07/01/2018

Diego de Ibarra y Marquiegui


Gobernador y adelantado del Reino de Nueva Vizcaya del Virreinato de la Nueva España entre 1576 y 1600, fundador de las minas argentíferas de Zacatecas en 1546 y de la ciudad de Zacatecas en 1548, y presidente de su Real Audiencia

DIEGO DE IBARRA Y MARQUIEGUI

Diego de Ibarra y Marquiegui fue un hidalgo guipuzcoano natural de Éibar, donde nació posiblemente en 1520. Sus padres fueron el licenciado Francisco Pérez de Ibarra, juez del condestable de Castilla, y María Pérez de Marquiegui, y tuvo varios hermanos y hermanas, de los cuales Miguel de Ibarra, estuvo en el Virreinato de la Nueva España.

Miguel de Ibarra había tomado parte de la expedición de Nuño Beltrán de Guzmán para la conquista y colonización de la provincia de Nueva Galicia con el rango de capitán. A partir de 1533, se asentó como regidor de la ciudad de Guadalajara, ascendiendo a alcalde a finales de la década.

Cuando Diego de Ibarra partió desde Sevilla a Nueva España, había conseguido un empleo como maestresala en el séquito del condestable de Castilla, quizás porque su padre trabaja como juez del condestable. A su llegada, en 1540, participó en la Guerra del Mixton, contra los chichimecas ubicados en la recién fundada Nueva Galicia, territorio de la zona central de la costa del Pacífico. Formaba de una expedición liderada por un grupo de exploradores de origen vascongado a las órdenes del virrey, junto a su hermano Miguel, resultando herido en una pierna.

No había terminado la Guerra del Mixton cuando un grupo de expedicionarios encabezados por Diego de Ibarra, Cristóbal de Oñate, Juan de Tolosa y Baltazar Tremiño de Bañuelos exploraron el territorio de Nueva Galicia. Una nueva provincia que incorporar al Virreinato de Nueva España, al norte de Nueva Galicia, en la zona occidental central de la actual República de México, lo que es el estado de Durango. Diego se encargó de introducir el ganado en las villas que se fundaron para organizar una economía estable. Sin embargo, sería la minería por lo que pasó a mayor fortuna.

En 1546, los cuatro socios encontraron uno de los yacimiento argentíferos más importantes del Imperio español, junto con el de Potosí en el Virreinato del Perú. La fundación oficial de las minas de plata de Zacatecas se hizo el 8 de septiembre de 1546, y la fundación de la ciudad de Zacatecas, dos años después, el 20 de enero de 1548, de la que Diego llegaría a ser alcalde mayor. De todas formas, encontraron una fuerte hostilidad de la tribu azteca de los chichimecas, que se resistía al dominio español.

CIUDAD DE ZACATECAS EN EL SIGLO XVIII

Aquel año de 1548, Diego encontró la más importante veta argentífera de San Bernabé, ubicada a unos cuatro kilómetros al nordeste de Zacatecas. Comenzaba la explotación minera que desarrollaría en las décadas de 1550 y 1560, alcanzando una gran prosperidad económica. Otras de las actividades fue el de corregidor de la recién fundada Real Audiencia de Zacatecas.

En cuanto a la cuestión religiosa, Diego fue el promotor del culto a la virgen María en Zacatecas, perteneció a varias cofradías y hermandades, y contribuyó a su desarrollo entregando cuantiosas ofrendas monetarias, entre otras, a la del Hospital de la Concepción y a la Hermandad del Santísimo Sacramento.

Tras varios años en esta ciudad, se instaló en México para realizar otro tipo de actividades económicas. En 1556, obtuvo nupcias con Ana de Velasco, hija del virrey Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón. Una copla popular zacatecana guarda aún su memoria con la siguiente estrofa:
Si la de San Bernabé
no diera tan buena ley, 
no casara Diego de lbarra 
con la hija del virrey.
El hecho de vincularse familiarmente con el virrey y la inmensa riqueza que estaba obteniendo con la minería le posicionó en la alta sociedad virreinal. Pretendía relacionarse con los auténticos círculos del poder, dejando en manos de distintos apoderados el gobierno y los negocios de Zacatecas.

Sus rivales intentaron eliminarle de la actividad administrativa y económica de la ciudad, por estar siempre ausente en los cargos de presidente de la Real Audiencia y del Ayuntamiento, así como en la dirección de la explotación minera, delegando su autoridad a testaferros que abusaban de su itinerante poder. Para evitar su caída e incluso seguir creciendo, amplió su red de clientes y cargos bien posicionada en los negocios y en la burocracia virreinal.

Desde el gobierno del virrey, Diego promovió la organización de una nueva expedición para explorar y colonizar un territorio al norte de Zacatecas, que incrementase el territorio virreinal de la Nueva España. Para eso financió la empresa poniendo 200.000 pesos de su propio caudal y asignó a su sobrino Francisco de Ibarra como comandante de la expedición que fundaría la definitiva gobernación. Natural de Eibar, había llegado a México como paje del virrey Velasco, además de ser el sobrino de su suegro. De todas formas, Francisco de Ibarra pasaría a la historia por ampliar gran parte del noroeste mexicano al Virreinato de Nueva España y fundar la ciudad de Durango.

Otro de los sobrinos que Diego introdujo de forma estratégica en las estructuras del poder virreinal fue el eibarrés Martín de Ibarra. En 1582, legó a pagar la puja de 85.000 pesos para comprar el cargo de tesorero de la Casa de la Moneda de México. Esto le sirvió para que Diego pudiese convertir en doblones de plata todo el mineral extraído de sus minas, y así controlar todo el circuito monetario-argentífero.

VIRREINATO DE NUEVA ESPAÑA EN EL SIGLO XVII

Tras la muerte de Francisco, en 1575, Diego reclamó la titularidad de gobernador y capitán general del Reino de la Nueva Vizcaya, y obtuvo de Felipe II una provisión dada en Madrid a 18 de noviembre de 1576, nombrándolo con carácter vitalicio y con un salario de 2.000 pesos de 450 maravedíes al año. En 1582, se descubren las minas de plata de San Andrés, ordenando desde México la organización de la explotación minera y la evangelización de los indios del territorio por franciscanos.

Durante este tiempo exigía al gobierno virreinal una recompensa monetaria por los enormes caudales que había invertido en la conquista y colonización de la Nueva Vizcaya, pero ya no tenía a su suegro en el cargo de virrey, sustituido en 1564. Lejos de conseguirlo, se fue ganando la animadversión del presidente de la Real Audiencia de Guadalajara, el doctor Gerónimo de Orozco, y más tarde del fiscal licenciado Miguel de Pinedo. Estos reclamaban la presencia de Diego de Ibarra al frente de la gobernación novovizcaína en Zacatecas, y no desde México, dejando la gestión a sus tenientes y justicias, que desobedecían las sentencias de la Audiencia de Guadalajara.

Otra de las estrategias utilizadas por Diego para mantenerse en el poder y evitar a sus enemigos, fue apoyar las decisiones que el Consejo de Indias quería implementar en el virreinato, y después aprovechar los beneficios por haber sido una fiel ayuda de Felipe II. Un ejemplo, es la indulgencia real por ausentarse del cargo de presidente de audiencia, siendo obligatoria la presencia para el correcto ejercicio de sus funciones.

En 1578, fundó el mayorazgo de Ibarra en el pueblo de Tultitlán del corregimiento de Tenayuca, y concedió a su hija heredera Mariana de Ibarra el anterior mayorazgo fundado en 1568, en Pánuco. Hacía relacionar el nombre de Diego a sus sucesores y el apellido de Ibarra al mayorazgo.

Al final de su vida tenía derechos de explotación y beneficios en las minas de Zacatecas, Pánuco, San Martín, Sombrerete, Tepezala, Indé y Santa Bárbara. Poseía estancias de ganado mayor en varias poblaciones de la Nueva Vizcaya, con miles de cabezas de vacuno, ovino y caballar, y alguna compartida con su socio Juan de Oñate, hijo de su amigo de origen guipuzcoano Cristóbal de Oñate. Quizá la más notable de sus propiedades era la hacienda de Trujillo, a orillas del río Grande de Medina cuyas aguas aprovechaba para el cultivo y cuyos pastizales alimentaban innumerables cabezas de ganado.

A pesar de haber conseguido altos cargos administrativos, generar una inmensa fortuna y tejer una red de influencias, incluso por servir al rey en México, no logró acceder al cargo de Virrey de Nueva España ni tampoco un título nobiliario que le hubiese convertido en aristócrata. Fue algo por lo que luchó, pero la decisiones del Consejo de Indias lo impidieron. Al menos, recibió el título de Adelantando de la Nueva Vizcaya, con derecho a sucesión hereditaria.

El 24 de febrero de 1600, falleció Diego de Ibarra y Marquiegui en la capital México. Su cuerpo fue enterrado en la capilla que había fundado en el Convento de Santo Domingo.

Con Ana de Velasco tuvo dos hijos. Luis de Ibarra y Velasco murió en la recién fundada ciudad de Durango, en 1576. María de Ibarra y Velasco que nació en Panúco, enclave de la jurisdicción de Zacatecas, y murió en Madrid, en 1629.

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EXPLORACIÓN DE NUEVA VIZCAYA

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