30/05/2022

Francisco Benito Eraso


General carlista sucesor de Zumalacárregui al mando del Ejército del Norte durante la I Guerra Carlista

FRANCISCO BENITO ERASO Y AZPILICUETA

Francisco Benito Eraso y Azpilicueta nació en Garinoain, Navarra, en 1793. Proveniente de una familia noble, llegó a ser alcalde mayor del valle de Orba.

Combatió en la Guerra de la Independencia Española como guerrillero.

Durante el trienio constitucional de 1820-23, se convirtió en agente de los realistas. Hasta el 11 de diciembre de 1821, lideró un alzamiento militar contra el gobierno liberal en el valle navarro de Orba. Junto a los guerrilleros de Burgos y Álava formaban un contingente de 18.000 hombres, llamado Ejército de la Fe, que operaban de forma coordinada.

Más adelante, fue miembro de la Junta Realista Gubernativa, encargándose de aportar armas, municiones, vestuario y caballos de Francia. También viajó a Madrid para obtener financiación de los realistas de la capital.

Tras la obtención de 500 fusiles organizó el cuerpo de cazadores de Navarra en 1822. Por méritos propios, comandante de Voluntarios Realistas.

En 1830, el guerrillero liberal Joaquín de Pablos "Chapalangarra", cruzó la frontera hacia Francia, por orden de Francisco Espoz y Mina, con el propósito de restablecer la Constitución de 1812. Eraso salió a su encuentro en Valcarlos, dándole muerte.

Por esta acción, la Diputación de Navarra le nombró coronel de un cuerpo de 1.000 voluntarios, destinados a la vigilancia de la frontera para evitar incursiones de los liberales emigrados. Este Cuerpo de Aduaneros fue disuelto por la reina María Cristina en 1832.

El 12 de octubre de 1833, Eraso se unió a la causa carlista en defensa del aspirante al trono de España y del restablecimiento del sistema absolutista. Organizó una guarnición de 20 carabineros en Roncesvalles, reforzada más tarde con unos 100 voluntarios que se le unieron y, el 14 del mismo mes, marchó a Ochagavía.

Debido a su delicado estado de salud y a la persecución por las fuerzas del virrey de Navarra, el brigadier Eraso se vio obligado a huir a Francia. Allí cayó prisionero por los gendarmes franceses, iba a ser internado en Angulema, pero al pasar por Burdeos consiguió escapar y volver a España.

FRANCISCO ERASO Y TOMÁS DE ZUMALACÁRREGUI

Tomás de Zumalacárregui se puso inmediatamente a sus órdenes, pero Eraso dispuso que se reconociera a aquél como comandante general y que a él se le considerara su segundo. Así es como fue nombrado comandante general carlista de Navarra.

En 1835, Eraso derrotó al brigadier isabelino Cristóbal Linares en Lumbier y mandó la primera brigada que Carlos de Borbón revistó a su entrada en España. Por esta acción, el general Zumalacárregui le designó jefe de la Comandancia general de Vizcaya.

En la Venta del Rivero venció al marqués de Campo Verde y, a continuación, se apoderó de la ciudad y guarnición de Orduña y rechazó a una columna liberal que salió de Bilbao. Bajo las órdenes de Zumalacárregui, tomó parte en el sitio de Villafranca de Ordizia. En la acción de Villaro causó una dura derrota al general del Ejército liberal encabezado por Baldomero Espartero y, a principio de junio de 1835, obtuvo la victoria de Descarga. Por méritos propios se había ganado el rango de mariscal de campo.

Después de conseguir sucesivas acciones victoriosas en Durango y Eibar llegó a dominar por completo el Señorío de Vizcaya. El 10 de junio de 1835, el Ejército carlista inició el sitio de Bilbao. Al caer herido Zumalacárregui, Eraso tomó el mando de todas las fuerzas sitiadoras que formaban el Ejército del Norte. Levantado el asedio, fue relevado en el cargo por Vicente González Moreno, y se le encomendó la Comandancia general de Navarra.

Se batió nuevamente en Puente la Reina, y en la batalla de Mendigorría del 16 de julio, cayó herido. Debido a su estado de salud agravado por su tuberculosis, se retiró a su pueblo de Garinoain, donde murió en septiembre de 1835, al parecer como consecuencia de una caída de caballo.

BATALLA DE MENDIGORRÍA

23/05/2022

La voluntad del Gudari, por Gaizka Fernández Soldevilla


LA VOLUNTAD DEL GUDARI, POR GAIZKA FERNÁNDEZ SOLDEVILLA

La voluntad del Gudari. Génesis y metástasis de la violencia de ETA
Gaizka Fernández Soldevilla, Editorial Tecnos, Madrid (2016)

Prólogo de Florencio Domínguez

¿Cuáles eran las raíces del odio en el País Vasco? ¿Cómo y por qué había aparecido ETA? ¿Entroncaba con el nacionalismo radical anterior a la Guerra Civil? ¿Había nacido por generación espontánea? ¿Qué papel había ejercido la narrativa histórica iniciada por Sabino Arana? ¿Y el recuerdo de la contienda? ¿A que respondía la opción de ETA por la violencia? ¿Cómo explicar la metástasis del terrorismo en el País Vasco? ¿Y que no ocurriera lo mismo en otras zonas de España?

El fenómeno del terrorismo en Euskadi todavía plantea demasiadas preguntas sin resolver. Gaizka Fernández Soldevilla ha buscado las respuestas en bibliotecas y archivos; en obras académicas, libros de memorias, panfletos, revistas, periódicos, literatura gris, documentos y el testimonio de quienes lo vivieron.

El producto final del proceso de investigación ha sido condensado en La voluntad del gudari. Una obra que analiza los orígenes históricos del terrorismo en el País Vasco ofreciendo una explicación multicausal. Así, Gaizka Fernández Soldevilla tiene en cuenta tanto factores externos (la dictadura franquista, el retroceso del euskera, la llegada de inmigrantes, la pasividad del PNV, el modelo de los movimientos anticoloniales, etc.) como internos (los antecedentes lejanos de Aberri y Jagi-Jagi, el influjo de los grupúsculos ultranacionalistas del exilio, el choque intergeneracional, el imaginario bélico de ETA, su evolución ideológica, el estado emocional de sus líderes, la dinámica organizativa de la banda, etc.).

Ahora bien, como demuestra La voluntad del gudari, los etarras no respondían como autómatas a una coyuntura concreta ni estaban cumpliendo con su ineludible destino. Su apuesta por la violencia tampoco representaba el último episodio de un secular «conflicto» étnico entre vascos y españoles, un mito que sirvió de cimiento intelectual a la organización y que todavía hoy es utilizado para justificar sus crímenes.

El 7 de junio de 1968, Txabi Etxebarrieta decidió asesinar al guardia civil José Antonio Pardines, la primera de las 845 víctimas mortales de la banda. Descartando otras alternativas, los autoproclamados nuevos "gudaris" de ETA habían optado por el uso de las armas para conseguir sus objetivos políticos. Suya es, pues, la responsabilidad histórica.

17/05/2022

Batalla de Noáin en 1521


La ñ Batalla de Noáin del 30 de junio de 1521 fue la única gran batalla campal que tuvo lugar durante la conquista de Navarra entre el ejército navarro-francés y el castellano-aragonés.

Tras la conquista de Navarra por Fernando el Católico en 1512, el rey Francisco I de Francia había intentado sin éxito controlar el territorio navarro, tratando de conquistar diversas plazas fuertes fronterizas para desde allí hostigar a las tropas españolas. Para uno de los dos bandos navarros, los beaumonteses, la incorporación de Navarra llegó como una liberación mediante el pacto con su aliada Castilla. Para el otro bando, los agramonteses, supuso el desalojo del poder que habían ostentado desde que el ilegítimo Juan el Usurpador había eliminado al Príncipe de Viana.

En 1521, las Comunidades de Castilla se alzaron contra el emperador Carlos V de Habsburgo. Esta sublevación tan desfavorable para la Monarquía española fue aprovechada por Enrique II de Albret el Sangüesino y por su cuñado Francisco I para organizar otro alzamiento generalizado en toda Navarra, incluyendo a las ciudades del bando beamontés. La población de varias ciudades, como Pamplona, Estella, Tafalla y Tudela, respaldaron el levantamiento logrando expulsar a los castellanos de toda Navarra.

Este levantamiento estuvo reforzado con la llegada de las tropas bearnesas de Enrique II que consiguió retomar la Navarra peninsular. A él se unió un ejército francés que entró por el norte al mando de Andrés de Foix, señor de Esparros y conde de Foix, formando un montante de 12.000 hombres de infantería, 800 lanceros y 29 piezas de artillería.

Aquella poderosa expedición francesa, respaldada por el bando nobiliario agramontés, reconquistó Navarra sin apenas resistencia, como había sucedido nueve años antes con el duque de Alba.

BATALLA DE NOÁIN

El problema, tanto en 1512 como en 1521, no era tanto conquistar sino defender lo conquistado. Sin embargo, la dominación que impuso el general francés fue la que se empleaba con una provincia conquistada, ordenando la colocación del escudo de Francia en los lugares públicos, ostentando el título de virrey sin jurar antes las Cortes y menospreciado por completo las leyes y costumbres de Navarra. Además, Andrés de Foix prohibió la entrada de Enrique II de Navarra, legítimo heredero al trono por ser hijo primogénito de Catalina I y Juan III.

En la defensa de Pamplona fue herido Íñigo de Loyola (San Ignacio de Loyola), uno de los líderes de los guipuzcoanos, quien sería más tarde fundador de la Compañía religiosa de Jesús, y que en esos momentos que luchaba con las tropas castellanas y, caprichos del destino, contra su futuro compañero re orden religiosa Francisco de Javier. Finalmente, capituló el 19 de mayo.

Hubo algún enfrentamiento en Puente la Reina, y desde allí el ejército franco navarro-gascón pretendió tomar la ciudad de Logroño, ya fuera del reino, para desde allí hostigar a las tropas castellanas. Fue un error estratégico porque, para entonces, la rebelión de los comuneros había sido aplastada por las tropas reales.

El contraataque castellano, con el apoyo de los beaumonteses, reunió a un reestructurado ejército de 30.000 soldados que se dirigía hacia Navarra dividido en tres cuerpos. El ejército navarro-francés, bastante menor en número de efectivos combatientes, se retiró de Logroño el 11 de junio, ante la amenaza de las tropas castellanas, para terminar refugiándose en la Sierra del Perdón. Por otra parte, un nutrido grupo de unos 5.000 guipuzcoanos, alaveses y vizcaínos se colocaron en la cuenca de Pamplona, cerrando así la retirada al Ejército francés.

Este contingente de vascongados se había organizado tras la orden dictada el 21 de mayo de 1521, que se exigió la formación en Guipúzcoa de un ejército de 3.000 hombres destinados a Navarra. El 19 de junio, se realizó el alarde de la tropa guipuzcoana en Laguardia (Álava), en el que figuraban 22 capitanes, mayormente pertenecientes al bando nobiliario de los oñacinos, uno por cada localidad importante de la provincia. En ella destacaban nombres como Juan Vélez de Guevara, señor de Oñate, o Juan López de Ugarte que, junto al señor de Loyola, representaban a la villa de Azpeitia. Todos, junto con los de Álava, quedaron a las órdenes de Juan Manrique de Lara como coronel, y de Juan Pérez de Anciondo, natural de Tolosa, como maestre de campo de los Tercios guipuzcoanos. Las tropas vizcaínas sumaron 2.000 hombres capitaneados por Martín Ruiz de Abendaño.

Vélez de Guevara se apoderó de Estella y Puente La Reina, derrotó al vizconde de Zolina, y se dirigió hacia Pamplona en compañía del líder de los navarros beaumonteses Francés de Beaumont, señor de Arazuri, para unirse a la infantería del duque de Nájera.

BATALLA DE NOÁIN

Finalmente, el enfrentamiento entre ambos ejércitos tuvo lugar el 30 de junio de 1521, en Salinas de Pamplona, en una amplia llanura junto a Noáin y Pamplona. Fue la batalla de Noáin.

Las tropas castellanas estaban formadas por más de 30.000 hombres al mando de Iñigo Fernández de Velasco, conde de Haro y condestable de Castilla, y de Antonio Manrique de Lara, duque de Nájera y virrey de Navarra, que fueron reclutadas de la siguiente forma: unos 7.000 hombres del Condestable de Castilla; unos 5.000 de los territorios de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa, en este último caso tras la reducción de los vecinos sublevados por parte de Ignacio de Loyola; unos 4.000 aportados por el conde de Lerín; entre 1.000-1.200 soldados de cada una de varias ciudades, como Segovia, Valladolid, Palencia, Burgos, Salamanca y Toro; 800 por Medina del Campo y 500 de Ávila, y en menor medida de otras ciudades. Además de las tropas aportadas por los miembros de la nobleza, sus deudos y allegados. En muchos casos, el reclutamiento fue realizado entre los vencidos de la Guerra de las Comunidades.

Las tropas franco-navarras eran muy inferiores en número, entre 8.000 y 10.000 hombres. Seguían dirigidas por el francés André de Foix. Este general cometió varios errores, como el de no esperar a los refuerzos que podían llegar, unos 6.000 hombres de Pamplona y alrededores, y otros 2.000 de Tafalla. Tomó la iniciativa atacando entrada la tarde, sorprendiendo a los castellanos e infligiéndoles inicialmente un severo castigo. Al comienzo dominaron los navarro-gascones, barriendo con su artillería los prados en que se encontraban los castellanos, pero el almirante Iñigo Fernández de Velasco con su caballería dominó el combate, atravesando con celeridad la sierra de Erreniega y cayendo sobre el flanco y la retaguardia franco-navarra. Por último, la infantería castellana lo decidió en el resto del campo de batalla.

La batalla fue muy larga y sangrienta. Los franco-navarros hubieron de rendirse, tras sufrir más de 5.000 bajas y ser hecho prisionero el propio André de Foix, quien fue herido en la frente por un mazazo, que le dejó ciego, y rindió su espada a Francés de Beaumont, líder navarro del bando de los beaumonteses aliados de los castellanos. Más tarde fue liberado tras pagar un rescate.

Entre los que lograron huir se hallan Martín de Javier (hermano de Francisco Javier), Arnault de Agramont, el obispo Cousserans, Fadrique de Navarra y el doctor Remiro de Goñi.

La cruenta batalla de Noáin decidió la inmediata recuperación de la capital y de todo el Reino de Navarra, pues los castellanos, con vascos oñacinos, se apoderaron rápidamente de todas las plazas, sin apenas encontrar resistencia.

BATALLA DE NOÁIN

Cuatro meses después, otra expedición francesa del que forman parte 3.000 navarro-franceses y bearneses tomaba por sorpresa las fortalezas navarras de Chateau-Pignon y Maya (o Amayur). El 18 octubre de 1521 tuvo lugar la conquista de Fuenterrabía, que no se recuperaría hasta 1524 por Carlos V.

Pero no fue hasta el 28 de junio de 1522 cuando un ejército 4.500 navarro-franceses y alemanes intentaron cruzar el río Bidasoa en dos gabarras para sitiar al castillo de Behovia o Gazteluzar, frente a la isla de los Faisanes y el paso de Behovia. Fue la batalla de San Marcial, que se produjo el 30 de junio de 1522.

Tras estas derrotas, los restos del ejército franco-navarro se dispersaron, pero desde el mes de octubre de 1521, fecha en la que se inició la incursión francesa, varios grupos de combatientes resistieron en algunas plazas fuertes, como por ejemplo, los castillos de Maya y de Javier.

En el castillo de Maya (o Amayur), situado en el valle de Baztán, resistieron el asedio castellano desde septiembre hasta junio de 1522, un grupo de 200 combatientes leales al heredero de la Corona, Enrique II de Albret. Al mando de la resistencia se encontraba Jaime Velaz de Medrano y junto a él, Miguel y Juan de Jasso Azpilicueta, hermanos del que después sería San Francisco Javier, el otro de los fundadores de la Compañía Jesuita. La fortaleza de Fuenterrabía resistió desde octubre hasta marzo de 1524.

En diciembre de 1523, Carlos V decretó un perdón para los sublevados, excluyendo a unos 70 miembros de la nobleza navarra entre los que se encontraban 8 familiares de Francisco de Javier.

En febrero de 1524, el condestable de Castilla y sus fuerzas militares reforzaron el cerco de Fuenterrabía, hasta que los franceses y navarros capitularon en 25 de marzo. Entre los navarros estaban los principales defensores de Maya, el clan de los Jatsu.

Con la recuperación de la Baja Navarra por Enrique II en 1523 y el fracaso de Fuenterrabía, la Monarquía navarra abandonaba los intentos armados de recuperar su reino. Desde ese momento hay dos Navarras: la española y la francesa.

En un cerro sobre la llanura de Salinas de Pamplona se encuentra el monumento de Amayur en recuerdo de esta batalla, realizado por Joxe Ulibarrena en 1996. En este lugar, los partidarios de recobrar la soberanía de Navarra se reúnen todos los años en el último domingo de junio.

BATALLA DE NOÁIN

14/05/2022

Prudencio Murguiondo


Marino y militar de destacada carrera y actuación en el Virreinato del Río de la Plata y durante los procesos independentistas de Uruguay y Argentina

PRUDENCIO MURGUIONDO

Prudencio Murguiondo nació en Escoriaza, Guipúzcoa, en 1770. Desde joven se educó como oficial de marina, fue piloto de altura de la marina mercante y agrimensor. Llegó al Virreinato del Río de la Plata en 1804 y perteneció al apostadero naval de Montevideo.

En 1806, se unió a las fuerzas del virrey Santiago de Liniers, que lucharon durante la Reconquista de Buenos Aires contra la primera invasión inglesa. Fue segundo comandante de las Compañías que dirigía Hipólito Mordeille, estas desembarcaron en Las Conchas y acudieron a la fortaleza en la rendición incondicional de William Carr Beresford, el 20 de septiembre de 1806.

El 8 de setiembre de ese mismo año, fue uno de los organizadores del Cuerpo de Voluntarios Urbanos Cántabros de la Amistad, también conocido como Tercio de Vizcaínos, cuerpo muy destacado en la segunda defensa de contra la invasión inglesa. Estaba integrado por cinco compañías de vizcaínos y navarros, dos de asturianos, una de castellanos y una agregada de cazadores correntinos, que hacían un total de 530 efectivos en el Puente de Gálvez. Fue elegido comandante por sus oficiales para que dedicara su tiempo completo a la instrucción militar de este cuerpo.

El cuerpo bajo su mando tuvo una actuación muy destacada en la defensa contra la segunda invasión inglesa de Buenos Aires, en 1807, participando en el combate en los Corrales de Miserere el 2 de julio y en la defensa entre el 3 y el 7 del mismo mes de julio fue ascendido a coronel por méritos de guerra.

Junto a los Tercios de Gallegos y Catalanes o Miñones, el cuerpo se unió a llamada Asonada de Alzaga, dirigida por el también vascongado Martín de Álzaga, el 1 de enero de 1809, y se vio enfrentado a los Patricios de Saavedra y otros, en la represión de la misma.

No obstante, Prudencio Murguiondo ya había sido destinado por Liniers a comandar el Cuerpo de Voluntarios del Río de la Plata en los primeros días de septiembre de 1807, y marchó a la asunción de su nuevo mando en la guarnición de Montevideo, pudiendo así evitar cualquier repercusión por su participación en el antedicho episodio.

Al iniciarse la Guerra de la Independencia en España en 1808, integro la Junta de Montevideo, co-fundando la villa de La Florida el 24 de abril de 1809, y diseñando la distribución del nuevo asentamiento.

Durante la revolución de Mayo en Buenos Aires, se une a la revuelta en Montevideo, aunque la ciudad permaneció en manos realistas, especialmente después de que la flota bajo el mando del capitán José María Salazar, se trasladara de Buenos Aires a Montevideo.

Vuelve a la cargo al reunir varios regimientos militares, ocupa el centro de militar de Montevideo, pero el resto de la ciudad continua leal al gobernador Joaquín de Soria y finalmente fue apresado y enviado a Cádiz, donde pasó casi dos años prisionero.

Regresó a Buenos Aires en 1812, en 1813 fue ascendido a teniente coronel, y al año siguiente se incorporó al sitio de Montevideo, poco antes de que la ciudad cayera en manos de los patriotas; volvió a ser ascendido a coronel. Permaneció hasta principios del año siguiente en Montevideo, hasta que la ciudad fue entregada a los federales de José Artigas.

De vuelta en Buenos Aires, fue comandante del Regimiento de Granaderos de Infantería. A fines de 1817 estaba de regreso en Montevideo al ser desterrado; la ciudad, entonces, estaba en manos portuguesas. Se dedicó a negocios comerciales y fue funcionario del Cabildo de la ciudad.

En 1822 fue uno de los llamados Caballeros Orientales, grupo integrado por conspiradores que confiaban en lograr la reincorporación de la Banda Oriental a la Argentina por medios pacíficos. Tras fracasar esta operación, forma parte de la asamblea que incorpora la provincia de Montevideo al Imperio de Brasil. Más tarde fue legislador de la nueva provincia, llamada Provincia Cisplatina, y al año siguiente era coronel del regimiento de Cívicos de Montevideo.

Cuando estalló la Guerra del Brasil parece haber estado muy enfermo, por lo que no tomó posición en ese enfrentamiento.

Falleció en Montevideo en 1826.

10/05/2022

Rentas y adquisiciones de Sancho VII de Navarra


Durante la Alta Edad Media, los recursos de la población del Reino de Navarra estaban basados principalmente la agricultura de la rica vega tudelana y las rentas de situación producidas por el Camino de Santiago.

Los recursos del rey Sancho VII el Fuerte estaban constituidos por los derechos sobre las transacciones de los navarros y los derechos directos, por posesión de tierras, solares y casas. Entre los primeros estaba los de saca (de las exportaciones) y de peaje (de las importaciones), con los impuestos subsidiarios de pontaje, más otras gabelas sobre molinos, juego, etc. En realidad, la forma más estable de ingresar recursos eran los impuestos directos, pues los otros estaban sujetos a las alternativas del comercio, la guerra las malas cosechas, etc.

El deber de pagar impuestos por tierras, casas, cabezas de ganado, etc., era una forma racional de transformar las viejas obligaciones de servidumbre, como la de trabajar la tierra en beneficio del señor, para objetivarlas en unidades contables y monetizadas. Sancho VI el Sabio había iniciado un proceso de unificación de pechas (tributos), que benefició a su sucesor y que fue perfeccionado por él. Especialmente eficaz era este sistema para asegurarse la contribución de los habitantes rurales, ya que a una villa o pueblo se le hacía una evaluación global (pecha tasada). Sancho VII concedió durante su reinado treinta de estos arreglos, a los que se llamaba fueros. En definitiva, perfeccionó el sistema del rendimiento iniciado por su padre y le sacó más del doble de rendimiento por año: se ha calculado que la media de ingresos de Sancho VI el Sabio era de 24.753 sueldos anuales, pero con Sancho VII llegó a 56.442 sueldos.VII

1. SANCIUS DEI GRACIA REX NAVARRE
2. VII CENTENARIO DE LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA

Sancho VII se ocupó tanto o más del patrimonio personal que de la tesorería real. Fue un gran inversor de bienes raíces y hasta un especulador consumado. Tenía particular querencia por las tierras, casas y molinos de Tudela. Hay dieciséis documentos relativos a comprar en Tudela y su alfoz (territorio jurisdiccional). Algunas de las propiedades no eran exactamente bienes inmuebles, sino poblaciones, como Buñuel, Cadreita, Cintruénigo y Urzante, y se hizo así con las servidumbres de sus pobladores. Otro lugar preferente de compras fue Fontellas, en la Ribera navarra, con seis propiedades. Hizo otras compras en Murillo, Cabanillas, Pullera, Arguedas, Cárcar, Resa, etc. Invirtió también en la cuenca de Pamplona, como Esquiroz, Espilce, Cordovilla, Oteiza, Berbinzana, Mues, Oro y sus salinas, etc.

Algunas de estas adquisiciones revestían la forma legal de prohijamiento, por el que Sancho se "hacía hijo" de un propietario para heredar algún bien particular bajo la promesa de proteger a él y su familia. Por lo menos hay un caso, el de los cinco hijos de Pedro Martínez de Subiza, en que no hubo proteccionismo sino despojo.

Sancho VII tuvo un notable éxito con su programa de fortificaciones. De cara a Aragón, consiguió el castillo y villa de Buñuel, por préstamo y empeño. Por el mismo procedimiento consiguió la villa y castillo de Javier y la villa y castillo de la aragonesa Sábada, que se unía a las otras posesiones que tenía dentro de Aragón, como Escó, Petilla y Peña, y más tarde Grisén. En las Bardenas Reales construyó los castillos de Sancho Abarca, La Hoz, La Estaca y Peñaflor, contribuyendo así a la consolidación de esta zona desértica. También en el corazón de Aragón, en la comarca del Moncayo, se hizo con propiedades empleando su conocido método de conceder hipotecas que acababan siendo gravosas para sus titulares.

AJUSTES TERRITORIALES Y ACTIVIDAD EXTERNA DEL REINADO DE SANCHO VII (1194-1234)

07/05/2022

Palacio de Lili y su linaje Lili en Cestona


El palacio de Lili y su antiguo solar está ubicada en Cestona - Zestoa, en una de las faldas del monte Izarraitz y cerca del río Urola, siendo el linaje nobiliario de Lili uno de las más notables del Guipúzcoa por su antigüedad e importancia. Según consta en una real executoria del año 1618, era "una de las catorce casas de la provincia de Guipúzcoa".

No se conoce fecha exacta de su construcción del siglo XV, pero si su nombre originario: Torre Liliola. Motivo por el cual haya escritores que supusieron que de este linaje fue miembro antiquísimo Liliolus, Liliolo o Liliola, obispo de Pamplona, en 589. Un prelado de quien hizo mención Sandoval en su Catálogo de obispos de Pamplona, o Martín Alfonso de Sarria en su Theatro Cantabrico.

Posiblemente, hubiese sido una casa-torre defensiva de finales de la Baja Edad Media vasca, debido a que siempre conservó muchas armas antiguas de petos, espaldas, cotas, y demás aparejos que utilizaban los de Lili en sus incursiones guerreras. Tan solo ha perdurado una armadura incompleta de hierro, datada de 1380. Además, el hecho de que se construyera sobre un terreno pedregoso encima de una montaña, indica que en su tiempo debió ser una notable fortaleza, perfectamente dispuesta para la defensa.

PALACIO DE LILI

La primera referencia documental de los Lili de forma oficial es la carta puebla fundacional de la villa de Cestona otorgada por el rey Juan I de Castilla, en 1383, para la protección y la defensa de las Guerras de Bandos entre oñacinos y bamboínos. Los Lili ya estaban asentados en esta tierra antes de la fundación de la villa.

Pero, los Lili no aparecieron agregados a ninguno de los dos bandos, los Gamboa y los Oñaz, permaneciendo neutrales. De hecho, durante algún tiempo, la casa-torre fue utilizada por la Hermandad provincial de Guipúzcoa como prisión para los nobles guerreros de estas banderías que eran arrestados.

El antropólogo José María de Eguren hizo una descripción de esta torre, que fue recuperada por dos publicaciones periódicas de finales del siglo XIX. Una fue realizada por Clemente R. Markham para la Revista Vascongada y otra por Manterola para Euskalerriaren alde, en 1890.
"El Palacio de Lili tiene, sin duda, una de las más elegantes fachadas que se pueden ver, no solo en España, pero aún en Alemania y en las naciones de la Europa occidental, ricas en monumentos de la Edad Media. El Magasin pittoresque de Paris y otras publicaciones periódicas, dadas a luz en los últimos cuarenta años, dan a conocer todos los castillos y palacios antiguos que aún existen, y es bien seguro que no hay un solo château que exceda al palacio de Lili en la elegancia y riqueza del primoroso coronamiento, del que dan exacta idea los pináculos que coronan y terminan los torrejones de los ángulos y las crestas que los flanquean y son restos de la heráldica y bellísima crestería cimera que daba lindo remate a la bonita fachada, con sus esbeltas aspilleras de la primera zona y los vanos gemelos de la segunda; y aquella lindísima ventana, uno de los más bellos ejemplos que de la arquitectura civil del tercio último del siglo XV aún subsisten, y se ve todavía sobre la puerta. Fortuna ha sido, y muy grande, que al cabo de muchos siglos no hayan desaparecido las dobles hojas de hierro con sus dos órdenes de colgantes que cierran los vanos ojivales y contribuyen a presentar con su verdadero y primitivo carácter esa fachada tan digna de estima.
El tejado que actualmente cubre la casa solar o palacio de Lili, ha debido reemplazar a una azotea ó terrado que anteriormente debía cubrir el edificio, como lo indican las gárgolas que aún subsisten, gárgolas que acompañan perfectamente al coronamiento, rematado por una hilera de cruces y flores de lis de varias formas, como lo atestiguan las que aun existen a los lados de los torreones como detalle digno de estudio."

PALACIO Y ESCUDO DE LILI EN CESTONA

Según el testimonio de Eguren, la casa solar contigua y comunicada al palacio es conocida con el nombre de Lilibea. Su construcción debió ser anterior al palacio, y convertida en un caserío en la actualidad.

El molino, ubicado a continuación del solar de Lilibea, fue una de las primitivas ferrerías de Lili. Mantiene un escudo de armas del linaje nobiliario tallado en piedra en 1492, compuesto de fondo de plata con tres flores de lis en azur.

Otra descripción fue efectuada por el religioso López de Vahado, empleando una erudita terminología arquitectónica más propio de la época. Esta fue rescatada por Fausto Arocena para la publicación Euskalerriaren alde. Describía los numerosos y variados componentes de las fachadas del palacio de Lili:
"... torreoncillos voladizos de los ángulos de la fachada, terminados en pináculos, y flanqueados con doseletes trilobulados; con su puerta volteada de largas dovelas; con sus nueve ventanas gemelas, divididas por un parte-luz, y todas, como la puerta, ligeramente apuntadas; con sus gárgolas y canecillos, que aloja la ancha escocia que une los minaretes coronando la fachada…"

PALACIO DE LILI EN CESTONA

Miembro de este linaje fue Enrique de Lili y Hurtado de Mendoza, general de Infantería y gobernador de Siracusa y Valdenoto, en Sicilia. El rey de Sicilia y príncipe de Aragón, el futuro Fernando el Católico, entregó a Enrique el título de conde de Alacha, villa italiana, por merced a sus servicios prestados. Este título se unió a la casa-torre de Lili, en 1466, y pasó a su hermana Domenja por herencia, en 1475, siendo esta la sucesora del linaje.

Domenja de Lili y Hurtado de Mendoza estuvo casa con Juan Pérez de Idiacaiz, formándose el apellido Lili-Idiáquez, que fueron llevando los titulares del solar de Lili y en la dignidad condal de Alacha.

Fue en los inicios de la Modernidad cuando los Lili emparentaban con otros poderoso linajes nobiliarios de su provincia, como eran en este caso el linaje de los Idiáquez, consejeros reales en la Corte de los Habsburgo. Fundaron su mayorazgo para sus sucesores. Eran dueños de muchas de las tierras de labranza, bosques y ríos de alrededor, construyeron ferrerías, molinos y caseríos, y la acumulación de su riqueza estuvo basada en la producción del hierro y de la madera.

Además del alto nivel económico, consiguieron algún título aristocrático como el del condado de Alacha, que les reportó un mayor reconocimiento social. Y, ante la inutilidad del carácter defensivo, la casa-torre se reconvirtió en el palacio de Lili, adornado sus puertas y ventanas con herrajes de su ferrería.

PALACIO DE LILI EN CESTONA Y ESCUDO DE ARMAS DE LILI

En esta época, los miembros varones del linaje de Lili se dedicaron a la carrera militar, enrolados en el Ejército español. De este matrimonio entre una Lili y un Idiáquez nacieron varios hijos relacionados con la Italia española.

Fray Francisco de Lili-ldiáquez, nacido en 1498, fue religioso franciscano, guardián del monasterio de Aranzazu, en 1533, y obispo electo de la ciudad de Adria, en Italia, por el príncipe Felipe II.

Miguel de Lili-Idiáquez fue gobernador de la ciudad de Trapana y conservador del patrimonio de Sicilia.

Nicolás de Lili-Idiáquez fue capitán del cuerpo de Granaderos, que actuó en las Guerras de Italia, entre España y Francia, durante la primera mitad del siglo XVI.

José María Satrustegi hizo referencia al palacio de Lili en su libro Euskal testu zaharrak, de 1987, editado por la Real Academia de la Lengua Vasca. Se trata de una carta de auxilio de la monja Isabel Lobiano Ibisaste a una superiora del convento de Santa Catalina con fecha de 1596. Siendo huérfana y menor de edad, Isabel fue ingresada en este convento de Motrico y pretendida en matrimonio por el azcoitiano Pedro Idiáquez. A pesar de la oposición de las monjas, un día fue raptada a la hora de la siesta y encerrada en el palacio de los Lili de Cestona durante la noche, hasta llegar a su casa de Landazaranda al día siguiente. Más tarde, aquel Idiáquez fue enjuiciado.

PUERTA FORJADA, ACCESO Y TORRE ALMENADA

En el siglo XVII, se encontraron aguas termales en el paraje llamado Gesalaga y los Lili iniciaron su explotación. Sin embargo, sus actividades económicas en Cestona comenzaban a sufrir una decadencia, ya que los bosques se iban agotando y las tradicionales herrerías de río y montaña eran sustituidas por otras modernas de mejor tecnología. Finalmente, las infraestructuras de los baños termales fueron vendidas al marques de San Millán.

Además, el palacio de Lili no era la vivienda más adecuada para sus nuevas necesidades sociales y la familia lo puso en alquiler. Sebastián de Lili y su mujer Magdalena de Amilibia fueron los últimos miembros de la familia en residir en el palacio de Lili, hasta 1680.

Un miembro destacado de la Ilustración vasca del siglo XVIII fue Vicente María de Lili-Idiáquez, nacido en Cestona, en 1731. Fue diputado general de Guipúzcoa, por San Sebastián (1753), Deva (1756), Segura (1760), y Vergara (1767), Rentería (1793), y Mondragón (1794). Y fue miembro de número de la Real Sociedad Económica Vascongada de Amigos del País desde su fundación, y desempeño el cargo de tesorero. En esta institución recibieron formación académica Miguel Lucas y Manuel Enrique, hijo de Vicenta María de Lili-Idiáquez y María Josefa Moyua Ozaeta.

Miguel Lucas de Lili-Idiáquez y Moyua llegó a ser mariscal de campo de los reales ejércitos y gobernador de Tortosa. Tomó parte de la Guerra de la Independencia española, en defensa de su patria.

Durante este siglo XVIII, el palacio de Lili era utilizado como un caserío, pero su falta de mantenimiento lo estuvo llevando a un estado ruinoso. A finales de siglo, en la Guerra de la Convención de 1793-95, el palacio fue ocupado y dañado por los soldados franceses, y lo mismo sucedió por estos en la Guerra de la Independencia de 1808-1814. 

En el siglo XIX, María Luísa Lili-Idiáquez ostentaba el título de condesa de Alacha. Y, en el siglo XXI, el ayuntamiento de la villa obtuvo la propiedad del edificio, encargándose de su restauración y mantenimiento.

sala noble palacio Lili Cestona Zestoa
SALA NOBLE DEL PALACIO DE LILI

03/05/2022

Marinos expedicionarios vascos del Renacimiento


En el siglo XVI, una estirpe de navegantes procedentes de Guipúzcoa y Vizcaya tomó parte de una serie de expediciones marítimas al servicio de Corona de España, que son consideradas epopeyas de la historia universal. Desde sus puertos zarparon infinidad de flotas, en sus astilleros se construyeron potentes escuadras, y en sus ferrerías se fabricaron armas, aparejos y útiles para la navegación.

En la exploración y el conocimiento de los océanos y de las costas de América y sudeste asiático, los marinos vascos jugaron un papel capital, cuando no decisivo. Se caracterizaban por la necesidad de llegar hasta el final, a cualquier precio, frecuentemente sin medir las consecuencias. Sobresalieron como exploradores de largo radio de acción y cuyo lema era Plus Ultra (Más Allá), pues pretendía ampliar y llevar los límites geográficos de España al más allá del mundo conocido. Navegaron desde Flandes hasta el Reino de Nápoles, desde el Cabo de Hornos hasta las costas turcas, desde el mar Caribe hasta las islas Filipinas.

EXPEDICIÓN DE CRISTÓBAL COLÓN

El Descubrimiento de América, el 12 de Octubre de 1492, fue un hito histórico trascendental tanto para España como para el resto de la Humanidad. De los ochenta y siete tripulantes que componían la expedición que dirigió el almirante Cristóbal Colón, siete tripulantes eran vizcaínos y otro guipuzcoano. Aunque de Santoña, Juan de la Cosa, conocido como Juan el Vizcaíno, fue el maestre y armador de la nao capitana Santa María, en la cual viajaron: Juan de Lequeitio, contramaestre; Domingo de Lequeitio, contramaestre; Domingo de Achia de Ispáster, tonelero; Martín de Urtubia, grumete; Lope de Erandio, calafate; Diego de Arana, era cordobés y descendiente de vascos, también Pedro Bilbao y Juan de Urtubia. En la carabela La Niña, de Vicente Yáñez Pinzón, viajaban Pedro de Ledesma, que repitió viaje más tarde, Juan Martín de Azoque, marinero de Deva, y Juan Ruiz de la Peña, marinero vizcaíno. Pedro Arraes y Juan Arraes eran padre e hijo, este último sería luego carpintero en el segundo viaje de Colón. En La Pinta, de Martin Alonso Pinzón, viajaban Oier de Varástegui, Domingo de Bermeo, Francisco de Vergara y Juan Pérez Vizcaíno.

La mayoría de los tripulantes del primer viaje de Colón eran de la Baja Andalucía, siendo los vascos los de la minoría más numerosa. Pueden calificarse, en cierto modo, de profesionales y de aventureros.

En el 2º viaje de Colón a las Antillas, de 1493, reconocieron numerosas islas del Caribe. Alonso Sánchez Cotillos, natural de Pasajes, fue armador y piloto de la nao capitana Mari-Galan, junto a él viajaba otro guipuzcoano Martin de Alzate. Otros vascos implicados en este segundo viaje fueron Francisco de Garay, Lope de Olano y Martín Zamudio, pilotos; Sebastián Olano, receptor de la armada; Fernando Guevara, Luis Arteaga, Bartolomé Salcedo y Miguel Muncharaz. Colón regresó en marzo de 1496.

El 3º viaje de 1498, reconoció Trinidad y costas de Venezuela. Estaba formada por seis navíos, estando cuatro de ellos pilotados por vascos: Lope de Olano, Pedro de Arana, Pedro Ledesma y Martín de Arriarán, siendo Bernardo de Ibarra secretario de Colón. Más tarde, el cartógrafo Juan de la Cosa llegó a la desembocadura del río Amazonas y dibujó el primer mapamundi en el cual aparecen representadas las costas orientales de América.

La última expedición colombina de 1502, estaba formada por cuatro navíos. La participación vizcaína estaba al mando de Juan de Orquiva, de Guetaria, en la nao Vizcaína. En este buque, quince de los tripulantes eran vizcaínos, siendo su maestre y capitán el tolosano Juan Pérez de Balda y contramaestre Martín de Fuenterrabía. La nao capitana era el navío La Santiago, pilotada por Pedro Ledesma, que viajó en los anteriores. Otros nombres fueron el tonelero Martín de Arrieta, los calafates Domingo Vizcaíno y Domingo de Arana, el carpintero Machín, los marineros Pedro de Maya y Martín de Atín, los grumetes Diego de Portugalete, Juan de Zamudio, Miguel de Lariaga, Bartolomé de Alza, Pascual de Ausuriaga, Antón Chavarrin y Antonio de Arce, el paje Cheneto y el trompeta Gonzalo de Salazar.

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LA LLEGADA DE CRISTÓBAL COLÓN A AMÉRICA

Entrado ya el siglos XVI, las expediciones marítimas no tuvieron como único destino los puertos de las islas del mar Caribe, se dedicaron descubrir y cartografiar las costas orientales de América, sortear el cabo de Hornos, y describir las costas occidentales; pero el objetivo final fue trazar una ruta comercial con las islas Poniente.

Juan Sebastián Elcano, natural de Guetaria, ha pasado a la historia universal por ser el primero en completar una vuelta al Mundo, comprobando de forma empírica la esfericidad del planeta Tierra. Este hito fue desarrollado durante la Expedición a las islas de las Especias que lideraba Fernando de Magallanes en 1519. Elcano quedó al mando de la expedición tras la muerte de Magallanes en Filipinas. Tres años más tarde, llegaron a Sanlúcar de Barrameda dieciocho superviviente en la nao Victoria, la única que consiguió regresar de las cinco.

Junto a Elcano, llegaron el maestre Juan de Acurio y Berriz de Bermeo, el grumete Juan de Arratia de Bilbao y el paje Juan de Zubileta de Baracaldo. El resto fallecieron en la travesía, quedaron en las islas de Cabo Verde, prisioneros de los portugueses, o regresaron a España más tarde sin que se tuviera noticias de ellos.

MODELO DE LA NAO VICTORIA

García Jofre de Loaísa siguió los pasos de Magallanes por orden del emperador Carlos V, en su empeño por llegar a las islas Molucas. En esta expedición al Pacífico en 1525, en la que iba el joven Urdaneta, Toribio Alonso de Salazar descubrió las islas Carolinas (Islas Marshall), Iñiguez de Carquizano fue envenenado por un portugués, mientras que Elcano moría por escorbuto. En aquella expedición también viajaba un náufrago patagónico y marino peleador de vientos llamado Juan de Areyzaga.

Juan de Echaide dio su nombre a un puerto de Terranova, al que llegó siguiendo la ruta que antes habían marcado otros marinos de Orio. Juan de la Riva fue el primer marino vasco que rodeó Terranova, en 1532. El primero en armar navíos y explorar la costa sur americana del Pacífico fue el alavés Pascual de Andagoya. Y también pionero en marear por esas aguas fue Juan de Basurto.

Bartolomé Ferrelo fue capitán bilbaíno al mando de la expedición para realizar la primera exploración a gran escala de la costa oriental americana, en 1542. La expedición partió desde Barra de Navidad (Jalisco), recorrió toda la costa californiana y finalizó en Porto Oxford (Oregón). 

Sobre la costa americana del Pacífico son memorables los hallazgos en los fiordos australes de Chile de la nave San Sebastián por el escribano Miguel de Goyzueta, en 1557, o la conquista y exploración del archipiélago de Chiloé realizada por Martín Ruiz de Gamboaen 1567. 

El capitán alavés Iñigo Ortiz de Retes, a las órdenes de Villalobos, descubrió para la Monarquía hispánica numerosos archipiélagos del océano Pacífico, en especial la Isla Grande (Nueva Guinea), la tercera isla en extensión tras Australia y Groenlandia.

ISLAS FILIPINAS, LEGAZPY Y URDANETA

En la conquista y colonización de las islas Filipinas, sobresalieron dos guipuzcoanos universales: Miguel López de Legazpi y Andrés de Urdaneta. El almirante general y adelantado de las islas de Poniente, Miguel López de Legazpi estableció el primer asentamiento estable español en Cebú y fundó Manila como capital de la gobernación, iniciando un próspero comercio con los territorios del sudeste asiático. Luzón, la mayor isla de Filipinas fue explorada por primera vez por la expedición mandada por Martín de Goiti, que actuaban a las órdenes de Legazpi. Goiti resistió los ataques de las tribus indígenas en la batalla de Manila, más tarde exploró Pampanga, Pangasinan y fundó varias ciudades. 

Mientras, el cosmógrafo agustino fray Andrés de Urdaneta y Cerain consiguió descubrir una ruta de corrientes oceánicas y vientos favorables para la navegación por el noreste del Pacífico que escapaba de los temibles alisios del sur. Fue el denominada Tornaviaje, o viaje de vuelta de Manila a Acapulco, que propiciaría las relaciones comerciales desde Filipinas hasta el Virreinato de la Nueva España, a través de la Carrera de las Indias Orientales. Cuando el llamado Galeón de Manila llegaba a Acapulco lleno de productos asiáticos, un largo camino terrestre comunicaba esta ciudad pacífica con la capital a través del Camino de Asia. A su vez, México se comunica con la ciudad atlántica de Veracruz a través de del Camino de los Virreyes. 

Durante el siglo XVII, el guipuzcoano Hernando Martínez de Aramburu, general de carabelas, acompañó al general Juan Ronquileo en la expedición de las islas Filipinas, de 1610.