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28/11/2017

Batalla de Roncesvalles de 778: vascones contra francos


1. EL ENFRENTAMIENTO ENTRE CAROLINGIOS Y SARRACENOS

A principios del siglo VIII, el ejército de los musulmanes de Tariq ben Ziyad se presentó en la península Ibérica iniciando la conquista del Reino Hispano-visigodo. En pocos años, consiguieron someter a la totalidad de las tierras del extinto reino, pero pronto su impulso conquistador encontró un freno en las montañas cantábricas.

La situación fue de otra manera en el noreste: en el año 713, los ejércitos musulmanes llegaron al valle medio del Ebro, donde gobernaba un conde de origen hispano-visigodo, Casio, que ante la amenaza, decidió convertirse al islam y someterse al califa de Omeya para mantenerse el poder. Así surgió la dinastía de los Banu ibn Qasi. Pamplona era ocupada por Muza en 718 y obligada a pagar tributo a los gobernadores musulmanes que establecieron un protectorado.

Los musulmanes encontraron abierto el camino hacia Francia. Cruzaban los montes Pirineos en 720 a través del puerto de Roncesvalles con el propósito de invadir el Imperio carolingio y conquistar Europa. Primero atacaron Toulouse, continuaron hacia Tours, capital del ducado vasco-aquitano. Pero, en 732, fueron derrotados por Carlos Martel en la batalla de Poitiers, quien frenó las ansias expansivas musulmanas.

Tras aquella derrota, los vascones tenían asegurada su independencia en las montañas, pero el valí Uqba recondujo la situación instalando una guarnición militar en dicha Poitiers, entre el 734 y 741.

Los francos, no obstante, sacaron las consecuencias oportunas y se propusieron establecer un cordón protector en el Pirineo, apoyaron a los cristianos rebeldes de las montañas y así surgió la Marca Hispánica: una decena de condados dependientes de la Monarquía carolingia que abarcó desde Pamplona hasta Barcelona. De estos condados nacerían posteriormente los reinos de Navarra y de Aragón y los condados de Cataluña.

Durante este periodo, finales del siglo VIII, aún no existían reinos hispánicos en el Pirineo. La única monarquía cristiana era la de Asturias, surgida de la resistencia de Pelayo. El rey era Alfonso II el Casto, noveno de este reino, hijo del asturiano Fruela y de la dama vasca doña Munia. Sus dominios se extendían desde Galicia hasta Álava, y llegarían siglos más tarde hasta Lisboa. Desde Oviedo, su capital, se proclamó "emperador de toda España".

Alfonso II intercambió embajadas con Carlomagno, el emperador carolingio, pues era su aliado en la lucha contra el islam. Durante su reinado, se descubrió la tumba del apóstol Santiago, siendo Carlomagno uno de los primeros peregrinos en visitar la ermita de Santiago en Compostela.

En el otro lado del frente, el poder musulmán conoció una de sus frecuentes fragmentaciones: los emires de los territorios del norte se rebelaron contra el califa Omeya de Córdoba. Un punto clave de la rebelión fue Zaragoza. Ese fue el motivo por el que Carlomagno decidió adentrarse en territorio español. En una de estas expediciones tuvo lugar la batalla de Roncesvalles.

BATALLA DE RONCESVALLES


2. LA ALIANZA MILITAR ENTRE SULAYMAN Y CARLOMAGNO

La resistencia de Pelayo de 722 en Covadonga y aquella victoria de Carlos Martel de 732 en Poitiers frente a los invasores musulmanes generó esperanzas y fe a los núcleos cristianos del norte peninsular para iniciar la heroica empresa reconquistadora.

En este periodo el Condado de Pamplona mantuvo una relación de alianza con la dinastía de los Banu ibn Casi. Era una familia de renegados, godos o hispanorromanos, cuyo antepasado Casio, del que toma el nombre, había sido conde en la región del Ebro. Sometidos a Muza, abrazaron la causa del Islam; uno de ellos era valí o gobernador de Pamplona el 792 y otro defendió Zaragoza frente a Carlomagno.

Mientras tanto, el Imperio de los francos vivía su esplendor cultural en el llamado Renacimiento carolingio. Carlomagno dominaba en grandes territorios de Europa occidental, defendidos en sus fronteras por "marcas", es decir, comarcas bajo su órbita de influencia, como en el caso peninsular lo fue la Marca Hispánica. También Aquitania, al norte del Pirineo occidental había sido sometido recientemente.

En 777, los carolingios consigueron una importante victoria frente a los sajones en Paderborn, que finalmente fueron sometidos. Allí, Carlomagno recibía la visita personal de Sulayman ibn al Arabí, más conocido como Sulayman Ibinalarabi, valí de Barcelona, para informarle sobre el destronamiento de la dinastía de los Omeyas en Damasco y el advenimiento de los Abasíes de Bagdad en el territorio de Arabia.

El único superviviente de los Omeyas fue Abd al-Rahman I. Había huido de aquella ciudad y refugiado en Córdoba. Con la ayuda de un ejército de bereberes y yemeníes a se apropió de Al-Ándalus, proclamando su Emirato independiente de Córdoba. Para esto, tuvo que eliminar al emir de Córdoba, Yusuf al-Fahri, partidario de los abasíes.

El valí de Barcelona dejó claro a Carlomagno que fue partidario de al-Fahri y que ambos tenían un enemigo en común: el nuevo emir de Córdoba. Además, entre sus compañías estaban Abd al-Rahman ibn Habib, el yerno del asesinado emir de Córdoba, y Hussayn ben Yahia, valí de Zaragoza y descendiente de uno de los compañeros de Mahoma.

Entonces, le propuso una alianza militar para invadir el Emirato de Córdoba y derrocar a Abd al-Rahman. A cambio, se colocarían bajo la órbita de influencia del propio rey carolingio y le entregarían algunas de las ciudades del norte de España como Barcelona, Zaragoza o Jaca.

Así lo escriben las crónicas:
¡Nada temáis! Enviad a Carlos, orgulloso y altivo, palabras de servicio fiel y de gran amistad. Le daréis osos, y leones y perros, setecientos camellos y mil azores mudados, cuatrocientas mulas, cargadas de oro y plata y cincuenta carros, con los que podrá formar un cortejo: con largueza pagará así a sus mercenarios. Mandadle decir que combatió bastante en esta tierra; que a Aquisgrán, en Francia, debería volverse, que allí lo seguiréis, en la fiesta de San Miguel, que recibiréis la ley de los cristianos; que os convertiréis en su vasallo, para honra y para bien. ¿Quiere rehenes?, pues bien, mandémosle diez o veinte, para darle confianza. Enviemos a los hijos de nuestras esposas: así perezca, yo le entregaré el mío. Más vale que caigan su cabezas y no perdamos nosotros libertad y señorío, hasta vernos reducidos a mendigar.
La idea de una campaña en España llegó a seducir a Carlomagno, quien encontró en el pacto con Sulayman la posibilidad de aumentar la Marca Hispánica hacia el interior peninsular. Probablemente, encontraría hacia el sur muchas poblaciones cristianas impacientes por sacudirse el yugo mahometano.

CONDADOS DE LA MARCA HISPÁNICA, INICIOS SIGLO IX


3. LA CAMPAÑA DE CARLOMAGNO EN LA MARCA HISPÁNICA

Al año siguiente, en el 778, Carlomagno reunió un numeroso ejército compuesto por soldados francos, reforzados por los de todos los pueblos sometidos: francos orientales (ripuarios) y occidentales (sálicos), borgoñones, provenzales, aquitanos, septimanos, lombardos y bávaros, estos últimos dirigidos personalmente por el duque Tasilón. Este ejército cruzo el Pirineo, dividido en dos contingentes: uno liderado por Carlomagno, junto a sus grandes barones como el conde de Palacio Anselmo, el senescal Ekkehart, y sobre todo el conde Roldán, que pasó por Navarra; y el otro grupo, dirigido por su hijo Carlomán y el condestable Geilón, por Huesca.

Carlos se dirigió hacia Pamplona. Esta ciudad, la principal de los vascones de Navarra, estaba en manos mahometanas. Sulayman mantenía su pacto, la ciudad fue tomada por las armas y los gobernadores musulmanes rindieron vasallaje y fidelidad al emperador Carlos el Grande, aunque mostrando hostilidad. Pero, a este primer éxito, siguió la primera decepción ya que Carlomagno comprobó como los vascones, aunque cristianos, no acogían a los francos como libertadores, sino como invasores.

Mientras que el ejército de Carlomagno seguía su avance por el curso del río Ebro hasta las puertas de Zaragoza, el ejército de Carlomán avanzaba por el este hasta Barcelona, donde la población cristiana se mostró más accesible a los francos. El valí Sulayman cumplió con su pacto, entregando rehenes y partió de Barcelona con Carlomán hacia Zaragoza. Allí se reunieron ambos ejércitos francos.

Al Hussayn ben Yahia era el valí de Zaragoza. Era también un enemigo del emir Abd al-Rahman, pero no tenía intención de entregar su ciudad. Zaragoza era una ciudad hermosa y rica, la más importante del noreste peninsular, que acogía a gentes de todas las religiones. Unas murallas infranqueables la protegían.

No se sabe con seguridad las razones de aquel cambio de planes. Por una parte, Sulayman y Hosein se habían enemistado durante el transcurso de tiempo desde el pacto hasta la llegada. Además, los francos y los árabes poseen una cultura y una mentalidad muy diferentes, y cada bando considera al otro como algo bárbaro con el que no puede entenderse.

Ante los muros de Zaragoza, los francos iniciaron un asedió que duró algunos meses. Los zaragozanos resistían y los sueños de conquista de los caballeros francos se debilitaban. Algunas ciudades, Huesca entre ellas, se sometieron. Tuvo intenciones de negociar con Hosein ben Yahia, pero estas no fructificaron.

ASEDIO A PAMPLONA POR CARLOMAGNO

Llegaban malas noticias desde Sajonia. Aprovechando la ausencia del Ejército carolingio en su Imperio, los sajones se sublevaron. El monarca Carlos reconocía que esta campaña estaba siendo un fracaso, pues no habían conseguido ninguna victoria militar relevante y ningún territorio nuevo estaba siendo cristianizado. Tras dar la orden de retirada, siguió otra de destrozar todo lo posible en torno a la ciudad. Lógicamente, el emperador tuvo la sensación de haber sido engañado por Sulayman, por lo que fue apresado junto con algunos de sus hijos y otros magnates musulmanes como rehenes.

Si bien consiguieron un cuantioso botín de guerra de los gobernadores sarracenos, este no financiaba a toda aquella expedición. La tropa quedó disconforme, produciéndose saqueos por cada villa y ciudad por la que pasaban en el camino de vuelta. En Pamplona, derribaron las murallas, asaltaron la ciudad y saquearon todo cuanto pudieron. En ella vivía una población formada en su mayoría por vascones paganos, aunque también unas minorías de cristianos e islámicos.

Carlomagno y sus huestes subestimaban la capacidad de reacción que pudieran tener los pamploneses y los vascones de las tierras aledañas. Aún le esperaba más pues, en el camino, los hijos de Sulayman sorprendieron a los guardias y consiguieron escapar sin su padre. Estos reorganizan sus fuerzas militares y fueron en busca del Ejército carolingio para sorprenderles en su huida.

Cuando cruzaban los Pirineos en dirección a Francia por el estrecho paso de Ibañeta, Carlomagno encabezaba la vanguardia de su estirado Ejército, mientras que Roldán y los principales nobles estaban situados en la retaguardia. Sus soldados caminaban lentamente en los ascensos, el porte del botín y de la armadura resultaban pesadas, y el calor del verano debilitaba más aún. Entonces, una coalición de vascones de la montaña, de pamploneses, y de tropas musulmanas encabezadas por los hijos de Sulayman emprendió un ataque sorpresa a la retaguardia del Ejército franco a la altura del actual Roncesvalles, aunque otras fuentes la sitúan en Valcarlos.

MONUMENTO A LA BATALLA DE RONCESVALLES


4. LA BATALLA DE RONCESVALLES DE 778

Roncesvalles es un punto fronterizo entre España y Francia, una cima en la cordillera pirenaica. En aquel paso, el 15 de agosto del 778 sucedió la batalla de Roncesvalles.

Los vascones, aunque en clara inferioridad numérica, eran conocedores de aquellos bosques y caminos. Aprovecharon el factor sorpresa y el terreno para posicionarse con ventaja ante un ataque cerrado entre rocas y árboles, mejor resguardados entre cimas y laderas. Las tropas carolingias desfilaban fatigadas por el desfiladero y estiradas en estrechas filas, debido a la extrema dureza de las fuertes pendientes rocosas entre bosques.

Los asediantes coaligados lanzaron una lluvia de dardos, flechas y piedras contra la retaguardia. La emboscada resultó efectiva: los francos no están acostumbrados a luchar en las montañas, se encontraron dispersos en una larga hilera, sus cascos y corazas eran resistentes pero pesadas, era más resolutiva la puntería de unos arqueros resguardados entre rocas.

Tras la lluvia de flechas, los atacantes se aproximaron, descendían, corrían detrás de las rocas, saltaban, se precipitaban sobre los caballeros, caían sobre las basternas, golpeaban a sus conductores y se producían combates cuerpo a cuerpo; había caballos heridos cuyos relinchos desencadenaban el tumulto, gritos de reagrupamiento, caballeros sin montura que acababan siendo degollados por los montañeses.

En este asalto murió Roland, duque de la marca de Bretaña (las fuentes castellanas le han llamado Roldán o Rolando), junto a los Doce Pares de Francia, entre ellos Anselmo, conde de la casa real, y el senescal Eggihard. Este noble se encargaba de custodiar la retaguardia. Según la épica, hizo sonar el cuerno para llamar al rey en señal de auxilio, pero el grueso de sus tropas continuaron el camino hacia la llanura pasando San Juan de Pie de Puerto, punto de inicio de una Ruta Jacobea hacia Santiago de Compostela que se estaba formando por los peregrinos europeos, especialmente franceses.

Los vascones vengaron los saqueos que realizaron en sus tierras, los musulmanes liberaron a Sulayman. Carlomagno nunca más volvió a pisar tierra hispánica.

MONUMENTO A LA BATALLA DE RONCESVALLES


5. LAS REPERCUSIONES DE AQUELLA EMBOSCADA

Aquella batalla desencadenó diversas repercusiones tanto en los reinos de la península Ibérica como en el Imperio carolingio. Esta fue la primera derrota militar que sufrió el Imperio de Carlomagno, gran emperador de Europa en la Alta Edad Media. Esta debilidad fue animando a otras marcas en su domino a sublevarse en su contra. Fue también un impulso reconquistador para los hispanos, pues asegurarían ahora la frontera del Pirineo frente al invasor franco y pondrían la mirada al sur para reconquistar las tierras al moro.

Mil años después, se repetiría este espíritu de resistencia y lucha contra los franceses, esta vez encabezados por el emperador Napoleón Bonaparte, en los sitios de Gerona y Zaragoza, en la llamada del tambor del Bruc, en la batalla de Bailén, en el levantamiento madrileño del 2 de Mayo, y en tantos otros heroicos sucesos de España.

El emir de Córdoba, Abderramán I, para evitar futuras incursiones carolingias y cortar rebeldías islámicas, se presentó ante Zaragoza en el 791; derrotó a los rebeldes y marchó contra sus aliados vascones. Conquistó Calahorra, luego Pamplona, sometió al valí Ibn Velasco bajo su órbita de poder y volvió a Córdoba con rehenes, quedando los vascones sometidos bajo soberanía de los Omeyas durante cerca de veinte años.

En el plano literario, los poemas y narraciones épicos describieron el suceso con todo el romanticismo medieval de la época. Destaca la Chansón de Roland en francés. Pero Roldán, sobrino de Carlomagno, se convertiría inmortal gracias a la literatura. Hoy en día, varios puertos, pasos o brechas llevan su nombre a lo largo de todo el Pirineo.

MUERTE DE ROLDÁN EN RONCESVALLES

16/02/2017

Versiones de la Canción de Roldán


La obra literaria más antigua escrita en francés, entonces llamado lengua d'oil, es la Chanson de Roland (Canción de Roldán). Entre las versiones castellanas hay una del escritor Benjamín Jarnés, y otra en verso del humanista Luis Cortés Vázquez. Es un poema épico que narra la muerte del protagonista y sus compañeros, víctimas de una emboscada al pasar por Roncesvalles. Es una continua exaltación del sacrificio de la vida en aras de la fidelidad y el deber. Llega a la cumbre de la expresividad cuando Rodan hace resonar su cuerno para llamar en su ayuda a Carlomagno, de cuyo ejército formaba parte.

Incurre en el error histórico de atribuir el ataque a los sarracenos, cuando en la realidad fue obra de las gentes del país. Pero esa falta es explicable teniendo en cuenta que en el ciclo épico carolingio que inicia, el emperador aparece como un cruzado empeñado en liberar España de los musulmanes. Y también como el liberador e incluso creador del Camino de Santiago. Así lo relata el cantar:
"Recostado bajo un pino está el conde Roldán, vuelto hacia España su rostro. Muchas cosas le vienen a la memoria. Mas no quiere echarse a sí mismo en olvido; golpea su pecho e invoca la gracia de Dios. A Dios ha ofrecido su guante derecho: en su mano lo ha recibido, ha llegado a su fin. Dios le envía su ángel Querubín y San Miguel del Peligro, y con ellos está San Gabriel. Al paraíso se remontan llevado el alma del conde. Ha muerto Roldán; Dios ha recibido su alma en los cielos. El emperador llega a Roncesvalles. No hay ruta ni sendero, ni un palmo ni un pie de terreno libre donde no yazca un franco o un infiel."
BATALLA DE RONCESVALLES

Esta materia épica fue desarrollada en un extenso poema en latín, obra de un autor desconocido, la Historia de Carlomagno y de Roldán. Materialmente es una parte del Códice Calixtino. Su originalidad consiste en relacionarse con el Camino a los héroes de otros cantares de gesta franceses, entre ellos el mismo Rolando.

Escribió Bédier en su libro clásico sobre Las leyendas épicas las siguiente declaración:
"Una bella idea juntarlos en las Landas de Burdeos desde los cuatro ángulos del horizonte poético y encaminarlas hacia la tumba apostólica de Galicia, repartiendo sus reliquias por el camino, para que como peregrino ya triunfantes protegieran a la iglesia todavía militarnte."

El autor anónimo atribuye el poema al arzobispo Turpín, uno de los compañeros de Roldán, suponiendo que no murió en Roncesvalles, sino que estaba convaleciendo de sus heridas. La autoría verdadera se ha discutido mucho, desde el siglo XVI, y también la relación de este texto con los demás del Calixtino. Lo evidente es que surgió a consecuencia de la peregrinación y a su servicio. Una de las leyendas que incluye es que los fresnos que hay en las márgenes del Cea, cerca de Sahagún, eran las lanzas que retoñaban la víspera de la batalla, señalando a los que habían de morir.

BATALLA DE RONCESVALLES

La entrada en España es otro poema, muy extenso, de caso dieciséis mil versos, escrito en Padua en la primera mitad del siglo XIV, en una mezcla de francés e italiano. Relata cinco años de fantásticos combates del ejército carolingio en la península Ibérica.

Guy de Borgoña presenta a Carlomagno disfrazado de peregrino, para entrar de espía en una ciudad enemiga. Al final se le aparece un ángel, emprende de veras la peregrinación con sus caballeros, y en Santiago reza y hace su ofrenda.

Aseïs de Cartago se escribió el año 1200. Supone al protagonista coronado rey de España por Carlomagno. Acosado por los musulmanes, el emperador le reconquista el país. El autor conoce también el Camino que Bédier dijo que le parecía una guía. Por una ciudad, Luiserne, ya en Galicia, in villa Viridi, no es real. Carlomagno sólo pudo entrar en ella cuando el apóstol derribó milagrosamente sus murallas. Desde entonces quedó despoblada, convirtiéndose en un estanque de aguas muy oscuras con peces negros. Por eso se ha identificado con el lago de Carracedo, y la ciudad con la Valverde de Lucerna sumergida en el lago de Sanabria, que sólo pueden ver quienes a sus bordes estén en gracia la noche de San Juan. El poema recoge la tradición del conde don Julián, que abrió el estrecho de Gibraltar a los moros para invadir España, en venganza por la deshonra de su hija, la Cava, por el rey Rodrigo.

De la Canción de Agolant sólo ha perdurado un fragmento. Es de fines del siglo XII o principios del XIII. Se desarrolla antes de la batalla de Roncesvalles, y debió ser uno de los cantares que hacían de prólogo a la Chanson de Roland.

Hacia 1350, en el mismo idioma de La entrada de España, Nicolás de Verona escribió La toma de Pamplona. El argumento es mucho más extenso que el título, pues la ciudad navarra aparece sólo al principio. Nada más tomarla, Carlomagno se propone liberar todo el Camino, terminando con la conquista de Astorga, que estaba defendida por un rey pagano, Estourgant. Sahagún, Mansilla y León se rindieron al ver la benevolencia de Carlomagno con Carrión.

BATALLA DE RONCESVALLES

En España, el Poema de Fernán González supone que un conde lombardo peregrina a Santiago y facilita la fuga del héroe, a quien el rey de León tenía preso. Otra versión atribuye a la esposa del protagonista, que estando de visita cambió su ropa por la del marido. Un episodio de la leyenda del Cid, supuesto peregrino a Santiago con veinte caballeros, cuenta que un leproso le pidió limosna en un tremedal. Por la noche durmieron juntos. El Cid se despertó al sentir un soplo a sus espaldas, y no al leproso sino a san Lázaro y vestido de blanco.

No es de extrañar el abrumador predominio de la literatura francesa en este capítulo de la historia de Navarra, pues durante esta etapa, la épica española era muy pobre comparada con la del país vecino en pleno Renacimiento Carolingio. Aunque por su parsimonia imaginativa haya tratado de hacer la competencia a la historia, en detrimento de la realidad de ésta, si bien ello sólo ha sido posible con la complicidad de los historiadores.

03/02/2016

Leyendas de Carlomagno en Pamplona


Una de las vías de entrada a la península Ibérica que tiene el Camino de Santiago es a través de Valcarlos y Roncesvalles, localidades navarras (francesa y española) que están muy vinculadas a un personaje histórico: Carlomagno, emperador del Imperio de los francos en el siglo VIII; y a una emboscada: la batalla de Roncesvalles.

El abate cisterciense Aymeric Picaud escribió en su Codex Calixtinus sobre el paso de Roncesvalles y el puerto de Ibañeta:
"... en este monte, antes de que el cristianismo se extendiera por todo el territorio español, los impíos de los navarros y de los vascos, tenían por costumbre, a los peregrinos que se dirigían a Santiago, no sólo asaltarlo, sino montarlos como asnos y matarlos."

ALTO DE IBAÑETA

Muchas leyendas relacionan al Camino con el emperador, que llegó a la Península tras aparecérsele una noche el apóstol Santiago, para encomendarle la misión de liberar las tierras donde estaba su sepulcro de las tropas musulmanas que la invadían.

Al frente de un poderoso ejército se dirigió a cumplir con la empresa requerida y, tras pasar tres meses detenidos ante las murallas de Pamplona, que terminarán por derrumbarse solas para darle paso, llegó a Galicia. En esta tierra liberó el territorio de musulmanes y ordenó al arzobispo Turpín que bautizara a todas aquellas gentes.

De regreso a Francia, se enfrentó al caudillo musulmán Aigolando que terminó por refugiarse en Pamplona. Allí acudió Carlomagno, con lo mejor de su ejército y los doce pares de Francia, dispuestos a luchar en una peculiar batalla que tendría lugar en los campos de Acella, cerca de Pamplona. Tras un acuerdo entre caballeros, ambos contendientes acordaron que se enfrentarían en un combate de veinte hombres por cada ejército, después cuarenta, luego cien y al final mil.

Los musulmanes perdieron un combate tras otro, a pesar de lo cual Aigolando seguía sin rendirse. Entonces se entabló una cruenta batalla en la que murió todo el ejército musulmán, cien mil hombres que dejaron aquel campo encharcado de sangre durante meses.

ASEDIO A PAMPLONA POR CARLOMAGNO

No fue Pamplona la única ciudad navarra que se la vincula a Carlomagno con un enfrentamiento legendario. También en las inmediaciones de Villamayor de Monjardín se enfrentó a las tropas del navarro Furro. El emperador, dispuesto a salvar la vida de todos sus hombres, rogó al apóstol Santiago que le indicara cuáles de sus hombres iban a morir en la batalla. Como respuesta, apareció una cruz roja pintada sobre el escudo de ciento cincuenta soldados.

Carlomagno decidió entonces que aquellos hombres no participasen en la batalla y quedasen a salvo en sus tierras. Sus tropas libraron la contienda sin sufrir bajas, pero cuando regresaron al campamento, encontraron muertos a todos los soldados que habían sido anunciados por Santiago.

07/05/2015

Canción de Roldán narrada por Carlomagno


En torno al año 778, me encontraba yo, Carlomagno, aguardando la sumisión de Zaragoza, con lo que no fue para mí una sorpresa recibir en mis dependencias a emisarios del rey zaragozano Marsil, que portaban consigo un mensaje de paz. Como respuesta, consagré a Ganelón la tarea de llegarse hasta Zaragoza para que aceptara la propuesta de Marsil, y habiendo logrado nuestro objetivo, decidí que mi ejército y yo mismo podíamos retornar a Francia.

Así dispuse que mi fiel Roldán ostentara el estandarte que le acreditaba como jefe de la retaguardia mientras emprendíamos el regreso a nuestro añorado hogar.

Todo estaba en orden, hasta que un día mientras jugaba una partida al ajedrez, escuché el escalofriante sonido del olifante de mi querido Roldán. Me quedé paralizado pues supe al instante que algo horrible debía estar pasando, pero Ganelón me intentó disuadir haciéndome creer que nuestro osado Roldán estaría dedicándoe a otros menesteres, como la caza, y que seguramente no necesitaría ayuda.

Las palabras de Ganelón no me tranquilizaron, y una fuerza en mi interior me llevó hacia el lugar donde debían encontrarse los caballeros de mi ejército. Al llegar al desfiladero de Roncesvalles, comprendí cuál había sido la causa de mi tormento, y allí encontré la tierra rociada con la sangre de mis pares, desolada y sembrada con sus cuerpos.

No podía entender lo que había ocurrido, pero una súbita sonrisa llena de malicia en el rostro de Ganelón me indicó que sin lugar a dudas, él estaba al tanto de cuanto allí había acaecido. Aquel detestable ser que quería ver muerto a su propio hijastro Roldán, había conspirado contra mí y se había aliado con Marsil.

Juré que devolvería diente por diente y consagré toda mi energía a perseguir al ejército zaragozano hasta que logré destruirlo y Zaragoza cayó rendida a mis pies. En cuanto al despreciable Ganelón, sólo puedo decir que recibió lo que merecía y tras un justo juicio fue descuartizado en Aix.

Así fue cómo logré vengar la memoria de mi ejército.

Y la historia quiso que todos estos eventos quedaran plasmados en la memoria popular; así se recuerdan en uno de los poemas épicos medievales más conocidos: La Chançon de Roland.

La batalla es prodigiosa y dura. Roland hiere sin descanso, y con él Olivier. El arzobispo dio ya más de mil golpes y no le van en zaga los doce pares, ni los franceses que juntos atacan. Por centenas y miles mueren los paganos. Quien no se da a la fuga, no hallará luego escapatoria: quiéralo o no, dejará allí su vida.

Los francos van perdiendo sus mejores puntales. No volverán a ver a sus padres y parientes, ni a Carlomagno que los espera en los desfiladeros.

En el país franco se levanta una extraña tormenta, una tempestad cargada de truenos y de viento, de lluvia y granizo, desmesuradamente. Caen los rayos uno tras otro, en rápida sucesión, y se estremece la tierra. Desde San Miguel del Peligro hasta los Santos de Colonia, desde Besançon hasta el puerto de Wissant, no hay una casa que no tenga las paredes resquebrajadas. Espesas tinieblas sobrevienen en pleno mediodía; ninguna claridad, salvo cuando se raja el cielo. A todo el que lo ve, invade el espanto.

Algunos dicen: ¡Esto es la consumación de los tiempos, ha llegado el fin del mundo!

Pero ellos nada saben, no son ciertas sus palabras: es un inmenso duelo por la muerte de Roland.

MONOLITO A ROLDÁN

12/04/2015

Versiones y leyendas de la Batalla de Roncesvalles


La batalla de Roncesvalles presenta diferentes versiones y leyendas sobre el desarrollo de los hechos, dependiendo de las fuentes que lo relaten.

Sólo se dispone de dos fuentes de información fidedignas: los Anales Reales de Carlomagno y Vita Karoli Magni de Eginhard; hay que añadir también el epitafio del senescal Eggihard, que permite conocer la fecha del combate.

Salvo que los agresores eran vascones o gascones y que el ejército franco sufrió una derrota de considerable resonancia, lo demás es incierto.

La versión más legendaria parte desde la oferta que Suleiman Ibinalarabi, valí de Barcelona y enemigo del emir de Córdoba le propone a Carlomagno. Roldán, sobrino de Carlomagno desconfía y propone que vaya un embajador llamado Ganelón. Este noble cree que Roldán le mandó allá porque desea su muerte, de manera que decide vengarse y conspirar con los sarracenos contra los francos y, al mismo tiempo, sugiere a Carlomagno que sea Roldán quien comande la retaguardia de las tropas.

Los sarracenos, advertidos por Ganelón, tendían una emboscada a la retaguardia del ejército franco encabezada por Roldán. Nada menos que cuatrocientos mil moros se lanzan sobre los francos en el paso de Roncesvalles. Tras la terrible refriega, Roldán encontraba la muerte.

Los sucesos que se narran en los poemas épicos de aquella época medieval quedaron deformados en perjuicio de la Historia y en beneficio de la Épica. Nunca hubo cuatrocientos mil sarracenos en el paso de Roncesvalles; ni eran tantos ni, probablemente, tampoco sarracenos.

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EMBOSCADA EN RONCESVALLES

La versión descrita por parte de la épica hispánica de la época ensalzó a Bernardo de Carpio como protagonista de aquella epopeya. La tradición española parte ahora desde el reino de Asturias. Alfonso II el Casto no consigue dejar descendencia a su trono. Un posible heredero es Bernardo del Carpio, sobrino del rey, pero ilegítimo, pues es hijo de los amores de Jimena, hermana del rey, con el conde Saldaña. Alfonso ha encerrado a los amantes; a Bernardo se lo queda bajo tutela. Pero Bernardo, que ignoraba tanto su condición de bastardía como su sangre real, se entera quién es su padre y decide librarle de su encierro.

En esa circunstancia, Alfonso pide ayuda a Carlomagno contra los moros y le promete a cambio una parte del reino. Varios nobles asturianos, temerosos de perder sus posesiones, se rebelan y pactan una alianza contra los carolingios. No están solos: las huestes de vascones y los moros de Zaragoza tampoco quieren que Carlomagno logre reinar territorios peninsulares. Al frente de la coalición se pone Bernardo del Carpio. Las tropas de los rebeldes sorprenden a los carolingios en Roncesvalles. Allí Bernardo derrota a Roldán, sobrino de Carlomagno, y a los Doce Pares de Francia. Bernardo se cobra la espada "Durandarte", el arma de Roldán, que a partir de entonces le acompañará en numerosas hazañas.

La epopeya de Bernardo nunca fue tenida por legendaria, sino más bien por histórica. Multitud de crónicas y anales la reproducen:

Alfonso X el Sabio lo relató como como un hecho real. Carlos I visitó la tumba de Bernardo de Aguilar de Campoo al llegar a España por primera vez, allí recibió la espada "Durandarte", sacada del sepulcro del héroe. Además, el héroe será omnipresente en la literatura española hasta el Siglo de Oro incluido.

Ahora bien, Alfonso X fechó la hazaña de Roncesvalles "andados veintisiete años del reinado del rey don Alfonso el Casto", es decir, en el año 808. Siendo posible que, como dice el canto francés, Carlomagno, ya con setenta años, tuviera la barba blanca.

Todas las investigaciones modernas coinciden en la absoluta veracidad del planteamiento que servía de punto de arranque al cantar francés, la Canción de Roldán. Era verdad que los moros de Zaragoza se rebelaron contra el califato de Córdoba. Y era verdad que pidieron ayuda a Carlomagno y que éste vio aquí una oportunidad para asentar la Marca Hispánica hasta el río Ebro.

La historia moderna así lo escribe:
"En verano del 778, el emperador Carlomagno, rey de los francos, se adelantó en tierras hispanas por el gobernador musulmán de Zaragoza, que se había rebelado contra el califa de Córdoba. El gobernador no cumplió su promesa y Carlomagno tuvo que volver. Al regresar por el Pirineo navarro, las tropas carolongias sufrieron una emboscada en el paso de Roncesvalles. Los atacantes, tal vez vascones, tal vez una coalición de vascones y musulmanes, aniquilaron a la retaguardia de Carlomagno, matando a Roldán, duque de la marca de Bretaña, y a los Doce Pares de Francia."
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VASCONES CONTRA FRANCOS

Pero las investigaciones, debates y resultados más recientes de la Historia moderna consiguen tomar unas cuantas precisiones:

Para empezar, que no hubo una sola batalla, sino que hubo dos. La primera, en agosto de 778, tuvo lugar en Valcarlos, y corresponde a la secuencia descrita por la Historia moderna, pero con una matización: primero fueron las tropas musulmanas las que propinan una mazazo inicial a los francos en retirada en los valles del Ebro y, posteriormente, fueron rematados por los vascones en los Pirineos como venganza del ataque a Pamplona.

El segundo enfrentamiento, en junio de 808, tuvo lugar más concretamente en Roncesvalles, y es la que perduró en la tradición española. Esta describe que una alianza de nobles asturianos y aliados musulmanes del norte de la península, con Bernardo del Carpio, derrotó a las tropas que Carlomagno enviaba a Alfonso II el Casto.

Por último, la más reciente versión de los historiadores nacionalistas vascos incide en el protagonismo de los vascones, a los que atribuyen totalmente la victoria, lo que sólo es cierto en parte.

Al calor de Roncesvalles aparecía en tierras españolas otro cantar con su propio héroe, Bernardo del Carpio, a quien se atribuye la victoria sobre Roldán. Este Cantar de Bernardo del Carpio se ha perdido, pero está documentado en numerosas referencias escritas y porque el protagonista pasó a multitud de romances. Y no es sólo literatura, pues todas las crónicas y anales cuentan la misma historia. Ahora bien, la tradición española presenta un contexto completamente distinto al de la tradición francesa.

Alfonso X el Sabio lo explicaba así:
"Andados veintisiete años del rey don Alfonso el Casto, pues que vio que era viejo y de muchos días, envió recado a Carlos, emperador de los romanos y de los alemanes y rey de los francos, y le explicó que no tenía hijos, y que si Carlos quisiese venir a ayudarle contra los moros, para él sería en herencia el reino."