29/01/2023

Armadas vascas en la Guerra de Sucesión de Castilla


Tras la muerte de Enrique IV en 1471, los vascos defendieron los intereses de la princesa Isabel I de Trastamara en la sucesión al trono del Reino de Castilla, y en contra de los de Juana la Beltraneja. Esta última estaba vinculada al Reino de Portugal porque era sobrina del rey luso. En cambio, Isabel I vinculó el Reino de Castilla a la Corona de Aragón, mediante su matrimonio con Fernando, príncipe de Aragón y rey de Sicilia. Se produjo, entonces, la Guerra de Sucesión castellana entre los años 1475 y 1479, que se convirtió en un conflicto internacional en el cual Isabel y Fernando lucharon contra los aliados Portugal y Francia.

Para ganar, los Católicos pidieron a Bilbao que aparejase naos; y a Bilbao, Bermeo, Portugalete y Laredo, que recogiesen lombardas, serbatones y truenos de naos, carabelas y fustas que hubiese en sus puertos a condición de devolver y pagar lo que valieren.

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ISABEL LA CATÓLICA

Ese mismo año de 1471, el duque de Medina Sidonia organizó la defensa de Sevilla contra el bloqueo realizado por la Armada del marqués de Cádiz, que intentaba impedir la llegada de mantenimientos a la ciudad hispalense. Para ello, contó con una flota compuesta de dos galeras y dos naos vizcaínas, que estaban al servicio de Castilla. Las embarcaciones vascas estaban mandadas por Juan Beltrán y Juan Pérez de Urioste.

La nao de Beltrán embarcaba a 96 hombres y ganaba de flete 25.000 maravedís mensuales. Sus 58 hombres de armas percibían 600 maravedís al mes, los 23 ballesteros 400, los 7 grumetes 300 y los 6 pajes 200. El piloto ganaba 2.500 y el maestre 3.000. A los gastos de personal se sumaban los de material (7 docenas de tablas para el tillado, 3 quintales de sebo y candelas, 20 varas de lienzo para manteles) y los de mantenimientos (120 quintales de bizcocho, más pan, vino y carne en algunos días).

Ya en 1475, el doctor Lillo armó la nao de Juan de Bermeo, en la que gastó 53.560 maravedís, más 26.000 maravedís en 20 botas de vino, 20.560 maravedís en bizcocho y 3.000 maravedís en pólvora.

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MAPA PENINSULAR DURANTE EL REINADO DE LOS CATÓLICOS

Mediante la Pragmática del 20 de marzo de 1576, el rey Fernando concedía ventajas a quienes construyan naos de más de 600 toneladas, medida que activó el desarrollo naval en los puertos y astilleros vascos, incitando a mercaderes, maestres y armadores.

En 1476, se reunió una flota defensora de la causa de Isabel la Católica formada por naves castellanas y aragonesas. Entre estas estaban las naos vascas de Salazar y Ortún Pérez de Gaviola, junto a la nao Zumaya, de la misma procedencia y capitaneada por Juan Martínez de Mendaro. Esta armada combatió en aguas del Estrecho contra la escuadra luso-genovesa. El resultado fue la captura y destrucción de varias embarcaciones enemigas por parte de la flota castellana.

Antes de su partida en abril o mayo de 1476, dos de las naos vascas contratadas para la misma (las de Salazar y Ortún Pérez de Gaviola) participaron, en unión de su coterránea la nao Zumaya, en el combate del Estrecho que se efectuó contra ciertas naves portuguesas, capitaneadas por La Borralla.

Este episodio está recogido en las crónicas de Palencia y Valera. El primero calificó a la Zumaya de Juan Martínez de Mendaro, como de igual tamaño que La Borralla y que embarcaba 300 hombres. De las otras 2 naos vizcaínas señaló que eran más pequeñas, pero de gran velocidad, destacando la capacidad de fuego de sus bombardas. En el combate hizo intervenir a 4 o 5 galeras portuguesas, auxiliadas por algunas pequeñas carabelas de este origen; frente a las 6 galeras, 3 naos y 5 carabelas del lado castellano (aunque en el relato del enfrentamiento su número parece ser menor). El resultado fue, según este autor, la captura de 2 embarcaciones portuguesas (más otra genovesa) y la destrucción 2 más.

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NAOS DE JUAN MARTÍNEZ DE MENDARO

En este mismo año actuó en Andalucía la flota mandada por Ladrón de Guevara, cuya misión era perseguir a la escuadra portuguesa que conducía a su rey a Marsella. Se trataba de una parte de la flota de 30 naves organizada para combatir la amenaza del corsario Coulón contra Fuenterrabía y los ataques corsarios en aguas gallegas, que había sido desmovilizada tras alcanzar sus objetivos.

Según Las bienandanzas e fortunas del banderizo Lope García de Salazar, en la Guerra de Portugal participaron nobles banderizos de su misma condición estamental como Gonzalo Gómez de Butrón, principal responsable de la Batalla de Munguía, al mando del almirante Diego Hurtado de Mendoza; Juan Iñiguez de Retuerto, Iñigo Sánchez, Sancho García Cardo de Muñatones.

Por último, Salazar incluyó a Sancho de la Sierra, Martín Pérez de Poveña, Pedro Estantado, Sánchez Viejo, y Pedro San Lorenzo, todos ellos vecinos de Las Encartaciones.

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RÉPLICAS DE NAO CASTELLANA Y DE CARABELA PORTUGUESA

Los Reyes Católicos hicieron construir la fortificación de San Sebastián, parte de cuyos muros occidentales se conservan en el muelle de la Lasta de la capital donostiarra. La placa que lo conmemora en alguna ocasión sufrió actos vandálicos por parte de los independentistas, ante la evidencia de los hechos históricos.

En 1476, el Reino de Castilla preparó la llamada Flota naval de Guinea, para luchar contra los barcos portugueses que traían oro y esclavos desde sus posesiones en la Guinea. Esta acción estuvo englobada en las estrategias que efectuaron Isabel y Fernando con el objetivo de ganar la Guerra contra Portugal, reino que reclamaba la legitimidad al trono de Castilla para Juana la Beltraneja, vinculada al reino luso.

La flota estuvo capitaneada por Charles de Valera, y compuesta por 12 embarcaciones: 3 naos vizcaínas y 9 carabelas andaluzas; todas con capitanes andaluces expertos en la navegación a dicha región. En su camino hacia la costa africana, la flota atacó las islas de Cabo Verde. Una vez en su destino, capturó dos carabelas del marqués de Cádiz.< br />
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DESEMBARCO DE LA FLOTA CASTELLANA EN LAS ISLAS CANARIAS

En 1477, de forma simultánea, se organizaron dos flotas: una para la conquista de Gran Canaria y otra para Guinea. La coincidencia temporal buscaba confundir a los portugueses y contar en Gran Canaria con un punto de apoyo en las navegaciones a Guinea.

La llegada de los navíos portugueses derrotó y apresó a los navíos castellanos. Los lusitanos habían atacado previamente el archipiélago canario, donde capturaron a quienes se hallaban salteando las islas en busca de botín, pero fracasaron en su intento de desembarcar en Gran Canaria para impedir su incorporación a la Corona castellana.

En cuanto a la pequeña Flota a Guinea, participaron la nao Salazar y la carabela Santa María Magdalena, propiedad de Iñigo Ibáñez de Artieta y patroneada por Antón Martínez Nieto. También consta el viaje de la nao Barbera, cuyo patrón era Juan Ochoa de Elguero, vecino de Bilbao.

La nao Barbera participó tres años más tarde en el transporte de tropas militares a Gran Canaria. En aquella expedición de 1480 llegó Pedro de Vera, general de la conquista de la Gran Canaria, acompañado de Miguel de Muxica, receptor de los Quintos Reales, y de su primo Juan Civerio Muxica, naturales de Villafranca de Ordizia.

Miguel de Muxica murió durante el ataque de Ajódar, tras haber traído hasta 300 hombres de refuerzos provenientes de Guipúzcoa y de las montañas de Burgos. Por eso, fueron también conquistadores Alonso de Navarrete, García de Vergara, Juan Pérez de Aguirre, Juan Martin Arteaga, Panucio de Bilbao, Alonso de San Juan, los Lezcanos, los Bachicaos, etc., todos vascongados. Precisamente, la noticia de la conquista de la Gran Canaria la tuvieron los Reyes Católicos en Vitoria, en 1483.

Estos enfrentamientos entre Castilla y Portugal no sólo decidieron la sucesión al trono castellano, también el control de las rutas comerciales hacia África. La actuación de ésta flota contra los intereses de Portugal en Guinea fue decisiva en la firma del Tratado de Alcaçovas en 1479, por lo cual se ponía fin a la Guerra de Sucesión al trono de Castilla y se repartieron los territorios del Atlántico entre los dos reinos de la siguiente manera: para Portugal la posesiones de Guinea, Madeira, Azores, Cabo Verde y para Castilla la soberanía sobre las islas Canarias.

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TRATADOS DE ALCAÇOVAS Y TORDESILLAS

23/01/2023

José María de Orbe y Elío


Militar durante la Guerra de la Independencia y político absolutista durante la I Guerra Carlista

JOSÉ MARÍA DE ORBE Y ELÍO

José María de Orbe y Elío nació en Irún en 1776, en el Palacio de Arbelaiz. Fue el tercer marqués de Valdespina, titulo nobiliario heredado de su procedencia familiar vizcaína y guipuzcoana. Le pusieron el pseudónimo de el "Manchuelo de Ermua".

Sus primeros estudios fueron efectuados en el Colegio de Escuelas Pías de Zaragoza y luego en el Seminario de Vergara. Cuando tenía veintiséis años, renunció a una carrera de letras y prefirió la militar al declararse la Guerra de la Convención francesa en 1794. En esta contienda sirvió de capitán en el primer batallón de los Tercios de Guipúzcoa. Perdió un brazo en la batalla de San Marcial luchando contra los franceses.

En los inicios de la Guerra de la Independencia española fue un entusiasta defensor de la rebelión de Bilbao del 5 de agosto de 1808 contra los napoleónicos. Entonces ya era un cuarentón, alcalde de Ermua, pero seguía siendo un hombre de acción. La Junta de Vizcaya le encargó el traslado de un convoy de armas desde Plasencia de las Armas para organizar la defensa del Sitio de Bilbao, el 16 de agosto de 1808. Después, fue comandante de uno de los batallones de Tercios de Vizcaya y representante del Señorío de Vizcaya en las Cortes en varias ocasiones.

JOSÉ MARÍA DE ORBE Y ELÍO

A la muerte de Fernando VII, en 1833, siguió la causa del pretendiente al trono español, Carlos V, a quien proclamó en la diputación, liderando la sublevación carlista de Vizcaya en calidad de corregidor.

Cuando Carlos V llegó a España tras su huida a Portugal y posterior viaje a Inglaterra, le elevó a la dignidad de Grande de España, y le nombró segundo comandante general del Señorío de Vizcaya con el grado de brigadier y miembro de la Junta Consultiva.

Por su fidelidad al rey pretendiente, fue nombrado ministro del Consejo general de negocios del reino, mariscal de campo y en 1838 ministro de la guerra y I duque de la Confianza. Contrario a la firma del Convenio de Vergara, en 1838, participó en intrigas en favor de la continuación de la guerra y se vio obligado a exiliarse en Francia. Falleció en Burdeos en 1850.

17/01/2023

Industria armera de Eibar


La Noble y Leal villa guipuzcoana de Eibar es un municipio de una gran tradición industrial, encauzada principalmente hacia la fabricación de armas de fuego, que compiten con las más perfeccionadas en todos los mercados del mundo.

Eibar se constituyó como villa en 5 de febrero del año 1346, mediante carta puebla concedida desde Jaén por el rey castellano Alfonso XI, para que se levantara un pueblo cercado y torreado que había de ostentar el nombre de Villanueva de San Andrés, que se usó bien poco. Otorgó los privilegios, exenciones y franquicias del Fuero de Logroño. Y tras levantarse torres y muros, se construyeron las casas.

ARMADURA DE PIQUERO DEL SIGLO XVI

Se conoce la existencia de fábricas artesanales de armas desde la Edad Media. Antes de finalizar el siglo XV, la fabricación de armas estaba en uso en Eibar, ya que una Real Orden de 1538 encargaba 15.000 arcabuces a Juan Orbea y a Juan Ermua de Eibar, lo que prueba que ya antes de esta fecha se hallaba implantada esta industria en la localidad.

Esta fabricación exigía, además de artesanos del hierro, otros muchos obreros que se ocuparan en plantar árboles, otros en preparar leña, otros en hacer carbón y transportarlo a las herrerías y fraguas, otros en conseguir fresnos para picas, y nogales para cureñas o culatas.

A partir del siglo XVI, Eibar experimentó un estado de prosperidad creciente y, en unión de los vecinos de Placencia, laboraban armas de fuego solicitadas por la Provincia de Guipúzcoa y por la Corte de Madrid. Consta que la real fábrica de armas de Placencia se levantó cerca del 1573, y que en ella mandaba el gobierno que entregasen su obra los eibarreses.

Existen también varias disposiciones por las cuales se manda que en estas montañas se planten fresnos para la fabricación de picas, y nogales para culatas de mosquetes y arcabuces, demostrando que en estos pueblos se dedicaban de muy antiguo a la fabricación de armas blancas y de fuego.

En 1596, la Provincia de Guipúzcoa pidió 900 mosquetes para armar a los guipuzcoanos, también arcabuces. En 1601 el ayuntamiento de Eibar dispuso que ningún vecino llevase en el alarde arcabuz de chispa ni de pedernal, sino arcabuz de munición con cuerda y forma propia para la guerra, lo cual parece indicar que los arcabuces de chispa y de pedernal resultaban anticuados en esta fecha.

En 1658, varios particulares de Guipúzcoa acudieron a la Corte para hacer gestiones a fin de que se les permitiera tomar a su cargo la tarea de proveer de armas a quien lo solicitara, y hacer ajustes y asientos referentes a la industria de las armas. Aunque por facilitar el logro de sus deseos ofrecieron rebajar los precios corrientes, su pretensión fue denegada en junio de 1658, en virtud de la cual se estableció que no introdujeran reformas de ningún género en la fábrica de Placencia, sino que "continuase con la labor de las armas en la forma y con las calidades y circunstancias que habían corrido hasta entonces. En 1696 se confirmó por otra real orden la citada disposición.

El ilustrado Melchor Gaspar de Jovellanos escribió en su Diario las características de la industria armera, cuando el año 1791 se detuvo en Eibar:
"Lo que llaman fabricación de armas, no significa lo que se cree de ordinario. Varios artistas establecidos en Ermua, Eibar, Placencia, Elgóibar y Mondragón, trabajan las varias piezas de que se compone el fusil. Esta arte se ha subdividido en tres principales, que se ejercen separadamente: cañoneros, llaveros, cajeros, y aún hay otra de arreeros, que son los que fabrican guardamontes, baquetas, abrazaderas. Varios hay que saben hacer y hacen todo esto, aunque prohibido por la antigua ordenanza, mas por lo común cada artista trabaja en su ramo. Los cañoneros saben incrustar perfectamente las miras y puntos de plata y las piezas de adorno de oro en el hierro y empavonarle con la mayor perfección; los llaveros labran y esculpen el hierro en las formas que quieren, y le pulen con gran limpieza y lo mismo los arreeros; otro tanto hacen los cajeros en la labor de las cajas. El más célebre de estos artistas es el dueño de esta casa (don Juan Esteban de Burtindui), hijo de otro muy nombrado: su fama estriba en la excelencia de sus cañones, aunque hace todas las piezas. Trabaja para varios grandes y señores de la corte, para América, para Inglaterra, Francia, Rusia y otras partes, de donde le vienen encargos frecuentemente. En cada pueblo están reunidos en gremio los artistas de cada ramo, y eligen anualmente sus prohombres, á que llaman diputados (312), para el gobierno de los negocios comunes y contratas: por lo demás, cada uno trabaja para sí con sus oficiales: ninguno y nada de cuenta del Rey."

TALLESR DE CERRAJERÍA DE LA EDAD MODERNA

En 1747, Eibar tenía 340 vecinos, 113 eran maestros y oficiales que se empleaban en el real servicio de armas de Placencia.

En el acta de la sesión que el 25 de abril de 1762 celebró el ayuntamiento de Eibar, hay una lista en la que figuran los maestros y oficiales casados trabajando en las reales fábricas de Placencia: forjadores 9, cajeros 35, chisperos 13, aparejeros 35, limadores 19, barrenadores 7, martilladores 11, rementeros 3. Total, 132. Además había 38 solteros correspondientes a todos los gremios, que, unidos a los casados, sumaban 170.

El armamento ordinario y corriente que se fabricaba en estos pueblos tenía gran aceptación por su solidez y elegancia, pero cuando se recibían encargos especiales para regalar a personajes de España o del extranjero, salían de estos talleres verdaderas obras de arte, que aún se admiran en los museos. Podríamos citar un juego de escopetas y dos pistolas de primorosa labor, que por encargo de la Diputación se hicieron para el príncipe Fernando VII en 1808; dos pistolas para el rey Carlos VI y dos sables para los infantes en 1814, con vaina de hierro sin soldadura. El mismo año se fabricaron con gran esmero las armas necesarias para los guardias de Corps, y después se han confeccionado verdaderas joyas de arte para muchos personajes, entre los cuales podemos incluir al rey Alfonso XIII, que posee varías escopetas fabricadas en talleres de Eibar.

FUSIL DEL SIGLO XIX, MUSEO ARMERO DE EIBAR

Paulatinamente, la labor manual se ha ido sustituyendo por la implantación de moderna maquinaria.

En el siglo XIX, las tres principales compañía fabricantes de armas eran la de Orbea y Cª, fundada en 1859 y que empleaba más de 500 obreros; la de Gárate, Anitua y Cª, especialidad en revólveres y pistolas, y la de Víctor Sarasqueta, Cortaberria y Cª, que fabricaba excelentes escopetas.

Más de medio centenar de grandes fábricas o talleres artesanales se extendían por el interior de la villa hasta las faldas de las montañas, donde trabajan cientos de obreros o familias autónomas, y que daban a Eibar un aspecto de población exclusivamente dedicada a confeccionar escopetas, pistolas y revólveres.

En 1914, se abrió una escuela de armería financiada con fondos de la villa, de la Diputación y del Estado. En su inauguración, hubo una exposición de artes e industrias vascongadas, con asistencia del ministro de Fomento y otras autoridades.

En las luchas militares en que en el transcurso de los tiempos ha intervenido la Provincia, al igual que los demás pueblos, Eibar contribuía con su compañía armada, acudiendo a los lugares que Guipúzcoa le señalara. Casi siempre el punto de destino solía ser la frontera de Francia.

El escudo de armas de la villa tiene, en campo de oro, la imagen de San Andrés con aspa roja, y sobre el yelmo un volante azul con letras de oro, que dicen: villa de Eibar. Desde el año 1908, dos ramas adornan el escudo: una de roble, representativa de la fuerza y el vigor, y otra de laurel, que simboliza la inteligencia.

15/01/2023

Leyenda del puente taumatúrgico de Zubiri sobre el río Arga


Zubiri es la capital del valle de Esteribar, que agrupa a 31 poblaciones. Se ubica a medio camino entre Roncesvalles y Pamplona, en la estribaciones del Pirineo navarro, principio y final de etapa de los peregrinos del Camino de Santiago. Su origen se basa en la construcción del puente que cruza el río Arga. Etimológicamente, el nombra de Zubiri significa en euskera "pueblo" (hiri) del "puente" (zubi).

Seguramente que este puente tuvo un predecesor ubicado en la antigua calzada romana que iba de Burdeos a Astorga y cruzaba el pueblo, donde existió un antiguo hospital de leprosos. La población creció en torno al puente, que custodiaban los antiguos portaleros, quienes cobraban el portazgo a las personas y mercancías que lo atravesaban. No debían ser un ejemplo de honradez, pues un peregrino italiano, Doménico Laffi, escribió en 1670 su experiencia:
"guardando el puente, están ciertos soldados o, para decirlo antes, ladrones y asesinos que por estar en lugar deshabitado despojaron a los transeuntes."

PUENTE DE ZUBIRI SOBRE EL RÍO ARGA

El pilar central puente de Zubiri ha ejercido la función de sanadora de animales y peregrinos que desde Roncesvalles descendían hacia Pamplona. Su supuesta virtud taumatúrgica contra la rabia se lograba dando varias vueltas a su alrededor. Su causa fue el descubrimiento en el siglo XI por parte de los constructores del puente de los restos de una joven dentro de la roca que sirve de base del pilar central que se estaba levantando. Se trataba del cadáver de Santa Quiteria, protectora de la rabia.

Los restos santos se enterraron en Burlada, ante la imposibilidad de hacer caminar a la mula que los arrastraba durante la procesión hacia la catedral de Pamplona. El cortejo dictaminó que era decisión desde el cielo que Santa Quiteria permaneciera para siempre en aquella villa caminera y allí se depositaron sus reliquias. Desde entonces, la leyenda adquirió tanta fama que desde diversos lugares traían los animales para sanarlos de la rabia, una enfermedad muy mortífera y temida hasta que Pasteur inventó la vacuna en 1885.

La devoción debió de convivir con el escepticismo, ya que todavía se recuerda el pareado:
"Santa Quiteria parió por un dedo; podrá ser verdad pero no me lo creo."

PUENTE DE ZUBIRI SOBRE EL RÍO ARGA

11/01/2023

La herida patriótica, por Mikel Azurmendi


LA HERIDA PATRIÓTICA

La herida patriótica, Mikel Azurmendi, Editorial Taurus, Madrid (1998), 208 páginas

El nacionalismo vasco ha dejado de ser una ideología nacionalista más para constituir un vasto sistema cultural compartido por casi la mitad del País Vasco. Una tupida maraña de símbolos que compactan una identidad densa y una visión dualista de las cosas humanas, hasta de las más ordinarias, posibilitando un campo experiencial, desde lo estético y ético hasta el sentido común, determinado por un sentimiento de pérdida-recuperación y por una inefable ansia de Estado propio. Una cultura generadora de deseos e intenciones siempre dolientes, a modo de herida siempre abierta, porque nos han robado lo que debimos ser y hemos perdido lo que debimos conseguir.

Como remedio, Mikel Azurmendi propone una terapia cultural donde predominen símbolos no sólo ideológicos. Principalmente, una identidad individual frente al englobante concepto de pueblo. Después, una visión plural, contingente e histórica de las cosas humanas frente al esencialismo étnico. Por último, la apertura a un campo de nuevas experiencias, fundamentadas en la dignidad del hombre.
"Pero, aparte de la violencia de ETA, de suelo vasco ha salido abundantísima militancia que, engrosando el modelo socialista antisistema (GRAPO, FRAP, maoístas, trotskistas, etcétera) asumió con abierta simpatía la violencia etarra, cuando no la imitó con el robo, asesinato y extorsión de las gentes. Tampoco la violencia de Estado se ha ejercido siempre con legitimidad legal, respeto a los derechos humanos, ni ha estado siempre controlada por las instituciones democráticas. Hoy sigue siendo razonable, en determinadas circunstancias, seguir dudando de ciertas "versiones oficiales" que atañen a algún maltrato del ciudadano, en general, y del etarra, en particular’. Esta múltiple violencia ha sido interiorizada culturalmente por las gentes abertzales polarizando dualmente su universo étnico. Esta característica de represión no siempre legítima le confiere a su imaginario radical todos los visos de realidad sumamente "real". Es así como la oposición entre vascos y españoles se ha convertido para ese imaginario en la "naturaleza misma de las cosas" de aquí. La violencia etarra ha generado etnicidad, creencia irrefutable de que los vascos estamos oprimidos por otros distintos a nosotros. Cada acción violenta lo confirmaría: de ahí que a cada acción siga como sombra su comunicado en Egin."

07/01/2023

Diego de Álava y Beaumont


Ingeniero militar durante el reinado de Felipe II, famoso por escribir el libro de práctica militar El Perfecto Capitán

DIEGO DE ÁLAVA Y BEAUMONT

Diego de Álava y Beaumont era natural de Vitoria, Álava, donde nació en 1557, y de donde era toda su familia. Su padre, Francisco de Álava, fue capitán general de Artillería, secretario real del Consejo de Estado y Guerra, presidente del Consejo de Ordenes, embajador de Felipe II en Francia, y comendador de la Orden de Calatrava.

Estudió latín y retórica en la Universidad Complutense de Alcalá de Henares, con Ambrosio de Morales de profesor. Más tarde estudió erudición griega y romana en Universidad de Salamanca, con Francisco Sánchez el Brocense, y derecho canónico y civil con los catedráticos más insignes de la Escuela económica de Salamanca, fundadores de la ciencia económica moderna.

A pesar de sobresalir en estas materias académicas y dedicarse como jurista de profesión, destacó por sus estudios científicos del arte militar, posiblemente por tradición familiar. Como consideraba las matemáticas la base principal de esta ciencia, se puso a disposición de Valenciano Gerónimo Muñoz, profundísimo geómetra que enseñaba ciencias exactas en la Universidad de Salamanca.

A los treinta y tres años, Álava publicaba un libro que trata de consejos estratégicos militares, llamado El Perfecto Capitán. Especialmente novedoso en la parte relativa a la artillería. Fue el primer español en elevar al rango de ciencia el estudio de las artes militares.

DIEGO DE ÁLAVA Y EL PERFECTO CAPITÁN

El Perfecto Capitán instruido en la disciplina militar y nueva ciencia de la artillería está dividido en seis libros. En el primero describe las virtudes que un general debe reunir.

En el segundo trata sobre la organización militar: el modo de efectuar un sitio, organizar una defensa, ofrecer una batalla, emprender una retirada y otros aspectos esenciales de la estrategia militar. Todos estos capítulos estaban acompañados de ejemplos de la historia griega y romana con las observaciones de los maestros del arte militar Xenofonte y Cesar, y con los preceptos de Vegecio, todo en una dicción clara y pura, y con un estilo siempre noble y natural, a veces elegante y animado, dotes todas que hacen este libro digno precursor de los que después escribieron Folard, Santa Cruz y demás modernos autores militares.

La parte más sobresaliente de la obra son los cuatro libros destinados a la artillería. En ellos explica la fabricación de armamento, las municiones oportunas para su servicio, del planisferio y demás instrumentos matemáticos para seguridad a los tiros y dar alcance a los objetivos.

El tercer libro trata de la fundición, municiones y fabricación de la pólvora. El cuarto de las medidas necesarias en artillería y modo de realizarlas con descripción y manejo de instrumentos: planisferio, astrolabio y cuadrante principalmente, incluyendo una tabla de "senos rectos". Los libros quinto y sexto tratan de la balística o "nueva ciencia de la artillería".

EL PERFECTO CAPITÁN, POR DIEGO DE ÁLAVA Y BEAUMONT

Álava expuso, examinó y corrigió con suma exactitud y metodología las doctrinas que sobre estos mismos objetos habían dado otros escritores anteriores, con especialidad las del célebre matemático Nicolás Tartaglia en su obra Nova Scientia (1537). Así, siguiendo a dicho autor, demuestra que el mayor alcance corresponde a un ángulo de 45º. No le convence, sin embargo, el segundo principio deducido de la doctrina de Tartaglia, considera que el incremento en el alcance es el mismo para cada grado de elevación. Todo el error procede de considerar que la parte curva de la trayectoria es un arco de círculo. Por el contrario, en el caso del tiro horizontal, según Álava, el proyectil comienza a moverse oblicuamente de modo muy gradual, aumentando la curvatura de la trayectoria con rapidez cada vez mayor hasta convertirse en una línea vertical. Por ello, la parte curva del movimiento violento no es nunca parte de círculo.

Al parecer, el autor español no conocía las Quesiti et Inventione Diverse (1546), donde Niccoló Tartaglia modificó este aspecto de su teoría. Finalmente, concluye Álava que los alcances son proporcionales a los "senos rectos" de los ángulos de elevación. Por ejemplo, si el alcance en el tiro de "punta en blanco" (horizontal) es de 200 pasos y el alcance máximo de 2.000 pasos, para 10º será: 200 +[ (2.000 - 200) / sen 45º ] sen 10º, o sea 642 pasos.

Para el tiro con morteros recomienda un método de graduar el cuadrante según el cual si el alcance para 45º es de R pasos, el alcance correspondiente a otro ángulo cualquiera será: r = R ( cos ( / cos 45º ). El cambio de senos a cosenos se justifica porque en los tiros con morteros los ángulos son siempre superiores a 45º.
Gracias a la implicación de su amigo el Brocense (Sánchez de las Brozas), la obra fue publicada en Madrid en 1590, en la imprenta de Pedro Madrigal, consiguiendo un gran respecto y estima por tal innovación de la biblioteca militar española.

Diego de Álava llegó a ser gentilhombre de Cámara de Felipe II.

Se sabe que está enterrado en la Iglesia de San Benito el Real de Valladolid, donde se ve su sepulcro cubierto con una pizarra, en que están grabadas sus armas.

02/01/2023

Organización defensiva de Navarra previa a la Guerra de Francia de 1635


Cuando comenzó la Guerra hispano-francesa del siglo XVII, Enrique IV estaba sólidamente asentado en el trono de Francia. Navarra tuvo que reorganizar su defensa fronteriza ante la amenaza de este rey de invadir el territorio e incorporarlo a sus estados. Sus declaraciones de pretendiente a los derechos navarros y sus preparativos militares constituían una seria alarma al lado sur de los Pirineos. Por ello, las autoridades navarras lo advertían a la Corte de Madrid, insistiendo en la situación de descontento de los soldados, faltos de pagas, lo que podía facilitar entendimientos con los franceses.

Esta situación preocupante le hizo plantearse al virrey Cardona el levantamiento de una línea defensiva sobre las torres de Lesaca, Donamaría, Garzain, Irurita, Arrayoz y Arizcun, como en tiempos pasados, y convertir a sus jefes (cabos de armería) en capitanes de guerra. Pero todo ello no era suficiente para que la Corte siguiera confiando en los navarros, a los que el Consejo de Guerra les permitió llevar armas.

pamplona ciudadela baluartes
CIUDADELA MODERNA DE PAMPLONA

En cualquier caso, los años del reinado de Enrique IV hasta su asesinato en 1610 transcurrieron en medio de una alarma constante, pues los esfuerzos del rey galo por reconstruir el reino con frecuencia se confundían desde España con preparativos militares que hacían temer un ataque que nunca llegaba. En previsión del cual se pidieron recursos y medios a Madrid para continuar los trabajos de fortificación y para contentar a los hombres con sus sueldos.

Fueron años en los que no faltaron choques y roces fronterizos con los franceses, de menor importancia, como el sucedido en 1599 entre los vecinos de Hendaya y los de Fuenterrabía o los derivados en 1609 por los pastos de la isla situada en medio del río Bidasoa. Mayor entidad tuvieron los relacionados con los arbitrajes de los "comunales", sobre todo en los montes de Alduides, en el valle del Roncal y en el Soul. Incidentes de menor cuantía, que al final no inquietaban tanto como las iniciativas de ciertos señores franceses, cuya autoridad en las zonas fronterizas galas y sus aspiraciones personales suscitaban iniciativas militares inquietantes. Sirvan como ejemplos el del gascón monseñor de La Force y el de los aristócratas Condé y Rohan, relacionados con el problema hugonote.

En los inicios del siglo XVII, las tres Compañías de Guarnición en Pamplona, Tafalla-Sangüesa y los puestos fronterizos fueron reunidas en la capital, donde se designaban a los que debían trasladarse a proteger los puertos. A la hora de disponer de los efectivos de la guarnición, dos grandes obstáculos eran la falta de pagas y la abundancia de bajas. Una realidad que en los años siguientes movió al Consejo de Guerra a corregirla con la puesta al día de las dotaciones humanas y materiales y la creación de un depósito de provisiones de respeto en la ciudadela.

También por esos años se planteaba otro problema relacionado con el alojamiento de cuatro Compañías de las Guardas de Castilla de hombres de armas que habían sido destinadas a Navarra y alojadas en diversos lugares, especialmente en la Ribera. Es cierto que los navarros no estaban obligados a proporcionarles nada que no quisieran y siempre debería ser pagado a su justo precio, pero el retraso en las pagas obligaba a los soldados a recurrir a trabajos, a la mendicidad o a la violencia para sobrevivir. Toda esta situación iba en perjuicio de la relación entre civiles y militares, entre otras cosas porque bastaba la presencia de un contingente, por pequeño que fuere, en unas comunidades de recursos limitados como eran las navarras para desequilibrar peligrosamente la vida.

escopetero piquero Compañía Guarias Castilla
ESCOPETERO Y PIQUERO

Ante semejante situación, en 1612, un representante de las Cortes navarras solicitó que las Compañías de Guardas fueran retiradas del reino. En su lugar, se colocarían otras tantas de remisionados, como se designaba a aquellos hidalgos de la tierra que recibían un renta y que estaban obligados a tener armas y monturas para acudir a servir al rey cuando fueran requeridos para ello. Esta propuesta significaba una vuelta a los sistemas tradicionales de tropas autóctonas, y suponía un gran alivio para quienes soportaban los alojamientos de los guardas. Pero el Consejo de Guerra fue contrario a su debido tiempo, de modo que se recomendaba al virrey que buscara con urgencia medios para reunir fondos y mandara a sus hombres que no cometieran desórdenes en los alojamientos donde estaban destinados.

La decisión del Consejo puede demostrar la cautela con que se procedía en aquellos años, pues se habían producido situaciones complejas en las regiones fronterizas, donde no faltaban aventureros dispuestos a enriquecerse o urdir planes más o menos fantasiosos. En consecuencia, las tropas reales siguieron acantonadas en Navarra, tropas que en 1613 sumaban 674 plazas efectivas, constituidas por las de tres compañías, las de la ciudadela, las de los puertos, los entretenidos y 8 oficiales de infantería. Unas cifras que disminuirían en los años siguientes debido al mal estado de las fortificaciones navarras y vascas y a la falta de paga y las enfermedades.

La muerte de Enrique IV y la postura hispanófila de la regente María de Médicis, así como el desplazamiento hacia La Rochela del problema hugonote, dieron unos años de tranquilidad en la frontera navarra. Pero tras la llegada al poder de Richelieu, resurgió la amenaza de invasión francesa. Este primer consejero de la Corte francesa deseaba retomar los planes de Enrique IV sobre ese reino y apoderarse del Franco Condado, al que también consideraba pertenencia francesa.

puerta Santa María Fuenterrabía Hondarribia
PUENTE DE SANTA MARÍA EN FUENTERRABIA

Navarra y las Provincias Vascongadas se prepararon para la defensa fronteriza según las instrucciones recibidas desde Pamplona: se reparó el puerto de Pasajes, se dotó de pólvora al Señorío de Vizcaya y a los puertos de Guipúzcoa, se armó con artillería a las embarcaciones vascas, y se entregaron algunas patentes de corso a capitanes vascos para asaltar los barcos mercantes y navales franceses. Estas medidas de organización naval fueron muy bien recibidas en 1624 por los Consejos de Guerra y Estado.

En 1625, la Armada inglesa fracasó en su intento de capturar el puerto marítimo de Cádiz, produciéndose la ruptura entre las Coronas española e inglesa. Por otra parte, se recrudeció el problema de la Valtelina, en el que Francia estaba particularmente interesada. Sin embargo, las resistencias internas al poder de Richelieu y el éxito galo en Italia desviaron la presión francesa de la frontera navarra durante varios años.

Pero como la amenaza de ruptura flotaba en el ambiente, el Consejo de Guerra recomendó el alojamiento estratégico en Navarra de varias Compañías de las Guardias de Castilla. De manera que, en 1632, la compañía del condestable fue alojada en Allo, la del duque de Lerma en Tafalla, la de Esquilache en Obanos, la del marqués de Tovar en Barasoain y la del conde de Saldaña en Catarroso. Este contingente fue el principal elemento del dispositivo militar en Navarra con vistas a la inminente Guerra con Francia, declarada en 1635.

Esta acción defensiva vino a reforzar las descuidadas guarniciones vasca y navarras. Según las inspecciones efectuadas por el virrey Luis Bravo de Acuñala en 1632: la guarnición de la ciudadela, que era de 400 hombres, sólo estuvo atendida por 100 durante el verano de 1732; además existían deficiencias en hombres y medios, tanto en Navarra como en Guipúzcoa.

LUIS BRAVO DE ACUÑALA

De manera que, en estos años, las autoridades navarras se preocuparon en prevenir un posible ataque francés desde el otro lado de los Pirineos. Los primeros cinco años de la década de 1630 resultaron especialmente interesantes en el caso de Navarra por la existencia de dos documentos de organización defensiva de gran interés. El primero fue un muestreo de 1632, donde se analizó las diversas zonas fronterizas con Francia, se calcularon las plazas realmente cubiertas y las que serían necesarias, y se evaluaron las fuerzas francesas situadas al otro lado de los Pirineos. El otro documento fue una relación de los varones entre 18 y 60 años que podían ser movilizados en 1635 (el año de la declaración de guerra) en el Reino navarro.

Fue una relación de las ciudades, villas y lugares, especificando en cada caso el número de personas, los mosquetes, los arcabuces y las picas. De todos estos datos se puede deducir lo siguiente:
"El elemento civil que podía empuñar las armas en Navarra superaba ligeramente al que podía alinearse en Francia a lo largo de las fronteras de Labort, Baja Navarra, Soul y Béarn. Su armamento también podía equiparse en cantidad al francés y lo superaba claramente en calidad, como lo atestiguas innumerables testimonio de los soldados de los tercios, buenos conocedores del material europeo.
Navarra en ningún sentido estaba abandonada. Todo lo contrario, se contaba con ella para el dispositivo defensivo de España… No solamente la ciudad y la ciudadela de Pamplona sino el conjunto de las poblaciones del Reino… constituían potencialmente una colectividad en pie de guerra donde cualquier intento de invasión podía hallarse erizado de múltiples dificultades."

La aportación del reino en este orden de cosas tenía su importancia, sobre todo porque los apuros de la hacienda real eran los causantes de los retrasos en las pagas de las tropas reales, de que las deficiencias en las fortificaciones no acabaran de corregirse y de que las obras de acondicionamiento y mejora se eternizaban. Una situación muy generalizada en el resto del dispositivo militar de los Austrias, tanto en el interior como en el exterior, pues el que se cubriera en su totalidad el presupuesto militar anual era algo realmente insólito; lo normal era que se cubriera una parte solamente, que podía ser un tercio de lo presupuestado, la mitad o los dos tercios, de modo que siempre los soldados estaban faltos de sus ingresos en mayor o menor medida.

En 1604, el virrey navarro Juan de Cardona solicitó al Consejo de Estado que remediase la situación de las guarniciones de Pamplona y Fuenterrabía, pues la mayor parte de sus efectivos estaban enfermos y desuniformados. Pero como la situación no cambiaba, volvió a insistir en términos parecidos en 1607, lamentando que en esas circunstancias era imposible exigirlas a los hombres disciplina, moral y orden.

En 1610, el castellano de la ciudadela, Manuel Ponce de León, escribió en varias ocasiones pidiendo la mejora de las condiciones en que estaban sus hombres y los había "forzado de lo mucho que veo padecer a la gente de este presidio". Según su relato ni siquiera había camas suficientes, por lo que los soldados dormían en el suelo "de que se han seguido las enfermedades y muertes de ellos".

El Consejo de Guerra opinaba que era conveniente arbitrar remedio, pero no se produjo ningún cambio en los siguientes años. Ya en 1629, todavía denunciaba el virrey marqués de Fuentes, explicando que como en los últimos cinco años los hombres sólo habían recibido un socorro, los soldados se habían empleado en diversos oficios con los que poder servir. Precisamente, en el año 1629, los hombres cobraron por primera vez su paga íntegra y luego, como consecuencia de las recomendaciones de la Junta de Reformación y la puesta en marcha de la Unión de Armas en 1632, las fuerzas de infantería destinadas en Navarra recibieron en ese año cinco pagas y una en 1633.

Guardias centiles tercios infantería españoles
GUARDIAS CENTINELAS