03/11/2025

Primeros retratos de san Ignacio de Loyola, por Rubens, Valdés Leal y otros artistas


El 31 de Julio de 1556, fallecía el santo Ignacio de Loyola, patrón de Guipúzcoa y fundador de la Compañía de Jesús. Uno de sus compañeros realizó una máscara mortuoria de yeso, que se conserva en la Casa Generalice de Roma, seguida de varias copias en cera de dicha máscara.

En base a este molde, sus compañeros de orden encargaron la ejecución de un retrato al pintor Jacopino del Conte, uno de los máximos exponentes del manierismo romano, discípulo de Miguel Ángel. Al original retrato de Conte de 1556 se le añadió la aureola de santo después de que Loyola hubiese sido canonizado en 1622. Aunque presentaba defectos faciales producidos por la mascarilla, los primeros generales de la Compañía que sucedieron al guipuzcoano aceptaron esta imagen como representación oficial.

SAN IGNACIO, POR JACOPINO DEL CONTE


En 1585, el general Pedro de Ribadeneira encargó al pintor español Alonso Sánchez Coello un retrato que eliminase los defectos del anterior, basándose en el modelo en barro de Domingo Beltrán. Este lienzo se conserva en la Casa Profesa, se hicieron 16 copias, pero el original se quemó durante la oleada anticlerical de la II República española en 1931.

Existe otro tercer molde de yeso que se conserva en la iglesia de Castel Madama, cerca de Tívoli, en el que se basó el primer retrato de perfil que alberga el Museo de Historia de Arte de Sondrio. Posee con una inscripción en el marco ejecutada por Nicola Bobadilla, uno de los primeros compañeros de Ignacio, que explica que fue realizada en 1543, con el santo en vida.

SAN IGNACIO, POR NICOLA BOBADILLA


En este primer retrato de perfil se basó el grabado del pintor belga Johan Sadeler, realizado en 1580, para decorar la obra Vida de Ignacio, promovida por Pedro de Rivadeneira y publicada en Venecia, en 1587.

SAN IGNACIO, POR JOHAN SADELER


En 1598, el viceprovincial flamenco Olivier Mannaerts, que había conocido a Loyola en vida, encargó un nuevo retrato a un artista desconocido porque los anteriores no expresaban la viveza de sus ojos, ni la espiritualidad de su rostro. Se encargaron varios retratos que expresara un rostro menos alargado se la cara a varios artistas, siendo uno de ellos el notable flamenco Otto van Veen. Sin embargo, sería el dibujo sobre bronce del pintor flamenco Pieter Paul Rubens, la que convenció al epistolado de los jesuitas tanto de Flandes como de Roma, que pudo mostrar al general Acuaviva en un viaje que hizo en 1600. Una copia de la original y anónima imagen oval sin bonete se conserva en la Casa Provincial de Bruselas.

SAN IGNACIO, ANÓNIMO


Otros retratos también fueron tomados en consideración, como la imagen pintada por un artista anónimo sobre bronce, que se conserva en la Casa Provincial de la Compañía de Jesús en Bruselas.

SAN IGNACIO, ANÓNIMO


También es meritoria otra obra anónima, del Colegio Internacional de Gesú en Roma, en el que Loyola sujeta con las manos sus Ejercicios espirituales, aparece un aurea solar sobre su cabeza y el emblema de la compañía (IHS) sobre un óvalo de luz en el ángulo derecho superior.

SAN IGNACIO, ANÓNIMO


Pero el retrato ovalado de Rubens fue el que finalmente definió la imagen de san Ignacio de Loyola a través de un libro iconográfico y pionero La Vita Beati P. Ignatii Loiolae Societatis Iesu Fundatoris contiene 81 grabados en cobre, que representan las escenas más significativas de Ignacio. Fue publicado en 1609, año de su beatificación, por el propio Rubens, promovido por el provincial flamenco Mannaerts y grabado por el francés Jean Baptiste Barbé.

SAN IGNACIO, POR PIETER PAUL RUBENS


A partir de estos grabados que Rubens ejecutó en Roma entre 1599 y 1600, se inició una iconografía del santo por artistas tanto de Europa como de América. Por ejemplo, tomando el grabado de Rubens en la Vita Beati, el pintor novohispano Miguel Cabrera compuso el Nacimiento de san Ignacio, que se expone en el Museo Tepozotlán de México.

NACIMIENTO DE SAN IGNACIO, POR RUBENS Y POR CABRERA


Otro ejemplo es la obra anónima Paulo III aprobando la Compañía de Jesús, en el que san Ignacio recibe la aprobación del papa para la fundación de su orden religiosa, que se guarda en el Colegio Internacional de Gesú.

PAULO III APROBANDO LA COMPAÑÍA DE JESÚS, POR RUBENS Y ANÓNIMO


Otro más fue San Ignacio escribiendo los Ejercicios Espirituales en la gruta de Manresa que se encuentra en el claustro de la Universidad Pontificia de Salamanca. Fue realizado por el napolitano Sebastiano Conca en 1750, formando parte de una colección de 28 lienzos para este centro educativo.

SAN IGNACIO ESCRIBIENDO LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES, POR RUBENS Y CONCA


Por último, destaca la Muerte de San Ignacio, pintado por artista anónimo en 1600 para la Capilla Garnecio, en Italia.

MUERTE DE SAN IGNACIO, POR RUBENS Y ANÓNIMO


En 1573, el general español Pedro de Ribadeneira ya había escrito la primera biografía de san Ignacio en lengua latina, traducida al español en 1583, con numerosas ediciones posteriores. En 1604, este encargó en Amberes una colección de 15 obras pictóricas que su compatriota Juan de Mesa realizó en telas. Estabas basadas en los grabados ovalados de Rubens y sirvieron para decorar el noviciado de Madrid, actual Casa de Ejercicios de Manresa. También en Amberes, los grabadores flamencos Cornelio y Teodoro Galle se basaron en los lienzos de Juan de Mesa para la publicación de Vita beati patris Ignatii Loyolae en 1610.

VITA BEATI PATRIS IGNATII LOYOLAE, POR CORNELIO Y TEODORO GALLE


Estas series de retratos individuales y colecciones buscaban dar a conocer el santo, pero, tras su canonización en 1609, los pintores se ocuparon más de exaltar su figura. Este fue el caso de Los milagros de san Ignacio, pintado por Pieter Paul Rubens antes de su canonización, que se expone en el Museo Histórico Kunst de Viena. O, por ejemplo, el Triunfo de San Ignacio, del francés Claude Vignon, con clara influencia de Caravaggio, siendo una pintura barroca, con una iconografía muy reproducida.

TRIUNFO DE SAN IGNACIO, POR CLAUDE VIGNON


LOS MILAGROS DE SAN IGNACIO, POR PIETER PAUL RUBENS


Otras colecciones se fueron desarrollando en pleno estilo y época del barroco, tanto en Europa como la América hispana:

La colección de 14 láminas del flamenco Hiperónimos Wierix compuso en 1590 sobre la vida y obra de san Ignacio, que fueron publicadas en 1613, y más tarde grabó los retratos de los generales.

La colección de 39 lienzos de Rubens para la iglesia de los jesuitas en Amberes.

La colección de 36 cuadros del pintor jesuita Ignacio Raeth en 1662.

La colección de 14 lienzos pintado por Juan Valdés Leal de 1665 para la Casa Profesa de Sevilla, en cuyo museo de la ciudad se conservan la mayoría.

La colección de 22 cuadros del artista novohispano Cristóbal de Villalpando para el noviciado de San Francisco Javier de Tepozotlán.

La colección de 8 óleos de la iglesia de San Pedro en Lima, que se atribuyeron en principio a Bernardo Bitti y después al taller de Valdés Leal o al mismo sevillano. Se trata de una iconografía más renovada y detallada en cuanto a sus personajes y escenarios, formada por ángeles, santos, mártires y programas universales.

ÉXTASIS DE SAN IGNACIO, POR CRISTÓBAL DE VILLALPANDO

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