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28/11/2024

Francisco de Moyúa y Mazarredo


Teniente de navío de la Real Armada española, subcomandante de la Expedición hidrográfica a Cuba en 1790 y segundo comandante del navío San Juan Nepomuceno en el combate de Trafalgar, en 1805

FRANCISCO DE MOYÚA Y MAZARREDO

Francisco de Moyúa y Mazarredo nació en Vergara en 1764. Pertenecía a un linaje familiar de hidalga de tradición militar y naviera. Su padre fue el III marqués de Rocaverde, Roque Javier de Moyúa y Ozaeta, que fue alcalde de esta villa guipuzcoana, diputado general de la provincia de Guipúzcoa, uno de los miembros fundadores de la Real Sociedad Económica Bascongada de los Amigos del País. Su tío fue el teniente general de la Armada, el bilbaíno José de Mazarredo y Salazar, quien se encargaría de promover y proteger su carrera dentro de la Marina.

En 1777, a la edad de 13 años, comenzó a servir en la Armada naval española, embarcándose como ayudante de su tío y compatibilizando estos servicios con la formación académica. Como estudiante, destacó en matemáticas, astronomía e hidrografía, así como un buen conocedor de las estrategias náuticas.

En 1786, se puso a las órdenes de Antonio Valdés, secretario del despacho de Marina.

En 1788, fue enviado a bordo de una fragata que formaba parte en la misión diplomática a Estambul, por intervención de su tío Mazarredo. Se trataba de un viaje que pretendía mantener el periodo de paz iniciado años antes entre la Monarquía Hispánica de Carlos III y el Imperio Otomano de Abdul Hamit I, que incluía a las regencias de Marruecos, Trípoli y Túnez. La escuadra, mandada por Federico Gravina y Napoli, llevaba a los embajadores Vasif Efendi y Juan de Bouligny, llegando a Estambul, el 12 de mayo.

Tras unos meses de actividad por el Mediterráneo, a finales del mismo año, Moyúa recuperó su cargo a las órdenes de Valdés.

CASA-PALACIO DE MOYÚA Y FIRMA DE FRANCISCO DE MOYÚA

En 1790, fue embarcado en el paquebote Santa Casilda, como teniente de fragata, al mando del comandante donostiarra Ventura Barcaiztegui. Formaba parte de una expedición secreta en el Caribe para realizar estudios cartográficos e hidrográficos, organizada por el secretario de Marina e Indias, Antonio Valdés, y el general José de Mazarredo.

Durante cuatro años en la Expedición hidrográfica a la costa oriental de Cuba, Moyúa se dedicó esencialmente al estudio de la cartografía marítima de la isla caribeña y a la observación de sus riquezas costeras, especialmente sus recursos forestales. Cuando finalizó su cometido, en enero de 1794, fue ascendido a capitán de fragata.

Al regresar del Virreinato de la Nueva España, pudo comprobar que sobre la España peninsular se estaba desarrollando la Guerra de la Convención francesa. Un año después, en 1795, se firmaba la Paz de Basilea con la República de Francia y, en 1796, mediante el Tratado de San Ildefonso, España entraba en guerra con Inglaterra por su apoyo político y militar a la Convención francesa. En esta Primera Guerra de Coalición, Moyúa fue destinado a la escuadra del océano Atlántico.

Desde el Departamento Naval de Cádiz, recibió el mando de la fragata Santa Quiteria, también denominada Pomona, que había sido construida ese mismo año en el astillero del Departamento Naval de Ferro. Portaba 26 cañones de a 12 libras, 6 de a 6 y 12 obuses de a 3 libras. En Cádiz, coincidió con su admirado Cosme Damián de Churruca, a quien había leído sus obras científicas y náuticas. En verano de aquel año, zarpó de Cádiz rumbo a Italia para llevar caudales y para adquirir pertrechos de guerra en Trieste.

De regreso a Cartagena en 1796, se puso al mando del teniente general José de Mazarredo.

En abril de 1796, realizó unas pruebas de comparación entre la goleta bombardera Furia y la corbeta Colón, elaborando un informe al respecto. En julio, se le asignó la misión de trasladar al marqués de Oyra, desde Alicante hasta Nápoles, pues era nombrado embajador de Portugal en dicha Corte.

Ese mismo año realizó unas pruebas para colocar un cañón en las lanchas de los navíos. Había inventado un procedimiento para instalar un cañón en dichas lanchas a través de un sistema de correderas. Ante el éxito que tuvo en la fragata Pomona, Mazarredo pidió que se instalase en el San Juan Nepomuceno y en todos los barcos de la Armada.

TORRE DE MOYÚA EN VERGARA

En 1799, estuvo destinado en el puerto de Brest en la Bretaña francesa, formando parte de una potente flota combinada hispano-francesa que tenía por objetivo invadir Inglaterra en el momento que el emperador Napoleón Bonaparte considerase más apropiado.

Tuvo tiempo para viajar a París durante dos meses, junto con su amigo y comandante Cosme Damián de Churruca, para visitar el Depósito Hidrográfico, el Observatorio astronómico de la marina, y las sociedades científicas francesas de su interés.

En 1802, solicitó permiso para recuperar la salud en San Sebastián junto a su familia. Durante su descanso, conoció la noticia de no haber sido ascendido a capitán de navío, rechazando aquella decisión desde el alto mando. Envió una misiva al primer ministro Manuel de Godoy, rogando la una nueva evaluación de sus más de dos décadas de buenos servicios a la Armada en la que "los buques mandados por mí se han distinguido siempre, tanto por su organización y disciplina como por mi buen manejo en las escuadras".

Al problema de la deuda que el Estado tenía con él y al de no haber sido incluido en la promoción a capitán de navío, se va añadió uno nuevo, ya que quieren que deje la Armada voluntariamente.

En julio de 1803, recibió un obsequio del emperador Napoleón: un bello estuche con dos pistolas y un sable de honor, obsequio que se hizo extensible al resto de los almirantes españoles presentes en el puerto de Brest.

NAVÍO SAN JUAN NEPOMUCENO

Al menos, en el Departamento Naval de Ferrol, 22 de marzo de 1805, encontró un nuevo destino en la Armada junto a su amigo el brigadier Cosme Damián de Churruca como teniente del navío San Juan Nepomuceno, de 2 puentes y 74 cañones. El camino hacia el desastre acababa de empezar.

A bordo de este buque tomarían parte en el Combate de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805, contra la Armada británica de Horatio Nelson. La voluntad de Churruca y Moyúa de sujetar hasta el final a los ingleses se demostró al convertirse en "cebo" para cubrir la retirada de los buques que quedaban de su flota. Esta táctica fue el ejemplo más claro de una acción de aniquilamiento por parte británica y, al contrario, también de la resistencia más firme desde un navío de la flota combinada.

A las 12 del mediodía, comenzaron el enfrentamiento en la retaguardia de la línea de navíos que formaban la flota hispano-gala, cubriendo con su eslora al enorme barco Príncipe de Asturias de Federico Gravina.

El San Juan Nepomuceno, con su desorientada posición en la retaguardia tras el viraje de Villeneuve, fue marinado desde el principio para evitar la entrada de los ingleses sobre la línea de la flota combinada. Así, entre las 12 y media y la 1 y media del mediodía, combatió contra los buques británicos Belleisle y Colossus. Sin embargo, en cuanto fue avanzando el combate y fue necesario proteger la retaguardia, Churruca fijó la posición del buque para atraer la atención de los navíos enemigos que hubiese en la zona. Además, estaba más cerca de la línea británica que el resto de sus compañeros. Con la maniobrabilidad del San Juan, Churruca podía haber escapado, pero la derrota hubiese sido aún mucho más estrepitosa.

FRANCISCO DE MOYÚA Y MAZARREDO Y EL COMBATE DE TRAFALGAR

El resultado fue que sobre las 2 de la tarde se encontraba ya rodeado entre dos fuegos por cinco navíos británicos, dos de los cuales eran de tres puentes. La obstinación táctica de Churruca por no rendir el navío debió generar más odio en los comandantes ingleses. Sin apoyo de algún barco español o francés, y mientras el suyo se destruía, continuaba cañoneando a las muras de los rivales, quienes iniciaron una clara acción de aniquilamiento. A las 3 y media, Churruca y Moyúa seguían luchando, desarbolado de sus mástiles, con el gigantesco velamen destrozado sobre la cubierta principal, con siete balazos de cañón "a la lumbre de agua", sin 15 cañones y con la mayoría de la tripulación muerta o herida.

Entre las 2 y media y las 3 menos cuarto, Churruca fue herido mortalmente por el impacto de un cañonazo que le arrancó una pierna, quedando sin vida al poco tiempo. Su corta agonía estuvo llena de dolor, pero también de entereza al intentar seguir al mando de la acción.

Francisco de Moyúa encontró un final similar veinte minutos después, tras varias ráfagas de metralla sobre su cuerpo, le destrozaron la cara y los brazos. Murió de forma heroica tras con 26 años de buenos servicios a la Armada española.

José de Mazarredo dirigió varios escritos al primer ministro Godoy reclamando una pensión para la familia de Francisco de Moyúa, el cual fue ascendido a capitán de navío a título póstumo, el 9 de noviembre de 1805, a consecuencia de su fallecimiento en el combate de Trafalgar.

CAÍDA DE MOYÚA EN TRAFALGAR, POR DANIEL PARRA

El Archivo del Museo Naval de Madrid guarda el informe sobre la actuación del capitán Churruca y el teniente Moyúa a bordo de navío San Juan Nepomuceno con el título Historia de los principales acontecimientos marítimos de la Guerra contra la Gran Bretaña declarada el 12 de diciembre de 1804:
"El Nepomuceno, doblada la retaguardia, fue puesto entre dos fuegos por 5 navíos enemigos, dos de tres puentes. La defensa del Nepomuceno, y el empeño de los enemigos por rendirlo fue de lo más obstinado que cabe. A las 3 ½ de la tarde se hallaba este navío sin gobierno, desdoblado de todos sus masteleros, acribillados sus palos, velamen y costados, con siete balazos a la lumbre de agua, cortadas casi todas sus jarcias, inutilizados 15 cañones, y con una tercera parte de la tripulación fuera de combate. Sin embargo, seguía su vigorosa defensa, resueltos su comandante y segundo D. Cosme Damián Churruca y D. Francisco de Moyúa, a perecer antes que rendirse. Ambos murieron en acto de combate poco después de sus heridas; y aunque el Teniente de Navío Joaquín Núñez, que los sustituyó, siguió la defensa sobre media hora más, convencido de ser inútil y un sacrificio infructuoso el que se hacía impunemente de los restos de la valerosa tripulación, desesperanzado de ser socorrido y aumentados los daños hasta quedar el buque casi destrozado, se rindió con acuerdo de su oficialidad al navío Dreadnought. Tuvo 120 hombres muertos y 175 heridos. Los ingleses quedaron asombrados de la defensa de este navío y aseguraban que se había batido de un modo de que no había ejemplo."

La batalla de Trafalgar fue una conmoción que hizo tambalear los logros de un siglo de reformas, mermando las capacidades de toda una generación de eruditos con respecto a los conceptos de ciencia aplicada, reformismo institucional y progreso social. Representó una de las incisiones más graves en el eclipse de la Ilustración española. La pérdida de algunos de los mejores marinos y buques procedentes del siglo XVIII quedando rota la "idea atlántica de Estado" procedente de las directrices ilustradas.

COMBATE DE TRAFALGAR

02/02/2024

Pintura sobre Cosme Damián de Churruca en el combate de Trafalgar


La figura del brigadier Cosme Damián de Churruca y Elorza ha sido representada por la pintura militar española en varias ocasiones. Simboliza un heroísmo trágico, asociado a la muerte en el combate de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805, al mando del navío San Juan de Nepomuceno. Cayó cuando una bala de cañón impactó en una pierna, mientras que dirigía a su tripulación en el puente de mando.

La representación pictórica de la muerte de Churruca en Trafalgar sigue el modelo las muertes producidas en plena acción de batalla, opuestas a las defunciones tranquilas sobre una cama, más habitual en la pintura histórica.

Esta concepción pictórica fue tomada por primera vez por Francisco Sans Cabot mediante su obra La muerte de Churruca, en 1865. Según el historiador Nicolás de Soraluce, Sans "quiso también entonces contribuir é hizo un cuadro colosal…, tan á lo vivo representada, que mereció tantos aplausos de la prensa de Madrid". Este enorme cuadro de cuatro metros de alto por tres de ancho fue presentado a la Exposición Nacional de 1866, aunque en la actualidad se halla en paradero desconocido.

CHURRUCA EN TRAFALGAR, POR EMILIO MILLÁN

Pocos años después, en 1871, Emilio Millán realizó una pintura un poco vaga en cuanto a su calidad técnica que reproducen el momento del impacto de bala de cañón sobre Churruca. Millán no se basó en el habitual modelo iconográfico de marino guipuzcoano, pero fue iniciador del escenario del protagonista: la cubierta del San Juan Nepomuceno. Churruca aparece en el centro de la composición, en el momento que recibe el impacto del cañonazo, junto a dos oficiales del navío: el de la izquierda muestra su sorpresa al ver a su brigadier arrodillado en el suelo, mientras el de la derecha corre a ayudarle. Posiblemente, el autor haya eludido la representación de la herida por su incapacidad técnica. La escena se completa con los destrozos producidos en el combate, entre los que continúan luchando cuatro marineros. En la actualidad se muestra en el Museo Histórico Municipal de Cádiz.

Si alguien ha sabido describir mejor que nadie el momento del impacto del cañonazo en Churruca y su desenlace final de forma narrativa ese ha sido por el escritor Benito Pérez Galdós en su obra Trafalgar, en 1873, novela histórica con la que iniciaba sus Episodios Nacionales. Podría ser que a partir de esta escena narrativa las siguientes obras pictóricas se inspirasen en el relato descrito magistralmente por el literato canario.
"Churruca..., dirigía la acción con serenidad asombrosa. Comprendiendo que la destreza había de suplir a la fuerza, economizaba los tiros y lo fiaba todo a la buena puntería, consiguiendo así que cada bala hiciera un estrago positivo en los enemigos. A todo atendía, todo lo disponía, y la metralla y las balas corrían sobre su cabeza, sin que ni una sola vez se inmutara. Aquel hombre, débil y enfermizo, cuyo hermoso y triste semblante no parecía nacido para arrostrar escenas tan espantosas, nos infundía a todos misterioso ardor sólo con el rayo de su mirada. Pero Dios no quiso que saliera vivo de la terrible porfía. Viendo que no era posible hostilizar a un navío que por la proa molestaba al San Juan impunemente, fue él mismo a apuntar el cañón, y logró desarbolar al contrario. Volvía al alcázar de popa, cuando una bala de cañón le alcanzó en la pierna derecha, con tal acierto, que casi se la desprendió del modo más doloroso por la parte alta del muslo. Corrimos a sostenerlo, y el héroe cayó en mis brazos. ¡Qué terrible momento! Aún me parece que siento bajo mi mano el violento palpitar de un corazón que hasta en aquel instante terrible no latía sino por la patria. Su decaimiento físico fue rapidísimo: le vi esforzándose por erguir la cabeza, que se le inclinaba sobre el pecho; le vi tratando de reanimar con una sonrisa su semblante, cubierto ya de mortal palidez, mientras con voz apenas alterada exclamó: "Esto no es nada. Siga el fuego". Su espíritu se rebelaba contra la muerte, disimulando el fuerte dolor de un cuerpo mutilado, cuyas postreras palpitaciones se extinguían de segundo en segundo."

MUERTE DE CHURRUCA EN TRAFALGAR, POR EUGENIO ÁLVAREZ DUMONT

Sin duda, la pintura más conocida es la Muerte de Churruca en Trafalgar realizada por Eugenio Álvarez Dumont, en 1892. Es un óleo sobre lienzo de 300 cms. de altura y 639 cms. Aunque pertenezca al Museo del Prado, se encuentra en el Instituto de Educación Secundaria Canarias Cebrera Pinto, en el municipio de La Laguna de Tenerife.

Siguiendo el patrón representativo de Churruca en pleno combate, Dumont expuso el momento del impacto del brigadier visto de perfil, aunque es más evidente la omisión de la amputación de la pierna incluso que el cuadro de Millán. Es más, Churruca aparece todavía de pie, con el uniforme impoluto y con un leve gesto de dolor. Es un aspecto incomprensible teniendo en cuenta que se trata de pintura histórica que debe representar un hecho pasado, quizás su intención era mostrar al héroe intacto y ajeno al sufrimiento humano. En todo caso, esta obra ha permanecido como paradigma de este momento histórico, y es a la que más se ha recurrido para ilustrarlo.

MUERTE DE CHURRUCA EN TRAFALGAR, POR MARTINEZ ABADES

Uno de los primeros ejemplos que siguieron este sistema de representación es una ilustración realizada por Martínez Abades en 1898, para un artículo sobre el combate de Trafalgar en la revista Blanco y Negro.

En 1882, Enrique y Arturo Mélida compusieron esta ilustración para la edición de Trafalgar de Benito Pérez Galdós, publicada por la Administración de La Guirnalda, en Madrid. En esta pintura, Churruca aparece muerto tras el combate, tumbado sobre una cama de su camarote, junto a dos compañeros que lloran su pérdida. Ninguno de esos dos almirantes puede ser su amigo Francisco de Moyúa y Mazarredo que cayó en combate pocos minutos después, pero si podría serlo Joaquín Núñez, quien rindió en navío. En definitiva, los hermanos Mélida rompen con el tradicional modelo de representación de Churruca en el combate de Trafalgar.

MUERTE DE CHURRUCA EN TRAFALGAR, POR ENRIQUE MÉLIDA

"El momento terrible había llegado: cien voces dijeron "¡Fuego!", repitiendo como un eco infernal la del comandante."
(Benito Pérez Galdós)

La revista La Ilustración Española y Americana publicó en sus páginas un grabado que reproduce la muerte de Churruca. Esta escena fue utilizada en uno de los cuadros escénicos de la obra de teatro Trafalgar estrenada en el Teatro Apolo de Madrid el 18 de junio de 1891. La letra de esta obra fue escrita por Javier Burgos y Jerónimo Jiménez, mientras que los decorados fueron de Bussato y Fontana.

TRAFALGAR, POR ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y LIBERAL

El mismo modelo de composición fue continuado por M. Zapata para realizar este Muerte de Churruca en la batalla de Trafalgar a bordo del San Juan Nepomuceno fechado en 1895. Un óleo sobre lienzo de 67 cms. de anchura y 38 cms. de altura.

MUERTE DE CHURRUCA A BORDO DEL SAN JUAN NEPOMUCENO, POR M. ZAPATA

"Las proporciones gigantescas que tomaban las almas parecía que las tomaban también los cuerpos, y al ver como infundíamos pavor a fuerzas seis veces superiores, nos creíamos algo más que hombres."
(Benito Pérez Galdós)

El palacio de la Diputación Foral de Guipúzcoa posee un óleo sobre lienzo anónimo titulado Muerte de Churruca en Trafalgar.

MUERTE DE CHURRUCA EN TRAFALGAR, ANÓNIMO

"Por su defensa gloriosa, no sólo fue el terror, sino el asombro de los ingleses. Éstos necesitaron refuerzos. Necesitaron seis contra uno."
(Benito Pérez Galdós)

Durante el siglo XX, la figura del brigadier Cosme Damián de Churruca fue ensalzada en los textos sobre la historia de España. Un claro ejemplo fue este grabado El Valor para la publicación Virtud y Patria. Lectura manuscrita, un manual elaborado por Juan Ruiz Romero y María Ángeles Muncunill, maestros públicos de la Segunda República. Fue publicado por la Editorial Ruiz Romero, en Barcelona, en 1935.

CHURRUCA EL VALOR, POR LA PUBLICACIÓN VIRTUD Y PATRIA

Pero ya no se representaba a un Churruca herido de muerte y agonizando en la cubierta mientras es socorrido por sus compañeros. Entonces, era colocado sobre un barril de arena donde apoya el muslo de la pierna rota para poder sostenerse mientras continua en la lucha, dando órdenes a su tripulación. Un brigadier caído fue sustituido por un héroe renacido, en clara sintonía a su compatriota guipuzcoano Blas de Lezo.

Este dibujo fue realizado por Mariño para la portada Churruca del opúsculo número 407 de la revista Temas Españoles, una publicación de Luis Aguirre Prado, en Madrid, en 1961.

CHURRUCA, POR TEMAS ESPAÑOLES

"Expiró con la tranquilidad de los injustos y la entereza de los héroes, sin la satisfacción de la victoria, pero también sin el resentimiento del vencido."
(Benito Pérez Galdós)

Ya en el siglo XXI, la pintura dedicada a Churruca en pleno combate vuelve a tomar fuerza y creatividad por parte del pincel de dos creadores excelentes: Justo Jimeno Bagaza y Daniel Parra.

CHURRUCA EN COMBATE DE TRAFALGAR, POR JUSTO JIMENO BAGAZA

"La fusilería de las cofas y la metralla de las carronadas esparcían otra muerte menos rápida y más dolorosa, y fue raro el que no salió marcado más o menos gravemente por el plomo y el hierro de nuestros enemigos." 
(Benito Pérez Galdós)

En 2021, unas cuarenta obras de Daniel Parra fueron expuestas en el Museo de Historia de Madrid en homenaje a Benito Pérez Galdós con motivo del centenario de su muerte. Dicha muestra, que recibió el título Trafalgar: el viaje con Galdós, recrea el primero de los Episodios Nacionales, entre cuyos protagonistas no pueden faltar Churruca, Moyúa y el San Juan Nepomuceno.

El brigadier Churruca en el alcázar del navío San Juan Nepomuceno es óleo sobre madera, que mide 60 cms. de ancho por 39 de alto. Se trata de una pintura de gran intensidad y fuerza descriptiva, en el que combina una franja horizontal central muy luminosa por el fuego de los cañones del navío británico y zonas oscuras en los laterales del navío española debido al humo de los cañones y la madera quemada. Sobre la cubierta del San Juan Nepomuceno, aparecen de espaldas los almirantes Cosme Damián de Churruca y Francisco de Moyúa dando órdenes a su tripulación que dispara al Belleisle, o tal vez al Colossus, los dos navíos a los que combaten al inicio de la contienda.

CHURRUCA EN ALCÁZAR DEL SAN JUAN NEPOMUCENO, POR DANIEL PARRA

"Otras balas rebotan contra un palo o contra la obra muerta, levantando granizada de astilla que herían como flechas."

(Benito Pérez Galdós)


Churruca en el Combate de Trafalgar es un carbón sobre madera, con unas dimensiones de 200 cms. de ancho por 130 cms. de alto. Representa al brigadier Churruca en plena acción, completamente enfurecido y en defensa tan heroica al mando del San Juan. Sable en alto y desafiando al infierno que se levantaba frente a él y su guarnición, dirigía las maniobras a grito y dictaba la puntería por sí mismo.

Refleja la incesante lluvia de metralla que cubría el navío, así como el destrozo tan espantoso que se estaba acumulando sobre la cubierta y el poderoso efecto que estaba causando la artillería inglesa. Mientras estos disparaban, el marino guipuzcoano mandaba la defensa desde la toldilla a sus fusileros junto a la borda y a los marinos del mástil. Entre el movimiento de los protagonistas de la cubierta aparece el padre y el hijo de una familia de pescadores, contratados como tripulantes en oficios de marinería, luchando como pueden en medio de aquel infierno. También se encuentra en la escena el teniente del navío y segundo al mando Francisco de Moyúa, gran amigo de Churruca, que moriría también en combate.

CHURRUCA EN COMBATE DE TRAFALGAR, POR DANIEL PARRA

07/01/2024

Ignacio de Olaeta y Allende Salazar


Jefe de escuadra de la Armada española del siglo XIX, involucrado en todas las guerras de finales del siglo XVIII, participó en los combates del cabo san Vicente, en 1789, y en el de Trafalgar, en 1797, y en la Guerra de la Independencia de 1808-1814

IGNACIO DE OLAETA Y ALLENDE SALAZAR

Ignacio de Olaeta y Allende Salazar era natural de Guernica, Vizcaya, donde nació en 1757. Se integró en la Real Armada española en agosto del 1773 como cadete guardiamarina del Departamento Naval de Cádiz. Durante los primeros años participó en varias acciones navales por el Mediterráneo junto a otros jóvenes almirantes vascos de su generación.

Su bautismo de fuego tuvo lugar siendo alférez de fragata durante la Expedición militar a Argel, en 1775, a bordo del buque Santa Rosa de Lima, que lideraba el general navarro Pedro González de Castejón. Se trataba de una invasión combinada de tropas navales y terrestres de aproximadamente 50 navíos y más de 20.000 soldados, que pretendía tomar el puerto y su ciudad, foco de piratas berberiscos que dificultaba el comercio español por el Mediterráneo. Olaeta ayudó de forma activa en el desembarco de tropas de infantería como en el rembarco de tropas cuando fue imposible continuar con la invasión.

En esta escuadra de González de Castejón se encontraban otros almirantes vascos como José de Mazarredo, Francisco de Hidalgo Cisneros o José Ramón de Gardoqui, entre otros. Se empezaba a consolidar un núcleo de almirantes vascongados que volvería e encontrarse en el bloqueo de Gibraltar de 1781 o en los combates contra la Flota británica del almirante Howe.

En 1776, embarcado en la fragata Santa Teresa, Olaeta estuvo persiguiendo barcos corsarios berberiscos que asediaban las rutas comerciales del Mediterráneo.

A finales de ese año, volvió a tomar parte de una expedición importante con destino a Montevideo, en el Virreinato del Río de la Plata, junto a otro alférez vascongado José Ramón de Gardoqui, a las órdenes de Francisco Javier Everando de Tilly. Formaba parte de una armada que escoltaba a buques de transporte de tropas al mando del general Cevallos. Tras llegar en marzo de 1777, se integró a una potente armada de unos 20 navíos que pretendía reconquistar algunos territorios suramericanos que habían sido invadidos por fuerzas brasileñas del Ejército portugués. Olaeta participó en el combate de la isla Santa Catalina, los días 19 y 20 de abril de 1777, y en otras acciones de recuperación del territorio hasta firmar un tratado con Portugal.

LLEGADA DE HERIDOS DE LAS BATERÍAS FLOTANTES DE GIBTRALTAR

En 1779, dio comienzo la Guerra anglo-española de 1779-1783. Gardoqui fue integrado en la Armada del general Luis de Córdova y Córdova, después de ascender a alférez de navío. Era una flota combinada hispano-francesa, para interceptar los refuerzos que Londres enviaba a sus puertos de las provincias norteamericanas que había proclamado la independencia con respecto a la Corona británica. España aportaba cerca de 30 navío y 7 fragatas, y otras embarcaciones menores. Así, partió de Cádiz en la primera expedición del Canal de la Mancha, que solo consiguió apresar al navío Ardent.

En 1782, continuaba involucrado en la guerra contra Gran Bretaña. Fue incorporado a las tropas de refuerzo que mantenían el llamado Gran Asedio de Gibraltar desde 1779. Tomo parte de los bombardeos al puerto, en la defensa de las novedosa baterías flotantes, así como en los combates contra buques británicos en aguas del estrecho.

Tras el fin de la guerra, en diciembre de 1783, Olaeta fue ascendido a teniente de navío y puesto al mando del buque Ardilla, un bergantín de 16 cañones capturado a la Armada británica durante la Guerra de la Independencia estadounidense. En febrero de 1784, llegó a Montevideo, en el Virreinato del Río de la Plata, formando parte de un convoy compuesto por las fragatas Sabina, Perpetua, la corbeta Elena y varias urcas con tropas del Regimiento de Burgos. El nuevo comandante del apostadero, el capitán Francisco Idiáquez de Borja, ordenó a Olaeta el reconocimiento de la costa norte del Río de la Plata, a partir del mes de noviembre de aquel año. Durante aquella singladura, intervino en la recuperación del navío La Limeña, que se encontraba desarbolado y sin control, había encallado en la ensenada de Castillejos, en el litoral de Brasil. Pudo trasbordar a su tripulación así como mercancías y un caudal valorado en 4 millones de pesos que entregó en Mar del Plata.

Cumplidos los 3 años reglamentarios que todo oficial debía servir en América, Olaeta regresó a Cádiz en otoño de 1786, al mando de su bergantín en conserva de la fragata Santa Sabina. Al año siguiente, el buque Ardilla fue desmantelado y Olaeta gozó de un permiso para descansar un tiempo.

IGNACIO DE OLAETA Y ALLENDE SALAZAR

Volvió al servicio en la Armada española al mando del navío San Ramón de 68 cañones, construido bajo el sistema francés Gautier en los astilleros de La Habana en 1775. Su misión era transportar hasta Veracruz a Juan Vicente de Güemes Pacheco (conde de Revilla Gigedo) recién nombrado en octubre de 1789 máxima autoridad del Virreinato de la Nueva España. Consiguió ganarse la confianza del virrey y recibió la ejecución de otras misiones.

Siendo inspector del Apostadero de La Habana puso en marcha la construcción de dos bergantines, en Volador y el Saeta, que debían reforzar el control sobre la costa mejicana del Caribe. En 1790, había conseguido organizar una flotilla caribeña compuesta de los buques Castilla, Volador, Saeta y Flor de Mar. Con una redistribución más eficientes de las unidades disponibles y nuevos planes de trabajo pudo reducir considerablemente el contrabando de mercancías por el mar Caribe y el golfo de México. Un año después fue ascendido a capitán de fragata. Olaeta permaneció en el Virreinato hasta inicios de 1795, pues fue requerido desde la península para tomar parte en la Guerra de la Convención francesa, durante la Primera Coalición.

En mayo de 1795, fue puesto al mando del Departamento Naval de Cádiz con el cargo de mayor de brigada, hasta embarcar dos meses después en la fragata Nuestra Señora del Pilar de 40 cañones, construida en el Arsenal de Ferrol y cuyo casco estaba recubierto de cobre. Integrado en la flota del general Federico Gravina, participó en las operaciones de recuperación de Rosas frente al Ejército de los convencionales francés, en diciembre del mismo año.

Después de la Paz de Basilea, en 1796, Olaeta fue requerido a realizar un viaje transatlántico hasta las islas Antillas al mando de la fragata Ceres de 40 cañones, construida en el Arsenal de La Habana en 1791. Estaba integrada en la escuadra del general José Solano, compuesta por 7 navíos y 4 fragatas, a la que debían sumarse en aguas caribeñas las divisiones de los generales Gabriel de Aristizábal y de Sebastián Ruiz de Apocada y Eliza, este último era un gaditano de origen vasco.

En agosto de ese año, Olaeta junto a resto de expedición atacó los asentamientos británicos en las ensenadas de Bull y Chateaux y en los puertos de las islas San Pedro y Miguelón, y destruyó más un centenar de barcos mercantes privados con bandera inglesa. Con la misión cumplida, Olaeta regresó a la península junto a algunos de los buques de Solano, debiendo pasar por los cabos de San Vicente y de Santa María en vigilancia de barcos mercantes españoles que hacían la Carrera de las Indias.

COMBATE DEL CABO SAN VICENTE

En 1798, dio inicio la Guerra de la Segunda Coalición entre España y Francia contra Gran Bretaña. Olaeta fue integrado en la armada del general Juan de Lángara a bordo de su fragata Ceres, que partió de Cádiz hacia el Mediterráneo. En aguas próxima a Cartagena mantuvo combate directo con la fragata británica White, que tras dos horas de refriega se dio a la fuga. Desde este puerto murciano, prestó protección a las lanchas cañoneras del comandante Antonio Barceló con destino a Algeciras desde donde lanzar el asedio a Gibraltar.

En el puerto de Cádiz, se unió a la Armada del Océano del general José de Córdova, poniéndose al mando de la fragata Nuestra Señora Atocha de 40 cañones, construida en el Astillero de La Habana en 1789. La desorganización de aquella flota oceánica después de sufrir un duro temporal fue aprovechada por la británica del almirante John Jervis para largar un ataque en lo que fue el combate del cabo San Vicente, el 14 de febrero de 1797. Algún otro marino vascongado tomó parte en el encuentro, como Baltasar Hidalgo de Cisneros o Jun Aguirre, pero Olaeta no lo hizo al encontrar su fragata bastante lejos de la formación.

Cuando fondeó en la bahía de Cádiz, se puso a las órdenes del bilbaíno José de Mazarredo, nombrado nuevo comandante de la Armada del Océano por destitución del anterior. Su primera acción fue romper con el bloqueo de Cádiz de 1798 por una flota al mando del almirante Horatio Nelson, saliendo en persecución de sus navíos.

BLOQUEO NAVAL DE CÁDIZ

Tras la acción, Olaeta permaneció en labores de vigilancia en aguas mediterráneas entre los Departamentos Navales de Cádiz y de Cartagena. En este puerto se integró en la Flota Combinada hispano-francesa del almirante Eustache Bruix en mayo de 1799. Ya en verano, zarpó desde Cádiz con destino al puerto francés de Brest, donde permanecería la flota atracada a la espera de que el cónsul Napoleón Bonaparte diese la orden de realizar un ataque sobre puertos ingleses y desembarco de tropas. En esta expedición al Canal de la Mancha, Olaeta coincidió con otros almirantes vascongados como Moyúa, Churruca, Ayalde, Gardoqui, Álava, etc., y con el propio comandante Mazarredo. Esta relación de amistad y vecindad con estos altos mandos sirvió para que Olaeta promocionase su ya dilatada carrera en la Armada española.

Tal fue la confianza del comandante Mazarredo tuvo en él, que le permitió tomar el mando del navío San Pablo en labores de vigilancia sobre aguas de Brest cuando aún era capitán de fragata. Este era un navío de 74 cañones, construido en el Astillero de Esteiro, Ferrol, en 1767, en el sistema de Gautier. Cuando Mazarredo fue relevado al mando de la escuadra por Federico Gravina, Olaeta transbordó a sucesivos navíos: Neptuno (80 cañones, 2 puentes, 1795), Pelayo (74 cañones, 2 puentes, 1791) y Concepción (120 cañones, 3 puentes, 1779).

En 1802, se ponía fin a la Guerra de la Segunda Coalición por la Paz de Amiens. Momento en el que Olaeta fue nombrado capitán de navío, máximo grado en la escala de oficiales de la armada. Entre 1803 y 1804, se le asignó el navío Glorioso de 70 cañones y 2 puentes, construido en el Astillero de Esteiro, en el sistema de Jorge Juan, en 1755; y poco después el navío Castilla, de 64 cañones y 2 puentes, construido en el sistema Gautier, en 1780.

NAVÍO SANTÍSIMA TRINIDAD

Estando en el Departamento Naval de Cádiz en septiembre de 1805, fue solicitado por el general Baltasar Hidalgo de Cisneros para ponerse al frente del enorme navío Santísima Trinidad, con el cargo de capitán del Consejo del Jefe de Escuadra. Tenía 136 cañones y 4 puentes, fue construido en el Astillero de La Habana, en 1769.

Un mes después, el 21 de octubre de 1805, se produjo el combate de Trafalgar entre la Escuadra Combinada franco-española del vicealmirante Villeneuve y el teniente general Gravina contra la flota británica de Horatio Nelson. Al mando del Santísima Trinidad estaban los capitanes de origen vasco Baltasar Hidalgo de Cisneros, jefe de escuadra, y Francisco Javier de Uriarte y Borja, comandante del buque; mientras que Olaeta era capitán del Consejo de Escuadra.

El Santísima Trinidad era uno de los objetivos de Nelson por ser el mayor navío de línea jamás construido hasta el momento, era llamado el "Escorial de los Mares", y portaba 1.159 marinos.

Olaeta resultaría gravemente herido mientras defendía el costado de babor de aquella nave. Como todos los mandos del Trinidad, quedó prisionero por los británicos, y dicho navío se fue a pique esa noche durante la fuerte tormenta mientras era remolcado por otros tres buques ingleses.

El predominio hispano sobre el Atlántico había desaparecido, así como el desarrollo ilustrado a ambos lados del océano. No queda ni tiempo, ni dinero para recuperarlo. Y pronto surgiría la invasión napoleónica de un aliado convertido en enemigo, Francia, y la ayuda de un enemigo convertido en aliado, Inglaterra. Este caos interno propiciaría una consecución de emancipaciones coloniales en América. Atrás quedaron tres siglos de supremacía de Imperio virreinal, aunque no sería hasta finales del siglo XIX cuando se pierda definitivamente.

COMBATE DE TRAFALGAR

Tras su liberación, Olaeta fue ascendido a brigadier de la Armada en noviembre de 1805. Con el inicio de la Guerra de la Independencia en 1808, participó entre el 9 y el 14 de julio en el asalto a la escuadra francesa del almirante Rosily, atracada en Cádiz. Fue un ataque basado en divisiones de lanchas cañoneras desde el mar, apoyados por artillería desde las playas gaditanas.

Durante el conflicto, estuvo al mando de los navíos Neptuno y Miño. En este último buque realizó tres singladuras hacia La Habana y Veracruz para traer caudales y tropas militares a la península y, a la vez proporcionar armas con las que sofocar las primeras insurrecciones de los virreinatos americanos.

En 1813, fue nombrado vocal del Consejo de Guerra que se formó en el Puerto de Santa María para encabezar un tribual que juzgase a los militares colaboracionistas con los franceses. Difícil función encomendada a Olaeta fue la de juzgar a oficiales y generales que se habían arrestado en territorio dominado por los imperiales, analizando cada caso con diferentes circunstancias.

En octubre de 1814, cuando ya terminó la Guerra de la Independencia española, Olaeta fue ascendido a jefe de Escuadra. Al año siguiente, durante el reinado de Fernando VII, fue recompensado con la entrega de la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. Ese mismo año, Ignacio de Olaeta y Allende Salazar murió en Cádiz a los 58 años de edad, tras haber dedicado 42 a servir a España con lealtad y honor.

09/12/2023

Trafalgar. La gran intriga de la épica batalla, por José Luis Corral


TRAFALGAR, POR JOSÉ LUIS CORRAL

Trafalgar. La gran intriga de la épica batalla
José Luis Corral, Editorial Planeta, Barcelona (2016), 464 páginas

José Luis Corral Lafuente es un historiador y catedrático de universidad en la Universidad de Zaragoza desde 2020. Ha dirigido diversos programas de radio y televisión de divulgación histórica y fue colaborador regular en prensa y en programas de radio y televisión. Fue asesor histórico de la película 1492: La conquista del paraíso de Ridley Scott. Es también autor de novelas históricas y obras historiográficas.

En 2013, publicó Trafalgar, una extraordinaria novela que abordó con gran maestría una de las derrotas más célebres de la historia y un momento crucial en la historia de España. El protagonista principal es el brigadier vasco Cosme Damián de Churruca y Elorza, nacido en Motrico. Además de ser un reconocido científico y militar que estuvo 30 años al servicio de la Armada, murió como un héroe en el combate de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805, luchando contra seis navíos ingleses a la vez a bordo del San Juan Nepomuceno.

La batalla de Trafalgar no solo determinó el futuro de Europa, sino que acentuó profundamente la decaden­cia del Imperio español.

En medio de intrigas palaciegas, corruptelas y traiciones, Francisco de Faria, un joven cadete pariente de Godoy que entra a servir como guardia de corps, será testigo en 1805 de la invasión de la Península por Napoleón, del enfrentamiento contra Inglaterra y de la suerte que vivió España en esos años anteriores y posteriores a Trafalgar, unos acontecimientos que induda­blemente marcaron su propia vida.

06/06/2023

Francisco José de Uriarte


Teniente de navío de la Real Armada participante en la batalla de Trafalgar y en diversas expediciones militares y científicas del siglo XVIII

FRANCISCO JOSÉ DE URIARTE

Francisco José de Uriarte y Borja nació en el Puerto de Santa María, Cádiz, en 1753. Era descendiente directo de una señera familia vizcaína, natural de Elorrio, asentada en Cádiz durante el siglo XVIII. Su padre era Miguel de Uriarte y Herrera, caballero de la Orden de Santiago en 1767, y su abuelo era hijo de Juan de Uriarte, natural de Elorrio. Su madre Marí de Borja y Lastrero, era descendiente de la casa de Borja, duques de Gandía.

Ya sea por tradición marinera vasca o por criarse en un ciudad portuaria, Uriarte tuvo una fuerte vocación marinera que le hizo alistarse en la Real Armada española a los 21 años de edad, en 1774. Lo hizo como cadete de la Academia de Guardiamarinas del Departamento Naval de Cádiz.

Tras un año de estudios teóricos, Uriarte fue ascendido a oficial con el grado de alférez de fragata y llevado por primera vez a una intervención naval. Hizo su bautismo de fuego formando parte de la Expedición militar a Argel, al mando del general navarro Pedro González de Castejón. Se trataba de una invasión combinada de tropas navales y terrestres de aproximadamente 50 navíos y más de 20.000 soldados, que pretendía tomar el puerto y su ciudad, foco de piratas berberiscos que dificultaba el comercio español por el Mediterráneo. Gardoqui ayudó de forma activa al rembarco de tropas tras fracasar la misión.

Entre 1777 y 1782, participó en el asalto de la isla Santa Catalina, el asedio a Gibraltar y la refriega del cabo Espartel contra el almirante británico Rodney. Durante esta última, que acabó en desastre, estuvo a las órdenes de Juan Lángara y fue compañero de Ignacio María de Álava. Así mismo se halló en 1780 en una escuadra de 7 navíos sobre el Cabo de Santa María, la que sostuvo batalla contra 22 navíos ingleses: el combate del Cabo de Santa María.

Entre 1788 y 1789, formó parte, como marino-científico, de la expedición al estrecho de Magallanes del almirante Antonio de Córdoba, llegando hasta el cabo de El Pilar, límite occidental de aquella área en Tierra de Fuego.

Después de su regreso fue destinado a la Escuadra del Mediterráneo en 1793, de nuevo bajo la autoridad de Lángara, con objeto de enfrentarse a las tropas de la República Francesa durante la Primera Coalición. Allí trabaría amistad con el propio Hidalgo de Cisneros. Posteriormente se le asignó a diversas comisiones de servicio para traer caudales desde el Río de la Plata.

A principios del siglo XIX, estuvo junto al almirante José Mazarredo en Brest con los buques Terrible y Concepción, etapa en la que forjaría igualmente una estrecha relación con Cosme Damián de Churruca. Desde entonces y por su consumada pericia marinera, se hallaría al mando de algunos de los mejores buques de la Armada, siendo los casos de los navíos Príncipe de Asturias, Guerrero y Argonauta.

En marzo de 1805, era ya la primera autoridad del Santísima Trinidad, bajo los auspicios de su amigo y jefe Cisneros, quien confiaba en él plenamente.

Durante el combate de Trafalgar acabaría herido y hecho prisionero tras neutralizar parte de la potencia de fuego del navío inglés Victory.

Esta es la narración de las acciones realizadas por el Santísima Trinidad durante las cinco horas que duró su asedio, según el informe Historia de los principales acontecimientos marítimos de la Guerra contra la Gran Bretaña declarada el 12 de diciembre de 1804, que guarda el Archivo del Museo Naval de Madrid:
"El Navío Trinidad, conociendo la intención del enemigo que se dirigía a cortar la Línea tres Navíos de tres puentes, por entre su popa y proa del Bucentaure, maniobró para evitarlo. Al fin lo verificó el Victory por la popa del Neptune francés, y colocándosele al Trinidad por la aleta de estribor, y los otros dos que lo seguían por costado de babor fue puesto el Trinidad entre dos fuegos. En esta disposición emprendió el combate de lo más sangriento y vigoroso desde las 12 del día [exactamente 12 y veinte]. A las 3 de la tarde se hallaba con tantas averías que trató salir de Línea para separarse algún tanto, y evitar se le echara encima el Bucentaure, ya desarbolado; pero no pudiéndolo conseguir siguió batiéndose con obstinación. A las 3 y media se encontraba el Navío sin gobierno, desarbolado de todos sus palos, inutilizada mucha parte de su artillería y la restante sin poder hacer fuego por tener los costados embarazados con los destrozos de su arboladura y velamen, cubiertas sus baterías de cadáveres y heridos, y con muchas averías. Sin embargo, siguió sin rendirse hasta las 4 de la tarde, que no siéndole absolutamente posible aguantar más la acción, arrió su bandera por evitar la total mortandad de la gente que sin poder hacer fuego lo estaba sufriendo (pensamos que este dato es inexacto en la fuente que utilizamos, pues por otras fuentes consultadas, españolas, inglesas y francesas, se nos indica que la rendición se produjo aproximadamente pasadas las 4, acercándose más bien a las 4 y cuarto de la tarde)."

La destrucción de la escuadra combinada franco-española en Trafalgar trajo consigo la destrucción de valiosos recursos humanos y técnicos y el colapso del tráfico marítimo con los virreinatos hispanoamericanos. En última instancia, Trafalgar supuso el inicio del declive de España como potencia marítima.

07/03/2023

José Ramón de Gardoqui y Jaraveitia


Mayor general de la Armada española que participó en el combate de Trafalgar en 1805, en la Guerra de la Independencia española en 1808-1814 y en varias expediciones tanto militares como científicas, terminó siendo capitán general de Filipinas entre 1813 y 816

José Ramón Gardoqui Jaraveitia Trafalgar Filipinas marina armada
JOSÉ RAMÓN DE GARDOQUI Y JARAVEITIA

José Ramón de Gardoqui y Jaraveitia era natural de Bilbao, donde nació en 1761. Procedía de una familia con larga tradición nobiliaria en el Señorío de Vizcaya, sus padres fueron Juan Bautista de Gardoqui y María Josefa Jaraveitia.

En enero de 1775, entró al servicio de la Armada española como cadete en la Academia de Guardiamarinas del Departamento Naval de Cádiz. Junto con otros oficiales vascos, como Álava, Gomendio y Salcedo, estuvo hasta 1782 en las contiendas navales del norte de África. Aquel mismo año hizo su bautismo de fuego formando parte de la Expedición militar a Argel, a bordo del navío Velasco, al mando del general navarro Pedro González de Castejón. Se trataba de una invasión combinada de tropas navales y terrestres de aproximadamente 50 navíos y más de 20.000 soldados, que pretendía tomar el puerto y su ciudad, foco de piratas berberiscos que dificultaba el comercio español por el Mediterráneo. Gardoqui ayudó de forma activa al rembarco de tropas tras fracasar la misión.

En 1776, continuó sus estudios en Ferrol con el grado de alférez de fragata. A finales de ese año, volvió a tomar parte de una expedición importante con destino a Montevideo, en el Virreinato del Río de la Plata, junto a otro alférez vascongado Ignacio de Olaeta, formada por los navíos Serio y San Agustín y la fragata Santa Gertrudis, a las órdenes de Francisco Javier Everando de Tilly. Tras llegar en marzo de 1777, se integró a una potente armada de unos 20 navíos que pretendía reconquistar algunos territorios suramericanos que habían sido invadidos por fuerzas brasileñas del Ejército portugués. Gardoqui participó en el combate de la isla Santa Catalina contra una flota lusa a bordo del navío San Agustín los días 19 y 20 de abril de 1777.

En 1779, Gardoqui se integró en la Armada al mando del general Luis de Córdova y Córdova con la que participaría en varias operaciones contra Inglaterra, durante la Guerra anglo-española de 1779-1783. Se trataba de una flota combinada hispano-gala, para interceptar los refuerzos que Londres enviaba a sus puertos de las provincias norteamericanas que había proclamado la independencia con respecto a la Corona británica. España aportaba cerca de 30 navío y 7 fragatas, y otras embarcaciones menores. Así, a bordo del navío San Agustín de 74 cañones de artillería, partió de Cádiz en la primera expedición del Canal de la Mancha, que solo consiguió apresar al navío Ardent.

En enero de 1780, Gardoqui participó en el combate del cabo Santa María, cerca de Portugal, que enfrentó a la escuadra española del general Juan de Lángara contra la inglesa del almirante George B. Rodney. Su navío San Agustín estaba al mando del capitán Vicente Doz y de Funes. El resultado fue infructuoso pues los buques ingleses consiguieron romper el bloqueo de Gibraltar y abastecer tanto a este enclave como al de Menorca.

Sin embargo, muy beneficioso fue el combate que se dio meses después en aguas del mismo cabo. El gran apresamiento del doble convoy británico de agosto de 1780 consiguió capturar 53 embarcaciones mercantes inglesas. Gardoqui estaba embarcado en el navío Miño de 54 cañones, volvió a estar a las órdenes del general Luis de Córdova, aunque la recomendación de atacar este convoy fue hecha por el capitán bilbaíno José de Mazarredo y Salazar. Por sus reconocidas actuaciones en estos combates, en septiembre de 1781, Gardoqui fue ascendido a teniente de fragata.

REGRESO TRAS EL APRESAMIENTO DEL CONVOY BRITÁNICO DE 1780

En noviembre 1782, embarcado en la fragata Asunción de 36 cañones de la armada del general Córdova, Gardoqui tomó parte del combate del cabo Espartel, contra la del almirante Richard Howe.

Durante los siguientes años, Gardoqui realizaría varios viajes a distintos puntos del Imperio español. El primero de ellos fue el de marzo de 1783, a bordo de la misma fragata, que tenía la misión de enviar desde Cádiz al puerto de Cavite en Manila la noticia de la conclusión de la guerra contra Gran Bretaña. Tras cumplir su cometido, regresó a Cádiz en julio del año siguiente, y en noviembre fue ascendido a teniente de navío.

En 1786, formaba parte de misión de rescate de la tesorería y otros restos del navío San Pedro de Alcántara al bordo de la fragata Asunción, y después en una comisión a Santa Cruz de Tenerife.

En 1787, fue elegido para formar parte de la segunda Expedición Geográfica e Hidrográfica al estrecho de Magallanes y la Patagonia, a bordo del paquebote Santa Casilda, junto al Santa Eulalia, al mando del almirante y científico Antonio de Córdova. Esta comisión debía levantar planos de los accidentes geográficos y costas de tal área meridional del Virreinato del Río de la Plata, completando los resultados cartográficos e hidrográficos de la primera expedición realizada en 1785-1786. Los objetivos de este tipo de expediciones ilustradas enviadas a los territorios virreinales del Imperio español tenían un carácter geoestratégico, comercial y científico. Era de vital importancia asegurar el transito mercante a través del cono sur de la América meridional en la ruta que conectaba los océanos Atlántico y Pacífico.

La expedición zarpó desde Cádiz en octubre de 1788 y regresó en mayo de 1789. Gardoqui pudo demostrar sus habilidades y conocimientos científicos en la labor de cartografiar las costas de la Tierra del Fuego, desde el cabo Lunes hasta el océano Pacífico. A raíz de esta singladura, fue ascendido a capitán de fragata en 1991, en la cual trabó contacto con el marino guipuzcoano Cosme Damián de Churruca y con Dionisio Alcalá Galiano. El conocimiento entre los marinos ilustrados comenzaba a ser cada vez más estrecho.

Tras realizar una comisión de corso por el Mediterráneo, atravesó el Atlántico hasta llegar al Virreinato de la Nueva España. Allí permanecería desde 1793 hasta 1796, los tres años obligatorios en funciones de vigilancia y operaciones especial, por aguas de Tierra Firme y en la isla de Cuba. Al regresar fue ascendido a capitán de navío, el último grado de la escala de oficiales de mar, y consiguió licencia para descansar en su Bilbao natal una temporada.

JOSÉ MARÍA DE ÁLAVA, JOSÉ DE MAZARREDO Y COSME DAMIÁN DE CHURRUCA

En febrero de 1797, José de Mazarredo, general de la Armada del Océano, le entregaba el mando del navío Mexicano de 118 cañones y tres puentes de la flota de Domingo de Nava, que estaba atracada en el puerto de Cádiz. Estaba inmerso en la Guerra de la Segunda Coalición, que enfrentaba a las armadas aliadas española y francesa contra la británica. Toda esta armada sufría el sitio del almirante Horatio Nelson tras la derrota del cabo de San Vicente. A las órdenes de Mazarredo y junto a Federico Gravina, Antonio de Escaño y Cayetano Valdés, ayudó a repeler el ataque inglés sobre Cádiz en julio de 1797. En la defensa de Cádiz, Gardoqui combatió junto a un amplio grupo de almirantes vascos, en la cual representó un exponente clave de coordinación, calidad de mandos y ejecución táctica en la defensa de un puerto. Nelson nunca tuvo oportunidad de desgastar la resistencia de los marinos ilustrados.

Un fuerte temporal en febrero del año siguiente hizo dispersar a las naves sitiadores y Gardoqui se lanzó a la captura de aquella flota británica.

En mayo de 1799, Gardoqui accedió al mando del navío Reina María Luisa del mismo porte que el anterior en la Comandancia Naval de Cartagena. Desde ese puerto, llegó a Cádiz para unirse a la flota francesa del almirante Eustace Bruix, que, junto a la armada de Mazarredo, tomaba parte de la campaña de Brest. Esta flota combinada esperaría a la orden del cónsul francés Napoleón Bonaparte para lanzar un ataque anfibio sobre la costa sur de Inglaterra. Pero, tras la Paz de Amiens, en 1802, la flota española regresó al Departamento Naval de Ferrol.

En agosto de 1803, se presentó en el Departamento Naval de Cádiz para ejercer las funciones de mayor general, al mando de las unidades más grandes de la Armada. En diciembre de 1804, se declaraba la Guerra de la Tercera Coalición, nuevamente entre las aliadas España y Francia contra el habitual rival Gran Bretaña. Gardoqui renunciaba a su cargo administrativo en el departamento para subir en el navío Santa Ana, de 112 cañones y 3 puentes, en febrero de 1805, a las órdenes del teniente general Ignacio María de Álava como capitán.

MAQUETA DEL NAVÍO SANTA ANA

El 20 de octubre de 1805, Gardoqui partió en el Santa Ana formando parte de la flota combinada del teniente general Gravina y el vicealmirante Villeneuve para romper el bloque de la flota británica del almirante Nelson. Al día siguiente, ambas armadas se enfrentaron en el combate de Trafalgar.

Al comienzo de la batalla, el navío Santa Ana ocupaba el centro-sur de la línea que formaba la flota combinada. Gardoqui estaba encargado de dar las órdenes pertinentes a su capitán Álava para aguantar por mura de babor.

El primer ataque del Royal Sovereign de Collingwood a las 12 del medio día fue continuado por el Belleisle, el Mars y el Tonnant. Desde el Santa Ana, Ignacio María de Álava daba órdenes para situarse delante del gigante inglés para cortarles el rumbo. No importaba poner toda la mura de babor en riesgo frente a la quilla enemiga. Tras observar las intenciones de Collingwood, el capitán Boudouin del navío francés Fougueux decidió auxiliar al Santa Ana, interponiendo su proa también sobre el avance del Sovereign. Sin embargo, el vicealmirante Collingwood, empujado además por el resto de sus buques, se dirigió a partir en dos el palo del bauprés del navío francés. Ante el riesgo, Boudouin hizo virar de nuevo al Fougueaux, colocando al navío británico prácticamente borda con borda con el Santa Ana.

Pero Álava y Gardoqui habían conseguido ubicar la nave en mejor posición gracias a los minutos ganados por el Fougueaux. La primera andanada del Santa Ana retumbó todo el escenario bélico, deshaciendo gran parte de las defensas del Sovereign de 100 cañones hasta destrozar varios tablones de su enorme primera cubierta. De inmediato, el buque inglés comenzó a descargar sus propios cañonazos, iniciando la desarboladura del barco de Ignacio María de Álava, al que se le derrumbó el palo de mesana. El ruido ensordecedor, el olor a carne quemada y a pólvora, los gritos de socorro de los heridos y las órdenes desenfrenadas de los mandos se mantuvieron durante varias horas.

COMBATE DE TRAFALGAR, POR ÁNGEL CORTELLINI SÁNCHEZ

Sobre las 2 de la tarde, Álava caía gravemente herido en la cabeza, perdiendo el conocimiento. Inmediatamente, Gardoqui lo trasladó a un lugar seguro dentro del navío y continuó lanzando a su tripulación contra la marinería británica. Fue un combate brutal, resultado herido hasta Gardoqui en torno a las 2 y media. Pero el Sovereign estaba ya desarbolado y sin posibilidad de maniobra. El propio Collingwood tuvo que abandonarlo en la fragata Euryalus, quedando la nave al mando del capitán Rotheram.

Sin embargo, el Santa Ana, ante su evidente falta de altos mandos y en condiciones de devastación, no tuvo más remedio que rendirse en torno a las 3 menos cuarto de la tarde. Álava y Gardoqui fueron hechos prisioneros, pero por poco tiempo, ya que el navío fue recapturado el día 23 por la flotilla de salvamento de Cádiz. El vicealmirante Álava y el capitán Gardoqui desembarcaron con grandes contusiones y el orgullo tocado, pero vivos. El navío Santa Ana fue llevado al Arsenal de La Carraca, donde se reparó y quedó totalmente preparado para combatir de nuevo. Con respecto al Royal Sovereign, entró en Gibraltar días después, casi para el desguace, remolcado por varios buques. De los 1.102 marinos que tenía el Santa Ana, tuvo 99 muertos y 141 heridos. Evidentemente, paró al titán inglés con un coste muy alto.

En noviembre de aquel año, Gardoqui fue ascendido a brigadier, primer grado en la escala de los generales marinos, por méritos propios. Además, quedaría al mando de su navío Santa Ana, casi la totalidad de los siguiente dos años hasta que se ocupó de la comandancia del Arsenal de La Carraca en noviembre de 1807.

COMBATE DE TRAFALGAR

Al iniciarse la Guerra de la Independencia española, en 1808, la tradicional alianza política y militar española con Francia cambió hacia Inglaterra. Su primer gran hecho de armas fue la toma de la Escuadra francesa del almirante Rosilly, que estaba formada por los restos de la flota que combatió en Trafalgar tres años antes y que estaba atracada en el puerto de Cádiz. A las órdenes de su veterano jefe y amigo Ignacio María de Álava, estuvo al mando de una de las baterías que capturaron los navíos de la flota napoleónica, entre los días 9 y 14 de junio.

En 1809, fue nombrado subinspector y comandante del Arsenal de La Habana, en la gobernación de Cuba, con el rango de mayor general, donde estuvo hasta septiembre de 1812. Se dedicó a actualizar instrucciones y manuales náuticos y a revisar y recuperar algunos buques.

En marzo de 1813, fue nombrado gobernador y capitán general de las islas Filipinas y comandante de Marina del apostadero de Cavite, por recomendación del general Álava, y, en septiembre, tomó posesión de los cargos. Realizó una gobernación de carácter ilustrado y reformista en varias áreas administrativas.

En noviembre de 1814, fue ascendido a jefe de escuadra, momento en que ya había concluido la Guerra de la Independencia. Pero esto suponía volver a tradicional rivalidad con Gran Bretaña, por eso comprobó la llegada de tres fragatas inglesas en la isla de Joló y el asentamiento de barcos mercantes en Mindanao y Borneo. Durante su gobernación, la Junta Suprema Central autorizó el comercio directo entre Manila y los puertos marítimos de los virreinatos españoles de América. Pero la supresión del monopolio mercantil de la Carrera de Indias del mar del Sur fue intrascendente debido a los procesos de emancipación que empezaron a surgir en aquellos territorios.

JOSÉ RAMÓN DE GARDOQUI Y JARAVEITIA

En abril de 1816, fue nombrado caballero de la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo por sus más de 40 años de servicio a la Real Armada española, desde 1775 hasta ese mismo año. En diciembre, José Ramón de Gardoqui y Jaraveitia moría en San José de Novatas, cerca de Manila, a los 61 años de edad, sin poder regresar a su tierra natal. Las reformas administrativas que desarrolló fueron ampliamente reconocidas.