La Marca Hispánica tiene su origen en el año 778, con la campaña de Carlomagno por el valle del Ebro combatiendo a los islámicos en las tierras invadidas de la península Ibérica. Aquella terminó en la emboscada de Roncesvalles, pero pudo consolidar el territorio en la vertiente sur de la cordillera Pirenaica.
Tras la derrota de Roncesvalles, el Imperio carolingio intentó establecer relaciones feudales con la nobleza cristiana del sur. En 785, Gerona, Urgel y Cerdaña prestaron vasallaje a Carlomagno, quedando perfectamente definidos los límites de la marca. En 798, Luis de Aquitania conquistó Pallars y Ribagorza.
El Reino de Asturias ya se había consolidado y había pasado los años bélicos del Emirato. En 801, conquistaron Barcelona. El Imperio trataba de extender su dominio hacia el sur, pero se vio frenado en el valle del Ebro. La nobleza carolingia se asentó en esta zona.
CONDADOS DE LA MARCA HISPÁNICA |
La Marca Hispánica es un territorio que prestaba vasallaje al Imperio Carolingio y, por lo tanto, formaba parte de él. Pero estaba compuesto por condados independientes, que podían unirse circunstancialmente, e incluso aliarse con los musulmanes para luchar contra los carolingios. Ejemplo de esto fue la alianza de Barcelona con los musulmanes, en 824. La máxima autoridad la ostentaba el emperador, sin embargo, con el debilitamiento del poder franco, todos los condes en rebeldía trataron de hacer su cargo hereditario. Tan solo Aragón y Pamplona lograron convertirse en reinos tras la desintegración del Imperio.
Una marca en aquella época se trataba de una serie de territorios administrados de forma autónoma, pero sujetos a la autoridad de un emperador, que servían de muro de contención frente a un poder exterior. En este caso, la Marca hispánica era una franja territorial formada por varios condados situados en los montes Pirineos y la costa Brava. Poseían cierta autonomía, pero sujetos al poder del emperador Carlomagno, que servían de franja protectora frente a una posible invasión del poderoso Emirato de Córdoba desde el sur.
Comprendía los territorios de Pamplona, Aragón, Sobrarbe, Ribagorza, Pallars, Urgel, Cerdaña, Berga, Osona, Barcelona, Gerona, Besalú, Ampurias, Perelada, Rosellón, Vallespir y Conflent.
La población local de las marcas era diversa, incluyendo grupos montañeses autóctonos, iberos, hispanorromanos, vascones, celtas, bereberes, judíos, árabes y godos que fueron conquistados o aliados de los dominadores islámicos o francos. Eventualmente, los jefes y las poblaciones se hicieron autónomos y reclamaron su independencia. El área y su composición étnica cambiaban según la fortuna de los imperios y las ambiciones feudales de los condes y valíes elegidos para administrar las comarcas. El cambio de manos de un pago era frecuentemente solventado fuera del campo de batalla, mediante una compensación económica.
MARCAS FRONTERIZAS DEL IMPERIO CAROLINGIO |
En el siglo X, no había una delimitación precisa entre un lado y otro de lo que en la actualidad se conoce como "frontera" que separaba los condados de la Marca Hispánica de los territorios de Al-Ándalus. Por una parte, la separación entre los distintos territorios era imprecisa y no se trataba de un área despoblada, sino que en ella había algunos pobladores de obediencia incierta. Por otra parte, a cada lado había habitantes que estaban sometidos a autoridades civiles y religiosas, cuya sede se encontraba en el bando opuesto.
La franja de separación entre los dominios cristianos y musulmanes tampoco tenía una extensión uniforme. En las proximidades de Lérida y Balaguer, esta franja era más estrecha, en parte por la potencia de estos dos enclaves musulmanes y en parte por la supervivencia de comunidades cristianas que debían de mantener una importante relación con sus correligionarios del otro lado de la frontera.
En cambio, era mucho más amplia al sudoeste de Barcelona, donde a lo largo del siglo fueron apareciendo castillos que, a su vez, atraían a nuevos pobladores. Estos castillos, que solían situarse en lo alto de cimas u otros puntos con gran visibilidad, iban configurando una red que respondía a un proyecto tanto de defensa como de dominación del territorio circundante.
Por otra parte, en los valles y llanuras se multiplicaban los edificios de carácter religioso, los cuales constituían una segunda red territorial, promovida por abades, obispos y magnates, desde los cuales se fundaban los nuevos núcleos de población
CARLOMAGNO |
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