Mostrando entradas con la etiqueta Combates navales de la Edad Moderna. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Combates navales de la Edad Moderna. Mostrar todas las entradas

18/02/2025

Combate naval de las Dunas de 1639 por Antonio de Oquendo


La Guerra de Flandes enfrentó a la Monarquía española con las diecisiete Provincias de Unidas de los Países Bajos, con el fin de conseguir la independencia. La sublevación contra el monarca hispánico se inició en 1568 y terminó en 1648 con la firma del Tratado de Westfalia y el reconocimiento de la independencia de las siete Provincias Unidas que hoy forman Holanda. Las provincias que hoy forman los estados de Bélgica y Luxemburgo permanecieron leales a la Corona española. Tras un periodo de alto el fuego entre las potencias enemigas conocido como Pax Hispanica, el conflicto se reactivó desde 1618 hasta 1648, cuya denominación recibe el nombre de Guerra de los Treinta Años.

Durante el transcurso de esta guerra tuvo lugar la batalla naval de las Dunas, entre las armadas española y holandesa, tuvo lugar el 21 de octubre de 1639 en la rada de las Dunas (The Downs), cerca de la costa del condado de Kent, en Inglaterra.

ANTONIO DE OQUENDO EN EL COMBATE DE LAS DUNAS

En agosto de 1639, se formó en Cádiz una escuadra de 23 barcos y 1.679 hombres de mar para operar contra Francia y Holanda al mando del donostiarra Antonio de Oquendo y Zandategui, hijo del heroico Miguel de Oquendo y Segura. Junto a Oquendo estaban los almirantes Tomás de Echaburu, Martín Ladrón de Guevara, Lope de Hoces, Pedro Vélez de Medrano, Jerónimo Masibriadi y Mateo Ulajani. Esta flota estaba formada por el sistema mixto de contrata y embargo, llevando barcos de España, Ragusa, Nápoles, Dinamarca y Alemania.

Salieron hacia Flandes, uniéndose en La Coruña a la escuadra de Dunquerque. Acompañaban a la escuadra 12 transportes ingleses que llevaban tropas. La misión principal era llevar tropas y dinero a Flandes.

A finales de agosto, llegaban a La Coruña los navíos de Antonio de Oquendo, fondeando fuera del puerto para permitir la salida del resto de la flota. Se reunían así las escuadras de los almirantes Andrés de Castro, Francisco Feijó, Miguel de Horna, Matías Rombau y Francisco Sánchez Guadalupe. Estas eran naves de asiento y embargadas, se calcula que eran 29 y que provenían de Vizcaya, la Hermandad de las Cuatro Villas, Galicia, Portugal y Flandes. Además, les acompañan 12 navíos ingleses fletados como transporte de tropas.

Entre todas llevaban, según las versiones extranjeras, 27.000 hombres. Algunas versiones españolas los reducen a 6.000. La realidad debió ser unos 14.000, de los que 8.000 eran hombres de mar y guerra y el resto, infantería.

Para el conde duque de Olivares los buques y dotaciones estaban en un estado excelente de preparación y adiestramiento, ya que según él "no había salido armada como esta desde la jornada de Inglaterra". Para el almirante Feijó, de la escuadra de Galicia, estaban faltos de todo, la gente era forzada, no había bastantes artilleros y tenían poca experiencia, etc.

El 31 de agosto, se hacían a la mar, yendo Oquendo en vanguardia, en su galeón Santiago, seguido por dicha escuadra de Dunquerque. Dejaban atrás los transportes ingleses que quedaban sueltos, lo que fue un error, ya que los holandeses apresaron al menos a tres, con 1.070 infantes.

En el Canal se encontraba a la espera una Armada holandesa. Según instrucciones del príncipe de Orange, habían dividido sus fuerzas en dos escuadras: una de 50 galeones y 10 brulotes, mandada personalmente por Maarten Harpertszoon Tromp, general en jefe, y otra de 40 buques y 10 brulotes, a las órdenes del almirante Johan Evertsen.

Combate Dunas
COMBATE DE LAS DUNAS

La flota española avistó las escuadras holandesas en el paso de Calais el 15 de septiembre al anochecer. Y, al amanecer del 16, Oquendo intentó abordar a la capitana holandesa, no consiguiéndolo y recibiendo a cambio numerosos cañonazos, que dejaron su nave casi desaparejada y con 43 muertos y otros tantos heridos. A lo largo del día se entablaron escaramuzas, con el único resultado de la voladura de una nave holandesa. El combate siguió el 17, entre escaramuzas y combate artillero, sin permitir los holandeses que los españoles se acerquen a tiro de arcabuz.

El 18 del mismo mes, se le unieron a Tromp 16 naves, pero se mantuvo la misma táctica. Cayeron en el combate los almirantes Guadalupe y Ulajani, estando a punto de ser apresado el galeón de éste. En estos tres días de combate, los contendientes agotaron toda la pólvora y municiones. Tromp entró en Calais, donde el gobernador le facilitó 500 toneladas de pólvora, le permitió reparar sus buques, desembarcar a los heridos y, en 20 horas, estaba de nuevo en la mar listo para el combate.

Oquendo podría haber hecho lo mismo en los puertos amigos de Mardique (Fort-Mardyck, a 10 km al este de Dunquerque) o Dunquerque. Pero, dudando del calado de sus galeones grandes, así como dada la proximidad de la rada de Las Dunas en la costa del condado de Kent de Inglaterra, y considerando que los ingleses eran neutrales, decidió refugiarse allí, para intentar aprovisionarse y reparar sus barcos.

Después de conseguir que los ingleses cediesen el fondeadero interior a los barcos españoles, Oquendo intentaba aprovisionarse de pertrechos de guerra, informando de su presencia al embajador de España en Londres y al gobernador de los Países Bajos, consiguiendo así refuerzo de marineros y soldados desde Dunquerque. Organizó transportes en buque ligeros para llevar a Flandes el dinero y los soldados que transportaba con ese destino.

COMBATE DE LAS DUNAS

El 27 de septiembre, aprovechando una espesa niebla, Oquendo organizó un convoy con 13 pataches y fragatas que acompañarían a 56 embarcaciones costeras (la mayoría pesqueros venidos de Dunquerque), y que llegó sin novedad a Flandes, pese a estar Tromp bloqueando la salida de la rada.

Tromp mantuvo una escuadra fondeada en la salida de la rada y otra navegando por el Canal. Disponía de entre 114 a 120 naves, entre ellas 17 brulotes. Algunos relatos cuentan que permitió el paso de buques de apoyo españoles con jarcias y arboladuras, para que Oquendo pueda reparar antes sus naves y así poder entablar combate.

El 20 de octubre, Oquendo llevaba un mes fondeado en la rada de Las Dunas, cuando llegaba el primer suministro de pólvora. Era escaso, pero lo repartió entre los galeones.

El general holandés tuvo noticias de ello, y decidió atacar antes de que los españoles se hubiesen rearmado completamente. Tras lanzar sus brulotes sobre la escuadra fondeada, los españoles picaban amarras y se hacían a la mar. Entre la confusión producida por los brulotes y una espesa neblina, solo consiguieron salir de la rada 21 buques para enfrentarse a más de 100 holandeses. Los demás caían en los bancos de arena y la costa de los Downs.

Tromp lanzaba tres brulotes contra la capitana de Oquendo. Este consiguió esquivarlos, pero uno de ellos se enganchó en la proa del galeón Santa Teresa, de Lope de Hoces, que se perdió envuelto en llamas.

La batalla se entabló con los galeones españoles peleando aislados contra fuerzas cinco veces superiores. Al anochecer, aprovechando la oscuridad, algunos españoles conseguían dejar atrás a sus atacantes dirigiéndose a Mardique, llegando la nave de Oquendo, la de Masibriadi y siete buques más de la Escuadra de Dunquerque.

Del resto de los barcos, nueve se rindieron, estando en tan mal estado que tres se hundieron cuando eran llevados a puerto holandés, y los demás embarrancaron en las costas francesas o flamencas para no entregarse al enemigo.

De los que habían varado en The Downs, nueve pudieron llegar a Dunquerque. Las perdidas españolas fueron estimadas por los holandeses en 43 buques y 6.000 hombres y las holandesas estimadas por los españoles en 10 buques y unos 1.000 hombres.

El resultado de toda esta expedición fue la derrota de la flota española, que perdió 43 buques. A pesar de eso, desde España se vio la acción de Oquendo como una gran hazaña, ya que había conseguido llevar los refuerzos y los caudales al Ejército de Flandes, y salvó a la capitana y al estandarte real ante fuerzas abrumadoramente superiores.

Olvidan que, si en lugar de encerrase en la rada de Downs, se hubiese dirigido a los puertos de Flandes, no hubiese perdido casi toda su flota.

Según el historiador y almirante portugués Costa Quintella, Oquendo se "portó más como comandante de buque que como general y almirante, ya que, sin más que poner en línea sus navíos en el primer encuentro, pudo aniquilar a sus enemigos".

Oquendo hecho a pique a varios buques enemigos, y cuando entró en puerto pudieron contarse en ella 1.700 balazos de cañón, de diferentes calibres. Durante muchos días hubo que estar dando a las bombas de achique y tapando boquetes, pero al fin fue salvado el galeón Santiago. Cuando se reprochó al almirante holandés de no haberlo apresado, respondió "La capitana Real de España con don Antonio de Oquendo dentro, es invencible".

COMBATE DE LAS DUNAS

Volviendo a España, en marzo de 1640, al verle tan enfermo, le aconsejaron que marchase hacia el puerto de Pasajes, donde estaba su casa, y que se pusiese en cura. Llevaba más de cuarenta días sin desnudarse y la alta fiebre le devoraba. Contestó:
"Ya no me falta más que morir, pues he traído a puerto con reputación la nave y el estandarte. La orden que tengo es de volver a La Coruña; nunca podré mirar mejor por mí que cuando acredite mi obediencia con la muerte."

No pudo recuperarse por completo y falleció en La Coruña a los pocos días de llegar. En esta ciudad el rey le hizo vizconde y caballero de Santiago. Su arenga en dicha batalla ha pasado a la historia:
"¿Qué humor helado es, o soldados y compañeros míos, el que vilmente discurre por vuestras venas? ¿Acaso habéis olvidado que aún no ha ocho días que este enemigo, estos mesmos bajeles y este General que vemos delante, habiéndole embestido con sola esta capitana, teniendo él diez y siete navíos, nos volvió infamemente las espaldas, y no atreviéndose a esperar la carga que le quise dar, se amparó de otro navío suyo, poniéndose por su sotavento, y el siguiente día con mucho número, jamás quiso hacernos frente? ¡Repasad el empeño en que nos encontramos y considerad que no tenemos más remedio que pelear, porque retirarnos no puede ser viviendo yo! Rendirnos y perder la vida es de bestias; dejar que nos la quiten, de cobardes. Quien por vivir queda sin reputación es esclavo, y no sabe que la esclavitud no merece nombre de vida, y se deja morir de miedo de no dejarse matar. ¿Tenemos por honesto morir de enfermedad y rehusamos morir por nuestro crédito? Quien no ve la hermosura que tiene el perder la vida por no perder la honra, no tiene honra ni vida. Si Dios fuese servido que en esta ocasión la perdonamos, moriremos en defensa de ella, por el crédito de nuestro rey y por la reputación de nuestra nación. Espero que saldremos bien de este empeño, y así no os espante el número, que cuantos más fuesen tendremos más testigos de nuestra gloria. ¡Santiago y a ellos!"

San Sebastián homenajea su figura y hechos mediante una hermosa estatua erigida en 1894, en la cual puede leerse en castellano y euskera:
AL GRAN ALMIRANTE DON ANTONIO DE OQUENDO.
EXPERTO MARINO, HEROICO SOLDADO, CRISTIANO PIADOSO,
QUE AL DECLINAR EL PODERÍO DE ESPAÑA
SUPO MANTENER EN CIEN COMBATES
EL HONOR DE LA PATRIA

10/12/2024

Armadas de Vizcaya y de Guipúzcoa en el Combate de San Miguel de Azores de 1582


En el combate de la isla Tercera, también llamado de San Miguel de Azores, celebrada el 26 de julio 1582, tuvieron una activa y brillante participación los marinos guipuzcoanos y vizcaínos, siendo de estas provincias el núcleo de las naves de la Real Armada.

Los galeones españoles, capitaneados por Álvaro de Bazán, derrotaron a la flota francesa que apoyaba las pretensiones de Antonio, prior de Crato, refugiado en esas islas, para convertirse en rey de Portugal, disputando el trono a Felipe II. También fue llamada batalla naval de la Unidad Ibérica.

ISLAS AZORES

La escuadra francesa liderada por el almirante florentino Filippo Strozzi contaba con 64 naves, de las que dos terceras partes eran de tamaño grande o mediano, y el resto eran pataches.

Álvaro de Bazán consiguió reunir una flota de 27 galeones de mayor potencia de fuego y algo más altas, claves en las operaciones de abordaje, y 5 pataches y pequeños buques de exploración. Su teniente general fue el vizcaíno Cristóbal de Eraso, general de la flota de la Carrera de Indias. Bazán, descendiente de un linaje de navarros del valle del Baztán, lideraba los grandes galeones oceánicos de Portugal, para tomar las islas Azores y despejar de corsarios la ruta de la Carrera de Indias.

Pero también fueron determinantes en la victoria de esta contienda naval los apoyos y colaboraciones prestadas por la Armada de Guipúzcoa, formada por cinco mercantes armados liderados por Miguel de Oquendo, y por la Armada de Vizcaya, formada por refuerzos al mando de Juan Martínez de Recalde. Ambas escuadras estaban integradas en la Armada que dirigía Bazán. Miguel de Oquendo fue destacado para reconocer la flota francesa en las islas Azores y para apoyar el ataque principal español, formado por las naves capitanas de Bazán, el San Mateo y de Eraso, el San Martín.

COMBATE DE SAN MIGUEL

Bazán y Oquendo acordaron acometer a la escuadra enemiga sin tardanza, a pesar de que significase privarse de la presencia de la Armada de Vizcaya, que aún no había llegado a la isla Tercera. Tras varios días de escaramuzas y maniobras en busca de la mejor posición de ataque, el 26 de julio trabaron combate.

El galeón San Mateo, segundo de la escuadra española, al mando de Baztán, se salió de la formación para retar al enemigo en busca de gloria. Esa arriesgada maniobra le convirtió en presa de cinco naves enemigas, con las que trabó cerrado combate durante las largas dos horas que tardó el resto de la escuadra española en virar contra el viento para prestarle ayuda.

Cristóbal de Eraso tuvo mala suerte, durante los momentos antes del ataque, rompió el palo mayor de su buque el San Martín, siendo remolcado posteriormente para no quedar aislado. Ambos eran los buques más grandes de la contienda y formaron la vanguardia del ataque español.

COMBATE DE SAN MIGUEL

El primero en llegar al San Mateo fue Oquendo, quien lanzó su buque entre el galeón español y la almiranta francesa rompiendo los cables de abordaje que ya habían sido tendidos. Soltó una andanada contra la nave francesa, lanzó los garfios y tras un abordaje, los capitanes Arizabalo y Escorza, dirigidos por Oquendo, se apoderaron del estandarte francés.

Así lo relató Oquendo en su informe al secretario del rey:
"El galeón San Mateo tuvo a bordo a dos galeones francesas, Capitana y Almiranta, y le mataron mucha gente y lo tenía muy trabajado. Visto por mí que corría gran peligro, é que si nos le tomaban nos desbarataban a todos, di vuelta para socorrer, y llegé a tiempo de muchísima necesidad, y me encajé con mi nave entre el dicho galeón y la Almiranta del contrario, con todas las velas en el tope, de suerte que con el ínterin se apartaron los dos galeones, y San Mateo se fue libre de su peligro y no poco contento. Yo me amarré con la dicha Almiranta, que era una de las más bravas de toda la armada, y traía 30 tiros de bronce grandes y 300 hombres tiradores y marineros; y la primera ruciada que le dimos en arbolado, le matamos 50 hombres, los mejores que tenía, de que cobraron mucho temor y espanto, porque tenían estos hombres y otros para saltar en el galeón, muy escogidos, armados de punta en blanco, con otros tantos tiradores; (…) y fue saqueada la dicha Almiranta por nuestra gente de mar y guerra, y puesta mi bandera de campo en su popa, y sus insignias en la nuestra, colgadas a uso de guerra (…). Matóse toda la gente, que no le quedaron sino muy pocos, y a nosotros nos mataron e hirieron poco más de treinta, y luego todos echaron a huir, cada uno por su cabo, dejando su Capitana y otra nave en nuestro poder."

El doctor Camino fue expresivo al referirse al combate en 1582:
"Habiéndose trabado batalla fue horrible el estrago, hasta llegar a abordar los nuestros a la capitana y almiranta francesa, de manera que se peleaba cuerpo a cuerpo, y como si todos combatiesen dentro de un mismo navío. Ensangrentáronse los mares con multitud de cadáveres que caían degollados (...)"

Otras dos naos guipuzcoanas, la Juana de Garagarza y la María de Juan de Villaviciosa de la escuadra de Oquendo respaldaron el ataque principal de Bazán, atacando respectivamente a las de Strozzi y de Brissac.

Los franceses huyeron en retirada, perdiendo un total de 10 buques, entre ellos los de Strozzi y Brissac, más de 1.500 muertos y otros 500 heridos. Frente a esas demoledoras cifras, los españoles muertos sumaban sólo 250, aunque más de 500 heridos. Tan sólo perdieron la nao capitana, el San Mateo de Bazán quedó inservible al recibir más de 500 cañonazos.

Después de la victoria naval, Bazán no quiso desembarcar porque sus fuerzas de infantería estaban muy cansadas y algunos buques muy tocados, decidiendo regresar a Lisboa a reparar unos y recuperarse los otros.

DESEMBARCO ESPAÑOL EN SAN MIGUEL

Al año siguiente, en una operación anfibia formada por 98 buques y un ejército de 15.000 hombres al mando del maestre de campo alavés Agustín Iñiguez de Zárate, recupera el control absoluto de las islas Azores. Oquendo como capitán general de la Escuadra de Guipúzcoa también tomó parte del operativo naval a las órdenes de Bazán, quienes controlaron el archipiélago en dos semanas. Los franceses no plantaron oposición, pues habían aprendido la lección, obligando al aspirante al trono portugués Antonio a huir a Francia.

Este archipiélago del océano Atlántico tenía una gran importancia estratégica para la protección y avituallamiento de las flotas mercantes de la Carrera de Indias.

Además, concurrieron al combate los almirantes Aguirre (contador de los galeones de Oquendo), Joanot de Villaviciosa, Marcos Aramburu, Juan Ochoa de Arriola, y los capitanes Irura, Arteaga, Evora, Olabarrieta, Isasa y los hermanos Segura y Urquiola.

El almirante Íñigo de Lecoya, natural de Deva, también se halló en el memorable combate, había mandado la flota de Indias a Nueva España y Terra Firme en varias ocasiones desde 1567 a 1578.

El capitán Anduriaga murió en la lucha y lo mismo le pasó a Juanot de Villaviciosa, este último de dos balas de fusil en su propia nave, mientras que Marcos Aramburu repetiría participación en la expedición anfibia de las Azores de 1593, ya como capitán general de la Armada de Guipúzcoa, coincidiendo con el hermano de Juanot, Juanes de Villaviciosa Lizarza. Y este último también formaría parte de la flota de 15 navíos que dirigía el general Pedro de Zubiaurre que derrotó a una flota anglo-francesa de 80 navíos en el combate de Burdeos de 1593.

NAVÍO DE SAN MATEO

14/06/2024

Vascos en la conquista de las islas Canarias


En el siglo XIV se produjo el redescubrimiento del archipiélago de Canarias por marinos europeos, debido al interés en acceder al oro de África central. Desde entonces, un movimiento de expediciones al mando de mallorquines, portugueses y genoveses comenzaron a pasar por estas islas en su afán de expandirse por el océano Atlántico. Esta primera oleada de descubridores fue secundada por embarcaciones del Reino de Castilla procedentes de los puertos de Andalucía, en la que también participaron navegantes vascos.

El primer navegante vasco en tomar contacto con las islas Canarias fue el vizcaíno Martín Ruiz de Avendaño, en 1377, cuando fue empujado hacia alguna de las costas por una borrasca.

En 1393, en la ciudad de Sevilla se asociaron algunos emprendedores andaluces y otros marinos de la Provincia de Guipúzcoa y del Señorío de Vizcaya con el objetivo de examinar las Islas Canarias y encontrar recursos naturales de gran valor en los mercados europeos. Tras conseguir licencia expedida por Enrique III de Castilla, los socios formaron una flota de cinco naves, cuyo comandante fue Gonzalo Peraza Martel, señor de Almonaster. La armada bordeó las costas africanas hasta llegar a Fuerteventura, y desde esta recorrió Gran Canaria, Hierro, Gomera y Tenerife. El mayor botín fue obtenido en la isla de Lanzarote.

En 1402, comenzó la primera fase de conquista por el francés Jean de Bethercourt, que se hizo vasallo del rey de Castilla. Fue una colonización por iniciativa privada, más que real, que alcanzó las islas más despobladas: Lanzarote, Fuerteventura, Hierro y Gomera, esta última de forma parcial.

VASCOS EN LA CONQUISTA DE LAS ISLAS CANARIAS

Los Reyes Católicos emprendieron la última y definitiva fase de conquista de las islas que quedaban: Gran Canaria, Tenerife y La Palma. Se trataba de la etapa más dura del proceso de colonización, pues eran los territorios más poblados y mejor organizados, y poseían una difícil orografía. En este fenómeno geográfico también tomarían parte los vascos, junto a andaluces y castellano, especialmente a partir del descubrimiento de América en 1492.

En 1477, se organizó la expedición marítima para la conquista de la Gran Canaria al mando del general Pedro de Vera, nuevo gobernador y capitán mayor de las islas. La armada estaba formaba por más de 1.500 hombres de armas, entre infantería y caballería. En esta expedición alcanzó cierta relevancia Miguel de Mújica y Echeverría, natural de Villafranca de Ordizia, que viajaba junto a su primo Juan Civerio de Mújica. Tenía el cargo de preceptor de los quintos reales, cuya función era la de controlar que los repartimientos se hicieran a favor de soldados que hubieran participado personalmente en la ocupación, control y dominio de la isla.

En julio de 1480, la expedición llegaba a las islas Canarias. Durante dos años, realizaron varios ataques contra los aborígenes canarios: la batalla de Araucas, en agosto de 1480, donde murió el caudillo Doramas; la batalla de Tirajana, en octubre de 1480; alguna batalla en algún punto montañoso, en noviembre de 1481; y la batalla de Ajodar, en febrero de 1482.

En 1481, las fuerzas militares de Alonso Fernández de Lugo hicieron prisionero al rey de Gáldar, Tenesor Semidán, en Agaeta, y controlaron el territorio. Mújica tomó la quinta parte del botín de guerra para el real erario, que sería llevado a la Corte de Castilla junto al guanarteme canario y cuatro guaires, entre ellos el famoso Maninidra. La recepción real se hizo en Calatayud ante los Reyes Católicos, y el rey Semidán fue cristianizado, adoptando en nombre de Fernando Guanarteme.

ISLAS CANARIAS

En octubre de 1482, Mújica partió del Puerto de Santa María con destino a Gran Canaria en una expedición que llevaba refuerzos entre los que estaban 300 ballesteros vizcaínos. Estos soldados vascos tenían como principal objetivo atacar las enriscadas fortalezas en las que se encontraban los canarios. Los ballesteros vizcaínos estaban considerados como las tropas adecuadas para desalojarlas, ya que en esa zona ni la caballería ni la artillería resultaban eficaces, dada la naturaleza abrupta del terreno montañoso y lleno de vegetación de la Caldera de Tejada.

Gran Canaria fue la primera isla rendida y controlada, después fueron La Palma y Tenerife, completando así la última etapa de la conquista del archipiélago de Canarias, que finalizó en abril de 1483.

Además de los Mújica, en estas expediciones formaron parte Juan Pérez de Munguía y Aguirre, capitán de la Infantería vizcaína, Juan de Gordejuela, varios Arcocha, Azoca, Recalde, Urtusaustegui, Alzola, Andía de Irarrázabal, varios miembros del linaje Anchieta de Vizcaya y Guipúzcoa, Juan de Lázaro, Juan Silverio de Mújica y Lazcano y otros que constituyeron linajes insulares tales como Perucho de Bilbao, Hernando y Diego de Espinal, los hermanos Hemerando, etc. Fueron también conquistadores Alonso de Navarrete, García de Vergara, Juan Pérez de Aguirre, Juan Martín Arteaga, Panucio de Bilbao, Alonso de San Juan, los Lezcanos, los Bachicaos, etc., todos vascongados. La noticia de la conquista de la Gran Canaria la tuvieron los Reyes Católicos en Vitoria, en 1483.

La mayoría de los 300 ballesteros vascos murieron luchando en enfrentamientos contra los aborígenes canarios. El propio Miguel de Mújica también murió luchando contra la población indígena en Ajodar. Hasta su muerte, había sido uno de los baluartes de las fuerzas militares castellanas comandadas por el gobernador Pedro de Vera. Juan Siverio sobrevivió y fue uno de los regidores de que se compuso el primitivo Ayuntamiento de la Gran Canaria.

CONQUISTA DE CANARIAS POR ALONSO FERNANDÉZ DE LUGO

En 1496, se firmaba la Paz de los Realejos, que ponía fin a la resistencia indígena canaria y a la conquista de forma oficial. Y, en 1526, el emperador Carlos V aprobó la organización de un Tribunal de justicia con sede en Gran Canaria.

Durante su reinado, Carlos V estaba enfrentando a Francisco I de Francia en las Guerras de Italia franco-españolas. Por eso, Bernardino Lazcano de Mújica, hijo de Juan Civerio de Mújica, organizó a su costa tres naves de guerra que actuaron contra los corsarios franceses que bordeaban las costas del archipiélago en busca de capturas como botín. Estos fueron derrotados por Lazcano de Mújica, quien liberó a algunas familias que habían sido apresadas. Más tarde, el buque de mayor porte fue enviado a la Flota de Galeones mercantes de la Carrera de Indias con el rango de almiranta.

14/09/2023

Carlos de Amézquita en el asalto a la costa inglesa en 1595


En 1588, dio comienzo en Francia la Guerra de los tres Enriques, que enfrentó al rey Enrique III de Francia, al duque de Guisa y a Enrique III de Navarra por la Corona de Francia. Tras la muerte de los dos primeros, Enrique de Navarra, de adscripción protestante, se convirtió en rey. Eso no podía ser tolerado por Felipe II de España, por lo que apoyó a la Liga Católica y envió un ejército a Bretaña al mando de Juan del Águila.

Los ingleses, como protestantes y enemigos de España por la guerra que había comenzado en 1585, apoyaron a Enrique de Navarra y enviaron tropas a Francia.

En 1595, Juan del Águila decidió organizar una expedición de castigo contra Inglaterra. El 26 de julio del mismo año, zarpaban del puerto de Blavet cuatro galeras: Capitana, Patrona, Peregrina y Bazana. Pertenecían a las Galeras de la Guarda de la Costa de Bretaña y estaban reforzadas con infantes y arcabuceros. Su capitán era Carlos de Amézquita (también llamado Carlos de Amésqueta o Carlos de Amézola), un notable capitán que sirvió a las órdenes de Diego Brochero y muchas veces a bordo de las galeras reales en corso contra los ingleses. Su destino era atacar por sorpresa las costas de Inglaterra.

EXPEDICIÓN DE CARLOS AMEZOLA A LA COSTA INGLESA

Primero pasaron por el puerto francés de Penmarch en donde consiguieron 3.000 ducados que se utilizarían en adquirir víveres y pertrechos. El 2 de agosto, avistaban por la mañana las costas de Cornwall después de navegar sin contratiempos las 100 millas que separaban a ambas costas y en apenas 24 horas de navegación favorable.


Efectuada la aproximación a la costa, pusieron pie a tierra 400 arcabuceros y algunos piqueros, en la bahía de Mounts, entre los cabos Lands End y Lizard. Formando un escuadrón con una vanguardia y dos mangas de arcabuceros, enfilaron la población de Mousehole, mientras que tres de las cuatro galeras lo cañoneaban para poner en fuga a las gentes que trataban de defenderlo. La cuarta galera, Peregrina, estaba guardando las espaldas del pequeño ejército español por si navíos ingleses, decidían contratacar. Después de esta población cayeron también Newlyn, Saint Paul, Church Town y posiblemente otras villas cercanas.

Esta pequeña expedición de asalto consiguió rendir el fuerte de Penzance, defendido por alrededor de 1.200 hombres entre soldados y lugareños.

Al día siguiente, 4 de agosto, después de pernoctar en las galeras, desmontar la artillería del fuerte y traspasarla a las galeras y de incluso celebrar una misa, los soldados españoles tenían la siguiente noticia: la flota inglesa reaccionaba desde Plymouth junto una fuerza de unos 8.000 hombres de infantería, para retomar Penzace o apresarles a su regreso.

Conualles mapa
CORNUALLES, SIGLO XVII

Los invasores pensaron en combatir atrincherándose en el fuerte recientemente conquistado, pero se percataron de la debilidad de las defensas y los muros y optaron por abandonar sus correrías en tierras de Cornwall. Para ello tuvieron que burlar no solo al ejército inglés, cuyas vanguardias se aproximaban, sino a la flota inglesa salida de Plymouth para darles caza. Los españoles no solo reembarcaron con celeridad, sino que además durante la noche burlaron a los primeros barcos ingleses que habían acudido para darles caza.

En plena mar ya, el día 5, con el alba y quizás con fuerte viento de poniente, encontraron una flota holandesa de alrededor de 46 bajeles de unos 200 toneles de porte, todos además artillados e incluso protegidos por cuatro buques de guerra de la misma nacionalidad, que les cortaba el paso. Durante la Guerra de los 80 años, los rebeldes holandeses fueron aliados de los protestantes ingleses y, por tanto, encarnizados enemigos de la Monarquía española.

Lo normal, habría sido escabullirse entre las brumas y nieblas del mar. Carlos de Amézquita mandó entablar batalla hasta abrir paso entre los barcos de aquella flota de contención: "Pardiez, no sería de caballeros que el cacareo de una gallina luterana nos haga temblar. Cargad pues los cañones".

EXPEDICIÓN DE CARLOS AMEZOLA A LA COSTA INGLESA

La flota de Carlos de Amézquita consiguió pasar abriendo fuego contra las naves de contención. Durante el encuentro, dos bajeles holandeses fueron hundidos y otros dos seriamente dañados, hasta el punto que debieron ser abandonados por sus tripulaciones. A cambio, los españoles dejaron 20 muertos y dos galeras con numerosos impactos, aunque a flote y con el pabellón en alto.

Por fin, después de vencer al inglés y al holandés, el día 10 de agosto, quince después de la partida, las cuatro galeras llegaban a Blavet.

21/09/2022

Defensa de Filipinas por Lorenzo de Orella y Ugalde en 1646


En 1646, los Países Bajos planearon la invasión de las islas Filipinas para apoderarse de ellas. Los holandeses superaban en numero de españoles y filipinos, sus barcos y tropas estaban mejor pertrechados. En ese momento, las islas Filipinas eran una provincia de ultramar muy joven y muy vulnerable a cualquier ataque del exterior, por aquel entonces los españoles empezaban a extenderse por el archipiélago. España contaba con dos galeones mercantes: Encarnación y Rosario; bajo el mando del general guipuzcoano Lorenzo de Orella y Ugalde y el almirante Sebastián López, que hacían la ruta de Filipinas-México. Tuvieron que enfrentaran a la Armada holandesa que contaba con 18 galeones y un buen numero de galeotes y botes de pequeño tamaño.

Aunque los dos capitanes eran veteranos militares, se preveía una dura resistencia de varios combates durante varios meses. El 15 de marzo, dieron comienzo las hostilidades. Los dos galeones cargaron contra cinco galeones holandeses y un pequeño barco. Españoles y filipinos lucharon con gran inteligencia y fueron capaces de derrotar a los holandeses, que se retiraron tras varias horas de fuego intenso. El Rosario y el Encarnación sufrieron daños menores.

COMBATE NAVAL ENTRE ESPAÑOLES Y HOLANDESES

El 29 de julio, siete buques de guerra holandeses estaban dispuestos a acabar con los dos galeones de la Armada española, esperando hasta la medianoche, para que el cañoneo resultara más efectivo. Rodearon al Encarnación, dejándolo aislado, por lo que se piensa que no podrá sobrevivir. Frente a una capitulación, el Encarnación fue capaz de hacer frente a los siete buques, con la ayuda de el Rosario. Este, que se encontraba fuera del circulo, atacaba por la retaguardia, causando mucho daño. El encuentro duró hasta el amanecer y para entonces las restantes fuerzas holandesas huyeron. No hubo ninguna baja en el Encarnación, solo dos heridos.

El general de Orella proclamó en el nombre de la Virgen del Santo Rosario que toda su armada obtendría la victoria y que el no perecería en dicha batalla. La moral era muy alta entre las tropas que se preparan para un próximo encuentro.

El 31 de julio, en la isla de Mindoro, se acorraló a la Armada holandesa, tras un intercambio de disparos. El Encarnación y el Rosario estuvieron a la ofensiva, disparando agresivamente sobre los barcos holandeses, hundieron un galeón holandés y los otros se retiraron una vez mas. El combate duró sólo cuatro horas y no hubo víctimas en el bando español.

BARCO HOLANDÉS DEL SIGLO XVI

Un mes y medio de descanso de la batalla dio paso a la tan necesaria reparación y reorganización de la Armada española estacionada en Filipinas.

Debido a las sucesivas victorias contra el holandés, la Armada de Filipinas se relajó y se botó un nuevo galeón el San Diego para llevar una carga hacia Acapulco bajo el mando del general Márquez de Cristóbal Valenzuela. Fue tan grande la confianza que dejaron el puerto sin ninguna escolta. Así, cerca de las islas Fortuna, tres barcos de guerra holandeses atacaron por sorpresa. El mal armado de buque comercial se retiró hacia Mariveles, mientras que la flota holandesa le perseguía y cañoneaba. Afortunadamente, el San Diego pudo escapar del peligro.

En puerto, se apresuran para reconvertir al San Diego en un buque de guerra, uniéndose a los ya armados Rosario y Encarnación.

El 16 de Septiembre de 1646, no hallaron rastro de los holandeses en Islas Fortuna, pero si cerca de Cavite, en Mindoro. La pequeña flota española del general Orella y Ugalde abría fuego. Después de cinco horas el Rosario marchaba a la deriva y fue aprovechado por tres barcos su tripulación. El almirante Agustín de Cepeda abrió fuego con todas sus baterías, haciendo mucho daño a los atacantes, causando el pavor y desesperanza una vez entre los holandeses que huyeron.

GALEÓN ENCARNACIÓN

El San Diego estaba a punto de salir de Acapulco antes de 15 del septiembre, sin embargo, fue usado como barco de guerra, para luchar contra la flota de los Países Bajos.
Obligado a viajar de nuevo a México, pero se encuentra con una tormenta con lo que ancla en Mariveles para su reparación.

El buque insignia de Encarnación y Rosario le acompañan esta por un posible ataque holandés, sin embargo, el Rosario se encuentra muy lejos los dos barcos debido a la tormenta.

Durante la travesía los holandeses les siguen y vigilan de a distancia, observando que el San Diego esta solamente protegido por un barco.

Los holandeses intentan abordar el Encarnación, pero, una vez mas, los españoles les hacen pasarlo mal, el San Diego a distancia cañonea sobre ellos usando de munición balas de cañón al rojo vivo, poniendo a los holandeses en serios problemas por lo que por quinta vez, se retiran de la batalla.

COMBATE NAVAL ENTRE ESPAÑOLES Y HOLANDESES

Fue el último encuentro entre el español y holandeses, y las cinco batallas fueron ganadas por los españoles. Es un hecho imposible que dieciocho galeones fuertemente armados contra dos o tres viejos galeones de la armada española fueran derrotados, pero la fe hacia la sagrada madre del Rosario permitió alzarse con la victoria.

10/07/2022

Marinos vascos en el Combate de Lepanto


El poderío de los otomanos fue creciente durante el siglo XVI, sus conquistas se sucedieron una tras otra ocupando el sureste de Europa hasta que, en 1529, los jenízaros fueron detenidos ante Viena por Carlos I de España y V del Sacro Imperio Germánico. En el Mediterráneo la situación era amenazante, las galeras turcas imponían su ley y las incursiones berberiscas desde Túnez, Argelia y Marruecos no respetaban ninguna costa, continuando su expansión por las islas del mar Egeo, Chipre y Malta.

Consciente de esta amenaza, en 1571, el mundo católico se unió para combatirlo. España, Venecia, Génova, los Estados Papales y la Orden de Malta se aliaron para formar la Liga Santa. La alianza tendría validez por un período de tres años, durante el cual se reuniría una gran flota para derrotar a la flota naval del sultán Selim II.

La flota aliada estaba al mando de Juan de Austria, hermano bastardo del rey Felipe II. Tenía como almirantes en la Armada española a Álvaro de Bazán, Luis de Requesens y Juan Andrea Doria, que reunieron 90 galeras, 24 naves y 50 fragatas y bergantines.

La flota veneciana iba capitaneada por Sebastián Veniero y estaba formada por 6 galeazas, 106 galeras, 20 fragatas y 2 naves, mientras que la flota pontificia de Marco Antonio Colonna reunía 12 galeras y 6 fragatas.

COMBATE DE LEPANTO

La Liga Santa logró reunir un total de 91.000 soldados, marineros y chusma. 34.000 soldados, 13.000 tripulaciones y 45 galeotes. Por parte española eran 20.231 los soldados: 8.160 eran españoles, 8.160 italianos y 4.987 alemanes. Además, se unieron 1.876 caballeros y aventureros. Las piezas artilleras de toda la escuadra eran 1.250.

Las galeazas eran los navíos más potentes gracias a su gran aportación artillera. Las galeras eran impulsadas por remeros profesionales o por condenados por delitos a este duro trabajo. Muchas de las galeras italianas estaban en un lamentable estado para la guerra y tuvieron que reforzarse con 4.000 infantes y 500 arcabuceros españoles en cada galeaza.

La escuadra turca, al mando de Alí Bajá contaba con 210 galeras, 63 galeotas y 92.000 combatientes, de los cuales 34.000 eran soldados, 13.000 tripulaciones y 45.000 galeotes.

COMBATE DE LEPANTO

La fuerte y poderosa flota cristiana partió de Messina el 16 de septiembre de 1571. Y avista a la flota otomana en el golfo de Lepanto, frente a la ciudad de Naupacto, en la Grecia Continental, el 7 de octubre, siendo superior en número (aproximadamente 300 naves).

El combate se decidió gracias a la superior fortaleza y al mejor armamento de las 26 naves españolas que ocupaban la batalla o centro y a la eficacia de los arcabuceros; la nave real de Juan de Austria fue embestida y abordada por la del generalísimo turco Alí, que había previsto una maniobra envolvente por el ala derecha de la flota coligada, a fin de empujarla hacia el interior del golfo y encerrarla en él.

Después de dos horas de forcejeo indeciso, los soldados de la Liga, rechazados en tres ocasiones, entraron en la capitana turca y mataron a su general. La victoria del centro fue decisiva, pues el ala derecha, mandada por Doria, sostenía una lucha desventajosa con Luchalí, que se había infiltrado hábilmente por el centro en la primera fase del combate, y que trató, con una hábil maniobra, de atacar al centro de la Liga, que se retiraba vencedor con las naves capturadas.

La inmediata intervención de Juan de Cardona, y la posterior de la reserva mandada por el marqués de Santa Cruz, obligaron a huir a los turcos hacia la costa de Morea. Barbarigo el jefe veneciano, que mandaba el ala izquierda, resultó muerto, pero la ayuda de la reserva y el arrojo de los venecianos permitieron su triunfo sobre la derecha otomana y la muerte de Siroeco, que iba a su frente.

COMBATE DE LEPANTO

En la batalla, que duró cinco horas, murieron aproximadamente 35.000 hombres, 12.000 de los cuales eran de la Liga, y fueron capturados por ésta unas 130 naves turcas y 8.000 hombres, habiendo perdido los coligados 17 galeras. En Lepanto se frenó la expansión turca en el Mediterráneo, por otra parte, los intereses españoles se desplazaron hacia el norte de Europa.

No podía faltar la presencia de marineros y soldados vascos en la contienda. La victoria tuvo un fuerte impacto en tierras vascongadas, pues después de varios siglos aun perduran las muestras de entusiasmo mediante los celebres "errebombillos", Alarde de Elorrio, que se celebraban año tras año el primer domingo de octubre, conmemorando festivamente de una manera muy tradicional el histórico suceso, que avalan una activa participación en el combate de gentes oriundas de Elorrio.

Se han comprobado la existencia actual de calles con el nombre glorioso de Lepanto en varias poblaciones vizcaínas: Baracaldo, Guecho, Portugalete, Santurce, Lejona y otras.

Ahora bien, la intervención de los marinos vascos en Lepanto fue muy reducida y modesta en comparación a la de otros grupos nacionales, especialmente los de la ribera mediterránea desde Cataluña hasta Andalucía. Eso fue debido a la imposibilidad de atender a la vez los dos teatros estratégicos del momento: el Atlántico y el Mediterráneo. Quedaron la mayor parte de los marinos guipuzcoanos y vizcaínos al servicio de las naos oceánicas para el tráfico de Indias o para reforzar la presencia naval española en los Países Bajos.

COMBATE DE LEPANTO

Alguno de los marinos y soldados que intervinieron de forma destacada en la preparación de la escuadra y en el desarrollo del combate fueron:

Domingo Zavala y Armendia, natural de Villafranca de Oria, fue contador mayor del rey y consejero de Hacienda de Felipe II. Tomó parte en el combate como capitán de cuatro galeras. Enfrentándose a cinco galeras turcas consiguió prender tres, recibió varias heridas y salvó la vida al lugarteniente de Juan de Austria, Luis de Requesens. En premio de su arrojo, Su Santidad le concedió dos jubileos para su villa natal. Murió en su palacio de Zavala en 1614.

Juan Pérez de Elizalde, natural de Tolosa, fue el marino arquetipo de entrega y abnegación a la Corona hispánica, allá donde fueren requeridos sus servicios. Su prestigio como marino veterano está avalado por sus cuarenta y dos años de servicio a su patria. Fue secretario de la gobernación de estado en Milán. Participó en varias de las guerras sostenidas por España en el siglo XVI: Flandes, Italia, Portugal, Malta, Goleta, Orán, Peñón de Vélez y Guipúzcoa y, en 1571, en Lepanto. En premio de sus servicios, recibió por armas las águilas imperiales, presentes en la fachada de su casa en el paseo de Belate.

Miguel de Eleizalde, natural de Tolosa, capitán de mar, compuso un libro de aritmética y geometría.

Juan Ibáñez de Aulestia y Mendirichaga, de Murelaga, general de marina.

Antonio de Alzate, de Fuenterrabía, constructor de la nao capitana real en la que navego Juan de Austria, y capitán de la nao soberana del Papa.

Juan Núñez de Palencia, de Fuenterrabía, capitán de soldados.

Francisco de Ibarra, de Eibar, contador mayor de galeras.

Ruiz de Galarza, de Anzoula, muerto en combate.

Marcos de Isaba, de Isaba (Navarra), mandó una compañía de 178 hombres que perteneciente al tercio de Miguel de Moncada.

COMBATE DE LEPANTO

Góngora y Torreblanca escribieron de Marcos de Isaba:
"En esta batalla, uno de los más valientes capitanes, que más se señalaron, fue don Marcos de Isaba, tan celebrado en la Austriada del Regidor de Córdoba, pues teniendo el Ochaliren las galeras de Malta, y degollada gran parte de los comendadores, les embistió y peleó tan valerosamente con este famoso capitán, que en breve rato se la volvió a ganar y rescatar y en particular la capitana de ellas con el general Jofre Justiniano, que sólo con otro comendador habían dejado con vida, con muerte de muchos genízaros, que son los nervios del poderoso brazo del turco, e hizo en aquel tan sangriento día otros hechos heroicos y notables, y después de muy grandes servicios, fue a Castellano de Capúa en el reino de Nápoles."

DOMONGO DE ZAVALA EN EL COMBATE DE LEPANTO

12/01/2021

Captura del galeón inglés Revenge por Marcos Aramburu en 1591


Tras las pérdidas de la Grande y Felicísima Armada española en 1588, y aunque la Armada inglesa también había sido bastante vapuleada tras la desastrosa aventura de la Contra-Armada de 1589 en Lisboa, la Monarquía inglesa decidió organizar una flota para combatir y apresar los galeones españoles de la Carrera de Indias que traían mercancías desde América, tan necesarios para mantener el extenso imperio territorial de Felipe II. Esta armada pretendía emboscar a la flota española en las inmediaciones de las islas Azores para repostar durante la travesía.

Aquella escuadra británica estaba compuesta de al menos 20 galeones de guerra y comandada por dos insignes marinos, Thomas Howard y Richard Grenville, al mando del HMS Defence, como capitana, y del HMS Revenge, como almiranta a las órdenes de Greenville. Otros 4 galeones de 500 toneladas formaban el núcleo principal de la flota incursora, a los que se unían 4 galeones menores y 6 mercantes armados como corsarios, llegaron a las Azores, en mayo de 1591. Más tarde, se incorporó otra escuadra de 8 buques y el galeón Garland, con la misión de vigilar la costa portuguesa en previsión de que apareciese una flota española que los pudiera pillar en desventaja.

Los espías del rey Felipe II conocieron la llegada de la flota inglesa de Thomas Howard a las inmediaciones de las islas Terceras (Azores). Ante este escenario, dio la orden de retrasar la salida de la Flota de Galeones de la Carrera de Indias para evitar su captura, y organizar una armada que reuniera todas las escuadras de galeones españoles. En esta expedición a las islas Azores de 1591 participaron navíos vizcaínos y guipuzcoanos dirigidos por el general de Armada, Alonso de Bazán, el capitán de la Armada Guipuzcoana, Marcos Aramburu, y el capitán de la Armada Vizcaína, Martín de Bertendona, y almirantes vascos como Joanes de Villaviciosa, Santiago de Aristeguieta y Antonio de Urquiola entre otros.

Además, estaban las escuadras de Sancho Pardo y la portuguesa de Luis Coutiño. Llegaron a reunir una flota de 52 galeones y 6 filibotes, al mando de Alonso de Bazán, con una tripulación de 7.200 hombres, mientras que los ingleses acumularon 22 buques de los cuales 6 eran grandes galeones.

COMBATE ENTRE LAS FLOTAS INGLESA Y ESPAÑOLA

Una semana después de su partida, llegaron los navíos españoles a las inmediaciones de las Azores, donde Alonso de Bazán se aprestó a la batalla dividiendo sus fuerzas para coger a los ingleses en dos frentes. Los almirantes españoles sabían el punto concreto donde los ingleses podrían abordar a los galeones de la Flota de la Carrera de Indias procedentes de Tierra Firme: entre las islas del Cuervo y de Flores.

Las órdenes del almirante disponían que Aramburu con los 7 galeones de Castilla, el San Francisco de la Presa, la capitana de los pataches y 2 filibotes portugueses atravesarían entre la isla de Flores y la del Cuervo, mientras que el principal de la escuadra a su mando lo haría por el margen izquierdo de la de Flores. A barlovento los galeones San Pablo, San Martin y San Felipe con los filibotes de Luis Coutiño y a sotavento los que mandaban Martín Bertendona, Sancho Pardo y Antonio de Urquiola, mientras que los galeones de Villavicencio quedaban a retaguardia como escuadra de reserva.

DEFENSA DEL REVENGE

Tras avistar a la llegada de una flota enemiga, Howard maniobró para ganar barlovento, pero las naves españolas aprovechando su inercia en curso pudieron situarse a tiro de cañón dando comienzo el combate. Los ingleses, siempre temerosos de un posible abordaje español, mantuvieron las distancias.

Aramburu que navegaba junto a Bazán se lanzó contra los ingleses tal y como era su misión principal, la destrucción de la flota enemiga. El San Cristóbal llegó a cañonear y disparar varias descargas de artillería al Defence mientras este maniobraba para evitar el abordaje, y finalmente huir. El Golden Noble se retiró de la lucha y poco después lo hizo el Foresight con graves pérdidas. La flota inglesa, al ver la superioridad española, salió en retirada a toda vela hacia Inglaterra.

El único buque inglés que entró en la lucha directa fue Revenge, de 43 piezas de artillería, conocido por haber sido gobernado por el corsario Francis Drake, ahora por Richard Greenville. El Revenge se quedó aislado del resto de la flota británica, que huía en maniobras evasivas, siendo atacado por la escuadra hispánica.

CUBIERTA DEL REVENGE EN ACCIÓN

Durante varias horas y hasta anochecer, el Revenge se defendió de las sucesivas embestidas de las principales naves españolas: la de Claudio de Beamonte, la de Martín de Bertedona, la de Marcos Aramburu, la de Antonio Manrique y la de Luis Cotiño. Los hombres de Marcos Aramburu consiguieron llegar al palo mayor y capturar el estandarte enemigo a pesar del fuego que recibían.

Cuando Greenville decidió rendirse, el Revenge tenía el casco reventado, sin mástiles en pie, y con 150 de sus hombres muertos o heridos. Su almirante fue recibido en el galeón de Alonso de Bazán con todos los honores por su valor y atendido por médicos tras encajar disparo de arcabuz.

También los buques ingleses que huyeron recibieron el acoso y disparo de otros buques españoles en su caza, aunque sin resultados constatables.

La victoria no fue gratis para los españoles, el Ascensión y el San Andrés, la urca de Luis Coutiño se abordaron de tan mal manera que se fueron al fondo, el Ascensión ese mismo día y la urca al día siguiente, si bien gran parte de su tripulación y su artillería pudieron ser rescatadas. Según las crónicas, las bajas españolas fueron menos de 100, algo menos de las que tuvo solo el Revenge, incluyendo los muertos del Ascensión. Una vez hechas las reparaciones de urgencia, la escuadra se adelantó más allá de las islas para encontrarse con las Flotas de Indias y respaldarlas.

Las dos Flotas de Indias, la de Tierra Firme de Diego de la Rivera y la de Nueva España de Aparicio de Arteaga, pudieron reunirse aunque un tanto maltrechas por la acción de temporales huracanados. Tras repararse algunas y repartir las mercancías de valor de las que se hundieron en puerto, la Flota de la Carrera de Indias pudo zarpar de nuevo hasta tomar la bahía de Cádiz.

RENDICIÓN DEL REVENGE

A la llegada a España, la gesta no se consideró una gran victoria, más bien una ocasión perdida para apresar a aquella armada inglesa. En cualquier caso, la jornada no fue más favorable a los ingleses, a la pérdida del Revenge y a la frustración de no haberse podido hacer con las riquezas de la Flota de Indias, hay que añadir, que los barcos que huyeron de las Azores llegaron en muy mal estado a Inglaterra, con grandes pérdidas humanas y materiales (aunque consiguieron llegar todos a Plymouth) y la escuadra corsaria bajo mando de Monson también sucumbió ante las galeras de Francisco Coloma, que les capturo un galeón de 200 toneladas, una zafra y una carabela e hizo prisionero al mismísimo Monson.

Y sobre todo, quedó constancia de que tras la Jornada de Inglaterra, España había vuelto a convertirse en la dueña del mar. Dominio indiscutible que conservaría hasta el combate de las Dunas en 1639 y que a partir de entonces sería disputado por Holanda, no por los ingleses.

Además, el motivo de esta batalla, los metales de la Flota de Indias, nunca estuvo en peligro, ya que previendo el ataque, se desembarcó en La Habana y partió rumbo a Sevilla a bordo de cuatro fragatas que arribaron a España en Enero de 1592.


MUERTE DEL CAPITÁN RICHARD GREENVILLE

16/02/2019

Combate de los Abrojos de 1631 por Antonio de Oquendo


El almirante general de la Armada del Mar Océano Antonio de Oquendo y Zandategui participó en más de cien combates navales. Sus dos hechos principales fueron la batalla de los Abrojos en 1631, y la de las Dunas, en 1639. Su éxito en operaciones militares era debido a lo bien organizados que estaban sus buques y a la férrea disciplina que en ellos imperaba.

Natural de San Sebastián, donde nació en 1577, fue el fiel reflejo de su padre Miguel de Oquendo, capitán general de la Armada de Guipúzcoa, que participó junto a Álvaro de Bazán y Juan Martínez de Recalde en la Batalla de las Terceras, y murió en el desastre de la Invencible.

ANTONIO DE OQUENDO Y ZANDATEGUI Y ESCUDO DE ARMAS DE OQUENDO

Siendo almirante general de la Armada del Mar Océano desde 1619 y consejero del Real Consejo de Guerra, se reunió en Lisboa una escuadra bajo su propio mando para socorrer las costas del Brasil, que sufrían sucesivos ataques de la Armada holandesa, especialmente las plazas de Pernambuco y de Todos los Santos. Componían la escuadra 16 naos; 5 de ellas no llegaban a las 300 toneladas y a reunir 40 hombres de guarnición; otras 5 no llevaban más que la mitad de la infantería que les correspondía y quedaban 6 que eran mejores, pero también faltas de elementos y de dotación. Arbolaba Oquendo su insignia en el galeón Santiago.

El 5 de mayo de 1631, salió de Sevilla convoyando una flota de buques mercantes portugueses y de 12 carabelas, que llevaban 3.000 hombres de transporte para reforzar las guarniciones de las plazas brasileñas.

Al cabo de 68 días de navegación, llegaron a la Bahía de Todos los Santos, reforzando su guarnición y siguiendo viaje a Pernambuco con 20 naos mercantes que se agregaron al convoy.

El 12 de septiembre, avistaron la flota holandesa, bajo el mando del almirante Adriaan Hans Pater, que venía de saquear la isla de Santa María. El almirante holandés tuvo el gallardo pero presuntuoso gesto de ordenar que sólo atacasen a los españoles 16 de sus buques; el mismo número que los que sumaban los de Oquendo. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la capitana y la almiranta holandesas eran buques de 900 y 1.000 toneladas, con 50 cañones de calibre entre 48 y 12, y, en cambio, los españoles no pasaban de las 300 toneladas e iban armados con cañones de a 22 a 8.

COMBATE DE PERNAMBUCO Y ESCUDO DE ARMAS DE OQUENDO

Antes de trabarse el combate pasó cerca de la capitana de Oquendo la carabela en que iba el conde de Bayolo, jefe de la infantería, y al estar a la voz propuso a Oquendo reforzar los buques con sus soldados. Oquendo con tono humorístico, señalando las velas enemigas le dijo: "¡Son poca ropa!". Después negó el paso de los soldados, razonando que la orden era llevarlos a Pernambuco para refuerzo y que no quería, "por si ocurría cualquier accidente que impidiera volverlos a las carabelas". El conde recibió orden de unirse al convoy y acercarse con él hacía la costa.

De tal modo, se entabló un duro combate a 18º de latitud sur y a unas 240 millas de los Abrojos, a las 8 de la mañana de 12 de septiembre de 1631. Fue llamado el Combate de los Abrojos.

La escuadra holandesa avanzó desplegada en arco. Entonces, Oquendo consiguió aferrarse con hábil maniobra a la capitana enemiga por barlovento, de tal modo que los fuegos y humos fuesen hacia el holandés. Hans Pater trató de desasirse, mas no pudo, pues el capitán Juan Castillo saltó al buque holandés y a parte de los garfios, lo aseguró con un calabrote que amarró a su palo. Pronto le quitaron la vida, y lo mismo a sus soldados, pero el fuego que se hizo desde las cofas del Santiago impidió a los holandeses desamarrarlo. Otro galeón holandés se colocó pronto por la banda libre del Santiago, pero también acudieron los españoles en auxilio de su general.

COMBATE DE PERNAMBUCO, POR JUAN DE LA CORTE

El combate aún estaba indeciso a media tarde. Al fin, un taco encendido disparado por un cañón del Santiago prendió fuego a la capitana holandesa. La almiranta de su segundo, el aventurero Jerónimo Misibradi, acudió y dio remolque al Santiago, apartándole de la explosión del buque holandés. Hans Pater encontró la muerte en el agua, a donde se había arrojado con gran número de los suyos.

Oquendo de apoderó del estandarte de Holanda y puso en fuga al enemigo, quemando a éste tres mayores galeones y haciéndole 1.900 muertos; los españoles perdieron, por su parte, dos galeones, hundido uno de ellos, el San Antonio, la almiranta, y 585 muertos y 201 heridos. Tuvo la satisfacción Oquendo de saber que el galeón apresado por los holandeses, el Buenaventura, no pudo ser aprovechado, y que los españoles prisioneros se apoderaron de la carabela donde los llevaban y se fugaron.

Cinco días después hubo nuevo avistamiento de las escuadras, pero el almirante Tir, que sucedió en el mando a Hans Pater, eludió el combate a pesar de su manifiesta superioridad numérica. Oquendo llevó las tropas de refuerzo a Pernambuco y regresó a la Península. El 21 de noviembre entró en Lisboa, siendo objeto de entusiastas manifestaciones. Guipúzcoa le envió un caluroso mensaje de felicitación.

COMBATE DE PERNAMBUCO Y ESCUDO DE ARMAS DE OQUENDO