Mostrando entradas con la etiqueta Expediciones descubridoras en Asia y Pacífico. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Expediciones descubridoras en Asia y Pacífico. Mostrar todas las entradas

28/10/2024

Conquista y colonización de las islas Filipinas por Miguel López de Legazpi en 1565


El 15 de febrero de 1565, la expedición liderada por el guipuzcoano Miguel López de Legazpi llegaba al archipiélago de Villalobos, que había sido bautizado como Filipinas, en honor al rey Felipe II. Junto a él, viaja un experimentado cosmógrafo Andrés de Urdaneta.

Legazpi encomendó a Urdaneta la búsqueda de un buen puerto o una ría y la puesta en comunicación con los nativos de la isla Samar.

Con Urdaneta iba el capitán Martín de Goiti. Encontraron dificultades con los naturales en algunos lugares, ya que los portugueses habían asolado y robado en las tierras, y capturado y matado nativos, anunciándose como "castellanos del Maluco". Legazpi intentó abastecer a la tripulación y convencer a los naturales acerca de sus pacíficas intenciones y de los obsequios repartidos.

ANDRÉS DE URDANETA EN CEBÚ, POR TELESFORO SUCGANCG

Pero ante la enconada resistencia en una ocasión, muy a su pesar, tuvo que utilizar la fuerza, mandando quemar un centenar de chozas de paja y madera.

El alférez mayor Andrés de Ibarra tomó posesión de la isla, previo acuerdo con un indígena principal y usando los rituales de rigor.Ante la reacción de los nativos, la escuadra zarpó el 20 de febrero de 1565 y al día siguiente llegaba a la isla de Leyte.

La hostilidad de los naturales se manifestó inmediatamente, pero Legazpi tomó posesión de la tierra con toda solemnidad. A pesar del informe positivo que traía el capitán Goiti de sus exploraciones, la expedición tomó rumbo sur, hacia un núcleo poblado llamado Carballán, a donde llegaron el día 5 de marzo. La Relación anónima que describe estos lugares, se supone fue del secretario de Legazpi apellidado Lazcano.

El problema del abastecimiento era grave, pues los isleños huían llevándose al interior sus alimentos. El capitán Goiti, el capitán Isla y el alférez Ibarra, con el cosmógrafo Urdaneta eran generalmente los que exploraban aquel grupo de islas, iniciando relaciones amistosas con los nativos. La política pacifica daría sus primeros frutos en Bohol.

Habían recorrido ya las islas de Ibabao, Samar, Leyte, Limasawa, Camiguín y Bohol, en busca de provisiones y de lugares para el asentamiento estable. Continuarían explorando por las islas de Mindanao, Siquijor y Negros, hasta llegar a Cebú en mayo de 1566.

En la isla de Cebú la labor de Legazpi y sus expedicionarios sería difícil debido a la matanza en aquel banquete-trampa contra los hombres de Fernando de Magallanes. Ante la oposición de los cebuanos, temerosos de una represalia, los hombres de Legazpi debieron tener mucha prudencia. Sin embargo, fue asesinado Pedro de Arana que se había aventurado a dar un paseo sin protección. Legazpi, después de una asamblea consultiva ordenó el desembarco y la construcción de una base permanente para futuras operaciones y como prevención ante un posible ataque portugués desde las Molucas.

Desde un principio, Legazpi pretendió establecer un acuerdo pacífico con el cacique local Tupas, rey de Cebú, y su aliado, Tamuñán. Legazpi consiguió un pacto con un empleo limitando de la fuerza, tan solo le bastó un ruidoso pero poco preciso cañoneo desde los barcos. Pero la estricta ecuanimidad de justicia empleada por Legazpi empezó a calar en la percepción de los nativos cuando un soldado español fue ejecutado tras causar un incendio intencionado.

LEGAZPI Y URDANETA EN FILIPINAS

En Cebú, Urdaneta anunció un sensacional descubrimiento para elevar la moral de la expedición, y sobre todo del propio Legazpi: el marinero bermeano Juan Camuz había hallado en una choza una figura de un Niño Jesús, perfectamente revestido y adornado, que algún marino de expediciones anteriores habría dejado, y que los nativos guardaban cuidadosamente. La figura fue conservada con el nombre de Santo Niño en la isla de Cebú, puesta al mando del tesorero y alférez real Guido de Labezarri y objeto de una enorme veneración por los filipinos.

En aquellas playas de Cebú fundó la base principal, a la que llama Villa del Santísimo Nombre de Jesús y la Villa de San Miguel.

El método de colonización que ejercía Legazpi era el mismo en todas partes: desembarco, compra de alimentos a los nativos, acuerdo de algún tipo de pacto con los caciques locales y toma de posesión de la tierra en nombre del rey. Supo sacar partido de las luchas entre tribus enemigas y de la hostilidad que los nativos profesaban a los portugueses. Y es que, frente al tipo de dominación portugués, bastante depredador, los españoles ofrecían protección y un trato más tolerante y respetuoso con los nativos.

Impuso disciplina a la tripulación, especialmente en dos aspectos: guerra a los piratas y respeto a los nativos. Mediante sus procedimientos de atracción pacífica, logró la convivencia con los cebuanos, permaneciendo en Cebú cinco años. Construyó un fuerte y varias fragatas que convirtieron la isla en base de operaciones y de defensa.

Desde Cebú, fue organizando la expansión territorial, imponiendo su autoridad sobre una revuelta de sus propios hombres y rechazando dos ataques de la escuadra portuguesa.

Debió desbaratar la rebeldía de unos expedicionarios cansados de marinar islas sin rumbo concreto, que pretendían escapar con una nave y barrenar el resto. Surgió un motín encabezado por unos tripulantes extranjeros: un francés, un veneciano y un griego. Tras juzgar y ahorcar a estos tres conspiradores, Legazpi perdonó a los demás después de una confesión detallada de lo ocurrido y de los planes que habían trazado para el futuro.

ASENTAMIENTO ESPAÑOL EN FILIPINAS

El líder guipuzcoano había decidido quedarse a poblar y colonizar las islas, pero para asegurar el establecimiento permanente en Filipinas debía trazarse una ruta de vuelta directa a Nueva España, misión del gran cosmógrafo Urdaneta.

Así, el 1 de junio de 1565, la expedición de tornaviaje partía desde Villa de San Miguel. La nao San Pedro estaba al mando del capitán Felipe de Salcedo, nieto de Legazpi, pero con Urdaneta como cosmógrafo director del rumbo. Tras cuatro meses de navegación, la nao fondeó en Acapulco el 8 de octubre. El éxito del tornaviaje salvó la empresa de Legazpi en Filipinas, permitiendo el envío de refuerzos desde Méjico para consolidar su definitiva colonización.

Mientras tanto, Legazpi ordenó construir barcos de pequeño calado para navegar con más habilidad por las islas del archipiélago. En Mactán levantaron una gran cruz de madera en homenaje a Magallanes, muerto en esa isla cuatro décadas antes, tras atravesar el océano Pacífico desde el cabo de Hornos.

Al visitar la isla de Panay, el 25 de julio de 1566, las fragatas de Legazpi encontraron inesperadamente un barco español, el San Jerónimo, enviado por el virrey novohispano Enríquez de Almansa desde México el 1 de mayo. Se trataba de uno de los tres galeones cargados de víveres, soldados, colonos y misioneros al mando de Juan de Isla.

Llevaba la gran noticia de la llegada de Urdaneta a México y que, por tanto, la expedición de tornaviaje había sido completada con éxito, según el trazado que él mismo había planeado.

Pero la gran alegría de Legazpi fue la arribada en agosto de los otros dos galeones al mando de Felipe de Salcedo y Juan de Salcedo, su otro nieto y hermano menor de 18 años del primero. Traían con ellos a 200 hombres de refuerzo, tropas veteranas, a los que se sumarían otros 2.100 expedicionarios a lo largo del año. Entre los recién llegados la mayor parte seguían siendo novohispanos de nacimiento, muchos de ellos mestizos y otros indios puros. Casi todos tenían experiencia en las guerras de la frontera de la Nueva España, disponían de un armamento muy adecuado para el tipo de guerra que pronto conocerían, e iban junto a trabajadores auxiliadores enviados por órdenes del virrey. Con ellos se reforzaría la fortaleza de San Pedro, que se convirtió en el puesto avanzado para el comercio con México y la protección contra las rebeliones nativas hostiles.

Los dos enormes galeones, cargados de cañones, dejaron anonadados a los nativos, que jamás habían visto nada semejante. Eso animó a los españoles, conscientes de que sus barcos eran el ejemplo más notable de su poder, pero lo hizo mucho más las herramientas, armas portátiles, municiones y víveres que habían traído, lo que permitió apuntalar de forma definitiva la base española en Cebú. Sin embargo, rodeada de las muchas incertidumbres generadas por la indecisión que tenía la corona al respecto, no llegó la esperada autorización real para conquistar las islas, que era lo que esperaba Legazpi.

CARTA HYDROGRÁFICA DE LAS FILIPINAS POR PEDRO MURILLO VELARDE

En junio de 1567, con un puñado de hombres, Martín de Goiti fue enviado a reconocer la isla de Leyte. Alcanzó la ciudad principal, Colasi, después de una ardua marcha por la selva y de un contacto violento con algunos indígenas, indispensable para lograr las provisiones necesarias para mantener a la expedición.

Martín de Goiti había ascendido a maestre de campo, quedando como jefe de todas las fuerzas después de Legazpi. Llegó a ser el explorador más experimentado del archipiélago gracias a sus continuas expediciones de reconocimiento y a sus salidas en busca de abastecimientos.

En una de sus expediciones de avituallamiento, en noviembre de 1566, al mando de la nao San Juan, alcanzó la costa de Mindanao. Allí se encontró con una fusta tripulada por portugueses al mando del comandante López de Sequeira , con la misión de advertir a Legazpi que estaban invadiendo dominios lusos y que deberían retirarse. La respuesta de Legazpi fue la de reforzar el puerto y la ciudad de San Miguel para una mejor defensa.

Tras una tensa entrevista en la que intervino como técnico el religioso navarro Rada, los portugueses se retiraron a sus bases de las Molucas, pues el campo fortificado de Legazpi les auguraba un desembarco desastroso.

Mientras tanto, enviaba una nave a Nueva España en busca de refuerzos, al tiempo que llegaba otra desde allí cargada de hombres, pertrechos, alimentos, armas y municiones. El tráfico entre las dos costas del Pacífico comenzaba a normalizarse.

No acabaría en este encuentro aquel conflicto hispano-luso por la legitimidad de las islas Filipinas. Así, dos años después, el día 17 de setiembre de 1568, Gonzalo de Pereyra se presentó ante Legazpi en la bahía de San Miguel, en Cebú, con una potente escuadra de diez barcos. Pretendía la retirada total de la expedición y asentamientos españoles del archipiélago, evacuando a sus hombres a bordo de naves portuguesas. Esta vez no hubo parlamento y, directamente, el objetivo fue atacar a los españoles.

La fortaleza resistió, y los sitiadores fueron repelidos gracias a la presencia de los cañones en las baterías del puerto y el abastecimiento que desde tierra hacía el régulo Tupas, aliado de Legazpi. Era una buena noticia para los padres agustinos que acompañaban a la expedición y comenzaban a establecerse en la región, que lograron que el rajá Tupas y sus hombres aceptaran el bautismo. Mala a su vez para los jesuitas que solían ir con los portugueses, que presionaban con todas sus fuerzas al superior general de la Compañía de Jesús, el valenciano Francisco de Borja, por las alianzas que mantenía Legazpi con los herejes musulmanes.

Por entonces, los expedicionarios de Legazpi ya habían tomado contacto con los musulmanes de las islas de Joló y Mindanao, al sur de las Filipinas. Eran formidables combatientes, duros y correosos, que no estaban dispuestos a someterse a los extranjeros. A primeros de 1569, el sultán de Joló envió a 20 de sus embarcaciones contra los "castilas". Comenzaba una guerra, por la cual a la idea de convertir con la cruz, se iba a sumar la necesidad de conquistar con la espada.

LA LLEGADA DE LOS ESPAÑOLES A FILIPINAS

Una vez producidos los primeros choques con los islámicos de Joló, Legazpi resolvió actuar al mejor estilo castellano de la época: el uso de la habilidad y experiencia de combate de sus hombres con una eficacia demoledora. Sus tropas no eran un ejército al estilo europeo, sino que iban a actuar y combatir como las unidades empleadas en Nueva España, grupos disciplinados de hombres armados, con capacidad de adaptarse al terreno y a la forma de combatir de sus enemigos.

Los islámicos atacaron San Miguel, pero el buen uso de la artillería por parte de los defensores desbarató su asalto sin grandes dificultades.

Bien asentado en Cebú, Legazpi preparó la ocupación de Luzón, territorio principal de las Filipinas. A mediados de 1569, dejaba Cebú fuertemente guarnecido y ponía rumbo a Panay que sometió fácilmente, interviniendo los capitanes Haya y Juan de Salcedo. Allí se edificó un fuerte que quedó con una pequeña guarnición. Obtuvieron en la isla alimentos y fray Juan de Alba logró conversiones masivas. El capitán Andrés de Ibarra a su vez tomaba la isla de Marbate.

Después ocuparon Mindoro, llave para la conquista de Luzón. En Mindoro rescató a los esclavos chinos con intención de establecer relaciones de amistad, una iniciativa que terminó por desplegar el comercio con China. Además limpió la costa de piratas islámicos que hostigaban a los indígenas, al tiempo que dejaba sellados con el rito de sangre pactos de vasallaje con los caciques locales. La fama de Legazpi, su empeño pacificador, llegaba a los últimos rincones del archipiélago.

ESTATUA DE MIGUEL LÓPEZ DE LEGAZPI

A finales de la primavera de 1569, desde Acapulco, con órdenes del virrey, arribaban en Cebú tres pataches: San Juan, Sancti Spiritus y San Lucas, de 80 a 40 toneladas de desplazamiento, al mando de Juan López de Aguirre. El San Lucas, el menor de ellos, llegó a hacer cuatro viajes para quedar luego al servicio de Legazpi, en el archipiélago. Estos cruceros continuos fueron perfeccionando el conocimiento del inmenso “lago español” en que estaba convirtiendo el océano. Por ejemplo, en los viajes de regreso a Acapulco, entre 1567 y 1571, se confirmó el itinerario por el norte, con aproximación a Japón, para navegar luego al este por los paralelos 37º a 40º, en función del estado de la mar y de la estación en la que se hicieses la ruta.

Esta pequeña flotilla llevaba a Diego de Legazpi, sobrino de Miguel López de Legazpi, otros parientes y la familia del maestre de campo Martín de Goiti, un número mayor de frailes agustinos y, como siempre, herramientas, armas y municiones. Solo que esta vez se incluían por primera vez, útiles de labranza. Los españoles estaban decididos a establecerse de forma permanente.

También traían documentos importantes: despachos reales que aprobaban sus acciones y un pliego de órdenes que le facultaban para ocupar todo el archipiélago y le dotaban de los títulos adecuados. Estos documentos nombraban a Miguel López de Legazpi como gobernador y capitán general de las islas Filipinas y adelantado de las islas de los Ladrones. Las razones de tardar casi cuatro años en sancionar la ocupación eran lógicas.

Los informes de preliminares facilitados por Urdaneta no parecían presentar una tierra muy rica. Además, por tratarse de miles de islas, arrecifes y atolones era complicado de ocupar y someter y, por último, podía suponer un coste administrativo y de gestión muy alto, ya que no se habían encontrado especias en cantidad y calidad como para merecer el esfuerzo de sostenerlas. Eso sin contar que parecían estar en la zona de demarcación portuguesa.

FUNDACIÓN DE MANILA

Sin embargo, aunque las razones que movieron al rey a decidirse por la ocupación fueron muy diversas, primaron las de orden meramente religioso, pues al monarca le repugnaba abandonar la posibilidad de convertir a miles de nativos. El rey Felipe II consideró el asunto de la forma siguiente: "¿Qué dirían los enemigos de España si, por no rendir metales ni riquezas, se privara a esas islas de la luz y de ministros que la prediquen?"

Aprovechando su experiencia en México, Legazpi organizó el sistema de encomiendas como en América, dispuso metódicamente la ocupación isla a isla de todo el archipiélago filipino, fundando bases y asentamientos, rehuyendo del uso de la fuerza en general, y solo apelando a ella en caso estrictamente necesario.

Gestionó una buena administración, disponiendo de un sistema de organización política basado en las instrucciones generales de Felipe II. Cada ciudad sería doble: una, intramuros, habitada por españoles; otra, extramuros, formada por indígenas; que se gobernarían por dos alcaldes, doce concejales y un secretario.

Solo quedaba el gran bastión de la isla de Luzón. Legazpi daba una gran importancia a Luzón como base, no sólo para la dominación del archipiélago, sino para una ulterior expansión comercial hacia China. Por eso, encomendó la conquista de Manila al capitán Juan de Salcedo y al maestre de campo Martín de Goiti.

Al mayor de los Salcedo, Felipe de Salcedo se le encargó una misión distinta: explorar al detalle el archipiélago de los Ladrones. Allí descubrió muy a su pesar las tormentas giratorias conocidas como "vaguíos", que le hicieron naufragar en Guam. Pero con el ingenio y la habilidad de los españoles de la época, los náufragos compraron unas piraguas a los nativos y con ellas regresaron a Cebú. Solo el capitán Andrés de Ibarra y su fragata, con 23 tripulantes a bordo, se perdieron en estos años de intensa actividad exploradora.

Para acabar con la flota del sultanato, era necesario provocar un combate naval donde los barcos españoles pudieran desplegar toda su fuerza artillera. Para ello, Legazpi logró reunir 20 galeotas ligeras, ideales para operar en el laberinto de islas al sur de Luzón, con las que los españoles pudieran sorprender a los islámicos en mar abierto. Poseían varios cañones pesados y mucha artillería menor, formada por versos y falconetes, armas giratorias devastadoras en los choques con el enemigo. Más rápidas y poderosas, las embarcaciones españolas alcanzaron a sus enemigos y, mediante el uso de la artillería y gracias a su superioridad en el cuerpo a cuerpo, 80 españoles barrieron a los musulmanes, que tuvieron 300 muertos y perdieron 10 caracoas.

FUERTE DE SAN PEDRO, EN MANILA

La fama de los españoles creció gracias a estas acciones, y el respeto a los "castilas" avanzó de isla en isla. En enero de 1570, Legazpi atacó con sus barcos la base pirata mora de Maburao, en Mindoro, que arrasó a cañonazos. Los supervivientes fueron alcanzados en Labang, donde capturó todas sus embarcaciones, utilizadas luego para reforzar la escuadra de patrulla con sede en Capiz. Entre ellos figuraban algunos notables por los que pidió rescate pagable solo en oro, lo que le permitió además conseguir buenos beneficios.

La guerra "corsaria" de Legazpi, basada en el poder de la artillería de sus barcos estaba literalmente barriendo de piratas en el mar de las Filipinas.

La búsqueda de un lugar más seguro que Cebú y Panay, donde existía una posible amenaza portuguesa y muy cerca de las rutas marítimas sarracenas, hizo que Legazpi a enviase a Goiti y Salacedo al puerto de Manila. Su misión era la evaluación del puerto como posible base comercial y militar, así como el grado de hostilidad de los nativos del Sultanato de Luzón.

La expedición para la conquista se componía de una potente flota de 17 barcos, la mayoría construidos ya en las Filipinas: una fragata, un junco, y quince paraos. Contaba con la participación de pequeños grupos de arcabuceros, los indios mejicanos y los auxiliares filipinos enemigos de los islámicos que les servían de guías y exploradores. En total, las fuerzas de Goiti se componían de 280 hombres que eran tanto arcabuceros o marinos, la mayor parte criollos novohispanos, un poderoso núcleo de guerreros tlaxcaltecas y de auxiliares indígenas.

En las cercanías de la isla de Mindoro, un junco de la flota de Goiti fue atacado por dos embarcaciones de piratas chinos de guerra, eran champanes poco artillados. Estos fueron rendidos por los disparos de los cañones y sus tripulantes capturados. En el breve combate, Goiti se apoderó de las naves con su cargamento de sedas, algodón, hierro, acero, cobre y porcelana. Cumpliendo las normas de Legazpi, los capturados fueron trasladados a Cebú para ser juzgados. Finalmente, fueron perdonados y puestos en libertad, y se les dejó marchar en uno de sus dos barcos para que llevasen las noticias del poder español a su tierra.

Uno tras otro, todos los asentamientos y puestos costeros fortificados fueron tomados. Sus defensores ejecutados o puestos en fuga. Las naves de pequeño calado rastrearon a fondo las ensenadas, bocas de los ríos y puertos del sur de Luzón. La armada de Goiti siguió hacia Manila agregando también a su flota un parao de nativos de Batangas, en la península sur de Manila.

manila filipinas escudo urdaneta legazpi grabado
ESCUDO DE ARMAS DE MANILA Y GRABADO DE MIGUEL LÓPEZ DE LEGAZPI

El 8 de mayo de 1570, la expedición fondeó en la bahía de Manila, en la parte de Cavite. Allí acamparon unas semanas con la intención de formar una alianza con los jefes musulmanes, así como la de mostrar a los residentes y a comerciantes de Borneo, China o Japón, sus deseos de colaboración.

Goiti marchó con sus soldados al interior de la isla, hacia Tondo, donde encontraron miles de defensores natales a las órdenes de tres régulos notables: Matandá (rajá de Manila), Solimán (rajá de Pampanga) y Lacandola (rajá de Tondo).

La principal fortaleza estaba protegida por 12 cañones. En ella consiguió entrar Goiti, acompañado de un intérprete.

Los ofrecimientos de paz fueron aceptados por el primero de estos rajás, realizando el pacto de sangre acostumbrado, pero no por los otros dos caciques locales, más jóvenes y vehementes.

En la bahía de Cavite, sin embargo, Goiti tenía otras intenciones y engañó a los habitantes del territorio al creer que sólo se quedaban durante un período corto.

El día 24 de mayo, estalló un virulento combate que duró tres horas y que terminó con una victoria rotunda de los españoles frente a los tagalos. La fortaleza fue tomada por solo 120 hombres en un audaz ataque por sorpresa, apoderándose de las piezas de artillería que inmediatamente fueron utilizadas contra los fugitivos. Luego, las embarcaciones que atacaban a la armada de Goiti fueron dispersadas a cañonazos. Lo mismo en las posiciones enemigas en la isla de Mindoro, que también fueron destruidas, y todas las barcas incendiadas. Goiti ejecutó a los prisioneros que no guardasen servidumbre al Reino de España y a Felipe II. El cacique local Matandá quedó en Manila como gobernador delegado de España, mientras Goiti y Salcedo continuaron su expedición a través del río Pasig.

Los combates junto al río Pasig fueron duros, pero la batalla definitiva se libró en la bahía de Bangkusay, frente al puerto de Tondo, donde los rajás rebeldes Solimán lograron reunir un fuerte contingente de nativos tagalos, que condujeron río abajo por el Pampanga.

Los barcos españoles, dirigidos por Martín de Goiti, recibieron la orden de ser fijados de dos en dos. Estos dio lugar a la formación de una masa sólida que parecía ser un blanco fácil, pero las canoas y praos nativos iban derechos a una trampa. Cuando las naves españolas, ya con el enemigo encima, estaban rodeadas y parecían atrapadas, Goiti ordenó abrir fuego casi a bocajarro. La brutal descarga acabó con el ataque de la débil flota indígena, desbaratando sus naves y poniendo a sus tripulantes en fuga. Durante la lucha murió uno de los rajás, el otro escapó a Pampanga. El 6 de junio de 1570, Manila estaba bajo control español.

Pero esta toma de la ciudad de Manila consiguió un levantamiento de tribus nativas en las islas adyacentes, generando una guerra de guerrillas durante los próximos diez meses. La expedición se fortificó en el área y erigió la fortaleza de Santiago.

Cuando la lucha se puso intensa, forzaron algunos españoles a buscar refugio en su flota, anclada en la bahía de Manila.

LANZAS Y CORAZA DE GUERRERO FILIPINO

Los españoles libraron una campaña brutal y sistemática destinada a acabar con cualquier resistencia indígena. Las operaciones navales de la flota de Martín de Goiti estaban combinadas por la incursión terrestre de la pequeña infantería de Juan de Salcedo, formada por arcabuceros que desembarcaban en la costa y se adentraban en el interior para someter a los nativos a la soberanía española.

Así conseguían controlar la costa con las naves, y destruir con su artillería cualquier fortificación que impidiese a las naves artilladas entrar en los ríos y ensenadas.

En los desembarcos, la superioridad de las tropas de Goiti se impuso sobre las de los nativos, debido al hábil uso de las armas blancas en los combates a corta distancia, donde el armamento euroamericano se mostró muy superior. Arrasaron sembrados y campos y concentraron a los indígenas en pueblos bajo su control directo, o más fáciles de vigilar.

En algunas zonas la forma de combatir era demasiado extraña para las costumbres europeas, como en la región de la laguna Bombín, en Mindoro, donde al asaltar un poblado encontraron los restos desollados de medio centenar de chinos despellejados vivos por los nativos de una forma brutal. Para castigar por su acción a los habitantes, cuando unos meses después la isla fue sometida a la Corona, se les impuso un fuerte tributo.

En enero de 1571, Legazpi llegaba a Manila. Varios meses más tarde, el 24 de junio de 1571 conseguía sofocar la rebelión y establecer un acuerdo de paz y colaboración con las autoridades nativas de Luzón. Los régulos y Legazpi celebraron un solemne pacto de sangre, cuyas celebraciones se prolongaron durante tres días.

Durante este tiempo, el régulo Matandá estableció una eficaz labor con los otros régulos, y la fama pacificadora de Legazpi hicieron que todos los rajás aceptasen igualmente el vasallaje español, que les permitía seguir gobernando bajo la condición de jefes súbditos.

Una escultura en piedra sita en Luzón representa el ritual, donde beben de una copa de oro la sangre vertida tras un corte en las manos. Este sería el último episodio importante de la conquista española de Filipinas.

MUSEO DE LA IGLESIA DE SAN AGUSTÍN DE MANILA

En agosto de 1572, moría repentinamente en esta ciudad el gobernador y general de las islas de Oriente, Miguel López de Legazpi y Gurruchategui. En su cofre particular solo se hallaban unas monedas, murió casi pobre porque toda su riqueza acumulada en Nueva España la había invertido en el proyecto de asentar la soberanía hispánica en el Oriente, una arriesgada aventura con la que pasó a la historia universal.

Entró en la gobernación de forma interina el alférez real Guido de Labezarri, quien preparó el terreno para el establecimiento de Manila como capital de Filipinas según los planes de Legazpi y confirmó las encomiendas creadas dicho el fundador, de las que muchas eran detentadas por vascos. La capitanía general de las islas de Oriente pasó a Martín de Goiti, que emprendió la conquista y colonización del resto de la isla de Luzón, ayudado por unos 300 hombres.

Entre los años 1571 y 1573, la zona de Manila no presentó grandes dificultades para Goiti, que exploró Pampanga y Pangasinan, y fundó varias ciudades. Solo Mindanao y Joló, islas del sur, quedaron fuera de la dependencia de la Monarquía hispánica.

Mientras tanto, Juan de Salcedo, demostró sus dotes militares en la toma de Cainta y Taytay. Llevaba a su servicio 80 soldados y alguna artillería. Unos doscientos pueblos del interior fueron ocupados casi todos después de fructuosas negociaciones. Tres meses antes de la muerte de su abuelo, comenzó la conquista de Bocos y Cagayán, las regiones más septentrionales de Luzón. En la parte de Pangasinán sorprendió a un junco chino cargado de esclavos nativos a los que concedió la libertad. Estos actos, norma permanente de Legazpi, dieron buenos frutos. El joven Salcedo supo sortear emboscadas de toda índole y luchar con valentía.

Para consolidar la ocupación de aquella extensa región estableció una base de apoyo, al norte, en Vigan, demarcación de Bocos. Previamente había convencido a los indígenas de la necesidad de su protección. Construyó un sólido fuerte donde dejó una guarnición bien armada con 27 soldados al mando del alférez Hurtado. Exploró las costas del norte de Luzón con sólo 17 soldados.

El 21 de agosto de 1572, regresaba a Manila después de haber naufragado y haberlo salvado los nativos. Fue cuando conoció la muerte de su abuelo.

MONUMENTO A LEGAZPI Y SU TROPA, EN TAGBILARAN (BARANGAY BOOL)

A comienzo de 1574, Manila sufrió el ataque de 3.000 piratas chinos y guerreros liderados por corsario Lim ah Hong, que sitió el Fuerte de Santiago. La defensa estaba liderada por el gobernador Labezarri y el general Goiti.

En la lucha murió el general Martín Goiti, también el alférez Pedro de Gamboa, muriendo además una parte de los españoles en la ciudad. Tuvo importante actuación el alférez real Amador Arriarán.

Las escasas fuerzas de Labezarri resistieron heroicamente hasta la llegada de algunos refuerzos llegados principalmente desde Vigan y Cebú.

Salcedo, tras explorar la zona ade Ilocos Sur, se trasladó a Manila donde descubrió que había caído en manos del invasor. Las fuerzas de Salcedo atacaron y redujeron a los piratas de Manila. Pero Lim ah Hong y sus supervivientes se retiraron a Pangasinan donde se fortificó en una isleta.

En 1575, el ejército de Salcedo marchó al norte a Pangasinan en la búsqueda de los piratas y los sitió durante tres meses. Vengó la pérdida de Goiti y resto de españoles dando muerte a Lim ah Hong y sus guerreros en el río de Pangasinan, quemándolos vivos, con sus barcos.

Dos embarcaciones chinas enviadas por el virrey de Fo-Kien en busca del pirata mencionado habían llegado a Pangasinan, al mando del capitán y embajador Pescung Aumón. La delegación china fue bienvenida por Salcedo primero y luego por Labezarri en Manila. Labezarri entregó al capitán Aumón 52 prisioneros apresados por los piratas en las costas de China, entre los que se contaban algunas mujeres principales por las que se interesaba el virrey de Fo-Kien. Este gesto del gobernador y los agasajos y regalos otorgados abrieron las puertas de China a la Gobernación española de Manila.

EL PACTO DE SANGRE

Aumón conduciría a la delegación diplomática española, nombrada por Labezarri, con el objetivo de entablar relaciones comerciales con China. Ya se conocían los preciosos artículos del Celeste Imperio por pequeñas embarcaciones apresadas años atrás en aguas filipinas. Esta delegación filipina estaba encabezada por el navarro Martín de Rada, continuada por Jerónimo Marín, Miguel de Loarca, Pedro Sarmiento y un intérprete chino llamado Sinsay. Se contaba también con el aprendizaje de esta lengua que ya había emprendido Rada, siendo obispo de Cebú, con la intención de misionar en China.

Conocida la noticia de la pacificación de Manila y de toda la isla Luzón por la Corte española, Felipe II dictaba la real orden desde el Monasterio de San Lorenzo del Escorial el 3 de julio de 1573, por la cual solicitaba la edificación de la nueva ciudad conforme al estilo español de la época. El propio Juan de Herrera diseñó un proyecto defensivo novedoso y original. La ciudad quedó dividida en dos partes: Intramuros, que sería una ciudad española, y Extramuros, que se convirtió en el hogar de los asiáticos.

La fundación de la nueva Manila desde la bahía del mismo nombre y el control de Luzón dieron nacimiento al Nuevo Reyno de Castilla, nombre adoptado por Legazpi.

17/01/2024

Primera Expedición a la Polinesia por Domingo de Bonechea en 1772


Desde mediados del siglo XVIII, ingleses y franceses habían comenzado una campaña de exploración del océano Pacífico, antes llamado Mar del Sur y considerado como un "lago español". Wallis y Bougainville habían explorado Tahití, y Philip Carteret las islas Tuamotu. Las exploraciones del inglés James Cook y del francés Jean François de Surville determinaron la necesidad de saber si las potencias europeas y rivales de España habían establecido bases portuarias en las islas del Pacífico. Como reacción ante este avance extranjero, Carlos III ordenó a la Real Armada española como a las autoridades virreinales de América emprender una fuerte campaña de expediciones marítimas de observación y control por el océano Pacífico.

Así, el virrey del Perú, Manuel de Amat y Juniet, organizó dos expediciones con rumbo a Tahití y las islas de Pascua, que tuvieron lugar entre 1772 y 1173, la primera, y entre 1774 y 1775, la última. Los objetivos eran averiguar "las maquinaciones de los extranjeros y la situación y estado de los naturales..., y atraer nuevas almas a la religión cristiana y nuevos vasallos al rey".

Otra expedición previa a la Polinesia tuvo lugar dos años antes, cuando el capitán Felipe González de Haedo descubrió la isla de Pascua así como otras islas menores.

EXPEDICIÓN A LA POLINESIA POR DOMINGO DE BONECHEA EN 1772-1773

Para la Primera Expedición a la Polinesia fue designado por jefe de escuadra al capitán de fragata Domingo de Bonechea y Andonaegui, un marino guipuzcoano, nacido en Guetaria, en 1713. Curiosamente, también de Guetaria fue Juan Sebastián de Elcano, el primer hombre en dar la vuelta al mundo demostrando empíricamente la conexión marítima entre América y Asia, dos siglos antes. En 1766, Bonechea ostentaba el grado de capitán de fragata y fue nombrado comandante de la fragata Santa María Magdalena, de 34,5 metros de eslora, también llamado El Águila. Con esta fragata partió rumbo desde Cádiz al puerto de El Callao. Este enclave marítimo en el Virreinato del Perú se había convertido en el punto de partida de casi todas las expediciones españolas al océano Pacífico.

En septiembre de 1772, Bonechea se encontraba allí ultimando el abastecimiento de víveres y pertrechos para el viaje. Antes de partir a la Polinesia, llegaron noticias de que se hallaba en los mares del sur el explorador y navegante británico James Cook. Ante el temor de que este se adelantase, la Corte de Carlos III ordenó que la expedición comenzase lo antes posible.

La fragata Santa María Magdalena una tripulación de 75 marinos y 35 soldados de guarnición y estaba armada con 22 cañones de ocho libras, 6 pedreros montados en horquilla y 8 esmeriles (cañones montados en horquilla y apuntados a mano, adecuados para disparar a los oficiales de los navíos enemigos). Como lugarteniente estaba Tomás Gayangos y como piloto Juan Antonio Hervé, que había participado con González Haedo en el descubrimiento de la isla de San Carlos (Pascua). También embarcaron dos misioneros franciscanos José Amich, que también era piloto, y Juan Bonamó.

DOMINGO DE BONECHEA Y ARCHIPIÉLAGO DE TAHITÍ

El 26 de septiembre de 1772, la expedición partió del puerto de El Callao. Cuando se encontraba a 30 millas de la costa, siguiendo instrucciones del virrey, Bonechea abrió el sobre lacrado y conoció junto a sus oficiales que la orden real consistía en "ir en busca de Otahiti y a Pascua, describir las islas, sus habitantes y costumbres, elaborar un vocabulario y trazar un mapa". Se pidió averiguar el interés de los ingleses por la isla de Tahití, a la que llamaban isla del Rey Jorge o San Jorge, y conocer las condiciones para establecer una colonia comercial y una misión evangelizadora. Referente a los usos y modos de actuación se ordenó que extremase el buen trato hacia los nativos, recogiese datos sobre sus costumbres, rituales y sistema de gobierno y evitase cualquier derramamiento de sangre.

El plan final consistiría en navegar primero a Tahití después, ir a Valparaíso para dar noticias de la expedición y avituallarse, y, de regreso a El Callao, visitar la isla de Pascua.

Después de un mes de viaje rumbo oeste, comenzaba el avistamiento de islas. La primera fue San Simón y San Judas (Teuere), a la cual siguieron San Quintín (Haraiki), que ya había sido detectada por Bouganville, Todos los Santos (Anna) y San Cristóbal (Mehetia), estas dos posiblemente descubiertas con anterioridad por Pedro Fernández de Quirós. Todas pertenecientes al archipiélago polinesio de las Tuamotu. La isla de San Cristóbal, avista el 6 de noviembre, recibió este nombre debido a su parecido al cerro de San Cristóbal que hay próximo a Lima, la cual fue rodeada por una lancha al mando del alférez Ángel Ciudad. Al día siguiente, el teniente Tomás Gayangos con varios soldados visitó el interior, recibiendo numerosos obsequios de los naturales en un poblado.

CARTOGRAFÍA DE LA ISLA DE AMAT (TAHITÍ)

El 8 de noviembre, y gracias a las indicaciones de un indígena voluntario de la isla San Cristóbal, la expedición llegó a Otahiti (Tahití), isla que Bonechea llamó Amat, en honor del virrey Manuel de Amat, amarrando en la bahía de Airua. El día 12, el alférez Raimundo Bonarcosi con varios marineros tomaron contacto con la población local, que les recibió de forma pacífica. A la localidad de Tautira se rebautizó con el nombre de Santísima Cruz.

Siguiendo práctica habitual de estas expediciones, se reunió a toda la tripulación leyéndoles las instrucciones relativas al buen trato que debían mantener con los nativos, respetando las propiedades y no cometiendo infamias con las mujeres indígenas, bajo pena de graves castigos. Durante el mes que los expedicionarios permanecieron en la isla entablaron una cordial convivencia con los naturales. El capitán inglés Cook señalaba, tiempo después en el relato de sus viajes, la amabilidad y respeto mutuo demostrados entre tahitianos y españoles.

Se buscó un lugar que sirviese de fondeadero para atracar la fragata, e instalar un puerto desde el que iniciar el intercambio comercial y cultural con los indígenas. Durante la búsqueda, esta quedó varada en su arrecife, que pudo ser recuperada. Finalmente, permanecieron en el puerto de Taiarapu, al este de Tahití Iti, bautizado por Bonechea como puerto de Santa María Magdalena y conocido actualmente como Aiurua.

ISLAS HERMOSA Y SANTA ROSA

Los científicos de Bonechea establecieron amplias mediciones hidrográficas y observaciones de gran interés. En una lancha al mando de Gayangos, rodearon la isla, levantando planos de sus costas y del puerto para realizar su plano completo, y se dibujó una perspectiva de la isla. De paso, se reconoció y dio nombre a los puertos, ensenadas, cabos y otros datos geográficos que hubiesen. Con los datos geográficos y astronómicos anotados por Bonechea y Bonacarsi, elaboraron un detallado mapa insular.

Algunos tahitianos informaron a Bonechea de la existencia de islas cercanas al oeste de Tahití: Moorea, Huahine, Raiatea, Tahaa, Borabora, Maupiti, Maiao, Atiu, etc. Además, recogió un informe sobre la visita de navíos ingleses.

No solo se recopilaron datos geográficos, también etnográficos sobre las costumbres de los haitianos, características físicas y administración política, armas y canoas, animales y plantas, tipos de terrenos, etc. El eclesiástico franciscano José Amich incluyó entre sus observaciones un pequeño vocabulario español-tahitiano de las palabras más comunes.

MAR DEL SUR (OCÉANO PACÍFICO)

El 20 de diciembre, la expedición zarpó del puerto de Santa María Magdalena (Taiarapu), navegando rumbo noroeste para reconocer la isla de Moorea. Al día siguiente fue reconocida y nombrada Santo Domingo. También se reconocieron otras islas del mismo archipiélago de Tahití para asegurarse que no hubiera presencia de tropas o colonias extranjeras. Al ver que no había un establecimiento inglés, Bonechea decidió poner rumbo a la Capitanía General de Chile según el plan, probando rutas de navegación nuevas a la costa suramericana del Pacífico, trazando importantes cartas marítimas.

El 21 de febrero de 1773, la fragata llegó a Valparaíso sin encontrar otras islas. En el puerto chileno adquirieron víveres y enviaron correspondencia al virrey comunicándole el éxito de la primera parte de la expedición, acompañado de los diarios y cartografías de las islas descubiertas.

El día 2 de abril, la expedición de Bonechea partió de Valparaíso en dirección a la isla de San Carlos (Pascua), el segundo objetivo del plan, descubierta anteriormente por Felipe González de Haedo. A falta de 190 para llegar al destino, se produjo una vía de agua en la fragata, lo que ocasionó que Bonechea cambiase su derrotero poniendo rumbo hacia el puerto limeño de El Callao.

ISLA DE SANTA ROSA (VAIVAVAE) EN TAHITÍ

El 31 de mayo, llegó a este puerto del Virreinato del Perú, siendo recibidos por las autoridades limeñas y llevados a presencia de Amat en Lima. Bonechea ofreció al virrey toda la información sobre el desarrollo del viaje, así como de los descubrimientos geográficos.

A bordo de la fragata habían embarcado cuatro indígenas tahitianos con el propósito de presentarlos al virrey Amat, evangelizarlos y enseñarles el idioma español. Dos de ellos murieron en Lima aquel año: Tipitipia, bautizado José en Valparaiso, y Heiao, bautizado Francisco José Amat. Los otros dos, Pautu y Tetuanui, fueron bautizados en la catedral de la ciudad con los nombres de Tomás y Manuel respectivamente.

Gracias al éxito del primer viaje, el virrey ordenó la organización de un segundo viaje auspiciado por el rey Carlos III, que finalmente tomaría forma de misión evangelizadora entre 1774 y 1775. Aquella Segunda Expedición a la Polinesia estuvo liderada otra vez por el guipuzcoano Domingo de Bonechea, al mando de la misma fragata Santa María Magdalena, y por el capitán vizcaíno José de Andía Varela en su paquebote Júpiter.

ISLA DEL ARCHIPIÉLAGO DE TAHITÍ

De la primera expedición existen tres relaciones de la navegación:

1. Relación de la navegación que de orden del Excmo. Sr. D. Manuel Amat y Juniet, teniente general de los ejércitos, Virrey, etc. del Perú, ha ejecutado el capitán de fragata D. Domingo de Bonechea, en la nombrada Águila, al descubrimiento de la isla nominada por viajeros el Rey Jorge o San Jorge, y por los naturales Otaeiti, y al presente Amat, como asimismo de otras halladas en la misma navegación. Asimismo de los ocurrido en su regreso hasta el puerto de Valparaiso el 21 de febrero del presente año de 1773

2. Relación diaria del viaje que hizo en la lencha alrededor de la isla el teniente de fregata D. Tomás Gayagos con el fin de reconocerla

3. Instrucciones al capitán de fragata D. Domingo de Bonechea para el viaje con la nombrada Águila que va a hacer del orden del Rey en demanda de las islas del mar del Sur, conocida la una de ellas antes por la de la tierra del Rey Jorge y los naturales Otaheiti, con arreglo a las facultades comunicadas a este superior Gobierno con fecha 9 de Octubre y 11 de Diciembre de 1771. Firmadas en Lima a 30 de Marzo de 1773

DOMINGO DE BONECHEA

28/06/2023

Expedición colonizadora de las islas Filipinas por Miguel López de Legazpi en 1564


La Armada para la colonización de las islas Filipinas de 1564 estuvo liderada por Miguel López de Legazpi, que tenía el título de almirante, gobernador y capitán general de las islas de Poniente, ganándose el apelativo de adelantado de Filipinas, mientras que fray Andrés de Urdaneta era el director náutico de la expedición. Legazpi invirtió gran parte de su fortuna, se encargó de fletar barcos, aprovisionarlos de tripulación, pertrechos y víveres.

El objetivo de la expedición era fundamentalmente la toma de posesión del archipiélago filipino y asegurar una ruta permanente entre el Extremo Oriente y las costas de Nueva España.

MIGUEL LÓPEZ DE LEGAZPI Y ANDRÉS DE URDANETA

La flota constaba de dos naos, dos pataches y un bergantín, y una tripulación total de unos 380 hombres (150 marineros, 200 solados, 5 agustinos y varios criados). La nao capitana llamada San Pedro, desplazaba 500 toneladas, su piloto mayor era Esteban Rodríguez, mientras que la nao almiranta, San Pablo, sobrepasaba las 300 toneladas, su capitán, Mateo del Saz, era segundo jefe de la expedición. El patache San Juan de Letrán, con 80 toneladas, llevaba por capitán a Juan de la Isla, y a su hermano Rodrigo como piloto. Y el patache San Lucas de 40 toneladas, que pronto desertaría, estaba mandado por Alonso de Arellano. A popa del San Pedro acompañaba un pequeño bergantín de remos, muy propio para transmitir órdenes de un navío a otro.

Entre la tripulación de la expedición se encontraba numerosa gente de origen vizcaína: Andrés de Ibarra, alférez mayor; Luis de Haya, sargento mayor; Martín de Goiti, capitán de artillería; Andrés de Mirandaola, factor de la real hacienda; Andrés de Cauchela, contador, cuyo apellido puede ser una mala transcripción de Carchela, topónimo roncalés-suletino, Martín de Ibarra, maestre, Francisco de Astigarribia, contramaestre, etc.

Los cargos de oficiales reales recaían en Guido de Labezarri, que sucedería a Legazpi. Como capitán de su guardia personal, Legazpi llevaba a su nieto Felipe de Salcedo Legazpi. Urdaneta llevaba consigo a tres compañeros eclesiásticos vascos o navarros que asumieron responsabilidades: el primero, Andrés de Aguirre era conocedor del derrotero por haber participado en el viaje de Loaysa y Elcano, sobreviviendo incluso a Carquizano y haber navegado durante once años por los mares de Oriente; el segundo, Francisco Rada, cosmógrafo, habría de ser el eficaz colaborador de Legazpi al regresar Urdaneta creando la ruta segura a Nueva España; por último, era Pedro de Gamboa.

FUNDACIÓN DE MANILA

La expedición zarpó del puerto de Barra de Navidad (Jalisco), el 21 de noviembre de 1564, iniciándose una larga travesía con rumbo a Nueva Guinea. Cuando llevaban recorridas cien leguas, se abrieron los sobres lacrados con las órdenes a seguir que entregó la Audiencia de México y, según este pliego, se varió el rumbo hacia Filipinas. A los diez días de navegación, el patache San Lucas deserta de la expedición y regresa al punto de partida. A partir de enero de 1565, se fueron sucediendo los descubrimientos, como los de las islas de los Barbudos (Marshall), Placeres, Pájaros, Corrales y Jardines.

El día 9 de enero de 1565, los vigías de la capitana señalaron tierra. La isla pertenecía al archipiélago de las Barbudos, actuales Marshall, donde sólo logró anclar el San Juan de Letrán. El nieto de Legazpi, Felipe de Salcedo, tomó posesión de la tierra, con la ceremonia acostumbrada en aquella época. A la vista de los barcos los nativos huyeron a las montañas, quedando en la playa tan solo una familia. Se mostraron muy amistosos y comunicativos con los españoles, dándoles a entender que los sus habitantes eran seres pacíficos que se dedicaban ancestralmente a la pesca. Y, como contaría Legazpi, él se formuló preguntas acerca de cómo la expansión europea estaba a punto de arrumbar con el modo de vida milenario de gentes como aquellas.

Guam fue el siguiente punto de la aguada, visitado por Magallanes varias décadas antes. En ese punto hicieron aguada bajo una fuerte protección. Aún no se llamaban islas Marianas, pero los españoles otorgaron el archipiélago un nombre expresivo: islas de los Ladrones, debido a la picaresca exhibida por los chamorros en los intercambios de víveres, que incluían fraudes como esconder arena bajo una somera capa de cereal, o aceite de coco bajo el cual solo había agua, y otros trucos. Además, fondeados en la había para recoger agua, uno de los españoles fue alanceado mientras descansaba en la playa, y hubo que tomar severas represalias.

En Guam, siempre contrario a invadir aguas que considera portuguesas, Urdaneta declaró su deseo de dar por finalizada la expedición y establecer una colonia española, mientras él trataría de encontrar la ruta de vuelta. Pero su petición no fue atendida, y la flota continuó con el itinerario previsto.

El sábado 5 de febrero la escuadra puso rumbo al archipiélago que Villalobos había bautizado como Filipinas, en honor al rey Felipe II.

Diez días después llegaba a la isla de Samar, siguiendo la ruta Magallanes-Elcano de hacia 45 años. Recorrieron las islas de Ibabao, Samar, Leyte, Limasawa, Camiguín y Bohol, en busca de provisiones y de lugares para el asentamiento estable. Continuaron explorando por las islas de Mindanao, Siquijor y Negros, hasta llegar a Cebú en mayo de 1566.

ITINERARIO SEGUIDO POR LA EXPEDICIÓN DE LEGAZPI

Legazpi encomendó a Urdaneta la búsqueda de un buen puerto o una ría y la puesta en comunicación con los nativos de la isla Samar. Con Urdaneta iba el capitán Goiti. Encontraron dificultades con los naturales en algunos lugares, ya que los portugueses habían asolado y robado en las tierras, y capturado y matado nativos, anunciándose como "castellanos del Maluco". Legazpi intentó abastecer a la tripulación y convencer a los naturales acerca de sus pacíficas intenciones y de los obsequios repartidos.

Pero ante la enconada resistencia en una ocasión, muy a su pesar, tuvo que utilizar la fuerza, mandando quemar un centenar de chozas de paja y madera. El alférez mayor Andrés de Ibarra tomó posesión de la isla, previo acuerdo con un indígena principal y usando los rituales de rigor. Ante la defensividad de los habitantes la escuadra zarpó el 20 de febrero de 1565 y al día siguiente llegaba a la isla de Leyte. La hostilidad de los naturales se manifestó inmediatamente, pero Legazpi tomó posesión de la tierra con toda solemnidad. Ante el informe positivo que traía el capitán Goiti de sus exploraciones, la expedición tomó rumbo sur hacia un núcleo poblado llamado Carballán a donde llegaron el día 5 de marzo. La Relación anónima que describe estos lugares, se supone fue del secretario de Legazpi apellidado Lazcano.

El problema del abastecimiento era grave, pues los isleños huían llevándose al interior sus alimentos. El capitán Goiti, el capitán Isla y el alférez Ibarra, con el cosmógrafo Urdaneta eran generalmente los que exploraban aquel grupos de islas, iniciando relaciones amistosas con los nativos. La política pacifica daría sus primeros frutos en Bohol.

En la isla de Cebú la labor de Legazpi y los suyos sería difícil debido a la matanza en aquel banquete-trampa contra los hombres de Magallanes. Ante la oposición de los cebuanos, temerosos de una represalia, los hombres de Legazpi debieron tener mucha prudencia. Sin embargo, fue asesinado Pedro de Arana que se había aventurado a dar un paseo sin protección. Legazpi, después de una asamblea consultiva ordenó el desembarco y la construcción de una base permanente para futuras operaciones y como prevención ante un posible ataque portugués desde las Molucas.

Desde un principio, Legazpi pretendió establecer un acuerdo pacífico con el cacique local Tupas, rey de Cebú, y su aliado, Tamuñán. Legazpi consiguió un pacto con un empleo limitando de la fuerza, tan solo le bastó un ruidoso pero poco preciso cañoneo desde los barcos. Pero la estricta ecuanimidad de justicia empleada por Legazpi empezó a calar en la percepción de los nativos cuando un soldado español fue ejecutado tras causar un incendio intencionado.

En Cebú, Urdaneta hizo un sensacional descubrimiento para elevar la moral de la expedición, y sobre todo del propio Legazpi: un soldado encuentra una figura de un Niño Jesús, perfectamente revestido y adornado, que algún marino de expediciones anteriores habría dejado, y que los nativos guardaban cuidadosamente. La figura se conserva con el nombre de Santo Niño en la isla de Cebú, y es objeto de una enorme veneración por los filipinos. En aquellas playas de Cebú fundó la base principal, a la que llama Villa del Santísimo Nombre de Jesús y la Villa de San Miguel.

ESTATUA DE LEGAZPI CON DATU SIKATUNA EN TAGBILARAN, BOHOL

Su método de colonización era el mismo en todas partes: desembarco, compra de alimentos a los nativos, acuerdo de algún tipo de pacto con los caciques locales y toma de posesión de la tierra en nombre del rey. Legazpi supo sacar partido de las luchas entre tribus enemigas y de la hostilidad que los nativos profesaban a los portugueses. Y es que, frente al tipo de dominación portugués, bastante depredador, los españoles ofrecían protección y un trato más tolerante y respetuoso con los nativos. Legazpi impuso disciplina a la tripulación, especialmente en dos aspectos: guerra a los piratas y respeto a los nativos. Desde Cebú, fue organizando la expansión territorial, imponiendo su autoridad sobre una revuelta de sus propios hombres y rechazando dos ataques de la escuadra portuguesa. El líder guipuzcoano había decidido quedarse a poblar y colonizar las islas, pero para asegurar el establecimiento permanente en Filipinas debía trazarse una ruta de vuelta directa a Nueva España, idea del gran cosmógrafo Urdaneta, era el Tornaviaje.

Así, el 1 de junio de 1565, partía desde Villa de San Miguel la expedición de Tornaviaje la nao San Pedro al mando del capitán Felipe de Salcedo, nieto de Legazpi, pero con Urdaneta como cosmógrafo director del rumbo. Tras cuatro meses de navegación, la nao fondeó en Acapulco el 8 de octubre. El éxito del tornaviaje salvó la empresa de Legazpi en Filipinas, permitiendo el envío de refuerzos desde Méjico para consolidar su definitiva colonización.

18/02/2023

Expedición de Íñigo Ortiz de Retes que descubrió Nueva Guinea en 1545


Una de las navegaciones más impresionantes y difíciles realizadas por los marinos españoles durante el siglo XVI fue la realizada por el alavés Íñigo Ortiz de Retes por la costa de la gran isla de Nueva Guinea y de la que tomó posesión el 20 de junio de 1545. Fue una de las más fructíferas singladuras por el mar del Sur, desde el punto de vista geográfico, al iluminar un amplio espacio de mar y tierra. Descubrió numerosos archipiélagos, en especial la isla Grande o Nueva Guinea, la 3ª isla en extensión tras Australia y Groenlandia, ampliando los dominios del Imperio español en casi 800.000 kilómetros cuadrados. Nueva Guinea fue llamada así por la semejanza del color de la piel de sus naturales con los de la Guinea africana.

MAPA DE ORTELIUS DEL 1589

Íñigo Ortiz de Retes nació en Retes de Llantero (Ayala), en la primera década del siglo XVI. Atraído por la empresa americana, marchó a Sevilla para embarcarse en algún galeón atlántico. Participó en las expediciones del gobernador de Guatemala Pedro de Alvarado, en 1538 para explorar la costa occidental de México e intentar alcanzar las islas Molucas, y en 1541 hacia Nueva Galicia.

Por orden del virrey Antonio de Mendoza la expedición hacia las islas orientales pasó a cargo del reputado marino malagueño Ruy López de Villalobos, capitán de las flotas de Indias. Este continúa los avanzados planes de Alvarado y arma la flotilla expedicionaria, con el objetivo de alcanzar y establecer bases españolas en las tierras de poniente, y de trazar una ruta fiable de regreso desde las islas orientales a las costas pacíficas de Nueva España. Iñigo Ortiz de Retes estaba de nuevo ligado al proyecto descubridor de la Mar del Sur.

En 1542 con rumbo oeste, para descubrir las rutas marítimas del Pacífico, Villalobos y Ortíz de Retes, partieron con seis pequeñas naos y 370 hombres desde el puerto de Navidad (Jalisco), avistado el archipiélago de Revillagigedo, bautizando diversas islas como la Nublada, de Roca Partida, el Placer y los Bajos de Villalobos, de los Corales, los Jardines (archipiélago de las Marshall), alcanzando las ya descubiertas Carolinas Orientales y arribando en el archipiélago de las Filipinas, concretamente en la isla de Cesárea Carola (Mindanao), bautizada en honor del emperador Carlos I.

Exploran las Filipinas pero la continua pelea con temporales y borrascas y la falta de alimento le obligó a refugiarse en la isla moluqueña de Tidore, territorio colonizado por los portugueses.

Un pacto con la guarnición lusa les permitió un tiempo de espera. Entonces, Villalobos decidió jugarse la última baza con la nao San Juan, a estas alturas la única capaz de aguantar una singladura hasta Nueva España, a cargo de Iñigo Ortiz de Retes a quien se le entrega el mando de la nave. Será en 1545, cuando Ortiz de Retes realiza una de las más fructíferas singladuras por la Mar del Sur, desde el punto de vista geográfico, al iluminar un amplio espacio de mar y tierra.

Partiendo de Tidore el 16 de mayo de 1545 en dirección norte, rumbo muy acertado ya que estaban en la época de los monzones del oeste, muy frecuentes en las latitudes australes y buscar el camino de regreso por debajo de la línea equinoccial.

Varios días después de la partida avistaron las llamadas islas Talud, cambiando el rumbo hacia el sur y buscar corrientes propicias para marear en dirección a las Indias, avistando islas nombradas como la Sevillana (Supiori), la Gallega (Noemfer), las Martires. (Schouten) al adentrarse la nao de Retes por el estrecho de Japen.

MAPA DE NOVA GUINEA, SIGLO XVII

En las islas Padaido, más de treinta pequeñas embarcaciones cargadas de indígenas intentaron flechar a la marinería. La San Juan salvó la situación rumbo sur con la vista puesta en el horizonte de cumbres que a levante mostraba la isla Grande, Nueva Guinea, tropezaron con una pequeña isleta triangular, la Ballena (Koeroedoe) y tres días más tarde hallaron la desembocadura del río San Agustín (Mamberano), cuyo estuario consideró propicio para desembarcar.

El ayalés desconocía que con la toma de aquella enorme isla, Nueva Guinea, un 20 de junio de 1545, ampliaba los dominios del imperio español en casi 800.000 kilómetros cuadrados. Antes que él, los primeros que desembarcaron en el norte de la Isla Grande fueron los expedicionarios de Álvaro de Saavedra en 1528 (y quizá algún superviviente de la nao Santiago de Hernando de Grijalva en 1537). Pero, sería Ortiz de Retes y sus hombres los que formalmente tomaron posesión para la Corona hispana y los que con más precisión exploraron la parte norte de la isla.

Según lo escrito por su cronista, García de Escalante:
"… Sábado, a veinte del mes, surgieron en la isla grande, y allí tomaron agua y leña, sin contradicción de nadie, por ser allí despoblado. Tomó el Capitán la posesión de esta isla por Vuestra Señoría. Púsole nombre la Nueva Guinea. Todo lo que costearon de esta isla es tierra muy hermosa, al parecer, y tiende a la mar grandes llanos. En muchas partes y por la tierra adentro muestra ser alta, de una cordillera de sierras de alboredo, al mar el arcabuco y en otras partes pinos salvajes, y las poblaciones eran llenas de palmeras de cocos …"

NUEVA GUINEA

Intentaron navegar hacia levante, pero las fuertes corrientes se lo impidieron, arribando en la isla de Mo (Liki), parte de las Kumamba, para descansar y aprovisionarse. Siguieron rumbo noreste atravesando varias islas volcánicas, algunas de ellas denominadas como Magdalena, Gaspar Rico, las Volcanes, las Barbada y Caimana.

Los vientos apartaron de la costa a la nave, que, en navegación adversa, se dirigió hacia el grupo de las islas Walulu y luego fue lanzada de nuevo hacia Nueva Guinea y Magdalena. Tras sufrir varios ataques por parte de los nativos, pudieron al fin fondear en la rada de Abrigo. El problema era encontrar el paso hacia las tierras americanas. Los vientos y corrientes contrarias les impedían avanzar hacia levante, cuando no les empujaba al noreste. Y por el sur, la gran isla de Nueva Guinea resultaba casi un continente imposible de circunnavegar.

En un nuevo y desesperado intento, emprenden rumbo a levante, pero el mar y los vientos alisios empujan el barco al nordeste, obligándoles a trazar un arco mucho más abierto. El 19 de agosto arriban al atolón de Ninigo, y que llamaron islas de los Hombres Blancos, donde fueron atacados por dichos aborígenes.

NAO SAN JUAN DE ÍÑIGO ORTIZ DE RETES

La última baza se jugó el 27 de agosto. Ortiz de Retes ordenaba aproar la nave hacia la isla de Mo, pero las corrientes y los vendavales contrarios llevaron el barco 30 leguas por debajo de su objetivo. La San Juan era empujada irremediablemente hacia el nordeste.

El 3 de octubre de 1545, tras cuatro meses y medio de singladura, regresaban a Tidore para reunirse con el resto de la expedición inicial en aquel puerto portugués y ser repatriados de forma deshonrosa por barcos portugueses por la ruta del Índico y del Atlántico.

Sin embargo, aún tardarían dos años en regresar, pasando calamidades en Malaca y Goa. Villalobos murió en 1546 en la isla de Amboine de fiebres palúdicas. García de Escalante escribió que sólo 144 supervivientes de la expedición llegaron a Lisboa en agosto de 1548, entre ellos Iñigo Ortiz de Retes.

Fracasaba así un nuevo intento hispano de regresar a América desde las islas de poniente: Gómez de Espinosa con la nao Trinidad por Juan Sebastián Elcano en 1522; las dos tentativas de Álvaro Saavedra, desde latitudes semejantes a las de Ortiz de Retes, en 1528 y 1529; el trágico amago de tornaviaje de Hernando de Grijalva en 1537; y el escarceo de Bernardo de la Torre semanas antes que el del capitán alavés.

Habría que esperar hasta 1565 para que otros dos vascos, Miguel López de Legazpi y Andrés de Urdaneta, marcasen las derrotas definitivas que permitieron asegurar la navegación de los galeones entre los territorios pacíficos de la monarquía española.

ITINERARIO DE ÍÑIGO ORTIZ DE RETES

03/12/2022

Vascos en la Armada de la Ruta del Galeón de Manila


Una auténtica gesta náutica y comercial fue el establecimiento de la Ruta de las Indias Orientales, denominada como ruta del Galeón de Manila, el primer itinerario que comunicó los continentes de Asia con América surcando el océano Pacífico. El comienzo de esta hito histórico en la navegación universal estuvo en la expedición de Miguel López de Legazpi, en 1564. El guipuzcoano zarpó de Nueva España al mando de 350 hombres y 5 naves: la capitana San Pedro, la almiranta San Pablo, los pataches San Juan y San Lucas y una fragatilla. Aquella aventura asentó las primeras bases coloniales españolas en Asia en clara carrera territorial con Portugal por establecer puertos comerciales a este otro lado del planeta.

La gran gesta de esa expedición fue la realizada por el fraile agustino Andrés de Urdaneta. El gran logro de esta expedición fue establecer una ruta de tornaviaje a Nueva España, hecho que se realizó a finales de 1565 cuando la nao capitana San Pedro fondeó en la bahía de Acapulco el 8 de octubre, después de haber zarpado de Cebú el 1 de junio de 1565. Aprovechando la corriente del Japón y los vientos del oeste llegó hasta el cabo Mendocino, puso rumbo al sur y entró en Acapulco el 3 de octubre de 1565.

Urdaneta hizo cartas de navegación por las que se hacía posible la navegación por el Pacífico. Con ello se haría posible la evangelización y la presencia española, haciendo que el océano Pacífico fuera español durante dos siglos.

Esta presencia sólo pudo ser factible con un sistema regular de comunicaciones, servicio que fue realizado por naves que pertenecían a la corona española. A finales del siglo XVI se estableció un comercio regular entre las islas Filipinas y el virreinato de Nueva España.

RUTA DEL GALEÓN DE MANILA

Al principio, el comercio no era la motivación española para su presencia en el Pacífico, ya que las prioridades estaban en el continente americano. Aunque existía un comercio habitual entre las islas Filipinas y diversos países asiáticos, el comercio entre este archipiélago y el Virreinato de la Nueva España no comenzó de forma habitual hasta 1571, siendo además de forma accidental.

Los españoles habían rescatado en aguas filipinas a unos marinos chinos que habían naufragado. En agradecimiento, al año siguiente un buque chino llegó a Manila cargado de regalos, principalmente sedas, que fueron enviadas a Nueva España en 1573.

A partir de 1593, la corona española impuso su monopolio para evitar el contrabando, proteger la industria textil andaluza, quedando reservado este comercio a los españoles tanto los residentes en Filipinas como los de Nueva España. Las naves zarpaban en parejas, aunque el costo excesivo de mantener operativos hasta cinco embarcaciones obligó a utilizar un solo galeón, aunque de mayores dimensiones.

Una larga travesía de unos 16.000 kilómetros no estaba exenta de graves peligros. Los hombres permanecían embarcados unos 5 meses de su viaje de ida y unos 4 meses al regreso, enfrentándose a enfermedades como el escorbuto, a tifones asiáticos o las tormentas del Pacífico norte donde se perdieron muchas naves de la Carrera de Filipinas.

El derrotero habitual desde Manila surcaba los mares interiores de las islas Filipinas, tocando en el último puerto de San Jacinto, y pasando el estrecho de San Bernardino ponía rumbo a las islas Marianas. Desde este punto navegaban al este aprovechando las corrientes favorables hasta llegar a la costa americana. En este punto se giraba a estribor para bajar por la costa de California hasta fondear en Acapulco.

modelo galeón san martín armada española museo naval
MAQUETA DE GALEÓN SAN MARTÍN

En las primeras expediciones de descubrimiento y exploración, así como los primeros viajes mercantes los barcos de la flota de la Carrera de Indias Orientales eran naos, siendo pronto sustituidos por galeones de mayor capacidad defensiva, mayor capacidad de carga y mejores condiciones marineras. A estos buques se les denominó como Galeón de Manila.

Los galeones eran la evolución de las naos, por las mejoras introducidas en la navegación. Se caracterizaban por poseer dos grandes castillos a proa y popa para facilitar el abordaje, podían tener hasta cuatro palos y estar armados con cuarenta o cincuenta cañones. La construcción de los buques de la Carrera de Filipinas comenzó a hacerse en astilleros de Nueva España y más tarde en los de Filipinas, debido a su mejor emplazamiento y calidad del maderamen.

Esta tipología de embarcación fue utilizada hasta finales de la década de los treinta del siglo XVIII, siendo el último de los construidos en Filipinas el Sacra Familia, realizando su primer viaje en 1718. En su último viaje el galeón Nuestra Señora de Begoña trajo a Filipinas un decreto fechado en 1721 por el rey Felipe V sobre las nuevas proporciones en la construcción de bajeles, dictadas por el ingeniero naval Antonio de Gaztañeta, natural de Bilbao, y recogidas en 1720 en su obra Proporciones más esenciales para la fábrica de navíos y fragatas. El Galeón quedó sustituido por el Navío de Manila.

Aunque su función principal era el comercio y transporte de mercancías, los galeones de la Carrera de las Indias Orientales tenían una apariencia de navíos, es decir, de verdaderos buques de guerra. Habían desaparecido los altos castillos a proa y popa, y disponían de una mayor eslora y menor manga y una arboladura modificada. Gaztañeta diseñó unos buques más estables y manejables aunque tenían tendencia a quebrarse como único defecto, no pudiendo ser armados con cañones de gran calibre.

Se trata de una travesía no exenta de peligros, enfrentándose a enfermedades como el escorbuto o condiciones climáticas desfavorables como los tifones asiáticos o las tormentas del Pacífico norte.

A partir de la desaparición de último navío de la Carrera de Filipinas, la travesía comenzó a realizarse con fragatas hasta la desaparición de este monopolio a principios del siglo XIX. Ya en 1765 se empezaron a realizar viajes directos desde la península a cargo de navíos y fragatas de la Armada, aunque siempre con la oposición de los comerciantes de Manila.

En 1785, se fundó la Real Compañía de Filipinas. Eran años en los que Carlos III impulsó el libre comercio que a la larga acabó con el Navío de Manila en el Pacífico y con el sistema de Flotas en el Atlántico.

navío santa ana armada española maqueta
MAQUETA DEL NAVÍO SANTA ANA

Los navíos que recorrieron el trayecto entre Manila y Acapulco en la Carrera de Filipinas del siglo XVIII fueron seis: Nuestra Señora de la Guía, Nuestra Señora de Covadonga, Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, Nuestra Señora del Rosario y los Santos Reyes, Nuestra Señora del Rosario y San Juan Bautista, y el Santísima Trinidad y Nuestra Señora del Buen Fin.

Varios fueron los almirantes de origen vascongado que pilotaron estos navíos: Pablo Antonio de Aroza, Juan Francisco de Irizarri y Vizua, Juan Agustín Lazcano, Baltasar de Araneta, Tomás de Iturralde, Francisco Ustáriz, Juan de Araneta, etc.

Nuestra Señora de la Guía fue el primer navío, construido según las nuevas proporciones de Antonio de Gaztañeta, en 1727.

Nuestra Señora de Covadonga hizo su primera travesía en 1731, zarpando de Cavite el 8 de julio. Haciendo de nave almiranta el patache San Cristóbal, al mando de Juan Manuel de Barreda y su maestre Pablo Antonio de Aroza. Llegaron a Acapulco a finales de enero de 1732. El 21 de marzo zarparon de Acapulco las dos embarcaciones y llegaron a Manila cargados con 1.322.700 pesos. En su siguiente viaje volvió a ser la nave capitana al mando del general Juan Francisco de Irizarri y Vizua y su maestre el capitán Nicolás de Argüelles, siendo la almiranta el navío Pilar.

Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza zarpó de la bahía de Manila en su primera travesía, el 26 de julio de 1733, al mando del general Jerónimo Montero y su maestre el capitán Juan Agustín Lazcano. Volvió a realizar el itinerario tres años después. Zarpó de Cavite el 31 de julio de 1736, al mando del general Baltasar de Araneta y su maestre el capitán José Antonio de la Madrid, acompañado por el navío Covadonga, que hacía de capitana. A mediados del mes de agosto de 1737 entraron en Manila sin novedad.

Nuestra Señora del Rosario y los Santos Reyes zarpó en su primer viaje a Acapulco, en julio de 1743, al mando del general Mateo de Sumadle y su maestre el capitán Tomás de Iturralde. Durante más de cuatro meses estuvo luchando contra los vientos contrarios sin poder remontar las islas Marianas, regresando a Cavite el 29 de diciembre.

Nuestra Señora del Rosario y San Juan Bautista realizó su primera travesía a Acapulco en 1752, al mando de Tomás de Iturralde, siendo su maestre el capitán Alejo de Quesada.

Santísima Trinidad y Nuestra Señora del Buen Fin fue construido en 1751. Era uno de los mayores navíos que se vieron en aquellas islas, con 1.375 toneladas de arqueo, 51,5 metros de eslora, 15,2 metros de manga y 10,1 metros de puntal. Costó 229.852 pesos y estaba armado con 60 cañones. Zarpó a mediados de 1751 al mando del general Francisco Ustáriz, siendo su maestre el capitán Juan de Araneta. Sin ningún contratiempo, regresó a las islas Filipinas en la primavera de 1752.

NAVÍO ESPAÑOL DEL SIGLO XVIII