16/09/2025

Corso vasco en el siglo XVII


La centuria de XVII fue la época dorada del corso vasco y los puertos de Guipúzcoa estaban a la cabeza de este tipo de prácticas. Por una parte, es una zona en la que el enemigo estaba relativamente cerca (franceses, ingleses, holandeses, portugueses, etc.); por otro, las rutas comerciales que comunican la península Ibérica con el norte de Europa pasaban por los puertos vascos. Esto contribuiría a la disposición de la población a ser corsaria.

San Sebastián y Fuenterrabía fueron las dos principales plazas corsarias de la península Ibérica. Eran auténticos nidos de corsarios, entre los años 1618, fecha en la que estalló la Guerra de los Treinta Años contra Holanda, y 1635, año en que se inició la Guerra franco-española. Entonces, las dos localidades guipuzcoanas, además de Pasajes, se convirtieron en las principales suministradoras de corsarios al servicio del rey.

CORSO VASCO EN EL SIGLO XVII

En el siglo XVII, alrededor de 466 patentes de corso fueron concedidas solo en la costa de Cantábrico, alcanzando un máximo de 640 en un determinado periodo. Se estima que las presas efectuadas entre 1621 y 1697 sobrepasaron las 7.000 unidades, ocasionando graves pérdidas económicas a los enemigos de la Monarquía hispánica, sean franceses, ingleses, holandeses o musulmanes. Pero para la Corte, la actividad en corso tenía un valor relativo, lo consideraba como un ejército auxiliar que no podía decidir la victoria de una guerra en favor de una u otra potencia, pero podía causar graves daños al enemigo que poseía un intenso comercio marítimo como las Provincias Unidas de los Países Bajos o el Reino de Inglaterra, a un coste bajísimo.
Los mercantes de las potencias enemigas no podían estar seguros en alta mar, las tripulaciones se hacían difíciles de contratar ante el riesgo, y las armadas de guerra no podían proteger a sus flotas mercantes. Esto hizo que el coste económico se disparase, aumentando el coste de los seguros, el de los fletes, de los contratos laborales y del número de efectivos. Así, en 1624, el armador guipuzcoanos Martín de Justiz, aseguraba que:
"… los holandeses que antes navegaban la costa francesa con solo 6 hombres, hoy navegan con 18 hombres, con escolta…"

El teatro de operaciones preferido por los corsarios españoles solía ser el golfo de Vizcaya, a lo largo de la costa atlántica francesa, el canal de La Mancha e Irlanda, que representaba en torno a un 60-70% de todo el movimiento de embarcaciones destinadas a tal fin. Posiblemente, porque los holandeses eran los que llevaban más cantidad y valor en las mercancías que transportaban. Un 20-25% prefería el golfo de Cádiz, la costa portuguesa, y el norte de África, dependiendo el periodo. La presencia de capitanes en el Mediterráneo, el Caribe y las Antillas o el Pacífico fue muy escasa.

Durante el reinado de Felipe IV y el gobierno de su valido el conde-duque de Olivares, se promovió la práctica del corso. Se incrementó el control sobre los corsarios, que debían actuar siempre contra enemigos declarados y con estrictas reglamentaciones, y que servirían de escuela en prácticas para formar marinos con destino final en los buques de la Real Armada española, así como fuerza auxiliar.

A diferencia de otros países, los corsarios españoles no podían atacar a un barco que no procediera de una potencia rival, con una declaración de guerra previa. No así muchos otros países que, como Inglaterra, podía estar en paz con España, pero autorizar las depredaciones en sus virreinatos americanos.

ATAQUE CORSARIO VASCO EN EL SIGLO XVII

Durante el siglo XVII, se reconocen varios periodos de actividad corsaria entre la marinería guipuzcoana:

La primera etapa se inició en 1618 con la declaración de la Guerra de los Treinta Años contra las Provincias Unidas de los Países Bajos, hasta 1632. Un grupo de capitanes de marina, mercantes y armadores de origen guipuzcoano empezaron una serie de ofensivas corsarias contra los buques mercantes holandeses con el objetivo de perjudicar el comercio con sus colonias.

En 1624, dos pequeños buques del capitán corsario y armador naval Juan de Beográn capturaron 3 navíos pequeños holandeses tras un duro combate y abordaje.

Entre 1624 y 1638, el capitán y armador Francisco de Zárraga al mando de 26 buques corsarios capturaron casi 60 buques.

En 1623, el capitán donostiarra Pedro Aguirre alias Campanario era propietario del buque corsario San Pedro, de un navío de 150 toneladas, con una tripulación de gentes de mar y de tierra muy experimentada. Con el botín obtenido de sus actuaciones, fletó un barco mayor que se convirtió en la pesadilla del Canal de la Mancha. La Corona española recibió muchas quejas de los armadores extranjeros acusando a Aguirre de maltratar a las tripulaciones capturadas. Pero, la Corte de Felipe IV le renovó su patente de corso para seguir apresando embarcaciones en las playas abiertas de Francia e Inglaterra, con motivo de la Guerra de los Treinta Años.

En 1630, Pedro Aguirre fue integrado en la nueva flota corsaria del duque de Maqueda con el rango de capitán de marina e infantería.

En 1630, el también capitán donostiarra Juan Arriola navegó en corso al mando de su propio buque de guerra con el que consiguió realizar varias capturas. Una de las presas era el barco mercante San Buenaventura, que transportaba un amplio volumen de mercaderías. Se trataba de un barco francés, y aunque España estaba en paz con Francia hasta el momento, resulta que la hacienda era irlandesa, e Irlanda era país dependiente y sometido a Inglaterra durante la Guerra de los Treinta Años. Este aspecto convertía a la embarcación y su mercancía en posible de ser capturada a efectos legales.

REAL ESCRUADRA CORSARIA DEL NORTE

La segunda etapa se inició en 1633 con la organización de la Escuadra del Norte y el inicio de la declaración de Guerra franco-española en 1635, y que terminó en 1648 con el Tratado de Westfalia y el final de la Guerra con Holanda.

Estas actuaciones de corsarios procedentes de San Sebastián o Fuenterrabía se fueron incrementando con la formación de la Real Escuadra del Norte, liderada por el capitán corsario Alonso de Idiáquez y con el apoyo del burócrata Miguel de Necoalde.

Entre 1633 y 1635, el capitán y armador Alonso de Idiáquez al mando de una flota de 32 buques armados capturó 47 presas. La que no pudo capturar fue galeón San Lorenzo, capitana de una flota mercante holandesa que hundió en 1633.

En 1633, el capitán Juan Bernardo de Lizardi al frente de 4 naves en corso se encontró con 5 navíos holandeses y 4 franceses armados con cañones de bronce. Con astucia y valor, abordó la nave capitana con sus hombres, mientras sus otras naves capturaban otro de los navíos de 300 toneladas.

En 1633, el corsario Francisco de Escorza realizó sus primeras actuaciones al mandó del navío San Lorenzo, consiguiendo capturar embarcaciones holandesas o inglesas en el canal de La Mancha. Tras este éxito, recibió el buque La Liebre con el que logró numerosas capturas.

En 1638, el capitán Pedro de Diustegui capturó un navío holandés de 250 toneladas y 18 cañones.

En 1638, unas 18 embarcaciones corsarias atacaron toda la costa francesa de sur a norte. Según el historiador francés E. Gabory:
"Solían actuar en las costas de Bretaña, Poitou, remontando el río Loira en numerosas ocasiones, impunemente, atacando cuando encontraban, no había día que no tomasen presa. Acosaban la entrada del Morhiban, y la de Brest, devastando Noirmoutier, su territorio, la isla de Yey. Se escondían en la isla de Pilier, cercana a Noirmoutier, donde construyeron un puesto de observación. Actuaban en las islas Pilier, Belle ile, islas de Brias. No fue hasta finales del siglo XVII cuando se lograría expulsarlos."

En 1641, un navío de 200 toneladas, propiedad Alonso de Idiáquez, atacó en el Canal de la Mancha a otro holandés de 200 toneladas y 15 cañones, que fue abordado y rendido tras 6 horas de combate.

En 1643, de nuevo Escorza al mando de 3 buques encontró 6 navíos mercantes franceses junto al cabo de Peñas y tras 2 días de combate hundió 1 y capturó los otros 5.

El corsario y armador Cristian de Echeverría llegó a formar bajo su mando una flota de 10 navíos de guerra y apresó a 36 embarcaciones enemigas de España, entre holandeses, ingleses y franceses, durante las guerras con estas potencias.

CORSARIOS Y APRESADOS

La tercera etapa se inició en 1649 y perduró hasta 1654 con poca actividad, donde destacó el ataque a la ría de Burdeos de 1653.

La cuarta etapa se inició con la declaración de Guerra contra las República inglesa de Cromwell, en 1655, y la Guerra contra Portugal, terminando en 1692. Aunque en un principio hubo un rebrote en la actividad corsaria por este enfrentamiento, la falta de enemigos llevó a la crisis desde 1675 a 1688.

Uno de ellos fue el teniente de marina Mateo de Laya y Cabex, quien obtuvo patente de corso en 1655 para hostigar a la Escuadra francesa y sus cargamentos comerciales, al menos hasta la Paz de los Pirineos de 1659. Su actividad como corsario a lo largo de aquel período le llevaría al mando de varias naves integradas en la Escuadra del Cantábrico, apresando dos fragatas de guerra, una francesa, con 20 piezas de artillería y 150 hombres, y la otra turca, con 22 piezas de artillería y 380 hombres. La fragata francesa era igualmente corsaria y su capitán pertenecía a la Orden de San Juan. En el caso de la nave turca requisada en 1662, Mateo de Laya la entregó en Cádiz al gobernador de Galeras, Melchor de la Cueva, duque de Alburquerque.

La quinta etapa se inició con el surgimiento de la Guerra de la Liga de Augsburgo, entre 1688 y 1697. La actividad marítima en corso se recuperó levemente hasta la Guerra de Sucesión española, en 1700. La figura del superintendente se diluyó y era el alcalde de la ciudad el que juzgaría las acciones, animando así a la inversión corsaria.

Entre 1618 y 1692, los corsarios españoles peninsulares, en su gran mayoría guipuzcoanos, capturaron o hundieron un mínimo de 752 buques enemigos identificados, aunque se cree que probablemente fueron muchos más, quizá 1200. Pero el número de capturas comprobadas es de 752.

Su actividad fue constante, incluso en tiempos de paz, merodeando por el golfo de Vizcaya, asaltando a los barcos holandeses que se dirigían a Burdeos, principalmente entre 1621 y 1635, no respetando en ocasiones la "neutralidad francesa". La Corona quiso ejercer la ley en estas actuaciones, siempre y cuando no operasen en puertos franceses, "bajo pena de vida a los que entrasen en puertos a sacar navíos". En aquellos tiempos no estaba determinada la línea de las aguas territoriales de las internacionales, pudiendo capturar barcos enemigos cerca de la costa de un país neutral.

A menudo, planificaron sus ataques con la información proporcionada por sus espías, o por la de algunas autoridades locales francesas sobornadas les entregaban como la del gobernador de Belle ile en 1623. Y, en ocasiones, tenían entre su tripulación algún francés que les guiaba por las zonas de actuación, y algunos capitanes corsarios de San Sebastián habían nacido en Francia, como Cristian de Echeverria nacido en Bretaña, David Abrit nacido en la Rochelle, o Domingo de Varragain.

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