26/12/2022

Tercio de Vizcaínos - Batallón de Voluntarios Urbanos Cántabros de la Amistad


El Batallón de Voluntarios Urbanos Cántabros de la Amistad o Tercio de Vizcaínos fue una unidad miliciana de infantería creada el 18 de septiembre de 1806 para la defensa de la primera de las invasiones inglesas al Virreinato del Río de la Plata.

Estaba formado por residentes en Buenos Aires mayoritariamente oriundos de Vizcaya y Navarra (5 compañías), Asturias (2 compañías) y Castilla la Vieja (1 compañía). Tenía agregada una compañía de Cazadores Correntinos. Contaba con 446 hombres, además de los 84 correntinos.

TERCIO DE VIZCAÍNOS

Tras la capitulación de William Carr Beresford en la primera invasión, y ante la posibilidad de una nueva invasión, el comandante de armas de Buenos Aires, Santiago de Liniers, emitió el 6 de septiembre de 1806 un documento instando al pueblo a organizarse en cuerpos militares separados según su origen:
"... Vengan, pues, los invencibles cántabros, los intrépidos catalanes, los valientes asturianos y gallegos, los temibles castellanos, andaluces y aragoneses; en una palabra, todos los que llamándose españoles se han hecho dignos de tan glorioso nombre."

El 9 de septiembre, Liniers emitió otra proclama convocando a reunirse en el Fuerte de Buenos Aires a los vizcaínos o cántabros, comprendiendo en el llamado a los oriundos de las tres provincias vascas, los navarros, y los montañeses, fijando como punto de reunión al Convento de Santo Domingo el 11 de septiembre.

El 18 de septiembre de 1806, Liniers emitió el decreto de creación del Tercio de Cántabros de la Amistad, los montañeses formaron un cuerpo aparte denominado Tercio de Cántabros Montañeses. Los oficiales de todos los batallones voluntarios fueron elegidos por los propios soldados, siendo 1° comandante del tercio Prudencio Murguiondo y su segundo Ignacio de Rezabal.

TERCIO DE VIZCAÍNOS COMBATIENDO AL EJÉRCITO INGLÉS

La primera compañía de Castellanos Viejos quedó al mando del capitán Pedro Martínez Fernández. Lo seguían en el mando el teniente Pedro Andrés de Osúa y el subteniente y abanderado Ruperto Albarellos. Contaba con un total de 62 hombres.

La segunda compañía de Vizcaínos y Navarros quedó al mando del capitán José Agustín de Lizaur. Lo seguían en el mando el teniente Juan Pedro de Garvalena y el subteniente José de Muguerza. Contaba con un total de 71 hombres.

La tercera compañía de Vizcaínos y Navarros quedó al mando del capitán Norberto de Quirno. Lo seguían en el mando el teniente José Santos de Yrigoyen y el subteniente Pedro de Berro. Contaba con un total de 60 hombres.

La cuarta compañía de Vizcaínos y Navarros quedó al mando del capitán Juan Antonio de Santa Coloma y como segundo el teniente Pedro Real de Asúa. Contaba con sólo 42 hombres.

La quinta compañía de Vizcaínos y Navarros quedó al mando del capitán Pedro Ansoátegui. Lo seguían en el mando el capitán de milicias urbanas Manuel de Ortíz Basualdo y el teniente Juan Antonio de Zelaya. Contaba con un total de 49 hombres.

La sexta compañía de Vizcaínos y Navarros quedó al mando del capitán Juan de la Elguera y como segundo el teniente José Antonio de Irigoyen. Contaba con un total de 50 hombres.

La séptima compañía de Asturianos quedó al mando del capitán Bernardo de Guanes. Lo seguían en el mando el teniente Juan Fernández de Molina y el teniente agregado Pedro Fernández Pividal. Contaba con sólo 44 hombres.

La octava compañía de Asturianos quedó al mando del capitán Miguel Cuyar. Lo seguían en el mando el teniente José Matías Gutiérrez y el teniente agregado Lorenzo Ignacio Díaz. Contaba con 48 hombres.

El 14 de agosto de 1806, 84 residentes de Corrientes en Buenos Aires se reunieron en asamblea y constituyeron la Compañía de Cazadores Correntinos, que fue agregada al Tercio de Vizcaínos como novena compañía. Al mando inicial del capitán Juan José Fernández Blanco, luego lo suplantó Nicolás Murguiondo. El segundo jefe de esta compañía era Elías Galván y el tercero al mando el subteniente Juan Tomás Fernández.

La Reconquista de Buenos Aires Santiago Liniers
LA RECONQUISTA DE BUENOS AIRES

El 3 de febrero de 1807, las fuerzas británicas asaltaron y tomaron la ciudad de Montevideo. Fue la segunda invasión inglesa. Soldados del Tercio de Vizcaínos se hallaban entre sus defensores. 
Estaba formado por 9 compañías y una plana mayor, de los cuales 5 eran Compañías de Vizcaínos y Navarros, que reunían a unos 523 hombres, 278 de ellos en las compañías vasco-navarras. Entre los oficiales vascos y navarros se encontraban los comandantes Prudencio Murguiondo, Ignacio de Rezabal u Martín José de Monasterio, los capitanes y tenientes Juan Ángel de Goicolea, José Agustín Lizazur, José Santos de Irigoyen, Pedro Ansoategui, Manuel Ortiz Basualdo, Juan Antonio de Zelaya, Juan de la Elguera o José Antonio de Irigoyen.

Durante el ataque británico a Buenos Aires del 4 de julio de 1807, el Tercio de Vizcaínos integró la División de Reserva, teniendo una actuación muy destacada durante el combate de los Corrales de Miserere, el 2 de julio, y en su defensa los días siguientes.

El 13 de enero de 1809, la Junta Suprema de Sevilla dispuso en nombre del rey premiar a los oficiales de los distintos cuerpos milicianos de Buenos Aires reconociendo los grados militares que se les había otorgado.

Durante la asonada del 1 de enero de 1809 comandada por Martín de Álzaga (asonada de Álzaga), el tercio estuvo entre las unidades que se opusieron al virrey Liniers, por lo que al ser dominada la rebelión el Tercio de Vizcaínos fue disuelto.

Fuerte Buenos Aires
FUERTE DE BUENOS AIRES, AÑO 1816

22/12/2022

José Antonio Lacayo de Briones y Palacios


Gobernador y Comandante General de Nicaragua y Costa Rica

JOSÉ ANTONIO LACAYO DE BRIONES Y PALACIOS

José Antonio Lacayo de Briones y Palacios nació en Viana, en 1679. Inició su carrera en la infantería española, llegando a ser Sargento Mayor de las milicias de infantería y caballería en 1710.

En 1712, fue nombrado justicia mayor y capitán general de la provincia de Costa Rica. Allí pasó una época muy difícil en el área de Cartago hasta el río del Salto, límite de Costa Rica con Nicoya y Nicaragua. Allí tuvo encuentros con los Zambos Mosquitos e invasores ingleses, y ataques por naves comandadas por piratas irlandeses.

Fue síndico general y dos veces primer alcalde ordinario y teniente gobernador de Nueva Granada. Además, ejerció el cargo de tesorero del papel sellado de las provincias de Nicaragua y Costa Rica.

El obispo doctor Benito Garret y Arlovi acusó al Sargento Mayor y alcalde Lacayo de Briones ante la Audiencia del ejercicio de comercio ilícito por la costa del norte con ingleses. La Real Audiencia encomendó la pesquisa a Pedro Martínez de Ugarrio. El cabildo de Cartago y el clero regular y secular informaron muy en favor de Lacayo de Briones con fecha 14 de Mayo de 1715. Fray Pablo de Otarola, guardián del convento de San Francisco de Cartago certificó que su declaración presentada por el obispo era falsa y añadió de la gravedad de su infamia. La Audiencia ordenó, el 15 de noviembre 1718, a salir de Costa Rica.

Salió huyendo de Costa Rica disfrazado de religioso franciscano para evitar persecución. En Junio de 1720, se le declaró recto, limpio y justificado ministro, digno de desempeñar los empleos que fuere de su Real agrado. La Audiencia lo tendría presente para lo que sea de su real servicio. Lacayo de Briones y Palacios construyó a sus expensas el convento de San Francisco de Esparza y se le retornó sus bienes y los 2.000 ducados que le fue multado. La Audiencia enjuició el acusador Pedro Ruiz de Bustamante y los religiosos que mintieron fueron ex-comulgados.

El 16 de Agosto de 1720, por la Real Audiencia obtuvo el nombramiento de teniente general.

GOBERNACIÓN DE NICARAGUA Y COSTA RICA

En 1740, Nicaragua sufría un ataque del General inglés Handyse. El 21 de noviembre de mismo año, fue nombrado gobernador de las provincias de Nicaragua y Costa Rica. Marchando en ruta a León, se le informó de una insurrección del mulato Antonio Padilla, capitán de soldados pardos que sofocó con éxito.

A pesar de esto, las incursiones inglesas causan terror en los departamentos del norte de la provincia. Al fin, la Corte de España respondió enviando a Nicaragua 800 fusiles, 12 piezas de artillería, municiones, dinero, 100 soldados de línea de La Habana con sus oficiales, sargentos y artilleros, una galera y algunos otros auxilios. Felipe V ordenó que se organizaran milicia en toda la provincia, y reconocida su aptitud como gobernador, se le expidió título de comandante general de las armas el 4 de mayo de 1745, cesando el 23 de agosto del año 1745, y permaneció en su puesto hasta el mes de diciembre de 1746.

JOSÉ ANTONIO LACAYO DE BRIONES Y PALACIOS

19/12/2022

Instituciones modernas de derecho en el Señorío de Vizcaya


Las instituciones de derecho del Señorío de Vizcaya en la Edad Moderna son tres:

1. INSTITUCIONES DE DERECHO PÚBLICO

Muchas disposiciones del Fuero son copia casi exacta del Fuero Viejo de 1452. Como en éste domina el Derecho Público la idea de control del poder por parte del Señorío, lo que se pone de manifiesto en instituciones como el juramento del Señor y el pase foral.

El Señor de Vizcaya cuando sucede en el Señorío ha de venir a jurar los Fueros, afirman los dos textos en su primera ley. El juramento es una muestra de que el poder está sometido al Derecho. El juramento, decía Bodin, degrada la potestad soberana para transformarla en aristocracia o democracia (depende de quién puede exigirlo). El juramento es institución muy extendida y en Vizcaya tiene una solemnidad y fórmulas especiales, pues si el Señor no lo presta ni se le pagan tributos ni se le rinde obediencia.

Se llama pase foral la costumbre según la cual las disposiciones del Señor quedan sometidas a un previo examen por las juntas antes de entrar en vigor y si se aprecia que no se ajustan a Fuero no son cumplidas. Esta institución viene recogida en el capítulo XV del Fuero Viejo y se reproduce en la ley 11 del Título I del Fuero Nuevo. Se ordena en ellas que las cartas contrarias a las leyes y Fueros de Vizcaya sean obedecidas y no cumplidas.

En otros lugares, el texto de 1526 es mucho más rotundo y categórico que el Fuero Viejo. Destaquemos aquí los temas de la hidalguía universal y las garantías penales y procesales.

BILBAO, SIGLO XVI

La declaración de que los vizcaínos son todos hidalgos ha preocupado mucho a historiadores y juristas y existe un secreto interés en defender o negar dicha hidalguía según posiciones partidistas. Ha de afirmarse que en el Fuero de 1526 la declaración de la hidalguía de todos los vizcaínos se expresa con una meridiana claridad y de forma reiterada. Todos los vizcaínos son hombres hijosdalgo, se afirma en la ley 13, se repite en la ley 16 y se transparenta en todo el título I. La hidalguía supone, acomodada a la época, una declaración de igualdad civil. Un reflejo de ella es la Ley 12 del mismo Título, según la cual "tormento y amenaza de tormento no se puede dar a vizcaíno".

Pero quizá la creación más importante del Fuero sea el completísimo sistema de garantías judiciales que contiene, y que estaban ya esbozadas en el Fuero Viejo, pero aquí se definen con perfecto orden y nitidez. Siglo y medio antes de la ley inglesa de Habeas Corpus se establece que nadie puede ser detenido sin mandamiento del juez (ley 26 del Título XI) ni por deudas (ley 3 título XVI) que el juez o el ejecutor no pueden acercarse a cuatro brazas de la casa del vizcaíno (ley 4 del título XVI) que nadie puede ser detenido sin ser previamente llamado bajo el árbol de Guernica por treinta días (ley 5 título IX) que cuando el así llamado se presenta hay que entregarle todas las pruebas de cargo para que pueda defenderse (ley 7 título XI) que hasta que se haya resuelto la causa por la que fue llamado no pueda formularse nueva acusación (ley 5 título XI), etc. Este sistema de garantías es la mejor característica de lo que hoy llamamos Estado de Derecho. Allí donde aparezcan la tortura, la detención arbitraria y sin garantías o el procedimiento sin defensa adecuada, ha de hablarse de tiranía y absolutismo, nunca de justicia y derecho.

ESCUDO FORAL DE VIZCAYA

2. INSTITUCIONES DE DERECHO PRIVADO

El Derecho Privado de Vizcaya difiere sustancialmente del castellano para acercarse al aragonés o navarro. Podríamos decir que las instituciones básicas son la troncalidad, la libre elección de heredero y la comunicación foral.

La troncalidad, expresada en el aforismo de que el tronco vuelve al tronco y la raíz a la raíz, supone una conexión (ligadura dice Chalbaud) entre la tierra, la casa y la familia vizcaína. El Fuero hace lo posible para que la raíz (la casa, el molino, las tierras) no salgan de la familia. Las pequeñas modificaciones que se introducen en el Fuero Viejo acentúan la troncalidad de tal manera que hoy en Vizcaya la troncalidad tienen una fuerza que no conoce ninguna legislación.

La elección de heredero es una forma de libertad de testar limitada. Hay un grupo de herederos forzosos (los hijos en primer término, luego los ascendientes, después los colaterales) pero entre ellos elige el testador libremente su heredero, apartando a los demás. En realidad el Fuero reduce la libertad de testar que concedía el texto antiguo de 1452 porque en éste se permitía disponer libremente y sin ninguna traba de todos los bienes muebles.

La comunicación de bienes consiste en una comunidad universal entre marido y mujer. Todos los bienes de los cónyuges son comunes a medias "aunque el marido haya muchos y la mujer no nada o la mujer muchos y el marido no nada" (ley 1ª Titulo XX). Lo característico de este régimen foral es la distinción que se establece según haya o no hijos al disolverse el matrimonio. Si hay hijos se opera la comunicación, y todos los bienes, sea cual fuere su origen, se reparten a medias; si ni los hay tampoco habrá comunicación y se aplica el régimen común, hoy el sistema de gananciales.

Estas leyes del Fuero tienen todavía interés porque estuvieron vigentes hasta 1959, fecha en que son sustituidas por la Compilación de 30 de julio de dicho año.

DIPUTACIÓN FORAL DE VIZCAYA

3. LA EDICIÓN DE DELMAS EN 1865

De las varias ediciones del Fuero se produce aquí la de 1865. Acaso el bibliófilo hubiera preferido la primera, impresa en Burgos en 1528. Pero para el lector moderno la letra gótica constituye una dificultad que hemos preferido aliviarle.

La edición de Delmas es la última que se realizó mientras las juntas Generales se reunían regularmente y recoge las confirmaciones del Fuero hasta Isabel II.

Está a dos columnas y tiene la chocante originalidad de estar foliada por hojas en lugar de páginas. Pero está impresa en forma esmerada y atractiva con tipos de letra muy legibles.

El bilbaíno Juan Eustaquio Delmas fue impresor del Señorío, el cual publicó de forma detallada muchos libros de tema vizcaíno. Esta edición del Fuero se presta más que otras a una reproducción facsímil en forma manejable y de fácil lectura.


FAMILIA VASCA GARAI, POR VALENTÍN DE ZUBIAURRE

16/12/2022

Luchana, Episodios Nacionales, por Benito Pérez Galdós


LUCHANA, EPISODIOS NACIONALES

Luchana, Episodios Nacionales, Benito Pérez Galdós, Alianza Editorial (2010), (3ª Serie), 296 páginas

El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a Benito Pérez Galdós (1843-1920) para recrear en él, en forma de novela, la compleja vida de los españoles a lo largo del agitado siglo XIX: guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares. El núcleo del presente episodio fue la batalla de Luchana, decisiva para el desarrollo posterior de la Primera Guerra Carlista, así como la figura del general Espartero que en ella logró alzarse con la victoria.

11/12/2022

Literatura religiosa y ascético-mística moderna por navarros


El clero navarro ha aportado una interesante obra de carácter religioso y ascético-mística durante los siglos de la Edad Moderna. Pero, por encima de ellos, destacaron los Ejercicios espirituales del guipuzcoano san Ignacio de Loyola.

Entre los navarros, hay que destacar el libro Sermones navarros medievales. Una colección manuscrita de la Catedral de Pamplona, escrito en el siglo XIV, editado por González de Ollé, en 1995.

El siglo XVI es muy brillante, lleno de autores, algunos de ellos muy importantes. La poesía religiosa está representada por el padre Miguel de Castillo, religioso cartujo de la primera mitad del siglo XVII y natural de Tafalla. Fue autor de Aula Dei, publicado en 1637, poema didáctico-descriptivo que invita a dejar las veleidades del mundo y gozar de la vida retirada en religión.

IGNACIO DE LOYOLA

José de Sarabia es un buen ejemplo de soldado-poeta. Es famoso por una sola composición, la Canción real a una mundaza, incluida en el Cancionero de 1628 y que durante cierto tiempo fue atribuida a Mira de Amescua. Está formada por siete estancias de nueve versos cada una y desarrolla el tema barroco de la voluntad de la Fortuna (desengaño, vanitas vanitatum, fugacidad de la belleza).

El corellano fray José de Sierra y Vélez, fue autor de varias poesías y lector de Teología en el Colegio de la Merced de Huesca.

Ejemplos de poesía mística femenina fueron Ana de San Joaquín y sor Jerónima de la Ascensión, autora de unos Ejercicios espirituales, escritos en Zaragoza en 1665, que es obra póstuma donde se recogen algunos versos suyos.

Entre la ascética y la mística se mueven buena parte de la obra del venerable Juan de Palafox y Mendoza, hombre de Iglesia (obispo de Puebla y luego de Burgo de Osma), hombre de Estado (virrey de Nueva España) y prolífico literato (verdadero polígrafo). Entre sus títulos destacan Varón de deseos, El pastor de Nochebuena o Varias poesías espirituales.

Y por último, Juan de Andosilla y Larramendi es autor de Christo nuestro señor en la cruz, hallado en los versos de Garcilaso, sacados de diferentes partes y cuadros con ley de entonces, publicado en Madrid, en 1628. Como el título indica, se trata de un centón formado principalmente con versos de Garcilaso de la Vega.

JUAN DE PALAFOX Y MENDOZA

Juan de Amiax, natural de Viana, publicó Ramillete de Nuestra Señora de Codés, en Pamplona, en 1608. La obra, que va encabezada por un Prólogo a los devotos de Nuestra Señora de Codés y las habituales poesías laudatorias del autor y la obra, resume la historia de la ermita construida en los montes de Yoar y de sus moradores, diversos milagros y apariciones de la Virgen, etc. En esos paisajes en prosa se intercalan algunos sonetos del autor en alabanza de Nuestra Señora de Codés y otras composiciones poéticas diversas, circunstancia que justifica el título de Ramillete que tiene la obra.

La prosa ascético-mística está representada por fray Diego de Estella, fray Pedro Malón de Echaide en el siglo XVI, y por Leonor de Ayanz en el siglo XVII. A estos se les sumó Axular en lengua vascuence.

Fray Diego de Estella, natural de esta villa donde nació en 1524, redactó en castellano Tratado de la vida, loores y excelencias del glorioso Apóstol y bienaventurado Evangelista San Juan, que fue publicado en Lisboa, en 1554.

En el Libro de la vanidad del mundo, escrito periódicamente entre Toledo y Salamanca, entre loa aós 1562 y 1576, reflexionaba el fracaso sobre las frivolidades mundanas, que son "vanidad de vanidades". La obra consta de tres partes, de cien capítulos cada una.

Cien son también las Meditaciones devotísimas del amor, publicadas en Salamanca, en 1576, donde Diego de Estella ponderaba los beneficios del amor a Dios y de sus recompensas, en una prosa natural y elegante.

DIEGO DE ESTELLA

Si sencillo y claro es el estilo de Diego de Estella, todo lo contrario es el del agustino fray Pedro Malón de Echaide. Fue autor de La conversión de la Magdalena, publicado en Barcelona, en 1588, escrita en un estilo "vehemente y fogoso", que ha llegado a ser calificado de "oriental" por su lujo, gala y adorno. Del cascantino Malón de Echaide sólo ha permanecido esa obra, en la que analizaba al personaje bíblico en los tres estados de pecadora, penitente y en gracia, pero debió de escribir otras; por ejemplo, en el prólogo indica que tenía compuesto un Tratado de San Pedro.

Igual que Huarte de San Juan, hizo una apasionada defensa de la lengua castellana en el contexto del debate sobre la validez de las lenguas vulgares, además del latín, para las ciencias y los comentarios escriturísticos.

Para Menéndez Pelayo la obra La conversión de la Magdalena es el "libro más brillante, compuesto y arreado, el más alegre y pintoresco de nuestra literatura devota", "halago perdurable para los ojos".

Leonor de Ayanza, también llamada Leonor de la Misericordia, biznieta del tercer conde de Lerín, fue discípula de Santa Teresa de Ávila. Escribió con prosa sencilla y sobria una Relación de la vida de la venerable Catalina de Cristo, obra importante para la historia de la reforma teresiana.

Compuso además algunos textos poéticos (un soneto, unas octavas reales...) A nuestra Madre Catalina de Cristo, que acompañan a la Relación.

Entre las composiciones ascético-místicas hay que incluir el famoso soneto No me mueve, mi Dios, para quererte, de san Francisco de Javier.

Pedro de Aguerre y Azpilicueta, natural de Urdax, donde nació en 1556, más conocido como Axular. Fue el primer autor en prosa de la lengua vasca con Guero, obra de tema ascético escrita en dialecto labortano, que fue publicado en Burdeos, en 1643.

FRANCISCO DE JAVIER

07/12/2022

Sancho López de Otálora Galarza


Consejero de Castilla, de Inquisición y de Hacienda de Carlos V

ESCUDOS DE ARMAS DE OTÁLORA Y DE GALARZA

Sancho López de Otálora Galarza nació en la casa-torre de Otálora, solar de su linaje en Arechavaleta, villa del valle de Léniz en Guipúzcoa, en 1500. Era hijo de Martín Ruiz de Otálora y de Catalina de Galarza. Secretarios reales de Juan de Castilla.

Era hermano menor de Juan López de Otálora Galarza, señor de la casa de Otálora, que fue criado del rey Fernando el Católico y miembro de su Cámara Real. En 1512, recibió entre otras gracias una espada que utilizó el mismo monarca, que dejó vinculada a su linaje.

Estudió derecho civil y canónigo en Salamanca, siendo bachiller, y consiguió el grado de licenciado en el Colegio de Santa María de Jesús de Sevilla. Continuó con la tradición familiar de servir en las instituciones cortesanas de la Monarquía hispánica. En la universidad de Sevilla fue rector en 1523 y 1529.

En 1538, fue nombrado Juez de la Audiencia de los Grados de Sevilla y consultor y juez de los bienes confiscados a los herejes en el Tribunal inquisitorial de Sevilla, coincidiendo con la consolidación de los cambios impuestos en este tribunal en 1527 con el fin de asimilarlas en su organización con las chancillerías. Obtuvo la ejecutoria de su hidalguía, en 1539.

Al mismo tiempo, fue consultor y juez de los bienes confiscados a los herejes en el Tribunal inquisitorial de Sevilla a petición del inquisidor general, Alonso Manrique.

Aunque, en 1543, fue designado para realizar una visita a la Audiencia de Santo Domingo, ésta finalmente no se puso en práctica.

Tomó parte de la comisión para la delimitación de la frontera hispano-lusa en Andalucía, demostrando tal habilidad política y diplomática que fue promovido al Consejo Real del emperador Carlos V. Durante varios años estuvo al frente de asuntos de Estado, simultaneando varios cargos a la vez.

PALACIO DE OTÁLORA EN ARRECHAVALETA

Desde 1547 hasta 1562, formó parte del Consejo Real de Castilla, como consejero, bajo la presidencia de Hernando Niño.

Tras el fallecimiento del licenciado Cortés, en 1550, fue designado miembro del Consejo Supremo de la Inquisición, como representante del Consejo Real. Su cargo como consejero de este tribunal lo efectuó en febrero de 1553, cargo que desempeñó hasta 1563, mientras seguía vinculado al Consejo Real. Y, desde 1554 hasta 1558, fue miembro del Consejo Real de la Cámara.

Fue a partir de la gobernación de la princesa Juana cuando Otálora alcanzó una posición relevante en la Corte. Así, en las instrucciones firmadas en La Coruña el 12 de julio, se ordenaba que éste y el doctor Velasco acudieran al Consejo de Estado de Castilla "quando se trataren negocios de la Corona de Castilla", así como que ambos entendieran "en lo de la expediccion de la Camara", mientras Juan Vázquez de Molina actuaba de secretario.

Gracias a su influencia en la Corte de Felipe II, en 1554, pudo entrar en el Consejo de Hacienda, aunque la llegada de Figueroa propició su salida de la Cámara en 1558. Para entonces, Otálora padecía serios problemas de salud que le impedían acudir a las reuniones del Consejo Supremo de la Inquisición al mando de Valdés.

En 1562, por problemas de salud, se retiró a la casa solar de Otálora, donde falleció el 23 de noviembre de 1570.

Fue enterrado en la capilla de San Miguel de la iglesia de San Juan Bautista de Aozaraza, capilla fundada por su hermano Juan.

ESCUDO NOBILIARIO SOBRE PALACIO DE OTÁLORA EN ARECHAVALETA

Había casado con Catalina Ximénez de Bohórquez, natural de Utrera, en 1530. Tuvieron a Juan de Otálora, señor de la casa de Otálora a la muerte de su prima María Ruiz de Otálora; Catalina; María casada con Juan Briceño y Osorio, señor de Gramedo y Molezuelas y corregidor de Zamora; e Inés que caso con el licenciado Pedro Muñoz.

Un contemporáneo suyo natural de Mondragón, el cronista real Esteban de Garibay escribió de él:
"Vivió en esta casa de Otalora en ocho años y mejoróla de fábricas, haciéndole un gentil cuarto a la parte de mediodía. Gozaba de la compañía de su hijo, nuera y nietos, por haber ya fallecido sus hermanos; con tal recogimiento, que con estar fuera de poblado, en todos ellos jamás entró en pueblo alguno, sino fue solas dos veces en el año de 1568 en Arechavaleta, cabeza del valle, a cuarto de legua de su casa, a las exequias reales del príncipe D. Carlos, primogénito del dicho católico Rey D. Felipe, que falleció en Madrid el 24 de Julio del dicho año 68, y luego a las de la Reina D.ª Isabel, su tercera mujer, que falleció el 3 de Octubre del mismo año…"
"De esta manera acabó sus católicos días, haciendo grandes limosnas en todo el dicho valle (de Léniz). Comía solo, retirado aún de su nuera e hijo. Gastó estos días en rezar, estudiar y leer en obras religiosas. Consultóle el mismo Rey en diversas cosas gravísimas en esta su vida solitaria, como a persona de cuya prudencia y religión tenía gran satisfacción. Fue muy alto de cuerpo, de grave presencia y autoridad; la color morena cetrina, bien hecho, la habla poca, grave y autorizada; velloso, las cejas cerradas, de poca conversación y ésta muy sustancial y religiosa, celador del servicio de su Rey y del bien de la patria y amador de los buenos."

03/12/2022

Vascos en la Armada de la Carrera de Indias Orientales


Una auténtica gesta náutica y comercial fue el establecimiento de la Ruta de las Indias Orientales, denominada como ruta del Galeón de Manila, el primer itinerario que comunicó los continentes de Asia con América surcando el océano Pacífico. El comienzo de esta hito histórico en la navegación universal estuvo en la expedición de Miguel López de Legazpi, en 1564. El guipuzcoano zarpó de Nueva España al mando de 350 hombres y 5 naves: la capitana San Pedro, la almiranta San Pablo, los pataches San Juan y San Lucas y una fragatilla. Aquella aventura asentó las primeras bases coloniales españolas en Asia en clara carrera territorial con Portugal por establecer puertos comerciales a este otro lado del planeta.

La gran gesta de esa expedición fue la realizada por el fraile agustino Andrés de Urdaneta. El gran logro de esta expedición fue establecer una ruta de tornaviaje a Nueva España, hecho que se realizó a finales de 1565 cuando la nao capitana San Pedro fondeó en la bahía de Acapulco el 8 de octubre, después de haber zarpado de Cebú el 1 de junio de 1565. Aprovechando la corriente del Japón y los vientos del oeste llegó hasta el cabo Mendocino, puso rumbo al sur y entró en Acapulco el 3 de octubre de 1565.

Urdaneta hizo cartas de navegación por las que se hacía posible la navegación por el Pacífico. Con ello se haría posible la evangelización y la presencia española, haciendo que el océano Pacífico fuera español durante dos siglos.

Esta presencia sólo pudo ser factible con un sistema regular de comunicaciones, servicio que fue realizado por naves que pertenecían a la corona española. A finales del siglo XVI se estableció un comercio regular entre las islas Filipinas y el virreinato de Nueva España.

RUTA DEL GALEÓN DE MANILA

Al principio, el comercio no era la motivación española para su presencia en el Pacífico, ya que las prioridades estaban en el continente americano. Aunque existía un comercio habitual entre las islas Filipinas y diversos países asiáticos, el comercio entre este archipiélago y el Virreinato de la Nueva España no comenzó de forma habitual hasta 1571, siendo además de forma accidental.

Los españoles habían rescatado en aguas filipinas a unos marinos chinos que habían naufragado. En agradecimiento, al año siguiente un buque chino llegó a Manila cargado de regalos, principalmente sedas, que fueron enviadas a Nueva España en 1573.

A partir de 1593, la corona española impuso su monopolio para evitar el contrabando, proteger la industria textil andaluza, quedando reservado este comercio a los españoles tanto los residentes en Filipinas como los de Nueva España. Las naves zarpaban en parejas, aunque el costo excesivo de mantener operativos hasta cinco embarcaciones obligó a utilizar un solo galeón, aunque de mayores dimensiones.

Una larga travesía de unos 16.000 kilómetros no estaba exenta de graves peligros. Los hombres permanecían embarcados unos 5 meses de su viaje de ida y unos 4 meses al regreso, enfrentándose a enfermedades como el escorbuto, a tifones asiáticos o las tormentas del Pacífico norte donde se perdieron muchas naves de la Carrera de Filipinas.

El derrotero habitual desde Manila surcaba los mares interiores de las islas Filipinas, tocando en el último puerto de San Jacinto, y pasando el estrecho de San Bernardino ponía rumbo a las islas Marianas. Desde este punto navegaban al este aprovechando las corrientes favorables hasta llegar a la costa americana. En este punto se giraba a estribor para bajar por la costa de California hasta fondear en Acapulco.

modelo galeón san martín armada española museo naval
MAQUETA DE GALEÓNSAN MARTÍN

En las primeras expediciones de descubrimiento y exploración, así como los primeros viajes mercantes los barcos de la flota de la Carrera de Indias Orientales eran naos, siendo pronto sustituidos por galeones de mayor capacidad defensiva, mayor capacidad de carga y mejores condiciones marineras. A estos buques se les denominó como Galeón de Manila.

Los galeones eran la evolución de las naos, por las mejoras introducidas en la navegación. Se caracterizaban por poseer dos grandes castillos a proa y popa para facilitar el abordaje, podían tener hasta cuatro palos y estar armados con cuarenta o cincuenta cañones. La construcción de los buques de la Carrera de Filipinas comenzó a hacerse en astilleros de Nueva España y más tarde en los de Filipinas, debido a su mejor emplazamiento y calidad del maderamen.

Esta tipología de embarcación fue utilizada hasta finales de la década de los treinta del siglo XVIII, siendo el último de los construidos en Filipinas el Sacra Familia, realizando su primer viaje en 1718. En su último viaje el galeón Nuestra Señora de Begoña trajo a Filipinas un decreto fechado en 1721 por el rey Felipe V sobre las nuevas proporciones en la construcción de bajeles, dictadas por el ingeniero naval Antonio de Gaztañeta, natural de Bilbao, y recogidas en 1720 en su obra Proporciones más esenciales para la fábrica de navíos y fragatas. El Galeón quedó sustituido por el Navío de Manila.

Aunque su función principal era el comercio y transporte de mercancías, los galeones de la Carrera de las Indias Orientales tenían una apariencia de navíos, es decir, de verdaderos buques de guerra. Habían desaparecido los altos castillos a proa y popa, y disponían de una mayor eslora y menor manga y una arboladura modificada. Gaztañeta diseñó unos buques más estables y manejables aunque tenían tendencia a quebrarse como único defecto, no pudiendo ser armados con cañones de gran calibre.

Se trata de una travesía no exenta de peligros, enfrentándose a enfermedades como el escorbuto o condiciones climáticas desfavorables como los tifones asiáticos o las tormentas del Pacífico norte.

A partir de la desaparición de último navío de la Carrera de Filipinas, la travesía comenzó a realizarse con fragatas hasta la desaparición de este monopolio a principios del siglo XIX. Ya en 1765 se empezaron a realizar viajes directos desde la península a cargo de navíos y fragatas de la Armada, aunque siempre con la oposición de los comerciantes de Manila.

En 1785, se fundó la Real Compañía de Filipinas. Eran años en los que Carlos III impulsó el libre comercio que a la larga acabó con el Navío de Manila en el Pacífico y con el sistema de Flotas en el Atlántico.

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MAQUETA DEL NAVÍO SANTA ANA

Los navíos que recorrieron el trayecto entre Manila y Acapulco en la Carrera de Filipinas del siglo XVIII fueron seis: Nuestra Señora de la Guía, Nuestra Señora de Covadonga, Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, Nuestra Señora del Rosario y los Santos Reyes, Nuestra Señora del Rosario y San Juan Bautista, y el Santísima Trinidad y Nuestra Señora del Buen Fin.

Varios fueron los almirantes de origen vascongado que pilotaron estos navíos: Pablo Antonio de Aroza, Juan Francisco de Irizarri y Vizua, Juan Agustín Lazcano, Baltasar de Araneta, Tomás de Iturralde, Francisco Ustáriz, Juan de Araneta, etc.

Nuestra Señora de la Guía fue el primer navío, construido según las nuevas proporciones de Antonio de Gaztañeta, en 1727.

Nuestra Señora de Covadonga hizo su primera travesía en 1731, zarpando de Cavite el 8 de julio. Haciendo de nave almiranta el patache San Cristóbal, al mando de Juan Manuel de Barreda y su maestre Pablo Antonio de Aroza. Llegaron a Acapulco a finales de enero de 1732. El 21 de marzo zarparon de Acapulco las dos embarcaciones y llegaron a Manila cargados con 1.322.700 pesos. En su siguiente viaje volvió a ser la nave capitana al mando del general Juan Francisco de Irizarri y Vizua y su maestre el capitán Nicolás de Argüelles, siendo la almiranta el navío Pilar.

Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza zarpó de la bahía de Manila en su primera travesía, el 26 de julio de 1733, al mando del general Jerónimo Montero y su maestre el capitán Juan Agustín Lazcano. Volvió a realizar el itinerario tres años después. Zarpó de Cavite el 31 de julio de 1736, al mando del general Baltasar de Araneta y su maestre el capitán José Antonio de la Madrid, acompañado por el navío Covadonga, que hacía de capitana. A mediados del mes de agosto de 1737 entraron en Manila sin novedad.

Nuestra Señora del Rosario y los Santos Reyes zarpó en su primer viaje a Acapulco, en julio de 1743, al mando del general Mateo de Sumadle y su maestre el capitán Tomás de Iturralde. Durante más de cuatro meses estuvo luchando contra los vientos contrarios sin poder remontar las islas Marianas, regresando a Cavite el 29 de diciembre.

Nuestra Señora del Rosario y San Juan Bautista realizó su primera travesía a Acapulco en 1752, al mando de Tomás de Iturralde, siendo su maestre el capitán Alejo de Quesada.

Santísima Trinidad y Nuestra Señora del Buen Fin fue construido en 1751. Era uno de los mayores navíos que se vieron en aquellas islas, con 1.375 toneladas de arqueo, 51,5 metros de eslora, 15,2 metros de manga y 10,1 metros de puntal. Costó 229.852 pesos y estaba armado con 60 cañones. Zarpó a mediados de 1751 al mando del general Francisco Ustáriz, siendo su maestre el capitán Juan de Araneta. Sin ningún contratiempo, regresó a las islas Filipinas en la primavera de 1752.

NAVÍO ESPAÑOL DEL SIGLO XVIII