01. TRATADOS DE SAN ILDEFONSO
Los tratados de San Ildefonso de 1795, firmados por el favorito y primer ministro Manuel Godoy en nombre de Carlos IV y la Convención Francesa, así como el posterior de 1801 con el consulado de Napoleón Bonaparte, restablecieron la alianza tradicional que durante el siglo XVIII había regido las relaciones entre la corona de España y Francia.
De acuerdo con esta alianza, el ejército español intervino en Portugal mayo de 1801, cuando el Consulado decidió forzar la neutralidad portuguesa, declarada para no romper su tradicional alianza con la corona británica, provocando la efímera Guerra de las Naranjas. Desde 1803, España ayudó económicamente y puso a disposición su Armada para la guerra naval contra los británicos, que culminaría en octubre de 1805 en la Batalla de Trafalgar.
La gravedad de la derrota de la armada hispano-francesa en Trafalgar no tuvo las mismas repercusiones en España y Francia. Napoleón, proclamado ya en 1804 empereur des Français, hubo de renunciar entonces a la invasión inmediata por vía marítima de Gran Bretaña, pero pudo equilibrar su posición con los triunfos militares sucesivos en Austerlitz, el 2 de diciembre de 1805, y en Jena, el 14 de octubre de 1806, alcanzando acuerdos de paz con austriacos, rusos y prusianos. Sin embargo, en España, la destrucción de la Armada agravó la crisis económica al no permitir las comunicaciones con las colonias americanas, mientras aumentaba el recelo de la corte hacia la política de alianza.
El fracaso de las negociaciones con el gobierno británico del primer ministro Lord Grenville indujeron a Napoleón mediante el Decreto de Berlín del 21 de noviembre de 1806 a relanzar el enfrentamiento directo con los británicos mediante la práctica de la guerra económica total del Bloqueo Continental, que ya se venía aplicando de facto tras el aumento de las tasas aduaneras, el cierre de los puertos del norte de Francia y de las desembocaduras del Elba y el Weser en la primavera de 1806.
La política del Bloqueo orientó el interés de Napoleón hacia la península Ibérica y el Mediterráneo Occidental, aumentando la presión sobre la corte de Portugal, al que se le advirtió que se sumase al bloqueo comercio a los británicos desde sus puertos, y la confiscación de los bienes y emprisionamiento de los residentes en el país. Ante la inacción portuguesa, en agosto de 1807 Napoleón encargó a Jean-Andoche Junot la organización en Bayona del Cuerpo de Observación de la Gironda con una fuerza de unos 30.000 soldados, y retomando la fórmula de 1801 para forzar a aceptar el Bloqueo a los portugueses, reclamó el apoyo de la corte española que, con este fin, envió a través del marqués de Campo Alange un ultimátum al gobierno portugués el 12 de agosto de 1807.
A partir del 25 de septiembre de 1807, los portugueses ejecutaron la expulsión de los navíos ingleses pero, anteriormente notificados de que el gobierno británico no permitiría ningún acto hostil contra sus ciudadanos en Portugal, no se realizó ninguna acción en este sentido.
Napoleón, triunfante en Europa, fija su codiciosa mirada sobre España, obligando al rey español Carlos IV, para que sea su aliado en la conquista de Portugal. Este es el pretexto que utiliza el ambicioso Emperador para invadir la Península. A esta política de Carlos IV, instigado por su favorito Godoy, se opone su hijo, el príncipe de Asturias, Fernando VII.
GODOY COMO GENERAL, POR FRANCISCO DE GOYA |
02. TRATADO DE FONTAINEBLEAU
07. DEFENSA DEL PARQUE DE ARTILLERÍA DE MONTELEÓN
22. LA GUERRA DE GUERRILLAS
El 18 de octubre de 1807, el ejército que lidera el general Junot atraviesa la frontera apoderándose de casi todo Portugal, huyendo al Brasil los soberanos portugueses. Y pocos días después, el 27 de octubre, el representante de Godoy firma el Tratado de Fontainebleau por el cual los ejércitos francés y español se disponen a conquistar Portugal para dividirla en tres partes, una de las cuales entregaría a Godoy, valido del rey Carlos IV, al que nombraría Príncipe de los Algarves, mientras que los nuevos reinos de Lusitania y Algarves pasarían a soberanía francesa. Además, las colonias portuguesas se repartirían entre Francia y España, y rey de España sería nombrado Emperador de las Américas. Como contrapartida, España permitiría el paso hacia Portugal de 28.000 soldados franceses y a participar en la invasión con una fuerza similar.
Lo que nunca supieron las autoridades españoles fueron los planes que con respecto al noreste de España tenían previstos realizar las francesas. El traslado de la frontera pirenaica hasta el río Ebro estaba dentro de los planes de Napoleón, los cuales nunca fueron esclarecidos ante Carlos IV. Las zonas implicadas serían las Provincias Vascas, casi toda Navarra, la mitad de Aragón y la mayor parte de Cataluña. Su intención era convertir estas regiones españolas en provincias o departamentos franceses, imponiendo el francés como único idioma oficial y apartando los autóctonos, sometiéndoles al más centralista sistema político emergente. Carlomagno, mil años antes intentó lo mismo, pero no ofrecieron nada a cambio.
Continúan entrando tropas francesas en España, hasta unos 100.00 hombres, al frente de los cuales pone Napoleón a su cuñado el general Murat. Mientras parte de los ejércitos invasores ocupan el norte, un tercer ejército atraviesa los Pirineos Orientales y entra en Cataluña. Godoy, inquieto ante las numerosas fuerzas invasoras, empieza a recelar de las intenciones de Napoleón, tratando infructuosamente de salvar la situación.
LA FAMILIA DE CARLOS IV, POR FRANCISCO DE GOYA |
03. MOTÍN DE ARANJUEZ
Carlos IV y Godoy se trasladan al Real Sitio de Aranjuez ante la llegada de los franceses a Madrid. Un grupo de partidarios del príncipe Fernando, de nobles y de personal relacionado con la Corte ahora trasladada a este lugar se amotinan frente al Palacio Real contra el favorito del rey. La causa fue que notaron algo anormal: el constante movimiento de tropas extranjeras por el suelo español.
Carlos IV destituye a Godoy y abdica en su hijo Fernando el 19 de marzo de 1808. Cinco días más tarde, entra en Madrid el nuevo monarca Fernando VII, haciéndole los madrileños tal reconocimiento, que desde la Puerta de Atocha, por la calle de Alcalá, hasta el Palacio de Oriente, tardó seis horas.
Murat, que ha entrado con sus tropas en Madrid veinticuatro horas antes, no reconoce oficialmente al nuevo rey y convence a Carlos IV para que dirija una carta a Napoleón, negando la validez de su abdicación. Mientras tanto entretiene a Fernando VII, con la promesa que Napoleón en persona viene a verle.
04. ABDICACIONBES DE BAYONA
A finales de 1807, Napoleón decide que la débil monarquía de Carlos IV era ya de muy escasa utilidad y que sería mucho más conveniente para sus designios la creación de un estado satélite. Aprovechando los sucesos derivados del motín de Aranjuez y el hecho de que tropas francesas al mando de Murat habían ya ocupado el norte de España, amparándose en el Tratado de Fontainebleau, Napoleón fuerza la cesión de la corona española a su hermano, José Bonaparte, en las Abdicaciones de Bayona.
Murat convence a Fernando VII, para que salga hacia la frontera a recibir al Emperador y así, con engaños, llega hasta Bayona. Allí le proponen los franceses que renuncie al trono y, en vista de su negativa, esperan la llegada de Carlos IV, su esposa y el favorito de ambos, Godoy.
Fernando VII se da cuenta de la traición de los franceses al discutir con Carlos IV y devuelve la corona a su padre, el cual abdica en Napoleón.
ABDICACIONES DE BAYONA |
05. DOS DE MAYO, EL DÍA DE LA CÓLERA
Mientras tanto la administración borbónica se encuentra descabezada y con órdenes de cooperar con los franceses. En Madrid, el ambiente es muy hostil hacia las fuerzas invasoras en una atmósfera cargada de inquietudes. Desde bien temprano del día 2 de Mayo se congregó la multitud ante el Palacio Real, en la Plaza de Oriente y al subir al coche el infantito Francisco de Paula para conducirlo a Francia, que iba llorando, alguien lanzó el histórico grito "¡que nos lo llevan!" y al momento, hombres y mujeres, rodean las carrozas tratando de impedir el viaje.
Las fuerzas del invasor disparan y la sangre de los primeros mártires de la Independencia española, abre una página gloriosa, grabada a sangre y fuego, en el libro de la Historia de España. El pueblo madrileño se lanza a la lucha contra el invasor, siendo dirigido por notables locales cuyos intereses se encuentran en peligro por las medidas revolucionarias que podría emprender el nuevo rey, con su reducido núcleo de afrancesados. De esta forma, se unen en una extraña amalgama los exhortos a la "nación soberana", como forma de deslegitimar el cambio dinástico, y la lucha por la independencia, con los temores de las clases pudientes a las clases populares en armas.
Con el levantamiento popular madrileño del Dos de Mayo de 1808, se pone de manifiesto la disociación entre la voluntad popular y el gobierno títere instaurado por Napoleón. Son la ausencia física del propio rey Fernando VII (a quien se le cree secuestrado), el resentimiento contra de la presencia militar francesa rechazada por el pueblo desde su inicio y la brutal represión del 3 de mayo, las gotas que colman el vaso y que producen la pérdida de legitimidad del poder central y la asunción de la representatividad y la voluntad popular por las Juntas regionales.
LA CARGA DE LOS MAMELUCOS, POR FRANCISCO DE GOYA |
06. LUCHA EN LA PUERTA DEL SOL
Al ruido de los broncos cañones y de los dispersos tiros, se propaga como reguero de pólvora por todo Madrid, la noticia de lo sucedido en la Plaza de Oriente. Los grupos de hombres y mujeres corren despavoridos lanzando gritos contra el invasor francés: "¡A morir matando...!, ¡No más esclavos!". La soldadesca francesa los sigue ametrallando y caen más muertos y heridos ante los Caños del Peral.
Poco a poco se va rehaciendo el pueblo de su primer estupor y surgen navajas, tijeras y palos, blandidos con furia por hombres, mujeres y mozalbetes, en tanto que de ventanas y balcones cae una lluvia continua de ladrillos, piedras, muebles y calderadas de agua o aceite hirviendo.
En la Puerta del Sol, se refugian en el templo del Buen Suceso niños y ancianos, en tanto que las heroicas mujeres madrileñas y los hombres indomables, presentan la primera resistencia sería al invasor.
Aquí no mueren sólo los defensores españoles, caen también los orgullosos soldados de Napoleón, continuando la lucha durante muchas horas y aún toda la noche.
ENFRENTAMIENTOS EN LA PUERTA DEL SOL |
07. DEFENSA DEL PARQUE DE ARTILLERÍA DE MONTELEÓN
Los soldados españoles permanecen confusos y pasivos, acuartelados, sin órdenes directas del rey. Sin embargo el capitán Luis Daóiz no se resigna a ver impasible como muere su pueblo; arenga a sus soldados y entonces se les une los capitanes de artillería Pedro Velarde y Rafael Goicoechea, y el teniente Jacinto Ruiz de Mendoza con treinta voluntarios más, al grito de "¡Viva Fernando VII!" "¡Viva España!".
Se refugian todos en el Parque de artillería, situado en el barrio de las Maravillas (hoy barrio de Malasaña). Con ellos se encierra los más valientes vecinos de la ciudad agrupados en dos bandos: manolos (habitantes de los barrios bajos: Rastro, Lavapiés, Puente y calle de Toledo, ...) y chisperos (vecinos de los barrios altos: Maravillas, Barquillo, San Antón, ...).
Entre todos la defensa del Parque de artillería de Monteleón; arrastran a brazo los cañones y solo tienen diez granadas. Avanza la columna francesa del general Lefranc y, cuando están a tiro, disparan los cañones a través de la puerta, para que el estrago sea mayor; aumenta el entusiasmo del pueblo y el enemigo se retira. Pero Murat manda refuerzos numerosos y aquel puñado de valientes muere luchando heroicamente.
08. FUSILAMIENTOS DE LA MONCLOA
A pesar del heroísmo español, lleno de casos de sublime patriotismo que se desarrollan en esta gloriosa y luctuosa fecha, no le cuesta gran trabajo a Murat arrollar a la muchedumbre que invade ya calles y plazas. Las tropas francesas que tienen tomadas de antemano posiciones estratégicas, penetran por los diferentes extremos de la capital.
Mientras que la guardia imperial acuchilla a los grupos, se destacan por su crueldad los lanceros y mamelucos, que fuerzan las casas donde suponen les han hecho disparos, degollando a sus habitantes.
Murat publica un bando, ordenando el fusilamiento de todo español que sea encontrado con armas de cualquier clase, siendo así fusilados sin formación de causa, centenares de infelices inocentes, simplemente por llevar cortaplumas o tijeras; el Salón del Prado y los desmontes de la Moncloa se empapan con la sangre de los mártires de la Independencia.
El genial pintor aragonés Francisco de Goya, traslada al lienzo aquellos cuadros de horror para asombro de generaciones futuras.
LOS FUSILAMIENTOS DEL TRES DE MAYO, POR FRANCISCO DE GOYA |
09. BANDO DE LOS ALCALDES DE MÓSTOLES
Tan ejemplar proclama dada contra el invasor en Madrid, pronto tiene resonancia hasta en el último rincón de España. A los viajeros que salen de Madrid, se les piden noticias sobre los antes olvidados negocios públicos, hasta en los villorrios y caseríos casi despoblados.
Se reúnen grupos para leer las cartas que llegan de la heroica villa y estrechándose unos a otros las manos, dan gritos de guerra que se extenderán por toda la nación.
En Móstoles, pueblo cercano a Madrid, su patriótico alcalde reúne a los vecinos y les arenga:
"¡La Patria está en peligro! ¡Madrid perece víctima de la perfidia francesa! ¡Españoles, acudid a salvarla!..."
Hombres y mujeres, rivalizando en entusiasmo, se arman con trabucos viejos, navajas y palos, disponiéndose a combatir al invasor al frente de su españolísimo los alcaldes Andrés Torrejón y Simón Hernández.
Y es que el pueblo hispano, siempre hidalgo, cortés y hospitalario, no ha consentido nunca que pise como invasor del suelo patrio la plantilla de ningún extranjero.
LA MUERTE DE DAOÍZ EN EL PARQUE DE ARTILLERÍA DE MONTELEÓN, POR LEONARDO ALENZA Y NIETO |
10. JOSÉ I BONAPARTE, REY DE ESPAÑA
Sucesos tan importantes se conocen pronto en Francia, y Napoleón convoca un simulacro de Cortes españolas en Bayona.
Reunidas el 15 de junio, redactan una Constitución y proclaman rey de España a José Bonaparte, a la sazón rey de Nápoles.
El rey José llega a Madrid el 20 de julio; poco después escribe a su hermano:
"No me asusta mi posición, pero es única en la historia; no tengo aquí un solo partidario."
En efecto, el pueblo español no deja de manifestar su odio.
Constantemente le llaman "Pepe Botella" y circulan dibujos caricaturescos y letrillas alusivas; es sabido que José Bonaparte no bebía. A España llegó animado de buenos propósitos y en contra de su voluntad. Dándose cuenta de la razón del pueblo español, escribe a Napoleón:
"Tengo por enemiga a una nación de doce millones de habitantes, bravos y exasperados hasta el extremo... Todo lo que se hizo aquí el 2 de mayo, es odioso....; No se ha tenido ninguna consideración para este pueblo.... No, señor: Estáis en un error, vuestra gloria se hundirá en España..."
CARICATURA A PEPE BOTELLA |
11. ASTURIAS, CUNA DE INDEPENDENCIAS
El rey "Intruso" entra en Madrid el 21 de julio de 1808. Cuatro días después se hace la proclamación entre la indiferencia del pueblo.
El movimiento popular, iniciado por los sucesos del 2 de mayo y el manifiesto del Alcalde de Móstoles, se propaga a Extremadura y Andalucía, pero por coincidencia histórica cabe a Asturias, la gloria de iniciar articuladamente el movimiento.
En Oviedo se hace el levantamiento el día 9 de mayo, apoderándose el pueblo de la casa de armas donde hay 100.000 fusiles; los estudiantes de la Universidad son de los primeros en armarse; las tropas fraternizan con el pueblo; las autoridades se ponen a la cabeza del movimiento y declaran solemnemente la guerra a Napoleón.
El 24 de mayo se había constituido su primera Junta Nacional, denominándose después Junta Suprema de Gobierno para organizar el alzamiento. Se proclama soberana, contra un poder central en principio legítimo (Fernando VII había exigido al abandonar España obediencia a la autoridad de los franceses) y declara formalmente la guerra a Francia, conocida como Guerra de la Independencia española, guerra al francés o guerra peninsular. Se organiza un ejército y se envían a Londres dos comisionados para pedir el auxilio de Inglaterra.
Como respuesta, las autoridades envían al Principado un batallón del Regimiento de Hibernia y un escuadrón de carabineros reales desde Bilbao y Valladolid, respectivamente, para apaciguar la rebelión, aunque sin éxito ya que que aún son tropas españolas.
12. LA SUBLEVACIÓN DE LAS JUNTAS PROVINCIALES
El ejemplo de Oviedo fue seguido por Santander, Coruña, Cádiz y Sevilla con la mayoría de las ciudades no ocupadas por Francia. A la sublevación asturiana se irán sumando sucesivamente el resto de las Juntas: Cantabria el día 27, Galicia el 30, León el 1 de junio, etc. Significó un grave revés para los deseos de conquista pacífica y con pocos costes de Napoleón, puesto que aísla a los cuerpos expedicionarios de Portugal, Barcelona, Madrid o Vitoria.
Para evitar ser copados, Napoleón exige a sus generales que eliminen la resistencia, pero los resultados no son los esperados. La victoria de Bessiers en Medina de Rioseco no acaba con la rebelión de Zaragoza, que pronto contagia a Logroño.
En Cataluña, las tropas francesas son derrotadas dos veces en el Bruc, mientras que la sublevación de Gerona, liderada por Juan Clarós entre otros, corta las líneas de suministro con Francia.
En Oporto, las tropas españolas devuelven la autoridad a las instituciones portuguesas y prenden a sus hasta entonces aliados franceses.
13. CATALUÑA Y VASCONGADAS FIELES Y LEALES
El 19 de julio, la Junta Suprema de Cataluña afirma, en su proclama a los gerundenses:
"Ninguna clase, ningún estado puede eximir de tomar las armas y organizarse debidamente para repeler la agresión que sufren los derechos del Altar y del Trono, los intereses de la Nación española, su dignidad e independencia."
La Junta de Cataluña acuerda formar un ejército de 40.000 hombres, llamando a quinta a todo aquel que tenga entre 16 y 40 años de edad, y que se mantuvo hasta 1814, derrochando patriotismo en sucesos como la batalla del Bruc o el sitio de Gerona. Baste recordar, por ejemplo, que en la bandera de Igualada aparecía una flamante "Viva España".
No en vano, en la lucha contra los franceses destacarán catalanes como Josep Manso, Joan Clarés, Francesc Milans del Bosch o Manuel Llauder, quien después de participar en la defensa de Gerona, llegó a ser capitán general de Cataluña y ministro de la Guerra.
Entre el conjunto de esas proclamas, los vascos se muestran especialmente patriotas, ansiando la desaparición de localismos, en pro del único calificativo de españoles. La Proclama de los Vascongados a los demás españoles afirmaba:
"Españoles: Somos hermanos, un mismo espíritu nos anima a todos, arden nuestros corazones como los vuestros en deseo de venganza, y con dificultad contienen nuestra prudencia y patriotismo hasta mejor ocasión nuestros indómitos brazos, ya que quisieran derramar sobre el enemigo la muerte que nuestros generosos pechos saben arrostrar intrépidamente.
Aragoneses, Valencianos, Andaluces, Gallegos, Leoneses, Castellanos, etc., todos nombres preciosos y de dulce recuerdo para España, olvidad por un momento estos mismo nombres de eterna memoria, y no os llaméis sino españoles..."
A pesar de que Napoleón intentó anexionar Cataluña, Aragón y Navarra a Francia ofreciéndoles una gran autonomía, fue en estas regiones donde con más encarnizamiento se luchó contra él.
Según Jaime Balmes:
"Ni en Cataluña, ni en Aragón, ni en Valencia, ni en Navarra, ni en las provincias Vascongadas se alzó el grito a favor de los antiguos fueros. Independencia, Patria, Religión, Rey, hé aquí los nombres que se vieron escritos en todos los manifiestos, en todas las proclamas, en todo linage de alocuciones; hé aquí los nombres que se invocaron en todas partes con admirable uniformidad.
Cuando la monarquía había desaparecido, natural era que se presentasen las antiguas divisiones, si es que en realidad existían; pero nada de eso; jamás se mostró más vivo el sentimiento de nacionalidad, jamás se manifestó más clara la fraternal unidad de todas las provincias. Ni los catalanes vacilaban en acudir al socorro de Aragón, ni los aragoneses en ayudar a Cataluña, y unos y otros se tenían por felices si podían favorecer en algo a sus hermanos de Castilla (...) españoles, y nada más que españoles eran... "
CARTEL DEL CONGRESO DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN CATALUÑA |
14. VICTORIA DE BAILÉN
Poco a poco, se van organizando las fuerzas españolas y en tierras de Andalucía, se cubren de gloria luchando contra el invasor.
El general francés Dupont sale de Toledo con sus fuerzas, dirigiéndose a Cádiz. Derrota a los españoles que se le oponen en el Puente de Alcolea y entra en Córdoba entregando esta ciudad al más horroroso saqueo y a las violencias más escandalosas.
Mientras tanto los españoles, bajo el mando supremo del general Castaños, resuelven atacar al enemigo. El general francés sale de Andújar al anochecer del 18 de julio, deseoso de ocultar sus movimientos y salvar el inmenso botín del saqueo de Córdoba y Jaén. Castaños le corta el paso y tiene lugar la célebre batalla de Bailén en que fueron abatidas las águilas napoleónicas por vez primera el 19 de julio de 1808.
Tres días después se firmó la capitulación de Bailén, entregando los franceses banderas y 20.000 prisioneros de guerra así como vasos sagrados, robados a su paso por Andalucía.
Cádiz también resiste al ataque inicial de los franceses, vencidos también en la batalla de la Barrosa, en Chiclana de la Frontera.
15. PRIMER SITIO DE ZARAGOZA
Con la gran derrota infligida a los franceses en Bailén, queda tan comprometida la situación de la Corte del rey José, que este decide marcharse de Madrid y retirarse con sus tropas hacia el Ebro, en espera de los refuerzos que le envía el Emperador.
Zaragoza ha sido sitiada por el general francés Lefebvre, que amenaza con pasar a cuchillo a todos sus habitantes si no se rinden; los valerosos aragoneses contestan negativamente y se aprestan a realizar la heroica defensa que los inmortalizará. Y cuando tras una pieza de la artillería española caen todos los hombres, surge la heroína famosa.
Es una mujer del pueblo, Agustina de Aragón, pues con este nombre pasó a la historia, la que prende valerosamente la mecha del cañón que contiene a los asaltantes.
Una jota bravía brota de los enardecidos pechos:
"La Virgen del Pilar dice
que no quiere ser francesa,
que quiere ser capitana
de la tropa aragonesa."
Y también la nobleza, representada por otra mujer heroica, la condesa de Bureta, se bate contra el invasor. La valerosa condesa, patriota infatigable y exaltada, se la ve muchas veces despreciar el fuego incesante, llevando provisiones y municiones a los combatientes y socorriendo a los heridos. Ante su casa, forma dos baterías en la calle y espera a los franceses, resuelta a combatirles hasta la muerte. Esta gallarda mujer, de altivo porte y esbelta figura, arenga al paisanaje, empuña las armas y cuanto más rugen los cañones enemigos, más se agiganta su figura.
En estas gloriosas jornadas, los baturros dan generosamente su sangre en defensa de la independencia patria y cuando no tienen piedras ni sacos terreros para taponar las brechas que en las murallas hace la metralla enemiga, cierran con cadáveres de sus propios hermanos caídos.
Ante las amenazas de capitulación, contesta el general Palafox "¡Guerra a cuchillo!". Y el 31 de agosto los franceses levantan el sitio de Zaragoza, que les costó más de 3.000 bajas.
AGUSTINA DE ARAGÓN, POR AUGUSTO FERRER-DALMAU |
16. LA JUNTA SUPREMA CENTRAL EN ARANJUEZ
José Bonaparte marcha de la capital de España, a consecuencia de la batalla de Bailén y de las sucesivas derrotas de los franceses.
Las Juntas Provinciales acuerdan entonces constituir una Junta Suprema Central gubernativa del reino, constituida por dos diputados de cada provincia. Al frente de ella ponen al anciano y respetable conde de Floridablanca, instalándose en el real sitio de Aranjuez; se celebra la primera reunión el 25 de septiembre de 1808.
También en Madrid se celebra en 1º de octubre, un consejo de generales, dividiendo en cuatro los ejércitos españoles: uno en Vascongadas y norte de Castilla, a las órdenes de Blake; otro en Cataluña, mandado por Juan Manuel Vives; un tercero para el Centro, dirigido por Castaños y el cuarto para Aragón, al mando de Palafox.
Mientras Fernando VII permanece en cautiverio, acuerdan que el poder de la asamblea es soberano, procediendo la nueva Junta a ordenar la vida económica y militar del país.
ALZAMIENTO DE VALDEPEÑAS |
17. NAPOLEÓN BONAPARTE ENTRA EN ESPAÑA
Viendo los hechos adversos para el ejército francés en la península Ibérica, Napoleón en persona decide ponerse al frente de sus más aguerridas tropas y el 8 de noviembre entra en España con 250.000 hombres, vencedores en las principales ciudades europeas, la Grande Armée. Se trata de un ejército veterano, acostumbrado a los movimientos rápidos y a vivir sobre el terreno, que arrolla rápidamente la resistencia española y a los ejércitos ingleses desembarcados en la península, comandados por el general John Moore.
Avanza desde la línea del Ebro y en una rápida campaña de tres semanas, el ejército francés derrota a las fuerzas españolas tan ligeramente formadas en Espinosa, Burgos y Tudela, avanzando camino de la capital de España.
El 20 de noviembre de 1808 se produce la batalla de Espinosa de los Monteros y el 30 la batalla de Somosierra, y aunque las tropas españolas, bien situadas, causan muchas bajas al enemigo, éste, superior en número y más organizado militarmente, pasa por la sierra del Guadarrama.
LA BATALLA DE SOMOSIERRA, POR LOUIS-FRANÇOIS LEJEUNE |
18. EL EMPERADOR EN MADRID
Sin perder tiempo, Napoleón dirige el ataque contra la capital de España con gran lujo de precauciones. La villa matritense no está fortificada y su guarnición se reduce a unos 500 soldados. Las huestes napoleónicas toman con facilidad el parque del Retiro y poco después, el día 4 de diciembre, capitula Madrid.
Como si fuese rey de España, Napoleón expide decretos desde Chamartín, creando con esto a José Bonaparte, que está en el palacio de El Pardo, una situación desairada.
El 20 de diciembre entran en Madrid con gran pompa, el Emperador y su hermano José. A las pocas horas, ya instalado el rey José en el Palacio Real, sale Napoleón de la capital, convencido de tener una España esclavizada y vencida.
Después de la entrada del emperador en Madrid, tras las tremendas derrotas de Uclés el 13 de enero de 1809 y de Ocaña en noviembre de 1809, la Junta Central, al cargo del gobierno de la España no ocupada, abandona la Meseta para refugiarse, primero en Sevilla, y luego en Cádiz, la cual resiste a un largo y brutal asedio. Desde ahí, la Junta Central asiste indefensa a la capitulación de Andalucía.
A pesar de ello, aún tiene Napoleón que batir fuerzas a los ingleses que hay en la península, cortándole por poco el paso a Francia.
Napoleón se disponía a partir en persecución del cuerpo expedicionario británico de Moore, cuando tuvo que salir hacia Francia con urgencia porque el Imperio Austríaco le había declarado la guerra el 6 de enero de 1809. Bonaparte se ha visto obligado a salir tan precipitadamente por la actitud de Austria, que según noticias recibidas, hacen necesaria su presencia en París.
Dejó la misión de rematar la guerra en el noroeste en manos del mariscal Soult, que ocupó Galicia tras la batalla de Elviña y luego giró al sur para atacar Portugal desde el norte, dejando el cuerpo del Ney en su retaguardia con la misión de colaborar en la ocupación de Asturias.
Sin embargo, la resistencia popular, apoyada por los suministros de armas de la flota inglesa, hizo imposible la pacificación de Galicia, que tuvo que ser evacuada tras la derrota de Ney en batalla de Puentesampayo, en junio de 1809. Galicia y Valencia permanecieron libres de tropas francesas, aunque Valencia terminó capitulando en enero de 1812.
NAPOLEÓN EN MADRID |
19. SEGUNDO SITIO DE ZARAGOZA
Más de 36.000 hombres con sesenta cañones, bajo el mando de los mariscales franceses Moncey y Morlier atacan nuevamente a Zaragoza, defendida por los bravos aragoneses a las órdenes de Palafox.
Después de un mes de infructuosos ataques, el general Lannes organiza el ataque y después de haberse apoderado del Monte Torrero, el día 1º de febrero de 1809 penetran los franceses en la ciudad, luchando durante tres semanas calle por calle y casa por casa, se ataca al enemigo desde tejados y ventanas.
Se producen innumerables casos de heroísmo, pero el hacinamiento de los defensores y la escasez de víveres, producen el hambre y la peste.
La hermosa ciudad, que contaba al empezar el sitio con más de 55.000 habitantes, ya sólo tiene 18.000 y de éstos, 14.000 enfermos.
Ya sólo quedan 4.000 combatientes. El mismo Palafox, está enfermo; humanamente ya no hay posibilidad de resistencia y el 20 de febrero capitulan. Cuando entran los franceses, aquello no es una ciudad, ¡es un vasto cementerio!
ASALTO DE LAS TROPAS FRANCESAS AL MONASTERIO DE SANTA ENGRACIA, POR LOUIS-FRANÇOIS LEJEUNE |
20. SITIO DE GERONA
Había pasado un año desde la fecha gloriosa del 2 de mayo de 1808 y aún no está abatido el león hispano. A Gerona, ciudad sitiada por dos veces inútilmente, trata de asaltarla por tercera vez el general Saint-Cyr, con 30.000 hombres y gran lujo de artillería. Cuentan los sitiados para su defensa con la protección de San Narciso, patrón muy venerado de la ciudad, con la fidelidad a su general Álvarez de Castro y con quince mil corazones de bravos españoles dispuestos a la lucha.
A ninguna intimidación quiere escuchar. Una granada abate la bandera que tremola en lo alto, pero un valiente apellidado Montoro la enarbola de nuevo, entre una lluvia de balas. Todo el verano atacan los franceses sin conseguir entrar.
Es asombrosa la entereza y sangre fría del general Álvarez de Castro y de los gerundenses; pero el hambre unido también a la epidemia, va diezmando a los héroes.
Más de 20.000 hombres perdieron los franceses, hasta ocupar la plaza el 10 de diciembre de 1809. Álvarez de Castro fue apresado y hay indicios de muerte violenta.
LA DEFENSA DE GERONA, POR CLAUDIO CASTELUCHO DIANA |
21. LOS INGLESES EN ESPAÑA
Inglaterra ayuda a España en esta guerra de invasión. Desde Portugal entra en nuestro país un ejército bajo el mando del general inglés John Moore con intención de llegar a Madrid, pero en continua lucha con los soldados de Napoleón, es obligado a replegarse hasta La Coruña, donde después de encarnizada batalla, consigue Moore reembarcar a las fuerzas británicas para su patria, pereciendo Moore en esta empresa en enero de 1809.
Nuevamente se internan los ingleses en Portugal a las órdenes del general Wellington, al comenzar el año 1810, consiguiendo tomar la línea del Tajo.
En tierras portuguesas luchan los ingleses contra los soldados de Bonaparte, a los que manda el general Massena, siendo Coimbra y Torres-Vedras escenario de estas batallas, en septiembre de 1810.
Lord Wellington que reúne 130.000 hombres, entre su ejército y las milicias españolas y portuguesas, persigue al general Massena que se ve obligado a retirarse de Portugal hasta las Fuentes de Oñoro, donde nuevamente se abaten las águilas napoleónicas.
EJÉRCITO INGLÉS DE WELLINGTON EN ESPAÑA |
Los franceses encuentran la resistencia de las fuerzas regulares y las tropas inglesas, pero además hay un factor primordial en la historia de la guerra de la Independencia: los guerrilleros.
Los guerrilleros pertenecen a diversas clases sociales y se agrupan por partidas al mando del más experto y audaz. Resucitan el ataque por sorpresa que ya fue empleado en otras épocas por el indómito pueblo español, favorecidos por el abrupto y quebrado terreno peninsular; acechan los movimientos del ejército enemigo, atacan avanzadas, asaltan convoyes y correos y tras causar pérdidas a los franceses, desaparecen por el desigual terreno que conocen mejor que los invasores, a los que desesperan y traen constantemente en jaque.
Así se inmortalizaron en Navarra, Javier Mina y su sobrino Francisco Espoz y Mina; en las montañas de Burgos, el cura Jerónimo Merino; en Salamanca, Julián Sánchez El Charro; en La Mancha, el médico Juan Palarea; en Cataluña, el barón de Eroles, Francisco Miláns del Bosch y tantos otros que supusieron enaltecer a la patria.
LA COMPAÑÍA DE SANTA BÁRBARA, POR RAMÓN MARTÍ I ALSINA |
23. LOS GUERRILLEROS
Fueron los guerrilleros tal pesadilla para los invasores, que el general francés Soult expidió en Andalucía este decreto:
"No hay ningún ejército español fuera del de S.M. católica Don José Bonaparte. Así que todas las partidas que existan en las provincias, cualquiera que sea su número y cualesquiera que sean sus comandantes, serán tratadas como reuniones de bandidos y los individuos de ellas cogidos con las armas en la mano, serán fusilados y sus cadáveres expuestos en los caminos públicos."
Los guerrilleros hostigan cada vez más a los franceses.
Entre los más destacados guerrilleros está el navarro Francisco Espoz y Mina, que tiene 30 años y combate al lado su tío Javier; en cuarenta y tres acciones de guerra vence a los más famosos generales franceses.
Al frente de su partida, toma varias plazas, imponiendo una contribución de 100 onzas de oro mensuales a la aduana francesa de Irún. Cuando muere en 1836, su viuda recibe el título de Condesa y el nombre del general Espoz y Mina se inscribe en el Congreso de los Diputados, entre otros héroes de la libertad.
Un guerrillero aventaja a todos en fama: Juan Martín Díaz, conocido por el sobrenombre de "el Empecinado". Nacido en Castrillo de Duero (Valladolid), tenía 33 años al estallar la guerra. Antes luchó contra Francia en el Rosellón. Su fortaleza física, hermana con su corazón generoso y amor a la libertad. Empezó formando una guerrilla de media docena de convecinos equipados y armados por él mismo. Con ellos interceptaba correos, combatía y hacía prisioneros.
Sorteando mil peligros, llevó unos pliegos importantísimos al general inglés Moore. Recibió mil duros de recompensa por este servicio, los que dedicó a comprar caballos y monturas para aumentar su guerrilla. Con ella se convirtió en el adversario más temible de los franceses.
Por sus muchas hazañas, fue nombrado general por la Regencia. Más tarde fue perseguido por pedir a Fernando VII que restableciera la Constitución. Cuando en 1825 le conducían al cadalso, rompió sus ligaduras, muriendo en lucha contra sus verdugos.
24. RESISTENCIA GADITANA
Durante el año 1810 nuevas desgracias amenazan a España. Napoleón, después de vencer a los austríacos, envía más refuerzos a sus ejércitos de la península. Con estos refuerzos, el rey José manda al general Soult hacia Andalucía. Con poca resistencia toman Sierra Morena, entran en Sevilla y sitian a Cádiz. A la población gaditana se le unen las fuerzas españolas de Extremadura y 5.000 hombres, entre ingleses y portugueses que envía el gobernador de Gibraltar. Los gaditanos forman una milicia de 8.000 voluntarios. Cádiz es protegida desde el mar, por las escuadras inglesa y española.
El día 6 de marzo, un gran temporal causa a los españoles la pérdida de varios navíos, uno de ellos inglés. Los franceses disparan contra los náufragos arrojados a la costa y les incendian los buques. A sus peticiones de rendición, las valerosas mujeres cantan:
"Con las bombas que tiran los fanfarrones
se hacen las gaditanas tirabuzones"
JURAMENTO DE LAS CORTES DE CÁDIZ EN LA IGLESIA DE SAN FERNANDO, POR JOSÉ CASADO DEL ALISAL |
25. CONSEJO DE REGENCIA EN CÁDIZ
Resuelve la Junta Central trasladarse a la isla de León. Se nombra un Consejo de Regencia constituido por el obispo de Orense Pedro de Quevedo y Quijano, el consejero de Estado Francisco de Saavedra, el general Castaños, el marino Antonio Escaño y el mejicano Miguel de Mendizábal.
Toda España, desde los Pirineos hasta Cádiz, se halla nominalmente en manos del rey José, pero el pueblo se resiste y la guerra toma aspecto feroz.
Napoleón sólo concede beligerancia a los soldados de profesión y en vez de respetar el sentimiento patriótico de la nación que lucha por su independencia, trata a las tropas irregulares con bárbara crueldad y las mujeres son ultrajadas.
A los motivos personales, se une un sentimiento religioso, por haberse apoderado el emperador de los Estados Pontificios y haberse llevado prisionero a Francia al papa Pío VII. Por estas causas, las guerrillas aumentan y el rey José, acaba siendo sólo dueño de las plazas ocupadas por tropas francesas.
TEATRO DE SESIONES DE LAS CÓRTES DE CÁDIZ |
26. PROCLAMACIÓN DE LAS CORTES DE CÁDIZ
Grande es la alegría del pueblo al saber que en Cádiz se han proclamado las Cortes generales extraordinarias el 24 de septiembre de 1810. Los diputados se reúnen este memorable día, en el Salón del Ayuntamiento de la Isla de León. Antes de iniciar la asamblea, se dirigen presididos por los regentes, a la Iglesia Mayor, donde oyen la misa del Espíritu Santo.
Los diputados prestan su juramento solemne con calma majestuosa:
-"¿Juráis- se les pregunta- defender la religión católica, apostólica y romana, la integridad del territorio nacional, el trono de Fernando VII y el desempeño fiel de vuestro cometido?.
- ¡Sí juramos!- responden con nutrida voz.
- Dios os lo premie si así lo hiciereis y si no os lo demande."
- ¡Sí juramos!- responden con nutrida voz.
- Dios os lo premie si así lo hiciereis y si no os lo demande."
Así nace la aurora de la moderna libertad española, en medio de una guerra contra un país extranjero, estando las Cortes rodeadas de baterías enemigas que no cesan de hostigarlas.
27. LA GUERRA EN 1811
En calamitosos días abren sus sesiones los representantes del país y hasta el 20 de febrero de 1811 no se trasladan a Cádiz. Los franceses bombardean la plaza sin cesar.
El general Castaños, ayudado por los ingleses, vence a las huestes de Napoleón en Extremadura. Este triunfo, unido a la ocupación por sorpresa del castillo de Figueras, levanta las caídas esperanzas.
Es muy brillante la defensa hecha por los españoles de la ciudad de Tarragona, en mayo de 1811. Bombardeada intensamente por el enemigo, los sitiados contestan con nutrido cañoneo y ametrallan a los asaltantes.
Los buques ingleses aumentan el horror de las sangrientas jornadas, descargando contra los franceses, terribles andanadas.
Muchos de los que bizarramente pelean, se ven acometidos por la espalda y mueren. Más de 4.000 habitantes perecen en la tenaz resistencia de Tarragona, siendo la Catedral el último reducto y el 28 de junio la ciudad cae en poder francés.
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28. LA GUERRA EN 1812
La guerra en España tuvo importantes repercusiones en el esfuerzo de guerra de Napoleón. Un aparente paseo militar se había transformado en un atolladero que absorbía unos contingentes elevados, preciosos para su campaña contra Rusia. La situación era, en cualquier caso, tan inestable que cualquier retirada de tropas podía conducir al desastre. Mientras tanto, los guerrilleros viendo que las operaciones de los ejércitos tenían poca fortuna, mientras que las partidas combatían con buen éxito, intensificaron sus acciones de guerra por sorpresa.
En enero y febrero de 1812, capitularon Valencia, Peñíscola y Denia, mientras que Tarifa resistía y Wellington tomaba Ciudad Rodrigo.
Las Cortes promulgan en Cádiz la primera Constitución que fue aclamada con entusiasmo por el pueblo el 19 de marzo. Se convocaba a la nación a elecciones para Cortes ordinarias en el año de 1813.
En julio de 1812, Wellington al frente de un ejército anglo-portugués y operando desde Portugal, consiguió tomar Badajoz y la victoria en la batalla de Ciudad Rodrigo. También derrotó completamente a los franceses en la batalla de los Arapiles, cerca de Salamanca, expulsándoles del Oeste y amenazando Madrid; en esta batalla capturó a 7.000 prisioneros y haciendo otros tantos muertos y heridos, entre ellos tres generales.
El día 12 de agosto llegaba victorioso el general inglés hasta Madrid, obligando a evacuarlo precipitadamente al rey José que se retiró a Valencia.
BATALLA DE LOS ARAPILES |
29. DERROTA FRANCESA EN VITORIA
Wellington es nombrado por las Cortes "general en jefe de las fuerzas españolas" y se le concede el título de duque de Ciudad Rodrigo.
Las fuerzas del rey José que salieron de Madrid, se unen a las del general Soult, comprometiendo la situación de Wellington. Este general marcha a Portugal para rehacer su ejército, circunstancia que aprovecha el Rey José para entrar nuevamente en Madrid el 2 de noviembre de 1812.
Napoleón no puede enviar refuerzos debido a la desastrosa campaña que sus diezmadas tropas luchan en Rusia.
Las tropas anglo-españolas obliga al rey José a retirarse de Valladolid en marzo de 1813, y sucesivamente a Burgos, Miranda de Ebro y Vitoria en junio.
Perseguido de cerca el rey "intruso" tiene que aceptar la batalla de Vitoria el 21 de junio de 1813, siendo derrotado y obligando al rey a cruzar la frontera precipitadamente. Cae en poder de los españoles el equipaje del rey, sus papeles íntimos y un inmenso botín, procedentes del saqueo francés.
30. LOS FRANCESES SE RETIRAN DE ESPAÑA
El general español Freire derrota a los franceses en la batalla de San Marcial el 31 de agosto; el mismo día toman San Sebastián los anglo-portugueses. Wellington toma Pamplona el 31 de octubre de 1813 y penetra después en territorio francés.
Napoleón trata entonces con Fernando VII, su prisionero de Valencey, para devolverle el trono de España, firmando un vergonzoso tratado de paz, que las Cortes ordinarias reunidas en Madrid a principios de 1814, rechazan el acuerdo firmado, por medio de decreto y manifiesto con fecha 2 de febrero. La firma del tratado de Valençay por el que se restituía en el trono a Fernando VII, el deseado, como monarca absoluto, fue el comienzo de un tiempo de desilusiones para todos aquellos que, como los diputados reunidos en las Cortes de Cádiz, habían creído que la lucha contra los franceses era el comienzo de la revolución española y también el inicio de la Guerra de Independencia Hispanoamericana.
El 6 de febrero abdica Napoleón en Fontainebleau. Se pacta la suspensión de hostilidades entre Wellington y los franceses Soult y Suchet, en los días 18 y 19 de abril de 1814, obligándose a devolver a España todas las plazas ocupadas.
España acabó siendo la perdición de Napoleón. El propio Napoleón Bonaparte lo reconoce:
"Esta maldita Guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses… esta maldita guerra me ha perdido."
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