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02/08/2023

Incorporación de la Capitanía general de Guipúzcoa a la defensa fronteriza de España


Fue durante el reinado de los Reyes Católicos cuando realmente comenzó a existir una autoridad militar en Guipúzcoa. En el siglo XVI ya existía una Capitanía General, con sede en Fuenterrabía y normalmente adscrita al virreinato de Navarra, pues su virrey solía tener también el título de capitán general de Guipúzcoa.

Una vinculación que se consolidó a partir de 1517, cuando el virrey navarro Vespasiano Gonzaga Colonna consiguió el título de capitán general de Guipúzcoa y, aunque posteriormente, hubo capitanes generales independientes (como García de Arce, en 1579, y Hernando Hurtado de Mendoza, en 1598) la Capitanía General guipuzcoana dependía del virreinato navarro. Desde la época de Juan de Cardona (1598), en Fuenterrabía quedó un teniente del capitán general, con el disgusto de las Juntas Generales de Guipúzcoa, que deseaban deshacer la vinculación de ambos cargos. Esto último se consiguió en 1638, cuando el duque de Ciudad Real fue nombrado capitán general independiente del virrey. Si bien en 1644 el conde de Oropesa los reunió durante dos años y en 1646, con la elección de Juan de Garay como capitán general, ambos cargos se volvieron a separar.

PLAZA FUERTE DE FUENTERRABÍA

En el plano militar, los hombres que Guipúzcoa podía levantar para su defensa, unos 10.000. Estos efectivos no estaban asignados ni repartidos, pues salvo los de Fuenterrabía y los de los puertos de mar que debían guardarse, acudían a la llamada desde los demás lugares y lo hacían sin recibir remuneraciones de Castilla. Como la tierra era pobre, la llamada militar resultaba onerosa para las haciendas de los afectados, por lo que sólo se recurría a Guipúzcoa en casos extremos.

Según el historiador Gallastegui:
"Casi todos (en Guipúzcoa) pueden salir con arcabuces y picas. Ningún lugar está con distancia señalada para socorro de otro. Todos tienen igual obligación a la asistencia del que tuviera más peligro. Sólo los que están más cerca del paso de Behovia, que son Irún (con 450 hombres), Oyarzun (con 600), Hernani (con 200) y Rentería y Astigarraga (con 200 cada una) acuden primero a él, ya que como están siempre sobre sus armas, llegan al repique de una campana…
Los alcaldes de cada villa guipuzcoana son capitanes a guerra en cada ocasión, y se gobiernan por un coronel elegido, ordinariamente, entre un gran soldado o un gran señor."

CASTILLO DE CARLOS V Y MURALLA DE FUENTERRABÍA

La sede de la máxima autoridad militar en Guipúzcoa era Fuenterrabía, situada en la misma frontera. Esta villa amurallada fue siempre un punto caliente en las relaciones bélicas hispano-francesas, tanto en el siglo XVI como en el XVII. En principio, su posición geográfica le proporcionaba ciertas garantías defensivas, ya que por una parte la rodea el mar y no se puede batir desde allí; por el lado oriental, el más próximo a la frontera, la abraza el río Bidasoa, que convierte aquella zona en un lodazal, que la pone a salvo de cualquier ataque por ahí, y por el sur, la existencia de pantanos y juncales que en bajamar quedan en seco, hace pensar en la conveniencia de alguna obra como refuerzo defensivo.

Por el otro lado, tres baluartes, más bien pequeños, constituyen el nervio de la defensa. El denominado baluarte de la Magdalena> se puede batir con facilidad desde una colina próxima. No ocurre lo mismo con el baluarte de Santa Engracia, de sólidas murallas. Y, el levantado baluarte del cabo de Higuer, a dos tercios de la lengua de la villa, con capacidad para 20 soldados, era considerado como el freno de cualquier peligro que pudiera llegar por mar.

PLAZA FUERTE DE FUENTERRABÍA

Constituían la guarnición de la plaza varios centenares de hombres, que sufrían los flujos de las circunstancias y de las disponibilidades de la hacienda regia. A principios del siglo XVII, los efectivos de las 4 compañías allí destinadas no superaban los 400 individuos, pero había sobrada disponibilidad de armas, como sucedía también en San Sebastián.

Esta fue una situación que se mantuvo en términos parecidos hasta que en 1620, como consecuencia del estallidos de la Guerra de los Treinta Años, se la reforzó con 3 compañías que en total suponían 166 hombres, y cuando estalló la Guerra con Francia en 1635, la preocupación de Madrid no decayó, elevando algo las cifras de los hombres (sobre los 600) y procurando que estuviera bien avituallada en víveres y municiones.

BALUARTES DEL CASTILLO DE LA MOTA

Por lo que a San Sebastián se refiere, desde tiempos de Sancho III el Mayor, tenía una muralla defensiva y desde el siglo XIII ya consolidó para que pudiera resistir las nuevas posibilidades de la artillería. El ingeniero Villaturiel proyectó cerrar el monte de manera que el puerto quedase protegido y los franceses no pudiesen llegar por mar en caso de guerra. En el siglo XVII, empezó la fortificación del monte Urgull con vistas a fundamentar la defensa en una ciudadela que protegiera el puerto y la ciudad y ella a su vez lo fuera desde el castillo.

La guarnición de San Sebastián a principios del siglo XVII estaba constituida por unos 350 hombres a las órdenes de 4 capitanes, a los que hay que sumar los 40 que constituían la guarnición del castillo de La Mota y los artilleros que compartían con Fuenterrabía, que eran un total de 79. Las armas existentes no eran escasas y, particularmente, La Mota tenía armamento suficiente y en buen estado, tanto las piezas de artillería como las armas de fuego portátiles e individuales.

PLAZA FUERTE DE SAN SEBASTIÁN, SIGLO XIX

Por otra parte, los virreyes navarros siempre tuvieron muy presente en sus planes militares a San Sebastián para la ejecución de las diferentes obras de fortificación proyectadas. Pensaban que si el enemigo conquistaba esta ciudad, podría saquearla impunemente o conservarla, y perdida ella, se perdería también el puerto de Pasajes, sus instalaciones artilleras y las de Rentería. La misma Fuenterrabía acusaría el hecho, pues su abastecimiento se veía afectado por la presencia del enemigo en esos lugares.

Pero hasta el estallido de la guerra no se advertiría ningún cambio significativo. En el inicio del siglo XVII, la guarnición de San Sebastián se mantuvo en torno a los 350 hombres más o menos. Cuando la Guerra de los Treinta Años se iniciaba, los planes de Madrid proyectaban elevar a 1.000 hombres la guarnición de San Sebastián y Fuenterrabía, de la que aquella se llevaba la peor parte: 887 plazas para las compañías allí destinadas y 51 para La Mota.

PLANO DEL CASTILLO DE LA MOTA

20/03/2022

Guipúzcoa frontera terrestre y defensa litoral


Desde el primer momento de la Modernidad, Guipúzcoa asumió su colaboración en la defensa en función del auxilium regio, que obligaba a cualquier súbdito a ayudar a su rey y que Guipúzcoa supo utilizar para delimitar las capacidades de su gobierno, afirmando sus derechos y usos en relación estrecha con los servicios militares al rey dentro de unas competencias que adquirió la Provincia guipuzcoana en este terreno desde la Baja Edad Media y que se incluyeron en la recopilaciones de privilegios y ordenanzas de 1583 y 1696.

En realidad, el servicio militar al rey se entendía como un "deber político", unido al contexto medieval de servir como vasallos y al principio de la hidalguía universal, que afectaba a los descendientes de las casas solariegas autóctonas y que les obligaba a cumplir sin excusas con las obligaciones y compromisos militares propios del estamento privilegiado al que por su condición de hidalgos pertenecían. Sobre esas premisas se sitúa el esfuerzo militar guipuzcoano, que como es lógico tuvo momentos de particular intensidad.

Según el historiador Trucuelo García:
"Guipúzcoa estuvo, en especial en el siglo XVII, en continua situación de prevención de armas y de alerta ante la amenaza de invasión, lo que exigió un gran esfuerzo militar a sus naturales y permitió a la Provincia la continua revalidación de su lealtad y fidelidad al monarca a través de la incesante aportación de servicios en defensa de su territorio y de la integridad del propio Reino."
"Precisamente, el cumplimiento de esta obligación contractual de prestar auxilio militar fue determinante para Guipúzcoa pudiera definir, concretar y conservar sus prerrogativas de autogobierno en este ámbito y que éstas fueran expresamente reconocidas e incrementadas por el monarca (confirmando privilegios y protegiendo las costumbres, en reciprocidad a los servicios prestados, como se deriva de las propias relaciones de fidelidad), en un marco en el que el poder real tendía a acrecentarse y a destacar su carácter preeminente sobre el resto de poderes del agregado político del Reino."

MAPA HISTÓRICO DE GUIPÚZCOA

Ello dio lugar a un "reparto" de la responsabilidad militar entre el capitán general y la Provincia. Ante ella, la Diputación o ante la Junta General o Particular presentaba el capitán general designado por el rey su título de tal, que era aceptado sin dificultad y se comprometía a respetar sus atribuciones. Este militar mandaba en las fuerzas costeadas por la Corona de las plazas fuertes de San Sebastián, Fuenterrabía y demás presidios del territorio. Salvo cuando la Capitanía General estuvo unida al Virreinato navarro (con sede en Pamplona), el capitán general residía en Fuenterrabía hasta que en 1646 el general Juan de Garay la trasladó a San Sebastián. A través de esta autoridad, el Consejo de Guerra mantenía el control de unas guarniciones costeadas por la Corona cuyos componentes se alojaban en los presidios para evitar los problemas de convivencia con el vecindario, lo cual fue muy beneficioso para Guipúzcoa, ya que los únicos problemas que tuvo con las tropas reales fueron los que se derivaban de los tránsitos de tropas, lo cual fue una carga pesada por la posición estratégica del territorio.

Por su parte, la Provincia, gobernada por unas Juntas Generales, articulada por las corporaciones locales y con funciones militares, estaba capacitada para reclutar y organizar milicias provinciales defensivas y para negarse a hacer levas para los ejércitos reales sin mediar una petición real y previo pago del sueldo acordado. Es más, respecto a las tropas reales que transitaban por el territorio, la Provincia estaba facultada para designar unos comisarios que las acompañaran hasta salir de él. Los comisarios de tránsitos o comisario general tendrán una intensa actividad entre 1635 y 1641, consecuencia lógica de la guerra con Francia. La defensa de su propio territorio de invasiones extranjeras era una obligación que todos los guipuzcoanos aceptaban y constituía el medio principal de contribuir a los gastos defensivos de la Corona.

Pero, a pesar de que las competencias en ambos ámbitos estaban definidas, como en otros sitios también en Guipúzcoa hubo desacuerdos entre ellos, pues a las pretensiones del capitán general de extender su autoridad a las tropas milicianas, la Provincia replicaba reivindicando ante el rey el respeto al procedimiento establecido, es decir, por un lado, reclamando la capacidad de la coronelía para actuar sin dependencia de la autoridad del capitán general en el caso de la defensa del territorio propio, y por otro lado, que procediera el aviso, o sea, no ordenado, sino solicitando al rey o su delegado un servicio voluntario que la Provincia concedía. Este tipo de conflictos fue especialmente violento y frecuente con el capitán general Juan de Velázquez, a fines del siglo XVI.

García Truchuelo:
"Los problemas surgieron de varias cédulas del Consejo de Guerra, defensor a ultranza de la autoridad de sus generales, por las que los alcaldes ordinarios estaban obligados a cumplir las órdenes del capitán general en las levas de marinería; mientras el general ordenaba a los alcaldes guipuzcoanos la realización de las levas, encargaba a los vizcaínos los mismos reclutamientos. Esta sutil diferencia fue rápidamente contestada por Guipúzcoa ya que se minusvaloraba la autoridad de sus alcaldes ordinarios con relación a los de Bizkaia."

GUIPÚZCOA EN LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS

El rey vino a zanjar la polémica recomendando al militar el empleo del aviso. Era una decisión esperada, ya que con la concesión de privilegios y responsabilidades a la Provincia en el terreno defensivo podía liberarse de los altos costos que entrañaba el mantenimiento de una fuerza permanente y numerosa en aquel territorio.

Acudir a la llamada de las armas era una obligación aceptada sin discusión entre la población civil y afectaba a los varones naturales (incluidos los parientes mayores y menores, y los miembros de las órdenes militares) de entre 17 y 60 años de edad, que debían alistarse en caso de llamamiento de la Provincia o de los alcaldes ordinarios bajo la bandera de su villa o lugar. En consecuencia, el sistema hacía recaer sobre las corporaciones locales el peso del esfuerzo defensivo, pues ellas eran las que organizaban las milicias, nombraban a sus mandos, mantenían la disciplina y se ocupaban de su abastecimiento. Por encima de las corporaciones locales estaba la Provincia, que al recibir los avisos de la leva y armamento se reunía en asamblea plenaria (Junta General) o en una asamblea extraordinaria convocada específicamente para ello (Junta Particular) para adoptar las prevenciones oportunas.

La Provincia vio cómo su papel se fue reforzando a través de la Diputación de Guerra. Fue un reforzamiento no exento de tensiones y choques con los concejos, pero que se consiguió ejerciendo una supervisión sobre las milicias (lo que en el siglo XVII se denominaba la coronelía), de las que ella nombraba el cargo de coronel y sargento mayor.

El cargo de coronel era de especial relevancia, siendo designados para ocuparlo miembros de las familias más relevantes de la provincia, que habían conseguido un gran prestigio tanto en la propia Guipúzcoa como por sus servicios, particularmente militares, en Castilla. De hecho, en el siglo XVI recibieron este nombramiento individuos de las casas que en el medievo se habían denominado parientes mayores y que para entonces ya estaban plenamente situados en la oligarquía guipuzcoana y, por matrimonio, en la nobleza cortesana castellana. Además, los sargentos mayores también eran, por lo general, naturales de la provincia que se habían distinguido servicios militares y también nacidos en linajes distinguidos.

Los concejos eran quienes nombraban los mandos de las milicias concejiles y se dio una clara relación entre los que ocupaban los puestos concejiles y mandaban las milicias, pues la misma oligarquía que dirigía la vida municipal en tiempos de paz era la que dirigía la milicia llegada la levantada militar.

En los reclutamientos, la Provincia se resistía a dar por anticipado el número de hombres a aportar, alegando las dificultades que tenía por haber hombres faenando en el mar y trabajando en ferrerías. Indeterminación que posibilitó su rechazo en algunos momentos a las cantidades de hombres que le solicitaban y su preferencia por ordenar una levantada general y una vez efectuada notificar el número de naturales movilizado. En estos casos precedía así: la Provincia reunida en su Junta provincial o regional realizaba el llamamiento a la movilización fijando el número de soldados que debían reunirse y encargaba a cada localidad el reclutamiento de sus vecinos; el alcalde ordinario del lugar se encargaba de dirigir la leva, preparar armas y vituallas, realizar los alardes y supervisar el adiestramiento de los hombres de la milicia, de la que era capitán.

ALARDE DE IRÚN

Las condiciones a que debían ceñirse los alistamientos estaban contenidas en orden emitida por la Junta Particular reunida en Tolosa, el 25 de enero de 1559. Pero algunas corporaciones locales mostraron en ocasiones su disconformidad con la organización militar de la Provincia, llegando a provocar la intervención real como mediadora. Otra serie de dificultades se derivó de las protestas de las aldeas, que no cuestionaban su aportación humana y participar en los alardes, pero se quejaban de tener que trasladarse para hacerlos a las cabezas jurisdiccionales, solicitando hacerlos en sus respectivos lugares. Fueron unas demandas que se acentuaron en el siglo XVI con la esperanza que tenían las aldeas de escapar a la jurisdicción de las grandes villas. Algunas aldeas consiguieron ejecutorias reales dispensándolas de acudir a esos alardes si no estaban ordenados por la Provincia o el rey, lo que no impidió que la tensión siguiera aumentando, dirimiéndose las diferencias ante el corregidor y los tribunales reales, disminuyendo la conflictividad a partir de 1615, cuando bastantes aldeas vieron cumplidos sus deseos segregacionistas de las grandes ciudades por compra de los títulos de villazgo.

Por otra parte, la autoría de la Provincia fue muy cuestionada a fines del siglo XVI, cuando bastantes hidalgos y caballeros trataron de eximirse de la obligatoriedad de acudir a los llamamientos generales. No pocos de ellos intentaban levantar compañías a su costa y beneficiarse de las contraprestaciones (por lo general, rangos militares y los hombres correspondientes) que ofrecían los agentes reclutadores a aquellos que presentaban hombres y ofrecían dinero al servicio real. Con el apoyo del Consejo de Guerra, muchos de los agentes reclutadores (que pertenecían a las familias más linajudas de las comunidades locales) querían la confirmación de las exenciones de servicio en la milicia local para convertirla en un medio de diferenciación social, pese a la oposición de la Provincia, que veía en este proceder una forma de limitar sus capacidades y cuestionar el principio de hidalguía universal.

La guerra contra Francia en el contexto de la Guerra de los Treinta Años acabó con la milicia guipuzcoana dedicada exclusivamente a la defensa de su territorio, ante la presión de la Corte, cuyas necesidades militares se incrementaron, haciendo que Olivares elevara las exigencias de la Corona y ampliara las facultades del capitán general, de forma que la violación de las libertades y facultades de las corporaciones locales fue cada vez más frecuente e intensa, sobre todo a partir de 1639, y ello dio ligar a frecuentes tensiones con el monarca, que en tales situaciones invocaba la necessitas, es decir, su potestad para pedir auxilio a sus súbditos en caso de peligro, alegando que esas demandas estaban directamente relacionadas con la defensa del territorio: con tal proceder, entre 1636 y 1638 unos 11.700 guipuzcoanos fueron movilizados para defender a la Provincia y para actuar en el exterior.

BANDERA DEL TERCIO ZUMALACARREGUI DE GUIPÚZCOA

20/12/2021

Levas guipuzcoanas para la Monarquía hispánica


Los servicios militares que los tercios de la provincia de Guipúzcoa han realizado en favor del Imperio de la Monarquía hispánica durante los siglos XVI, XVII y XVIII.

1512. Batalla de Belate: Unos 3.500 guipuzcoanos armados en Tercios salieron a cortar el paso al Ejército franco-navarro en retirada tras la caída del cerco de Pamplona. Fueron derrotados en el monte Belate y 12 cañones de artillería fueron requisados como botín de guerra.

1516. Socorro de San Juan: Unos 2.500 infantes guipuzcoanos asistieron con diligencia al auxilio de la fortaleza de San Juan de Pie de Puerto, que estaba siendo amenazada por el Ejército francés.

1521. Batalla de Noain: Unos 3.500 guipuzcoanos armados repartidos en 24 compañías y al mando de su coronel Juan Manrique de Lara y el maestre de campo Juan Pérez de Anciondo, tomaron parte en la batalla de Noain contra el Ejército francés, el cual había efectuado una invasión en el Reino de Navarra.

1524. Sitio de Fuenterrabía: Unos 2.000 guipuzcoanos fueron liderados por su coronel Juan Ortiz de Gamboa para la recuperación de la plaza fuerte de Fuenterrabía, que había sido ocupada por los franceses.

1542. Guerra contra Francia: Unos 3.000 efectivos fueron reunidos mediante levas militares de la provincia y al mando de su coronel Felipe de Lazcano fueron puestos a disposición del virrey de Navarra para efectuar una incursión militar en la tierra franco-navarra de Labort.

1558. Saqueo de San Juan: Unos 3.500 guipuzcoanos participaron en la expedición militar de saqueo de la villa y del puerto francés de San Juan de Luz, nido de piratas y corsarios que ya habían mermado el comercio marítimo vascongado. Posteriormente, se estableció una leva provincial a consecuencia de haberse acercado a la frontera tropas francesas.

ROCROY, EL ULTIMO TERCIO, POR VICENTE FERRER-DALMAU

1579. Leva provincial: Unos efectivos de parecido número a los anteriores fueron organizados en la prevención y defensa a consecuencia de haberse aproximado a la frontera numerosas fuerzas del Ejército francés.

1597. Leva provincial: Unos 3.000 guipuzcoanos fueron reunidos y armados en leva militar provincial para la defensa de la villa de Irún y plaza de Fuenterrabía.

1625. Leva provincial: Unos 4.000 guipuzcoanos fueron reunidos y armados en leva militar y acantonados en la frontera francesa, en la misma Irún, durante cincuenta días. Existían sospechas de invasión francesa durante el curso de la Guerra de los Treinta Años.

1631. Viaje real a Flandes: Unos 400 marinos guipuzcoanos acompañaron al infante cardenal en el viaje que hizo a Flandes.

1632. Guerra con Francia: Varios miles de guipuzcoanos fueron armados con motivo de la Guerra con Francia, con asistencia de una parte de ella a los muros de la plaza de Fuenterrabía.

1636. Expedición a Bayona: 4.000 infantes guipuzcoanos fueron reunidos en armamento general de la provincia al mando de su coronel Diego de Sarmiento, para lanzar una expedición a la tierra francesa de Labort hasta llegar a Bayona.

1638 y 1639. Sitio de Fuenterrabía: Varios miles de guipuzcoanos fueron armados por la provincia a consecuencia de la invasión del Ejército francés, que asedio de la plaza de Fuenterrabía, y posterior resguardo de la frontera.

EL CAMINO ESPAÑOL, POR VICENTE FERRER-DALMAU

1667. Guerra con Francia: Unos 300 guipuzcoanos armados fueron reunidos en la plaza fuerte de Fuenterrabía para su defensa con motivo de la declaración de guerra con Francia y sucesiva ruptura de hostilidades.

1674. Leva provincial: Unos 600 guipuzcoanos se organizaron para el resguardo de la frontera y defensa de Fuenterrabía.

1700. Guerra de Sucesión: Unos 400 guipuzcoanos se armaron y acantonaron en la plaza fuerte de Fuenterrabía para su defensa, por temor de invasión francesa.

1719. Guerra de la Cuádruple Alianza: Unos 5.000 guipuzcoanos armados son levantados para la defensa de la provincia, a consecuencia de la entrada del Ejército francés al mando del mariscal duque de Berwik.

1793. Guerra de la Convención: Unos 4.600 guipuzcoanos fueron armados por la provincia y liderados por el coronel marqués de Santa Cruz, con motivo de la guerra contra la convención francesa, que entraron en territorio de aquella república.

09/11/2020

Vinculación de la Capitanía general de Guipúzcoa al Virreinato de Navarra


La relación de los conflictos jurisdiccionales entre los capitanes generales de Navarra y la Provincia guipuzcoana, sobre todo en el ámbito judicial, decidió resolverlos el rey Felipe II vinculando el cargo de capitán general de Guipúzcoa al de virrey de Navarra, que también era capitán general de este reino. Y así, en 1572, en Vespasiano Gonzaga de Colona recayeron ambos cargos, designación bien aceptada por la Provincia. El rey dejó como delegados en Fuenterrabía un teniente de capitán general y un alcaide de la fortaleza de esa plaza que fueron quienes suscitaron los escasos conflictos de competencias que se plantearon en los primeros años.

Sin embargo, las tensiones continuaron y no se refirieron sólo a las derivaciones de la ausencia del capitán general, sino que se extendieron al terreno económico y otras de mayor alcance potencial, como el intento de fragmentar territorialmente la provincia protagonizando en 1577 por unos vecinos de Rentería, valle de Oyarzun y la villa de Fuenterrabía de separase de la Hermandad de Guipúzcoa. Al plan se opusieron San Sebastián y las villas mayores, y al no ser apoyado por todas las corporaciones implicadas no prosperó, pero puso en evidencia las diferencias de intereses reinantes.

VESPESIANO GONZAGA DE COLOMA Y EL VIRREINATO DE NAVARRA

La reiteración de solicitudes de la provincia de que se separaran los cargos de capitán general y virrey dio fruto en 1579. Año en que precisamente comenzaba una intensa actividad en la frontera guipuzcoana por los movimientos de tropas francesas y desde entonces hasta 1590 las relaciones entre las autoridades militares y la provincia fueron bastante cómodas y menos conflictivas, un clima que cambió con la llegada a la capitanía general de Juan Velázquez, donde permaneció hasta 1598, en donde se reprodujeron las alarmas fronterizas y no faltaron problemas de relación entre las autoridades de los dos ámbitos.

El siglo XVII se inició de nuevo con la unión de los cargos de capitán general y virrey navarro, que salvo breves períodos se mantuvo hasta 1662, pese a las peticiones de separación formuladas por la Provincia. Las designaciones de estos cargos eran facultad reconocida del soberano y estaban motivadas por el deseo de afrontar en las mejores condiciones la guerra y su incidencia en el territorio de Guipúzcoa, que desde 1635 se agravó como consecuencia de la declaración de guerra francesa. Fueron años en que la provincia negoció con Felipe IV para la salvaguardia de sus atribuciones militares, que consiguió en sucesivas cédulas reales que constituyeron el cuaderno foral de 1696:
"La conservación de estas antiguas libertades, plasmadas en el nombramiento de los coroneles y el gobierno de sus propias tropas, estaban sustentadas en el propio pacto de sujeción a la superior autoridad del monarca, que veía así limitada su potestas por estos condicionamientos. Las relaciones de fidelidad seguían estando presentes, pero en esta doctrina, ahora ya foral, estas relaciones políticas ante ambos poderes, aunque reconocidos desiguales, se sustentaban en los vínculos de sujeción directa de la entidad provincial al poder emanado de la figura del monarca y no al de sus delegados, como sucedió igualmente en otros ámbitos del gobierno."
SIERRA DE ARALAR

09/04/2020

Efectivos de la Capitanía General de Guipúzcoa


Durante el reinado de los Reyes Católicos comenzó a existir una autoridad militar en Guipúzcoa, y ya en el siglo XVI existía una capitanía general, con sede en Fuenterrabía y normalmente adscrita al virreinato de Navarra, pues su virrey solía tener también el título de capitán general de Guipúzcoa.

Una vinculación que se consolidó a partir de 1517, cuando el virrey navarro Vespasiano Gonzaga Colonna consiguió el título de capitán general de Guipúzcoa y, aunque posteriormente, hay capitanes generales independientes (como García de Arce, en 1579, y Hernando Hurtado de Mendoza, en 1598) la Capitanía General dependía del virreinato navarro.

Desde la época de Juan de Cardona (1598), en Fuenterrabía quedó un teniente del capitán general, con el disgusto de las Juntas Generales de Guipúzcoa que deseaban deshacer la vinculación de ambos cargos. Esta petición fue conseguida en 1638, cuando el duque de Ciudad Real fue nombrado capitán general independiente del virrey, si bien en 1644 el conde de Oropesa los reunió durante dos años y en 1646, con la elección de Juan de Garay como capitán general, ambos cargos se volvieron a separar.

vespesiano gonzaga colonna virrey navarra guipúzcoa capitanía
VESPESIANO GONZAGA COLONNA

En el plano militar, los hombres que Guipúzcoa podía levantar para su defensa (unos 10.000) no estaban asignados ni repartidos, pues salvo los de Fuenterrabía y los de los puertos de mar que debían guardarse, acudían a la llamada desde los demás lugares y lo hacían sin recibir remuneraciones de Castilla. Como la tierra era pobre, la llamada militar resultaba onerosa para las haciendas de los afectados, por lo que sólo se recurría a Guipúzcoa en casos extremos.

Según Gallastegui:
"Casi todos (en Guipúzcoa) pueden salir con arcabuces y picas. Ningún lugar está con distancia señalada para socorro de otro. Todos tienen igual obligación a la asistencia del que tuviera más peligro. Sólo los que están más cerca del paso de Behovia, que son Irún (con 450 hombres), Oyarzun (con 600), Hernani (con 200) y Rentería y Astigarraga (con 200 cada una) acuden primero a él, ya que como están siempre sobre sus armas, llegan al repique de una campana…
Los alcaldes de cada villa guipuzcoana son capitanes a guerra en cada ocasión, y se gobiernan por una coronel elegido, ordinariamente, entre un gran soldado o un gran señor."

La sede de la máxima autoridad militar en Guipúzcoa, Fuenterrabía, situada en la misma frontera, prácticamente, fue siempre un punto caliente en las relaciones bélicas hispano-francesas, tanto en el siglo XVI como en el XVII. En principio, su posición geográfica le proporcionaba ciertas garantías defensivas, ya que por una parte la rodea el mar y no se puede batir desde allí; por el lado oriental, el más próximo a la frontera, la abraza el río Bidasoa, que convierte aquella zona en un lodazal, que la pone a salvo de cualquier ataque por ahí, y por el sur, la existencia de pantanos y juncales que en bajamar quedan en seco, hace pensar en la conveniencia de alguna obra como refuerzo defensivo.

Por el otro lado, tres baluartes, más bien pequeños, constituyen el nervio de la defensa. El denominado de la Magdalena se puede batir con facilidad desde una colina próxima, no ocurre lo mismo con el de Santa Engracia, de sólidas murallas; y el levantado en el cabo de Higuer, a dos tercios de la lengua de la villa, con capacidad para 20 soldados, era considerado como el freno de cualquier peligro que pudiera llegar por mar.

Constituían la guarnición de la plaza varios centenares de hombres, que sufrían los flujos de las circunstancias y de las disponibilidades de la hacienda regia. A principios del siglo XVII, los efectivos de las cuatro compañías allí destinadas no superaban los 400 individuos, pero había sobrada disponibilidad de armas, como sucedía también en San Sebastián.

Una situación que se mantuvo en términos parecidos hasta que en 1620, como consecuencia del estallidos de la Guerra de los Treinta Años, se la reforzó con tres compañías que en total suponían 166 hombres, y cuando estalló la Guerra con Francia de 1635, la preocupación de la Corte no decayó y mantuvo los efectivos, elevando algo las cifras de los hombres (sobre los 600) y procurando que estuviera bien avituallada en víveres y municiones.

fuenterrabía hondarribia medieval muralla castillo dibujo
FUENTERRABÍA, FINALES DEL SIGLO XV

Por lo que a San Sebastián se refiere, desde tiempos de Sancho III el Mayor, tenía una muralla defensiva y desde el siglo XIII ya consolidó para que pudiera resistir las nuevas posibilidades de la artillería. El ingeniero Villaturiel proyectó cerrar el monte de manera que el puerto quedase protegido y los franceses no puedan llegar por mar en caso de guerra. En el siglo XVII, comenzó la fortificación del monte Urgull con vistas a fundamentar la defensa en una ciudadela que protegiera el puerto y la ciudad y ella a su vez lo fuera desde el castillo.

La guarnición de San Sebastián a principios del siglo XVII estaba constituida por unos 350 hombres a las órdenes de cuatro capitanes, a los que hay que sumar los 40 que constituían la guarnición del castillo de La Mota y los artilleros que compartían con Fuenterrabía, que eran un total de 79. Las armas existentes no eran escasas y, particularmente, La Mota tenía armamento suficiente y en buen estado, tanto las piezas de artillería como las armas de fuego portátiles e individuales.

Por su parte, los virreyes navarros siempre tuvieron muy presente en sus planes militares a San Sebastián y la puesta en marcha de las diferentes obras de fortificación proyectadas, ya que pensaban que si el enemigo la conquistaba, podría saquearla impunemente o conservarla, y perdida ella, se perdería también el puerto de Pasajes, sus instalaciones artilleras y las de Rentería. La misma Fuenterrabía acusaría el hecho, pues su abastecimiento se veía afectado por la presencia del enemigo en esos lugares.

Pero hasta el estallido de la guerra no se advertiría ningún cambio significativo. En el inicio del siglo XVII, la guarnición de San Sebastián se mantuvo en torno a los 350 hombres más o menos. Cuando la Guerra de los Treinta Años se iniciaba, los planes de Madrid proyectaban elevar a 1.000 hombres la guarnición de San Sebastián y Fuenterrabía, de la que aquella se llevaba la peor parte: 887 plazas para las compañías allí destinadas y 51 para La Mota.

SAN SEBASTIÁN, SIGLO XVII

29/02/2020

Coronel de los Tercios de Guipúzcoa


El documento más antiguo que se encuentra de nombramiento de coronel de la gente de Guipúzcoa está fechado en 19 de junio de 1521. Al paso por Logroño, los capitanes de los tercios de Guipúzcoa reunidos en la iglesia de Santa María de la villa de la Guardia nombraron por coronel a Juan Manrique, hijo primogénito del duque de Nájera, y por maestre de campo a Juan Pérez de Anciondo, vecino de Tolosa, repostero de la reina. Este acto se verificó en escritura otorgada ante Martín de Otazu, escribano de esta última villa.

Se verificó por los capitanes de la provincia y no por los junteros debido a rapidez necesaria en la ejecución de un plan de socorro de la villa de Fuenterrabía, ya que no había tiempo suficiente para organizar una Junta general o particular para hacer el nombramiento.

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REAL TERCIO VASCONGADO

Años más tarde, el 3 de enero de 1524, la Junta particular reunida en San Sebastián nombró a Juan Ortiz de Gamboa, natural de Zarauz, coronel de los 2.000 hombres levantados para la recuperación de la plaza de Fuenterrabía ocupada por los franceses.

El historiador Esteban de Garibay lo escribió así:
"Aunque la Villa de Fuenterrabia era poseída de franceses, el castillo de Beovia habiéndole cobrado de su poder por la orden sobredicha, estaba por Alcaide el dicho Capitán Ochoa de Asua, con algunos soldados, los más de ellos jubilados por ser de edad. Los franceses, deseaban tomar a su poder el castillo de Beovia, porque además del daño y estorbo que en el Paso Real de Francia para estos reinos les causaba, sentía a aprobio, que teniendo ellos Fuente-rrabia, viese tornado a poder de los españoles media legua de aquella Villa esta fortaleza, guardada con tan poca gente, por la espalda y a favor que los naturales de Irún Uranzu, en cuyo distrito cae aquella fortaleza, les hacían."

En 1542, la provincia nombró a Felipe Lazcano por coronel de los 3.000 hombres que envió al ejército de Navarra para la entrada en Francia.

En 1557, eligió a Juan de Borja, señor de la casa solar de Loyola, por coronel de los tercios destinados a la batalla de San Juan de Luz.

En 1615, la Junta provincial nombró a Alonso de Idiáquez, duque de Ciudad Real, para el recibimiento del rey Felipe III.

En 1625, nombró a Martín de Aróstegui, para la defensa de la provincia amenazada por el ejército francés.

En 1631 a Diego de Isasi fue asignado para el mismo objeto y nuevamente en 1636 para la ocupación de los pueblos de Hendaya, Urruña y otros de Francia.

En 1639, a Martín de Arrese Girón, marqués de Casares, fue elegido por la Junta para la defensa de la frontera con Francia, y a Domingo de Isasi con igual objeto, en 1681.

En el siglo XVIII, no aparece más nombramiento de coronel que el del marqués de Valmediano, y por su impedimento del marqués de Santa Cruz, en 1794, con motivo de la Guerra de la Convención con la república francesa. En el XIX, tampoco ha ocurrido otro que el del conde de Villafranca de Gaytan, verificado en 1825 por la Diputación extraordinaria mediante delegación de las Juntas Generales.

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ALONSO DE IDIÁQUEZ BUTRÓN Y MÚGICA

20/11/2019

Asignación del coronel de los Tercios de Guipúzcoa


En 19 de Junio de 1521, los capitanes de los Reales Tercios de Guipúzcoa reunidos en la iglesia de Santa María de la villa de la Guardia, al paso para Logroño, nombraron por su coronel a Juan Manrique, hijo primogénito del duque de Nájera, y por maestre de Campo a Juan Pérez de Anciondo, vecino de Tolosa, repostero de la reina. Esta asignación se verificó en escritura otorgada ante Martín de Otazu, escribano de esta última villa, siendo el documento más antiguo que se encuentra de nombramiento de coronel de Guipúzcoa.

Se verificó por sus capitanes por la precipitación con que se pusieron en marcha al socorro de la ciudad Logroño, sin que la provincia hubiese tenido tiempo para congregarse en Junta general ni particular para hacer el nombramiento. Con igual certeza, Juan Ortiz de Gamboa, natural de Zarauz, mereció de la provincia congregada en San Sebastián en Junta particular, el día 3 de enero de 1524, el honor de ser nombrado coronel de los 2.000 hombres reunidos mediante leva para la recuperación de la plaza de Fuenterrabía, ocupada por los franceses.

El cronista Esteban de Garibay así lo escribió:
"Aunque la Villa de Fuenterrabia era poseída de franceses, el castillo de Beovia habiéndole cobrado de su poder por la orden sobredicha, estaba por Alcaide el dicho Capitán Ochoa de Asua, con algunos soldados, los más de ellos jubilados por ser de edad. Los franceses, deseaban tomar a su poder el castillo de Beovia, porque además del daño y estorbo que en el Paso Real de Francia para estos reinos les causaba, sentía a aprobio, que teniendo ellos Fuente-rrabia, viese tornado a poder de los españoles media legua de aquella Villa esta fortaleza, guardada con tan poca gente, por la espalda y a favor que los naturales de Irún Uranzu, en cuyo distrito cae aquella fortaleza, les hacían."
Estos dos nombramientos de coronel de los Tercios de Guipúzcoa fueron realizados en el marco de la Guerra con Francia como consecuencia de la anexión de Navarra a la Monarquía hispánica. En ambos casos los guipuzcoanos, al igual que los alaveses y los vizcaínos, defendieron la causa del emperador Carlos V.

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MAPA HISTÓRICO DE GUIPÚZCOA

Consta también que, en 1542, la provincia nombró a Felipe Lazcano por coronel de los 3.000 infantes armados; que envió al Ejército de Navarra para la entrada en Francia. Del mismo modo que en 1557 eligió a Juan de Borja y Castro, señor de la casa solar de Loyola, por coronel de los tercios destinados a la expedición de saqueo de San Juan de Luz. Nombró igualmente en 1615 a Alonso de Idiáquez, duque de Ciudad Real, para el recibimiento del rey Felipe III.

En 1625, se designó a Martín de Aróstegui para la defensa de la provincia amenazada por el Ejército francés, y en 1631 a Diego de Isasi para el mismo objetivo. En 1636, al mismo para la ocupación de los pueblos de Hendaya, Urruña y otros de Francia y en 1639 a Martín de Arrese Girón, marqués de Casares, para la defensa de la frontera. En 1681, a Domingo de Isasi con igual objeto.

No aparece en el siglo XVIII más nombramiento de coronel que el del marqués de Valmediano, y por su impedimento del marqués de Santa Cruz, en 1794, con motivo de la Guerra de la Convención francesa. En el XIX tampoco ha ocurrido otro que el del conde de Villafranca de Gaytan, verificado en 1825 por la Diputación extraordinaria mediante delegación de las Juntas generales.

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JUAN DE BORJA Y CASTRO

El derecho foral de la provincia para el nombramiento del coronel de su gente nunca le fue negado por el gobierno de los reyes de Castilla; y al contrario ha sido reconocido por él en algunas ocasiones, como se ve de los ejemplares siguientes:

- Una real orden dada por la reina gobernadora en 30 de abril de 1557 expresa la aprobación real del nombramiento de Juan de Borja de como caudillo, sino pide la elección de los capitanes de las milicias provinciales.

- Las reales cédulas de 13 de marzo y 22 de abril de 1636, determinan la forma en que el capitán general debía corresponderse con el coronel de la provincia, a quien llama "vuestro" coronel.

- Felipe IV en real cédula 19 de enero de 1656 exigió a la provincia, con motivo de los temores de guerra con Inglaterra, la organización defensiva de sus plazas fuertes y puertos de mar. Añadía que, siguiendo con lo acostumbrado, nombrase coronel de la gente que se hubiese de alistar, eligiendo para este puesto persona de toda su satisfacción que organizase las compañías de sus naturales.

- Carlos II en real cédula librada en 1 de febrero de 1682 ordenó a la provincia de formar Diputación a guerra, así como tratar cuestiones sobre la defensa fronteriza y el nombramiento de coronel y sargentos mayores de la gente.

- Carlos II en otra real orden de 6 de marzo de 1794 se pidió a la provincia que se hiciese la elección coronel a todos los efectos, conforme a lo prevenido por su fuero, en persona que fuese de su satisfacción. En cumplimiento de esta real resolución, la provincia nombró al marqués de Valmediano, dando conocimiento de ello al gobierno. Sin embargo, por otra real orden se le manifestó la desaprobación de tal persona en dicho cargo y la convocación de una nueva elección, por Real orden de 31 del mismo mes de marzo. Para el referido empleo de coronel de las compañías de sus naturales la Provincia eligió al marqués de Santa Cruz, que tampoco fue persona de su satisfacción real.

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ESTRUCTURAS DEFENSIVAS DE SAN SEBASTIÁN, SIGLO XVIII

La elección de coronel de los Tercios de Guipúzcoa comúnmente se ha hecho por la Junta general o particular de la provincia, y alguna vez que otra en virtud de su delegación por la Diputación. Para el ejercicio de sus funciones los así nombrados no han necesitado de confirmación de los monarcas, solamente del título que les ha solido expedir la provincia conforme al estilo común de la milicia. Esto no ha impedido el que la provincia, guardando la debida urbanidad y para conocimiento de las demás autoridades haya puesto en noticia del gobierno la elección que hubiese hecho.

Como la autoridad del coronel emanaba de la Provincia, su ejercicio dependía también de la misma, o de la Diputación que la representa; por más que en las operaciones de campaña que requieren unidad de acción y un centro de dirección, tenga que concurrir a la ejecución de las disposiciones del capitán general. Sin embargo, no debe corresponderse éste con la Provincia y su coronel por orden, sino por vía de aviso; práctica reconocida por una real cédula de 16 de septiembre de 1597, inserta en la recopilación foral.

Tal uso fue confirmado por otra real orden de 13 de marzo de 1636, en la cual entre otras cosas se dijo a la Provincia lo siguiente:
"Por las órdenes, que he mandado dar, tendréis entendido de la forma con que se ha de corresponder el Capitán general de esta Provincia con vos y vuestro Coronel y con la gente de ella, que ha de ser por vía de aviso y advertencia,..."
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MURALLA DEFENSIVA DE FUENTERRABÍA

Por otra de 22 de abril del mismo año, se manifestó el deseo real de conservar a la provincia las prerrogativas que tuviese en este particular, mandando que para el efecto se le presentasen los privilegios que tuviese. En real orden de 4 de abril de 1793, se manifestó igualmente a la Provincia que aunque el capitán general debía entenderse con ella por vía de aviso y advertimiento, y no por orden, como lo dispuso Felipe II y se había observado, pasasen al coronel los avisos de lo que había de obrar, y así lo ejecutase. Se prescribió la observancia de esta disposición por otra real orden de 12 de julio de 1799, con inserción de la anterior.

Tal era el sistema militar que rigió en Guipúzcoa mientras subsistió el armamento foral de tercios, en substitución del método de reemplazos del ejército vigente en las provincias del interior del reino. Por eso la provincia en sus representaciones dirigidas en diversos tiempos y ocasiones a los monarcas de Castilla dijo constantemente que el sistema de quintas era contrario a sus fueros, usos, costumbres y exenciones, en uno de sus puntos más fundamentales, más graves y más delicados.

01/10/2019

Derecho foral en la asignación del Coronel de los Tercios guipuzcoanos


El derecho foral de la provincia para el nombramiento del Coronel de los Tercios de Guipúzcoa nunca le fue negado por el gobierno de los reyes de Castilla. Al contrario, ha sido reconocido por él en algunas ocasiones, como se ve en los ejemplares siguientes:

La Real orden de 30 de abril de 1557 expresa que no solamente había parecido bien a Felipe II el nombramiento del caudillo Juan de Borja, sino que además se procediese a la elección de los capitanes de la fuerza que se levantase.

Las Reales cédulas de 13 de marzo y 22 de abril de 1636 expresan también su consentimiento; pues no solamente determinan la forma en que el capitán general debía corresponderse con el coronel de la provincia, sino que Felipe IV utilizó palabras como "vuestro coronel".

Una petición del rey Felipe V, hecha en 19 de enero de 1656, solicitaba la prevención y organización defensiva de sus plazas fuertes y puertos de mar por temor a una inminente guerra con Inglaterra. Siguiendo con el protocolo habitual, el rey añadía que la provincial nombrase coronel de la infantería que se hubiese de alistar y que la persona elegida para la organización de las compañías sería de su satisfacción.

Otra Real cédula sancionada por Carlos II en 1 de febrero de 1682 manifestó su acuerdo a la provincial que había aprobado formar Diputación a Guerra con el objetivo de organizar la defensa del territorio y nombrar coronel y sargentos mayores de Infantería. Finalmente la Real orden de 6 de Marzo de 1794 requería la elección coronel a todos los efectos y conforme a su fuero; en consecuencia, la provincia nombró al marqués de Valmediano. Sin embargo, no todos aquellos coroneles forales resultaban de la satisfacción del rey, llegando a solicitar la elección de otro más a su satisfacción. Es el caso de la Real orden de 31 del mismo mes de marzo de 1682, por Carlos II, exigiendo un nuevo nombramiento para el cargo de coronel de las compañías de sus naturales; como la verificó en el marqués de Santa Cruz, que tampoco aceptó, quedando el proceso suspendido.

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OFICIALES DE LOS TERCIOS VASCONGADOS
DE LA GUERRA DE ÁFRICA

La elección de Coronel de los tercios de Guipúzcoa comúnmente se ha hecho por la Junta general o particular, y alguna vez que otra en virtud de su delegación por la Diputación. Para el ejercicio de sus funciones los así nombrados no han necesitado de confirmación de los monarcas; solamente del título que les ha solido expedir la provincia conforme al estilo común de la milicia. Esto no ha impedido el que la provincia, guardando la debida urbanidad y para conocimiento de las demás autoridades haya puesto en noticia del gobierno la elección que hubiese hecho.

Como la autoridad del Coronel proviene de la Provincia o de la Diputación, su ejercicio depende también de la provincia, por más que en las operaciones de campaña que requieren unidad de acción y un centro de dirección, tenga que concurrir a la ejecución de las disposiciones del Capitán general.

Sin embargo, no debe corresponderse éste con la Provincia y su Coronel por orden, sino por vía de aviso y advertimiento; práctica cuya antigüedad se halla reconocida por una Real cédula de 16 de Septiembre de 1597, inserta en la recopilación foral. Este uso fue confirmado por otra Real orden de 13 de Marzo de 1636, en la cual entre otras cosas se dijo a la Provincia lo siguiente:
"Por las órdenes, que he mandado dar, tendréis entendido de la forma con que se ha de corresponder el Capitán general de esta Provincia con vos y vuestro Coronel y con la gente de ella, que ha de ser por vía de aviso y advertencia, etc."
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ALARDE DE FUENTERRABÍA

Por otra de 22 de abril del mismo año se manifestó el deseo de Su Majestad de conservar a la Provincia las prerrogativas que tuviese en este particular, mandando que para el efecto se le presentasen los privilegios que tuviese. En Real orden de 4 de abril de 1793 se manifestó igualmente a la Provincia que aunque el capitán general debía entenderse con ella por vía de aviso y advertimiento, y no por orden, como lo dispuso Felipe II y se había observado, pasasen al Coronel los avisos de lo que había de obrar, y así lo ejecutase sin resistencia ni contradicción. Se prescribió la observancia de esta disposición por otra Real orden de 12 de julio de 1799, con inserción de la anterior.

Tal era el sistema militar que rigió en Guipúzcoa mientras subsistió el armamento foral de tercios, en substitución del método de reemplazos del ejército en las provincias del interior del reino desde el siglo XIX.

29/07/2019

Fortificaciones modernas de la Capitanía General de Guipúzcoa


El relieve llano que experimenta la frontera franco-española en la desembocadura del río Bidasoa junto al mar Cantábrico y alejada de la cordillera de montes Pirineos siempre supuso un riesgo de ser aprovechado por el Ejército francés con la intención de invadir España. Esta amenaza aumentó en las primeras décadas de la Edad Moderna, en el marco de las Guerras de Italia, la invasión del Reino de Navarra o la Guerra Civil castellana entre Isabel la Católica y Juana la Beltraneja aliada de Francia y Portugal.

La fortificación de un edificio o un núcleo urbano consistía entonces en establecer estructuras arquitectónicas de carácter defensivo al objeto de resistir cualquier ataque de un ejército invasor. A lo largo de los siglos, las fortificaciones fueron tomando diversos emplazamientos y formas en función de la tecnología, de los recursos disponibles y de las necesidades geopolíticas.

Durante la Edad Media, el territorio de la Capitanía General de Guipúzcoa experimentó la construcción de varios tipos de fortificaciones que van desde decenas de casas-torre nobiliarias, recintos amurallados de poblaciones, hasta castillos. Estos últimos fueron los de Fuenterrabía, San Sebastián, Mendikute (Albiztur), Beloaga (Oyartzun), Ausa-Gaztelu (Zaldibia), Jentilbaratza (Ataun), Aitzorrotz (Eskoriatza), Goikobalu (Mondragón) y Elosua (Bergara).

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PLANO DE LA FORTIFICACIÓN DE FUENTERRABÍA EN 1705

La arquitectura militar medieval se caracterizó en términos generales por incorporar muros de piedra (por tanto incombustibles) de 2 o 2,5 metros de grueso (suficientes para detener flechas y proyectiles de catapulta) y gran altura (para dificultar su escalada). De trecho en trecho poseían torres más altas que la muralla y avanzadas con relación a ella. Un estrecho adarve limitado hacia el exterior por un parapeto almenado permitía a los defensores instalarse en la parte superior de la muralla para cooperar en la defensa. Las puertas de acceso estaban protegidas por una barbacana (recinto fortificado que envolvía exteriormente la entrada), puente levadizo sobre un foso y matacanes (obras ligeramente voladizas con suelo aspillerado).

Los recintos murados medievales de las villas no sólo poseían una función militar, sino que delimitaban también ámbitos jurídicos diferenciados. En el mismo sentido, las casas-torre contribuyeron también a la articulación del medio rural en el que muchas de ellas se insertaban y al realce del prestigio social y económico de sus propietarios.

La progresiva difusión de las armas de fuego provocó que entre los siglos XIV y XV las fortificaciones medievales perdieran efectividad. La respuesta inicial que el arte de la fortificación utilizó ante la aparición de la artillería fue el aumento del grosor de los muros.

De esta época de transición entre la fortificación medieval y la moderna existieron en la Capitanía General de Guipúzcoa algunos ejemplos de características muy diferentes: Gazteluzar en Irún, el castillo de Santa Isabel y la torre en Pasajes, los castillos de Carlos V y de San Telmo en Fuenterrabía y el castillo de Santa Cruz de la Mota en San Sebastián.

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PLANO DE LAS FORTIFICACIONES DE SAN SEBASTIÁN EN 1721

18/05/2017

Levas guipuzcoanas para el Reino de Castilla


Esta es una disposición cronológicas de los servicios militares que los tercios de la provincia de Guipúzcoa han realizado en favor del Reino de Castilla para la Reconquista de las tierras peninsulares ocupadas por entidades islámicas:

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BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA

Concurrieron a la batalla de Beotibar, acaudillados por Gil López de Oñaz, contra los navarros y franceses gascones reunidos, que invadieron el territorio guipuzcoano, entrando por Berástegui.

1330. Sirvieron a Alfonso XI contra los moros en la conquista de Teba, tierras de las Cuevas y Ortexica, y en la recuperación de las villas de Priego y Cañete.

1334. Efectuaron una incursión militar en Navarra en guerra con Castilla; saquearon la comarca de Pamplona, y tomaron a fuerza de armas el castillo de Unza, siendo su mayoral Lope García de Lazcano.

1340. Participaron en la batalla del Salado al mando de Amador de Lazcano, su coronel.

1343. Concurrieron en gran número al cerco de Algeciras con su caudillo Beltrán Vélez de Guevara.

1374. Asistieron a la expedición de Francia y sitio de Bayona con el rey Enrique II, que vino en persona, siendo su caudillo al parecer Beltrán de Guevara.

1378. Efectuaron un despliegue militar en Navarra con gran número de efectivos al mando del infante Juan, obteniendo varios sucesos victoriosos al mando de Ruiz Díaz de Rojas, merino mayor de la provincia.

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GUERRA DE GRANADA

1410. Concurrieron a la conquista de Antequera, ocupada por los moros, y acaudillados por Fernán Pérez de Ayala.

1429. Realizaron otra entrada en Navarra, donde a fuerza de armas conquistaron las villas de Leiza y Areso, cuya posesión encomendó al Consejo de Tolosa.

1445. Participaron en considerable número de efectivos en la batalla de Olmedo a favor del rey de Castilla y contra del de Navarra.

1450. Se organizaron para la defensa del territorio con motivo de la llegada de un ejército francés sobre Bayona, ocupada por los ingleses, y ante la precaución de una posible invasión.

1451. Se armaron a consecuencia de la entrada del Conde de Fox en la provincia de Labort.

1461. Acudieron al socorro del castillo de Aitzorroz, sito en el valle de Léniz, padeciendo grandes trabajos.

1466. Organizaron una expedición militar con el fin de apoderarse del castillo de Veloaga, en Oyarzun, ocupada por el mariscal García López de Ayala, a petición del rey Enrique IV.

1475. Sirvieron con más de 2.000 naturales de esta provincia a los Reyes Católicos en los cercos de Toro, Zamora, Burgos, etc. Fue en el contexto de la Guerra de Sucesión castellana entre los partidarios de Isabel I y los de Juana la Beltraneja, entre los que estaban Portugal y Francia.

1476. Reunieron un considerable número de efectivos para la defensa de la provincia, y en especial para la de las plazas de San Sebastián y Fuenterrabía, con motivo de la invasión del Ejército francés de 40.000 hombres al mando de Aman, Señor de Labrit.

1485. Acudieron a la Guerra de Granada contra los moros del Reino de Granada, diferentes refuerzos de ballesteros y escopeteros de esta provincia.

CABALLERO CASTELLANO E INFANTE VASCÓN

11/08/2015

Gobernadores de Fuenterrabía


Hasta 1572, los gobernadores de Fuenterrabía eran, además de alcaides o castellanos de su fortaleza, capitanes generales de la Provincia de Guipúzcoa. Era un empleo que Felipe II resolvió unificar aquel año con el del Virrey de Navarra, siéndolo a la sazón Vespasiano Gonzaga, que residía en Pamplona.

El Castillo de Carlos V se convirtió en el principal bastión defensivo y residencia habitual del gobernador de Fuenterrabía y capitán general de Guipúzcoa.

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CASTILLO DE CARLOS V

Algunos de los más importantes gobernadores de Fuenterrabía fueron:

Juan Gamboa fue alcalde de Fuenterrabía, participando en la lucha contra los navarros de Juan de Albret. Nacido en Motrico, fue caballerizo mayor de los Reyes Católicos, miembro de su Consejo y capitán general de las fronteras de Navarra y de Francia.

En 1475 y 1476, siendo coronel de los Tercios de Guipúzcoa y de Vizcaya, se halló con sus tercios en los sucesos bélicos de Burgos, de Zamora y de Toro, durante la Guerra de Sucesión al trono de Castilla. En 1468, cuando estaba al servicio del usurpador Juan II de Navarra, rey de Aragón, sitiando a Peralada, cerca de Figueras, fue sorprendido por el ejército francés al mando del duque de Anjou. El valor y esfuerzo desplegado por Gamboa con un corto número de hombres pudo contener el asedio que el enemigo efectuó al rey, expuesto a quedar prisionero, recibiendo varias heridas. Después de este suceso, el mismo Juan II armó caballero al general Gamboa concediéndole además la nobleza de Aragón.

Juan Pérez de Azcue fue alcalde de Fuenterrabía el año en el que su ciudad sufrió el sitio de Fuenterrabía de 1521, por el ejército francés. Hecha la capitulación, reunió un contingente de 800 vecinos armados que no decidieron rendirse y se estableció en Lezo. Con esta compañía estuvo creando hostilidades a los franceses durante meses hasta que, en la noche del 29 al 30 de junio de 1522, acudió a la batalla de San Marcial, en Irún. Junto al capitán Ambulodi y el capitán general duque de Alburquerque, estuvo al frente de 3.000 hombres, que derrotaron a un numeroso ejército de alemanes y franceses, que en gran parte quedaron rendidos o muertos en el campo de batalla.

Azcue murió de un tiro disparado por un soldado suyo contra un francés desorientado por la oscuridad de la noche mientras hacía la guardia.

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DEFENSA DE FUENTERRABÍA SOBRE EL RÍO BIDASOA

Diego Butrón y Leguía fue alcalde y capitán de su ciudad natal durante el Sitio de Fuenterrabía de 1638. Tuvo gran determinación en la defensa de la villa, a pesar de sufrir un largo asedio, la falta de provisiones y de municiones, y el desánimo de sus soldados. Diego Butrón ofreció toda su plata para fabricar balas, y con enérgicas frases consiguió que las tropas sitiadas resistieran hasta la victoria, producida el 7 de septiembre.

Alcanzó tanta resonancia su hazaña que al año siguiente Felipe IV le nombró caballero de la Orden de Santiago y teniente alcalde de Fuenterrabía, con sueldo de 50 escudos al mes. En 1649, fue nombrado gobernador militar de la plaza de San Sebastián con categoría de maestre de campo, y en 1651 gobernador militar de Fuenterrabía, cargo que le satisfizo extraordinariamente y que desempeñaba cuando murió en el Castillo de Carlos V, en 1655, a los 60 años de edad.

Juan Urbina fue capitán en 1638, durante el Sitio de Fuenterrabía, y en 1645 figura como gobernador de Madrid y almirante; en 1664 fue nombrado gobernador de Sanlúcar de Barrameda, y murió en junio del año siguiente.


Íñigo de Brizuela y Urbina fue gobernador de Fuenterrabía y capitán general de Guipúzcoa, desde 1624 hasta 1634. Había sido maestre de campo en la Guerra de los Treinta Años antes de desempeñar estos cargos, y llegó a ser miembro del Consejo de Guerra de de Felipe IV, y capitán general y presidente de audiencia de las islas Canarias sucediendo a Francisco González de Irarrazábal y Andía.


Gonzalo de Luna Mora fue maestre de campo, alcaide de Fuenterrabía y teniente de capitán general de Guipúzcoa; en 1665 se hallaba en México. Dejó un hijo, Diego, capitán de la infantería española.

MURALLA DE FUENTERRABÍA