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16/06/2025

Segunda Expedición a la Polinesia por Domingo de Bonechea en 1774


Entre 1772 y 1773, una expedición marítima al mando del marino guipuzcoano Domingo de Bonechea partió desde el puerto peruano de El Callao a la Polinesia, descubriendo el archipiélago de Tahití. Aportaba una valiosa información hidrográfica y cartográfica de aquellas islas de océano Pacífico, mantuvo una buena relación con sus habitantes tahitianos y aseguraba la ausencia de potencias extranjeras en la zona. Sin embargo, fracasaba en el intento de inspeccionar el segundo objetivo del plan que era la isla de San Carlos (Pascua).

Ante el buen resultado de aquel viaje, Manuel de Amat y Juniet, virrey del Perú, decidió organizar una Segunda Expedición a la Polinesia, con destino único a Amat (Tahití), en 1774. Sus objetivos eran la fundación de un establecimiento con soldados y misioneros, así como la evangelización de sus habitantes y hacerlos súbditos de la Corona española, además de descubrir nuevas islas próximas a la isla de Amat.

EXPEDICIÓN A LA POLINESIA POR DOMINGO DE BONECHEA EN 1774-1775

Bonechea dispuso de dos barcos: la fragata Santa María Magdalena, también llamada Águila, en la que embarcaba el comandante getariarra Domingo de Bonechea; y el paquebote San Miguel, también llamado Júpiter, dirigido por el capitán portugalujo José de Andía Varela. Un guipuzcoano y un vizcaíno iban a ser protagonistas de esta aventura tanto científica como política y religiosa. Sus oficiales fueron el capitán Tomás Gayangos, el teniente de fragata Raymundo Bonacorsi, los alféreces de navío Nicolás Toledo y Juan de Apodaca, el alférez de fragata Juan Hervé, y los padres misioneros fueron los franciscanos Jerónimo Clota y Narciso González. También viajaban de vuelta los dos tahitianos sobrevivientes de la primera expedición, que sirvieron de intérpretes. Regresaba Máximo Rodríguez, que había aprendido algo tahitiano en aquel viaje, y se entregó a todos estos un pequeño vocabulario español-tahitiano de las palabras más frecuentes, que el eclesiástico José Amich había realizado.
 
La expedición llevaba una tripulación de 181 hombres, también animales, semillas y herramientas para el asentamiento y misión.

El 20 de septiembre de 1774, las dos embarcaciones partieron desde el puerto de El Callao rubo oeste, pero debido a las malas condiciones marítimas ambas se separaron. Durante el trayecto, siete nuevas islas del archipiélago de las Tuamotu fueron descubiertas. De ellas, cinco fueron por Bonechea: San Narciso (Tatakoto), Mártires (Tekojoto), San Juan (Hikueru o Melvilla), San Julián (Tabao o Motutunga) y San Blas (Faaite o Tahanea); y dos por Andía: Ánimas (Amanu) y San Diego (Makatea). Todas ellas recibieron nombres del santoral.

El 8 de noviembre, arribaba a Tahití el Júpiter, arribando cinco días después la fragata Magdalena. Ambas fueron recibidas con muestras de alegría y con cestas de fruta por los tahitianos, especialmente al saber que regresaban los dos indígenas Pautu y Tetuanui.

DOMINGO DE BONECHEA Y FRAGATA SANTA MARÍA MAGDALENA

Tras fondear en la playa de Taiarapu en la parte oriental de la isla y ante las dificultades de mantenerse en la misma por las fuertes mareas y gran oleaje, buscaron un lugar más favorable. Bonechea prefirió fondear en la playa de la Santa Cruz de Ojatutira (ensenada de Cook), al oeste de Tautira. Consiguió un permiso de los heríes (autoridades locales) y del cacique Otu para instalar la casa-misión. Estaba basada en una casa portátil de madera, que anteriormente se despiezó y embarcó en el paquebote, que serviría como dependencia para los misioneros y el intérprete Máximo Rodríguez. Se colocó una cruz con la inscripción "CHRISTUS VINCIT" en sentido horizontal, y "CAROLUS III, IMPERATOR 1774" en sentido vertical. También se organizó la ganadería con los animales. La misión católica consiguió establecerse con éxito a finales de año.

A inicios de enero de 1775, Bonechea consiguió la sumisión de los caciques locales, en especial la de Otu, el más importante de los tahitianos, pasando a tomar la posesión de la isla de Amat (Tahití). El día 1, se ofició la primera misa católica de Tahití por el padre Jerónimo Clota a la que asistió Bonechea junto a toda su tripulación y centenares de nativos, incluidos los principales heríes. Este ritual religioso, fue seguido del acto fundacional el 5 de enero, en el que se reconocía la soberanía española sobre la isla y la defensa de sus naturales, quienes a su vez declaraban lealtad y obediencia al rey Carlos III.

Este convenio entre españoles y tahitianos establecido en la casa-misión fue llamado el pacto de Tautira, interviniendo en la elaboración del acta el escribano y contador de la fragata Pedro Freire de Andrade, los tres intérpretes, y los principales heríes. El documento se encuentra en el Archivo General de Indias de Sevilla. Aunque Wallis fue el primer descubridor europeo de Tahití en 1767, este marino no realizó algún tipo de acuerdo de soberanía con los caciques tahitianos.

En adelante, los franciscanos se hicieron cargo de la misión, mientras que el marinero Francisco Pérez se encargaría de organizar las huertas y la ganadería.

PUERTO DE SANTA CRUZ DE OJATUTIRA EN TAHITÍ

El 7 de enero, los capitanes Bonechea y Andía continuaron las exploraciones hacia la isla Raiatea, para inspeccionar la posible llegada de barcos ingleses.

En este trayecto, Bonechea y Andía hallaron ocho nuevas islas del archipiélago de la Sociedad: Tres Hermanos (Teturoa/Tetiaroa), Sociedad (Tupuemanu/Maiao), Hermosa (Oagine/Huahine), Princesa (Oriatea/Raiatea), otra cercana a Princesa (Tajá/Tahaa), San Pedro (Porapora/Borabora), San Antonio (Maurua/Maupiti), Pájaros (Manua/Maiao).

Pero, durante la navegación, Bonechea enfermó, regresando a Amat (Tahití) para recuperar la salud. Al llegar, los expedicionarios comprobaron que los intérpretes nativos Pautu y Tetuanui habían renegado de la fe cristiana regresando a sus anteriores costumbres, y que no se había avanzado en la evangelización del territorio.

El 26 de enero de 1775, Domingo de Bonechea y Andonaegui fallecía a bordo de la fragata atracada en la ensenada de Tautira, de forma repentina y en cumplimiento de su mandato. Fue enterrado junto a la cruz de la casa-misión, en el asentamiento de Tautira, con gran ceremonia. Moría un marino vascongado pionero de la Ilustración científica de su tiempo, y aparecía la leyenda "el Tesoro de Bonechea".

ARCHIPIÉLAGO DE TAHITÍ

Tomás Gayangos tomó el mando de la expedición, quien decidió concluirla, regresando al Virreinato del Perú el 18 de febrero de 1775. El capitán Andía y Varela escribió que "No teniendo ya asunto para más demora en Otahiti, se determinó nuestro regreso a Lima".

Mientras tanto, el intérprete Máximo Rodríguez convivió con los tahitanos, convirtiéndose en el primer occidental establecido en los Mares del Sur. Escribió un Diario en el que reunió varios aspectos de la misión cristiana española, así como de la cultura tahitiana.

En noviembre de 1775, la fragata Santa María Magdalena volvió por tercera vez a Tahití desde el puerto de El Callao, cargado de víveres, al mando del capitán Cayetano de Lángara. Pero finalmente la misión se redujo a recoger a los franciscanos y el intérprete, quienes vivieron constantemente atemorizados y decidieron abandonar la misión evangelizadora. España ponía fin a su presencia en aquella isla paradisíaca.

En 1777, regresaba a Tahití el capitán inglés Cook, quien llegó a escribir que los tahitianos se referían a los españoles con expresiones de amistad y respeto. En su monumental historia religiosa de Tahití, el historiador Paul Hoder, escribió que "con Bonechea y Cook se acabó la era de los valientes navegantes, de los exploradores", pues luego llegarían piratas, corsarios, esclavistas, balleneros, desertores, etc.

ISLAS DEL ARCHIPIÉLAGO DE TAHITÍ

Andía y Varela dejó escrita una Relación del viaje hecho a la isla de Amat sobre la geografía de la isla, el clima, la fauna, la flora, y cultivos agrícolas que pudieran aprovecharse. Reunió informaciones de carácter antropológicos sobre el origen de los primeros pobladores llegados de las islas y tierras asiáticas. Sobre la fisionomía de los tahitianos describió que eran:
"... corpulentos por lo general y bien formados; en el color y cabello hay mucha variedad: unos parecen zambos, otros indios, otros mulatos, otros cuarterones y otros más blancos...; las mujeres son cortas en número, respecto de los hombres; pero por lo general altas, de bellos cuerpos y que no tienen que envidiar en hermosura a las de otros países; son muy cariñosas y de atractivo grande."

Destacó la habilidad que tenían los indígenas en la navegación, pues estos pilotos a los que llamaba "tatete" en idioma tahitiano utilizaban canoas para pescar y desplazarse entre islas, conocimientos que "de aquí pudiera sacar el Rey mucha y buena gente de mar".
Los tahitianos demostraron realizar pronósticos meteorológicos muy acertados:
"... viento, calma, aguas, sol, mar y otras cosas que nunca salieron erradas, conocimiento digno de envidiarse, pues, a pesar de cuanto han observado y escrito nuestros pilotos y los cosmógrafos sobre este asunto, no lo han conseguido."

Domingo de Bonechea pasó a la historia por haber intentado incorporar Tahití al Imperio español. Sus dos expediciones visitaron y reconocieron veintiuna islas, aunque algunas fueron descubiertas anteriormente por los navegantes Quirós, Wallis, Bougainville y Cook, en cambio, otras tantas fueron descritas por primera vez.

ARCHIPIÉLAGO DE LA SOCIEDAD Y DE TAHITÍ

En la Descripción de las islas del océano Pacífico, reconocidas últimamente de orden de S.M., el marino científico Bonechea recopiló valiosas informaciones sobre sus dos expediciones de 1772 y 1774. Incluyó las islas que Pedro Fernández de Quirós había descubierto en 1606, cuyos nombres aparecen escritos en topónimo español: San Narciso, Ánimas, San Simón y Judas, Mártires, San Juan, San Quintín, Todos los Santos, San Cristóbal, Amat (considerada la más grande y más poblada), Santo Domingo, Tres Hermanos, Pelada, Paxaros, Hermosa, Princesa y Tajaa, San Pedro, San Antonio y Santa Rosa.

Además, sentó el precedente que llevaría después a marinos ilustrados como Dionisio Alcalá Galiano, Alejandro Malaspina o Cosme Damián de Churruca a emprender nuevas expediciones científicas por los océanos.

El conjunto de los mapas y cartas levantados por las dos expediciones de Domingo de Bonechea fueron expuestos al público, por primera vez, en la Exposición Mundial de Brisbane (Australia), en 1988.

En la actualidad, el Archivo del Museo Naval de Madrid conserva varias cartas náuticas, descripciones y noticias manuscritas sobre las islas que descubrieron o que ya formaban parte de la geografía conocida.

De la segunda expedición existe un Diario de navegación que de orden de S. M., comunicada por el Excmo. Sr. Don Manuel de Amat, Virrey, etc., del Perú, hizo a la isla de Amat y sus adyacentes el capitán de fragata D. Domingo de Boenechea, comandante de el Águila y el paquebote Júpiter con el fin de restituir a su patria,...

ISLA DEL ARCHIPIÉLAGO DE TAHITÍ

27/04/2025

Expedición del Tornaviaje desde Filipinas a América por Andrés de Urdaneta en 1565


Tres meses después de la fundación de la villa de San Miguel en la isla filipina de Cebú por Miguel López de Legazpi, el cosmógrafo agustino Andrés de Urdaneta emprendía el viaje de retorno hasta América: el Tornaviaje. Zarpó desde el puerto de San Miguel al frente de la nave capitana San Pedro, de 500 toneladas, el 1 de junio de 1565, técnicamente el momento del año más adecuado para emprender el viaje. Llevaba como capitán de la expedición al nieto de Legazpi, Felipe de Salcedo.

ANDRÉS DE URDANETA

Urdaneta partió desde la isla Cebú, cruzando entre las de Samar y Luzón por el estrecho de San Bernardino, y abandonó el archipiélago filipino el océano Pacífico, poniendo rumbo hacia el norte en busca de los vientos contraalisios. La intención del guipuzcoano era la de escapar del régimen de los vientos alisios, que tantas dificultades habían interpuesto a las naves españolas en viajes anteriores. Suponía el vasco que estos vientos cesaban al remontar en latitud, aunque también le preocupaba el hecho de que acrecerían los fríos y se enrarecería el clima. Ordenó navegar hacia el nordeste y al mes se encontraban frente a la isla de Taiwán hasta los 24° aproximadamente.

El 3 de agosto, pasó de los 40º, al norte de Japón, desde donde derivó hacia el este, evitando así la acción de los vientos y aprovechando la corriente marina favorable de Kuroshivo, que empujaba suavemente hacia el este y que además era cálida, con lo que en parte neutralizaba el clima severo de latitud tan alta. Una vez sobre ella puso rumbo derecho en la dirección de las costas de América.

Durante la travesía, el escorbuto y la sed se cebaron con los tripulantes, muriendo 16 marineros de los 44 iniciales.

ITINERARIO SEGUIDO POR LAS EXPEDICIONES DE LEGAZPI Y DE URDANETA

El 26 de septiembre, Urdaneta alcanzó la costa de California, aproximadamente en el punto donde años antes había muerto Rodríguez Cabrillo. Y aunque habían partido del puerto de Navidad, este había sido abandonado por insalubre, de modo que el capitán Salcedo dispuso que se continuara bojeando en dirección sur. Así, recorrieron la costa oeste del Virreinato de la Nueva España hasta llegar a Acapulco, el 18 de octubre, tras 130 días de navegación y casi 1.900 leguas recorridas.

Urdaneta inauguraba una ruta por el norte del Pacífico que se utilizaría durante dos siglos y medio. Se trataba de la vuelta de Poniente, también llamado Tornaviaje del Pacífico o Ruta del Galeón de Manila, que escapaba de los temibles alisios del sur. Este descubrimiento permitió la posterior colonización de las posesiones asiáticas y la existencia de una vía de comunicación regular que propiciaría las relaciones comerciales entre Filipinas y Nueva España. Especialmente destacable en esta ruta mercantil el transporte de la plata, tan codiciada por los chinos y con los que, ya entonces, se iniciaron los primeros contactos. Con este comercio se hizo posible la evangelización de los tagalos y la presencia española.

La ruta de Urdaneta fue un logro cosmográfico universal. El océano Pacífico quedaba unido por España entre sus dos extremos, convirtiéndose en el llamado Mar Español.

ANDRÉS DE URDANETA EN RUTA DE ORIENTE

El viaje de Acapulco a Manila necesitaba un promedio de 3 meses para recorrer las 7.300 millas que separan ambos puertos. Desde Acapulco, los buques navegaban al suroeste hasta alcanzar el paralelo de los 12º norte, corriendo dicha latitud hacia el oeste para recalar en la isla de Guam, y desde allí dar rumbo al estrecho de San Bernardino, entre el extremo sur de la isla de Luzón y el norte de la isla de Samar.

El Tornaviaje precisaba entre 6 y 9 meses de navegación para recorrer 7.800 millas. Los buques ponían rumbo a las islas Marianas, aprovechando las corrientes favorables para recalar en el cabo Mendocino, al norte de la actual bahía de San Francisco. En este punto se completaba todo el aparejo y se giraba al sur a estribor para bajar la costa de California hasta fondear en Acapulco.

En el Virreinato de la Nueva España, un largo camino terrestre, llamado el Camino de los Virreyes, comunicaba la ciudad atlántica de Veracruz con la capital, Méjico, y ésta con el puerto de Acapulco a través del llamado Camino de Asia.

ÚLTIMA PÁGINA DEL DIARIO DE VIAJE DE URDANETA

Algunos han querido desmerecer la hazaña de Urdaneta porque había seguido el derrotero enseñado por oficiales de la expedición de Ruy Lope de Villalobos o de otros como Pablo de Carrión o Escalante. Es verdad que Alonso de Arellano, que abandonó la compañía de Urdaneta, llegó antes que él a Nueva España, pero fue más por cuestión de suerte ya que no quedó escrito alguno. En cambio, el itinerario de Urdaneta fue pensado, prefijado y verificado, y finalmente establecido de forma oficial.

Urdaneta volvió a España al año siguiente y arribó a Sanlúcar de Barrameda, desde donde se trasladó a Madrid y Valladolid para entregar a Felipe II los resultados de sus descubrimientos: mapas, cartas, relaciones de la expedición y libros de navegación. Además, expuso sus ideas sobre la legitimidad o ilegitimidad de las empresas españolas en unos territorios que posiblemente se encontrasen en el área asignada a Portugal por el Tratado de Zaragoza, dando lugar a una significativa publicación: Ocho pareceres dados por Andes de Urdaneta y otros cosmógrafos en 1566 y 1567, sobre si las islas Filipinas estaban comprendidas en el empeño que el emperador había hecho al rey de Portugal, y si las Mulucas y otras estaban en la demarcación de Castilla.

Cumplido este trámite y con la venía del Consejo de Indias, regresó a su convento de San Agustín en Nueva España, donde murió el 3 de junio de 1568.

MONUMENTO A ANDRÉS DE URDANETA EN PANGASINAN

28/10/2024

Conquista y colonización de las islas Filipinas por Miguel López de Legazpi en 1565


El 15 de febrero de 1565, la expedición liderada por el guipuzcoano Miguel López de Legazpi llegaba al archipiélago de Villalobos, que había sido bautizado como Filipinas, en honor al rey Felipe II. Junto a él, viaja un experimentado cosmógrafo Andrés de Urdaneta.

Legazpi encomendó a Urdaneta la búsqueda de un buen puerto o una ría y la puesta en comunicación con los nativos de la isla Samar.

Con Urdaneta iba el capitán Martín de Goiti. Encontraron dificultades con los naturales en algunos lugares, ya que los portugueses habían asolado y robado en las tierras, y capturado y matado nativos, anunciándose como "castellanos del Maluco". Legazpi intentó abastecer a la tripulación y convencer a los naturales acerca de sus pacíficas intenciones y de los obsequios repartidos.

ANDRÉS DE URDANETA EN CEBÚ, POR TELESFORO SUCGANCG

Pero ante la enconada resistencia en una ocasión, muy a su pesar, tuvo que utilizar la fuerza, mandando quemar un centenar de chozas de paja y madera.

El alférez mayor Andrés de Ibarra tomó posesión de la isla, previo acuerdo con un indígena principal y usando los rituales de rigor.Ante la reacción de los nativos, la escuadra zarpó el 20 de febrero de 1565 y al día siguiente llegaba a la isla de Leyte.

La hostilidad de los naturales se manifestó inmediatamente, pero Legazpi tomó posesión de la tierra con toda solemnidad. A pesar del informe positivo que traía el capitán Goiti de sus exploraciones, la expedición tomó rumbo sur, hacia un núcleo poblado llamado Carballán, a donde llegaron el día 5 de marzo. La Relación anónima que describe estos lugares, se supone fue del secretario de Legazpi apellidado Lazcano.

El problema del abastecimiento era grave, pues los isleños huían llevándose al interior sus alimentos. El capitán Goiti, el capitán Isla y el alférez Ibarra, con el cosmógrafo Urdaneta eran generalmente los que exploraban aquel grupo de islas, iniciando relaciones amistosas con los nativos. La política pacifica daría sus primeros frutos en Bohol.

Habían recorrido ya las islas de Ibabao, Samar, Leyte, Limasawa, Camiguín y Bohol, en busca de provisiones y de lugares para el asentamiento estable. Continuarían explorando por las islas de Mindanao, Siquijor y Negros, hasta llegar a Cebú en mayo de 1566.

En la isla de Cebú la labor de Legazpi y sus expedicionarios sería difícil debido a la matanza en aquel banquete-trampa contra los hombres de Fernando de Magallanes. Ante la oposición de los cebuanos, temerosos de una represalia, los hombres de Legazpi debieron tener mucha prudencia. Sin embargo, fue asesinado Pedro de Arana que se había aventurado a dar un paseo sin protección. Legazpi, después de una asamblea consultiva ordenó el desembarco y la construcción de una base permanente para futuras operaciones y como prevención ante un posible ataque portugués desde las Molucas.

Desde un principio, Legazpi pretendió establecer un acuerdo pacífico con el cacique local Tupas, rey de Cebú, y su aliado, Tamuñán. Legazpi consiguió un pacto con un empleo limitando de la fuerza, tan solo le bastó un ruidoso pero poco preciso cañoneo desde los barcos. Pero la estricta ecuanimidad de justicia empleada por Legazpi empezó a calar en la percepción de los nativos cuando un soldado español fue ejecutado tras causar un incendio intencionado.

LEGAZPI Y URDANETA EN FILIPINAS

En Cebú, Urdaneta anunció un sensacional descubrimiento para elevar la moral de la expedición, y sobre todo del propio Legazpi: el marinero bermeano Juan Camuz había hallado en una choza una figura de un Niño Jesús, perfectamente revestido y adornado, que algún marino de expediciones anteriores habría dejado, y que los nativos guardaban cuidadosamente. La figura fue conservada con el nombre de Santo Niño en la isla de Cebú, puesta al mando del tesorero y alférez real Guido de Labezarri y objeto de una enorme veneración por los filipinos.

En aquellas playas de Cebú fundó la base principal, a la que llama Villa del Santísimo Nombre de Jesús y la Villa de San Miguel.

El método de colonización que ejercía Legazpi era el mismo en todas partes: desembarco, compra de alimentos a los nativos, acuerdo de algún tipo de pacto con los caciques locales y toma de posesión de la tierra en nombre del rey. Supo sacar partido de las luchas entre tribus enemigas y de la hostilidad que los nativos profesaban a los portugueses. Y es que, frente al tipo de dominación portugués, bastante depredador, los españoles ofrecían protección y un trato más tolerante y respetuoso con los nativos.

Impuso disciplina a la tripulación, especialmente en dos aspectos: guerra a los piratas y respeto a los nativos. Mediante sus procedimientos de atracción pacífica, logró la convivencia con los cebuanos, permaneciendo en Cebú cinco años. Construyó un fuerte y varias fragatas que convirtieron la isla en base de operaciones y de defensa.

Desde Cebú, fue organizando la expansión territorial, imponiendo su autoridad sobre una revuelta de sus propios hombres y rechazando dos ataques de la escuadra portuguesa.

Debió desbaratar la rebeldía de unos expedicionarios cansados de marinar islas sin rumbo concreto, que pretendían escapar con una nave y barrenar el resto. Surgió un motín encabezado por unos tripulantes extranjeros: un francés, un veneciano y un griego. Tras juzgar y ahorcar a estos tres conspiradores, Legazpi perdonó a los demás después de una confesión detallada de lo ocurrido y de los planes que habían trazado para el futuro.

ASENTAMIENTO ESPAÑOL EN FILIPINAS

El líder guipuzcoano había decidido quedarse a poblar y colonizar las islas, pero para asegurar el establecimiento permanente en Filipinas debía trazarse una ruta de vuelta directa a Nueva España, misión del gran cosmógrafo Urdaneta.

Así, el 1 de junio de 1565, la expedición de tornaviaje partía desde Villa de San Miguel. La nao San Pedro estaba al mando del capitán Felipe de Salcedo, nieto de Legazpi, pero con Urdaneta como cosmógrafo director del rumbo. Tras cuatro meses de navegación, la nao fondeó en Acapulco el 8 de octubre. El éxito del tornaviaje salvó la empresa de Legazpi en Filipinas, permitiendo el envío de refuerzos desde Méjico para consolidar su definitiva colonización.

Mientras tanto, Legazpi ordenó construir barcos de pequeño calado para navegar con más habilidad por las islas del archipiélago. En Mactán levantaron una gran cruz de madera en homenaje a Magallanes, muerto en esa isla cuatro décadas antes, tras atravesar el océano Pacífico desde el cabo de Hornos.

Al visitar la isla de Panay, el 25 de julio de 1566, las fragatas de Legazpi encontraron inesperadamente un barco español, el San Jerónimo, enviado por el virrey novohispano Enríquez de Almansa desde México el 1 de mayo. Se trataba de uno de los tres galeones cargados de víveres, soldados, colonos y misioneros al mando de Juan de Isla.

Llevaba la gran noticia de la llegada de Urdaneta a México y que, por tanto, la expedición de tornaviaje había sido completada con éxito, según el trazado que él mismo había planeado.

Pero la gran alegría de Legazpi fue la arribada en agosto de los otros dos galeones al mando de Felipe de Salcedo y Juan de Salcedo, su otro nieto y hermano menor de 18 años del primero. Traían con ellos a 200 hombres de refuerzo, tropas veteranas, a los que se sumarían otros 2.100 expedicionarios a lo largo del año. Entre los recién llegados la mayor parte seguían siendo novohispanos de nacimiento, muchos de ellos mestizos y otros indios puros. Casi todos tenían experiencia en las guerras de la frontera de la Nueva España, disponían de un armamento muy adecuado para el tipo de guerra que pronto conocerían, e iban junto a trabajadores auxiliadores enviados por órdenes del virrey. Con ellos se reforzaría la fortaleza de San Pedro, que se convirtió en el puesto avanzado para el comercio con México y la protección contra las rebeliones nativas hostiles.

Los dos enormes galeones, cargados de cañones, dejaron anonadados a los nativos, que jamás habían visto nada semejante. Eso animó a los españoles, conscientes de que sus barcos eran el ejemplo más notable de su poder, pero lo hizo mucho más las herramientas, armas portátiles, municiones y víveres que habían traído, lo que permitió apuntalar de forma definitiva la base española en Cebú. Sin embargo, rodeada de las muchas incertidumbres generadas por la indecisión que tenía la corona al respecto, no llegó la esperada autorización real para conquistar las islas, que era lo que esperaba Legazpi.

CARTA HYDROGRÁFICA DE LAS FILIPINAS POR PEDRO MURILLO VELARDE

En junio de 1567, con un puñado de hombres, Martín de Goiti fue enviado a reconocer la isla de Leyte. Alcanzó la ciudad principal, Colasi, después de una ardua marcha por la selva y de un contacto violento con algunos indígenas, indispensable para lograr las provisiones necesarias para mantener a la expedición.

Martín de Goiti había ascendido a maestre de campo, quedando como jefe de todas las fuerzas después de Legazpi. Llegó a ser el explorador más experimentado del archipiélago gracias a sus continuas expediciones de reconocimiento y a sus salidas en busca de abastecimientos.

En una de sus expediciones de avituallamiento, en noviembre de 1566, al mando de la nao San Juan, alcanzó la costa de Mindanao. Allí se encontró con una fusta tripulada por portugueses al mando del comandante López de Sequeira , con la misión de advertir a Legazpi que estaban invadiendo dominios lusos y que deberían retirarse. La respuesta de Legazpi fue la de reforzar el puerto y la ciudad de San Miguel para una mejor defensa.

Tras una tensa entrevista en la que intervino como técnico el religioso navarro Rada, los portugueses se retiraron a sus bases de las Molucas, pues el campo fortificado de Legazpi les auguraba un desembarco desastroso.

Mientras tanto, enviaba una nave a Nueva España en busca de refuerzos, al tiempo que llegaba otra desde allí cargada de hombres, pertrechos, alimentos, armas y municiones. El tráfico entre las dos costas del Pacífico comenzaba a normalizarse.

No acabaría en este encuentro aquel conflicto hispano-luso por la legitimidad de las islas Filipinas. Así, dos años después, el día 17 de setiembre de 1568, Gonzalo de Pereyra se presentó ante Legazpi en la bahía de San Miguel, en Cebú, con una potente escuadra de diez barcos. Pretendía la retirada total de la expedición y asentamientos españoles del archipiélago, evacuando a sus hombres a bordo de naves portuguesas. Esta vez no hubo parlamento y, directamente, el objetivo fue atacar a los españoles.

La fortaleza resistió, y los sitiadores fueron repelidos gracias a la presencia de los cañones en las baterías del puerto y el abastecimiento que desde tierra hacía el régulo Tupas, aliado de Legazpi. Era una buena noticia para los padres agustinos que acompañaban a la expedición y comenzaban a establecerse en la región, que lograron que el rajá Tupas y sus hombres aceptaran el bautismo. Mala a su vez para los jesuitas que solían ir con los portugueses, que presionaban con todas sus fuerzas al superior general de la Compañía de Jesús, el valenciano Francisco de Borja, por las alianzas que mantenía Legazpi con los herejes musulmanes.

Por entonces, los expedicionarios de Legazpi ya habían tomado contacto con los musulmanes de las islas de Joló y Mindanao, al sur de las Filipinas. Eran formidables combatientes, duros y correosos, que no estaban dispuestos a someterse a los extranjeros. A primeros de 1569, el sultán de Joló envió a 20 de sus embarcaciones contra los "castilas". Comenzaba una guerra, por la cual a la idea de convertir con la cruz, se iba a sumar la necesidad de conquistar con la espada.

LA LLEGADA DE LOS ESPAÑOLES A FILIPINAS

Una vez producidos los primeros choques con los islámicos de Joló, Legazpi resolvió actuar al mejor estilo castellano de la época: el uso de la habilidad y experiencia de combate de sus hombres con una eficacia demoledora. Sus tropas no eran un ejército al estilo europeo, sino que iban a actuar y combatir como las unidades empleadas en Nueva España, grupos disciplinados de hombres armados, con capacidad de adaptarse al terreno y a la forma de combatir de sus enemigos.

Los islámicos atacaron San Miguel, pero el buen uso de la artillería por parte de los defensores desbarató su asalto sin grandes dificultades.

Bien asentado en Cebú, Legazpi preparó la ocupación de Luzón, territorio principal de las Filipinas. A mediados de 1569, dejaba Cebú fuertemente guarnecido y ponía rumbo a Panay que sometió fácilmente, interviniendo los capitanes Haya y Juan de Salcedo. Allí se edificó un fuerte que quedó con una pequeña guarnición. Obtuvieron en la isla alimentos y fray Juan de Alba logró conversiones masivas. El capitán Andrés de Ibarra a su vez tomaba la isla de Marbate.

Después ocuparon Mindoro, llave para la conquista de Luzón. En Mindoro rescató a los esclavos chinos con intención de establecer relaciones de amistad, una iniciativa que terminó por desplegar el comercio con China. Además limpió la costa de piratas islámicos que hostigaban a los indígenas, al tiempo que dejaba sellados con el rito de sangre pactos de vasallaje con los caciques locales. La fama de Legazpi, su empeño pacificador, llegaba a los últimos rincones del archipiélago.

ESTATUA DE MIGUEL LÓPEZ DE LEGAZPI

A finales de la primavera de 1569, desde Acapulco, con órdenes del virrey, arribaban en Cebú tres pataches: San Juan, Sancti Spiritus y San Lucas, de 80 a 40 toneladas de desplazamiento, al mando de Juan López de Aguirre. El San Lucas, el menor de ellos, llegó a hacer cuatro viajes para quedar luego al servicio de Legazpi, en el archipiélago. Estos cruceros continuos fueron perfeccionando el conocimiento del inmenso “lago español” en que estaba convirtiendo el océano. Por ejemplo, en los viajes de regreso a Acapulco, entre 1567 y 1571, se confirmó el itinerario por el norte, con aproximación a Japón, para navegar luego al este por los paralelos 37º a 40º, en función del estado de la mar y de la estación en la que se hicieses la ruta.

Esta pequeña flotilla llevaba a Diego de Legazpi, sobrino de Miguel López de Legazpi, otros parientes y la familia del maestre de campo Martín de Goiti, un número mayor de frailes agustinos y, como siempre, herramientas, armas y municiones. Solo que esta vez se incluían por primera vez, útiles de labranza. Los españoles estaban decididos a establecerse de forma permanente.

También traían documentos importantes: despachos reales que aprobaban sus acciones y un pliego de órdenes que le facultaban para ocupar todo el archipiélago y le dotaban de los títulos adecuados. Estos documentos nombraban a Miguel López de Legazpi como gobernador y capitán general de las islas Filipinas y adelantado de las islas de los Ladrones. Las razones de tardar casi cuatro años en sancionar la ocupación eran lógicas.

Los informes de preliminares facilitados por Urdaneta no parecían presentar una tierra muy rica. Además, por tratarse de miles de islas, arrecifes y atolones era complicado de ocupar y someter y, por último, podía suponer un coste administrativo y de gestión muy alto, ya que no se habían encontrado especias en cantidad y calidad como para merecer el esfuerzo de sostenerlas. Eso sin contar que parecían estar en la zona de demarcación portuguesa.

FUNDACIÓN DE MANILA

Sin embargo, aunque las razones que movieron al rey a decidirse por la ocupación fueron muy diversas, primaron las de orden meramente religioso, pues al monarca le repugnaba abandonar la posibilidad de convertir a miles de nativos. El rey Felipe II consideró el asunto de la forma siguiente: "¿Qué dirían los enemigos de España si, por no rendir metales ni riquezas, se privara a esas islas de la luz y de ministros que la prediquen?"

Aprovechando su experiencia en México, Legazpi organizó el sistema de encomiendas como en América, dispuso metódicamente la ocupación isla a isla de todo el archipiélago filipino, fundando bases y asentamientos, rehuyendo del uso de la fuerza en general, y solo apelando a ella en caso estrictamente necesario.

Gestionó una buena administración, disponiendo de un sistema de organización política basado en las instrucciones generales de Felipe II. Cada ciudad sería doble: una, intramuros, habitada por españoles; otra, extramuros, formada por indígenas; que se gobernarían por dos alcaldes, doce concejales y un secretario.

Solo quedaba el gran bastión de la isla de Luzón. Legazpi daba una gran importancia a Luzón como base, no sólo para la dominación del archipiélago, sino para una ulterior expansión comercial hacia China. Por eso, encomendó la conquista de Manila al capitán Juan de Salcedo y al maestre de campo Martín de Goiti.

Al mayor de los Salcedo, Felipe de Salcedo se le encargó una misión distinta: explorar al detalle el archipiélago de los Ladrones. Allí descubrió muy a su pesar las tormentas giratorias conocidas como "vaguíos", que le hicieron naufragar en Guam. Pero con el ingenio y la habilidad de los españoles de la época, los náufragos compraron unas piraguas a los nativos y con ellas regresaron a Cebú. Solo el capitán Andrés de Ibarra y su fragata, con 23 tripulantes a bordo, se perdieron en estos años de intensa actividad exploradora.

Para acabar con la flota del sultanato, era necesario provocar un combate naval donde los barcos españoles pudieran desplegar toda su fuerza artillera. Para ello, Legazpi logró reunir 20 galeotas ligeras, ideales para operar en el laberinto de islas al sur de Luzón, con las que los españoles pudieran sorprender a los islámicos en mar abierto. Poseían varios cañones pesados y mucha artillería menor, formada por versos y falconetes, armas giratorias devastadoras en los choques con el enemigo. Más rápidas y poderosas, las embarcaciones españolas alcanzaron a sus enemigos y, mediante el uso de la artillería y gracias a su superioridad en el cuerpo a cuerpo, 80 españoles barrieron a los musulmanes, que tuvieron 300 muertos y perdieron 10 caracoas.

FUERTE DE SAN PEDRO, EN MANILA

La fama de los españoles creció gracias a estas acciones, y el respeto a los "castilas" avanzó de isla en isla. En enero de 1570, Legazpi atacó con sus barcos la base pirata mora de Maburao, en Mindoro, que arrasó a cañonazos. Los supervivientes fueron alcanzados en Labang, donde capturó todas sus embarcaciones, utilizadas luego para reforzar la escuadra de patrulla con sede en Capiz. Entre ellos figuraban algunos notables por los que pidió rescate pagable solo en oro, lo que le permitió además conseguir buenos beneficios.

La guerra "corsaria" de Legazpi, basada en el poder de la artillería de sus barcos estaba literalmente barriendo de piratas en el mar de las Filipinas.

La búsqueda de un lugar más seguro que Cebú y Panay, donde existía una posible amenaza portuguesa y muy cerca de las rutas marítimas sarracenas, hizo que Legazpi a enviase a Goiti y Salacedo al puerto de Manila. Su misión era la evaluación del puerto como posible base comercial y militar, así como el grado de hostilidad de los nativos del Sultanato de Luzón.

La expedición para la conquista se componía de una potente flota de 17 barcos, la mayoría construidos ya en las Filipinas: una fragata, un junco, y quince paraos. Contaba con la participación de pequeños grupos de arcabuceros, los indios mejicanos y los auxiliares filipinos enemigos de los islámicos que les servían de guías y exploradores. En total, las fuerzas de Goiti se componían de 280 hombres que eran tanto arcabuceros o marinos, la mayor parte criollos novohispanos, un poderoso núcleo de guerreros tlaxcaltecas y de auxiliares indígenas.

En las cercanías de la isla de Mindoro, un junco de la flota de Goiti fue atacado por dos embarcaciones de piratas chinos de guerra, eran champanes poco artillados. Estos fueron rendidos por los disparos de los cañones y sus tripulantes capturados. En el breve combate, Goiti se apoderó de las naves con su cargamento de sedas, algodón, hierro, acero, cobre y porcelana. Cumpliendo las normas de Legazpi, los capturados fueron trasladados a Cebú para ser juzgados. Finalmente, fueron perdonados y puestos en libertad, y se les dejó marchar en uno de sus dos barcos para que llevasen las noticias del poder español a su tierra.

Uno tras otro, todos los asentamientos y puestos costeros fortificados fueron tomados. Sus defensores ejecutados o puestos en fuga. Las naves de pequeño calado rastrearon a fondo las ensenadas, bocas de los ríos y puertos del sur de Luzón. La armada de Goiti siguió hacia Manila agregando también a su flota un parao de nativos de Batangas, en la península sur de Manila.

manila filipinas escudo urdaneta legazpi grabado
ESCUDO DE ARMAS DE MANILA Y GRABADO DE MIGUEL LÓPEZ DE LEGAZPI

El 8 de mayo de 1570, la expedición fondeó en la bahía de Manila, en la parte de Cavite. Allí acamparon unas semanas con la intención de formar una alianza con los jefes musulmanes, así como la de mostrar a los residentes y a comerciantes de Borneo, China o Japón, sus deseos de colaboración.

Goiti marchó con sus soldados al interior de la isla, hacia Tondo, donde encontraron miles de defensores natales a las órdenes de tres régulos notables: Matandá (rajá de Manila), Solimán (rajá de Pampanga) y Lacandola (rajá de Tondo).

La principal fortaleza estaba protegida por 12 cañones. En ella consiguió entrar Goiti, acompañado de un intérprete.

Los ofrecimientos de paz fueron aceptados por el primero de estos rajás, realizando el pacto de sangre acostumbrado, pero no por los otros dos caciques locales, más jóvenes y vehementes.

En la bahía de Cavite, sin embargo, Goiti tenía otras intenciones y engañó a los habitantes del territorio al creer que sólo se quedaban durante un período corto.

El día 24 de mayo, estalló un virulento combate que duró tres horas y que terminó con una victoria rotunda de los españoles frente a los tagalos. La fortaleza fue tomada por solo 120 hombres en un audaz ataque por sorpresa, apoderándose de las piezas de artillería que inmediatamente fueron utilizadas contra los fugitivos. Luego, las embarcaciones que atacaban a la armada de Goiti fueron dispersadas a cañonazos. Lo mismo en las posiciones enemigas en la isla de Mindoro, que también fueron destruidas, y todas las barcas incendiadas. Goiti ejecutó a los prisioneros que no guardasen servidumbre al Reino de España y a Felipe II. El cacique local Matandá quedó en Manila como gobernador delegado de España, mientras Goiti y Salcedo continuaron su expedición a través del río Pasig.

Los combates junto al río Pasig fueron duros, pero la batalla definitiva se libró en la bahía de Bangkusay, frente al puerto de Tondo, donde los rajás rebeldes Solimán lograron reunir un fuerte contingente de nativos tagalos, que condujeron río abajo por el Pampanga.

Los barcos españoles, dirigidos por Martín de Goiti, recibieron la orden de ser fijados de dos en dos. Estos dio lugar a la formación de una masa sólida que parecía ser un blanco fácil, pero las canoas y praos nativos iban derechos a una trampa. Cuando las naves españolas, ya con el enemigo encima, estaban rodeadas y parecían atrapadas, Goiti ordenó abrir fuego casi a bocajarro. La brutal descarga acabó con el ataque de la débil flota indígena, desbaratando sus naves y poniendo a sus tripulantes en fuga. Durante la lucha murió uno de los rajás, el otro escapó a Pampanga. El 6 de junio de 1570, Manila estaba bajo control español.

Pero esta toma de la ciudad de Manila consiguió un levantamiento de tribus nativas en las islas adyacentes, generando una guerra de guerrillas durante los próximos diez meses. La expedición se fortificó en el área y erigió la fortaleza de Santiago.

Cuando la lucha se puso intensa, forzaron algunos españoles a buscar refugio en su flota, anclada en la bahía de Manila.

LANZAS Y CORAZA DE GUERRERO FILIPINO

Los españoles libraron una campaña brutal y sistemática destinada a acabar con cualquier resistencia indígena. Las operaciones navales de la flota de Martín de Goiti estaban combinadas por la incursión terrestre de la pequeña infantería de Juan de Salcedo, formada por arcabuceros que desembarcaban en la costa y se adentraban en el interior para someter a los nativos a la soberanía española.

Así conseguían controlar la costa con las naves, y destruir con su artillería cualquier fortificación que impidiese a las naves artilladas entrar en los ríos y ensenadas.

En los desembarcos, la superioridad de las tropas de Goiti se impuso sobre las de los nativos, debido al hábil uso de las armas blancas en los combates a corta distancia, donde el armamento euroamericano se mostró muy superior. Arrasaron sembrados y campos y concentraron a los indígenas en pueblos bajo su control directo, o más fáciles de vigilar.

En algunas zonas la forma de combatir era demasiado extraña para las costumbres europeas, como en la región de la laguna Bombín, en Mindoro, donde al asaltar un poblado encontraron los restos desollados de medio centenar de chinos despellejados vivos por los nativos de una forma brutal. Para castigar por su acción a los habitantes, cuando unos meses después la isla fue sometida a la Corona, se les impuso un fuerte tributo.

En enero de 1571, Legazpi llegaba a Manila. Varios meses más tarde, el 24 de junio de 1571 conseguía sofocar la rebelión y establecer un acuerdo de paz y colaboración con las autoridades nativas de Luzón. Los régulos y Legazpi celebraron un solemne pacto de sangre, cuyas celebraciones se prolongaron durante tres días.

Durante este tiempo, el régulo Matandá estableció una eficaz labor con los otros régulos, y la fama pacificadora de Legazpi hicieron que todos los rajás aceptasen igualmente el vasallaje español, que les permitía seguir gobernando bajo la condición de jefes súbditos.

Una escultura en piedra sita en Luzón representa el ritual, donde beben de una copa de oro la sangre vertida tras un corte en las manos. Este sería el último episodio importante de la conquista española de Filipinas.

MUSEO DE LA IGLESIA DE SAN AGUSTÍN DE MANILA

En agosto de 1572, moría repentinamente en esta ciudad el gobernador y general de las islas de Oriente, Miguel López de Legazpi y Gurruchategui. En su cofre particular solo se hallaban unas monedas, murió casi pobre porque toda su riqueza acumulada en Nueva España la había invertido en el proyecto de asentar la soberanía hispánica en el Oriente, una arriesgada aventura con la que pasó a la historia universal.

Entró en la gobernación de forma interina el alférez real Guido de Labezarri, quien preparó el terreno para el establecimiento de Manila como capital de Filipinas según los planes de Legazpi y confirmó las encomiendas creadas dicho el fundador, de las que muchas eran detentadas por vascos. La capitanía general de las islas de Oriente pasó a Martín de Goiti, que emprendió la conquista y colonización del resto de la isla de Luzón, ayudado por unos 300 hombres.

Entre los años 1571 y 1573, la zona de Manila no presentó grandes dificultades para Goiti, que exploró Pampanga y Pangasinan, y fundó varias ciudades. Solo Mindanao y Joló, islas del sur, quedaron fuera de la dependencia de la Monarquía hispánica.

Mientras tanto, Juan de Salcedo, demostró sus dotes militares en la toma de Cainta y Taytay. Llevaba a su servicio 80 soldados y alguna artillería. Unos doscientos pueblos del interior fueron ocupados casi todos después de fructuosas negociaciones. Tres meses antes de la muerte de su abuelo, comenzó la conquista de Bocos y Cagayán, las regiones más septentrionales de Luzón. En la parte de Pangasinán sorprendió a un junco chino cargado de esclavos nativos a los que concedió la libertad. Estos actos, norma permanente de Legazpi, dieron buenos frutos. El joven Salcedo supo sortear emboscadas de toda índole y luchar con valentía.

Para consolidar la ocupación de aquella extensa región estableció una base de apoyo, al norte, en Vigan, demarcación de Bocos. Previamente había convencido a los indígenas de la necesidad de su protección. Construyó un sólido fuerte donde dejó una guarnición bien armada con 27 soldados al mando del alférez Hurtado. Exploró las costas del norte de Luzón con sólo 17 soldados.

El 21 de agosto de 1572, regresaba a Manila después de haber naufragado y haberlo salvado los nativos. Fue cuando conoció la muerte de su abuelo.

MONUMENTO A LEGAZPI Y SU TROPA, EN TAGBILARAN (BARANGAY BOOL)

A comienzo de 1574, Manila sufrió el ataque de 3.000 piratas chinos y guerreros liderados por corsario Lim ah Hong, que sitió el Fuerte de Santiago. La defensa estaba liderada por el gobernador Labezarri y el general Goiti.

En la lucha murió el general Martín Goiti, también el alférez Pedro de Gamboa, muriendo además una parte de los españoles en la ciudad. Tuvo importante actuación el alférez real Amador Arriarán.

Las escasas fuerzas de Labezarri resistieron heroicamente hasta la llegada de algunos refuerzos llegados principalmente desde Vigan y Cebú.

Salcedo, tras explorar la zona ade Ilocos Sur, se trasladó a Manila donde descubrió que había caído en manos del invasor. Las fuerzas de Salcedo atacaron y redujeron a los piratas de Manila. Pero Lim ah Hong y sus supervivientes se retiraron a Pangasinan donde se fortificó en una isleta.

En 1575, el ejército de Salcedo marchó al norte a Pangasinan en la búsqueda de los piratas y los sitió durante tres meses. Vengó la pérdida de Goiti y resto de españoles dando muerte a Lim ah Hong y sus guerreros en el río de Pangasinan, quemándolos vivos, con sus barcos.

Dos embarcaciones chinas enviadas por el virrey de Fo-Kien en busca del pirata mencionado habían llegado a Pangasinan, al mando del capitán y embajador Pescung Aumón. La delegación china fue bienvenida por Salcedo primero y luego por Labezarri en Manila. Labezarri entregó al capitán Aumón 52 prisioneros apresados por los piratas en las costas de China, entre los que se contaban algunas mujeres principales por las que se interesaba el virrey de Fo-Kien. Este gesto del gobernador y los agasajos y regalos otorgados abrieron las puertas de China a la Gobernación española de Manila.

EL PACTO DE SANGRE

Aumón conduciría a la delegación diplomática española, nombrada por Labezarri, con el objetivo de entablar relaciones comerciales con China. Ya se conocían los preciosos artículos del Celeste Imperio por pequeñas embarcaciones apresadas años atrás en aguas filipinas. Esta delegación filipina estaba encabezada por el navarro Martín de Rada, continuada por Jerónimo Marín, Miguel de Loarca, Pedro Sarmiento y un intérprete chino llamado Sinsay. Se contaba también con el aprendizaje de esta lengua que ya había emprendido Rada, siendo obispo de Cebú, con la intención de misionar en China.

Conocida la noticia de la pacificación de Manila y de toda la isla Luzón por la Corte española, Felipe II dictaba la real orden desde el Monasterio de San Lorenzo del Escorial el 3 de julio de 1573, por la cual solicitaba la edificación de la nueva ciudad conforme al estilo español de la época. El propio Juan de Herrera diseñó un proyecto defensivo novedoso y original. La ciudad quedó dividida en dos partes: Intramuros, que sería una ciudad española, y Extramuros, que se convirtió en el hogar de los asiáticos.

La fundación de la nueva Manila desde la bahía del mismo nombre y el control de Luzón dieron nacimiento al Nuevo Reyno de Castilla, nombre adoptado por Legazpi.

17/01/2024

Primera Expedición a la Polinesia por Domingo de Bonechea en 1772


Desde mediados del siglo XVIII, ingleses y franceses habían comenzado una campaña de exploración del océano Pacífico, antes llamado Mar del Sur y considerado como un "lago español". Wallis y Bougainville habían explorado Tahití, y Philip Carteret las islas Tuamotu. Las exploraciones del inglés James Cook y del francés Jean François de Surville determinaron la necesidad de saber si las potencias europeas y rivales de España habían establecido bases portuarias en las islas del Pacífico. Como reacción ante este avance extranjero, Carlos III ordenó a la Real Armada española como a las autoridades virreinales de América emprender una fuerte campaña de expediciones marítimas de observación y control por el océano Pacífico.

Así, el virrey del Perú, Manuel de Amat y Juniet, organizó dos expediciones con rumbo a Tahití y las islas de Pascua, que tuvieron lugar entre 1772 y 1173, la primera, y entre 1774 y 1775, la última. Los objetivos eran averiguar "las maquinaciones de los extranjeros y la situación y estado de los naturales..., y atraer nuevas almas a la religión cristiana y nuevos vasallos al rey".

Otra expedición previa a la Polinesia tuvo lugar dos años antes, cuando el capitán Felipe González de Haedo descubrió la isla de Pascua así como otras islas menores.

EXPEDICIÓN A LA POLINESIA POR DOMINGO DE BONECHEA EN 1772-1773

Para la Primera Expedición a la Polinesia fue designado por jefe de escuadra al capitán de fragata Domingo de Bonechea y Andonaegui, un marino guipuzcoano, nacido en Guetaria, en 1713. Curiosamente, también de Guetaria fue Juan Sebastián de Elcano, el primer hombre en dar la vuelta al mundo demostrando empíricamente la conexión marítima entre América y Asia, dos siglos antes. En 1766, Bonechea ostentaba el grado de capitán de fragata y fue nombrado comandante de la fragata Santa María Magdalena, de 34,5 metros de eslora, también llamado El Águila. Con esta fragata partió rumbo desde Cádiz al puerto de El Callao. Este enclave marítimo en el Virreinato del Perú se había convertido en el punto de partida de casi todas las expediciones españolas al océano Pacífico.

En septiembre de 1772, Bonechea se encontraba allí ultimando el abastecimiento de víveres y pertrechos para el viaje. Antes de partir a la Polinesia, llegaron noticias de que se hallaba en los mares del sur el explorador y navegante británico James Cook. Ante el temor de que este se adelantase, la Corte de Carlos III ordenó que la expedición comenzase lo antes posible.

La fragata Santa María Magdalena una tripulación de 75 marinos y 35 soldados de guarnición y estaba armada con 22 cañones de ocho libras, 6 pedreros montados en horquilla y 8 esmeriles (cañones montados en horquilla y apuntados a mano, adecuados para disparar a los oficiales de los navíos enemigos). Como lugarteniente estaba Tomás Gayangos y como piloto Juan Antonio Hervé, que había participado con González Haedo en el descubrimiento de la isla de San Carlos (Pascua). También embarcaron dos misioneros franciscanos José Amich, que también era piloto, y Juan Bonamó.

DOMINGO DE BONECHEA Y ARCHIPIÉLAGO DE TAHITÍ

El 26 de septiembre de 1772, la expedición partió del puerto de El Callao. Cuando se encontraba a 30 millas de la costa, siguiendo instrucciones del virrey, Bonechea abrió el sobre lacrado y conoció junto a sus oficiales que la orden real consistía en "ir en busca de Otahiti y a Pascua, describir las islas, sus habitantes y costumbres, elaborar un vocabulario y trazar un mapa". Se pidió averiguar el interés de los ingleses por la isla de Tahití, a la que llamaban isla del Rey Jorge o San Jorge, y conocer las condiciones para establecer una colonia comercial y una misión evangelizadora. Referente a los usos y modos de actuación se ordenó que extremase el buen trato hacia los nativos, recogiese datos sobre sus costumbres, rituales y sistema de gobierno y evitase cualquier derramamiento de sangre.

El plan final consistiría en navegar primero a Tahití después, ir a Valparaíso para dar noticias de la expedición y avituallarse, y, de regreso a El Callao, visitar la isla de Pascua.

Después de un mes de viaje rumbo oeste, comenzaba el avistamiento de islas. La primera fue San Simón y San Judas (Teuere), a la cual siguieron San Quintín (Haraiki), que ya había sido detectada por Bouganville, Todos los Santos (Anna) y San Cristóbal (Mehetia), estas dos posiblemente descubiertas con anterioridad por Pedro Fernández de Quirós. Todas pertenecientes al archipiélago polinesio de las Tuamotu. La isla de San Cristóbal, avista el 6 de noviembre, recibió este nombre debido a su parecido al cerro de San Cristóbal que hay próximo a Lima, la cual fue rodeada por una lancha al mando del alférez Ángel Ciudad. Al día siguiente, el teniente Tomás Gayangos con varios soldados visitó el interior, recibiendo numerosos obsequios de los naturales en un poblado.

CARTOGRAFÍA DE LA ISLA DE AMAT (TAHITÍ)

El 8 de noviembre, y gracias a las indicaciones de un indígena voluntario de la isla San Cristóbal, la expedición llegó a Otahiti (Tahití), isla que Bonechea llamó Amat, en honor del virrey Manuel de Amat, amarrando en la bahía de Airua. El día 12, el alférez Raimundo Bonarcosi con varios marineros tomaron contacto con la población local, que les recibió de forma pacífica. A la localidad de Tautira se rebautizó con el nombre de Santísima Cruz.

Siguiendo práctica habitual de estas expediciones, se reunió a toda la tripulación leyéndoles las instrucciones relativas al buen trato que debían mantener con los nativos, respetando las propiedades y no cometiendo infamias con las mujeres indígenas, bajo pena de graves castigos. Durante el mes que los expedicionarios permanecieron en la isla entablaron una cordial convivencia con los naturales. El capitán inglés Cook señalaba, tiempo después en el relato de sus viajes, la amabilidad y respeto mutuo demostrados entre tahitianos y españoles.

Se buscó un lugar que sirviese de fondeadero para atracar la fragata, e instalar un puerto desde el que iniciar el intercambio comercial y cultural con los indígenas. Durante la búsqueda, esta quedó varada en su arrecife, que pudo ser recuperada. Finalmente, permanecieron en el puerto de Taiarapu, al este de Tahití Iti, bautizado por Bonechea como puerto de Santa María Magdalena y conocido actualmente como Aiurua.

ISLAS HERMOSA Y SANTA ROSA

Los científicos de Bonechea establecieron amplias mediciones hidrográficas y observaciones de gran interés. En una lancha al mando de Gayangos, rodearon la isla, levantando planos de sus costas y del puerto para realizar su plano completo, y se dibujó una perspectiva de la isla. De paso, se reconoció y dio nombre a los puertos, ensenadas, cabos y otros datos geográficos que hubiesen. Con los datos geográficos y astronómicos anotados por Bonechea y Bonacarsi, elaboraron un detallado mapa insular.

Algunos tahitianos informaron a Bonechea de la existencia de islas cercanas al oeste de Tahití: Moorea, Huahine, Raiatea, Tahaa, Borabora, Maupiti, Maiao, Atiu, etc. Además, recogió un informe sobre la visita de navíos ingleses.

No solo se recopilaron datos geográficos, también etnográficos sobre las costumbres de los haitianos, características físicas y administración política, armas y canoas, animales y plantas, tipos de terrenos, etc. El eclesiástico franciscano José Amich incluyó entre sus observaciones un pequeño vocabulario español-tahitiano de las palabras más comunes.

MAR DEL SUR (OCÉANO PACÍFICO)

El 20 de diciembre, la expedición zarpó del puerto de Santa María Magdalena (Taiarapu), navegando rumbo noroeste para reconocer la isla de Moorea. Al día siguiente fue reconocida y nombrada Santo Domingo. También se reconocieron otras islas del mismo archipiélago de Tahití para asegurarse que no hubiera presencia de tropas o colonias extranjeras. Al ver que no había un establecimiento inglés, Bonechea decidió poner rumbo a la Capitanía General de Chile según el plan, probando rutas de navegación nuevas a la costa suramericana del Pacífico, trazando importantes cartas marítimas.

El 21 de febrero de 1773, la fragata llegó a Valparaíso sin encontrar otras islas. En el puerto chileno adquirieron víveres y enviaron correspondencia al virrey comunicándole el éxito de la primera parte de la expedición, acompañado de los diarios y cartografías de las islas descubiertas.

El día 2 de abril, la expedición de Bonechea partió de Valparaíso en dirección a la isla de San Carlos (Pascua), el segundo objetivo del plan, descubierta anteriormente por Felipe González de Haedo. A falta de 190 para llegar al destino, se produjo una vía de agua en la fragata, lo que ocasionó que Bonechea cambiase su derrotero poniendo rumbo hacia el puerto limeño de El Callao.

ISLA DE SANTA ROSA (VAIVAVAE) EN TAHITÍ

El 31 de mayo, llegó a este puerto del Virreinato del Perú, siendo recibidos por las autoridades limeñas y llevados a presencia de Amat en Lima. Bonechea ofreció al virrey toda la información sobre el desarrollo del viaje, así como de los descubrimientos geográficos.

A bordo de la fragata habían embarcado cuatro indígenas tahitianos con el propósito de presentarlos al virrey Amat, evangelizarlos y enseñarles el idioma español. Dos de ellos murieron en Lima aquel año: Tipitipia, bautizado José en Valparaiso, y Heiao, bautizado Francisco José Amat. Los otros dos, Pautu y Tetuanui, fueron bautizados en la catedral de la ciudad con los nombres de Tomás y Manuel respectivamente.

Gracias al éxito del primer viaje, el virrey ordenó la organización de un segundo viaje auspiciado por el rey Carlos III, que finalmente tomaría forma de misión evangelizadora entre 1774 y 1775. Aquella Segunda Expedición a la Polinesia estuvo liderada otra vez por el guipuzcoano Domingo de Bonechea, al mando de la misma fragata Santa María Magdalena, y por el capitán vizcaíno José de Andía Varela en su paquebote Júpiter.

ISLA DEL ARCHIPIÉLAGO DE TAHITÍ

De la primera expedición existen tres relaciones de la navegación:

1. Relación de la navegación que de orden del Excmo. Sr. D. Manuel Amat y Juniet, teniente general de los ejércitos, Virrey, etc. del Perú, ha ejecutado el capitán de fragata D. Domingo de Bonechea, en la nombrada Águila, al descubrimiento de la isla nominada por viajeros el Rey Jorge o San Jorge, y por los naturales Otaeiti, y al presente Amat, como asimismo de otras halladas en la misma navegación. Asimismo de los ocurrido en su regreso hasta el puerto de Valparaiso el 21 de febrero del presente año de 1773

2. Relación diaria del viaje que hizo en la lencha alrededor de la isla el teniente de fregata D. Tomás Gayagos con el fin de reconocerla

3. Instrucciones al capitán de fragata D. Domingo de Bonechea para el viaje con la nombrada Águila que va a hacer del orden del Rey en demanda de las islas del mar del Sur, conocida la una de ellas antes por la de la tierra del Rey Jorge y los naturales Otaheiti, con arreglo a las facultades comunicadas a este superior Gobierno con fecha 9 de Octubre y 11 de Diciembre de 1771. Firmadas en Lima a 30 de Marzo de 1773

DOMINGO DE BONECHEA