27/09/2023

Consejeros reales vascos en la Corte española de los Habsburgo


Los alaveses, guipuzcoanos y vizcaínos fueron participantes de pleno derecho, e incluso protagonistas por privilegio, del desarrollo y evolución de la Monarquía española de los Austrias, o siendo más precisos, del periodo histórico que media entre el matrimonio de Isabel y Fernando en 1469 y la Guerra de Sucesión de 1705.

Las elites vascas y navarras se integran en las estructuras políticas y económicas de la Monarquía hispánica durante la Edad Moderna. Los patriciados locales y provinciales se vincularon a la Monarquía por una relación constante de intercambios: favores políticos, cargos, honores, pensiones, etc. les eran concedidos por mantener una lealtad y servicio que debía asegurar la gobernabilidad del país.

La privilegiada situación de la que disfrutaron los vascos en la España de los Habsburgo, provocada por la generalización de la condición de hidalgo por el hecho de proceder de tierras vascongadas, hizo que el acceso a determinados niveles sociales, profesionales y militares fuera más fácil para los súbditos de dicho origen. De ahí procedió el enorme número de militares y gobernantes de alto rango que dieron buena parte de los asuntos de España durante los siglos de su mayor expansión y poderío internacionales.

Para las élites vascas, los nuevos escenarios económicos y políticos de la Monarquía hispánica ofrecen la posibilidad de enriquecimiento y de ascenso social. Estas oportunidades estuvieron relacionadas, con la construcción del Estado burocrático, financiero y militar, con la economía de guerra de la Corona y con la posesión de un imperio de ultramar.

MONASTERIO DEL ESCORIAL Y FELIPE II

El servicio al rey, las carreras en la Corte y en la alta administración, las dignidades eclesiásticas y los cargos en el Ejército y la Armada, así como los negocios industriales y financieros con la Corona y el comercio colonial, constituyeron fuentes de riqueza y de elevación de primera magnitud. Esta participación fue un motor principal de la renovación de las elites vascas durante la Edad Moderna.

Muchos de ellos pertenecieron a órdenes militares como la de Alcántara, de Calatrava o de Santiago, y alcanzaron muchos de estos nobles altos puestos en el escalafón político nacional y en ultramar. Lucharon al servicio del rey en los Tercios de Flandes y de Nápoles, otros fueron maestres de campo, alféreces de navío, abogados de los reales consejos, guardias de corps, gobernadores reales, capitanes generales, etc.

Numerosos vecinos, conocidos por indianos, emigraron a América en busca de gloria o aventura. Realizaron donaciones a su ciudad natal en forma de becas de estudio o en ayudas para doncellas pobres. También fueron cuantiosos los donativos a las parroquias, muchos en obras de orfebrería.

Carlos V dividió los asuntos siguiendo el modelo iniciado por los Reyes Católicos constituyendo Consejos Reales, órganos de dirección semejantes a los modernos Ministerios. La presencia de "vizcaínos" (etnónimo que englobaba a vascos en general) en la Corte de los Austrias mayores, Carlos V y Felipe II, fue notable. Ocuparon cargos como contadores, consejeros y secretarios reales: Idíaquez, Zuazola, Garibay, Aróstegui, Amézqueta, Echeberri, Ipeñarrieta, Araiz, López de Recalde, Zárate, Gaztelu, Martínez de Ondarza, etc.

Entre los burócratas, secretarios, ministros y otros gobernantes de los siglos XVI a XVIII, los vascos se encontraron por cientos. El dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón en El examen de maridos reflejó lo difícil que era llegar a una secretaría en la Corte sin ser vizcaíno:
"Y a fe que es del tiempo vario
efecto bien peregrino,
que no siendo vizcaíno
llegase a ser secretario."


Miguel de Cervantes recogió este privilegio de los vizcaínos. Sancho Panza, al comenzar sus labores como gobernador de la ínsula Barataria, pregunta:
"- ¿Quién es aquí mi secretario?
- Yo, señor, porque sé leer y escribir, y soy vizcaíno.
- Con esa añadidura, bien podéis ser secretario del mismo Emperador."


CARLOS V Y FELIPE II

El principal motor del ascenso de grupos familiares en la burocracia real fue el establecimiento de una red de vínculos de parentesco y que, gracias a sus relaciones cortesanas, situaban a otros familiares como militares, marinos y eclesiásticos, extendiéndose las redes familiares a diversos ámbitos de gobierno, así como a negocios públicos y privados relacionados con ellos.

Entre los linajes burocráticos integrados mediante lazos parentales destacaron la saga de los Araiz, formada por al menos seis miembros, entre padres, hijos y parientes, que se sucedieron durante el siglo XVI como contadores reales; las familias de Juan de Amézqueta y sus hijos Antonio y Pedro Amézqueta; Martín Arano de Valencegui y su hijo Martín de Valencegui; Juan Pérez de Ercilla y su nieto Miguel de Ercilla; o los miembros de otras familias guipuzcoanas como los Echeberri, Bamboa, Berástegui, Arriola, Aliri, etc.

Pedro de Zuazola, natural de Azcoitia, fue tesorero real y secretario del Consejo de Guerra del Emperador Carlos V. Fue señor de Florega, y Caballero de Santiago y de la Espuela Dorada. Tuvo dos hijos: Francisco de Zuazola, fue miembro del Consejo de Estado y oidor de la Audiencia de Valladolid, Juan de Zuazola, fue obispo de Astorga y Lorenzode Zuazola, general de la Armada.

Hortuño de Aguirre, nacido en Vitoria, fue el fundador del mayorazgo de Aguirre. A sus expensas se hizo el Convento de Santa Cruz en Vitoria y la Capilla de su linaje en la parroquia de San Vicente. Servidor en la Corte de los Reyes Católicos fue testamentario de Isabel la Católica y oidor del Consejo Supremo de Carlos V.

Andrés Martínez de Ondarza y Uzarraga, nacido en Vergara, fue funcionario de la Corona española durante más de medio siglo. En 1449, fue caballero y comendador de la orden de Santiago, secretario de los reyes Católicos, contador y veedor de Felipe I, y tesorero personal de Carlos I. Fundo el monasterio de Franciscanas de la Santísima Trinidad y se encargó de la construcción del de Vidaurreta, en Oñate. Casó con Magdalena de Araoz, quien fundó el mayorazgo y palacio de Ondarza-Araoz, en Bergara.

PLAZA MAYOR DE MADRID Y CONSEJEROS REALES VASCOS

Claro que, no todos tuvieron un camino fácil hasta llegar al poder, y mucho menos fue conservar el cargo, logrando enemigos en la corte. Tal caso fue el de Francisco de Eraso, pertenecía a la nobleza vasco-navarra, y estuvo en la Corte desde 1523 con Carlos V como su secretario personal, continuando en el cargo con Felipe II hasta su muerte, en 1570. Fue uno de los burócratas que más poder acumuló durante los últimos años del reinado del emperador y los primeros de su hijo. En consecuencia, también se granjeó una multitud de adversarios en estos mismos ámbitos burocráticos y entre las facciones cortesanas adversas. Todos ellos no desaprovecharon ninguna circunstancia que se les brindara para minar su poder.

La familia con mayor éxito y ascenso en la carrera burocrática real fue la saga de los Idiáquez, alcanzando posiciones de gobierno por encima de las secretarías y contadurías. Alonso de Idiáquez y Yurramendi, nacido en Tolosa, en 1487, fue secretario personal de Carlos I entre 1520 y 1549 y consejero de Estado comendador de Estremera, caballero de las órdenes de Calatrava, de Santiago y de Alcántara. Alonso de Idiáquez se ocupaba de los asuntos del rey en Nápoles, y luego de otros muchos más. Participó en la conquista de Túnez en 1535, y también en sus negociaciones con Francia.

Desde estos cargos de suma confianza real situó a sus hijos en la Corte. Su hijo Juan de Idiáquez y Olazábal fue secretario de Estado con Felipe II y Felipe III, presidente del Consejo de Órdenes, embajador en Génova y Venecia, comendador mayor de León, caballero de Santiago, y secretario de las Juntas Generales y de la Diputación de Guipúzcoa.

A su vez, Juan de Idiáquez promocionó a otros parientes. En 1578 repartió la secretaría de asuntos exteriores, que estaba a su cargo, entre su sobrino Martín de Idiáquez e Isasi, que sería secretario de Estado en 1587, y su primo Francisco de Idiáquez y Arceaga, que sería secretario del Consejo de Italia. Su sobrino Antonio de Idiáquez y Manrique fue obispo de Segovia en 1612.

Por último, su hijo Alonso de Idiáquez y Butrón de Mújica, nacido en San Sebastián, en 1565, destacó en los Tercios de Flandes e Italia, virrey de Navarra y capitán general de Guipúzcoa, maestro de campo general de Milán, consejero de Guerra, comendador mayor de León, consiguió varios títulos nobiliarios y secretario de las Juntas Generales y de la Diputación de Guipúzcoa. La tradición al servicio del rey continuó hasta Emanuel Idiáquez, cuarto descendiente de la familia, que fue capitán general de Galicia y de Zaragoza, y a los títulos heredados de su padre agregó el de marqués de San Damián.

Juan de Idiáquez fue protector y benefactor de un amplio círculo de familias notables de origen vascongado: Juan de Insausti, secretario de Felipe II; Domingo de Echeberri, secretario de Felipe III y Felipe IV; Juan de Amezqueta, secretario de Cámara y Estado de Castilla, y del Consejo de Felipe III.

PLAZA MAYOR DE MADRID Y CONSEJEROS REALES VASCOS

Martín de Gaztelu, natural de Gaztelu de Tolosa, fue escribano, mayordomo Mayor, testamentario y secretario de Estado por Carlos I, conservando algunas de sus funciones en el reinado de Felipe II, que le nombraría además secretario de las órdenes de Calatrava y Alcántara.

Íñigo Vélez de Guevara y Tassis, natural de Salinas de Buradón, en 1566, fue consejero real y presidente del Consejo Real, conde de Oñate y de Villamediana. Fue primer gentilhombre de la Corte del rey Felipe III y estuvo a su servicio en las guerras de Flandes, donde fue hecho prisionero. Sirvió al rey en numerosas misiones diplomáticas, en la corte de Emmanuel de Saboya, en Hungría y, finalmente, en la corte del emperador Matías en Viena como embajador de la Corona española.

En la corte española Vélez gozaba de una altísima consideración que hizo que se pensara en él como posible sucesor del duque de Lerma como valido de Felipe IV, pero tras la deposición de Olivares, se nombró en su lugar a Luis de Haro.

Juan Andonaegui, natural de Deva, fue caballero de la Orden de San Lázaro y secretario de Felipe II en la embajada de Roma durante once años, a las órdenes del embajador Juan Zúñiga. Se encargó de la comunicación epistolar cifrada entre el rey y el Vaticano. Los papas Pío V y Gregorio XIII le honraron con especiales privilegios para la parroquia de Deva y para su casa Deva-echea, que estaba destinada para ser convertida en convento donde iban a entrar sus hijas. En la parroquia de Deva tenía capilla propia de la advocación de Santo Domingo, donde está enterrado.

Juan Bautista de Arzamendi, nacido en Mendarozketa, en 1635, ocupó el puesto de fiscal del tribunal inquisitorial de Granada en 1670, inquisidor en 1672 y juez de bienes del mismo en 1677; en 1682 el inquisidor general Diego Sarmiento Valladares le nombró encargado de hacienda del tribunal de Corte y en 1686 consejero del Tribunal de la Suprema. En 1699 el inquisidor general Baltasar de Mendoza y Sandoval, destituyó a Arzamendi hasta 1704, cuando el rey Felipe V le nombró inquisidor general.

Domingo Echeberri fue secretario de Felipe III, en 1615, y luego lo fue de Felipe IV. Por último, otros influyentes consejeros, tesoreros, secretarios y albaceas de los reyes fueron, por ejemplo, Juan López de Lazárraga, Juan de Isunza, Juan de Villela, Francisco Irarrazábal, Blas Ostolaza, etc.

Juan de Insausti natural de Azcoitia, fue secretario de los reyes Felipe III y Felipe IV. Tomó el hábito de la orden de Santiago en el año 1624.

Diego de lrurraga natural de Azcoitia, secretario de la embajada en Francia, siendo embajador Baltasar de Zúñiga, ocupando este cargo en 1625.

26/09/2023

Telefilm "Ibarreta"




Alfredo Rodríguez narra la historia de Marcelo, bisnieto del hombre que rescató los restos del explorador vasco Pedro Enrique de Ibarreta, muerto por los indios en 1898, cuando intentaba recorrer el indómito río Pilcomayo en toda su extensión. Retomando la misión de su bisabuelo (el asturiano José Fernández Cancio) Marcelo emprende, un siglo más tarde, un viaje personal para conocer la trágica expedición y rescatar del olvido a quien es considerado el último explorador español.

22/09/2023

Francisco de Alberro


Juez oficial de la Casa de Contratación de Sevilla, veedor y contador de la Armada de la Carrera de Indias, y capitán general de la Provincia de Venezuela y gobernador de Caracas entre 1676 y 1682

FRANCISCO DE ALBERRO

Francisco de Alberro era natural de Fuenterrabía, donde nació en el siglo XVII. Empezó su carrera en la administración de la Monarquía de Carlos II de Habsburgo como juez oficial de la Audiencia de la Casa de Contratación de Sevilla, cargo que compaginaba con el de veedor y contador de artillería de armadas y galeones de la Carrera de Indias, en 1672. Entonces, ya era caballero de la Orden de Santiago.

Por real decreto de 11 de agosto de 1675, firmada por la reina Mariana de Austria, fue designado capitán general de la provincia de Venezuela y gobernador de la ciudad de Santiago de León de Caracas, en sustitución de Francisco Dávila Orejón. Cargos que desempeñó desde 1676 hasta 1682, después entregar 28.000 pesos para satisfacer las necesidades de la monarquía.

Esta donación marcó el comienzo de una serie de nombramientos en altos cargos administrativos a cambio de aportaciones monetarias para financiar las necesidades económicas de las Provincias ultramarinas del Imperio español. Pero tal uso terminó convirtiéndose en una compra-venta de cargos administrativos que priorizaban la entrega de dinero por encima de las habilidades personales de experiencia, inteligencia y actitud, demostrando una claro signo de decadencia imperial.

Tras partir desde el puerto de Cádiz en una flota de cinco naves que reforzarían las escuadras establecidas en los virreinatos americanos, llegó a La Guaira en julio de 1677. Estaba acompañado del capitán Juan de Arrechadera y Peñaloza, procurador de Venezuela.

Su primer proyecto como gobernador de Caracas consistió en la construcción de murallas y fortificaciones de los principales puntos del litoral venezolano, como La Guaira. Esta medida fue requerida desde la Corte ante el riesgo de ataques piratas y corsarios, siendo oficializado este proyecto a través del cabildo.

Dada la poca experiencia militar de los caraqueños, en 1677, Alberro nombró teniente gobernador de Maracaibo a su hijo Cipriano de Alberro., al mando de la fortaleza de San Carlos de Maracaibo.

FORTALEZA DE SAN CARLOS DE LA BARRA EN MARACAIBO

En septiembre de 1679, hizo cumplir un real decreto aprobado en mayo del 1672, que abolía la utilización de los indios como sirvientes personales.

En junio de 1680, una flota pirata francesa al mando de François Grammont de la Mothe atacó por sorpresa el fortín de Salto del Agua, cerca de La Guaira. Tomó como prisioneros a más de un centenar de soldados y a su capitán, Cipriano de Alberro. Desde La Guaira, el contraataque no se hizo esperar, y el capitán Juan de Laya reunió a un contingente de soldados para sitiar el fortín y los barcos. Grammont pudo huir herido sin llevarse casi botín de guerra y algunos prisioneros. En cambio, Cipriano fue liberado.

Esta momentánea invasión hizo que se acelerasen las obras de fortificación de La Guaire, primero, y amurallamiento de Caracas, después, por real decreto. Pero, Alberro ejecutó las obras de forma simultánea.

En diciembre de 1682, Alberro fue sustituido de sus cargos por el nuevo gobernador Melo Maldonado. Este estableció un juicio de residencia al exgobernador guipuzcoano acusándolo de abuso de poder, cobros y exenciones indebidas, o apropiaciones ilegales. En cambio, reconoció que parte de la muralla que se estaba construyendo en Caracas había sido financiada por fondos del propio Alberro.

BATALLA DE LA GUAIRA

18/09/2023

Historia del País Vasco, Fernando García de Cortázar


HISTORIA DEL PAÍS VASCO, POR FERNANDO GARCÍA DE CORTAZAR

Historia del País Vasco
Fernando García de Córtazar y José María Espinosa, Ediciones Txertoa, San Sebastián (1988), 319 páginas

14/09/2023

Carlos de Amézola en el asalto a la costa inglesa en 1595


En 1588, dio comienzo en Francia la Guerra de los tres Enriques, que enfrentó al rey Enrique III de Francia, al duque de Guisa y a Enrique III de Navarra por la Corona de Francia. Tras la muerte de los dos primeros, Enrique de Navarra, de adscripción protestante, se convirtió en rey. Eso no podía ser tolerado por Felipe II de España, por lo que apoyó a la Liga Católica y envió un ejército a Bretaña al mando de Juan del Águila.

Los ingleses, como protestantes y enemigos de España por la guerra que había comenzado en 1585, apoyaron a Enrique de Navarra y enviaron tropas a Francia.

En 1595, Juan del Águila decidió organizar una expedición de castigo contra Inglaterra. El 26 de julio del mismo año, zarpaban del puerto de Blavet cuatro galeras: Capitana, Patrona, Peregrina y Bazana. Pertenecían a las Galeras de la Guarda de la Costa de Bretaña y estaban reforzadas con infantes y arcabuceros. Su capitán era Carlos de Amézola (también llamado Carlos de Amézquita o de Amézqueta), un notable capitán que sirvió a las órdenes de Diego Brochero y muchas veces a bordo de las galeras reales en corso contra los ingleses. Su destino era atacar por sorpresa las costas de Inglaterra.

EXPEDICIÓN DE CARLOS AMEZOLA A LA COSTA INGLESA

Primero pasaron por el puerto francés de Penmarch en donde consiguieron 3.000 ducados que se utilizarían en adquirir víveres y pertrechos. El 2 de agosto, avistaban por la mañana las costas de Cornwall después de navegar sin contratiempos las 100 millas que separaban a ambas costas y en apenas 24 horas de navegación favorable.


Efectuada la aproximación a la costa, pusieron pie a tierra 400 arcabuceros y algunos piqueros, en la bahía de Mounts, entre los cabos Lands End y Lizard. Formando un escuadrón con una vanguardia y dos mangas de arcabuceros, enfilaron la población de Mousehole, mientras que tres de las cuatro galeras lo cañoneaban para poner en fuga a las gentes que trataban de defenderlo. La cuarta galera, Peregrina, estaba guardando las espaldas del pequeño ejército español por si navíos ingleses, decidían contratacar. Después de esta población cayeron también Newlyn, Saint Paul, Church Town y posiblemente otras villas cercanas.

Esta pequeña expedición de asalto consiguió rendir el fuerte de Penzance, defendido por alrededor de 1.200 hombres entre soldados y lugareños.

Al día siguiente, 4 de agosto, después de pernoctar en las galeras, desmontar la artillería del fuerte y traspasarla a las galeras y de incluso celebrar una misa, los soldados españoles tenían la siguiente noticia: la flota inglesa reaccionaba desde Plymouth junto una fuerza de unos 8.000 hombres de infantería, para retomar Penzace o apresarles a su regreso.

Conualles mapa
CORNUALLES, SIGLO XVII

Los invasores pensaron en combatir atrincherándose en el fuerte recientemente conquistado, pero se percataron de la debilidad de las defensas y los muros y optaron por abandonar sus correrías en tierras de Cornwall. Para ello tuvieron que burlar no solo al ejército inglés, cuyas vanguardias se aproximaban, sino a la flota inglesa salida de Plymouth para darles caza. Los españoles no solo reembarcaron con celeridad, sino que además durante la noche burlaron a los primeros barcos ingleses que habían acudido para darles caza.

En plena mar ya, el día 5, con el alba y quizás con fuerte viento de poniente, encontraron una flota holandesa de alrededor de 46 bajeles de unos 200 toneles de porte, todos además artillados e incluso protegidos por cuatro buques de guerra de la misma nacionalidad, que les cortaba el paso. Durante la Guerra de los 80 años, los rebeldes holandeses fueron aliados de los protestantes ingleses y, por tanto, encarnizados enemigos de la Monarquía española.

Lo normal, habría sido escabullirse entre las brumas y nieblas del mar. Carlos de Amézola mandó entablar batalla hasta abrir paso entre los barcos de aquella flota de contención: "Pardiez, no sería de caballeros que el cacareo de una gallina luterana nos haga temblar. Cargad pues los cañones".

EXPEDICIÓN DE CARLOS AMEZOLA A LA COSTA INGLESA

La flota de Carlos de Amézola consiguió pasar abriendo fuego contra las naves de contención. Durante el encuentro, dos bajeles holandeses fueron hundidos y otros dos seriamente dañados, hasta el punto que debieron ser abandonados por sus tripulaciones. A cambio, los españoles dejaron 20 muertos y dos galeras con numerosos impactos, aunque a flote y con el pabellón en alto.

Por fin, después de vencer al inglés y al holandés, el día 10 de agosto, quince después de la partida, las cuatro galeras llegaban a Blavet.

10/09/2023

Antonio de Urbiztondo y Eguía


Militar y Gobernador de las islas Filipinas a mediados del siglo XIX, que incorporó la isla de Joló a dominio español

ANTONIO DE URBIZTONDO Y EGUÍA

Antonio de Urbiztondo y Eguía nació en San Sebastián en 1794. Proveniente de una prominente familia de la nobleza vasca, y ostentaba el título de marqués de la Solana.

Ingresó en el Ejército español como caballero paje en 1814, concluyendo la Guerra de la Independencia. Años más tarde, combatió al gobierno del Trienio Liberal (1820-1823) y llegó a ser inspector de Voluntarios Realistas.

Al estallar la I Guerra Carlista, se puso a favor de la causa del pretendiente Carlos. Tras ser capturado por los liberales, pudo escapar e integrarse en las filas carlistas con el cargo de brigadier en 1936.

Fue ascendido a segundo jefe del Estado Mayor y hasta mariscal de campo de los Ejércitos carlistas de Cataluña, participando en varias meritorias acciones de guerra en Berga, Gironella o Ripoll hasta que fue obligado a retirarse a Francia por el general isabelino Meer, en 1839. Posteriormente pasó a las Provincias vascas, recibiendo el mando de los antiguos batallones carlistas de Castilla, que se integraron al ejército liberal de Espartero que combatió a Ramón Cabrera.

Además, estuvo presente junto al general Maroto en el momento de la firma del Convenio de Vergara, como partidario que era de la conclusión del conflicto. Así lo escribió Govantes, en la página 397 de su Compendio de Historia de Filipinas:
"... El Sr. Urbiztondo era militar de bríos y pujanza y había servido á D. Carlos de Borbon en la guerra civil contra su sobrina Dª Isabel de Borbon, contribuyendo después mucho su prestigio en las filas de D. Carlos para la conclusión de la guerra por el convenio de Vergara; este cambio de opiniones en las personas de cierta posición social, suele acarrear profundas enemistades, y como la prensa sin freno, es el campo mas apropósito para saciar ruines venganzas, con frecuencia los periódicos de España, y otros puntos, se ocupaban desfavorablemente de Urbiztondo, y para que nadie ignorase lo que se decía, muchos particulares y empleados recibían sin saber de quien, mimeros de periódicos, bajo sobre. Esta vil y cobarde conducta producía no obstante mal efecto, y el Gobierno de España lo evitó prohibiendo á los periódicos de España hablar de Filipinas, puesto que este país se rige por leyes escepcionales ..."

Aunque, fue un carlista desencantado, Urbiztondo fue defensor de la causa fuerista. Tras finalizar el conflicto civil, pudo conservar su profesión y grado en el Ejército nacional.

En 1841, se sumó a la conspiración de O'Donnell, Diego León y Montes de Oca, que fue aplastada por Espartero. En 1845, caído Espartero, Urbiztondo fue nombrado capitán general de Vitoria, y más tarde capitán general de las Provincias Vascongadas y Navarra. En los tres puestos Urbiztondo destruyó rápidamente los conatos de sublevaciones carlistas que se produjeron. Por su conducta fue agraciado con el titulo de Marqués de la Solana de Navarra.

CONVENIO DE VERGARA

En enero de 1850, fue nombrado capitán general y gobernador de las Filipinas. En consonancia con la política española de la época, la gestión de gobierno de Urbiztondo estuvo caracterizada por una intensa actividad burocrática para modernizar la administración de las islas. Contó en dicha tarea con el asesoramiento de un nuevo organismo, la Junta de Autoridades, integrado por las máximas autoridades públicas de la colonia, que eran las de jefe de la Administración civil, comandantes del Ejército y la Marina, arzobispo de Manila, presidente de la Audiencia, y estaba presidido por él mismo.

Se ocupó de aumentar los regimientos y de organizar partidas de Seguridad Pública, promoviendo varios reglamentos: uno para el reemplazo del Ejército, mediante la celebración del sorteo de quintas; otro para el Resguardo y otro para la Sanidad Militar.

Entre las medidas tomadas, destacó la fundación del Banco Español-Filipino, también llamado Banco de Isabel II, en 1851. Otras decisiones fueron la mejora del servicio postal, la construcción del primer puente colgante existente en Asia, la creación de un hospital para leprosos en Cebú, el mantenimiento de las disposiciones sobre cementerios, la fundación de algunos pueblos con gente de otros, la construcción del bonito jardín de la plaza de Palacio de Manila, y el levantamiento de una pequeña plaza de toros en Arroceros.

Como administrador niveló los presupuestos, suprimió los déficits, saneó los servicios, combatió la inmoralidad y salió del archipiélago dejando un superávit con las cajas de la Administración.

Durante estos años también se autorizó el regreso a Filipinas de los miembros de la Compañía de Jesús, en virtud de lo dispuesto en el Concordato de 1851, firmado entre España y el Vaticano.

BANDERA DEL REGIMIENTO DE INFANTERÍA DE MANILA

Al margen de las reformas llevadas a cabo, el gobierno de Urbiztondo destacó por culminar con éxito la conquista del archipiélago de Joló, que supuso la incorporación definitiva a la soberanía española. Con la justificación de poner fin a las incursiones de los piratas islámicos, el gobernador envió una expedición armada compuesta de cuatro regimientos: Artillería, Marina y paisanos de Cebú.

En una primera incursión, consiguió tomar ocho fuertes y capturar 130 piezas de artillería. A pesar de haber conquistado las plazas fuerte islámicas en las islas de Balanguigui y Tonquil, fracasó en Joló, principal bastión del archipiélago. Por eso, un segundo ataque pudo destruir la plaza fuerte de Joló y capturar 122 cañones.

El tratado de paz entre Urbiztondo y el sultán, firmado en abril de 1851, reconocía la plena soberanía española sobre el territorio, y en consecuencia a sus propios súbditos en vasallos de la Corona. Así, en pocos meses la totalidad de caudillos moros de Joló aceptaron los términos del tratado. A cambio de la sumisión política, Urbiztondo les concedió amplios derechos, entre otros la libertad de seguir profesando la religión islámica y el respeto a las tradiciones y costumbres de estos pueblos.

De vuelta a Manila como vencedor, el general fue recibido con mucho entusiasmo y extraordinarias muestras de aprecio. Cuando pasaba por el puente de piedra del río Pasig, según el testimonio de Govantes:
"... la gente apiñada tuvo que hacerle calle por medio, recogiéndose hacia las barandillas del puente que eran de piedra, cedieron estas cayendo al río juntas con varias personas de todos sexos, edades y condiciones, de las cuales murieron varias y fueron heridas muchas."

SULTÁN DE JOLÓ

En septiembre de 1853, Urbiztondo ordenó a Pedro González atacar a los piratas de Balanguigui, lucha que se prolongó a Basilán hasta 1857.

A finales de 1853, Antonio de Urbiztondo renunció al cargo por razones de salud, sustituido por el mariscal de campo Ramón Montero Blandino.

De regreso en la península, Urbiztondo entró a formar parte del Gobierno constituido por el general Narváez, el 13 de octubre de 1856, en calidad de ministro de la Guerra. Seguía reinando Isabel II, quien pocos meses después fue declarada embarazada del futuro rey Alfonso XII. En este contexto político, en extrañas circunstancias y en total misterio, el general Urbiztondo murió en 1866.

ANTONIO DE URBIZTONDO Y EGUÍA

06/09/2023

Corso vasco en los siglos XIV y XV


La primera referencia escritas sobre la práctica de la piratería marítima vasca esta fechada en 1304. Los primeros piratas conocidos fueron los vizcaínos Antón de Garay y Pedro de Larraondo que, a comienzos del siglo XV, asaltaron barcos mercantes, motivo por el que fueron ejecutados.

En la Baja Edad Media, la flota vizcaína actuaba de transportista-comerciante y de pirata, destacando B. Arizaga.

Se tienen noticias de que en el siglo XIV, barcos vascos atacaron la costa inglesa, en busca de confrontación o de ventajas comerciales. La amenaza era tan temida que el propio rey Eduardo III se enfrentó a los corsarios y piratas vascos, quejándose de que:
"Tanta es su soberbia que habiendo reunido en las partes de Flandes una inmensa escuadra, tripulada de gente armada, no solamente se jactan de destruir del todo nuestros navíos y dominar el mar anglicano, sino también de invadir nuestro Reino."

CORSARIOS Y PIRATAS

La actividad corsaria vasca del siglo XV estaba centrada principalmente en el ámbito de la Reconquista y la lucha contra los moros. Las primeras escaramuzas tuvieron lugar en el estrecho de Gibraltar, donde destacó la presencia de Juan Martínez de Arechana, vecino de Bermeo.

Dichas actividades se trasladaron posteriormente al recién conquistado reino de Granada en 1492, donde serviría de ejemplo Andrés de Estigarrivia, hermano del mercader Blasco de Motrico, dedicado al apresamiento en el norte de África, junto con Gregorio de Arbora y Ochoa de Alday, criado de Juan de Lezcano.

El territorio andaluz también ofrecía inmejorables condiciones para la realización de presas, pues constituía una encrucijada de rutas marítimas, la más importante en el estrecho. La situación jurídica de los intercambios realizados en ella servía para legalizar gran número de ataques, tanto contra infieles considerados enemigos, como contra los cristianos que comerciaban con ellos acusados de exportar productos vedados.

Paradigma de esta situación enfrentó en 1493 a Juan López de Narruondo, vecino de Zumaya, con el portugués Pedro Báez de Castilblanco. Otro caso señalado fue el de Juan Ibáñez Meceta, vecino de Motrico, condenado por haber asaltado con su ballener la carabela de Juan de Lisboa, cuando se dirigía de Lisboa a Tánger.

Otros ataques contra los tráficos hacia el Magreb tuvieron menor repercusión diplomática, aunque se desarrollaron bajo los mismos parámetros: riqueza comercial y migraciones judías. Las costas andaluzas también servían para la captura de productos procedentes del ultramar atlántico. A este respecto, conocemos el asalto de vizcaínos y guipuzcoanos contra las embarcaciones de Bartolomé Marchioni, mercader florentino, que regresaba de Guinea con 126 esclavos.

Este hecho se explica, además de por la costumbre de navegar cerca de las costas, por la existencia de trasbordos fraudulentos en esta zona.

En otras ocasiones, los ataques no se amparaban en la dudosa legitimidad de los tráficos, sino que eran puros actos de piratería. Tal es el caso del efectuado en Cádiz por Alfonso Beltrán, vecino de Sevilla, y Juan Martínez de Zumaya, vecino de Zumaya, contra una nao que procedía de Madeira, cargada de azúcar y otras mercancías.

Otros ámbitos del comercio andaluz también sufrían ataques, tanto en su vertiente importadora como exportadora. La calificación jurídica de tales actos era, en su práctica totalidad, de piratería.

Para algunos era una ocupación habitual, se trata de vecino de puertos andaluces pero de origen vasco, como queda de manifiesto en el caso de Martín de Zarauz y Ochoa de Asua, que repitieron ataques en 1483 y 1484, de Juan Díaz, cuñado y tripulante del ballener de Juan Ibáñez de Motrico, a quien ayudó a huir aprovechando su condición de vecino del Puerto de Santa María, de Luis Rodríguez de la Mezquita (Amezqueta), quien, con una nao de Fernando Arias de Saavedra armada con gente de Tarifa, asaltó una nao portuguesa que transportaba grana andaluza a Inglaterra. O en colaboración con marinos andaluces, como Juan González de la Torre, vecino de Motrico, que fuese maestre de la nao Magdalena, propiedad del duque de Medina Sidonia.

ASALTO MARÍTIMO POR PIRATAS

A finales del siglo XV, marinos vascos comenzaron a instalarse en los puertos andaluces, tanto enrolados en las Armadas Reales como dedicados al corso y a la piratería, para controlar el tráfico de mercancías con África y el Nuevo Mundo.

Pero era más frecuente mantener las relaciones de grupo, familiares, amigos y vecinos relacionados por sus lugares de origen, a la hora de contratar las tripulaciones. Fue el caso de Ibáñez de Motrico, marinería estaba compuesta por él, su hijo de igual nombre; su cuñado (el citado Juan Díaz); Fernando Choran; el contramaestre Juan Ochoa; un tintor Martín Vizcaíno; un barbero compañero de éste; y el piloto Juan Vizcaíno. Y lo mismo sucedió en la Armada de Vizcaya, dos de cuyos capitanes (Artieta y Pérez de Leizola) llevaban a sus hijos embarcados y en la que existían múltiples lazos de parentesco y vecindad. Las vinculaciones familiares también abarcaban la propiedad de los navíos. Así, María Juana de Deva, viuda de Pedro de Deva, era también una de las herederas de la embarcación de Martín Pérez de Fagaza, otra de las naves de la Armada de Vizcaya.

Ocurría lo mismo a la hora de conceder poderes y representaciones, otorgadas prioritariamente a gentes del mismo origen. El procurador de Iñigo de Artieta en pleito con Maydana fue Pedro de Olano, vecino de Sanlúcar; y Juan López de Recalde, mercader vizcaíno y futuro contador de la Casa de Contratación, fue apoderado por los marinos del Señorío que habían servido en Nápoles para reclamar sus sueldos.

Otra muestra de este espíritu de fraternidad según origen se daba en el asentamiento como repobladores tras finalizar un servicio militar. El ejemplo más claro es el de García López de Arriarán, que se instaló en Málaga con dos primos (Lope de Arriarán y Pedro de Aguirre), dos sobrinos (Lope y Cristóbal López de Arriarán) y siete de sus hombres (Juan de Araviana, Juan Pérez, Machín de Vergara, Martín Pérez de Alzaga, Ojer de Hernani, Pedro de Alegría, Pedro de Arrecia). Además, su procurador en algunos de los actos de posesión fue Domingo de Lezcano, sin duda familiar de su compañero en la guarda del Estrecho, Juan de Lazcano. Éste también se asentó en Málaga y lo hizo en unión de algunos de sus hombres (Ochoa de Alday y Ochoa de Cariaga). Pero la época dorada del corso y piratería vasca fueron los siglos XVI y XVII.

EMBARCACIÓN CORSARIA

02/09/2023

Santuario de Javier


PLANO DEL SANTUARIO DE JAVIER

El Santuario de Javier es el conjunto de edificios de carácter religioso, civil y militar construidos en la villa de Javier en torno al linaje nobiliario de los Jaso y Azpilcueta y en especial al patrón navarro San Francisco Javier. Los edificios son: el Castillo de Javier y su Museo, la Basílica y la Cripta de Javier, la explanada, la Comunidad de jesuitas y Centro de Espiritualidad, el Aula Francisco de Jaso y la Exposición-Auditorio, y la Iglesia parroquial de Javier con su Comunidad de misioneras de Cristo Jesús.

El topónimo Javier es una evolución del original Esabierre, término del eusquera navarro que significaba "casa nueva", y que se transformó en Xabier.

En el siglo XI, era una torre defensiva aislada, situada en el límite entre los reinos de Navarra y de Aragón. El infante Fernando de Aragón entregó la villa y la fortaleza al rey navarro Sancho VII el Fuerte en 1223 como garantía de un préstamo que devolvió, por lo que Javier se incorporó definitivamente al Reino de Navarra. Su sucesor, Teobaldo I, encomendó la fortaleza a Adán de Sade en 1236, de cuyo linaje pasó posteriormente a los Azpilcueta y los Jasso.

Juan de Jaso y María de Azpilcueta, señores de Javier, construyeron el Palacio Nuevo. Su trazado puede ver al entrar en la basílica, en la franja de piedras sobrepuesta en el suelo de mármol. El primero en nacer en el mismo fue el menor de sus tres hijo: Francisco de Jaso y Azpilcueta lo hizo el 7 de abril de 1506.

Tras la conquista de Navarra por las tropas castellanas, fueron derruidas las partes defensivas y quedó convertido en un simple caserón.

En 1619, San Francisco de Javier fue beatificado, y en 1622 fue canonizado.

En 1620, Juan de Garro, primer conde de Javier, acomodó la planta baja del Palacio como Capilla del Santo.

En 1684, Juan Antonio de Garro, tercer conde de Javier, realizó la ampliación de la capilla e hizo levantar una cúpula de media naranja, que más tarde se hundió.

CASTILLO DE JAVIER

Tras dos siglos de semi-abandono, el sitio de Javier fue adquirido por la duquesa de Villahermosa, en 1890. Dio comienzo la rehabilitación de todo el conjunto histórico religioso. Hizo colocar al arquitecto Goicoechea una espadaña con campana, para dotar de carácter religioso al santuario.

En 1893, se construyó una nueva fachada con un dejo medieval acorde con el castillo. Y una espadaña más elegante. Se abrió también una arcada gótica como entrada directa desde la plaza.

El 25 de mayo de 1896, se iniciaron las obras de construcción de la cripta, que se convertiría en mausoleo de la familia Villahermosa. El Cristo de Javier que preside la cripta está esculpido en estilo gótico del siglo XVI, de expresión sonriente y tallada en madera de nogal. Esta escultura sigue la tradición por la cual San Francisco Javier sudó sangre en el justo momento de morir. En las paredes se encuentran dibujadas murales de estilo medieval que representan la Danza de la Muerte, con esqueletos amarillos sobre un tétrico fondo negro, donde también se halla la pila octogonal en la que fue bautizado.

CRISTO DE JAVIER Y TORRE DE SAN MIGUEL

El 30 de abril de 1897, comenzó la reforma de la basílica de forma más integral, y terminando el 1 de diciembre de 1900. El 19 de junio de 1901, se celebró la inauguración y consagración de la basílica.

Otra fase de restauración tuvo lugar en 1952, quedando como resultado la forma actual. Y una última más, fue ejecutado en vísperas del Quinto Centenario, permitió volver a las partes esenciales del edificio medieval.

Integrada dentro del castillo, el Museo de Javier muestra la historia del edificio y el legado religioso y cultural de San Francisco de Javier y de las misiones católicas, a través de obras pictóricas y esculturales.

La actual Basílica de Javier se erigió a finales del siglo XIX, tras terminar la restauración del castillo, gracias a la aportación de la duquesa de Villahermosa. Fue construido en el espacio donde antes estaba el Palacio Nuevo.

FRONTAL DE LA BASÍLICA DE JAVIER

CAPILLA DE LA BASÍLICA DE JAVIER

El el pórtico de la basílica escupido en mármol blanco aparece la estatua de Francisco Javier predicando, queda enmarcada por una especie de arco iris que contiene una frase latina que dice: "¿Qué aprovecharía ganar todo el mundo si se pierde lo más valioso de sí mismo?"

A ambos lados los nombres de los archipiélagos y ciudades por los que pasó a lo largo de su vida: Javier, París, Roma, Venecia, Lisboa, Mozambique, Goa, Molucas, Ceilán, Sancian, etc.

Los capiteles de las columnas narran en piedra distintos episodios y leyendas de su vida:
1. muerte de su hermana Magdalena (abadesa de Clarisas en Gandía)
2. bendición de San Ignacio antes de partir a las Indias
3. tormenta le arrebata el crucifijo
4. devuelve en la playa un cangrejo
5. convierte el agua salobre del mar en agua dulce
6. predica a sus cristianos
7. cuando quieren apedrearlo, atraviesa el río en un madero
8. muere en la isla de Sancián (China)

BASÍLICA DE JAVIER

En la explanada frente a la basílica y el castillo y llegados de todos los rincones de Navarra, se congregan miles de cristianos en las peregrinaciones al santo conocidas como las "Javieradas". Estas marchas se celebran desde 1885, los dos primeros fines de semana santa entre el cuatro y el doce de marzo, coincidiendo con la Novena de la Gracia. Todo comenzó por la promesa realizada por la Diputación tras una terrible epidemia de cólera. Con la celebración del viacrucis y la misa, se recuerda a San Francisco Javier y con las ampollas en los pies se comprende mejor sus muchos esfuerzos de este santo caminante.

BASÍLICA DE JAVIER

Al otro lado de ese patio empedrado se encuentra la Parroquia de la Anunciación, una iglesia construida en estilo barroco en 1702. En ella se guarda la pila del siglo XV en la que San Francisco Javier recibió el bautismo y una imagen de la Virgen en madre policromada de la segunda mitad del siglo XIII.

PARROQUIA DE LA ANUNCIACIÓN DE JAVIER

A pocos pasos, detrás del castillo, se halla el Centro de Espiritualidad de la comunidad de jesuitas pertenecientes a la Compañía de Jesús. Al otro lado del merendero está el Centro diocesano Javier, que hace las funciones de hospedería para peregrinos del Camino de Santiago. Y completamente al otro lado del pueblo hay un Centro de misioneras de Cristo Rey que alberga el Museo Misionero.

CENTRO DE ESPIRITUALIDAD DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

El Aula Francisco de Jasso, que alberga una interesante exposición Las Reducciones jesuitas del Paraguay, sobre las misiones jesuitas en el Paraguay durante los siglos de la colonización española, y su intento por evangelizar y civilizar a los indios guaraníes. Voltaire calificó a estas misiones humanitarias como una de las obras más admirables de la humanidad a través de toda la historia. La película La Misión y también esta exposición reflejan el origen y desarrollo de esta obra, con trágico final debido a la expulsión de los jesuitas de tierras españolas en 1765 y el Tratado de Límites entre España y Portugal.

AULA FRANCISCO DE JASSO

EXPOSICIÓN LAS REDUCCIONES JESUITAS EN EL PARAGUAY

El pueblo de Javier tuvo su origen junto al castillo, en la misma explanada. Comenzó siendo un pequeño feudo, en el que los habitantes trabajaban las tierras de los señores de Javier, y paulatinamente pasó de feudo a vecindad. En los años 60 del siglo XX, se trasladó a su situación actual, más alejada del castillo, a unos 500 metros, pero también más tranquila, donde vieven unas 120 personas.

La ubicación de la torre del castillo tenía su estratégico sentido sobre una alta peña, fácil de defender y que dominaba todo el entorno del valle del río Aragón. Está rodeado de la sierra de Leyre, la sierra de Ujué, el pantano de Yesa, ruinas tan emblemáticas como las de El Castellar, la peña del Adiós o el Molinaz.

Desde la explanada Javier parte una serie de recorridos para la práctica de senderismo y para disfrutas de los paisajes de la zona. Además, es paso del Camino de Santiago en una de sus variables, el Camino Aragonés, que parte desde Somport y que confluyen en Puente la Reina con el itinerario principal, el Camino Francés.

CASTILLO DE JAVIER