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16/09/2025

Corso vasco en el siglo XVII


La centuria de XVII fue la época dorada del corso vasco y los puertos de Guipúzcoa estaban a la cabeza de este tipo de prácticas. Por una parte, es una zona en la que el enemigo estaba relativamente cerca (franceses, ingleses, holandeses, portugueses, etc.); por otro, las rutas comerciales que comunican la península Ibérica con el norte de Europa pasaban por los puertos vascos. Esto contribuiría a la disposición de la población a ser corsaria.

San Sebastián y Fuenterrabía fueron las dos principales plazas corsarias de la península Ibérica. Eran auténticos nidos de corsarios, entre los años 1618, fecha en la que estalló la Guerra de los Treinta Años contra Holanda, y 1635, año en que se inició la Guerra franco-española. Entonces, las dos localidades guipuzcoanas, además de Pasajes, se convirtieron en las principales suministradoras de corsarios al servicio del rey.

CORSO VASCO EN EL SIGLO XVII

En el siglo XVII, alrededor de 466 patentes de corso fueron concedidas solo en la costa de Cantábrico, alcanzando un máximo de 640 en un determinado periodo. Se estima que las presas efectuadas entre 1621 y 1697 sobrepasaron las 7.000 unidades, ocasionando graves pérdidas económicas a los enemigos de la Monarquía hispánica, sean franceses, ingleses, holandeses o musulmanes. Pero para la Corte, la actividad en corso tenía un valor relativo, lo consideraba como un ejército auxiliar que no podía decidir la victoria de una guerra en favor de una u otra potencia, pero podía causar graves daños al enemigo que poseía un intenso comercio marítimo como las Provincias Unidas de los Países Bajos o el Reino de Inglaterra, a un coste bajísimo.
Los mercantes de las potencias enemigas no podían estar seguros en alta mar, las tripulaciones se hacían difíciles de contratar ante el riesgo, y las armadas de guerra no podían proteger a sus flotas mercantes. Esto hizo que el coste económico se disparase, aumentando el coste de los seguros, el de los fletes, de los contratos laborales y del número de efectivos. Así, en 1624, el armador guipuzcoanos Martín de Justiz, aseguraba que:
"… los holandeses que antes navegaban la costa francesa con solo 6 hombres, hoy navegan con 18 hombres, con escolta…"

El teatro de operaciones preferido por los corsarios españoles solía ser el golfo de Vizcaya, a lo largo de la costa atlántica francesa, el canal de La Mancha e Irlanda, que representaba en torno a un 60-70% de todo el movimiento de embarcaciones destinadas a tal fin. Posiblemente, porque los holandeses eran los que llevaban más cantidad y valor en las mercancías que transportaban. Un 20-25% prefería el golfo de Cádiz, la costa portuguesa, y el norte de África, dependiendo el periodo. La presencia de capitanes en el Mediterráneo, el Caribe y las Antillas o el Pacífico fue muy escasa.

Durante el reinado de Felipe IV y el gobierno de su valido el conde-duque de Olivares, se promovió la práctica del corso. Se incrementó el control sobre los corsarios, que debían actuar siempre contra enemigos declarados y con estrictas reglamentaciones, y que servirían de escuela en prácticas para formar marinos con destino final en los buques de la Real Armada española, así como fuerza auxiliar.

A diferencia de otros países, los corsarios españoles no podían atacar a un barco que no procediera de una potencia rival, con una declaración de guerra previa. No así muchos otros países que, como Inglaterra, podía estar en paz con España, pero autorizar las depredaciones en sus virreinatos americanos.

ATAQUE CORSARIO VASCO EN EL SIGLO XVII

Durante el siglo XVII, se reconocen varios periodos de actividad corsaria entre la marinería guipuzcoana:

La primera etapa se inició en 1618 con la declaración de la Guerra de los Treinta Años contra las Provincias Unidas de los Países Bajos, hasta 1632. Un grupo de capitanes de marina, mercantes y armadores de origen guipuzcoano empezaron una serie de ofensivas corsarias contra los buques mercantes holandeses con el objetivo de perjudicar el comercio con sus colonias.

En 1624, dos pequeños buques del capitán corsario y armador naval Juan de Beográn capturaron 3 navíos pequeños holandeses tras un duro combate y abordaje.

Entre 1624 y 1638, el capitán y armador Francisco de Zárraga al mando de 26 buques corsarios capturaron casi 60 buques.

En 1623, el capitán donostiarra Pedro Aguirre alias Campanario era propietario del buque corsario San Pedro, de un navío de 150 toneladas, con una tripulación de gentes de mar y de tierra muy experimentada. Con el botín obtenido de sus actuaciones, fletó un barco mayor que se convirtió en la pesadilla del Canal de la Mancha. La Corona española recibió muchas quejas de los armadores extranjeros acusando a Aguirre de maltratar a las tripulaciones capturadas. Pero, la Corte de Felipe IV le renovó su patente de corso para seguir apresando embarcaciones en las playas abiertas de Francia e Inglaterra, con motivo de la Guerra de los Treinta Años.

En 1630, Pedro Aguirre fue integrado en la nueva flota corsaria del duque de Maqueda con el rango de capitán de marina e infantería.

En 1630, el también capitán donostiarra Juan Arriola navegó en corso al mando de su propio buque de guerra con el que consiguió realizar varias capturas. Una de las presas era el barco mercante San Buenaventura, que transportaba un amplio volumen de mercaderías. Se trataba de un barco francés, y aunque España estaba en paz con Francia hasta el momento, resulta que la hacienda era irlandesa, e Irlanda era país dependiente y sometido a Inglaterra durante la Guerra de los Treinta Años. Este aspecto convertía a la embarcación y su mercancía en posible de ser capturada a efectos legales.

REAL ESCRUADRA CORSARIA DEL NORTE

La segunda etapa se inició en 1633 con la organización de la Escuadra del Norte y el inicio de la declaración de Guerra franco-española en 1635, y que terminó en 1648 con el Tratado de Westfalia y el final de la Guerra con Holanda.

Estas actuaciones de corsarios procedentes de San Sebastián o Fuenterrabía se fueron incrementando con la formación de la Real Escuadra del Norte, liderada por el capitán corsario Alonso de Idiáquez y con el apoyo del burócrata Miguel de Necoalde.

Entre 1633 y 1635, el capitán y armador Alonso de Idiáquez al mando de una flota de 32 buques armados capturó 47 presas. La que no pudo capturar fue galeón San Lorenzo, capitana de una flota mercante holandesa que hundió en 1633.

En 1633, el capitán Juan Bernardo de Lizardi al frente de 4 naves en corso se encontró con 5 navíos holandeses y 4 franceses armados con cañones de bronce. Con astucia y valor, abordó la nave capitana con sus hombres, mientras sus otras naves capturaban otro de los navíos de 300 toneladas.

En 1633, el corsario Francisco de Escorza realizó sus primeras actuaciones al mandó del navío San Lorenzo, consiguiendo capturar embarcaciones holandesas o inglesas en el canal de La Mancha. Tras este éxito, recibió el buque La Liebre con el que logró numerosas capturas.

En 1638, el capitán Pedro de Diustegui capturó un navío holandés de 250 toneladas y 18 cañones.

En 1638, unas 18 embarcaciones corsarias atacaron toda la costa francesa de sur a norte. Según el historiador francés E. Gabory:
"Solían actuar en las costas de Bretaña, Poitou, remontando el río Loira en numerosas ocasiones, impunemente, atacando cuando encontraban, no había día que no tomasen presa. Acosaban la entrada del Morhiban, y la de Brest, devastando Noirmoutier, su territorio, la isla de Yey. Se escondían en la isla de Pilier, cercana a Noirmoutier, donde construyeron un puesto de observación. Actuaban en las islas Pilier, Belle ile, islas de Brias. No fue hasta finales del siglo XVII cuando se lograría expulsarlos."

En 1641, un navío de 200 toneladas, propiedad Alonso de Idiáquez, atacó en el Canal de la Mancha a otro holandés de 200 toneladas y 15 cañones, que fue abordado y rendido tras 6 horas de combate.

En 1643, de nuevo Escorza al mando de 3 buques encontró 6 navíos mercantes franceses junto al cabo de Peñas y tras 2 días de combate hundió 1 y capturó los otros 5.

El corsario y armador Cristian de Echeverría llegó a formar bajo su mando una flota de 10 navíos de guerra y apresó a 36 embarcaciones enemigas de España, entre holandeses, ingleses y franceses, durante las guerras con estas potencias.

CORSARIOS Y APRESADOS

La tercera etapa se inició en 1649 y perduró hasta 1654 con poca actividad, donde destacó el ataque a la ría de Burdeos de 1653.

La cuarta etapa se inició con la declaración de Guerra contra las República inglesa de Cromwell, en 1655, y la Guerra contra Portugal, terminando en 1692. Aunque en un principio hubo un rebrote en la actividad corsaria por este enfrentamiento, la falta de enemigos llevó a la crisis desde 1675 a 1688.

Uno de ellos fue el teniente de marina Mateo de Laya y Cabex, quien obtuvo patente de corso en 1655 para hostigar a la Escuadra francesa y sus cargamentos comerciales, al menos hasta la Paz de los Pirineos de 1659. Su actividad como corsario a lo largo de aquel período le llevaría al mando de varias naves integradas en la Escuadra del Cantábrico, apresando dos fragatas de guerra, una francesa, con 20 piezas de artillería y 150 hombres, y la otra turca, con 22 piezas de artillería y 380 hombres. La fragata francesa era igualmente corsaria y su capitán pertenecía a la Orden de San Juan. En el caso de la nave turca requisada en 1662, Mateo de Laya la entregó en Cádiz al gobernador de Galeras, Melchor de la Cueva, duque de Alburquerque.

La quinta etapa se inició con el surgimiento de la Guerra de la Liga de Augsburgo, entre 1688 y 1697. La actividad marítima en corso se recuperó levemente hasta la Guerra de Sucesión española, en 1700. La figura del superintendente se diluyó y era el alcalde de la ciudad el que juzgaría las acciones, animando así a la inversión corsaria.

Entre 1618 y 1692, los corsarios españoles peninsulares, en su gran mayoría guipuzcoanos, capturaron o hundieron un mínimo de 752 buques enemigos identificados, aunque se cree que probablemente fueron muchos más, quizá 1200. Pero el número de capturas comprobadas es de 752.

Su actividad fue constante, incluso en tiempos de paz, merodeando por el golfo de Vizcaya, asaltando a los barcos holandeses que se dirigían a Burdeos, principalmente entre 1621 y 1635, no respetando en ocasiones la "neutralidad francesa". La Corona quiso ejercer la ley en estas actuaciones, siempre y cuando no operasen en puertos franceses, "bajo pena de vida a los que entrasen en puertos a sacar navíos". En aquellos tiempos no estaba determinada la línea de las aguas territoriales de las internacionales, pudiendo capturar barcos enemigos cerca de la costa de un país neutral.

A menudo, planificaron sus ataques con la información proporcionada por sus espías, o por la de algunas autoridades locales francesas sobornadas les entregaban como la del gobernador de Belle ile en 1623. Y, en ocasiones, tenían entre su tripulación algún francés que les guiaba por las zonas de actuación, y algunos capitanes corsarios de San Sebastián habían nacido en Francia, como Cristian de Echeverria nacido en Bretaña, David Abrit nacido en la Rochelle, o Domingo de Varragain.

06/09/2023

Corso vasco en el siglo XVI


A solicitud de las Juntas de Guernica, en 1498, Fernando el Católico concedía licencia de corso a los armadores de navíos guipuzcoanos y vizcaínos para atacar barcos franceses, respetando a los nacionales y los de estados aliados. En esos años comenzaba el largo proceso de enfrentamientos militares denominado Guerras Italianas franco-españolas.

En el siglo XVI, con el descubrimiento y control de las Indias unido a las posesiones heredadas en Europa por Carlos V, el panorama geoestratégico fue cambiando, suscitando en otras monarquías inquietud y envidia, especialmente de ingleses y franceses.

En plenas Guerras de Italia, en 1525, el emperador autorizó armar en corso a todos los súbditos de forma generalizada, por tanto incluyendo a guipuzcoanos y vizcaínos. Mediante una carta firmada en Burgos, daba licencia a los guipuzcoanos "para armar por mar e fazer los daños que pudieren en ropa de enemigos, haziendoles merced de todo lo que así tomaren enteramente".

En la nueva patente de corso permitía a los practicantes la merced del quinto, anteriormente a disposición a la Real Hacienda en las presas que se consiguiesen. Con este aliciente, la actividad marítima aumentó en los años inmediatos, y los puertos de la costa vasca experimentaron un fuerte incremento del número de buques de guerra que armaron. Las presas que hicieron en los mares cercanos a Francia y Holanda fue muchas con respecto a décadas anteriores.

CORSO VASCO EN EL SIGLO XVI

Gracias a la estas licencias reales, los armadores guipuzcoanos se convirtieron en marinos en corso que ejercieron una serie de campañas bélicas y mercantiles con gran retribución económica para ellos y un severo desgaste para los rivales del Imperio español. Entre los años, 1525 y 1555, el número de embarcaciones que realizaban prácticas corsarias creció de forma exponencial, en la obtención de beneficios y bajo el respeto que se habían ganado quienes lo ejercieron.

Existen noticias de corsarios vascos en todos los mares de la fachada Atlántica europea y el Mediterráneo, además de las costas de la América española. Varios jauntxos guipuzcoanos fueron capaces de armar, entre 1552 y 1555, unas 350 naves con las que controlaron el mar Cantábrico desde Galicia hasta Bretaña.

La documentación existente demuestra que se realizaron numerosas acciones bélicas por cosarios guipuzcoanos entre 1551 y 1555, en las que capturaron más de 200 naos francesas. Sólo en 1555, consiguieron anular a gran parte de la flota pesquera francesa, formada por unas 300 naves, de las cuales, la mayoría regresó sin pesca y 42 fueron capturadas por corsarios guipuzcoanos, ocasionando unas pérdidas estimadas de 400.000 ducados para el Reino de Francia.

En 1554, una intervención del licenciado Beresiartu en las Juntas Generales de Segura, destacaba los enormes triunfos de la flota guipuzcoana y exigía enviar a la Corte un documentos que explicase el número de capturas conseguidas y victorias cosechadas con el objetivo de recibir a cambio mercedes. Defendió que los puertos marítimos y astilleros navales de Guipúzcoa habían realizado más servicios a la Corona que en el resto de costas españolas hasta el estrecho de Gibraltar. Su radio de acción, desde Francia hasta Noruega y al oeste, hasta Finisterre o Inglaterra.

En 1555, una comisión oficial reunió el testimonio de 14 capitanes corsarios y armadores navales de los puertos guipuzcoanos que ejercieron esta práctica marítima entre 1552 y 1555. El capitán corsario y armador Martín Cardel, natural de San Sebastián, relató que existían 350 embarcaciones de la provincia, que llevaban una artillería y arcabucería puntera fabricada en las ferrerías ameras de la cuenca del río Deva, poniendo de relieva el "gran orden, que aun su Magestad apenas armaría mejor". Detallaba que las naves se dotaban de "lombardas, mosquetes, versos, arcabuces, ballestas, gurguces, echafuegos, lanzas, dardos y otros géneros de armas ofensivas".

El capitán corsario y armador naval Francisco de Illarreta, natural de San Sebastián, amplió la zona de navegación en corso que llegaba hasta las islas Británicas. Además, aseguró haber armado su propia nao de 200 toneladas con 600 hombres.

El capitán corsario y armador naval Domingo de Gorocica, alcalde de Deva, llegó a relatar que se efectuaron algunas misiones en corso hasta las pesquerías de Terranova, en cuyo litoral ya se habían asentado pescadores franceses competencia de los balleneros y bacaladeros vascos. Enfatizó el ornamento de la flota guipuzcoana, que incluía banderas y estandartes como elementos de orden y profesionalidad de la infantería de marina creada por Carlos V en 1537.

COMBATE DE MARINOS Y CORSARIOS

Además de los combates navales en aguas marítimas contra barcos mercantes, realizaron operaciones anfibias de agua-tierra bien organizadas mediante el uso de tambores y flautines y el porte de insignias reales como si de un ejército regular se tratara, retirándose rápidamente a sus naos tras conseguir capturas. Los corsarios de Deva narraron una batalla en tierra en la que marchaban 253 corsarios cuando se encontraron con un contingente de 1.500 hombres.

El capitán Illarreta relató que sus naves se adentraban en las rías varias leguas en su interior, después su tripulación saltaba a tierra, tomaban casas fuertes, combatían a las autoridades armadas, y saqueaban lo que podían, dando varias muerte y recibiendo otras tantas.

El capitán Martín Sanz de Echave ofreció testimonio del asalto al castillo de un caballero francés, al que apresaron junto a sus familiares para luego liberarlos.

El capitán Martín de Irarrazabal aseguró que había apresado 60 naos con sus cargas y armamentos.

En una carta escrita por el capitán Miguel de Iturain con fecha del 15 de octubre de 1551, explicaba:
"… que desde que empezó la guerra salió de armada con un galeón de doscientos toneles y que habiéndose encontrado con otro mayo de Bayona, de que era capitán Martín de Vina que venía de la pesca de las ballenas de Terranova, combatió mucho y le venció y le trajo preso al puerto de Pasajes."
Aquel año, siendo capitán de una embarcación de 200 toneladas apresó a dos naves francesas tras duro combate en colaboración con otro capitán vasco llamado Domingo de Albistur. Ambas naves estaban muy bien artilladas, con piezas de bronces y de hierro, transportaban una buena cantidad de bacalao pescado en aguas de Terranova, y fueron llevadas a Pasajes.

Sin embargo, el ataque corsario guipuzcoano por excelencia fue el abordaje, normalmente sin poner en peligro ni su nave ni la presa, por medio de embarcaciones auxiliares más rápidas y maniobrables. Después del combate y neutralizada la tripulación, los prisioneros eran llevados a juicio público y devueltos a su país.

Una de esta acciones de abordaje y ataque anfibio fue la que realizaron los tres capitanes corsarios y armadores navales Juan de Erauso, Miguel de Iturain y Joanes de Lizarza que se asociaron para sestar un golpe en las pesquerías francesas de Terranova. Allí capturaron 12 grandes naos repletas de bacalao, cuya valoración estimada fue de 5.000 ducados, que repartieron entre los tres capitanes.

CUBIERTA DE EMBARCACIÓN CORSARIA

A partir del enfrentamiento entre Carlos V y Francisco I, del que salió vencedor el primero, el monarca francés estableció en San Juan de Luz un centro de espionaje y desarrollo de corso contra los buques españoles que partían de puertos cántabros hacia Flandes, el mar Mediterráneo o los virreinatos españoles de América haciendo escala primero en Sevilla. Desde entonces, el corso fue recíproco y numerosos corsarios europeos atacaron a barcos españoles que hacía la ruta de la Carrera de Indias. La Real Armada española se hizo vigilante y escolta de los barcos mercantes cargados de metales, armas y otras mercancías en las rutas oceánicas al servicio de la Corona española.

Los franceses con patente de corso también operaban sobre el litoral vasco. Una acción de seis naos galas robó de noche la carraca de mercancías de Juan de Iturrain, en Motrico. Las autoridades locales avisaron con prontitud a las de San Sebastián, desde donde partieron 6 naos con 1.200 hombres para darles caza muy cerca de San Juan de Luz. Tras un duro combate recuperaron la carraca y la llevaron a Pasajes.

10/02/2022

Corso vasco en los siglos XIV y XV


La primera referencia escritas sobre la práctica de la piratería marítima vasca esta fechada en 1304. Los primeros piratas conocidos fueron los vizcaínos Antón de Garay y Pedro de Larraondo que, a comienzos del siglo XIV, asaltaron barcos mercantes en el Mediterráneo, motivo por el que fueron ejecutados.

En la Baja Edad Media, la flota vizcaína actuaba de transportista-comerciante y de pirata, destacando B. Arizaga.

Se tienen noticias de que en el siglo XIV, barcos vascos atacaron la costa inglesa, en busca de confrontación o de ventajas comerciales. La amenaza era tan temida que el propio rey Eduardo III se enfrentó a los corsarios y piratas vascos, quejándose de que:
"Tanta es su soberbia que habiendo reunido en las partes de Flandes una inmensa escuadra, tripulada de gente armada, no solamente se jactan de destruir del todo nuestros navíos y dominar el mar anglicano, sino también de invadir nuestro Reino."

CORSARIOS Y PIRATAS

En el siglo XV, la actividad corsaria vasca estaba centrada principalmente en el ámbito de la Reconquista y la lucha contra los moros. Las primeras escaramuzas tuvieron lugar en el estrecho de Gibraltar, donde destacó la presencia de Juan Martínez de Arechana, vecino de Bermeo.

Dichas actividades se trasladaron posteriormente al recién conquistado reino de Granada en 1492, donde serviría de ejemplo Andrés de Estigarrivia, hermano del mercader Blasco de Motrico, dedicado al apresamiento en el norte de África, junto con Gregorio de Arbora y Ochoa de Alday, criado de Juan de Lezcano.

El territorio andaluz también ofrecía inmejorables condiciones para la realización de presas, pues constituía una encrucijada de rutas marítimas, la más importante cruzaba el estrecho de Gibraltar. La situación jurídica de los intercambios realizados en ella servía para legalizar gran número de ataques, tanto contra infieles considerados enemigos, como contra los cristianos que comerciaban con ellos acusados de exportar productos vedados.

Paradigma de esta situación enfrentó en 1493 a Juan López de Narruondo, vecino de Zumaya, con el portugués Pedro Báez de Castilblanco. Otro caso señalado fue el de Juan Ibáñez Meceta, vecino de Motrico, condenado por haber asaltado con su ballener la carabela de Juan de Lisboa, cuando se dirigía de Lisboa a Tánger.

Otros ataques contra los tráficos hacia el Magreb tuvieron menor repercusión diplomática, aunque se desarrollaron bajo los mismos parámetros: riqueza comercial y migraciones judías. Las costas andaluzas también servían para la captura de productos procedentes del ultramar atlántico. Un buen ejemplo fue el asalto de vizcaínos y guipuzcoanos contra las embarcaciones de Bartolomé Marchioni, mercader florentino, que regresaba de Guinea con más de un centenar de esclavos.

Este hecho se explica, además de por la costumbre de navegar cerca de las costas, por la existencia de trasbordos fraudulentos en esta zona.

En otras ocasiones, los ataques no se amparaban en la dudosa legitimidad de los tráficos, sino que eran puros actos de piratería. Tal es el caso del efectuado en Cádiz por Alfonso Beltrán, vecino de Sevilla, y Juan Martínez de Zumaya, vecino de Zumaya, contra una nao que procedía de Madeira, cargada de azúcar y otras mercancías.

Otros ámbitos del comercio andaluz también sufrían ataques, tanto en su vertiente importadora como exportadora. La calificación jurídica de tales actos era de piratería en su práctica totalidad.

Para algunos era una ocupación habitual, se trata de vecinos de puertos andaluces pero de origen vasco, como fueron los casos de Martín de Zarauz y Ochoa de Asua, que repitieron ataques en 1483 y 1484, de Juan Díaz, cuñado y tripulante del ballener de Juan Ibáñez de Motrico, a quien ayudó a huir aprovechando su condición de vecino del Puerto de Santa María, de Luis Rodríguez de la Mezquita (Amezqueta), quien, con una nao de Fernando Arias de Saavedra armada con gente de Tarifa, asaltó una nao portuguesa que transportaba grana andaluza a Inglaterra. O en colaboración con marinos andaluces, como Juan González de la Torre, vecino de Motrico, que fuese maestre de la nao Magdalena, propiedad del duque de Medina Sidonia.

ASALTO MARÍTIMO POR PIRATAS

Por tanto, a finales del siglo XV, los marinos vascos ya estaban sobradamente instalados en los puertos andaluces, tanto enrolados en las Reales Armadas como dedicados al corso, para controlar el tráfico de mercancías con África y el Nuevo Mundo.

Pero era más frecuente mantener las relaciones de grupo, familiares, amigos y vecinos vinculados a sus lugares de origen, a la hora de contratar las tripulaciones. Fue el caso de Ibáñez de Motrico, cuya marinería estaba compuesta por él, su hijo de igual nombre, su cuñado Juan Díaz, Fernando Choran, el contramaestre Juan Ochoa, un tintor Martín Vizcaíno, un barbero compañero de éste, y el piloto Juan Vizcaíno. Y lo mismo sucedió en la Real Armada de Vizcaya, dos de cuyos capitanes, Artieta y Pérez de Leizola, llevaban a sus hijos embarcados y en la que existían múltiples lazos de parentesco y vecindad. Las vinculaciones familiares también abarcaban la propiedad de los navíos. Así, María Juana de Deva, viuda de Pedro de Deva, era también una de las herederas de la embarcación de Martín Pérez de Fagaza, otra de las naves de la Real Armada de Vizcaya.

Ocurría lo mismo a la hora de conceder poderes y representaciones, otorgadas prioritariamente a gentes del mismo origen. El procurador de Iñigo de Artieta en pleito con Maydana fue Pedro de Olano, vecino de Sanlúcar; y Juan López de Recalde, mercader vizcaíno y futuro contador de la Casa de Contratación, fue apoderado por los marinos del Señorío que habían servido en Nápoles para reclamar sus sueldos.

Otra muestra de este espíritu de fraternidad según origen se daba en el asentamiento como repobladores tras finalizar un servicio militar. El ejemplo más claro es el de García López de Arriarán, que se instaló en Málaga con dos primos (Lope de Arriarán y Pedro de Aguirre), dos sobrinos (Lope y Cristóbal López de Arriarán) y siete de sus hombres (Juan de Araviana, Juan Pérez, Machín de Vergara, Martín Pérez de Alzaga, Ojer de Hernani, Pedro de Alegría, Pedro de Arrecia). Además, en algunos de los actos de posesión su procurador fue Domingo de Lezcano, sin duda familiar de su compañero en la guarda del Estrecho, Juan de Lazcano. Éste también se asentó en Málaga y lo hizo en unión de algunos de sus hombres (Ochoa de Alday y Ochoa de Cariaga). Pero la época dorada del corso y piratería vasca fueron los siglos XVI y XVII.

ATAQUE DE EMBARCACIÓN CORSARIA

24/05/2021

Nuevas Historias de corsarios vascos, por José Antonio Azpiazu


NUEVAS HISTORIAS DE CORSARIOS VASCOS

Nuevas Historias de corsarios vascos. Biografías y vivencias
José Antonio Azpiazu, Editorial Aterpea (2005)

El historiador y antropólogo legazpiarra José Antonio Azpiazu se ha especializado en publicaciones sobre la historia y las formas de vida en Euskal Herria en los primeros siglos de la Edad Moderna. En este libr reúne a los grandes nombres de la piratería vasca, mostrando la verdadera vida de corsarios como Juanot de Villaviciosa, Pedro de Aguirre alias Campanario, Juan de Erauso, etc. Este libro completa el trabajo sobre el mundo del corso vasco que el autor inició con Historias de corsarios vascos, con gran éxito de público y crítica.

Su intención es exponer aspectos del pasado poco comunes o estudiados para un público no experto y haciéndolo con el rigor científico que acompaña a todas sus investigaciones. Ha publicado infinidad de artículos en revistas especializadas, ha colaborado en la elaboración de algunas monografías, así como ha publicado diversos libros propios sobre etnografía, industria naval y armera, armadas e infanterías, piratería y corso, etc.

Colaboraciones:
- Ferrerías en Legazpi, 1980
- Antonio de Gaztañeta 1656-1728, 1992
- Balleneros vascos en el siglo XVII, 1992

Libros:
- Sociedad y vida social vasca en el siglo XVI, Mercaderes guipuzcoanos, 1990
- Mujeres vascas, sumisión y poder, 1995
- Esclavos y traficantes: Historias ocultas del País Vasco, 1998
- Historia de un rapto, 1999
- El acero de Mondragón en la época de Garibay, 1999
- Un mercader en el reino de Felipe II: el eibarrés Martín López de Isasi, 1999
- Balleneros vascos en el Cantábrico, 2000
- Picas vascas en Flandes, 2002
- Historias de corsarios vascos, 2004
- Nuevas historias de corsarios vascos, 2005
- La historia desconocida del lino vasco, 2006
- La empresa vasca de Terranova, 2008
- Euskal burdinoletako bizimodua / La vida en las ferrerías vascas, 2009
- Azpeitia: industria eta merkataritza, XVI-XVIII mendeak, 2010
- Cuchillería y tijerería de Bergara en la Edad Moderna, 2010

07/12/2020

Historia de corsarios vascos, por José Antonio Azpiazu


HISTORIA DE CORSARIOS VASCOS

Historia de Corsarios vascos. Entre el Comercio y la Piratería
José Antonio Azpiazu Elorza, Editorial Donostia TTartalo (2004), 194 páginas

El mundo corsario de Euskal Herria vivió su apogeo durante los siglos XVI y XVII, hasta el punto de que para muchas villas costeras la piratería llegó a ser una forma de vida, al tiempo que los marineros vascos navegaban bajo diferentes banderas. Además, los avatares del corso quedaban reflejados en el conjunto de la sociedad vasca, aunque de formas diferentes según la intensidad y periodicidad con que afectaban a las distintas poblaciones.

Tal vez por ello, sorprende el hecho de que miles de valerosos marineros embarcados en centenares de veleros operando en todos los mares del globo durante varios siglos hayan podido caer en el más completo olvido.

Historias de Corsarios vascos es el fruto de una ardua tarea de investigación y selección llevada a cabo por José Antonio Azpiazu. Mediante anécdotas, datos y noticias, el historiador oñatiarra nos desvela un mundo apasionante, fascinante y, por qué negarlo, incluso novelesco. Pero este mundo de carácter fronterizo, debido a que se mueve en tierra de nadie, caracterizado por cierta tendencia a evadir las normas, en manera alguna es irreal o inventado. Ha estado muy presente entre nosotros.

ÍNDICE
1. La imagen de los corsarios
2. Lo que se ha escrito sobre el corso vasco
3. Corsarios vascos en la Edad Media
4. El escenario vasco
5. La incertidumbre que gobierna el mar
6. El Bidasoa, un escenario apropiado
7. Trampas, amagos y artimañas del corso
8. Todos contra todos: La ley del más fuerte
9. Novelesco episodio de enfrentamiento entre franceses
10. Rozando las fronteras de la piratería
11. Las sutiles fronteras entre política, corso y negocios
12. Miserias del corso y desastres del mar
13. La participación de la mujer
14. Corsarios y guerra con Francia (1550-1560)
15. Terranova y el corso vasco
16. El corso en torno a 1588
17. El conflicto entre Gipuzkoa y Bizkaia: Corso versus comercio
18. Un período conflictivo en torno a la invasión de Hondarribia (1638)
19. Los protagonistas del corso en el siglo XVII: Arssu, Zuzuarregui, Beróiz
20. Hondarribia, una comunidad abocada al corso