Las campañas que anuncian la muerte de Witiza el año 710
presagiaban la desaparición del Reino Hispano-visigodo. Una lucha civil por un trono vacío
desencadenaba la llegada de tropas musulmanas del gobernador de Tánger. 7.000
soldados, la mayoría bereberes, a las órdenes de Tariq ibn Ziyad, cruzaban el
estrecho de Gibraltar poniendo el pie en Tarifa. En 711, destrozaron los
ejércitos del rey Rodrigo en
Guadalete, tomaron la capital, Toledo, y controlaron las llanuras y ciudades
del sur. Más tarde, con la fuerza de 18.000 hombres, sometían la antigua
Tarraconense, el valle del Ebro y llegaban al pie de la cordillera Cantábrica y
de los montes Pirineos.
Ya en el año 713 Muza atravesó
la zona meridional y Pamplona cayó
en su poder antes del 718. Esta ciudad fue obligada a pagar tributo a los
gobernadores musulmanes que establecieron un protectorado.
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EL REY DON RODRIGO ARENGANDO A SUS TROPAS EN LA BATALLA
DE GUADALETE, POR BERNARDO BLANCO
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Para los vascones, la consecuencia de este nuevo escenario
político-militar en la península Ibérica fue el cese del control visigodo sobre
la ciudad fortaleza de Pamplona. Se trataba de una ciudad amurallada situada en
la zona de contacto entre la montaña y la llanura y en la vía romana
Astorga-Burdeos, controlando el paso de Roncesvalles, principal vía de
penetración a través del Pirineo occidental. Se constituyó como centro de
relativa importancia, con sede episcopal datada desde el año 589.
Estas circunstancias determinaron la aparición de caudillos que
aglutinaron bajo su mando, aunque fuera de forma transitoria, a los hombres
aptos para la defensa de distintas demarcaciones, seguramente identificadas con
los valles geográficos. No obstante, dada la desorganización política del
territorio, la capitulación de la ciudad no conllevó el sometimiento del ámbito
campesino en las zonas montañosas.
Por el contrario, las tierras del sur de la actual Navarra
cayeron en el ámbito del control político de los invasores islámicos. Sus caudillos
debieron pactar la entrega de rehenes y el pago de tributos que materializaban
el sometimiento político a los nuevos dominadores islámicos.
La totalidad de las tierras peninsulares fueron sometidas,
quedando un reducto en la cordillera Cantábrica y una frontera en los Pirineos.
La resistencia en el valle del Ebro hasta los Pirineos fue inexistente ya que
en el 713 los ejércitos musulmanes alcanzaron el valle medio del Ebro que se
encontraba gobernado por el conde hispano-visigodo
Casio. Y este magnate local
eligió someterse al califa Muza y convertirse al Islam dando origen a la
estirpe de los
Banu ibn
Qasi a cambio de mantener su poder en la región. Uno de
ellos sería valí de Pamplona; otro defendería Zaragoza frente a Carlomagno.
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PRINCIPALES ENFRENTAMIENTOS Y RUTAS DE CONQUISTA ISLÁMICA |
Mientras que el Reino visigodo desaparecía y las tropas
musulmanas preparaban su asedio al norte de los Pirineos, las Galias reforzaban
sus dominios y alejaban a los árabes de sus territorios. Las victorias de Carlos Martel en Poitiers, en 732, y de Pelayo en
Covadonga, en 722, fortalecieron a los núcleos cristianos del norte peninsular
para resistir la embestida islámica e iniciar una restauración conocida
como Reconquista.
Según los historiadores:
"Vasconia
no pudo unirse a sus hermanos de Bardulia y Cantabria cuando Pelayo lanzó el
grito de independencia, tal vez porque sus caminos y fortalezas estaban mejor
vigilados y controlados por los conquistadores."
Tras estas dos derrotas de los musulmanes por ambos reinos
cristianos, los vascones también reaccionaron luchando contra Abd el Malik ben Katan,
asegurando su independencia en las montañas. Pero el valí Ukba recondujo la
situación, estableciendo una guarnición en Pamplona entre el 734 y 741.
Durante estos años, nunca se estableció un estado vasco en las
zonas no conquistadas, sino tribus más o menos aisladas en poder de caudillos
locales y rivales entre ellos. Ante la presión ejercida por las potencias
limítrofes al sur, por musulmanes, y al norte, por francos, los grupos internos
escindidos conectaron con los representantes de estas potencias para vincularse
políticamente y encontrar apoyos frente al rival.
Y el control alterno que francos y muslimes fueron ejerciendo
sobre Pamplona y su entorno era muy indicativo de las variaciones en el
equilibrio de las fuerzas entre las emergentes rivalidades locales. Entre
éstas, pronto destacaron los Velasco y los Íñigo. Los Velasco se vincularon
a los reinos cristianos franco y asturiano, mientras que los Íñigo se aliaron con
los Banu-Qasi de Zaragoza y Tudela, por parentesco, dependiendo políticamente
de Omeyas cordobeses.
Tales fracturas debieron acentuarse a partir de la década de los
40 del siglo VIII, coincidiendo con la crisis que Al-Ándalus sufrió en este
periodo y que provocó su repliegue a las zonas fronterizas más avanzadas. A
ello se añadía la escasez de actividad franca en la zona.
Pero, en el fondo de tales fracturas, se estaban formando bloques
supratribales en cuyo aglutinamiento intervenían ya factores ajenos a las
vinculaciones familiares (vinculaciones con otras entidades políticas
exteriores), y que, con el paso del tiempo, estaban sentando las bases para la
instauración de funciones genuinamente monárquicas.
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MAPA DEL REINO DE ASTURIAS CON ALFONSO I |
Desde 739, ya reinaba Alfonso I en Asturias. Se había fortalecido contra el invasor musulmán estableciendo su capital en Oviedo, ocupando los
valles gallegos y la cordillera Cantábrica, y llegado hasta los territorios
occidentales de Álava y Vizcaya, repoblando Las Encartaciones de Vizcaya.
Fueron los primeros contactos entre la zona vascona y la asturiana. Su
hijo Fruela, que
reinó durante los años 755 y 768, emprendió una campaña por tierras vascas
cuyos habitantes fueron derrotados y sometidos en diversos encuentros entre los
años 757 y 767.
El dominio de todo el litoral y la cordillera del Cantábrico fue
acentuado por el asturiano Alfonso
II el Casto, pero ese dominio fue parcial y solo obtenido como
alianza contra el enemigo común islámico que dominaba la parte llana vasca
mediante valíes dependientes de Córdoba.
Al otro lado de los Pirineos, durante el periodo que va desde
732 al 741, el Reino franco se reforzó considerablemente y la toma de Narbona
por Pipino el Breve en
759 hizo retroceder a los musulmanes al sur de la cordillera. Los francos
comenzaron a construir una marca o territorios fronterizos fuertemente
militarizados, que sirviera de escudo protector para el núcleo de los
territorios francos.
Los cronistas árabes siempre distinguieron entre vascones y vasconizados. Los
dominios vascones en aquella época se extendían por norte hasta el río Garona,
por sur hasta el norte de la Navarra peninsular, ya que el sur navarro estaba
bajo dominio árabe, y por el este hasta el valle de Arán. Los vasconizados, que
ocuparon los territorios de la actual Euskadi, estaban controlados por los
asturianos, herederos del Reino visigótico.
Estos territorios formaron el
Condado de Pamplona, como un
conjunto de terrenos en torno a la estratégica ciudad de Pamplona, con una
autonomía propia pero en torno a la influencia franca. El Condado pamplonés
quedó englobado la
Marca Hispánica, tratándose de una frontera político-militar
del
Imperio carolingio fuertemente
militarizado. Esta franja al sur de los Pirineos fue dominada mediante
guarniciones militares y con el apoyo de la población autóctona de las montañas
en condados como Pamplona, Aragón, Ribagorza, Pallars, Urgel, Cerdaña o
Rosellón. A principios del siglo IX los condes francos fueron sustituidos
por nobles autóctonos.
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CONDADOS DE LA MARCA HISPÁNICA, INICIOS DEL SIGLO IX |
A pesar de la subordinación del Condado de Pamplona al Imperio
carolingio, las relaciones entre los pamploneses y los Banu ibn Qasi de
Zaragoza continuaron muchos años con numerosos enlaces familiares, aunque en lo
político y militar sufrieron diversos altibajos. Por ejemplo, el valí de
Pamplona antes citado fue muerto en una revuelta, de acuerdo con los francos
que atacaban por el Pirineo oriental. Y fue sustituido por un magnate de la
tierra llamado Velasco,
primer nombre hispánico que aparece con poder entre los pamploneses, aunque al
parecer venía de Gascuña, que era entonces provincia del Imperio carolingio.
Surgió entonces la
batalla de Roncesvalles, magnificada por su épica en los romances
medievales, en especial la famosa
Chason de Roland, además de tratarse de la primera derrota de
Carlomagno, supremo emperador
en la Alta Edad Media europea. Fue un estímulo para la Reconquista, precedente
de otra derrota imperial invasora, la de Napoleón, mil años después. La
reciente versión de los historiadores nacionalistas vascos incide en el
indudable protagonismo de los vascones, a los que atribuyen totalmente la
victoria, lo que sólo es cierto en parte.
En el año 777, el valí de Zaragoza, Suleiman ibn al Arabí, se
presentó en Paderborn a Carlomagno y le ofreció Zaragoza y otras ciudades al
norte de Al-Ándalus si acudía a ayudarle contra el emir de Córdoba. El futuro
emperador aceptó y pasando por el Pirineo por Pamplona y Huesca al frente de un
lúcido ejército con sus mejores veteranos se presentaba ante los muros de
Zaragoza. El sitio se prolongó y numerosos ataques fueron sucesivamente
rechazados. Ante las dificultades y la llegada de alarmantes noticias de
Sajonia, Carlos daba la orden de retirada, no sin destrozar todo lo posible en
torno a la ciudad. De paso por Pamplona mandó destruir sus murallas. Además,
llevaron consigo a Suleiman y a otros jeques musulmanes.
Cuando entraban Carlomagno y los suyos en Francia por el paso
estrecho de Roncesvalles su retaguardia fue atacada por montañeses vascos y
pamploneses con la colaboración de bandas musulmanas. De éstas formaban parte
dos hijos de Suleiman, que lograron liberar a su padre. En la gran sorpresa de
la batalla, los francos, bajo el peso excesivo de sus armas y pertrechos,
fueron derrotados por la ligereza en la acción de los vascones, conocedores de aquellos
bosques y despeñaderos. Murieron en el combate el senescal Eginardo, el conde
de Palacio Anselmo y el duque de la Marca de Bretaña Rolando. Fue el 15 de
agosto de 778.
Según los Anales
Laurissensses, el autor testificaba la diferencia poblacional
entre los vascones españoles y los navarros de la zona: dos comunidades
netamente diferenciadas que vendrían a corresponderse con las existentes ya en
el Alto Imperio Romano. Esta dualidad también aparece en el poema De laude Pampilone, cuando se
exhorta a la ciudad de Pamplona a que se aparte de los herejes y resista a los
vascones. Aunque el contenido de la frase es religioso y no político,
manifiesta claramente de nuevo la dicotomía poblacional de la región.
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BATALLA DE RONCESVALLES |
Tras el incidente de Roncesvalles, Carlomagno se replanteó su
política en la Marca Hispánica y en 781 coronaba en Roma a su hijo Ludovico Pío como el
monarca de un reino satélite que comprendía las regiones del sur de Francia:
Aquitania, Gascuña y Septimania, con la misión de consolidar el dominio franco
en dicha región fronteriza. Esto implicaba titularse duque de los navarros. La
intervención franca comenzó en el noreste peninsular, y pronto se ganó el apoyo
de las élites locales. Entre los años 785 y 801, se fueron poniendo bajo su
autoridad los condados de Gerona, Barcelona, Urgel, Rosellón, Ausona, Ampurias,
Cerdeña y Besalú. Los francos llamaron a éste territorio Septimania, una zona extendida
desde el río Llobregat hasta los Pirineos. Más tarde Pallar, Ribagorza y
Huesca.
Para evitar futuras incursiones carolingias y cortar rebeldías
islámicas, ese mismo año de 781, el emir de Córdoba, Abderramán se presentó con
sus fuerzas armadas en Zaragoza recuperando el poder. Tras derrotar a los
rebeldes, remontó el río Ebro, imponiendo su autoridad por donde pasaba. Y tras
tomar la comarca de Calahorra, se presentó en Pamplona. Ante la incapacidad de
defensa de la ciudad por las murallas rotas, se le sometió Jimeno el Fuerte. También se le
sometió el valí Galindo ibn Velasco, que controlaba la cabecera del río Aragón. Regresó
a Córdoba con rehenes, quedando los pamploneses sometidos al poder de los
Omeyas durante cerca de 20 años.
Algunos de los magnates vascones compartieron lazos de
parentesco con la dinastía de los Banu Qasi. Siempre al lado de estos últimos
estaba una familia cristiana procedentes de los valles de Roncal y Salazar y
las inmediatas tierras aragoneses, eran los
Arista. El más relevante de los
enlaces matrimoniales fue el de Muza ibn
Fortún con la viuda de
Íñigo Jiménez, y cuyos hijos
fueron
Íñigo Arista Íñiguez y Muza ibn Muza. En el año 788,
Muza ibn Fortún gobernaba Pamplona, y desde 792 otro Banu Qasi
Mutarrif ibn Muza hasta
799.
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ALZAMIENTO DE ÍÑIGO ARISTA |
A finales de este siglo, las tierras en torno a Pamplona
asistieron a un duro enfrentamiento entre los Íñigo y los Velasco, los dos
clanes mayormente pujantes.
En el año 799, tras la coronación como emperador de Carlomagno,
su ejército emprendió una ofensiva en el Pirineo catalán. Surgió la figura del
magnate vascón Sancho como
el pretendiente de los Velasco a conde de Pamplona, enviado por Carlomagno y el
rey de Aquitania. Sancho era el hijo de Lupo, duque de los vascones fallecido desde hacía
treinta años.
Esta nueva situación político-militar determinó la sublevación
de la dinastía Velasco contra el control de Hisham I y el
derrocamiento de su valí pamplonés Mutarrif Ibn Musa. De esta forma la
dependencia política de los pamploneses había pasado al otro lado de los
Pirineos, es decir, de los Omeyas a los Carolingios. Con la vinculación de unas
tierras altoaragonesas al Reino franco, se consolidaba al Marca Hispánica desde
el este hasta el oeste pirenaico.
Aunque Pamplona estuvo bajo la nueva influencia franco-gascona,
algunas facciones vasconas siguieron colaborando con los musulmanes, instalados
en Tudela bajo el mando de Amrus
ibn Yusuf, enemigo de los también sublevados Banu Qasi de
Zaragoza. Yusuf recuperó Zaragoza y Tudela el año 800.
En el 806, la aristocracia pamplonesa, en oposición al Califato
cordobés, se fue incorporando al Imperio carolingio de Ludovico Pío, sin
conocer los términos de esta mutación política. La Marca Hispánica carolingia
de la "Navarra nuclear" era un condado de unos 4.000–5.000 km².
Los Annales Laurissensses narran
que en ese año los navarros y los pamploneses prestaban obediencia a
Carlomagno, haciendo distinción entre pamploneses, habitantes de Pamplona y
zonas aledañas, y los navarros del resto de la llanura y montaña.
Los Iñigo recurrieron a la familia Banu Qasi para retomar el
control de la ciudad. Sin embargo, en el 812 el emir Al Hakam I y Ludovico Pío
acordaron una tregua por la que los carolingios tomaban el control de Pamplona.
Hay constancia de la presencia en la capital Navarra de Ludovico Pío el año
812, momento en el que delegó su poder en el gobernador Velasco al-Yalasqí. Su objetivo
era dominar y castigar la rebeldía de algunas facciones de vascones que se
entendían con los musulmanes de Tudela. Controlaba esta ciudad y algún punto
estratégico más, pero otra parte de la llanura y las montañas eran autónomas.
Por eso, al volver a Aquitania tuvo que tomar precauciones para evitar una
nueva emboscada como en Roncesvalles.
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FACCIONES POLÍTICAS DEL CONDADO DE PAMPLONA
INICIOS SIGLO IX
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Los cronistas francos relataron la fidelidad de los pamploneses
al emperador Carlomagno. Decía el cronista llamado el Astrónomo, en su Vida de Ludovico Pío, que:
"En España los pamploneses, que poco tiempo
antes se habían pasado a los sarracenos, fueron recibidos en la fe del Emperador."
El Astrónomo relató que:
"Ludovico
Pío recibió en Tolosa (Toulouse) a los embajadores que Alfonso, príncipe de las
Galicias, había enviado con presentes para firmar un tratado de amistad."
Se estaba formando un frente común cristiano contra el Califato cordobés que
estaba en su época de mayor fuerza y prestigio. Los pamploneses, asentados
entre el Imperio carolingio y el Reino asturiano se irían sumando a ese frente
común.
Tras la muerte de
Carlomagno el 814, Al Hakam I puso fin a la tregua y retomó las hostilidades
contra los francos. Ludovico Pío accedió al trono carolingio, generando unas
revueltas en Gascuña (englobada en el Reino de Aquitania) y en Pamplona. Dos
años más tarde, se produjo el derrumbamiento de las marcas del Pirineo occidental.
Aprovechando la crisis política del trono carolingio, surgía, en ese año de
816, la figura del líder
Íñigo Arista Íñiguez, como el caudillo pamplonés
encargado de luchar contra el control de los francos. La dinastía Íñigo
expulsaba a la Velasco y fundaba el
Reino de Pamplona.