26/02/2022

Claudio de Arciniega


Arquitecto que planificó la Catedral de México

Claudio de Arciniega fue natural de Arciniega, en Álava, donde nació en 1527. Trabajó en Madrid y Guadalajara, encontrándose en México poco después de mediar el siglo y que disfrutó de una gran estimación entre sus contemporáneos. Cervantes de Salazar le llama arquitecto excelente. Y, en efecto, a su cargo debieron estar importantes obras, pues en 1578 se le otorga el nombramiento de obrero mayor de la Nueva España.

Arciniega es el autor de la traza de la catedral de México, aunque el edificio se terminó años después de su muerte. En 1570 era maestro mayor de la catedral.

Fue uno de los arquitectos de su tiempo más solicitados en México, intervino en el Hospital de la Concepción y, en los desaparecidos Hospital Real de Indios y de Convalecientes y que siguiendo sus trazas se hicieron los conventos de Santo Domingo y San Agustín, así como realizó labores en la catedral de Puebla.

CATEDRAL DE MÉXICO

22/02/2022

Vascos en la conquista del Imperio inca (1532-1535)


La conquista de México había tenido un efecto fulminante entre los españoles de los dos lados del Atlántico. Hernán Cortés, junto a un contingente de tribus indias, tomó Tenochtitlán en 1521 y rápidamente se extendieron los colonizadores por todo el territorio de la Nueva España. Por el sur el alavés Pascual de Andagoya fundó la ciudad de Panamá en 1519.

Desde este enclave se iniciaba la conquista de América del Sur. Consiguiendo la confianza del capitán general Pedrarias Dávila, Andagoya continuó su misión exploratoria hacia el sur con el objetivo de informar sobre estas tierras, por ello, pidió licencia "para ir a descubrir al cacique Perú en la costa adelante del golfo de San Miguel".

Unas 50 leguas del actual litoral colombiano fueron recorridas por Andagoya entre 1521 y 1523, llegando hasta Cachama, territorio de la tribu de los Cueva. Se instaló en San Juan como gobernador. Allí conoció al cacique de Chochama, que le pidió ayuda para luchar contra sus enemigos, al sur. Acompañó a este cacique, y en una semana se presentó a las puertas del territorio denominado Tahuantinsuyo. Remontó un caudaloso río y sometió a los caciques que estaban en guerra. Aquí tuvo noticias del fabuloso imperio incaico, un rico territorio denominado el Birú. Su delicado estado de salud le obligó a regresar a Panamá donde difundió la noticia.

Andagoya escribió la crónica La relación de los sucesos de pedrarias de Dávila en las provincias de Tierra Firme o Castilla del Oro, y de lo ocurrido en el descubrimiento de la mar del Sur y costas del Perú y Nicaragua. Se trataba de las primeras referencias sobre estas zonas recién exploradas, y que apuntaban hacia el corazón del Imperio inca.

Las informaciones de Andagoya no pasaron desapercibidas para el alcalde de la ciudad de Panamá, un extremeño llamado Francisco Pizarro, quien decidió conquistar aquel territorio desconocido, en 1524. Entonces se asoció con Diego de Almagro y con el vicario de la ciudad, Hernando de Luque. Almagro se encargó de la logística, comprando el barco Santiago y contratando a 112 hombres; Luque se ocupó de encontrar financiación y Pizarro de dirigir las exploraciones.

pintura trece fama francisco pizarro
LOS TRECE DE LA FAMA

La primera expedición partió de Panamá en noviembre de 1524. Recorrió la comarca que había descubierto Andagoya, intentaron desembarcar en distintos puntos de la costa ecuatoriana, pero todo estaba lleno de indios hostiles. De esta primera experiencia regresó la expedición a Panamá para reorganizarse. Pizarro llegó con siete heridas, Almagro tuerto, y Luque pronto abandonó la empresa.

En 1526, reanudaron las expediciones hacia el sur americano, esta vez más lejos, donde avistaron más tribus indígenas y más hostiles, pero también empezaron a encontrar objetos tallados en oro, por lo que vieron confirmar la leyenda del Birú, anteriormente relatada por Andagoya. Continuaron las exploraciones en estas tierras buscando el codiciado "Dorado" durante meses. En 1527, maltrechos y hambrientos, se ubicaron en la isla del Gallo. Allí Pizarro mandó a Almagro conseguir refuerzos en Panamá. El gobernador, Pedro de los Ríos, enterado del fracaso de la expedición y ante las órdenes recibidas por Juan Tafur, exigió el regreso de todos los exploradores de Pizarro.

Cuando la orden llegó a la isla del Gallo, Pizarro no aceptó las órdenes de superiores. Fue un hombre de honor y determinación, que no pretendía volver derrotado después de tantos esfuerzos, pero eso ofrecía a sus hombres seguir o regresar. Expuso una disyuntiva, trazó una raya en el suelo con su espada y con pocas palabras comentó a sus expedicionarios: "Por este lado se va a Panamá, a ser pobres. Por este otro, al Perú, a ser ricos. Escoja el que fuere buen castellano lo que más le estuviere." Trece hombres cruzaron la línea, denominados los Trece de la Fama. Fue un gesto más osado y valiente que el "Hundid las naves" de Hernán Cortés. Entre los trece, se encontraba Domingo de Soraluce, natural de Idiazabal.

El líder extremeño mandó a otro hombre, Bartolomé Ruiz, quien sumaría el 14 de sus seguidores, a buscar refuerzos a Panamá. El caso es que gracias a la tozudez de Pizarro y a la osadía de estos trece, que en realidad fueron catorce más Pizarro, se abordó finalmente la exploración hasta el Perú. Porque el gobernador de Panamá, superado por la tenacidad de Pizarro, terminó autorizando el envío de refuerzos suficientes para, desde la isla del Gallo, surcar el litoral hacia el sur. Y esta vez si que apareció el fabuloso Birú. Los aventureros vieron multitud de gentes vestidas con ricos atuendos, innumerables objetos de oro y plata, grandes templos, animales exóticos como las llamas, etc. Formaban un conjunto de grupos tribales sin relaciones entre sí desde 1.300 d.C., pero integrados en una sociedad imperial entre el 1.400 y 1.537, y que se colapsó con la presencia de los colonizadores.

Era el gigantesco Imperio de los incas, ellos lo llamaban Tahuantinsuyo. Pedro Cieza de León describió Perú como un extenso territorio que se pierda desde Quito hasta la villa de Plata (Sucre), que tiene una longitud de 700 leguas de norte a sur, y una anchura de más de 100 de levante a poniente. El Estado Inca estaba fuertemente centralizado en Cuzco (Cruzco); al norte se dispersaban poblados y aldeas de agricultores; la Amazonía, una región inmensa con una baja densidad demográfica, dedicada al cultivo; al sur, las tribus recolectoras se alternaron con tribus de campesinos. Esta expansión imperial estaba basada en una agricultura integrada por tribus, articuladas desde Cuzco.

MAPA DEL PERÚ Y EXTENSIÓN DEL IMPERIO INCA

Con las muestras que reunió de la riqueza incaica, Pizarro decidió marchar a España y exponer el hallazgo a la Corte: objetos tallados en oro y plata, mantas de lana, y hasta un par de llamas. El emperador Carlos V le recibió en Toledo, en julio de 1529; se emocionó tanto al conocer el episodio de los Trece de la Fama que resolvió hacerlos a todos hidalgos, y al que ya lo fuera, caballero de Espuela Dorada. Pizarro fue nombrado adelantado y alcalde de una tierra sin explorar, pero que ya recibe el nombre de Nueva Castilla. Las capitulaciones las firmó la reina Isabel de Portugal, esposa de Carlos V y madre del futuro rey Felipe II.

La expedición definitiva partió de Panamá en 1532. Estaba formada por 3 barcos, 185 hombres y 27 caballos, entre los que estaban los 4 hermanos de Francisco Pizarro. Su socio, Diego de Almagro, continuó a cargo de la logística, viajando constantemente a Panamá para proveer a la expedición de lo necesario. Contribuyeron a las primeras fundaciones de Pizarro en el Perú los vascos Antonio Navarro, García de Salcedo y Juan de Abendaño.

Durante meses, exploraron el territorio, un mundo tan fabuloso como enigmático. Desde el sur de la actual Colombia, a través de Ecuador, cruzaron selvas y pasaron montañas hasta llegar al norte de Perú. Una hazaña física impresionante.

Pero aquel imperio era una civilización en decadencia. Las grandes epidemias habían llegado al menos diez años antes que los expedicionarios. La viruela, el sarampión y la peste porcina se habían propagado desde México hasta Perú y causado estragos, especialmente entre las poblaciones de las zonas cálidas. Las epidemias fueron devastadoras en una población virgen pero suficientemente densa como para transmitir el contagio. Al mismo tiempo una encarnizada guerra civil estaba devastando a la población, ya que los hermanos Atahualpa y Huáscar, pretendientes al trono, luchaban hasta la extenuación. Atahualpa apresó a Huáscar y mandó matar a todas sus mujeres y a todos sus hijos.

Los expedicionarios aprendieron pronto lo que estaba sucediendo en Perú. Conocieron una vieja leyenda que hablaba de los enviados del dios Virococha, blancos y barbudos; pero también vería que bajo el poder de los incas de Cuzco habían varios pueblos oprimidos: huancas, chachapoyas, cañares, yanaconas, etc. Todas aquellas tribus sometidas vieron a los expedicionarios como a libertadores.

Pizarro solicitó audiencia con Atahualpa, enviándole sucesivos mensajes, mientras continuaba al mando de la exploración territorial y contacto con sus gentes. Un día, Pizarro recibe el primer mensaje de Atahualpa, se traba de unos patos degollados, drástica advertencia para que los expedicionarios no avanzaran más. Finalmente, recibió un mensaje que le citaba en Cajamarca, una vieja ciudad abandonada. Pizarro sabía que era tan sólo una trampa, pero como hizo en la isla del Gallo, nada le haría retroceder.

GUERREROS INCAS

El encuentro tuvo lugar el 15 de noviembre de 1532. Los aventureros de Pizarro quedaron impresionados ante tan enorme ejército: más de 10.000 guerreros divididos en diferentes escuadras, ataviados de distintas maneras, algunos de ellos exhibían armaduras, patenas y coronas de oro o plata. Detrás marchaba una lujosa cohorte de nobles que cantaba y bailaba mientras acompañaba a Atahualpa, sentado en una litera de oro, precedido por siervos que adornan con alfombras el suelo que pisan los porteadores. Enfrente, 156 españoles barbudos y hambrientos, con una fraile dominico llamado Vicente Valverde, unos 20 arcabuces, 70 caballos y unos cuantos falconetes ligeros, pero estruendosos. La aproximación entre la breve compañía de Pizarro y la multitudinaria horda de Atahualpa era pacífica, pero nadie ignoraba que acabase de forma violenta.

Al encuentro fue el padre Valverde, quien intentó presentarse como un enviado de Dios, con una Biblia en una mano y un crucifijo en la otra, objetos que el inca despreció.

Fue gritar "Santiago" y entrar a descabello. Tomaron los falconetes, dispararon los arcabuces, los jinetes se precipitaron sobre la muchedumbre de indios con Pizarro a la cabeza, abriendo hueco y deshaciendo la muralla humana que protegía a su líder, hasta llegar a Atahualpa. El soberano inca fue apresado, sus huestes salieron de estampida o quedaron paralizados ante el disparo de aquellas rudimentarias armas de fuego y su atronador sonido. En media hora de batalla, el imperio más vasto, rico y poderoso de América se derrumbó sobre sí mismo.

RUINAS INCAS DE MACHU PICCHU

Atahualpa ofreció a Pizarro un rescate en oro y plata por su libertad. Y este se lo cobró, unos 6.000 kilos de oro y casi 12.000 kilos de plata; una inmensa fortuna que el inca guardaba en Cuzco, su capital. Aquel tesoro está considerado uno de los más ricos de la historia. En el reparto que hizo Pizarro, participaron los vascos Cristóbal de Mena, Juan Salcedo, Gómez Carranza, Lope Vélez de Guevara, Pedro de Aguirre, Nicolás de Azpeitia (Nicolás Sáénz de Elola), de caballería; Pedro de Vergara, Juan Pérez de Tudela, Gaspar de Marquina, Martín de Marquina, Francisco Martínez Zárate y Juan Vergara, de infantería. Estos nombres constan en el Acta de la repartición del tesoro de Atahualpa, en la Colección Muñoz. Ms.

Para activar la remisión de los tesoros marcharon al Cuzco "tres soldados particulares que fueron Pedro Moguer, Francisco Martínez de Zárate y Martín Bueno, los cuales, llevados en hombros de indios, reclinados en hamacas, anduvieron las doscientas leguas que hay de Caxamalca al Cuzco". Estos regresaron con más noticias sobre sus riquezas.

Mientras tanto, el fracasado pretendiente al trono imperial, Huáscar, llegó a Cajamarca. Allí intentó negociar para rescatar a su hermano. Enterado este, ordenó a sus emisarios que lo asesinaran. Los expedicionarios juzgaron al emperador por aquel delito y lo ejecutaron.

En Cajamarca se incorporó Almagro y sus hombres, y junto a los de Pizarro, decidieron emprender camino hacia Cuzco. En noviembre de 1533, esta expedición se presentó a las puertas de la capital. Durante el trayecto, tribus que estaban enemistadas con Atahualpa, partidarias de Huáscar, o en contra de la dominación inca se incorporaron a la expedición, entre ellas, los huancas del valle del río Mantaro.

Pizarro estableció la administración en las ciudades y territorios colonizados: en el acta de fundación de Cuzco, figuran: Antonio Navarro, García de Salcedo, Francisco de Castañeda y Tomás de Echeandía.

FUNDACIÓN DE TRUJILLO

En 1535, Pizarro fundaba la Ciudad de los Reyes, en el valle de Lima, que estableció como capital del Virreinato del Perú. En el acta de fundación aparece el veedor García de Salcedo, oficial del rey, hijo de Hernando de Salcedo, posiblemente procedente de Güeñes. El primer alcalde de Lima fue Nicolás Ribera, gaditano pero hijo de madre vasca, Beatriz Laredo y Esquibel, y uno de los trece de la fama. En la sesión del 13 de agosto de 1535, fue recibido por el regidor perpetuo Diego de Arbieto, natural de Orduña. En 1536, fue diputado de la ciudad y, en 1537, tenedor de bienes de difuntos. Pedro Navarro era procurador de Lima en 1537, alcalde en 1543, y más tarde regidor perpetuo.

Según la obra de P. Bernabé Fundación de Lima, aparecen los primeros pobladores de esta ciudad a los que se les otorgaron solar, algunos de los cuales fueron de origen vizcaíno: los citados Pedro Navarro y el veedor García de Salcedo; el escribano del cabildo Pedro de Castañeda; el encomendero de Jauja Juan Berrio; el encomendero de Guamanga Francisco Isasaga; Jerónimo Zurbano, que fue naviero en el Pacífico y sobrino de los oidores del Consejo Real Leguizamo y Aguirre; Juan de Larrínaga, que peleó en Chupas, a favor de Almagro y después tuvo el mando de un navío; Juan de Larrínaga Salazar, natural de Bilbao, llegado más tarde al Perú, fue electo dos veces alcalde ordinario de Lima. También estaban otros vizcaínos como Juan López de Recalde, Luis García San Mamés y Bachiller Guevara.

En 1534, Almagro fundaba Trujillo, entre los primeros fundadores se encontraban varios expedicionarios vascos: Pedro Gonzalo de Ayala, Francisco Pérez de Lazcano, Pedro Lazcano Gaona, Domingo de Soraluce, Juan de Ureña, Juan Villafranca de Lazcano, Francisco de Zamudio e Iñigo Ortíz de Zúñiga. Como primer regidor del cabildo de Trujillo fue nombrado, Domingo de Solaruce, en 1536, uno de los trece de la fama.

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CONQUISTA DEL IMPERIO INCA

Tras la presencia de Pedro de Alvarado en Puerto Viejo (Ecuador), Pizarro y Almagro tomaron sus medidas. En el ejército de Alvarado, compuesto por gente muy experimentada, iban los vascos Cristóbal de Ayala, Pedro de Añasco, Mateo de Lazcano, Antonio Ruiz de Guevara y Lope de Idiáquez, y el navarro Juan de Rada.

Alvarado y Almagro se encontraron en las llanuras de Riobamba y llegaron a un acuerdo. La flota de doce navíos de Alvarado y su tropa expedicionaria se integraba al proyecto colonizador de Pizarro y Almagro. Alvarado recibió cien mil pesos oro a cambio de regresar a su gobernación de Guatemala. El acuerdo fue ratificado por Pizarro en Pachacámac, cerca de donde se emplazaría Lima.

Francisco Pizarro poco a poco fue consiguiendo el control de todo el extinguido Imperio de los incas, pero algunas concesiones a sus hermanos, entre otras razones, produjo el enfrentamiento con su socio Diego de Almagro, quien pretendió estar al mando de la capital. Este asedió Cuzco en 1537, y tras tomar la ciudad, apresó a los hermanos Hernando y Gonzalo Pizarro. Entonces, solicitó la gobernación de la misma a su socio Francisco y encontrar una solución negociada. En aquel ejército almagrista estaban integrados los vizcaínos Lope de Idiáquez, Rodrigo de Salcedo, Vasco de Guevara, el guipuzcoano Marticote y el navarro Juan de Rada, hombre de confianza de Almagro. Este ejército había formado parte de la expedición de conquista de Chile, pero Almagro decidió volver al Cuzco después que Rada le llevara las providencias que le había traído Hernando Pizarro de España.

No hubo acuerdo y se desató la lucha entre pizarristas y almagristas. Los hermanos consiguieron escapar, uniéndose a Francisco, y los Pizarro organizaron una ofensiva de la que salieron victoriosos. Almagro fue ejecutado en la batalla de las Salinas, el 26 de abril de 1538, en la que intervinieron muchos vascos: Pedro de Vergara, Diego de Urbina, Alonso Pérez de Esquivel, Alberto de Orduña, Alonso de Mendoza y un Anduiza que lucharon por Pizarro, a los que habrían que añadir los almagristas de la expedición de Chile.

Entre los caídos por los soldados de Pizarro estaban: Juan de Urrutia, Pedro de Salazar, Alonso de Ariza, Pedro de Leguizamón, Esteban Francisco de Miravalles y Juan de Armenta. Fueron apresados, además de Diego de Almagro y su hijo, Juan de Rada, Lope de Idiáquez, Juan Ortiz de Zárate y Vasco de Guevara, además de sus principales capitanes supervivientes. El vasco Juan de Balsa representaba a Diego de Almagro en el proceso incoado por Hernando Pizarro. Después de tres meses en prisión, Almagro fue ejecutado.

cartulario América sur
AMÉRICA DEL SUR, SIGLO XVI

En 1539, el extremeño fue nombrado marqués gobernador del Perú y autorizó la organización de una expedición hacia Chile al mando de Pedro de Valdivia. Los almagristas fueron desterrados del Cuzco. Diego de Almagro, hijo, y Juan de Rada quedaron como huéspedes-presos en las casas de Pizarro en Lima, pero pronto fueron puestos en libertad, despojados de todos sus bienes. Almagro declaraba en su testamento que tenía una gran suma de dinero con el gobernador de la que dejaba por heredero al rey.

En virtud de una provisión real nombraba gobernador de Nueva Toledo a su hijo Diego y hasta su mayoría de edad a Diego de Alvarado. Las reclamaciones a este respecto no obtuvieron respuesta, pero se anunciaba la llegada de Vaca de Castro como juez en comisión. Los almagristas, liderados por Juan de Rada, sospechaban que Vaca de Castro venía a favorecer a Pizarro, conocieron la orden de detención del Diego de Almagro, el hijo, y decidieron vengar la muerte de su líder.

Asaltaron los aposentos de Pizarro y dieron muerte a Francos de Pizarro, quien hizo con su sangre una cruz en el suelo momentos antes de morir, el 26 de junio de 1541. Entre aquellos almagristas que acompañaron a Rada estaban Domingo Ruiz, Martín de Bilbao, Juan Sojo, Bartolomé de Arbolancha y Martín de Zazo. Entre los heridos que defendían al gobernador se encontraban Francisco de Vergara y Juan Ortiz de Zárate.

ASESINATO DE FRANCISCO PIZARRO POR ALMAGRISTAS

18/02/2022

Vergara banderiza y señorial


La guipuzcoana Vergara - Bergara era una villa próspera al iniciarse el siglo XV, tanto en economía como en demografía, y también un de los núcleos banderizos por excelencia. Las poderosas casas solares de Ozaeta y Gaviria, enemistadas entre sí pero con la común ambición de dominar el concejo, designaban por turno a los alcaldes.

Después de años de crueles enfrentamientos en el marco de las Guerra de Bandos
entre Oñacinos y Gamboinos, las luchas entre linajes guipuzcoanos fueron desapareciendo a mediados de este siglo XV. Pero en Vergara la pugna entre Ozaetas y Gavirias se prolongó al menos diez lustros más. Los Reyes Católicos, informados de los desórdenes por la Hermandad provincial, expidieron las primeras ordenanzas municipales instando en su capítulo inicial a la concordia entre bandos. El objetivo era...
"para que de aquí en adelante para siempre jamás non haya ni se nombre las dichas parentelas ni parcialidades, ni bando de ellas de Ozaeta y Gaviria en la dicha villa ni en su tierra e jurisdicción, ni otro apellido ni cuadrilla mas todos juntamente os llaméis Vergara."
No terminaron ahí los problemas de convivencia entre los vergareses. Ante la marginación de los vecinos de la tierra en la elección del regimiento, se originó otra larga disputa a la postre resuelta con un acuerdo que los Reyes Católicos confirmaron en 1497. Según éste, la villa se dividía en cuatro cuerpos: intramuros arrabales, Oxirondo y Uzarraga.

La elección del concejo se celebraría cada año en el día de San Miguel en la Parroquia de San Pedro, asegurándose la justa representatividad de cada núcleo. No figuraría hasta bien entrado el siglo XVII la unidad entre todos los vergareses, eliminando diferencias territoriales, vecinales y linajudas.

CALLE DE VERGARA

Curiosa querella entre villas fue la mantenida entre Vergara y Beasain sobre el origen y nacimiento del predicador franciscano fray Martín de la Ascensión, conocido por Martín de Aguirre por vergareses y Martín de Loianaz por beasaindarras. Este misionero pasó a la historia por ser crucificado en la ciudad niponesa de Nagasaki en 1597, siendo el primer cristiano en tratar de evangelizar tierras de Japón. Desde su beatificación en 1627, Bergara y Beasain lo consideraron vecino suyo, manteniendo largos y costosos pleitos, publicando mucha literatura historiográfica y elevando por separado capillas y basílicas en abierta competencia. Diferencias que ni siquiera el Vaticano se atrevió a zanjar en el momento de su canonización, pues en acto diplomático la bula de 1862 le tituló "San Martín de la Ascensión, hijo de Guipúzcoa". Aún en la actualidad, las dos poblaciones celebran fiestas en su memoria a San Martín de Aguirre, el 16 de septiembre, día de su beatificación, en Vergara; y a San Martín de Loinaz, el 5 de febrero, día de su martirio, en Beasain.

Tan revuelto estuvo el ambiente en Vergara durante el siglo XVI, que el cronista real Esteban de Garibay compuso una máxima que se hizo popular: "Bergara, ceñatu eta ygara"; es decir: "Vergara, santíguate y pasa". Era todo lo que el historiador mondragonés se podía recomendar al visitante.

Pero los siglos del Renacimiento y el Barroco fue una época de importantes construcciones que modificaron la fisionomía urbana de Vergara.

En el siglo XVI, se edificaron las casas Ozaeta, Olaso, Laureaga (con la leyenda "ni la busques ni la temas") y otras tantas que aún existen o han sido demolidas.

Sobre su original planta de la Iglesia de San Pedro de Ariznoa, se levantó un nuevo templo más espacioso y conforme a la entidad que había adquirido la villa. Las obras comenzaron en 1527 por el maestre Pedro de Lizarazu, autor de la capilla de la Piedad y del claustro de la Iglesia de San Miguel de Oñati. Y concluyeron casi un siglo después bajo la dirección del vergarés Pedro Martínez de Ibarra. Esta iglesia es de estilo gótico vasco, pero denota una superposición de corrientes debido a su dilatada ejecución. La torre fue levantada en el siglo XVIII.

TORRE OLASO E IGLESIA SAN PEDRO DE ARIZNOA

Entre 1542 y 1607, se erigió la nueva Iglesia de Santa María de Oxirondo, de rasgos comunes a la de San Pedro, y "una de las más hermosas iglesias columnarias que cuenta Guipúzcoa" en opinión de la madre Arrázola.

A mediados de ese siglo, Francisco de Borja predicó en la Iglesia de San Pedro y en la Ermita de Santa Ana.

En 1611, la Compañía de Jesús trasladó su fundación de Oñate a Vergara, y construyendo en la actual plaza un complejo conventual y educacional. Este importante centro de enseñanza sirvió como sede del Real Seminario Patriótico Bascongado desde 1776.

Desde 1674, el concejo vergarés fue adquiriendo distintos terrenos en la plaza para la construcción de su Casa Consistorial. En aquellos siglos donde se expandía el Imperio de la Monarquía hispánica allende los mares y territorios europeos, muchos vergarses hicieron méritos para ganarse un lugar en la historia. Destacaron militares como Miguel Pérez de Améqueta o Pedro Pérez de Aristizabal; eclesiásticos como el misionero Pablo José Arriaga o el inquisidor Pedro Huarte de Mendoza; consejeros reales en la Corte de los Austria como Antonio de Arostegui o Tomás Ayardi. También diplomáticos, científicos, aristócratas, y otros vecinos de esta villa que ocuparon puestos de honor en las crónicas.

Su hijo más universal es probablemente Domingo Martínez de Irala. Nacido en 1509, fue conocido como el "Capitán Vergara". Pasó a la historia por ser el conquistador y primer gobernador de la provincia de Paraguay durante la colonización española de Suramérica.

En 1534, tomó parte de la expedición del adelantado Pedro de Mendoza desde el Río de la Plata. Dos años después, participó en la expedición que exploró el río Paraná, descubriendo una porción de tierra llamada Paraguay. Allí construyó el puerto de la Asunción y, en 1537, fundó la población de la Candelaria. En 1556, fue nombrado gobernador general del Río de la Plata, hasta que murió en 1571.

monolito Domingo Martínez Irala Vergara Bergara
DOMINGO MARTÍNEZ DE IRALA

Tras Domingo Martínez de Irala, otros vergareses siguieron los pasos en las administraciones indianas del Imperio:

Juan Irazábal fue contador real en las Indias, que regaló a Vergara, en 1626, la notable imagen del Santo Cristo de Montañés de la parroquia de San Pedro.

Juan Monasteriobide fue gobernador y capitán general de la provincia de Soconusco, a comienzos del siglo XVII.

Andrés Oxirondo fue oficial de la secretaría de guerra en Flandes y tesorero de la provincia de Honduras en Indias en 1625.

Vergara aportó un numeroso grupo de secretarios y consejeros reales en las Cortes de la Monarquía española desde la época de los Reyes Católicos hasta los primer Borbones, entre los cuales destacaron: Juan Galarza, secretario del emperador Carlos V; Joanes Elorregui, secretario de la Cámara y del Sello; Mateo Urquina, secretario de Felipe III y de los archiduques Alberto e Isabel; Martín Olalde y Vergara, canciller mayor y registrador en la Corte; Tomás Ayardi desempeñó los elevados destinos de contador mayor, consejero de Hacienda y consejero también de las órdenes militares. Martín Pérez Gregorio, ayuda de cámara y guarda ropa real y miembro de la Orden de Santiago; Juan José Eulate, secretario real del Consejo Supremo en 1779.

Hernán Martínez Izaguirre, nacido en 1442, fue secretario de los Reyes Católicos durante la Guerra de Granada y capitán de Infantería hasta 1510.

Juan Pérez de Arispe fue contador de la casa real de Castilla y teniente contador mayor de la reina Juana I. Al morir esta reina, en 1555, realizó un viaje por las cortes de Europa para comunicar esta defunción real a sus familiares. En Flandes al emperador Carlos V, en Inglaterra al príncipe Felipe, rey consorte de este reino, y a las reinas de Francia y de Hungría, hijas de Juana.

Andrés Martínez de Ondarza y Uzarraga, nació en 1449, fue secretario real de los Reyes Católicos, siguió como veedor y contador de Felipe I el Hermoso y como contable real de Hacienda del emperador Carlos V en su casa real. Se envistió como caballero de la Orden de Santiago en 1535. A él se debe la construcción del monasterio de Bidaurreta para monjas franciscanas en Oñate, y del convento de las monjas franciscanas de la Santísima Trinidad de Vergara. En 1536, pudo fundar su mayorazgo y su palacio de Ondarza-Araoz, vinculando a él las principales casas de la calle de Arrabal en Bergara. Su hijo Juan Martínez de Ondarza fue veedor y contador real de Castilla.

PALACIO DE ONDARZA-ARAOZ

Y si fue amplio el grupo de vergareses que sirvieron a la Corte española dedicados a los oficios de la pluma, mayor fue el contingente dedicados a la espada, enrolados en los Tercios y Armadas, como Martín Pérez Olazabal, general de la Armada de la Carrera de Indias, o Pedro Martínez Zavala, general de marina en las guerras de Chile.

Juan de Gaviria y López de Mallea, nacido en 1535, debido a que se encontraba su familia en el trámite de un juicio en la Real Chancillería. Su padre, asentado en la Corte, servía al Ejército del emperador Carlos V como capitán, reclutando hombres para las interminables guerras contra la rival Francia. Fue corregidor de las ciudades de Coruña, Valladolid, Ubeda, Baeza y Granada. Consiguió ganarse el hábito de caballero de la Orden de Calatrava, en 1580, y comendador de las casas de Talavera de la Reina de la misma orden. También fue alcalde ordinario de su villa natal, Vergara.
De igual oficio que desempeñó su padre, en una ocasión Juan de Gaviria se dedicó a reclutar gentes de armas por petición de su rey Felipe II para sus reales ejércitos. Consiguió formar un cuerpo militar de 200 hombres, con el objetivo de defender la frontera con Francia por espacio de tres meses.

Juan de Gaviria Mallea y Ruiz de Galarza, nacido en 1570, fue caballero de la Orden de Santiago en 1584, capitán de Infantería española de los Tercios desplegados en Milán durante la Guerra de los Treinta Años, en el reinado de Felipe IV. También fue comendador de Palomar en León, por título de 2 de septiembre de 1812. Falleció en 1649. Sus hijos fueron Cristóbal y Juan, ambos miembros de la Orden de Santiago y dedicados al servicio de la Monarquía hispánica de Felipe III, Felipe III y Felipe IV.

Otro ilustre de la casa de Gaviria fue Juan Vergara y Gaviria, maestre de campo en las islas Filipinas y lugarteniente del gobernador de Temate y Mallico.

Fueron descendientes de la casa y solar de Gaviria, de parientes mayores, muy antigua y nombrada por los caballeros procedentes de ella y se han empleado en servicio de los reyes Sancho Abarca y otros de Navarra y, posteriormente, de Castilla, consiguiendo grandes privilegios. Algunas hazañas memorables constan en su escudo de armas. La cadena rota del palenque de Miramamolín en el año 1212 en la famosa batalla de las Navas de Tolosa. Ostenta también en su escudo de armas un gavilán que con las uñas de un pie tiene agarrado al gallo por la cresta y además un ramo de palma en la boca por un acontecimiento en el sitio de Bayona en los años 1130 y 1131. Nació en el año de 1570. Falleció en 1649.

CASA-TORRE DE GAVIRIA EN VERGARA

Juan López de Ozaeta Gallastegui y Recalde, nacido en 1520, fue desciende del antiguo palacio de Ozaeta en Vergara, de parientes mayores. Estuvo emparentado con el glorioso San Ignacio de Loyola, con los reyes de Navarra y los más principales linajes nobiliarios vascos. Llegó a ser caballero de la Orden de Calatrava, corregidor y capitán general de Gibraltar, corregidor de León, Trujillo y Salamanca, y veedor general de los Estados de Milán, Lombardía y Piamonte.

Realizó grandes servicios en la frontera, cuando en 1572 los franceses trataron de invadirla, en cuya ocasión levantó y sostuvo a su costa una compañía de 500 hombres. Murió en 1585. Posiblemente su hijo fue Gabriel Ozaeta, paje del rey Felipe II.

Escribe el cronista Sandoval: "de la mucha antigüedad de este apellido solariego y muestra mucha autoridad el prenombre de Senior que usaban, que era de caballeros muy nobles, más que de Hidalgos é Infanzones, de Ricos-homes."


Martín de Arrese, nacido en 1534, fue caballero de la Orden de San Juan, capitán de Infantería y de Armas, gobernador de Ternuinas y virrey de Sicilia durante el reinado de Felipe II. A las órdenes del duque de Osuna, combatió a los otomanos en aguas de Mediterráneo en varias ocasiones, siempre mostrado gran valor y recibiendo heridas.

En 1583, tomo parte de una expedición naval en busca de las galeras del Imperio otomano embarcado con su compañía en la nave capitana de Sicilia. En esta ocasión, Arrese se destacó por rendir la galera capitana de la Armada otomana, permitiendo la victoria española y la captura de galeras turcas. Durante el enfrentamiento obtuvo dos heridas, por las que falleció.

Hizo llevar su cuerpo el Virrey desde Melazo hasta Palermo con gran demostración de tristeza, le sepultaron en la Capilla de los españoles y le pusieron una losa con sus armas, rotulado su nombre como persona insigne.


Pedro Pérez Aristizábal fue capitán de Infantería de la Real Armada de la Carrera de Indias a comienzos del siglo XVII. Después fue capitán perpetuo del presidio de Cádiz. En 1625, fue gobernador de Antioquía y, posteriormente, gobernador y capitán general de Chicuito.

Según el Compendio historial de la Provincia de Guipúzcoa escrito por Lope Martínez de Isasti en 1626, el linaje de Aristizábal poseía casa solariega en Oxirondo, en las cercanías de Vergara. El originario caserío de Aristizábal estaba constituido por una portada de tres arcos de medio punto de sillería. Tras su reconstrucción, el edificio quedó carente de interés arquitectónico.

CASERÍO ARISTIZÁBAL

Antonio de Araoz, nacido en 1516, consiguió el doctorado en la Universidad de Salamanca. Pasó a la historia por ser eclesiástico jesuita, predicador y compañero de Ignacio de Loyola. Fue confesor del cardenal Santa Cruz, más tarde papa Marcelo II, y de Juana de Portugal, hija del emperador Carlos V. Tras rechazar el Arzobispado de Toledo, fue comisario general de la Compañía de Jesús en España, llegando a fundar quince colegios.

Pablo José de Arriaga, nacido en 1562, fue miembro de la Compañía de Jesús. Realizó una gran labor de evangelización de indios en el Virreinato del Perú, fundando colegios y desempeñando importantes cargos de la orden allí establecida. De su valiosa pluma salieron varias obras muy estimadas: Directorio espiritual; Extirpación de la idolatría de los indios del Perú; y Ejercicios espirituales, esta última traducido a algún idioma nativo. Tratando de regresar a España, en 1622 murió durante la travesía al naufragar el barco donde viajaba.

Marcial Aguirre Lazcano fue su principal artista, dedicado a la escultura en la segunda mitad del siglo XIX. Entre sus obras se encuentran el busto de Píos IX, la escultura al brigadier Cosme Damián Churruca en Motrico, o la del almirante general Miguel de Oquendo en San Sebastián.

TORRE DE OLASO

16/02/2022

Vida y hechos de Don Tomás de Zumalacárregui, por Zaratiegui


VIDA Y HECHOS DE DON TOMÁS DE ZUMALACÁRREGUI,
POR J. A. DE ZARATIEGUI

Vida y hechos de Don Tomás de Zumalacárregui
J. A. de Zaratiegui, Editorial Escelicer, San Sebastián (1946), 387 páginas

Vida y hechos de Don Tomás de Zumalacárregui nombrado por el señor don Carlos María Isidro de Borbón, capitán general del ejército realista, duque de la Victoria y conde de Zumalacárregui.

12/02/2022

José Javier Ignacio de Imaz y Altolaguirre


Mariscal de Campo durante la Guerra de la Independencia y ministro de Hacienda además de otros cargos administrativos de relevancia, durante las primeras décadas del siglo XIX

ESCUDO DE ARMAS DE IMAZ

José Javier Ignacio de Imaz y Altolaguirre nació en Ataún, Guipúzcoa, en 1761.

Inició su carrera militar en el Perú, en 1780, sentando plaza de cadete en el Regimiento de Infantería Real de Lima. Combatió contra la sublevación de los nativos liderados por Tupac Amaru, en las acciones de Sangara y Vilcamayu.

En 1782, fue trasladado a la península con el rango de subteniente, para combatir al Ejército francés en las campañas del Rosellón, Masdeu, Truillas, Boulou y en la batalla de Plá del Rey.

En 1794, por méritos propios fue ascendido a capitán y destinado a Guipúzcoa, para combatir a las órdenes del general Caro y del conde de Colomera, durante la Guerra del Rosellónen los combates del Bidasoa, Vera, Irún, San Marcial, Pasajes, Fuenterrabía y San Sebastián, y en las de Arizcun y Peñón de Comisary.

En 1795, estuvo en Cataluña con su nuevo Regimiento de Zamora bajo el rango de sargento mayor, con el que participó en la acción de Pontós el 14 de julio. Pasó a incorporarse a la Escuadra franco-española de Brest, con el objetivo de embarcar con el contingente que marchó hacia las costas de Inglaterra, aunque abortada la operación militar, se le destinó finalmente al Ejército de Galicia. Destinado en la plaza de Tuy, prestó desde allí servicios de vigilancia y guarnición en la frontera portuguesa delimitada por el río Miño.

En 1799, fue nombrado caballero de la Orden de Calatrava. Nuevos destinos le llevaron a las plazas de Ferrol, Zaragoza y Valencia.

En octubre de 1802, fue ascendido a teniente coronel y reorganizó la expedición que al mando de O´Farril marchó al Reino de Etruria. En 1807, desde Italia, atravesando Alemania, marchó a incorporarse a los fiordos daneses como componente de las tropas que mandaba el marqués de La Romana.

EL REGIMIENTO ESPAÑA CARGANDO CONTRA LOS FRANCESES EN 1793,
POR AUGUSTO FERRER DALMAU

Iniciada la Guerra de Independencia, aquellas tropas amotinadas contra Napoleón cruzaron el estrecho de Belt por Kolding, pasado a Fionia, y el 9 de agosto desde Jutland a Nieborg a donde llegaron el 10, embarcando en la escuadra británica del almirante Keats que les llevó a La Coruña, donde no pudiendo desembarcar, lo harían en octubre en el puerto de Santander, incorporándose desde allí al Ejército de Galicia, a las órdenes del general Blake.

Siguiendo las vicisitudes de aquellos días, participó el 10 de noviembre de 1808 en la desastrosa batalla de Espinosa de los Monteros (Burgos).

En 1809, fue coronel del Regimiento de Sevilla, y al año siguiente brigadier. Como comandante general de la primera División de Extremadura, estuvo combatiendo en Castilla, Extremadura y Aragón, participando en la batalla de Jerez de los Caballeros en julio de 1810.

En febrero de 1811, siendo mariscal de campo, participó en la defensa de Badajoz, haciéndose cargo de su gobierno al mes siguiente. Pero finalmente, esta plaza cayó a manos de los franceses el 10 de marzo. Tras ser hecho prisionero, fue rescatado desde Francia por un grupo de guerrilleros.

En la isla de León, fue arrestado y sometido a un juicio de guerra. Durante un año estuvo defendiendo su resistencia y no entrega por la ciudad de Badajoz ante el Ejército napoleónico, hasta que fue puesto en libertad y absuelto de cargos.

A pesar de esta rendición, durante la Guerra de la Independencia, José Imaz y Altolaguirre obtuvo un notable reconocimiento a su heroica labor militar en la defensa de España. Así, recibió las condecoraciones de las acciones de Medina del Campo y Lugo, batalla de Tamames, ejército de la Izquierda, reconquista de Villafranca, Estrella del Norte y cruz de San Fernando de 3ª clase.

MUERTE DEL GENERAL MENACHÓ EN LA DEFENSA DE BADAJOZ,
POR JULIO BORRELL PLA

En julio de 1815, se puso al servicio de la cuarta División de Milicias en Galicia, como subinspector, derrotando la insurrección del general Juan Díaz Porlier en La Coruña.

En 1816, fue galardonado con la gran cruz de San Hermenegildo. Desde entonces, ocupó varios cargos de manera sucesiva: director general de Rentas en 1817 y 1818; ministro de Hacienda bajo la gobernación de Casa-Irujo y Mataflorida entre 1818 y 1819; superintendente de Loterías y protector de la Junta del Montepío en 1819; presidente de la Compañía de Filipinas en 1819; gobernador de Tuy entre 1819 y 1820; fiscal de la Orden de San Fernando entre 1818 y 1820; ministro de Hacienda en 1822; director general de Aduanas y Resguardos así como consejero de Estado honorario entre 1822 y 1823.

Partidario del bando liberal, el 7 de julio de 1822, fue declarado benemérito de la Patria por su contribución en defensa de la Constitución.

Por último, en 1834, fue nombrado ministro de Hacienda durante el primer año del gobierno liberal de Isabel II.

10/02/2022

Corso vasco en los siglos XVI y XVII


A solicitud de las Juntas de Guernica, en 1498, Fernando el Católico concedía licencia de corso a los armadores de navíos guipuzcoanos y vizcaínos para atacar barcos franceses, respetando a los nacionales y los de estados aliados.

En el siglo XVI, con el descubrimiento y control de las Indias unido a las posesiones heredadas en Europa por Carlos V, el panorama geoestratégico fue cambiando, suscitando en otras monarquías inquietud y envidia, sobre todo, de ingleses y franceses.

Con motivo de las Guerras Italianas contra Francia, en 1525, el emperador autorizó armar en corso
a todos los súbditos de forma generalizada, por tanto incluyendo a guipuzcoanos y vizcaínos. En la nueva patente de corso permitía a los practicantes la merced del quinto, anteriormente a disposición a la Real Hacienda en las presas que se consiguiesen. Con este aliciente, la actividad marítima aumentó, cuya consecuencia fue fuerte incremento del número de buques de guerra que armaron los puertos de la costa vasca en los años inmediatos. Las presas que hicieron en los mares cercanos a Francia y Holanda fue muchas con respecto a décadas anteriores.

GALEÓN DEL SIGLO XVI

A partir del enfrentamiento entre Carlos V y Francisco I, del que salió vencedor el primero, el monarca francés estableció en San Juan de Luz un centro de espionaje y desarrollo de corso contra los buques españoles que partían de puertos cántabros, hacia las Indias, Flandes o el Mediterráneo. Desde entonces, el corso fue recíproco. La Real Armada española se volvía vigilante y escolta de los barcos mercantes cargados de metales, armas, y otras mercancías en las rutas oceánicas al servicio de la Corona española. Numerosos corsarios atacaban a barcos que regresaban desde América.

Existen noticias de corsarios y piratas vascos en todos los mares, varios jauntxos guipuzcoanos fueron capaces de armar, entre 1552 y 1555, unas 350 naves con las que controlaron el mar Cantábrico desde Galicia hasta Bretaña.

En esos pocos años apresaron más de un millar de embarcaciones de todos los tamaños y el valor de las mercancías incautadas rondó el millón de ducados. En estas escaramuzas corsarias perdieron la vida un millar de guipuzcoanos. En algunos casos, los piratas compartían en puerto el botín con la población, empezando por el alcalde, que los recibían con grandes vítores. Aquellos marinos corsarios, enriquecidos por las presas, construyeron edificios soberbios en sus puertos y villas.

CUBIERTA DE EMBARCACIÓN CORSARIA

El siglo XVII fue la época dorada del corso vasco y los puertos de Guipúzcoa estaban a la cabeza de este tipo de prácticas. Por una parte, es una zona en la que el enemigo estaba relativamente cerca (franceses, ingleses, holandeses, portugueses, etc.); por otro, las rutas comerciales que comunican la península Ibérica con el norte de Europa pasaban por los puertos vascos.

Esto contribuiría a la disposición de la población a ser corsaria. Se podría hablar de factores psicológicos, como la hidalguía universal, que suponía el privilegio de usar armas. De hecho, no solo existió una prospera industria armera, sino además una cierta predisposición hacia el uso de estas por parte de los pobladores de esta zona.

En la mentalidad de la época, la práctica corsaria era una forma de obtener honores. Los grados se conseguían en los campos de batalla y, al final, se estaba sirviendo a tu rey, a tu patria y a tu Dios.

Hubo cuestiones que sobrepasaban los límites legales establecidos: cuál es la rapiña legal y cuándo se sobrepasa. En alta mar, sólo estaban ellos y el enemigo, por tanto hubo acusaciones de excesos cometidos contra tripulantes. El objetivo del corso era robar el cargamento que iba en el barco, pero también hubo acusaciones por robo de pertenencias personales a los tripulantes.

CORSARIOS DEL SIGLO XVII

Una de las diferencias entre piratería y corso es que en este último caso se celebraba una vista judicial sobre todo apresamiento que se realizaba. Se decidía si el apresamiento era legal o ilegal. Si era ilegal, se devolvía la carga.

En el siglo XVII, San Sebastián y Fuenterrabía fueron las dos principales plazas corsarias de la península Ibérica. Eran auténticos nidos de corsarios, entre 1618, fecha en la que estalló la Guerra de los Treinta Años contra Holanda, y 1635, año en que se inició la Guerra franco-española. Entonces, las dos localidades guipuzcoanas se convirtieron en las principales suministradoras de corsarios al servicio del rey.

El floreciente comercio con América y el monopolio sevillano propiciaron también el auge del comercio ilegal en la provincia hasta que, en 1728, con la creación de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, el monopolio del comercio con Venezuela recayó en la empresa de accionistas del territorio.

07/02/2022

Leyendas de Santa María de Roncesvalles


En las cuentas de administración del año 1745, se hace mención de un obsequio que recibió la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles, por parte de Manuel de Aizpurua, vecino de Usurbil. Éste construía navíos con madera que compraba a Roncesvalles, talados de los bosques de los montes Iría y Andorra (lindantes con el pueblo guipuzcoano), pertenecientes a la iglesia colegial.

Al parecer, los navíos que se fabricaban con tal madera resultaron muy resistentes, tanto es así que Aizpurua decidió regalar a la iglesia de Roncesvalles un navío corsario en miniatura, a fin de agradecer a Nuestra Señora la calidades de sus barcos.

El navío corsario llegó a Roncesvalles a hombros de varios hombres que recibieron vituallas y jornal, y dichos gastos forman la partida que se refleja en el libro de cuentas.

Aquel barco, que el cabildo mandó colocar en la iglesia de Santa María, no ha sobrevivido hasta nuestros días ya que de él no hay constancia.

IGLESIA COLEGIAL SANTA MARÍA DE RONCESVALLES

Carlos III el Noble, rey de Navarra, murió el 1 de enero de 1387. Quiso que su cuerpo fuera enterrado en la catedral de Pamplona, su corazón en la iglesia-fortaleza de Santa María de Uxue y sus entrañas en la colegiata de Santa María de Roncesvalles. Para cumplir con su última voluntad, en una mesa de Palacio fue colocado el cuerpo del rey y entregado al cuchillo del judío Samuel, que lo abrió en canal y le extrajo el corazón y los intestinos.

Pere de Añorbe suministró las especies y drogas que el citado judío precisó para el embalsamiento. Se emplearon mirra, aloé, cicotrin, gali et musquet, muscacerin, nueces de ciprés, lináloes, alun de roca, resina, goma arábiga y otras sustancias. Para el corazón y los intestinos se encargaron sendos picheles (jarra con tapa) de estaño, que después de introducir en ellos el real contenido, fueron solados.

El 16 de marzo se hicieron las solemnes exequias en Roncesvalles. Nunca se ha tenido noticia del paradero del pichel con los reales intestinos.

ESTELA DEL CAMINO DE SANTIAGO Y CASA PRIORAL DE LA COLEGIATA

03/02/2022

Pintura sobre Juan de Urbieta en la Batalla de Pavía


La batalla de Pavía fue un enfrentamiento militar ocurrido el 24 de febrero de 1525, entre el Ejército francés al mando del rey Francisco I y las tropas imperiales de Carlos V de Habsburgo, en las proximidades de la ciudad italiana de Pavía. Estuvo englobado en la serie de contiendas que sucedieron durante buena parte de la primera mitad del siglos XVI, entre España y Francia, conocidas como Guerras de Italia.

El Ejército imperial estaba formado por tropas españolas al mando de Fernando de Ávalos y del navarro Antonio de Leyva, y por tropas pertenecientes al Sacro Imperio Romano Germánico. La victoria de los imperiales fue contundente. Los franceses tuvieron 15.000 muertos o heridos, mientras que los imperiales fueron 500.

Durante la batalla, el rey Francisco I fue apresado por el guipuzcoano Juan de Urbieta y Lezo y, posteriormente, trasladado a Madrid el 12 de agosto y custodiado en la Casa y Torre de los Lujanes, tras desembarcar en Valencia. Por el Tratado de Madrid, Francisco I renunció al Milanesado, Nápoles, Flandes, Artois y Borgoña.

La batalla de Pavía fue representada en diversos formatos pictóricos: óleo, tapiz, dibujo, grabado, etc. La hazaña de Juan de Urbieta también ha sido representada en varias ocasiones.

BATALLA DE PAVÍA, POR MARCELINO DE UNCETA

Este dibujo sobre la Batalla de Pavía fue realizado por Marcelino de Unceta, a finales del siglo XIX, a tinta sobre papel, con tonos muy tenues y casi bicromos. Supuso una vuelta al orden y la quietud del academicismo, recuperando el trazo, la línea y la realidad como fuente de inspiración.

JUAN DE URBIETA EN PAVÍA, POR GREGORIO HOMBRADOS OÑATIVIA

URBIETA EN PAVÍA, POR JOSÉ FERRE CLAUZEL

LA CAPTURA DE FRANCISCO I EN PAVÍA (LOS TRIUNFOS DE CARLOS V),
POR SIMONZIO LUPI

JUAN DE URBIETA Y FRANCISCO I EN PAVÍA

APRESAMIENTO DE FRANCISCO I DE FRANCIA POR JUAN DE URBIETA

BATALLA DE PAVÍA, POR BERNARD VAN ORLEY

BATALLA DE PAVÍA, POR AUGUSTO FERRER-DALMAU

BATALLA DE PAVÍA, POR JUAN DE LA CORTE