27/01/2020

José de Grimaldo y Gutiérrez Solorzano


Consejero real de Hacienda y de Estado durante el reinado de Felipe V de Borbón

josé grimaldo guitierrez solorzano retrato consejero real vasco
JOSÉ DE GRIMALDO Y GUTIÉRREZ SOLORZANO

De origen vizcaíno, José de Grimaldo y Gutiérrez Solorzano había nacido en el año 1660. Tanto su padre como su abuelo, vizcaínos, habían sido oficiales en la Secretaría del Consejo de Indias y en ella empezó a trabajar también él mismo, con apenas catorce años, como entretenido. En 1683 era ya oficial en propiedad y fue admitido como caballero en la Orden de Santiago, ascendiendo paralelamente en grados administrativos y en honores.

Durante la nueva dinastía Borbónica, fue nombrado para desempeñar la Secretaría del Despacho de Guerra y Hacienda y en ella se mantuvo hasta 1714 en que pasó al Despacho de Estado, que abandonó en 1724 para seguir al rey en su retiro en San Ildefonso. Volvió a ocupar el puesto, por breve tiempo, en 1726, tras la caída de Ripperdá, pero los achaques no le perdonaron. Cesó debido a su edad y murió en 1733 como Consejero de Estado, ennoblecido con el título de marqués y como caballero de la Orden del Toisón de Oro.

Grimaldo era, según sus contemporáneos, un hombre inteligente y trabajador y fue capaz de dar un aire nuevo a la administración de los asuntos que le eran confiados. Tenía fama de rectitud y de profesar un singular amor al rey, que demostró en más de una ocasión. Bien fuera por su personalidad o por la importancia de los asuntos que pasaban por sus manos, su trato con Felipe V fue directo y frecuente, gozando durante toda su vida de su estima, lo que explica que permaneciera en su puesto en la etapa de Alberoni y ejerciera una especie de gobierno en la sombra durante el reinado de Luis I. También gozó del reconocimiento de sus contemporáneos que, le apreciaran o no, reconocían su influencia, destacándose como uno de sus principales rasgos el que, por sus méritos ha subido desde empleado hasta secretario de Estado en asuntos exteriores, como único y verdadero ministro.

23/01/2020

Líneas de fuga de la red Cométe


Durante la II Guerra Mundial existían líneas de fuga para ponerse a salvo de los nazis en países neutrales o del eje aliado. El paso de los Pirineos occidentales estaba entre la costa labortana y el País de Bidasoa. La red Cométe, creada en Bruselas en 1940, era la encargada de cruzar a territorio español a los pilotos aliados derribados en suelo francés o belga.
Desde bases de Anglet, Ziburu-Ciboure o Donibane Lohizune-Saint Jean de Luz, los mugalaris guiaban a los evadidos por los senderos de Xoldokogaña hasta el collado de Pitara, previo al cruce del Bidasoa, a salvo de la guardia civil en los caseríos más próximos. En Oiartzun o San Sebastián, los pilotos eran recogidos por coches consulares ingleses que los trasladaban hasta Gibraltar, para retomar a su país.

Esta red fue una de las más activas de la Resistencia: 800 fugitivos evacuados, más de 1500 miembros de la red para su kilométrico recorrido de Bélgica a los Pirineos. Hubo cerca de 700 detenidos, de los que casi 200 fueron fusilados o murieron deportados en campos. En los últimos años se trasladó el paso al sector entre Ezpeleta y Baztán.

RÍO BIRIATU

El camino que recorrió la organización Cométe partía de la localidad de Urruña (Urrugne). Bajaba por la calle Laurencenia, frente a la céntrica iglesia, hasta la actual carretera nacional, cruza la misma y continúa recto hasta pasar por un puente de la vía A-63.

Tras entran en el barrio de Lizarritz, sigue por la orilla izquierda de la carretera, sube por una pequeña pendiente y se desvía a la derecha por la vía que señala Biratu y Calvaire, hasta alcanzar Unamendi. Evitando el desvío a la izquierda a Ibardin, gira primero a la derecha y luego a la izquierda, por el Chemin Etxezahar.

Después de dejar un caserío, deriva a otra carretera hasta un giro a la izquierda en el que aparecen unas balizas blanquiazules. Tuerce a la derecha, deja un cámping a la izquierda. Sube hacia la estación de filtrado de agua y bordea a la derecha el monte Kalbarioa de 277 metros de altura.

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MOJÓN R8 EN MANTTALE

Antes de llegar al portillo de la estación de aguas, aparece un rellano a la derecha a 223 metros, y una senda que sube entre hierbas y luego helechos. Se abren las vistas sobre la bahía de Txingudi y los campos y playas labortanas. Asciende hacia la cumbre de Xoldokogaña, a 486 metros. Tras pasar junto a una fuente y dos bordas ruinosas, la línea se desvía por el sendero de la izquierda, para enlazar con el camino que desciende del collado de Osin. Allí, vira a la izquierda, señalado por un poste indicativo, accediendo al camino GR-10 hacia Olheta, recalando en el vecino collado de Pitara y subiendo a continuación al de Joncs. En éste, la línea ascendente se divide, sigue la más ancha, a la derecha, marcada como GR. Tomando un primer alto, cruza con otro sendero, dejando el GR y continúa por la derecha. Llega a un balcón natural sobre el País del Bidasoa y se desvía a la derecha, a la cota anónima en la que se enclava el mojón número R8. Visto el paisaje, continúa por el cordal hasta la cima de Manttale, a 573 metros de altura.

Baja por el lado opuesto al de subida, marchando a la izquierda, para tomar el GR-10 antes de abandonado. Ante un pinar, donde el forme sendero se endurece, gira a la izquierda, en descenso y paralelo al pinar y un posterior hayedo. Ante las aguas del pantano de Arola o Obardin, bordea por la derecha, siguiendo las balizas naranjas.

A la altura de la presa de Barrage de Xoldokogaña, baja a la orilla para encontrar el paso. Sigue el sendero de la derecha, sin desviarse, recorriendo el barranco de Ibardin hasta aparecer ante una casa bajo la estación de aguas. Sigue por la carretera hasta la vía asfaltada y finaliza el regreso a Urruña (Urrugne).

MAPA DE UNA LÍNEA DE FUGA DE LA RED COMÉTE

14/01/2020

Pseudo-historicismo bizcaitarra del Nacionalismo vasco


A finales del siglo XIX, Sabino Arana definió la doctrina del Nacionalismo vasco bajo el término de Bizkaitarrismo y entre sus aspectos más significativos estaba la historia, o más bien la manipulación de la historia con fines políticos. Ya en su primer libro, Bizkaia por su independencia. Cuatro glorias parias, publicado en 1892, narraba de forma muy interesada cuatro batallas de la Edad Media: Arrigorriaga (1355), Gordejuela (1355), Ochandiano (1355) y Munguía (1470). Se trataban de enfrentamientos armados entre señores feudales, tan habituales en la España, y resto de Europa, de la Baja Edad Media. Pero Arana les atribuyó un marco que enfrentaba a vascos contra españoles. Fueron utilizadas como ejemplos ilustrativos del nuevo pasado de Vizcaya que estaba construyendo para dotar de legitimidad histórica a sus ideales políticos.

HISTORIA MITOLÓGICA DE SABINO ARANA

La batalla de Arrigorriga tan solo es una leyenda de dudosos orígenes, probablemente literarios, no existen crónicas historiográficas de la contienda. Fue a mediados del siglos XIV cuando esta leyenda se convirtió en una narración pseudohistórica gracia a la pluma del conde Barcelos. Este era un portugués amigo de los señores de Vizcaya, Juan Núñes de Lara y María Díaz de Haro, para cuya honra familiar inventó una bella historia de duendes, princesas y batallas inspiradas en los relatos artúricos tan de moda en la Europa medieval. Un siglos más tarde, el banderizo Lope García de Salazar recrearía la leyenda aportando nuevos elementos en sus Bienandanzas e fortuna del Señorío de Vizcaya.

A pesar de que la tradición literaria ubicaba esta leyenda en trono al siglo IX, Arana la fechó el 30 de noviembre de 888.

BIZKAIA POR SU INDEPENDENCIA POR SABINO ARANA

Las batallas de Gordejuela y Ochandiano enfrentaron al señor de Vizcaya, Tello de Trastámara, con su hermano el rey Pedro I el Cruel. Arana llegó a trasladar a aquellos tiempos sus deseos, atribuyendo a los guerreros de Tello "su corazón nacionalista" que les habría llevado a tomar la determinación de "o libro a ki patria Bizkaya de la ambición española o no vuelvo a abrazar a mis padres y a mi esposa".

Arana no solo llegó a convertir un enfrentamiento señorial en un supuesto conflicto nacional, sino que además pasó por alto detalles tan significativos como el de la manifestación de fidelidad de los vizcaínos al rey. Así pues Pedro les pidió que reconocieran al infante Juan y a Isabel de Lara como sus señores de Vizcaya, y esta fue la contestación:
"... nunca habría otro señor en Vizcaya salvo el rey de Castilla, y que querían ser de su corona dél, y de los reyes que después dél reinasen en Castilla."

Cuando Enrique de Trastamara venció finalmente en la guerra civil contra Pedro I, devolvió el Señorío de Vizcaya a su hermano Tello, quien, al morir en 1370, lo transmitió al infante y futuro rey Juan I, en la persona del cual se unificaron definitivamente las condiciones de rey de Castilla y señor de Vizcaya hasta la actualidad.

La fragmentación señorial de la Europa medieval y las fidelidades vasalláticas causaron situaciones de enfrentamiento entre unos señores y otros, que han sido utilizadas por los independentistas vascos para extraer consecuencias "nacionales", mediante una interpretación interesada pero nada rigurosa y científica. Así pues, este Bizkaia por su independencia se convirtió en el más importante trabajo de manipulación histórica efectuado por Arana, considerado por sus primeros seguidores como el punto de arranque de la conciencia nacional vasca.

NACIONALISMO VASCO POR SABINO ARANA

Ceferino de Jemein, su biógrafo, lo definió como: "El libro despertador de la conciencia nacional euzkadiana, el que más vascos ha ganado para la Patria".

Pedro de Baldasua declaró que "Bizkaya por su independencia fue y sigue siendo un grito conmovedor a la conciencia, un irrintzi vibrante lanzado a las entrañas mismas de la patria aletargada, agonizante. Fue el grito de afirmación de vida, mejor aún, de salvación".

Por contra, Arana chocaba de frente con la investigación científica de la historia y con los historiadores serios de su época, como Labayru o Echegarary.

Fue el caso del erudito vizcaíno Estanislao J. de Labayru, a quien desaconsejó la lectura de sus rigurosos estudios históricos a los lectores del periódico Bizkaitarra, porque contradecían sus leyendas y, por tanto, sus ideas nacionalistas:
"... no le guía el patriotismo; guíale el amor a los estudios históricos. Entonces no es su obra una ofrenda a la Patria; es meramente un material que aporta al edificio de la historia universal."

Otro fue el guipuzcoano Carmelo de Echegaray, designado cronista oficial de las Provincias Vascongadas por acuerdo de las tres diputaciones y miembro del consejo directivo de la revista bilingüe Euskalerriaren Alde y de la Revista Internacional de Estudios Vascos. Echegarary polemizó en varias ocasiones con los nacionalistas, cuyos planteamientos históricos consideraba erróneos. En una de esas, acusó al periódicos de Arana, Bizkaitarra, de ocultar las verdaderas glorias patrias vascas (Urdaneta, Legazpi, Elcano, Oquendo, Churruca, Lezo, Mazarredo, etc.). Y Arana contestó que: "no constituyen verdaderas glorias", por lo que el nacionalismo "no tiene inconveniente en cedérselas al pueblo que ya está acostumbrado a exaltar como glorias nacionales a hombres y hechos que sólo pueden deshonrar su historia".

IKURRIÑA POR SABINO ARANA

Décadas más tarde, en 1934, el literato alavés Ramiro de Maeztu escribió sobre la irracionalidad de los nacionalista ante el hecho de negar la realidad histórica:
"El nacionalismo vasco no se ha cuidado nunca del elemento intelectual, y como la inteligencia es la facultad de ver las cosas como son, no se ha querido enterar nunca de que la voluntad no puede hacer que sean de otro modo que tan y como son. Puede asegurarse que Sabino Arana ignoraba no sólo la historia de España, sino la de su país. Mucho después de muerto Sabino, los primates nacionalistas se han opuesto en su seno un Centro de Estudios Históricos por temor a que se quebrantasen los fundamentos inconmovibles del nacionalismo."

Los nacionalistas siempre han lamentado los hechos históricos, en lugar razonarlos. Un claro ejemplo lo ofreció el dirigente del PNV y ministro de Justicia de la II República, Manuel de Irujo, cuando escribió en 1942:
"Conste que el hecho de nuestra existencia, sea cualquiera la estimación que provoque en los restantes hombres y pueblos, está unido hoy a una auténtica y firme voluntad de persistir, de manera singular para nuestro espíritu racial y para nuestra cultura nacional que es su expresión; y esta suprema determinación la mantenemos con la historia en la mano, sin ella, o contra ella si fuere preciso."

BILBAO A SABINO ARANA

Dos décadas más tarde, en 1965, el periódico de tendencia nacionalista Alderdi, publicó un artículo titulado El ideal nacionalista y la Historia vasca. Su autor fue fiscal general de Euzkadi en 1936, Idelfonso Gurruchaga (publicaba bajo el seudónimo de Íñigo de Uranga), que explicaba las verdaderas intenciones de los nacionalistas con respecto al conocimiento histórico:
"... no hay contradicción entre el movimiento nacionalista vasco moderno y el pasado de nuestro país, sino todo lo contrario; si alguna duda surgiese de la lectura de nuestra historia, toca revisar no el valor del movimiento nacionalista sino el de la historia, mejor dicho de la historiografía. Son nuestros documentos históricos los que necesitan revisión, pues vienen deformados desde hace varios siglos a consecuencia de muchos factores."

Lo que trata de explicar es que cuando los hechos históricos no se adecuan a la voluntad nacionalista, entonces estos están equivocados.

Incluso el autor nacionalista Bernardino de Estella llegó a sincerarse con estas intenciones, declarando la voluntad de utilizar argumentos históricos falsos siempre que fuesen eficaces. Su Historia vasca, publicada en 1931, es una de las obras clásicas de la historiografía nacionalista y en ella explicaba que la batalla de Arrigorriaga "no pasaba de ser una leyenda", pero como era un símbolo mítico del enfrentamiento entre vascos y españoles en el que se fundamentaba la ideología nacionalista, asumió como hecho histórico verdadero este mito por la repercusión política que suponía:
"Aunque no sea del todo cierta esta batalla y esta victoria, se celebra anualmente en Bizkaya como un símbolo de las luchas contra los extranjeros. En este sentido su recuerdo debe mantenerse vivo entre los bizkaínos y entre los demás vasco."

 

11/01/2020

Casa Iturritxo (Casa Zabala) en Vergara


LCasa Iturritxo, también llamada Casa Zabala, está situada en el número 4 de la calle Bidekurutzeta de la guipuzcoana villa de Vergara. Fue mandada construir por el matrimonio Martín de Zabala y Magdalena de Ondarza hacia el último tercio del siglo XVI. El escudo que aparece en su fachada así lo demuestra. 

En el siglo XVII y mediante matrimonio, la casa pasó a ser propiedad del capitán Antonio Jauregui Salazar. Éste, que se había enriquecido en América, procedió, en 1648, a renovar la casona con el fin de posicionarse entre la élite constituida por las antiguas familias nobles bergaresas.

casa iturritxo zabala bergara gipuzkoa
CASA ITURRITXO (CASA ZABALA)

La entrada principal de medio punto data del mismo siglo XVI, y el carácter relativamente austero que emana de la mansión pretende resaltar su antigüedad. Por eso los elementos decorativos se concentraron en el interior, en las ventanas con balaustre de hierro forjado y en el alero. De todo ello, sólo se conserva este último elemento.

Fueron los artífices de estos trabajos Santiago Marigorta (forjador), Juan Zaldua (cantero) y Pedro Garikatza (tallista). Posteriormente, se realizaron obras de ampliación de la casa, pese a que los vecinos en concreto los jesuitas y la Casa Jauregui estaban en contra.

En su interior existía un oratorio, cuyas imágenes, algunas procedentes de Nápoles, se sacaban en las procesiones del pueblo.

06/01/2020

Álava en la Edad Media: formación territorial y vinculación a Castilla


Ya en la época prehistórica se advierten importantes diferencias entre las tierras alavesas y las vasconas del Pirineo, así como con las provincias que serían Guipúzcoa y Vizcaya. Álava es la zona de los dólmenes y en ella pesaría avanzado el tiempo la presencia celtibérica procedente de las tierras vecinas de la región del Duero.

En la llanada de Álava se marcó la presencia romana mucho más que en la parte norte del actual País Vasco. Augusto atravesó sus caminos en las Guerras Cántabras y aún quedan restos de calzadas y de viviendas descubiertas el siglo pasado en el despoblado de Iruña, cerca de Vitoria.

En cambio, la historia recuerda la constante oposición de estas tierras a los visigodos, así como la fundación por Leovigildo de la plaza fuerte de Vitoriacum (Vitoria). Tal vez esa resistencia haya contribuido a la cristianización de la población alavesa desde el siglo IV, opuesta al Arrianismo visigodo.

La denominación de Álava es conocida desde el siglo VII, se trata de un nombre derivado del euskera araiiar, que significaba "país entre montañas". Pero la primera mención del topónimo Álava, como grupo o provincia, data de fines del siglo IX en las Crónica de Alfonso III el Magno, al igual que Guipúzcoa, refiriéndose a las Tierras Llanas, al norte y este de Vitoria, en el extremo oriental de sus dominios del Reino de Asturias.

MAPA HISTÓRICO DE ÁLAVA

Durante los siglos VIII y IX, las tierras alavesas, junto a las del norte de Burgos, pertenecían al Reino de Asturias, y luego al de León, constituyendo la frontera oriental del reino asturiano frente a los ataques musulmanes del valle del Ebro. En estos primeros siglos de la Reconquista, muchos fugitivos cristianos provenientes de las tierras del Duero se refugiaron en Álava. Algunos historiadores cifran su número en cerca de cien mil. Su presencia debió contribuir a la fraternidad entre los alaveses y los futuros castellanos y al alejamiento de la lengua y costumbres euskeras.

La constitución del Condado de Álava se remonta al siglo IX, formado por las tierras de la Llanada, al norte y este de Vitoria. A esta Álava nuclear se fue sumando otra periférica, integrada por la tierra de Ayala, Treviño, la Rioja Alavesa y la zona al este del río Bayas.

Durante la Baja Edad Media, los territorios de la actual provincia de Álava estaban divididos en las siguientes instituciones jurídico-territoriales:

1. La Cofradía de Arriaga (aproximadamente el 40% de la actual Álava), gobernada por juntas y normas propias y elegía a su señor, hasta 1332 en que decide integrase totalmente a Castilla y adoptar sus leyes.

2. El Señorío de Ayala, legislada por el Fuero de Ayala (1373). En 1487 los ayaleses decidieron renunciar a su fuero y adoptar la legislación castellana.

3. Llodio, donde se aplicaba el Fuero de Vizcaya.

4. Las Villas, con sus fueros municipales.

Desde la segunda mitad del siglo XI, existían unos seniores o barones con capacidad para ejercer determinadas acciones jurídicas y elegir a un señor, el cual, en un territorio organizado en merindades o circunscripciones, administraba justicia, de manera personal o a través de merinos o alcaldes nombrados por él. Era responsable de la defensa manteniendo las tenencias de los castillos y en reconocimiento de este señorío recibía de los labradores el impuesto llamado "pecho forero". Era una organización de base feudal formada por nobles de muy distinto rango (a ella pertenecían pequeños hidalgos, pero también algunos de los más ilustres apellidos de la nobleza alavesa, como los Rojas, Mendoza, Hurtado de Mendoza, Ayala o Guevara) y campesinos dependientes, que dominaba un territorio netamente diferenciado del realengo, controlado por el monarca.

nobleza álava medieval oñaz gamboa mapa
LINAJES SEÑORIALES EN ÁLAVA SIGLO XV

Su primer señor fue el conde Eglyón, que intentó rebelarse contra el rey Alfonso III de Asturias. Tras sofocar la rebelión, el monarca nombró a un noble leal a su causa, Vela Jiménez, como conde de Álava en el año 866. Tuvo este magnate una importancia fundamental en la repoblación y la fortificación de las tierras de la futura Castilla, especialmente en la batalla de Cellorigo en el 882, defendiendo su castillo contra las tropas de Al-Mundir de Córdoba.

Este condado subsistió como entidad independiente hasta la muerte de Álvaro Herrameliz, tras la cual, pasó a estar gobernada por Jimeno Garcés, conde de Pamplona.

Cuando en el 931, Fernán González logra reunir el control de los territorios de Burgos, Lara, Lantarón y Cerezo fundando el Condado de Castilla, Álava formaba parte de este nuevo núcleo cristiano peninsular. Bajo la jefatura de Fernán González lucharon alaveses, castellanos y navarros contra las tropas de Abderramán en las batallas de Simancas, Osma y San Esteban de Gormaz.

A partir de 1024, Sancho III el Mayor reinaba en Álava mediante sus tenentes, los condes Nuño González y Fortún Iñiguez, quienes se vincularon al Reino de Pamplona. El régimen de tenencia consistía en la posesión de un territorio por un señor que era el delegado del rey u otra autoridad superior, que controlaba la administración civil y militar así como de las rentas.

Con el conde Álvaro Díaz concluía la soberanía navarra en Álava. En 1076, acaeció el asesinato de Sancho IV el de Peñalén, crisis aprovechada por Alfonso VI de León para vincular a su reino La Rioja, parte de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava. Sin embargo, esta incorporación fue sólo temporal.

Otros señores de Álava fueron Munnio Muñoz, Lope Iñiguez, Lope Díaz y Sancho hasta 1332, Diego López de Haro, Nuño González de Lara, el infante Fernando de la Cerda, Lope Díaz de Haro y Diego López de Salcedo, éste fue el último de los señores de Álava que alternó su dependencia con el Reino de Castilla (siglo X), y el de Navarra (siglo XI).

La restauración del reino pamplonés con García Ramírez en 1134 tuvo como consecuencia que este monarca se intitulase rey de Pamplona, Álava, Vizcaya y Guipúzcoa. La tenencia de estos tres últimos territorios correspondió a Ladrón I Guevara, fundador de poderoso linaje alavés de Guevara. Se consideró siempre navarro y fue conocido como Ladrón de Navarra, aunque su vida política se desarrollase en la Corte castellana.

Hacia 1136, Ladrón I entró en vasallaje del rey leonés Alfonso VII, lo que le separó de sus tenencias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Estas pasaron temporalmente al control de su hijo, Vela Ladrón, hasta que retornó a la obediencia navarra hacia 1147.

En 1179, Alfonso VIII de Castilla y Sancho VI de Navarra firmaron un tratado que fijaba la frontera entre sus reinos a lo largo de una línea que, desde el Cantábrico, remontaba el curso del río Deba en el occidente de Guipúzcoa, y continuaba, ya en Álava, siguiendo los ríos Bayas y Zadorra. Consecuencia del mismo fue que toda Álava quedase bajo la soberanía navarra.

En 1181, fue el rey de Navarra, Sancho VI, quién otorgó fuero a Vitoria, ciudad que conservaba desde entonces en sus calles y sus nombres medievales castellanos de los gremios Zapatería, Tintorería, Herrería, los de sus iglesias, Santa María, San Pedro, San Miguel, San Vicente, el de la patrona de Vitoria, la Virgen Blanca, los de sus palacios renacentistas, Escoriaza, Esquivel, Bendaña, Montehermoso o Villa Suso, El Portalón, la Casa del Cordón, estos últimos del siglo XV, todo ello profundamente castellano y sin el menor vestigio de cultura o participación vasca. Durante el siglo XIII, Vitoria fue fortaleciéndose como ciudad de artesanos y para finales del mismo, sus comerciantes mantenían estrechas relaciones con los puertos y ciudades más importantes de Europa occidental.

Asimismo, el gobierno condal de la familia Guevara en esta provincia se disgregó en una serie de tenencias cuyos titulares eran renovados frecuentemente por el monarca navarro, siguiendo la costumbre de organización administrativa feudal que imperaba en el reino pirenaico.

En Álava, a diferencia que en Guipúzcoa, la reestructuración política del espacio se basó en un proceso de fundación de villas por Sancho VI: Laguardia (1164), Vitoria (1181), Antoñana (1182) y La Puebla de Arganzón (1191); la última fundación navarra en Álava fue Labraza, realizada en 1196 por Sancho VII el Fuerte. Esto creó una situación de fortalecimiento de la nobleza navarra en territorio alavés, frente a la nobleza alavesa.

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ESCUDO DE ÁLAVA

El proceso de fundación de villas en Álava comenzó en 1140, cuando Alfonso VII concedió el fuero a Salinas de Añana, continuado después por los reyes de Navarra y Castilla según las alternancias en la titularidad de la soberanía política. Terminó con la fundación de Monreal de Zuya por Alfonso XI, en 1338.

Una carta de poblamiento conllevaba el otorgamiento de un fuero. Estos instrumentos legales que regulaban las relaciones entre los señores y sus vasallos aparecen como el reconocimiento por parte de la autoridad de una serie de exenciones y privilegios a favor de una comunidad asentada o por asentar en un determinado núcleo, respondiendo a un interés común por parte del poder señorial y de la comunidad beneficiada, quedando reestructurado el tejido social al fundarse nuevos núcleos de población con atrayentes condiciones de vida.

Tanto en Álava como en Guipúzcoa, fueron los reyes quienes llevaron a efecto de manera exclusiva la política de fundaciones, por ello es lógico deducir que ésta se constituyó en una herramienta de primer orden para fortalecer la posición real en aquellos lugares, en detrimento de la nobleza feudal de la tierra. Este afianzamiento del realengo tuvo una clara finalidad política pero también económica, pues la concesión de un fuero conllevaba el incremento de las rentas reales derivado, entre otras circunstancias, de la diversificación de las actividades, el desarrollo de los intercambios y las rutas comerciales.

La situación de fortalecimiento navarro en el territorio cambió de manera radical con la conquista efectuada por Alfonso VIII entre 1199 y 1200, según se aprecia en las actas castellanas tituladas Narración de la Toma de Vitoria y Guipúzcoa Año 1199. Previamente, el rey leones había negociado con los nobles alaveses, descontentos con la política de los reyes navarros de fortalecimiento del realengo y fundación de villas. La toma de Vitoria fue apoyada por gran parte de la baja nobleza alavesa, con un ejercito compuesto en su mayoría por alaveses y mandado por el señor de Vizcaya y alférez regio Diego II López de Haro, llamado Cabeza Brava.

La adhesión a esta monarquía será ya definitiva, salvo el breve paréntesis abierto con motivo de la Guerra Civil castellana del siglo XIV entre Pedro I y Enrique de Trastámara, durante la que Carlos II de Navarra retuvo, desde 1368 a 1373, las villas alavesas de Vitoria, Salvatierra, Contrasta, Santa Cruz de Campezo y la fortaleza de Alegría.

MURALLA MEDIEVAL DE VITORIA

Tras la toma de Vitoria, toda Álava quedaba en manos de Castilla, a excepción del territorio dominado por la Cofradía de Arriaga, que presenta una configuración territorial apartada de la de Álava. Se llama así por el lugar donde realizaban sus juntas y la primera mención documental data de 1258, pero su formación era bastante anterior.

La dependencia definitiva de Álava a la Corona castellana se estableció el 2 de abril de 1332 con el Pacto de Arriaga o Voluntaria Entrega, que se realizó entre la Cofradía de Arriaga, el señor López de Ayala, y el rey Alfonso XI de Castilla. El original del acta se conserva en la ciudad de Vitoria. En este pacto se pusieron las bases del futuro político del territorio y de su fuero. La Cofradía estaba constituida por los señores de la zona, que gobernaba numerosos pueblos; esta solicitó al rey veintiún peticiones que fueron aceptadas. Este acuerdo estableció una soberanía compartida entre el monarca y los señores feudales. 

Dos factores fueron determinantes en la voluntario entregar al Reino de Castilla:

1. el enfrentamiento entre los miembros de la Cofradía y algunas villas realengas fundadas dentro de su territorio, como Vitoria y Salvatierra, que disputaban a aquélla la jurisdicción sobre los núcleos de población de su alfoz o término jurisdiccional (tierras aledañas a la ciudad), conflicto en el que necesariamente la fortaleza monárquica castellana habría de terminar imponiéndose.

2. las dificultades que desde la segunda mitad del XIII atravesaba la nobleza alavesa, en el contexto general de las transformaciones del sistema feudal o crisis bajomedieval, en forma de caída de sus rentas. En contrapartida a la autodisolución de la Cofradía de Arriaga, estos hidalgos alaveses obtuvieron de Alfonso XI el reconocimiento de su estatuto jurídico privilegiado, lograron fijar a los campesinos a la tierra para impedir su huida a lugares privilegiados como las villas realengas y se aseguraron el control de importantes fuentes de ingresos.

En definitiva, no sólo garantizaron su subsistencia sino que algunos de sus más insignes miembros vieron enormemente favorecida su posición y ascendencia sobre la sociedad alavesa.

Lo que sucedió entre 1200 y 1332 fue la coexistencia de dos jurisdicciones: la real en las villas y la de la Cofradía de Arriaga entre los señores. Al cesar en sus funciones la Cofradía, el rey de Castilla se comprometió a no enajenar jamás el territorio y a mantenerlo por siempre unido a la Corona. Se aseguró la lealtad de la nobleza autóctona alavesa, justo al contrario que en Guipúzcoa, donde se afianzó la fidelidad del pueblo sometido a la nobleza guipuzcoana.

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LA VOLUNTARIA ENTREGA DE ÁLAVA A LA CORONA DE CASTILLA,
POR JUAN ÁNGEL SÁEZ

El Condado de Álava se extendía por todos los territorios de la provincia homónima con excepción de la Tierra de Ayala, que no se integró en el territorio hasta el siglo XV, y muy posiblemente del valle de Aramayonsa. Estuvo regida por su propio Fuero, el cual tuvo un origen consuetudinario, puesto por escrito en romance castellano en 1373, tiene, muchas analogías con el Fuero de Navarra. Por otro lado, incluía los territorios fronterizos de las actuales provincias de Burgos y la Rioja.

En la segunda mitad del siglo XV, las zonas de Laguardia o Labraza, que hasta entonces habían pertenecido a Navarra se integraron en la provincia. En cambio, el Condado de Treviño se desgajó de Álava, entregado a los Manrique de Lara en 1366, y que, como territorio nobiliario, se integró en 1833 en la provincia de Burgos, provincia de régimen común más cercana. El caso del Señorío de Oñate no se integró en provincia vasca alguna hasta 1845, dependiendo directamente de la administración central española.

A lo largo de la Edad Media, fueron creándose las Hermandades o asociaciones de concejos para hacer frente a los abusos de los señores feudales. En Álava se creó en el siglo XV la Hermandad de Álava y en el año 1417 se redactó el primer Cuaderno de Ordenanzas de la Hermandad de Álava, cuyo reglamento fue el núcleo de las leyes que rigieron Álava durante los siguientes cuatro siglos.

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ESCUDOS EN RELIEVE DE ÁLAVA Y VITORIA

Tras la incorporación de Álava al Reino de Castilla, no se modificaron mucho las condiciones de su sistema jurídico-político. Se estableció un sistema de Juntas Generales con Procuradores y un Diputado General. Se fijaron exenciones de tributos y de servicio militar obligatorio así como el llamado "pase foral", que daba poderes a los alaveses para vetar disposiciones reales, e incluso papales, que fueran contra fuero. La justicia era ejercida por jueces propios, pero las apelaciones se establecían en los tribunales de Castilla. Normas todas ellas que establecían una profunda autonomía de funciones dentro de la pertenencia y superior jurisdicción de la Corona.

Los alaveses, como los guipuzcoanos, se mantuvieron durante muchos años enfrentados a los navarros. En ambos casos, casi siempre por cuestiones agrícolas y ganaderas, con frecuentes luchas en las zonas limítrofes.

Durante las contiendas de Reconquista, participaron de forma voluntaria y valiente en el ejército castellano. Por ejemplo, en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212 al mando de Rodríguez de Mendarozqueta, en la toma de Baza por San Fernando en 1227 y en la conquista de Granada, en la que participó gran número de alaveses al mando de su Diputado General, Diego Martínez de Álava.

Un gran insigne alavés de la historia de Álava y el Reino de Castilla fue gran canciller Pedro López de Ayala, personaje clave en los reinados de Pedro I, Enrique II, Juan I y Enrique III. Fue político, guerrero y canciller de Castilla, que luchó y fue hecho prisionero en la batalla de Aljubarrota contra Portugal. Además fue un reconocido cronista real y poeta, que escribió las crónicas de los reinos citados, su Libro de la Cetrería, sus Cantigas a la Virgen y su famoso Rimado de Palacio.

En otro orden de cosas, la historia eclesiástica, no sólo de Álava sino también de Vizcaya, apunta de igual forma a la vinculación con Castilla. Desde finales del siglo XI, Álava pertenecía enteramente a la ya castellana diócesis de Calahorra.

LEYES CON QUE SE GOBIERNA LA MUY NOBLE Y MUY LEAL PROVINCIA DE ÁLAVA

02/01/2020

El Dorado, por Carlos Saura



El Dorado fue realizada en 1988, por el director español Carlos Saura y recreada por Omero Antonutti. Está basada en la novela La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, de Ramón J. Sender. El ambicioso proyecto hizo de esta producción la más cara, hasta esa fecha, del cine español, con un presupuesto estimado de 1.000 millones de pesetas (6 millones de euros).


En el mítico país de El Dorado las ciudades son de oro y los hombres cubren sus cuerpos con áureas vestimentas. Es la historia del navarro Pedro de Ursúa, el atractivo y joven capitán de la expedición, vencedor de los negros cimarrones del Paraná. Es la historia de Lope de Aguirre, un vasco con delirios de grandeza que se unió a la expedición de Ursúa para buscar lo que no había encontrado en su vida: la paz. Es la historia de Elvira, hija de Lope, la historia de doña Inés de Atienza, la mujer más bella del Perú. Es la historia del indio Uiracuru, guía de la expedición. Es la historia de 300 hombres que empeñaron sus haciendas y sus almas en el descenso del más grande e ignorado río del mundo.