viajase a Nueva España siendo muy joven, para servir como paje en la gobernación del virrey, mientras seguía estudiando, siempre apoyado por su tío.

En 1554, a los dieciséis años de edad, Francisco fue nombrado capitán de una expedición exploradora y colonizadora de las tierras ubicadas más al norte de Zacatecas. El virrey le confió esta empresa es porque le conocía de haber sido su paje, y porque su tío Diego era el marido de su hija, además de ser este quien pagó los costes con el dinero obtenido de las explotaciones mineras. Posiblemente fue el primer menor de edad en liderar una expedición de conquista en toda la historia de la Humanidad, un hecho insólito.

El objetivo era la búsqueda de nuevos yacimientos argentífero y fue financiada por Diego mediante una aportación personal de 200.000 ducados. Partió desde Zacatecas al mando de una caravana exploradora formada por 30 soldados, el capitán segundo Juan de Tolosa, el eclesiástico Juan García, y más de una centena de indios de servicio, que llevaban caballos, provisiones y ganado.

Exploró amplos territorios en la explanada norte de la actual República de México, sin apenas utilizar la violencias contra las tribus indias autóctonas. Fundó los pueblos de Bautismo y San Miguel, tomó contacto con los indios saín, encontró las minas de San Martín gracias a Juan de Tolosa, descubrió el valle de San Juan y las minas de San Lucas, la laguna de Cuaimapé, Capinamaíz, Ocotón, Cacaria y el valle de Guatimapé. En el pueblo indios Olla fue herido en una pierna durante una pequeña emboscada. Tras descubrir el valle de Guadiana, montó un campamento para recuperar a la tropa de la fatiga y regresó a Zacatecas.

ESCULTURA DE FRANCISCO DE IBARRA Y ARANDIA

A partir de esta expedición, comenzó un proceso de fundación de haciendas agrícolas y ganaderas, y de descubrimientos de minas de plata que fueron explotadas. Francisco se había convertido en un minero importante en el territorio norte de la Nueva España, sobre todo en Avino, lugar que él mismo había contribuido a colonizar.

En 1561, Francisco fundó Nombre de Dios, la primera misión religiosa de la Orden franciscana, pero se instaló en las minas de San Martín, a las que defendió de posibles incursiones de indios levantiscos.

En 1562, fue nombrado gobernador y capitán general de las tierras descubiertas y colonizadas, por orden del virrey, y las dio el nombre Reino de Nueva Vizcaya, en un claro homenaje al Señorío de Vizcaya. Partió hacia San Martín, y al llegar a la misión de Nombre de Dios decidió refundarla en ciudad civil, repartió solares a sus habitantes para trabajarlos, roturó los límites y asignó cargos municipales.

En 1563, partió de San Martín hacia el norte de su gobernación con el objetivo de encontrar una ciudad con amplias riquezas en oro y plata, llamada Topia. Esta aventura en búsqueda del "el Dorado" le llevó a pasar por Culiacán, Chiametla, Sinaloa, y el norte de Chihuahua. Eran los territorios más septentrionales, sobre todo por las actuales regiones de Sonora y Sinaloa.

Tras pasar por Nombre de Dios y Avino, llegó al valle de San Juan, un punto estratégico donde establecer su cuartel general para los siguientes años. Entre los oficiales de su vanguardia militar había algunos vascos: Martín de Rentería, Andrés de Ibarra, Martín de Arana, Martín López de Ibarra.

En el valle de Guardiana, Francisco fundó la ciudad de Durango (Vitoria de Durango), que convirtió en la capital del Reino de Nueva Vizcaya. Se proclamó gobernador, a Martín de Arriola como teniente gobernador, y a Martín López de Ibarra como tesorero. Hizo construir edificios con los beneficios de sus minas de Avino, organizó la actividad económica y el repartimiento de terrenos de cultivo, y llegó a tener unos 500 habitantes.

DURANGO, SIGLO XIX

En la Navidad de 1563, permaneció en el valle de San Juan, organizando la exploración de Topia. En primavera de 1564, tomó contacto con los pacíficos indios acaxee. Cuando no encontró lo que buscaba, dejó una guarnición y prosiguió más adelante hacia lo que es el actual Estado de Sinaloa. A orillas del río del Fuerte, donde fundó la villa de San Juan Bautista de Carapoa (El Fuerte), en 1565, y decidió regresar.

En 1565, recibió una orden del virrey para explorar y colonizar Chiametla, resultando una expedición más fácil que las anteriores.

En 1567, fundó la villa de San Sebastián (Concordia), en un claro homenaje a sus orígenes guipuzcoanos.

Cansado de tanta aventura expedicionaria, se instaló definitivamente en Durango, en la Provincia de Chiametla, para dedicarse a la administración del Reino novovizcaíno, mientras desarrollaba sus actividades ganaderas, agrícolas y ganaderas.

En 1570 hizo una lista de las minas y poblados descubiertos por él, donde incluía a Nombre de Dios, Fresnillo, Nieves, Sombrerete, San Martín, Ranchos y Avino. Estas minas fueron trabajadas por más de 20 años, correspondiendo un millón de pesos oro al quinto real, a pesar de la falta de mano de obra y de mercurio.

Por orden real expedida el 1 de junio de 1574, Felipe II le confirmó sus cargos y le concedió una pensión de 2.000 ducados anuales.

En 1575, falleció en las minas de plata de Pánuco, enfermo de tuberculosis, a la edad de 37 años. Fue enterrado en la iglesia de San Sebastián de Chiametla, en municipio de Concordia, con su vestimenta de noble hidalgo y sus dos espadas.

En su testamento explicó lo muy agradecido que estaba con su tío Diego, por todo el apoyo que le ofreció durante su vida:
"Declaro que mi tío Diego de Ibarra me ha dado mucha cantidad de pesos y en su hacienda he gastado yo muchos dineros y otras cosas; si quisiere ser pagado dellos, se pague conforme a lo que él dijere; le suplico tenga atención a que por su respeto vine de los Reinos de España y me tuvo y me crió en su casa y que conforme a esto haga lo que le pareciere."
En el documento nombró como sucesor en el gobierno a su hermano menor, el licenciado Juan de Ibarra y Arandia, a quien se expidió el título al año siguiente. Encontrándose en Cádiz en preparación para embarcar en la flota del general Antonio Manrique, falleció en el mismo puerto, con lo cual quedó sin efecto el nombramiento. Finalmente, el cargo de gobernador del Reino de la Nueva Vizcaya pasó a poder del tío de ambos, Diego de Ibarra y Marquiegui.

NUEVA Y ANTIGUA IGLESIAS DE SAN SEBASTIÁN DE PÁNUCO (CONCORDIA)

09/04/2015

Linaje Ibarra de Éibar


Hubo tantos solares en el Señorío de Vizcaya, la Provincia de de Guipúzcoa y el Duranguesado con referencia al linaje de Ibarra, que no se puede señalar a alguno como origen del apellido. De todos ellos, los Ibarra de la villa guipuzcoana de Éibar han aportado una importante saga de militares, de colonizadores del Nuevo Mundo y de administradores imperiales de la Monarquía hispánica tanto en Europa como en América. Fundada por Alfonso XI en 1346, en la orilla del río Ego, afluente del Deva, esta villa se distinguió como un pueblo fabricante de armas principalmente arcabuces y lombardas, con destino en gran parte para los Reales Tercios de Infantería españoles.

Los Ibarra de Éibar, como su significado indica, procedían de la parte de la ribera en el arrabal (Errebala). Existen datos documentales del siglo XV según cuales hubo alcaldes de apellido Ibarra o que los vecinos se reunían en el arrabal cerca de la Casa Ibarra de Suso (Ibarra-goikoa) para resolver sus asuntos.

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CALLE EGO-GAIN DE EIBAR Y ESCUDO DE IBARRA

La noticia más antigua de la familia Ibarra de Éibar está datada en 1452. Relata que Martín López de Ibarra y su hermana María López de Ibarra dividieron a medias el patrimonio familiar con todos sus montes, heredades, casas, molinos, huertas y demás pertenencias, formando desde entonces las dos casas solariegas Ibarra de Suso e Ibarra de Yuso (lbarra-golkua e lbarbea) próximo a lbarrekruz. Estaban asentadas en el antiguo arrabal de la villa, muy cercanas entre sí, pero desaparecidas en la actualidad.

La más notable era la Casa Ibarra de Suso, con torre central de planta cuadrangular, que fue ampliada con la casa palaciega contigua durante el siglo XVI, y que ostentaba el blasón de armas sobre el balcón abierto en el ángulo de la fachada. Su promotor fue Pedro de Ibarra y Eguiguren, contador del emperador Carlos V, y por eso se popularizó con el nombre de Kontadorekua, la Casa del Contador. Pedro se casó con Ana de Unzueta, heredera del solar Unzueta de parientes mayores del bando oñacino, sito en el mismo Éibar, y se proclamó señor de la casa de Unzueta, como se puede leer en su lauda sepulcral existente en la vizcaína Colegiata de Cenarruza, que antiguamente fue la parroquia del bando de Oñaz. Los descendientes de estos Ibarra fueron miembros principales en las distintas órdenes militares, para lo cual litigaron no pocas veces en las Reales Chancillerías de Valladolid y Granada.

Tras la pérdida troncal del linaje, la casa fue pasando a otros propietarios hasta fue adquirida por un militar arcabucero del Ejército español y hábil orfebre Eusebio de Zuloaga, en 1861, donde nació su nieto, el célebre pintor Ignacio de Zuloaga.

ESCUDO DE ARMAS IBARRA

El escritor Gregorio de Múgica y Múgica ha estudiado a los más destacados eibarreses con este apellido en su obra Monografía histórica de Éibar. Si por algo han destacado los Ibarra de Éibar en la historia ha sido por formar parte de las primeras oleadas descubridoras y colonizadoras del Virreinato de la Nueva España durante todo el siglo XVI.

Entre los primeros eibarreses que emigraron al Nuevo Mundo figuran Martín de Ibarra y Laurenbide en setiembre de 1526 y Ortuño de Ibarra y Mendilibar en 1538.

La familia de eibarreses asociada a la conquista y colonización en el Virreinato de la Nueva España es la que lideraron Diego de Ibarra y Francisco de Ibarra. Procedían del arrabal de Yuso, adelante del camino real, y la rivera del Ego.

Miguel de Ibarra y Marquiegui fue el primero de la familia que pasó al Virreinato de la Nueva España. Desempeña un papel activo y notable en las batallas del peñón de Nochistlán y del Mixtón, que consiguió la definitiva pacificación de Reino de Nueva Galicia. Fue cofundador de la ciudad de Guadalajara junto a Cristóbal de Oñate, defensor frente a los ataques indios y su primer alcalde en 1539.

Diego de Ibarra y Marquiegui fue expedicionario y colonizador en el Virreinato de la Nueva España. En 1546, descubrió las minas argentíferas de Zacatecas, fundó dicha ciudad y fue su alcalde, además de gobernador de Nueva Vizcaya.

Francisco Ibarra y Arandia, sobrino de Diego, fue el principal promotor de la conquista y colonización del Reino de la Nueva Vizcaya del Virreinato de la Nueva España en 1554, fue su primer adelantado, gobernador y capitán general, descubriendo ricas minas argentíferas y fundando importantes ciudades como Durango, El Fuerte, Concordia o Nombre de Dios.

Bartolomé de Ibarra fue contador del virreinato de la Nueva España en la ciudad de México.

Miguel de Ibarra fue juez de testamento, capellanías y obras pías en el Arzobispado de México. Fue catedrático en propiedad de la cátedra de Derecho en la Real Universidad mexicana.

ESCULTURA MIGUEL DE IBARRA Y MARQUIEGUI EN GUADALAJARA

Cuando la mayor parte del territorio del Virreinato del Perú estuvo colonizado y las estructuras administrativas establecidas, varios fueron los eibarreses con este apellido que sirvieron en cargos de poder.

Miguel de Ibarra y Amaya fue el séptimo presidente de la Real Audiencia de Quito en 1600, uno de los más valorados del periodo virreina español. Fundó la ciudad de San Miguel de Ibarra en el norte de Ecuador, fomentó la industrial del textil buscando el desarrollo de los obrajes de las encomiendas, y desarrolló la industria minera de Zaruma.

Antonio de Ibarra no nació en Éibar, pero era sobrino del eibarrés Francisco de Ibarra, el fundador de Nueva Vizcaya. Estudió Cánones en la Universidad de México, doctorándose en 1591. Enviado al Perú, sirvió como corregidor de Parinacocha y Cajamarca, y fue abogado general de los indios, asesor del virrey Luis de Velasco y fiscal interino de la Real Audiencia de Lima. En 1607, fue nombrado fiscal de la Real Audiencia de Charcas, y oidor del mismo en 1613.

Diego López Ibarra fue capitán y sargento mayor en la Capitanía General de Chile en 1657, llegando a ser general de flota de galeones en 1672.

Antonio de Ibarra fue oidor de la Real Audiencia de las Charcas, en el Perú. Auditor general de la gente que luchó con ocasión de la guerra que España sostuvo en Sajonia. Más tarde ocupó los cargos de camarero del papa Paulo III, abad de Santa Vitoria de Milán y canónigo.

ESCULTURA MIGUEL DE IBARRA Y AMAYA EN QUITO

Una de las ramas de este linaje Ibarra de Éibar fue la que encabezó Francisco de Ibarra e Ibarra, con gran tradición en las armadas y ejércitos de la Monarquía española de los siglos XVI y XVII.

Francisco de Ibarra e Ibarra nació a comienzos del siglo XVI. Combatió con el duque de Alba en la Guerra de Lombardía. Fue comisario general del Tercio de Infantería, proveedor general de los Ejércitos, y miembro del Real Consejo de Guerra. Fue veedor general de la Real Armada de la Liga cristiana que tomó parte en el combate de Lepanto, luchando a las órdenes de Juan de Austria. Falleció en Madrid, en 1580. Sus hijos fueron Cristóbal de Ibarra y Aizpiri Vargas; y Diego de Ibarra y Aizpiri Vargas.

Diego de Ibarra y Aizpiri Vargas fue veedor general del Reino de Sicilia y, después, de los Estados de Flandes. Luchó en el combate de Lepanto junto a su padre. Por tan gran victoria consiguió ser caballero de la Orden de Santiago, gentil-hombre de la Cámara y mayordomo del archiduque Alberto, superintendente de la Real Hacienda, embajador extraordinario en Francia desde 1593 y veedor general en los estados de Flandes. Alcanzó su cumbre en la administración de Felipe III cuando fue nombrado miembro del Consejo de Estado y Guerra. Falleció en Madrid, en 1626. Hijos suyos fueron Francisco de Ibarra y Baresi y Carlos de Ibarra y Baresi.

Francisco de Ibarra y Baresi nació en Palermo mientras su padre servía como veedor general de Sicilia. Fue caballero de la Orden de Santiago en 1604, y gentilhombre de Cámara del archiduque Alberto de Austria. Se casó con María Enríquez Boonen, natural de Bruselas.

Carlos de Ibarra y Baresi fue almirante de la escuadra de Cantabria, pasando a Berlingas en 1616. Tomó parte en la victoria alcanzada contra los holandeses en el estrecho de Gibraltar en 1627 y el año siguiente recibió el encargo honroso de organizar una flota. En 1633, fue general de la Real Armada de la guarda de la Carrera de Indias encargada de escoltar a la flota de galeones mercantes. En 1638, obtuvo sonada victoria contra la escuadra de Pie de Palo en aguas de Cartagena de Indias. Tenía los títulos de vizconde de Centenera, que se le concedió en 1637; primer marqués de Taracena en 1639; comendador de Villahermosa en la orden de Santiago; gentil-hombre de boca del rey; miembro del Real Consejo de Guerra; y caballero de la Orden de Alcántara. Murió en Barcelona en 1639 y fue enterrado en el convento de San Francisco de esta ciudad.

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PLAZA DE UNTZAGA DE EIBAR Y ESCUDO DE IBARRA

Otros varios eibarreses sirvieron en los Tercios de Infantería y Flotas armadas del Ejército español durante las largas contiendas que los monarcas de la dinastía de los Habsburgo mantuvieron con las potencias enemigas.

Pedro Ortuño de Ibarra y Mendilibar era hijo de Ortún Sánchez de Ibarra y de María de Mendilibar, vecinos de Éibar. Comenzó a servir en el Ejército de la Monarquía de Carlos V, llegando a ser capitán de infantería. Durante una batalla, Ortuño mató al veneciano César Fragoso y al español Pedro Rincón en el río Po, embajadores de Francisco I de Francia, que iban a pedir ayuda a los otomanos, en lugar de rendirse. El rey francés reclamó la entrega de Ortuño a su primo y rival político Carlos V, y por consejo del emperador español cambió el apellido Ibarra en Inarra, para librarse del castigo. Este lance ocurrió durante las Guerras franco-española de Italia, durante toda la mitad del siglo XVI. Fue veedor general en Milán y caballero de la Orden de Calatrava.

En 1538, partió con destino al Virreinato de la Nueva España, participó en alguna expedición de colonización y llegó a ocupar el cargo de tesorero general y factor real.

Esteban de Ibarra fue secretario del emperador Carlos V y miembro del Consejo de Guerra en 1547. Sirvió en las galeras de Alemania y se señaló en la prisión del duque de Sajonia, por lo cual el emperador Carlos V le otorgó el título de castellano de la fortaleza de Manfredonia.

Francisco de Ibarra fue comendador de la Orden de Santa Cruz de la Zarza en Castilla, proveedor y comisario general en las armadas y ejércitos de España desplegados en Flandes en 1570, y miembro del Consejo de Guerra de Felipe II.

Juan de Ibarra fue general de marina en la Carrera de las Indias. Tomó parte de la Grande y Feliz Armada que en 1588 se dirigió a la conquista de Inglaterra, a las órdenes de Oquendo en la Armada de Guipúzcoa, mandaba la urca Santa María del Juncal.

Cristóbal de Ibarra fue capitán de caballería ligera en los Tercios de Milán y caballero de la Orden de Santiago, que murió luchando en el cerco de Ginebra, yendo al frente de dos mil caballeros.

Francisco de Ibarra fue maestre de campo y de la cámara del archiduque Alberto en Flandes, miembro de la Orden de Santiago, que falleció en alguna batalla de la Guerra de los Treinta Años en 1622.

Lucas de Ibarra fue pagador general de ejércitos y revisor de las cuentas del patrimonio real en Sicilia.

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PLACA CONMEMORATIVA A FRANCISCO DE IBARRA

Otros tantos se quedaron en la España peninsular sirviendo en las administraciones política de la Monarquía de los Austrias:


Esteban López Ibarra fue secretario de los Reales Consejos de Guerra y de Hacienda, caballero de la Orden de Santiago, y fundador de la basílica de San Esteban en su Éibar natal.

Pedro de Ibáñez Ibarra fue oidor en la Real Audiencia de Sevilla, proveído por gobernador de la isla española de Santo Domingo.

Juan de Ibarra fue secretario y consejero del Real Consejo de Indias y caballero de la Orden de Calatrava.