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23/03/2025

Cruzada de Teobaldo II de Navarra a Túnez


Teobaldo II el Joven pasó a la historia de Navarra por convertirse en un auténtico rey cruzado. El conde Champaña y rey de Navarra había sido alzado en el trono gracias al apoyo del rey Luis IX de Francia, su principal mentor.

En marzo de 1267, reunido en París en una asamblea ante sus nobles, juró el voto de cruzada y tomar parte en la campaña militar tal como le habían pedido los papas Urbano IV y Clemente IV. Fue decretada la octava cruzada. Se había adelantado unos días al juramento de su suegro y protegido Luis de Francia. Una segunda ceremonia tuvo lugar el 5 de junio de 1267 ante un legado papal en Notre-Dame de París, donde el rey Teobaldo II de Navarra, que también había tomado la cruz, estuvo presente.

Lo siguiente que hizo Teobaldo fue la recogida de fondos para la campaña, ejerciendo peticiones a sus súbditos del Reino de Navarra y del Condado de Champaña. El llamamiento no causó mucho entusiasmo ya que no se presentaron ni una docena de caballeros. Consta con seguridad la participación de cuatro navarros, dos de ellos clérigos, Simón de Val y Pedro López de Sarria, y dos caballeros, García Martínez de Uriz y Alfonso Díaz de Falces, testigos del testamento otorgado por Teobaldo en Túnez, en noviembre de 1270.

TEOBALDO II DE NAVARRA

El objetivo estratégico de la cruzada era la defensa del reino cristianos asentado en tierras sirias, que estaba siendo hostigado por el Sultanato de Egipto. Poco antes de embarcase, la campaña empezó a perder visión de su cometido real. La primera acción fue un ataque sobre Túnez, algo incomprensible ya que este reino moro mantenía relaciones pacíficas con los cristianos de Castilla y Aragón.

Fue Luis quien decidió que el nuevo objetivo fuese el Emirato hafsida de Túnez, en lugar de Siria, porque habían recibido informaciones de que el rey Al-Montasir pretendía convertirse al Cristianismo. Pero seguramente que también por presiones de Carlos de Anjou, quien ambicionaba fundar el Reino de África, una prolongación cristiana de sus dominios sobre el norte de este continente y cortar las rutas comerciales de la Corona de Aragón en la zona tunecina del Mediterráneo. Una vez conseguido Túnez, la cruzada retomaría el objetivo primario a la conquista de Egipto.

En julio de 1270, Teobaldo y Luis se reunieron en Cerdeña, junto al francés estaba su hijo y heredero el delfín Felipe. Una potente flota y bien organizada zarpó una semana después de Aigues-Mortes, desembarcando cerca de Cartago, y tomaron una pequeña fortaleza costera. Al día siguiente, una segunda flota al ando de Teobaldo II zarpó de Marsella. Y ambas flotas se unieron en Cagliari, en la costa sur de Cerdeña. Los Ejército de Luis y Teobaldo comenzaron la expedición antes de que llegara el refuerzo de Carlos de Anjou, rey de Sicilia y hermano de Luis.

TEOBALDO DE NAVARRA DE CRUZADA

Pero el plan no salió como estaba previsto y los moros empezaron a asediarles, y con el pretexto de querer convertirse al Cristianismo, primero se acercaba y luego atacaban. Después, recibieron refuerzos y comenzaron a atacar de forma directa. En el Ejército franco-navarro escaseaban los víveres y había estallado una epidemia de peste, que llegó a afectar a algunos magnates galos e incluso al propio rey Luis IX, falleciendo en agosto.

Aun así, resistieron hasta la llegada a Cartago de Carlos de Anjou, que rindió homenaje al nuevo rey de Francia, Felipe, y a uno de los grandes señores de aquel reino, Teobaldo IV de Champaña y II de Navarra.

A comienzo de septiembre, los cruzados continuaron la ofensiva, y dieron un importante golpe cerca de la laguna y el castillo en el que se protegían. Por lo que ambos ejércitos mantuvieron una posición de equilibrio militar hasta firmar una tregua. De esta forma, los cristianos aganaban tiempo a la espera de la llegada de los refuerzos del príncipe Eduardo III de Inglaterra.

El 1 de noviembre, Teobaldo II formalizó un contrato comercial con el sultán de Emirato hafsida de Túnez, Abu Abd Allah Muhammad al-Mustansir. En el acuerdo, el arzobispo de Narbona condenó la capitulación al considerar que habían vendido la Cruz por un tributo al rey moro. Por otra parte, el rey de Sicilia consiguió recibir una indemnización por el de Túnez.

CRUZADOS EN TIERRA SANTA

Cuando llegó la expedición de Eduardo era demasiado tarde. Teobaldo II había tomado la decisión de regresar a tierras cristianas para rearmase todas las partes cristianas involucradas en la cruzada, que había resultado un fracaso.

El 4 de diciembre, ya estaban en el puerto de Palermo, juraron reemprender la misión. Pero Teobaldo había enfermado de disentería, muriendo el 4 de diciembre en el convento de Trápani. Su cuerpo su llevado por el rey de Francia hasta Provins, y enterrado en el convento de Les Cordeliéres.

17/06/2021

Compañía Navarra en la Expedición de conquista de Albania


En 1375, Castilla se recuperaba de las heridas de su guerra civil. Carlos II de Navarra, llamado el Malo, veía alejarse su sueño de ceñir la corona francesa. Había luchado contra el rey de Francia, Carlos V, mediante una compañía de miliares. Era la primera de las Compañías militares navarras organizadas en este tiempo, paralizada en 1366, tras la paz firmada con Francia. Aragón intentaba quedar a salvo de las luchas de unos y otros.

Este cuerpo militar fue reunificado bajo el mando de Luis de Evreux, y estaba formado por mercenarios, la mayoría de ellos provenientes de Navarra y Gascuña. Fue la Compañía Navarra, aunque es un término moderno, informal y en cierto modo no demasiado académico de llamar a estos mercenarios. Esta compañía protagonizó una de las hazañas más extravagantes de la Edad Media: la conquista del Reino de Albania; además lucharían contra otros españoles, los aragoneses que controlaban Atenas y Tebas a finales del siglo XIV.

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COMPAÑÍA NAVARRA

La actual Albania, país de la costa Adriática, era en el siglo XIV una pieza más en el mosaico de señoríos, ducados y principados que componía un Imperio bizantino en decadencia. Desde tiempo atrás, la mayor parte de esas plazas y en especial las ciudades costeras, puntos estratégicos de las vías comerciales, eran feudo de la aristocracia mercantil italiana (florentinos, venecianos, genoveses), cuyos principales linajes habían emparentado con la familia imperial bizantina y actuaban como virreyes en esas tierras. Albania, cuya capital era entonces Durazzo, también había estado bajo control italiano, concretamente de los Anjou de Sicilia. Pero, en 1368, los sicilianos perdieron el territorio a manos de un caudillo local, Carlos Topia, emparentado con la propia casa real siciliana. Venecia se apresuró a apoyar a Topia para perjudicar a Sicilia. Así los sicilianos no conservaron en Albania más que el título (el ducado de Durazzo) y la difícil aspiración de volver un día. Esa era la situación cuando la titular del ducado, Juana de Durazzo, fue a casarse con Luis de Evreux. Este era conde de Beaumont-le-Roger y duque de Durazzo por su matrimonio con Juana, también era hermano de Carlos II de Navarra. Luis, deseoso de aventuras y poder, no lo dudó: él recuperaría Durazzo, la capital del Reino de Albania.

Carlos II de Navarra apoyó su hermano Luis en su intento de retomar Durazzo y el Reino de Albania, concediéndole la dirección de la Compañía Navarra. Asimismo, Carlos V de Francia ayudó a Luis con 50.000 ducados para una aventura que, por otro lado, devolvería a sus parientes Anjou el dominio de Albania. En 1372, la compañía creció gracias al reclutamiento efectuado por un famoso capitán de la época, Ingeram de Coucy, quien reclutó en Gascuña a 500 lanceros y otros 500 arqueros a caballo, la mayoría de Gascuña, que se unirían a la hueste. Aunque estos soldados fueron reclutados para servir en Albania se organizaron en Nápoles.

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LUIS DE ÉVREUX DE NAVARRA Y ALFONSO IV DE ARAGÓN

Un capitán navarro, Juan de Urtubia, escudero del rey, anduvo buscando voluntarios en el sur de Francia. En febrero de 1374, Urtubia recibió del rey de Navarra unos 1.000 florines de oro aragoneses y los derechos sobre los molinos del puente de Tudela, a modo de recompensa por su trabajo. Varios cientos de voluntarios navarros u gascones continuaron se alistaron en la Compañía Navarra motivados por una excelente soldada: 30 florines de oro al mes por cabeza. Entre la tropa se encontraban numerosos ingenieros, que eran soldados especializados en asedios y máquinas bélicas. Las listas de soldados enrolados se conservaron en Pamplona.

A partir de febrero de 1375, empezaron a zarpar los navarros desde el puerto de Tortosa con rumbo a las costas albanesas. Urtubia partió con 50 hombres. Los nombres de otros capitanes eran el también navarro Garro y los gascones Mahiot de Coquerel y Pedro de la Saga. Su objetivo era la ciudad de Durazzo.

Durazzo ya no era ni la sombra de lo que había sido. Aquel viejo emporio griego y romano era ahora una ciudad empobrecida rodeada de pantanos, con un ambiente malsano y pocos recursos. Pero seguía siendo un punto esencial en el tráfico mercantil del mar Adriático, de manera que valía la pena el esfuerzo.

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JUAN DE URTUBIA

En 1376, la Compañía Navarra tomaba la ciudad, controlando del Reino de Albania y restituyendo su ducado de Durazzo. Lo que sucedió a continuación es que Luis de Evreux falleció y su compañía militar se quedó sin señor. Y aún peor, la viuda, la duquesa Juana de Durazzo, contrajo nuevo matrimonio y perdió interés por aquel reino. Así, aquella hueste de navarros y gascones se vio aislada en un país lejano, sin contacto con Navarra ni con una ninguna otra corona europea. Un ejército fantasma en un territorio sin dueño.

La Compañía Navarra rompió su juramento de fidelidad a la duquesa de Durazzo y se apresuró a buscar un nuevo patrón. En 1377, se puso al servicio de Pedro IV de Aragón, que tenía en Tebas y Atenas a sus almogávares. La Grecia aragonesa ya no era ni sombra de lo que fue, porque los descendientes de la hueste almogávar se hallaba divididos entre los partidos de Aragón y los que preferían servir a la Corona siciliana. Aragón no era un patrón fiable.

Pero había más gente interesada en contratar los servicios de los navarros. Aquellas tierras eran un mosaico de señoríos mal cohesionados. En Corinto gobernaba un magnate florentino, Nerio I Acciajuoli, mercader florentino casado con una princesa bizantina. En Acaya mandaba el príncipe Jaime de Baux, que aspiraba al título imperial de Bizancio. Por medio andaba también la Orden Militar de los Hospitalarios, cuyo gran maestre era el veterano aragonés Juan Fernández de Heredia, y que desde su base de Rodas trataba de controlar los Santos Lugares. Todos ellos pensaban, cada cual por su cuenta, que era preciso reunificar el fragmentado mosaico bizantino. Y uno de los mayores obstáculos para ello eran precisamente los últimos almogávares de Grecia. Jaime de Baux contrató a Nerio de Corinto y a los hospitalarios al mismo tiempo. Así, la hueste navarra encontró nuevos patrones. Y todos iban a emplearlos para lo mismo: expulsar a los aragoneses. Se avecinaba una guerra entre españoles en el extremo oriental de Europa.

ESCUDO DE CARLOS II DE ÉVREUX

En la primavera de 1378, Juan de Urtubia partió con cien hombres desde Durazzo hacia la Morea, siguiendo la llamada de Gaucher de La Bastide, prior de los Caballeros Hospitalarios en Toulouse y comandante del Principado de Acaya. Neiro había puesto a su disposición varios barcos y un cierto número de guerreros. Mahiot de Coquerel y la compañía navarra gobernaron Morea bajo los auspicios de Jaime de Baux.

En 1379, Juan de Urtubia estaba en Corinto con más de 100 soldados, al servicio de Jaime de Baux, quien reclamaba el trono de Acaya. Los navarros desembarcaron en Glarentza (Kastro-Kyllini), atravesaron el Peloponeso y llegaron a las llanuras de Beocia. Lo que encontraron allí los navarros fue un absoluto caos: los bandos aragoneses, enfrentándose entre sí, luchaban a su vez contra la población local rebelde y contra florentinos. Todos los descontentos con el dominio aragonés se sumaron a la hueste de Urtubia. Incluso algunos señores vecinos se apresuraron a aportar tropas, como el duque de Eubea y el marqués de Bodonitza, dos italianos. Cuando Juan de Urtubia se plantó ante Tebas, tenía a sus órdenes un ejército de considerables dimensiones.

COMPAÑÍA NAVARRA

Mientras, en Tebas, los aragoneses no salían de su asombro al ver lo que se les venía encima. Los líderes de la ciudad, Bernardo Ballester y Luis Fadrique de Aragón, estaban ausentes. Ballester viajaba precisamente a Aragón para negociar con el rey Pedro IV. Los otros notables locales, Fuster, Falguera, Guardia, Savall, Ibáñez, Rodar, Lluria, andaban en discordia. Su situación era simplemente desesperada. Y lo peor era que, si caía Tebas, todo el poder aragonés en la región caería después, empezando por la vecina Atenas. El vicario de esta última ciudad, Galcerán de Peralta, viendo el riesgo, dejó Atenas y corrió en socorro de los sitiados. Era una apuesta a una sola carta: si ganaba, Tebas y Atenas estaban salvadas; si perdía, las dos ciudades caerían a la vez.

Urtubia tomó parte del sitio de Tebas, con el apoyo del arzobispo de la ciudad, Simón Atumano. Fue una batalla tremenda. Los aragoneses de Galcerán perdieron; el propio vicario cayó preso de los navarros. Pero lo peor estaba aún por llegar. Dentro de Tebas, las querellas que dividían a la ciudad estallaron en una espiral incontrolable. Los enemigos del poder aragonés abrieron las puertas a los navarros. La matanza fue atroz: no solo porque los navarros entraron en la ciudad a sangre y fuego, sino también porque con ellos iban florentinos, venecianos y griegos dispuestos a saldar viejas deudas, mientras en el interior de las murallas los propios bandos tebanos ajustaban cuentas entre sí. Los supervivientes huyeron adonde pudieron. Tebas quedó prácticamente despoblada.

COMPAÑÍA NAVARRA

Aquella no fue la última batalla de Urtubia y los navarros en Grecia. Después de Tebas vino Livadia, la otra gran capital de la región, y luego la misma Atenas. A la altura de 1381, Urtubia pudo incluso plantearse crear su propio principado. El proyecto lo frustraron los vencidos aragoneses, que regresaron con refuerzos para recuperar su territorio. Urtubia volvió a verse solo en tierra lejana, necesitaba nuevamente un aliado, y esta vez lo encontró en la Orden del Hospital: el gran maestre Juan Fernández de Heredia y su lugarteniente, el prior Gauchier de la Bastida, gascón y amigo de Urtubia, contrataron los servicios de los navarros. Su objetivo era impedir que los aragoneses reconstruyeran su dominio. El apoyo de los hospitalarios bastó para frenar a los de Aragón. Las cuatro barras abandonaron Grecia después de casi un siglo de dominio en Atenas y Neopatria, cuando las llevaron los almogávares. Y el cerebro de la operación, Nerio Acciajuoli de Corintio, pudo hacerse con el control de Tebas y Atenas.

Llegados a este punto, la compañía navarra tomó un papel diferente. Algunos de los hombres que habían servido bajo el mando de Urtubia pasaron de nuevo bajo el mando de Mahiot en Morea. La compañía se organizó como un virreinato en Acaya, bajo el mando de tres capitanes: Mahiot, Pedro Bordo de San Superano y Berard de Varvassa.

No se sabe qué pasó después con Juan de Urtubia, posiblemente estuviera muerto. En enero de 1382, la Compañía Navarra firmó la paz con Venecia y entre los signatarios no se encontraba Urtubia. Sí estaban los caballeros Berard de Varvassa, Juan de Ham Subsion, Lorenzo de Salafranca y Juan de Espoleto, pero no hay rastro del capitán. Del otro caudillo de la compañía inicial, el gascón Mahiot de Coquerel, desempeñó el gobierno de Acaya y Lepanto.

Cuando, poco después, Jaime de Baux subió al trono del Imperio bizantino, un grupo de caballeros navarros obtuvieron títulos imperiales por el apoyo prestado en Acaya, así como tierras en el Peloponeso.

ALMOGAVARES EN LA DEFENSA DE ATENAS

Tras la muerte de Jaime en 1383, la Compañía Navarra era el poder gobernante en la Grecia franca, y sobre ellos recayó la responsabilidad de reorganizar el estado y de proteger el nuevo príncipe. Mientras la compañía rehusaba reconocer a los herederos de Jaime de Baux sin pruebas que fueran costosas de suministrar, mantuvieron el poder en Acaya y fueron autorizados por los barones del reino para negociar un tratado con la República de Venecia, que se alcanzó el 26 de julio de 1387. En 1386, Pedro de San Superano sucedió a Mahiot como líder de la Compañía.

Se desconoce el paradero del resto de la Compañía Navarra, porque no fundaron un espacio político propio al estilo de los almogávares, sino que se disolvieron entre los fragmentos territoriales de Bizancio. Probablemente, los últimos caballeros gascones y navarros de la Compañía terminaron implicados en las querellas de la región. Su antiguo patrón, el florentino Nerio I Acciajuoli, estaba casado con la hija de un príncipe bizantino, Teodoro Paleólogo.

Cuando murió Nerio, hacia 1394, sus posesiones pasaron a otro italiano, Carlo Tocco, conde de Cefalonia. Teodoro Paleólogo quiso arrebatar el premio al heredero y sitió Corinto. Entonces, el italiano llamó en su socorro a Paleólogo y, de paso, invadieron la región de Morea. Los navarros que por allí quedaban, bajo las órdenes de Pedro de San Superano, se limitaron a obedecer a Tocco, que era su jefe. Seguramente, nunca fueron conscientes de que estaban contribuyendo a que Bizancio, el último vestigio del Imperio romano de Oriente, cayera en manos musulmanas.

COMPAÑÍA NAVARRA


21/12/2015

Expediciones militares en la Vasconia visigoda


Durante el establecimiento del Reino Hispano-visigodo en los primeros siglos de la Edad media, la mayor parte del territorio de las actuales Euskadi y Navarra fue integrado en el mismo, especialmente los de la actual Álava y gran parte de Navarra, pues eran las de mayor peso demográfico, económico y cultural. Sólo permaneció al margen de la estructura estatal visigoda la vertiente norte de las actuales provincias de Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra, poco pobladas y mucho más atrasadas en los aspectos cultural y económico. Estos territorios experimentaron una menor la influencia visigoda, pues consiguieron mantener su lengua primitiva frente a la penetración de latín. El poder visigodo no fue fácil de establecer, especialmente en la cornisa Cantábrica, de poca romanización y sinuosa orografía.

El hecho de que no existiese un poder político firme y estable en estas zonas fue debido a la inexistencia de una unidad política y étnica de sus habitantes, pues si no existió una estatalidad visigoda claramente establecida en el Reino Hispano-visigodo, menos aún existió un poder único y centralizador vascón.

REINO HISPANO-VISIGODO HASTA LEOVIGILDO

Los visigodos nunca lanzaron campañas de conquista en las zonas de poco interés económico y pobladas por tribus casi prehistóricas. Fueron los vascones los que atacaron y saquearon las ciudades hispano-godas, y que tuvo como consecuencia operaciones de castigo por parte de los godos, nunca expediciones de conquista.

Cuando el emperador Alarico II fue derrotado por el rey franco Clodoveo en el 507, el pueblo visigodo se instaló definitivamente en la Hispania romana hasta la desaparición del Reino Hispano-visigodo en el año 711. Durante este periodo de tiempo, los enfrentamientos entre visigodos y vascones fueron constantes, mientras que estos últimos ya hacían su presencia a ambos lados de los Pirineos.

A partir del reinado de Leovigildo (568-586) los vascones se dedicaron a las expediciones de saqueo por el valle del Ebro, debiendo ser combatidos en varias ocasiones por los hispano-visigodos. Los vascones vivían en parte de los saqueos en otras tierras.

En el 581, Leovigildo dirigió un ejército contra Vasconia, un foco de tensión, arrebatando buena parte del territorio a sus moradores. Para mayor control, refundó la ciudad de Victoríaco (Vitoria), como una ciudad fuerte desde la que pacificar la frontera norteña.

LEOVIGILDO Y RECESVINTO

La primera intervención de Suintila (621-631) tras ocupar el trono del Reino Hispano-visigodo fue la de sofocar a los flamígeros vascones. Las acciones se iniciaron en junio del 621, dando lugar a una victoria incontestable de los godos en 625. Aplastaron la rebelión y obtuvo numerosos rehenes que posteriormente fueron empleados en la construcción de una gran fortaleza en la zona de Navarra a la que llamaron Oligicus (Olite), para que sirviera de guarnición visigoda.

La inestabilidad volvió en los años siguientes, pues una lápida de Villafranca de Córdoba está dedicada a Oppila, un noble godo que murió en el 642 en una emboscada de vascones cuando transportaba suministros al ejército.

En los siguientes sucesos, los vascones se vieron involucrados en las guerras civiles del Reino Hispano-visigodo, fenómeno que también se repitió entre los vascones del norte del Pirineo, en las luchas de poder en el reino de los francos. Los vascones aparecieron como grupos turbulentos procedentes de las montañas, pero que carecen de iniciativa propia, actuando bajo el control de alguno de los pretendientes a la corona del Reino Hispano-visigodo. Una inestabilidad motivada por las ambiciones personales de los miembros de la alta nobleza que se disputaban el poder. Las sublevaciones eran habituales en las provincias Tarraconense y Narbonense (sureste de Francia), y los usurpadores querían contar en todo momento con quienes habían demostrado continuamente su belicosidad y buen hacer con las armas.

En el año 653, al comienzo del reinado de Recesvinto (653-672), surgió un foco de rebelión desde la agitada provincia Narbonense, liderado por el noble godo Froya, aspirante al trono. Los rebeldes eran refugiados y prófugos de reinados anteriores, además de los siempre combativos vascones.

Las columnas del ejército rebelde se internaron por la provincia Tarraconense, devastando el valle del Ebro y sitiando la ciudad de Zaragoza. Aldeas, campos, iglesias fueron saqueados y cientos de asesinatos daban idea de lo que pretendieron aquellos sublevados. En socorro de Zaragoza acudió Recesvinto con su ejército real, sofocando la revuelta en pocos días. La lucha fue muy favorable a los godos, ya que los rebeldes, entre los que se encontraban vascones, fueron masacrados y su líder decapitado, consiguiendo escapar sólo unos pocos hacia las montañas pirenaicas.

El 673, los vascones aprovecharon el débil inicio de reinado de Wamba (672-680) para lanzar ataques sobre el valle del Ebro y la cornisa Cantábrica. En esta ocasión se debieron exceder bastante de lo que habitualmente se les consentía, ya que el propio Wamba se puso al frente del ejército real iniciando una campaña de represalia y sometimiento contra bandas de salteadores vascones que se encontraban en la zona de la actual La Rioja. A esta sublevación se unieron algunos nobles de las zonas de la Narbonense gala y la Tarraconense hispana, que proclamaron como rey al general y noble godo Paulo, por lo que estalló una guerra civil, quedando fraccionado el reino visigodo de Toledo durante un tiempo.

Desde su base militar de Cantabria, el legítimo rey Wamba atacó con fuerza a los vascones que en tan sólo siete días fueron reducidos, como siempre, en sus montañas. Para evitar males mayores, los jefes vascones entregaron rehenes, tributos y la promesa de no participar en el futuro conflicto.

Ambos hechos (653 y 673) parecer estar coordinados: primero, los vascones se negaban a pagar los tributos correspondientes, iniciando una revuelta a la que obliga al rey a marchar hasta la región; inmediatamente, se producía un segundo conflicto más importante, pues ya implicaba a la nobleza goda y a elementos externos.

MÁXIMA EXPANSIÓN TERRITORIAL DEL REINO HISPANO-VISIGODO

De todas formas, estas rebeliones civiles con participación de vascones siempre fueron de menor envergadura comparadas con las que realizaron contra bizantinos y suevos. El principal rival de los visigodos fue el Imperio bizantino, que mantuvo posesiones peninsulares hasta el 625. El otro gran rival fue el independiente Reino suevo, que se extendía por Galicia, norte de Portugal y parte de Asturias, hasta su sometimiento en 585. Córdoba fue otro foco de rebelión al que tuvieron que luchar varios reyes visigodos, el último fue Leovigildo en 577. Este mismo también sofocó rebeliones en otras ciudades meridionales y mantuvo una guerra civil en la Bética contra su hijo Hermenegildo.

En cuanto a los pueblos primitivos del norte, los cántabros también fueron sometidos en 574 por Leovigildo, mientras que los astures y otros pueblos del norte, como los rocones, fueron derrotados en las campañas de 612 y 621 por Sisebuto.

Cuando se produjo la invasión musulmán en Tarifa en 711, el Reino Hispano-visigodo se encontraba dividido en una guerra de sucesión al trono, entre los partidarios de Rodrigo y los de Agila. Aguila, hijo de Witiza, controlaba las provincias orientales: la Tarraconense y la Septimania. Rodrigo, duque de la Bética, controlaba Toledo y el occidente peninsular.

En el momento del desembarco sarraceno, el rey Rodrigo emprendía una lucha en Pamplona, una ciudad de la Tarraconense, partidaria de Agila. Este pretendiente a la Corona hispano-goda negoció la entrada de los musulmanes para derrotar a Rodrigo, y que supuso el fin del Reino Hispano-visigodo.