27/02/2024

Cristianización del Imperio español en América por vascos y navarros


La expansión del Cristianismo por América y el sudeste Asiático fue un objetivo esencial de la Iglesia española, marcando la trayectoria durante la Edad Moderna, que constituyó un esfuerzo incluso mayor que el colonizador. 
Aquella Conquista Espiritual fue un proceso que implicó la transmisión de la cultura occidental, involucrando además de la religión, la lengua castellana y las costumbres europeas, mediante la enseñanza y el adoctrinamiento.

La Religión católica fue un elemento clave en la expansión del Imperio español y punto fundamental en su desarrollo posterior al ser la Iglesia un aliado político de los colonizadores, entre los cuales buena parte fueron vascos y navarros. Estos justificaron en todo momento sus acciones expansivas en el derecho divino y la enseñanza de la fe católica para los infieles.

La religión y la civilización fue una necesidad primordial en las poblaciones de indios salvajes que practicaban los sacrificios humanos, el canibalismo y la poligamia. Millones de indígenas tenían que ser adoctrinados en el Cristianismo para la salvación eterna, la profesión de la fe católica y la integración inmediata a los usos occidentales.

MISIONERO PROTECTOR DE INDIOS

España era, por aquel entonces, un país del Renacimiento y clarísimo exponente del Humanismo cristiano. Los eclesiásticos destinados en las tierras descubiertas se cuestionaron la labor de colonización y evangelización de aquellas tribus indígenas y denunciaron los abusos y excesos de los conquistadores ante la Corte, solicitando leyes protectoras de Indias. La Monarquía hispánica tuvo especial cuidado en los métodos y maneras de civilizar y cristianizar a aquellas gentes.

Carlos V y Felipe II fueron los principales impulsores de este proceso que tuvo como protagonistas principales a los frailes de las Órdenes Mendicantes. Estas se dedicaron a atender las carencias espirituales indígenas, a introducirles en la arquitectura, pintura, música, teatro, a la traducción de textos y el aprendizaje de lenguas indígenas. Intentaron implementar entre las tribus mesoamericanos el estilo de vida europeo con la alfabetización, la enseñanza de artes y oficios, los modos de gobierno y organización civil, leyes, urbanización occidental y la construcción de edificios de diversa índole.

Los misioneros españoles propusieron una evangelización pacífica y sin coacción alguna, desinteresada y libre de todo compromiso expansionista y explotador.

Las órdenes mendicantes fueron principalmente los Franciscanos como Martín de la Ascensión, Martín Loyola, Jerónimo de Mendieta y Juan de Zumárraga; los Dominicos como Francisco de Vitoria y Tomás de Zumárraga; los Agustinos como Andrés de Urdaneta y Andrés Aguirre; y los Jesuitas como Francisco Javier.

EVANGELIZADOR DE INDIOS EN NUEVA ESPAÑA

Ignacio de Loyola y Francisco de Javier fundaron la Compañía de Jesús, orden católica de estructura militar pero con la finalidad de difundir el evangelio y realizar una gran labor misionera y humanitaria por Europa, América y Asia.

Francisco de Javier predicó el cristianismo y realizó una gran labor misionera en la India, Japón, Filipinas y murió llegando a China. Sus cartas fueron un revulsivo en toda la Europa católica, donde impulsaron la vocación misionera de muchos hombres durante siglos.

La canonización de Francisco de Javier, en 1622, junto con su compañero jesuita y fundador de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola, además de Santa Teresa de Jesús, San Isidro Labrador y San Felipe Neri, le convirtió en un modelo de santo para la Reforma Católica, así como un referente en la actividad misionera y humanitaria en las Indias Orientales y Occidentales. Su devoción e impulso se vio incrementado en Portugal y sus colonias, gracias a que su canonización coincidió con la integración de este reino en la monarquía española durante 1580-1640.

La Compañía de Jesús se proyectó en la sociedad mediante las imágenes esculpidas o pintadas de sus dos santos, San Ignacio y San Francisco, en casi todas las iglesias y colegios católicos de España, Europa, Asia e Hispanoamérica. La importancia de la imagen del Santo navarro fue inmortalizada por pintores como Zurbarán, Murillo, Goya, Gregorio Fernández o Martínez Montañés, y su obra narrada en obras teatrales y poemas de Calderón de la Barca, Lope de Vega, Guillén de Castro, y otros muchos.

JESUITA PROTECTOR DE INDIOS

Entre otros jesuitas, habría que destacar a un sobrino de San Francisco Javier, llamado Jerónimo Javier, a inicios del siglo XVII; un Ezpeleta de Beire, que predicó en el Imperio del Gran Mongol en el norte de la India; y Cipriano Barace, natural de Isaba, que evangelizó el norte de Bolivia y sufrió martirio en 1702

También el capitán Juan de Ancheta, natural de Urrestilla, cerca de Azpeitia, fue miembro de la Compañía de Jesús, llamado Apóstol del Brasil, el cual, después de haber escrito muchas y excelentes obras, murió en Reritiva, Alden del Brasil, en 1607. Está sepultado en la Ciudad de la Bahía, y declaradas sus virtudes en grado heróico por el Papa Clemente XII en 1736.

Pedro de Rentería encabezó, junto a Montesinos y a De las Casas, la causa protectora de los indios. Llegó a planear la fundación de un colegio donde se recogería a los niños indígenas, poniendo a su disposición todos sus bienes de una manera efectiva.

A esta defensa del indígena por Pedro de Rentería le seguirían otros eclesiásticos vascos y navarros: las de fray Juan de Zumárraga y fray Jerónimo de Mendieta, en México; la del licenciado Alonso de Zuazo, primero en Santo Domingo y después en Méjico, expulsado en ausencia de Cortés; y las de Martín Ruiz de Gamboa y de Alonso de Ercilla, en Chile.

Entre los franciscanos vascos destacaron Zumárraga, Berascola y Mendieta.

Juan de Zumárraga, franciscano natural de Durango, fue nombrado primer arzobispo de México y protector de indios, en 1527. Fue uno de los primeros defensores de los derechos de los indios contra los abusos y el esclavismo de los colonizadores, y llega a cuestionarse la licitud de la conversión de los indios y de la presencia española en América. Redactó uno de los primeros documentos clave en la historia de la defensa de los derechos humanos y tuvo un papel capital en el inicio de la castellanización de los indios.

Realizó bautismos colectivos de indios, la fundación de la catedral de México, del hospital del Amor de Dios, y de la primera imprenta que hubo en México y en toda América, con la edición de la Breve y más compendiosa doctrina cristiana en lengua mexicana y castellana, e inició gestiones para la creación de la universidad y de colegios para la formación y enseñanza de los naturales en lengua castellana.

Protomártir de Georgia fue hecho fray Francisco de Berascola, franciscano natural de Gordejuela (Vizcaya), murió en 1599 junto a varios misioneros y soldados por una rebelión de nativos indios en el virreinato de la Florida. 

Otro franciscano, natural de Vitoria, fray Jerónimo de Mendieta, escribió una de las primeras crónicas del Nuevo Mundo conocidas.

MISIÓN HUMANITARIA EN AMÉRICA

En Japón, más tarde que San Francisco de Javier, destacó el mártir San Martín de la Ascensión, sacerdote de la Primera Orden de los Hermanos Menores. Martín de Aguirre realizó sus primeras misiones en México en 1585, más tarde fue trasladado a Filipinas y terminó en Japón donde desempeñó, gran actividad apostólica y asistencial en Meaco, luego en Osaka, donde fue guardián. Recorrió junto a jesuitas y terciarios franciscanos ciudades y regiones entre suplicios de diverso género y recepciones triunfales por parte de cristianos y paganos, hasta ser perseguidos y crucificados, siendo este hecho mártir y santo. A pesar de la dureza de la persecución contra la Iglesia, desencadenada por instigación de los bonzos, no se cerró la época de la asombrosa difusión del Cristianismo en el Japón.

Juan de Palafox fue fiscal del Consejo de Indias y obispo de Puebla de los Ángeles (México) en 1640. En 1642 es nombrado arzobispo de México y virrey de Nueva España. Fue un estudioso de problemas sociales y asuntos sobre los indios de Nueva España. Realizó obras de carácter polémico, como su De la naturaleza y virtudes del indio(1650), y emprendió una profunda reforma de las órdenes religiosas.

Entre los capuchinos destaca el caso del pamplonés Tiburcio de Redín y Cruzat, que llegó a ser mariscal de campo en los Ejércitos españoles y gobernador general de la Armada, y más tarde misionó en el Congo y en Venezuela.

El alavés Pascual de Álava fue el primero en predicar en China, tras en los infructuosos intentos del navarro Martín de Rada.

En las Indias Orientales, a finales del siglo XVI, frailes agustinos anónimos dieron nombres navarros a nuevas poblaciones en las islas Filipinas, como Cárcar o Tudela.

Uno de los obispos más célebres de las islas Canarias es el jerónimo Juan de Alzolaras, que fue predicador ordinario del emperador Carlos V, uno de los calificadores de las proposiciones del arzobispo de Toledo, el navarro Bartolomé Carranza. Tomó posesión de su iglesia de Canarias en 1569, y el año siguiente autorizó la solemne dedicación de la catedral de Santa Ana, en la cual fue enterrado cuatro años después.

MISA EN EL VIRREINATO

La primera iglesia sobre el actual territorio de los Estados Unidos fue fundada por los misioneros que iban con Juan de Oñate, en San Gabriel. Fray Antonio de Arqueaga construyó la iglesia de San Antonio de Senecu, en 1629. Por este tiempo se construyó también la de Picuries, en las montañas del norte, y en ella fue enterrado fray Ascensión de Zárate. Este religioso, en su informe de 1630, hizo un censo de la población, pueblos y misiones. Una expedición tardía fue la del capitán Juan Bautista Anza a las Montañas Rocosas, en 1779.

En 1717, el misionero Juan de Ugarte, continuador de la obra del padre Salvatierra, enseñó la agricultura a los indios de la Baja California.

La aportación de vizcaínos y navarros es visible también en la jerarquía eclesiástica de los territorios americanos y filipinos. Siguiendo los mismos pasos que en la península: presencia puntual en el siglo XVI, crecimiento en el siglo XVII y abundancia en el siglo XVIII, hasta alcanzar las sedes más importantes de América: Méjico, Santo Domingo y Bogotá.

Por debajo de los obispos y arzobispos, hubo un importante número de arcedianos, capiscoles, maestrescuelas y simples canónigos en muy diversas catedrales de las Indias. Estas carreras no sólo se apoyaron en el mérito personal, sino también en el apadrinamiento del círculo familiar.

Destacaron entre otros el alavés Juan Antonio de Viana, obispo de Caracas, en 1792, en el Virreinato de Nueva Granada. El vizcaíno Manuel de Mollinedo, natural del valle de Mena (aunque algunas fuentes lo consideran en Madrid), fue obispo de Cuzco en 1670 y gran promotor de las artes en su diócesis. El baztanés Martín de Elizacoechea fue obispo de Durango entre 1736 y 1745 y de Valladolid de Michoacán entre 1745 y 1756, en el Virreinato de la Nueva España.

EVANGELIZACIÓN EN EL VIRREINATO DEL PERÚ

23/02/2024

Mudéjares navarros de la Tudela medieval


Algunos autores le atribuyeron un origen romano de Tudela por la etimología de Tutela (protección), pero se ha comprobado su fundación en el año 802 por el walí Amrús Ibn Yasuf por orden del emir Al-Hakam I, aunque tal vez aquella fue la fecha de su fortificación.

Tras la pérdida del Reino hispano-visigodo, Tudela constituyó una posición estratégica para la dominación árabe del valle del Ebro, contando con mezquita mayor, zoco y una población superior a la de Pamplona. Desde el comienzo de la Reconquista, quedó vinculada a la dinastía de los Banu-Qasi, descendientes del noble visigodo Casio (Banu-Qasi significa hijos de Casio), que se convirtieron al islam tras la conquista para mantener su poder.

Tiempo después, el nieto de Casio, Musa ibn Fortún se casó con Oneca, que era la madre viuda de Íñigo Arista, engendrando al más reputado miembro de la saga: Musa ibn Musa. Este no solo era hermanastro de Arista, sino que además se casó con su hija Assona Íñiguez, convirtiéndose en su yerno. Una complicada relación parental entre godos, vascones y musulmanes cuya finalidad era la de establecer apoyos políticos. Este Musa II, llamado "el moro Muza", posee un busto en su memoria en la plaza del Mercado Viejo, obra de Antonio Loperena.

Musa II estableció y rompió alianzas con el Reino de Asturias, con el de Pamplona, con francos y con el Califato cordobés de los Omeyas, guerreando y pactando en todos los frentes según su interés. Terminó independizándose del recién proclamado Emirato de Córdoba en 840, y fue llamado por cronistas de la época "Tercer rey de España", ya que dominaba la Marca Superior de Al-Ándalus.

PLACA Y BUSTO DE MUSA IBN MUSA EN TUDELA

Tudela fue reconquistada por Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y de Navarra. Desde entonces, muchos reyes de Navarra mostraron su preferencia por Tudela como sede y corte real debido al clima, la necesidad de defenderla de Castila y Aragón, o el dominio del obispado sobre Pamplona que tanto les incomodaba. El más notable fue Sancho VII el Fuerte, quien falleció sin descendencia pues su único hijo varón, el infante Fernando murió al caerse de un caballo durante la cacería de un oso, y está enterrado a la entrada del claustro de la catedral de Tudela.

Tanto los musulmanes como los judíos formaron parte esencial del tejido social y productivo del Reino de Navarra. Eran considerados súbditos del rey, con excepción de unos pocos musulmanes, que eran dependientes de la Orden del Temple. Por tanto, tras la Reconquista de las tierras navarras, los musulmanes que sirvieron a los Banu-Qasi del valle del Ebro y a los Omeyas de Córdoba, pasaron a considerarse mudéjares: musulmanes que vivieron en convivencia con los navarros cristianos. La palabra "mudéjar" deriva del vocablo árabe mudayyan, que significa "vasallo" o "sometido".

Estos mudéjares vivían en sus propios barrios, separado del cristiano y del judío, había veinte principales: la primera la de Tudela, luego Cadreita, Valtierra, Murchante, Monteagudo, Ablitas, Cortes, etc. Tenían derecho a la práctica de sus ritos religiosos y pagaban tributos. Quizás los mudéjares tuvieran un mayor nivel de consideración social que los judíos, por estar garantizados por las capitulaciones que se firmaron en la reconquista por Alfonso I.

A mediados del siglo XIII, durante los reinados de los Teobaldos de Champaña, la población de Tudela era la más numerosa. Con algo más de 7.000 habitantes en todo el reino, unos 2.500 eran mudéjares y 1.000 eran judíos. Contaba con 1.400 familias, de las que 150 eran mudéjares y 300 judías.

La comunidad mudejar ya estaba muy asentada en el territorio de la Ribera del Ebro y zonas de riego del Reino de Navarra antes de su reconquista y después. Eran la espina dorsal de la explotación agraria, cultivaban cereales, viñedos, hortalizas y frutas. Se dedicaban a todas las artesanías y labores relacionadas con la agricultura: aperos, molinos, tejidos, cueros, herrajes, hornos, etc. Los mudéjares tenían sus capitulaciones garantizadas por el Fuero General y los amejoramientos.

PALACIO DECANAL DE TUDELA

19/02/2024

Señores de Vizcaya, Caballeros de Castilla, por Antonio Villanueva Edo


SEÑORES DE VIZCAYA CABALLEROS DE CASTILLA

Señores de Vizcaya, Caballeros de Castilla
Antonio Villanueva Edo, Editorial Rocabolsillo, (2008), 320 páginas

En la segunda mitad del siglo XIII, el Reino de Castilla vive una etapa convulsa. La constante amenaza musulmana, los enfrentamientos por el poder o la codiciosa lucha de la nobleza por aumentar sus privilegios se entremezclan con las inevitables intrigas palaciegas.

En este entorno, los regentes de la Casa de Haro, señores de Vizcaya, forman la casta nobiliaria más poderosa del Reino de Castilla y ocupan los puestos más importantes; por ello, se verán inmersos en una trama política que oscila entre su codicia y su lealtad.

Lope Diéguez de Haro, cuya ambición causará su propia ruina, y Diego López de Haro, hijos herederos del señorío de Vizcaya, tienen que lidiar con las guerras que se dan en el campo de batalla, pero también con las que se dan fuera de él, quizá aún más peligrosas. 

Antonio Villanueva Edo recorre a través de las vidas de Diego, fundador de la villa de Bilbao, y Lope, señores de Vizcaya, los acontecimientos públicos de los que rigieron el devenir de los reinos de España, pero también indaga sobre lo que se escondía detrás de lo aparente.
"La ambición se ha apoderado de los nobles, los caballeros y aun de los prelados. Es la ambición por la posesión, por el poder, lo que se está enseñoreando de Castilla y de todos los reinos de España, sean moros o cristianos. Ya nadie es fiel."

13/02/2024

Juan Bautista Villarreal Gamboa de Bérriz


Matemático y humanista, secretario del consejero real de Juan de la Cerda en Nápoles y en Madrid, precursor del movimiento pre-ilustrado de los novatores, y promotor de tertulias científicas en la Torre Uriarte de Lequeitio a inicios del siglo XVII

JUAN BAUTISTA VILLARREAL GAMBOA DE BÉRRIZ

Juan Bautista de Villarreal Gamboa de Bérriz era natural de la guipuzcoana villa de Arrasate-Mondragón, donde nació en 1655, aunque otras fuentes sitúan su origen en la vizcaína Gámiz.

Pertenecía a una familia nobiliaria de la aristocracia vasca, con familiares involucrados en las estructuras del Imperio español. Su padre fue Pedro de Villarreal y Gamboa, señor de Bérriz, que guardaba poderosas relaciones con aristócratas de España, especialmente con la casa Medinaceli, lo que le facilitó la entrada de sus hijos en diferentes espacios elitistas muy ligados al gobierno de la Monarquía de Carlos II, además de disfrutar de importantes posiciones en el Señorío de Vizcaya. Su hermanastro Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz fue el ingeniero industrial más importante de su tiempo en las tierras vascas.

A la edad de quince años fue enviado a los Estados de Flandes, para servir como paje al conde de Fernán Núñez, durante algunos años. En 1682, fue nombrado caballero de la Orden de Santiago.

Tras regresar, sirvió también como paje del marqués de Cogolludo, Luis Francisco de la Cerda, establecido en Madrid. En 1695, este aristócrata fue nombrado virrey y capitán general del Reino de Nápoles los últimos años de reinado de Carlos II de Habsburgo, siendo ya duque de Medinaceli. Villarreal tuvo que acompañarle en su nueva aventura italiana con el cargo de camarero mayor.

LUIS FRANCISCO DE LA CERDA

Durante su estancia en la ciudad italiana, estableció relaciones de amistad y cooperación con diversas personalidades como Tirso González, general de la Orden jesuita; Carlo Colonna, cardenal y mayordomo del papa Inocencio XII; Bonaventura Poerio, arzobispo de Salerno y general de la Orden franciscana; José de Armendáriz, marqués de Castelfuerte.

Pudo adquirir grandes conocimientos en matemáticas, filosofía natural y moral, siempre con la vista en su aplicación práctica. Fue muy partícipe de las tertulias científicas organizadas por el virrey en la Corte napolitana, que le permitió adquirir las ideas más novedosas de su tiempo.

Redactó manuscritos sobre una amplia variedad de cuestiones: matemáticas, geométricas, náuticas, naturales; algunos de ellos fueron escritos en italiano o en latín. Con el tiempo, fue reconocido y elogiado por sus estudios en ciencias exactas.

Llegó a aprender varios idiomas convirtiéndose en un verdadero humanista y políglota: las lenguas cultas latín y griego, las lengas vernáculas italiano, francés y alemán, además de las maternas español y eusquera.

Junto a Luis de la Cerda, admitido en la Academia de la Arcadia (o de los Arcades), prestigioso círculo intelectual e institución literaria fundada en Roma en 1690 para combatir el predominio cultural del Barroco a través del fomento de un nuevo movimiento estético llamado Clasicismo.

ACADEMIA DE LA ARCADIA EN ROMA

En 1702, el virrey Luis de la Cerda fue apartado del cargo napolitano por orden del gobierno de la dinastía entrante en España, la de la Casa de Anjou. El cargo de virrey de Nápoles pasó a Juan Manuel Fernández Pacheco de Acuña, duque de Escalona y marqués de Villena, entre los años 1702 y 1704 a quien Villarreal le dedicó alguna de sus obras.

Se estaba desarrollado la Guerra de Sucesión entre 1700 y 1714. Al igual que ambos virreyes napolitanos, De la Cerda y Pacheco de Acuña, Villarreal defendió los intereses de Felipe V de Borbón para consolidarse en el trono español, frente a los del archiduque Carlos de Austria.

Una vez en la Corte de Madrid, el duque de Medinaceli fue nombrado ministro del gobierno de Felipe V, mientras que Villarreal siguió formando parte de su equipo de trabajo, en el que también estaba Juan Vélez de León. Sin embargo, la carrera burocrática de Luis de la Cerda terminó en 1708, cuando manifestó su descontento por la intromisión de Luis XIV en los asuntos políticos de su sobrino Felipe V, convirtiendo a España en una potencia subordinada a Francia.

En 1710, el duque de Medinaceli, Luis de la Cerda desveló a los ingleses los planes secretos para pactar una tregua entre las Provincias Unidas y Francia. Fue descubierto, arrestado, juzgado y encarcelado en el alcázar de Segovia, luego en Fuenterrabía, y finalmente en Pamplona, donde murió. Curiosamente, quien ordenó el arresto fue un aliado y amigo de la casa de los Villarreal de Bérriz, Juan de Idiáquez, sargento mayor de las Guardias Reales. Su hermano, el secretario real Antonio de Idiáquez y Eguía, había concedido un contrato por asiento al ingeniero industrial Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, hermanastro de Juan Bautista Villarreal Gamboa, para la fabricación y venta de armas en 1705, muy necesarias para ganar la guerra.

BATALLA DE LA GUERRA DE SUCESIÓN ESPAÑOLA

En abril de 1716, ya terminado aquel conflicto, Villarreal Gamboa fue enjuiciado por acompañar al archiduque Carlos de Austria a Barcelona, durante el levantamiento que se produjo en la ciudad condal a favor del pretendiente de la Casa de Habsburgo en 1714. Lo hizo por una solicitud del conde de Gálvez, sin embargo, durante la sublevación del 11 de septiembre, prefirió refugiarse en la Colegiata de Santa Ana, siendo no beligerante en la lucha, y tampoco huyó a Viena junto a los seguidores de Carlos III.

En julio de aquel año, consiguió la absolución de sus acusaciones, y tras quedar en libertad decidió instalarse en la Torre-palacio Uriarte, en Lequeitio, junto a Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz. Comenzaba una etapa de erudición y difusión científica.

El hecho de haber asistido a reuniones de eruditos y matemáticos en Nápoles, Roma o Madrid, posiblemente impulsó a Villarreal a organizar una serie de tertulias científicas en la Torre Uriarte, junto a su hermanastro Pedro Bernardo, entre los años 1716 y 1729. Además, mantuvo la relación con otros eruditos italianos o madrileños para intercambiar ideas y conocimientos, como fueron Agostino Ariani o Francisco Navarro de los Arcos.

Lo que estaba moviendo a los hermanos Villarreal para establecer aquel círculo de erudición en Lequeitio fue la aplicación práctica de los nuevos conocimientos matemáticos y geométricos que se estaban produciendo en Europa para resolver problemas en la construcción barcos, en la navegación de alta mar, en la fabricación de productos de hierro y acero, en la canalización de ríos y presas, etc.

Aquel grupo de ingenieros, médicos, armadores, constructores navales, arquitectos o artistas fue conocido con el término de novatores. El fenómeno novator vasco que lideraba Juan Bautista de Villarreal desde la Torre Uriarte en Lequeitio fue el preludio y antesala al movimiento de la Ilustración que promovió Javier de Munibe desde el Palacio de Insausti en Azcoitia décadas después.

TERTULIA CIENTÍFICA DE NOVATORES EN LA TORRE URIARTE

La filosofía científica de Villarreal se basaba en el estudio de las ciencias exactas para su aplicación práctica en la resolución de un problema real. Una visión pragmática, práctica y utilitarista del conocimiento y un enfoque geométrico-mecanicista del Mudo, de ascendencia cartesiana, que chocaba con el tradicional estudio universitario, que era más teórico, especulativo, y escolástico.

Como prueba de este enfoque práctico fue la adquisición de varios instrumentos de observación astronómica e investigación científica: telescopios, anillos astronómicos, lentes astronómicas, microscopios, cajas ópticas, lentes de refracción, espejos oscuros, planisferios, relojes de sol, higrómetros, niveles, pantómetras, cartografías, útiles de geometría, y muchos objetos de medición innovadores. La mayoría de los instrumentos científicos, al igual de muchos libros y tratados, fueron adquiridos durante su etapa en Italia y guardados en alguna sala de la Torre Uriarte para su ensayo y muestra a los contertulios. Los telescopios y microscopios fueron comprados al prestigioso constructor romano Giuseppe Campani.

Compartía con su hermanastro una amplia biblioteca sobre matemáticas y geometría, ingeniería, historia y política. Muchos estaban escritos en italiano, siendo los más apreciados por los contertulios, aunque también en español y francés.

En mayo de 1729, murió en Lequeitio, dejando como heredero universal a su hermano, el señor de Bérriz. En la actualidad, el Archivo de los Manso de Zúñiga ubicado en la Torre Uriarte conserva numerosos datos y referencias biográficas sobre Juan Bautista Villarreal Bamboa.

TORRE-PALACIO URIARTE EN LEQUEITIO

07/02/2024

Saqueo y represión de Bilbao por los napoleónicos en agosto de 1808


Durante la Guerra de la Independencia española, el ejército francés era militarmente muy eficaz, pero muy mal organizado en cuanto a logística y financiación. Para solucionar los problemas de abastecimientos de sus tropas, Napoleón Bonaparte permitió el aprovisionamiento mediante el saqueo y pillaje de sus soldados en las sucesivas ciudades y pueblos que iban asediando. Aquellos militares no eran profesionales, sino ciudadanos franceses, revolucionarios y ateos, para los que la población civil española, absolutista y católica, también era su enemigo ideológico.

El 16 de septiembre de 1808, el ejercito napoleónico del general Cristhope Antoine Merlín sitiaba la ciudad de Bilbao para hacer frente a una sublevación a favor de la legitimidad del rey Fernando VII, y en contra de José I Bonaparte. Aquella defensa estuvo formada por cientos de vecinos armados, reforzados con algunas tropas regulares y vizcaínos llegados desde otras villas del señorío. Tras tomar el centro de la ciudad, Merlín permitió un brutal saqueo a todas las casas y comercios, donde esperaban proveerse de víveres, gracias a los cual muchos rebeldes aprovecharon para escapar por Abando y Deusto. Una licencia para saquear toda la ciudad durante 24 horas.

BILBAO, SIGLO XVIII

Bilbao quedaba totalmente devastada por el pillaje y el cañoneo de la artillería, y parcialmente despoblada hasta septiembre. Las tropas de Merlín habían llevado hasta el cuartel general de Miranda de Ebro buena parte del botín de guerra. Pero esta rapiña descontrolada iba a pasar factura a las autoridades que debían administrar la ciudad de Bilbao y la provincia de Vizcaya, pues encontraron que habían sido arrasadas.

El saqueo a la población civil del 16 de agosto fue seguido de imposiciones tributarias y de persecuciones a los líderes sublevados. El general Merlín exigió el pago de 8 millones de reales al Ayuntamiento de Bilbao, nombrado alcalde provisional al cónsul francés Lorenzo Francine, que ocupaba el cargo desde 1807. Este cónsul de Francia en Bilbao había intentado retener a sus compatriotas durante la batalla para poner a salvo a sus vecinos bilbaínos, así como a los civiles franceses rrsidentes en la ciudad. Pero los imperiales nspoleónicos no le respetaron, incluso le amenazaron y apartaron del camino con disparos. Según su compañero del cuerpo diplomático, el embajador francés en Madrid, Antoine de Laforest:
"Ni siquiera su consulado se libró del saqueo, pues se llevaron la caja."
Al menos, Francine pudo respetar todos los empleos municipales a sus trabajadores o dirigentes, designando nuevas autoridades que reemplazasen a los huídos.

REPRESIÓN DE SOLDADOS FRANCESES EN BILBAO

Las personas sospechosas de haber participado en las revueltas de agosto fueron interrogadas, enjuiciadas y ejecutadas. El propio Napoleón exigía firmeza en el castigo de aquellos insurgentes mediante misivas al rey José I. Así, escribía a su hermano en una carta del 8 de septiembre:
"Es preciso pasar por las armas a los cinco o seis individuos que han sido arrestados en Bilbao por el general Merlín, sobre todo a aquel que está designado en la proclama por el comandante general. Si no ejecutáis algunos actos con rigor, será cosa de nunca acabar... Bilbao, Vizcaya y Navarra deben mantener el ejército; sin esto ¿qué quiere que yo haga?"
En otra carta del día 9, desde Saint Cloud, Napoleón añadía:
"Es necesario ejecutar, sobre todo, el desarme de toda Vizcaya (el País Vasco) y Navarra. Te recomiendo se hagan ejemplos severos con los rebeldes de Bilbao."
El 1 de septiembre de 1808, confiscaron los conventos de San Francisco y el de capuchinos de Deusto, acusándoles que:
"... después de hacer de sus propios conventos el arsenal de los aprestos militares, arrastraron y condujeron algunos de los cañones a sus puestos, armándose otros de fusiles."
Los principales líderes de la revuelta fueron procesados, y algunos consiguieron escapar. Todos sus bienes fueron embargados, y todos alegaban en su defensa que les obligaron a unirse a la sublevación o a firmar las proclamas independentistas.

ATAQUE DE SOLDADOS FRANCESES A VILLA VIZCAÍNA

José I envió al almirante bilbaíno José de Mazarredo y Salazar a su ciudad con el objetivo de establecer una nueva Diputación provincial y convocar juntas para el 26 de agosto. Cada municipio debía enviar a un representante, que además debía ser propietario de bienes raíces. Algunas villas se negaron a asistir, fueron las de Carranza, Trucios, Somorrostro, Gordejuela y Baquio, y fueron castigadas con multas de 300 ducados y posteriormente perdonados.

En su discurso leído a los junteros, Mazarredo trataba de advertir y persuadir a los vizcaínos:
"Estos males de aquí, y los incalculables que ha padecido y padece el reyno todo, vienen mucho del error en que se ha hecho caer a la opinión pública, excitándola a que prevalezcan ciertos sentimientos, ya inútiles, del corazón sobre la razón y la conveniencia. ... El emperador Napoleón es incapaz de cejar en la determinación de que su augusto hermano José Napoleón, a quien designó Rey de las Españas, se siente en el trono de ellas; ... y si la desgracia hiciese que llevada la resistencia a una devastación, repugnase el corazón de nuestro soberano reinar sobre cenizas y escombros, los exércitos franceses pasarían el Ebro, y toda su margen izquierda, esto es, toda Cataluña, casi todo Aragón, Navarra entera, Álava, Guipúzcoa y la tierra comprometida más acá desde el nacimiento del Ebro hasta Santoña serían parte integrante de Francia."

Este discurso es un esclarecedor resumen del pensamiento afrancesado y de las intenciones con los territorios españoles al norte del río Ebro. Sus objetivos básicos eran: reformas beneficiosas para el país; mejoras en la administración nacional; impedir el caos; preservar la integridad nacional; y la conveniente sumisión al poder superior del emperador.

Con estas contundentes razones, Mazarredo consiguió convencer a la Junta General del Señorío de Vizcaya para que aceptase a José I Bonaparte como señor de Vizcaya y rey de España y de las Indias. Los junteros tuvieron que aceptar también una serie de tributos y créditos sobre el alto clero y los propietarios de bienes de producción.

Otros afrancesados vascos también se dedicaron a convencer a las autoridades provinciales y locales de Vizcaya a someterse a la autoridad de los Bonaparte. Fue el caso del bilbaíno Mariano Luis de Urquijo y Muga, secretario de Estado y del Despacho de Carlos IV, refugiado en París, desde donde se dedicó a enviar cartas a diversas personalidades para convencerles que se doblegasen ante el rey José I.

TROPAS NAPOLEÓNICAS FRANCESAS

El nuevo sistema fiscal napoleónico revertía el tradicional, pues estaba basado en gravar a las propiedades y no al consumo. Antes eran las clases bajas las que pagaban impuestos, y las poderosas las que quedaban exentas, pero con el nuevo al revés: la aristocracia, la alta burguesía y la iglesia deberían asumir la mayor presión fiscal.

El 18 de agosto, José I estableció una tasa agrícola extraordinaria del 8%, a pagar entre arrendatarios y propietarios.

El 21 de octubre, se promulgó un préstamo retornable de 6 millones de reales al 6% anual que deberían pagar a los 200 alaveses más ricos. Los 30 siguientes alaveses más acaudalados deberían aportar 60.000 reales cada uno, reuniendo 1.800.000 entre todos. Los 68 siguientes serían 20.000, debiendo reunir 1.360.000. Los 34 restantes a 13.500 reunirían los 459.000 reales restantes.

En Navarra fue peor, pues se exigió la entrega de 14 millones a las familias más opulentas y poderosas.

02/02/2024

Pintura sobre Cosme Damián de Churruca en el combate de Trafalgar


La figura del brigadier Cosme Damián de Churruca y Elorza ha sido representada por la pintura militar española en varias ocasiones. Simboliza un heroísmo trágico, asociado a la muerte en el combate de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805, al mando del navío San Juan de Nepomuceno. Cayó cuando una bala de cañón impactó en una pierna, mientras que dirigía a su tripulación en el puente de mando.

La representación pictórica de la muerte de Churruca en Trafalgar sigue el modelo las muertes producidas en plena acción de batalla, opuestas a las defunciones tranquilas sobre una cama, más habitual en la pintura histórica.

Esta concepción pictórica fue tomada por primera vez por Francisco Sans Cabot mediante su obra La muerte de Churruca, en 1865. Según el historiador Nicolás de Soraluce, Sans "quiso también entonces contribuir é hizo un cuadro colosal…, tan á lo vivo representada, que mereció tantos aplausos de la prensa de Madrid". Este enorme cuadro de cuatro metros de alto por tres de ancho fue presentado a la Exposición Nacional de 1866, aunque en la actualidad se halla en paradero desconocido.

CHURRUCA EN TRAFALGAR, POR EMILIO MILLÁN

Pocos años después, en 1871, Emilio Millán realizó una pintura un poco vaga en cuanto a su calidad técnica que reproducen el momento del impacto de bala de cañón sobre Churruca. Millán no se basó en el habitual modelo iconográfico de marino guipuzcoano, pero fue iniciador del escenario del protagonista: la cubierta del San Juan Nepomuceno. Churruca aparece en el centro de la composición, en el momento que recibe el impacto del cañonazo, junto a dos oficiales del navío: el de la izquierda muestra su sorpresa al ver a su brigadier arrodillado en el suelo, mientras el de la derecha corre a ayudarle. Posiblemente, el autor haya eludido la representación de la herida por su incapacidad técnica. La escena se completa con los destrozos producidos en el combate, entre los que continúan luchando cuatro marineros. En la actualidad se muestra en el Museo Histórico Municipal de Cádiz.

Si alguien ha sabido describir mejor que nadie el momento del impacto del cañonazo en Churruca y su desenlace final de forma narrativa ese ha sido por el escritor Benito Pérez Galdós en su obra Trafalgar, en 1873, novela histórica con la que iniciaba sus Episodios Nacionales. Podría ser que a partir de esta escena narrativa las siguientes obras pictóricas se inspirasen en el relato descrito magistralmente por el literato canario.
"Churruca..., dirigía la acción con serenidad asombrosa. Comprendiendo que la destreza había de suplir a la fuerza, economizaba los tiros y lo fiaba todo a la buena puntería, consiguiendo así que cada bala hiciera un estrago positivo en los enemigos. A todo atendía, todo lo disponía, y la metralla y las balas corrían sobre su cabeza, sin que ni una sola vez se inmutara. Aquel hombre, débil y enfermizo, cuyo hermoso y triste semblante no parecía nacido para arrostrar escenas tan espantosas, nos infundía a todos misterioso ardor sólo con el rayo de su mirada. Pero Dios no quiso que saliera vivo de la terrible porfía. Viendo que no era posible hostilizar a un navío que por la proa molestaba al San Juan impunemente, fue él mismo a apuntar el cañón, y logró desarbolar al contrario. Volvía al alcázar de popa, cuando una bala de cañón le alcanzó en la pierna derecha, con tal acierto, que casi se la desprendió del modo más doloroso por la parte alta del muslo. Corrimos a sostenerlo, y el héroe cayó en mis brazos. ¡Qué terrible momento! Aún me parece que siento bajo mi mano el violento palpitar de un corazón que hasta en aquel instante terrible no latía sino por la patria. Su decaimiento físico fue rapidísimo: le vi esforzándose por erguir la cabeza, que se le inclinaba sobre el pecho; le vi tratando de reanimar con una sonrisa su semblante, cubierto ya de mortal palidez, mientras con voz apenas alterada exclamó: "Esto no es nada. Siga el fuego". Su espíritu se rebelaba contra la muerte, disimulando el fuerte dolor de un cuerpo mutilado, cuyas postreras palpitaciones se extinguían de segundo en segundo."

MUERTE DE CHURRUCA EN TRAFALGAR, POR EUGENIO ÁLVAREZ DUMONT

Sin duda, la pintura más conocida es la Muerte de Churruca en Trafalgar realizada por Eugenio Álvarez Dumont, en 1892. Es un óleo sobre lienzo de 300 cms. de altura y 639 cms. Aunque pertenezca al Museo del Prado, se encuentra en el Instituto de Educación Secundaria Canarias Cebrera Pinto, en el municipio de La Laguna de Tenerife.

Siguiendo el patrón representativo de Churruca en pleno combate, Dumont expuso el momento del impacto del brigadier visto de perfil, aunque es más evidente la omisión de la amputación de la pierna incluso que el cuadro de Millán. Es más, Churruca aparece todavía de pie, con el uniforme impoluto y con un leve gesto de dolor. Es un aspecto incomprensible teniendo en cuenta que se trata de pintura histórica que debe representar un hecho pasado, quizás su intención era mostrar al héroe intacto y ajeno al sufrimiento humano. En todo caso, esta obra ha permanecido como paradigma de este momento histórico, y es a la que más se ha recurrido para ilustrarlo.

MUERTE DE CHURRUCA EN TRAFALGAR, POR MARTINEZ ABADES

Uno de los primeros ejemplos que siguieron este sistema de representación es una ilustración realizada por Martínez Abades en 1898, para un artículo sobre el combate de Trafalgar en la revista Blanco y Negro.

En 1882, Enrique y Arturo Mélida compusieron esta ilustración para la edición de Trafalgar de Benito Pérez Galdós, publicada por la Administración de La Guirnalda, en Madrid. En esta pintura, Churruca aparece muerto tras el combate, tumbado sobre una cama de su camarote, junto a dos compañeros que lloran su pérdida. Ninguno de esos dos almirantes puede ser su amigo Francisco de Moyúa y Mazarredo que cayó en combate pocos minutos después, pero si podría serlo Joaquín Núñez, quien rindió en navío. En definitiva, los hermanos Mélida rompen con el tradicional modelo de representación de Churruca en el combate de Trafalgar.

MUERTE DE CHURRUCA EN TRAFALGAR, POR ENRIQUE MÉLIDA

"El momento terrible había llegado: cien voces dijeron "¡Fuego!", repitiendo como un eco infernal la del comandante."
(Benito Pérez Galdós)

La revista La Ilustración Española y Americana publicó en sus páginas un grabado que reproduce la muerte de Churruca. Esta escena fue utilizada en uno de los cuadros escénicos de la obra de teatro Trafalgar estrenada en el Teatro Apolo de Madrid el 18 de junio de 1891. La letra de esta obra fue escrita por Javier Burgos y Jerónimo Jiménez, mientras que los decorados fueron de Bussato y Fontana.

TRAFALGAR, POR ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y LIBERAL

El mismo modelo de composición fue continuado por M. Zapata para realizar este Muerte de Churruca en la batalla de Trafalgar a bordo del San Juan Nepomuceno fechado en 1895. Un óleo sobre lienzo de 67 cms. de anchura y 38 cms. de altura.

MUERTE DE CHURRUCA A BORDO DEL SAN JUAN NEPOMUCENO, POR M. ZAPATA

"Las proporciones gigantescas que tomaban las almas parecía que las tomaban también los cuerpos, y al ver como infundíamos pavor a fuerzas seis veces superiores, nos creíamos algo más que hombres."
(Benito Pérez Galdós)

El palacio de la Diputación Foral de Guipúzcoa posee un óleo sobre lienzo anónimo titulado Muerte de Churruca en Trafalgar.

MUERTE DE CHURRUCA EN TRAFALGAR, ANÓNIMO

"Por su defensa gloriosa, no sólo fue el terror, sino el asombro de los ingleses. Éstos necesitaron refuerzos. Necesitaron seis contra uno."
(Benito Pérez Galdós)

Durante el siglo XX, la figura del brigadier Cosme Damián de Churruca fue ensalzada en los textos sobre la historia de España. Un claro ejemplo fue este grabado El Valor para la publicación Virtud y Patria. Lectura manuscrita, un manual elaborado por Juan Ruiz Romero y María Ángeles Muncunill, maestros públicos de la Segunda República. Fue publicado por la Editorial Ruiz Romero, en Barcelona, en 1935.

CHURRUCA EL VALOR, POR LA PUBLICACIÓN VIRTUD Y PATRIA

Pero ya no se representaba a un Churruca herido de muerte y agonizando en la cubierta mientras es socorrido por sus compañeros. Entonces, era colocado sobre un barril de arena donde apoya el muslo de la pierna rota para poder sostenerse mientras continua en la lucha, dando órdenes a su tripulación. Un brigadier caído fue sustituido por un héroe renacido, en clara sintonía a su compatriota guipuzcoano Blas de Lezo.

Este dibujo fue realizado por Mariño para la portada Churruca del opúsculo número 407 de la revista Temas Españoles, una publicación de Luis Aguirre Prado, en Madrid, en 1961.

CHURRUCA, POR TEMAS ESPAÑOLES

"Expiró con la tranquilidad de los injustos y la entereza de los héroes, sin la satisfacción de la victoria, pero también sin el resentimiento del vencido."
(Benito Pérez Galdós)

Ya en el siglo XXI, la pintura dedicada a Churruca en pleno combate vuelve a tomar fuerza y creatividad por parte del pincel de dos creadores excelentes: Justo Jimeno Bagaza y Daniel Parra.

CHURRUCA EN COMBATE DE TRAFALGAR, POR JUSTO JIMENO BAGAZA

"La fusilería de las cofas y la metralla de las carronadas esparcían otra muerte menos rápida y más dolorosa, y fue raro el que no salió marcado más o menos gravemente por el plomo y el hierro de nuestros enemigos." 
(Benito Pérez Galdós)

En 2021, unas cuarenta obras de Daniel Parra fueron expuestas en el Museo de Historia de Madrid en homenaje a Benito Pérez Galdós con motivo del centenario de su muerte. Dicha muestra, que recibió el título Trafalgar: el viaje con Galdós, recrea el primero de los Episodios Nacionales, entre cuyos protagonistas no pueden faltar Churruca, Moyúa y el San Juan Nepomuceno.

El brigadier Churruca en el alcázar del navío San Juan Nepomuceno es óleo sobre madera, que mide 60 cms. de ancho por 39 de alto. Se trata de una pintura de gran intensidad y fuerza descriptiva, en el que combina una franja horizontal central muy luminosa por el fuego de los cañones del navío británico y zonas oscuras en los laterales del navío española debido al humo de los cañones y la madera quemada. Sobre la cubierta del San Juan Nepomuceno, aparecen de espaldas los almirantes Cosme Damián de Churruca y Francisco de Moyúa dando órdenes a su tripulación que dispara al Belleisle, o tal vez al Colossus, los dos navíos a los que combaten al inicio de la contienda.

CHURRUCA EN ALCÁZAR DEL SAN JUAN NEPOMUCENO, POR DANIEL PARRA

"Otras balas rebotan contra un palo o contra la obra muerta, levantando granizada de astilla que herían como flechas."

(Benito Pérez Galdós)


Churruca en el Combate de Trafalgar es un carbón sobre madera, con unas dimensiones de 200 cms. de ancho por 130 cms. de alto. Representa al brigadier Churruca en plena acción, completamente enfurecido y en defensa tan heroica al mando del San Juan. Sable en alto y desafiando al infierno que se levantaba frente a él y su guarnición, dirigía las maniobras a grito y dictaba la puntería por sí mismo.

Refleja la incesante lluvia de metralla que cubría el navío, así como el destrozo tan espantoso que se estaba acumulando sobre la cubierta y el poderoso efecto que estaba causando la artillería inglesa. Mientras estos disparaban, el marino guipuzcoano mandaba la defensa desde la toldilla a sus fusileros junto a la borda y a los marinos del mástil. Entre el movimiento de los protagonistas de la cubierta aparece el padre y el hijo de una familia de pescadores, contratados como tripulantes en oficios de marinería, luchando como pueden en medio de aquel infierno. También se encuentra en la escena el teniente del navío y segundo al mando Francisco de Moyúa, gran amigo de Churruca, que moriría también en combate.

CHURRUCA EN COMBATE DE TRAFALGAR, POR DANIEL PARRA