28/08/2023

Reinado de los Capetos: dinastía real francesa


El 4 de abril de 1305, moría la reina Juana I, la última representante de la dinastía Champaña en el trono navarro, tras su abuelo Teobaldo I, su tío Teobaldo II, y su padre Enrique I. Era reina consorte de Francia por casar con Felipe IV. Ambos dejaron en herencia la corona navarra para sus descendientes, que reinaron sucediéndose: Luis I de Navarra y X de Francia (1305-1316); Felipe II de Navarra y V de Francia (1316-1322); y Carlos I de Navarra y IV de Francia (1322-1328).

Entraba en el trono la dinastía Capeta, formada por tres hermanos que murieron sin dejar sucesores varones, ya que Juan I el Póstumo, hijo de Luis I, murió en 1316 a penas de ser intitulado. De los tres, solo Luis llegó a pisar suelo navarro una vez, Felipe II y Carlos I jamás lo hicieron. Además, el último, Carlos I, ni se molestó en jurar los fueros. Reinaron de forma ausente, delegando su gobierno en sus funcionarios franceses.

Para entonces, el territorio empezaba a ser muy parecido al actual, a excepción de la merindad de Ultrapuertos, y algún enclave en las merindades de Estella o de las Montañas.

LUIS I Y FELIPE II DE NAVARRA

Dos años después del fallecimiento de Juana I, en septiembre de 1307, el joven Luis hacía el juramento como su heredero al trono en Pamplona y tras petición de los principales estamentos del reino. Felipe IV se mantuvo como rey regente hasta el 29 de noviembre de 1314, momento en el que su hijo Luis X le Huntin de Francia fue proclamado rey de Navarra como Luis I el Obstinado. Tras pasar pocos meses en Navarra, marchó a Francia en diciembre de ese año y jamás regresaría a Pamplona.

Durante la regencia, Felipe IV de Francia emprendió una dura represión contra el estamento aristocrático navarro, imponiendo multas y condenas de prisión a numerosos nobles, tomando la Junta de Infanzones. Fortuño Almoravid y Martín Ximénez de Aibar fueron ejecutados y la Orden del Temple establecida en Navarra fue disuelta. Su objetivo era eliminar a todos aquellos nobles que defendiesen la soberanía del viejo reino, contrarios a que Navarra fuese una provincia más de Francia.

CARLOS I Y JUANA II DE NAVARRA

En 1328, moría sin sucesión de Carlos I de Navarra y IV de Francia. El trono de Navarra fue a recaer en Juana, hija de Luis I, quien reinó hasta 1349. Esta mujer había casa con Felipe de Évreux, primo del rey francés Felipe VI. Sin embargo para recibir el título real navarro debía renunciar al Reino de Francia. Así, con la figura de Juana II, el trono navarro entroncaría en la dinastía Évreux, siendo ella la última representante de la dinastía Capeta. Además, comenzaba un alejamiento del Navarra con respecto al poderoso país del norte y una aproximación a la política peninsular hispánica.

24/08/2023

Entrevista a Jesús María Ruiz Vidondo sobre Blas de Lezo


Jesús María Ruiz Vidondo, doctor en historia militar, colaborador del GEES (Grupo de Estudios Estratégicos) y profesor del instituto de educación secundaria en Elortzibar, responde a 4 preguntas sobre la vida y hazañas de Blas de Lezo realizadas por Manuel P. Villatoro para el diario ABC digital el día 19 de Julio de 2013:

ESTATUA Y RETRATOS DE BLAS DE LEZO

¿Cuáles fueron las últimas palabras de Vernon hacia Lezo tras la batalla?

Vernon optó por una retirada enviando una carta a Blas de Lezo: "Hemos decidido retirarnos para volver pronto a esta plaza después de reforzarnos en Jamaica". Lezo le contestó: "Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir".


¿Qué fue de Vernon una vez acabada la contienda?

Vernon fue relevado y expulsado de la Marina en 1746, aunque la arrogancia y el orgullo inglés hizo que le enterraran en la Abadía de Westminster, panteón de los héroes, y en su tumba pusieron: "Sometió a Charges, y en Cartagena conquistó hasta donde la fuerza naval pudo llevar la victoria"; lo que era la forma más humillante de ocultar tan vergonzosa derrota.


¿Por qué cree que Blas de Lezo ha caído en el olvido en España?

La historia militar llena las estanterías de las librerías, pero muchas veces se trata de libros que tratan asuntos de fuera de España. Últimamente se han publicado muchos libros sobre Blas de Lezo, pero se lee poco en España y solamente se interesa una limitada cantidad de personas. En los institutos la historia de España se da solamente en 2º de Bachillerato y pensando en la selectividad. Si hoy en día se hiciese una película sobre este personaje pasaría a ser tremendamente conocido. La historia de estos héroes que ha tenido España vende mucho menos que otro tipo de programas o artículos.


¿Por qué cree que, mientras que los ingleses estudian por ejemplo a Nelson, en España no se cursa a Blas de Lezo?

Como he señalado anteriormente se han publicado últimamente algunos libros y artículos sobre este personaje, pero la historia de España no vende ni en los medios de comunicación, ni en la enseñanza en general. Los ingleses están orgullosos de su historia, y a los españoles, que tenemos una historia mucho más rica que la británica, no nos interesa nuestro pasado, solamente lo utilizamos para tergiversarlo o utilizarlo políticamente.

20/08/2023

Joanes de Isasti y Juan López de Isasti


Marino que parte como capitán en la toma de Trípoli y Bujía en 1510


Joanes de Isasti nació en Rentería, Guipúzcoa, en el siglo XV. Pertenecía a la casa solar y linaje nobiliario de Isasti, situada en el valle de Oyarzun, una familia de tradición marina.

Participó en la expedición al litoral norteafricano dirigida por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros que supuso la conquista de Orán, en 1509, y Bugía y Trípoli, de 1510.

Isasti se distinguió en la toma de Bugía, pero protagonizó su actuación más destacada en la toma de Trípoli, durante la jornada de 26 de julio de 1510. Allí sirvió con su gente de Guipúzcoa y con dos naves, desde las que dirigió el asalto y toma de una torre y dos torrecillas con sus banderas.

En 1511, en conmemoración de su hazaña, la reina Juana le hizo merced de un escudo de armas a su linaje en el que figura sobre un campo verde, una fortaleza de plata y las tres torres menores ganadas con sus respectivas banderas, adornadas por una media luna en cada torre.

TOMA DE ORÁN POR EL CARDENAL CISNEROS

Su hijo fue Juan López de Isastinatural de Rentería y dedicado también al oficio de la guerra y la mar. Fue el primer general vasco de la Real Armada de la Carrera de Indias en 1543, asegurando la ruta de ultramar a través del océano Atlántico y el mar Caribe.

En 1543, escoltó a la Flota de Indias con dos naos y una carabela desde su salida en Sevilla hasta las islas Canarias. Era una pequeña armada cuyo objetivo era la protección de la flota mercante: la Flota de la Guarda de la Carrera de Indias. Allí encontró una nao francesa y tres pataches que habían capturado una carabela española cargada de vinos de las islas. López de Isasti los atacó inmediatamente, logrando rescatar la carabela. Después rindió la nao francesa, y por último, forzó a emprender una desesperada huida a los pataches restantes. Regresó con su magnífica presa a Sanlúcar y entregó a las autoridades los 70 prisioneros franceses, que se enviaron a servir a las galeras, como represalia al trato que aquella nación infligía a los cautivos españoles.

El bachiller Zaldivia relató en su Compendio historial de 1620 cómo un capitán homónimo, Juan López de Isasti, natural también de Rentería, fue enviado en 1540 por Carlos V para salvaguardar la carrera de Indias de corsarios franceses.

BARCO DE LA FLOTA DE LA CARRERA DE INDIAS

16/08/2023

Casas nobiliarias de Tafalla


Tafalla se erigió en la Edad Media como el principal núcleo comercial de la Zona Media de Navarra debido, fundamentalmente, a su localización, entre la Montaña y la Ribera, en pleno cruce de dos viejas rutas históricas: Pamplona-Tudela y Sangüesa-Estella.

Hacía el año 1436, existían en la villa solo diez casas de nobles, llamadas palacios. En 1919, José Beltrán publicó un Nobiliario Tafallés, basado en los estudios de José María Azcona, con 50 escudos de armas, de los cuales todavía se conservan 42 en las calles y viviendas de la villa, datados entre los siglo XVI y XIX.

AYUNTAMIENTO Y ESCUDO MUNICIPAL DE TAFALLA

La casa de los Vidarte y los Zabala es un edificio del siglo XVI que unió dos conocidos linajes locales de Tafalla. En este siglo, los Vidarte que eran descendientes del palacio Ezpeleta de Tafalla ocuparon la alcaldía y acudieron a las Cortes del Reino. Igualmente, y hasta el siglo XIX, los Zabalza ocuparon repetidamente la alcaldía y la representación en Cortes. Esta casa dio nombre a la Placeta Zabalza, en uso hasta inicios del siglo XX.

CASA Y ESCUDO DE ARMAS DE LOS VIDARTE-ZABALLA

La casa Rentería es un palacio del siglo XVI. Johan de Rentería era jurado en 1480, según la primera acta conocida del Concejo tafallés. Siguieron ocupando cargos hasta 1820, en el que Pedro de Rentería y Albisu era alcalde. Su hija, maría Matea Rentería Vizcaíno, casó en 1822 con Bonifacio Garcés de los Fayos, político liberal, uno de los diputados firmantes de la Ley de Modificación de Fueros de 1841. Su nieta María Jesús, fallecida en 1968, fue la última propietaria del palacio, que fue donado al ayuntamiento.

CASA DE RENTERÍA

Los Pardo era una familia relevante en la Tafalla en los siglos XV y XVI. Usaba escudo cuartelado con dos calderos y siete baldas repetidas en aspa. En 1480, un Johan Pardo constaba como jurado en la primera acta municipal que se conserva. En 1518, los Pardo obtuvieron ejecutoria de hidalguía. En 1531, el virrey de Navarra dejó la capilla de Santa Lucía, sita junto al castillo, bajo el padronazgo de Miguel Pardo.

CASA DE LOS PARDO

Juan de Egües obtuvo ejecutoria de hidalguía en 1661 y el blasón de su casa todavía conserva su nombre.

CASA DE EGÜES

Teodoro Rada fue el general más popular de la II Guerra Carlista, llamado "Radica". Según escribió Miguel Unamuno, fue su caballero Bayardo, el albañil de Tafalla, el que llevó tantas veces a la victoria a su Segundo de Navarra. Vivió en esta casa, y realizó diversas obras en la ciudad, como el Pasadizo Sarasate o el Puente de la Cuatropea. Participó en las tres guerras carlistas, y de su valor legendario quedaron canciones y el dicho popular "más valiente que Radica". Algunos le consideraron como el nuevo Tomás de Zumalacárregui y, como aquel, murió en el intento de tomar Bilbao. Una granada lo mató en Somorrostro, en 1874.

CASA DE RADICA

La Casa de los Cruzat en Tafalla, también es llamada Portal Viejo y en su fachada contiene su escudo de armas. Los Cruzat fue una familia relevante, una de las que más veces ha ocupado la alcaldía a lo largo de los siglos. Sostenían que su título nobiliario proviene de la conquista de Jerusalén, en la Cruzada de 1099. La casa está apoyada en la antigua muralla, junto al Portal Viejo, también llamado de Olite, de Cruzat o de la feria. Pese al desmantelamiento de la muralla tras la conquista castellana de 1512, este portal y el Portal del Río, estuvieron en pie hasta 1855.

CASA Y ESCUDO DE LOS CRUZAT

Junto a este lienzo de la muralla, se levantaba el Portal Nuevo, uno de los siete de la ciudad, con sus arcos y torres almenadas. La muralla comenzó a construirse en el siglo XIV por el rey Carlos II. El Portal Nuevo daba salida al ferial de ganado o Cuatropea, y al pozo del hielo. En 1866, se hizo el desmonte de la carretera y se construyó el puente. Dos años más tarde, el Portal fue demolido a cambio de llevarse la piedra. Similar destino tuvieron el resto de portales.

PORTAL NUEVO

La Casa de los Mencos es un palacio que linda con el convento de Recoletas, al que se une mediante un arco. Conforma un gran bloque cúbico de sillería de dos alturas más un ático. Articulado por ventanas rectas, a excepción de la puerta principal que consta de un arco de medio punto y está colocada en el centro de la planta baja. Sobre él, en la parte más alta del edificio, hay colocado un escudo que lleva las armas de los Mencos. El edificio tiene adosado en escuadra un torreón prismático de cantería, que aprovecha en su parte baja estructuras de un antiguo torreón medieval, posible resto de la antigua muralla de Tafalla. El cuerpo alto, concebido a modo de mirador, se articula por arcos de medio punto sobre pilares.

CASA DE LOS MENCOS

CASA Y ESCUDO DE LOS MENCOS

El Convento de Concepcionistas Recoletas fue fundado por Carlos Martín de Mencos, general de las Reales Armadas y gobernador de Guatemala, cuyo sepulcro se encuentra en el presbítero.

CONVENTO DE RECOLETOS

12/08/2023

El gran canciller Pedro López de Ayala, por Antonio Villanueva Edo



El gran canciller
Antonio Villanueva Edo, Editorial Rocabolsillo, (2014), 464 páginas

El canciller Pedro López de Ayala: polifacético, cosmopolita, amante de bellas mujeres… el ideal cervantino de perfecto hombre de armas y de letras. Esta es su apasionante historia. El gan canciller está escrita por Antonio Villanueva Edoautor de Señores de Vizcaya, caballeros de Castilla.

En el convulso siglo XIV, un niño, Pedro, lleva a cabo sus estudios en Aviñón y Valladolid, donde adquiere una educación clásica que le hubiera llevado a ser uno de los príncipes de la Iglesia, si no hubiera sido porque quiso seguir su verdadera vocación: ser militar y diplomático.

Así, fue testigo de las luchas civiles entre Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastámara; la guerra de los dos reyes entre Aragón y Castilla; la de los Cien Años; de los reinados de seis reyes de Castilla; autor de crónicas que permiten conocer la historia de España en la Baja Edad Media y que siguen siendo noticias bibliográficas para los modernos historiadores; embajador ante los papas de Aviñón, los reyes de Portugal, Aragón y Francia…

Una larga y apasionante vida del que fue el primer seglar nombrado canciller del Reino de Castilla y que merece ser contada.

09/08/2023

Mitología de la Batalla de Arrigorriaga


La batalla de Arrigorriaga es un supuesto hecho de armas del siglo IX, de más que dudosa autenticidad, pero cuyo interés político del nacionalismo vasco intenta mantenerlo como un suceso historiográfico.

Apareció por primera vez en el Livro dos Linbagens del portugués Pedro Alfonso, conde de Barcelos. Es un tratado genealógico de mediados del siglo XIV, en el que su autor, asentado en la Corte castellana y amigo de Juan Núñez de Lara y María Díaz de Haro, señores de Vizcaya, escribió una leyenda sobre los orígenes de su linaje. En ella hacía de un tal Froom, hermano del rey de Inglaterra, el caudillo de unos vizcaínos que se enfrentaron a un conde asturiano de nombre Moniño para no pagarle un tributo que le exigía de una vaca, un buey y un caballo blanco. A partir de este Froom, de sangre real, creó el linaje de los Haro.

Un siglo después, el cronista Lope García de Salazar, noble de las Encartaciones, escribió dos versiones de la leyenda en sus obras: Crónica de los Señores de Vizcaya (1454) y Las Bienandanzas e Fortunas (1474). En la narración aportó elementos distintos, varios de ellos influidos por los relatos similares de moda en la Europa de su tiempo. Por ejemplo, el héroe de la batalla, Jaun Zuria, el mítico primer señor de Vizcaya, era hijo de una princesa escocesa y del duende Culebro, un diablo que la dejó preñada mientras dormía.

La batalla tuvo lugar, según Salazar, en Padura, que pasó a llamarse Arrigorriaga:
"... que quiere decir en vascuence peña bermeja ensangrentada... por la mucha sangre que allí fue vertida."
El motivo del enfrentamiento fue la participación de los vizcaínos en las luchas de Castilla por su independencia contra el Reino de León:
"En esta sazón se alzó Castilla Vieja contra los reyes de León; porque les mató a los condes sus señores y el rey de León guerreara mucho con Vizcaya, porque era de Castilla."

Ambos relatos tienen elementos en común y otros que les diferencian, como el nombre del caudillo (Froom o Zuria), su origen (hermano del rey de Inglaterra o nieto del rey de Escocia), el lugar de la batalla (Busturia o Padura), el motivo de la guerra (el pago de un tributo o la lucha de los castellanos por su independencia de León), la relación de los primeros señores de Vizcaya, etc.

JURA DE JAUN ZURÍA EN EL ÁRBOL DE GUERNICA, POR ANSELMO GUINEA

Es posible que los autores recibiesen también la influencia de alguna tradición oral, totalmente literaria a su vez o referida a algún lejano y oscuro hecho de armas de tiempo atrás. Pues no aparece en ninguna fuente ni coetánea ni posterior. Por ejemplo, el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada en su Historia de los hechos de España, bastante prolija en la relación de numerosas batallas, intrigas, escaramuzas y sucesos de todo tipo, no lo menciona. Es más, cuando relató los años en los que se supone que tuvo lugar la batalla de Arrigorriaga, dicho autor de origen navarro señaló precisamente la participación de vascones y navarros en la lucha del Reino asturiano contra los moros.
"Este rey Alfonso fue hombre amante de las guerras, la piedad, la religión y la justicia; deseando dedicar su tiempo a las guerras del Señor, con la ayuda de los galos de Gotia y de los pueblos de los vascones y de los navarros hostigó las tierras que detentaban los árabes con el hambre, el fuego, la muerte y las correrías."

Y tampoco aparece en ninguna otra parte, salvo que se entienda que pueda enmarcarse en los enfrentamientos con vascones de las primeras décadas de la Reconquista que se mencionan en la Crónica de Alfonso III y en Cronicón de Albelda, las cuales, sin embargo, perecen más bien referirse a refriegas con los navarros o con los pobladores del otro lado.

La versión que fue sostenida por más autores y, por tanto, más citada en tiempos posteriores por los defensores de la Foralidad vasca nacida en Arrigorriaga, describió tanto batalla como un episodio del alzamiento de los castellanos (y ahí se incluyen los vizcaínos) contra la autoridad regia leonesa: "el rey de León guerreaba mucho con Vizcaya porque era de Castilla".

El pacto surgido entre Jaun Zuria y los vizcaínos tras la batalla se convirtió en un mito indiscutible que ha sido utilizado como hecho absolutamente verídico para defender los derechos forales de Vizcaya. Por ejemplo, en el siglo XVI, el fiscal de la audiencia de Valladolid negó la hidalguía universal de los vizcaínos, ante lo cual el Señorío encargó al licenciado Andrés de Poza la defensa de sus privilegios. Éste escribió su De Nobilitate in propietate, en el que hacía nacer los privilegios forales de la inconquistabilidad de los cántabros y de la batalla de Arrigorriaga:
"Con esta batalla allanaron y asentaron los vizcaínos su primera y antiguísima libertad que habían gozado desde Augusto César exclusive hasta entonces, ochocientos y más años, y fue esta batalla año de nro. señor 870 y en ese mismo años los vizcaínos levantaron por su señor o caudillo a don Zuria, nieto del rey de Escocia, y le dieron título de señor no absoluto ni soberano sino bajo ciertas capitulaciones y condiciones..."

MITO DE JAUN ZURÍA

La batalla de Arrigorriaga tomó renovados aspectos en el siglo XIX por parte de novelistas y poetas fueristas, quienes, la modificaron a su gusto, creando un pasado en el que refugiarse y justificar la reivindicación foral. Pero como con la ciencia histórica no podían llegar muy lejos, lo crearon mediante relatos de ficción, que son capaces de soportarlo todo. Y uno de los episodios más utilizados fue, lógicamente, la hermosa leyenda de Arrigorriaga.

En defensa de los resucitadores decimonónicos de esta leyenda, la necesidad patriótica de inventar epopeyas fundacionales de naciones verdaderas o falsas fue una constante en los románticos tiempos de las reivindicaciones nacionalistas. El caso más conocido de todos fue el de Macpherson con sus Cantos de Ossian, fenomenal falsificación que hizo creer a toda la Europa romántica la autoría de un mítico bardo irlandés. El Cantar de Visebrad y otros similares, manuscritos fraguados por un bibliotecario decimonónico, sirvieron para apoyar las aspiraciones nacionales de los checos. Y los mismo puede encontrase en otros movimientos nacionalistas románticos de varios lugares de Europa.

Incluso hubo algunos diputados vascongados, como Villavaso y Moraza, que en los debates parlamentarios de 1876 sobre la abolición foral resucitaron a Jaun Zuria como argumento:
"Es éste un periodo oscuro, sobre todo allí donde no hay monumentos literarios que recuerden clara y ordenadamente los hechos antiguos; periodo que se desvanece en la penumbra de los tiempos históricos; pero lo que resulta... es que este ejercicio entró en Vizcaya y avanzó hasta los campos de Padura, y sufrió una derrota que le infligió el famoso caudillo Lope Fortún, o Jaun Zuria, o sea el Señor Blanco, ser semilegendario..."
"La tradición cuenta que en Arrigorriaga, o sea en Piedras Bermejas, se dio la batalla, y se han encontrado allí muchos vestigios de aquel acontecimiento... Pero la tradición dice que de ese hecho arranca el origen del señorío de D. Lope Zuría."


ARRIGORRIAGA

Y tras los fueristas, otro autor que obtuvo importante fruto de Arrigorriaga fue Sabino Arana, quien con ella elaboró nada menos que el libro fundacional del nacionalismo vasco: Bizcaya por su independencia.

En él, Arana reelaboró el mito de Arrigorriaga decorándolo con detalles de novela de aventuras y dándole la forma que más le convino para sostener sus tesis. Por ejemplo, minimizó la figura de Jaun Zuria, quien representaba la institución señorial que realizaría la unión con Castilla y que acabaría fundida en la persona del rey de España, subrayando en cambio el papel del pueblo vizcaíno, único soberano de sí mismo.

Arana resumió el episodio como una guerra entre dos naciones, la española como invasora y la vasca como defensora de su libertad:
"Nuestros padres vertieron su sangre en Padura por salvar a Bizkaya de la dominación española, por la libertad de la raza, por la independencia nacional."

Aquí aparecía una vez más el anacronismo de la palabra "nación" en tiempos medievales, costumbre muy común entre los nacionalistas, aficionados a retrotraer en la historia conceptos muy recientes de forma intencionada para dar significado que ya entonces había dos naciones distintas sobre el terreno, la vasca y la española. Es recurso constante de los nacionalistas transportar sus deseos actuales a tiempos en que sus conceptos no tenían sentido. Retraen las fronteras y la estatalidad que ellos desean hoy a siglos en los que las naciones ni existían ni eran siquiera concebibles. Aparte del hecho de ser súbditos de tan o cual rey, la única idea identitaria que podía ser comprendida en la Edad Media era la de pertenencia a la comunidad cristiana. Un ejemplo extranjero ocurrió en los Balcanes del siglo XIX en donde las comunidades estaban definidas por su creencia religiosa, cualquier otra división que los incipientes patriotas románticos pretendiesen establecer a partir de peculiaridades lingüísticas o culturales era incompresible para la población. Si en el siglo XIX, existían todavía en Europa comunidades en estado pre-nacional, definibles sólo por su religión, es imposible que en la Europa de la Alta Edad Media pudieran existir conciencias nacionales.

De haber existido la batalla de Arrigorriaga-Padua, habría sido una lucha entre señores feudales, como cualquier otra batalla habida en suelo europeo durante la Alta Edad Media. Las identidades nacionales solo empezaron a forjarse a partir del final de la Edad Media, momento en el que los vascos dejaron bien claro su conciencia de pertenecer a la única nación que podían concebir: la española. Al no existir la idea de nación hasta muchos siglos después, es un anacronismo grave, un imposible, que lucharan por independencia nacional alguna. Este anacronismo sólo es explicable por la ceguera de quienes necesitan retorcer la realidad hasta el absurdo para apoyar sus aspiraciones políticas.

Arana se inspiró en los literatos fueristas de generaciones inmediatamente anteriores, llegando incluso a plagiar elementos de la obra de dichos autores de novelas históricas al estilo de Walter Scott. Por ejemplo, narró Arana que los vizcaínos, en trance de perder la batalla ante los "españoles", lograron invertir el resultado gracias a que un vizcaíno advirtió la abertura de la parte inferior de la coraza, transmitiendo el descubrimiento a sus camaradas mediante el grito: "¡Sabelian, sabelian!" (¡en el vientre!). Este hecho lo tomó Araba de Los cántabros de Araquistaín, sólo que éste lo puso en boca de un "cántabro" en su lucha contra los romanos. Y, para retorcerlo más aún, Arana no tuvo inconveniente en citar la fuente de su conocimiento, asegurando que dicha frase: "la he oído yo atribuir a ancianos vizcaínos a la batalla de Arrigorriaga". Y de este científico modo dio por zanjada la cuestión de la autenticidad histórica de la narración.

MITO DE JAUN ZURIA

Muchos de los autores nacionalistas posteriores, como Estornés, repitieron la epopeya sabiniana punto por punto. Esta es la versión de Estornés Lasa:
"... para colmo de males, los godos-españoles, refugiados en las montañas asturianas..., concibieron el increíble proyecto de suspender sus luchas contra los infieles para conquistar los estados cristianos de Euskadi. En efecto, Alfonso III el Magno, que abrigaba tales proyectos, arremetió por las fronteras alabesas en donde derrotó al conde Elión y se lo llevó cargado de cadenas a un calabozo de Asturias. ...envió a su hermano Ordoño a la conquista de los pueblos bizcainos. Llegó al ejército a la angosta vega de Padura, donde fue sorprendido por los baskos que, cayendo sobre los invasores, los destrozan e impiden su avance... Tal fue la gloriosa de Arrigorriaga.

Pero no solo a literatos fueristas o propagandistas políticos inspiró la leyenda de Arrigorriaga, sino también a cultivadores de una ciencia tan racional y vinculada a la exactitud del lenguaje, los conceptos y los hechos como es el Derecho. El peneuvista Jesús de Galíndez, en su libro La aportación vasca al Derecho Internacional, señaló sobre la unión de la Corona de Castilla y el Señorío de Vizcaya en la persona de Juan I de Castilla lo siguiente:
"... la ley de la herencia lleva también a la dinastía castellana a ocupar el puesto de Juan Zuria; de esta manera los vencidos de Arrigorriaga entraba a suceder a su propio vencedor."
Si dicha fabulación hubiera salido de la pluma de un novelista romántico, cabría, si no una justificación, al menos una explicación. Pero pretendiendo un abogado escribir un libro sobre temática tan exacta como es el Derecho, sorprende su desprecio por el mínimo rigor.

Miguel Unamuno escribió sobre la proliferación de fábulas:
"Si Dios me da salud y tiempo quisiere barrer, con la ayuda de todos aquellos que no tienen la venda de la pasión ante los ojos, la máquina formidable de quimeras y fantásticas invenciones con que han echado a perder una historia sencilla de un pueblo cuya gloria es el ser pacífico, morigerado, laborioso y libre. Aitor, Lecobide, y hasta Jaun Zuria y la batalla de Arrigorriaga son, o hechos totalmente desprovistos de fundamento, o hechos muy problemáticos que no se pueden dar por rigurosamente históricos."

Federico Krutwig, en los años 60 del siglos XX, insistió en utilizar la batalla de Arrigorriaga-Padura, esta vez como recordatorio de que los nacionalistas vascos no pueden pactar colaboración alguna con el PSOE, pues eso sería traicionar la memoria de los que en aquella batalla dieron su vida por la independencia vasca:
"Doblemente es traición, cuando procede de quienes se dicen nacionalistas, de quienes por colaborar con partidos españolistas y republicanos escupen en las tumbas de los héroes de Padua..."


En la actualidad el mito de la batalla de Arrigorriaga no ocupa ningún lugar importante en el discurso nacionalista, pero fue un elemento esencial en la creación del sentimiento particularista vizcaíno durante cinco siglos, y de que, más directamente, fuese el inicio del nacionalismo vasco. La publicación por Arana del libro Bizkaya por su independencia, en el que se recogía la versión sabiniana de dicho mito junto con otros tres enfrentamientos medievales, fue el punto de arranque de la creación de la conciencia nacional vasca. Dicho libro fue recogido por sus seguidores como la piedra fundacional de la doctrina.

Ceferino de Jemein, biógrafo de Arana, lo definió como:
"el libro despertador de la conciencia nacional euzkaldiana, el que más vascos ha ganado para la Patria."

Y Pedro de Basaldúa recordó que:
"Bizkaya por su independencia fue y sigue siendo un grito conmovedor a la conciencia, un irrintzi vibrante lanzado a las entrañas mismas de la patria aletargada, agonizante. Fue un grito de afirmación de vida, mejor aún de salvación."

De la importancia de mitos como éste da testimonio una polémica habida en 1867 entre el novelista Juan Venancio de Araquistáin y el historiador Nicolás Soraluce. Este último, refiriéndose a los relatos legendarios al uso en la época, protestó contra "esta clase de espantajos, cominaciones y modo de argüir" que rechazaba "la historia, el criterio histórico y hasta el buen sentido". Araquistáin le respondió que "la historia formará eruditos, pero no hace héroes, sobre todo en las masas. Sólo las tradiciones, los cantos, en fin, las historias populares... tienen fuerza para inflamar la imaginación de los pueblos".

El mito de Arrigorriaga fue a servir también de fiesta nacional, pues antes de que finalmente se instituyese el domingo de resurrección como Aberri Eguna por haber recibido Sabino en dicho día de 1882 la iluminación nacionalista de palabras de su hermano Luis, se optó por el 30 de noviembre como conmemoración de la "memorable victoria de Arrigorriaga contra los españoles", que glosara el fundador.

Miguel de Unamuno ironizó sobre esta fiesta nacional:
"También hace falta una fiesta nacional, y ésta la tenemos el 30 de noviembre, día de San Andrés, que fue el día de la independencia vizcaína alcanzada "en la memorable viztoria de Arrigorriaga contra los españoles". Lugar que dicen se llamaba antes Padura, mas fue tanta la sangre de leoneses que allí corrió, que enrojeciendo las piedras hizo se diese a tal paraje el nombre de Arrigorriaga, esto es: Pedregal rojo. Y, en fecto, tal fue la cantidad de sangre, que herrumbró aquel terreno, uno delos ricos en rojo mineral de hierro. Allí dicen que murió un príncipe Ordoño (sería el fundador de Orduña) y lo cierto es que en pórtico de la iglesia hay un sepulcro en que yace, según aldeano me dijo un día, un rey moro al que mataron en tiempos de la francesada."

De la misma manera, Bernardino de Estella, en su obra Historia vasca, aunque reconocía que lo de Arrigorriaga "no pasa de ser una leyenda", recaló la importancia de mantenerla viva con finalidad política:
"Aunque no sea del todo cierta esta batalla y esta victoria, se celebra anualmente en Bizkaya como un símbolo de las luchas contra los extranjeros. En este sentido su recuerdo debe mantenerse vivo entre los bizkainos y entre los demás vascos."

ESCUDO TRADICIONAL DE VIZCAYA

Arrigorriaga y las otras batallas medievales "por la independencia vasca" hasta dieron nombre, junto al de su creador, a los batallones de gudaris que acabaron entregándose en Santoña (batallones Padura, Munguía y Arana Goiri).

Incluso quedó Arrigorriaga consagrada gráficamente en algo que se ve todos los días en todos los rincones: la ikurriña, esa bandera del PNV que ahora es la oficial de la Comunidad Autonómica y que inmortaliza en lienzo la falsedad histórica de Arrigorriaga.

Pero lo más importante es que el mito de la batalla de Arrigorriaga sigue siendo una de las bases de la institución señorial en Vizcaya, los fueros y la independencia nunca perdida de los vascos, es decir, todo aquello en lo que consisten los "derechos históricos" recogidos en la Constitución española y el Estatuto de Guernica. Derechos históricos que el nacionalismo pretende derivar un derecho de autodeterminación que restaurase la supuesta situación de independencia estatal establecida en Arrigorriaga y perdida en 1839.

En palabras de Arana:
"En la victoria de Arrigorriaga es donde se decide la constitución del estado que propiamente puede llamarse Bizkaya; entonces se funda el Señorío; entonces se organiza el núcleo bizkaino, el seno patrio, el hogar nacional."

Y lo curioso es que pocas líneas después Arana lamentase que de la batalla de Arrigorriaga y la subsiguiente fundación del Señorío arrancase el "apartamiento de Bizkaya de su primitiva base al adoptar la forma señorial con estatutos tan contrarios a su espíritu político y alejándose gradualmente de su nacionalidad por la pendiente del españolismo". Si ya desde el mítico nacimiento del Señorío de Vizcaya, Arana hizo partir la españolización de Vizcaya, no se comprende a qué época se refiere para encontrar la tradición estatal independiente que Arana y sus seguidores defienden.

Todo esto demuestra cómo las ideas falsas se pueden traer unas de otras igual que las ciertas. Pues de la mítica batalla de Arrigorriaga se hace partir todo el discurso nacionalista sobre la existencia de un régimen foral que implica un Estado vasco independiente de Castilla, y de la existencia de dicho inexistente estado se deriva la existencia de una narración nada menos que desde el siglo IX, así como el derecho a actualizar los "derechos históricos" nacidos de esta batalla vía autodeterminación. A partir de un hecho inventado y mediante anacronismos y absurdos se elabora toda una construcción falsa desde su mismo origen.

06/08/2023

Pedro de Aróstegui


Otro de los asentistas vascos del último tercio del XVII

Pedro de Aróstegui era natural de San Sebastián. En 1679, el duque de Medinaceli aprobó el primer asiento de Aróstegui, a pesar de haber recibido otras ofertas más ventajosas que ésta, por el cual, se comprometió a fabricar en los astilleros de Basanoaga, para agosto de 1680, dos galeones de 800 toneladas, uno para capitana y otro para gobierno, y un patache. Las obras de los tres barcos se fueron demorando ante la falta de asistencia económica de la Corona. A este problema, se sumó el escaso caudal de Aróstegui. Por todo ello, abandonó el asiento. Tras ello, Villanueva, además de adelantar el dinero para los tres barcos, se hizo cargo del asiento.

Tras este fracaso, Pedro de Aróstegui reapareció en la escena de la construcción naval en 1683 con la manufactura de dos galeones de 1.200 toneladas cada uno.

En 1696, Aróstegui suscribió un nuevo asiento con la Corona para la fábrica de dos galeones en los astilleros de Basanoaga. Sin embargo, Aróstegui después de haber arrendado las instalaciones de Basanoaga y haber logrado el uso exclusivo de las mismas, decidió, finalmente, ejecutar los barcos en los astilleros de Mápil. Esto creó un gran malestar entre los vecinos de Rentería porque pensaban que, con esta actitud de Aróstegui, sus astilleros quedaban desprestigiados. Pedro de Aróstegui falleció y el asiento lo terminó su hijo Pedro Francisco de Aróstegui.


02/08/2023

Incorporación de la Capitanía general de Guipúzcoa a la defensa fronteriza de España


Fue durante el reinado de los Reyes Católicos cuando realmente comenzó a existir una autoridad militar en Guipúzcoa. En el siglo XVI ya existía una Capitanía General, con sede en Fuenterrabía y normalmente adscrita al virreinato de Navarra, pues su virrey solía tener también el título de capitán general de Guipúzcoa.

Una vinculación que se consolidó a partir de 1517, cuando el virrey navarro Vespasiano Gonzaga Colonna consiguió el título de capitán general de Guipúzcoa y, aunque posteriormente, hubo capitanes generales independientes (como García de Arce, en 1579, y Hernando Hurtado de Mendoza, en 1598) la Capitanía General guipuzcoana dependía del virreinato navarro. Desde la época de Juan de Cardona (1598), en Fuenterrabía quedó un teniente del capitán general, con el disgusto de las Juntas Generales de Guipúzcoa, que deseaban deshacer la vinculación de ambos cargos. Esto último se consiguió en 1638, cuando el duque de Ciudad Real fue nombrado capitán general independiente del virrey. Si bien en 1644 el conde de Oropesa los reunió durante dos años y en 1646, con la elección de Juan de Garay como capitán general, ambos cargos se volvieron a separar.

PLAZA FUERTE DE FUENTERRABÍA

En el plano militar, los hombres que Guipúzcoa podía levantar para su defensa, unos 10.000. Estos efectivos no estaban asignados ni repartidos, pues salvo los de Fuenterrabía y los de los puertos de mar que debían guardarse, acudían a la llamada desde los demás lugares y lo hacían sin recibir remuneraciones de Castilla. Como la tierra era pobre, la llamada militar resultaba onerosa para las haciendas de los afectados, por lo que sólo se recurría a Guipúzcoa en casos extremos.

Según el historiador Gallastegui:
"Casi todos (en Guipúzcoa) pueden salir con arcabuces y picas. Ningún lugar está con distancia señalada para socorro de otro. Todos tienen igual obligación a la asistencia del que tuviera más peligro. Sólo los que están más cerca del paso de Behovia, que son Irún (con 450 hombres), Oyarzun (con 600), Hernani (con 200) y Rentería y Astigarraga (con 200 cada una) acuden primero a él, ya que como están siempre sobre sus armas, llegan al repique de una campana…
Los alcaldes de cada villa guipuzcoana son capitanes a guerra en cada ocasión, y se gobiernan por un coronel elegido, ordinariamente, entre un gran soldado o un gran señor."

CASTILLO DE CARLOS V Y MURALLA DE FUENTERRABÍA

La sede de la máxima autoridad militar en Guipúzcoa era Fuenterrabía, situada en la misma frontera. Esta villa amurallada fue siempre un punto caliente en las relaciones bélicas hispano-francesas, tanto en el siglo XVI como en el XVII. En principio, su posición geográfica le proporcionaba ciertas garantías defensivas, ya que por una parte la rodea el mar y no se puede batir desde allí; por el lado oriental, el más próximo a la frontera, la abraza el río Bidasoa, que convierte aquella zona en un lodazal, que la pone a salvo de cualquier ataque por ahí, y por el sur, la existencia de pantanos y juncales que en bajamar quedan en seco, hace pensar en la conveniencia de alguna obra como refuerzo defensivo.

Por el otro lado, tres baluartes, más bien pequeños, constituyen el nervio de la defensa. El denominado baluarte de la Magdalena se puede batir con facilidad desde una colina próxima. No ocurre lo mismo con el baluarte de Santa Engracia, de sólidas murallas. Y, el levantado baluarte del cabo de Higuer, a dos tercios de la lengua de la villa, con capacidad para 20 soldados, era considerado como el freno de cualquier peligro que pudiera llegar por mar.

PLAZA FUERTE DE FUENTERRABÍA

Constituían la guarnición de la plaza varios centenares de hombres, que sufrían los flujos de las circunstancias y de las disponibilidades de la hacienda regia. A principios del siglo XVII, los efectivos de las 4 compañías allí destinadas no superaban los 400 individuos, pero había sobrada disponibilidad de armas, como sucedía también en San Sebastián.

Esta fue una situación que se mantuvo en términos parecidos hasta que en 1620, como consecuencia del estallidos de la Guerra de los Treinta Años, se la reforzó con 3 compañías que en total suponían 166 hombres, y cuando estalló la Guerra con Francia en 1635, la preocupación de Madrid no decayó, elevando algo las cifras de los hombres (sobre los 600) y procurando que estuviera bien avituallada en víveres y municiones.

BALUARTES DEL CASTILLO DE LA MOTA

Por lo que a San Sebastián se refiere, desde tiempos de Sancho III el Mayor, tenía una muralla defensiva y desde el siglo XIII ya consolidó para que pudiera resistir las nuevas posibilidades de la artillería. El ingeniero Villaturiel proyectó cerrar el monte de manera que el puerto quedase protegido y los franceses no pudiesen llegar por mar en caso de guerra. En el siglo XVII, empezó la fortificación del monte Urgull con vistas a fundamentar la defensa en una ciudadela que protegiera el puerto y la ciudad y ella a su vez lo fuera desde el castillo.

La guarnición de San Sebastián a principios del siglo XVII estaba constituida por unos 350 hombres a las órdenes de 4 capitanes, a los que hay que sumar los 40 que constituían la guarnición del castillo de La Mota y los artilleros que compartían con Fuenterrabía, que eran un total de 79. Las armas existentes no eran escasas y, particularmente, La Mota tenía armamento suficiente y en buen estado, tanto las piezas de artillería como las armas de fuego portátiles e individuales.

PLAZA FUERTE DE SAN SEBASTIÁN, SIGLO XIX

Por otra parte, los virreyes navarros siempre tuvieron muy presente en sus planes militares a San Sebastián para la ejecución de las diferentes obras de fortificación proyectadas. Pensaban que si el enemigo conquistaba esta ciudad, podría saquearla impunemente o conservarla, y perdida ella, se perdería también el puerto de Pasajes, sus instalaciones artilleras y las de Rentería. La misma Fuenterrabía acusaría el hecho, pues su abastecimiento se veía afectado por la presencia del enemigo en esos lugares.

Pero hasta el estallido de la guerra no se advertiría ningún cambio significativo. En el inicio del siglo XVII, la guarnición de San Sebastián se mantuvo en torno a los 350 hombres más o menos. Cuando la Guerra de los Treinta Años se iniciaba, los planes de Madrid proyectaban elevar a 1.000 hombres la guarnición de San Sebastián y Fuenterrabía, de la que aquella se llevaba la peor parte: 887 plazas para las compañías allí destinadas y 51 para La Mota.

PLANO DEL CASTILLO DE LA MOTA