02/01/2023

Organización defensiva de Navarra previa a la Guerra de Francia de 1635


Cuando comenzó la Guerra hispano-francesa del siglo XVII, Enrique IV estaba sólidamente asentado en el trono de Francia. Navarra tuvo que reorganizar su defensa fronteriza ante la amenaza de este rey de invadir el territorio e incorporarlo a sus estados. Sus declaraciones de pretendiente a los derechos navarros y sus preparativos militares constituían una seria alarma al lado sur de los Pirineos. Por ello, las autoridades navarras lo advertían a la Corte de Madrid, insistiendo en la situación de descontento de los soldados, faltos de pagas, lo que podía facilitar entendimientos con los franceses.

Esta situación preocupante le hizo plantearse al virrey Cardona el levantamiento de una línea defensiva sobre las torres de Lesaca, Donamaría, Garzain, Irurita, Arrayoz y Arizcun, como en tiempos pasados, y convertir a sus jefes (cabos de armería) en capitanes de guerra. Pero todo ello no era suficiente para que la Corte siguiera confiando en los navarros, a los que el Consejo de Guerra les permitió llevar armas.

pamplona ciudadela baluartes
CIUDADELA MODERNA DE PAMPLONA

En cualquier caso, los años del reinado de Enrique IV hasta su asesinato en 1610 transcurrieron en medio de una alarma constante, pues los esfuerzos del rey galo por reconstruir el reino con frecuencia se confundían desde España con preparativos militares que hacían temer un ataque que nunca llegaba. En previsión del cual se pidieron recursos y medios a Madrid para continuar los trabajos de fortificación y para contentar a los hombres con sus sueldos.

Fueron años en los que no faltaron choques y roces fronterizos con los franceses, de menor importancia, como el sucedido en 1599 entre los vecinos de Hendaya y los de Fuenterrabía o los derivados en 1609 por los pastos de la isla situada en medio del río Bidasoa. Mayor entidad tuvieron los relacionados con los arbitrajes de los "comunales", sobre todo en los montes de Alduides, en el valle del Roncal y en el Soul. Incidentes de menor cuantía, que al final no inquietaban tanto como las iniciativas de ciertos señores franceses, cuya autoridad en las zonas fronterizas galas y sus aspiraciones personales suscitaban iniciativas militares inquietantes. Sirvan como ejemplos el del gascón monseñor de La Force y el de los aristócratas Condé y Rohan, relacionados con el problema hugonote.

En los inicios del siglo XVII, las tres Compañías de Guarnición en Pamplona, Tafalla-Sangüesa y los puestos fronterizos fueron reunidas en la capital, donde se designaban a los que debían trasladarse a proteger los puertos. A la hora de disponer de los efectivos de la guarnición, dos grandes obstáculos eran la falta de pagas y la abundancia de bajas. Una realidad que en los años siguientes movió al Consejo de Guerra a corregirla con la puesta al día de las dotaciones humanas y materiales y la creación de un depósito de provisiones de respeto en la ciudadela.

También por esos años se planteaba otro problema relacionado con el alojamiento de cuatro Compañías de las Guardas de Castilla de hombres de armas que habían sido destinadas a Navarra y alojadas en diversos lugares, especialmente en la Ribera. Es cierto que los navarros no estaban obligados a proporcionarles nada que no quisieran y siempre debería ser pagado a su justo precio, pero el retraso en las pagas obligaba a los soldados a recurrir a trabajos, a la mendicidad o a la violencia para sobrevivir. Toda esta situación iba en perjuicio de la relación entre civiles y militares, entre otras cosas porque bastaba la presencia de un contingente, por pequeño que fuere, en unas comunidades de recursos limitados como eran las navarras para desequilibrar peligrosamente la vida.

escopetero piquero Compañía Guarias Castilla
ESCOPETERO Y PIQUERO

Ante semejante situación, en 1612, un representante de las Cortes navarras solicitó que las Compañías de Guardas fueran retiradas del reino. En su lugar, se colocarían otras tantas de remisionados, como se designaba a aquellos hidalgos de la tierra que recibían un renta y que estaban obligados a tener armas y monturas para acudir a servir al rey cuando fueran requeridos para ello. Esta propuesta significaba una vuelta a los sistemas tradicionales de tropas autóctonas, y suponía un gran alivio para quienes soportaban los alojamientos de los guardas. Pero el Consejo de Guerra fue contrario a su debido tiempo, de modo que se recomendaba al virrey que buscara con urgencia medios para reunir fondos y mandara a sus hombres que no cometieran desórdenes en los alojamientos donde estaban destinados.

La decisión del Consejo puede demostrar la cautela con que se procedía en aquellos años, pues se habían producido situaciones complejas en las regiones fronterizas, donde no faltaban aventureros dispuestos a enriquecerse o urdir planes más o menos fantasiosos. En consecuencia, las tropas reales siguieron acantonadas en Navarra, tropas que en 1613 sumaban 674 plazas efectivas, constituidas por las de tres compañías, las de la ciudadela, las de los puertos, los entretenidos y 8 oficiales de infantería. Unas cifras que disminuirían en los años siguientes debido al mal estado de las fortificaciones navarras y vascas y a la falta de paga y las enfermedades.

La muerte de Enrique IV y la postura hispanófila de la regente María de Médicis, así como el desplazamiento hacia La Rochela del problema hugonote, dieron unos años de tranquilidad en la frontera navarra. Pero tras la llegada al poder de Richelieu, resurgió la amenaza de invasión francesa. Este primer consejero de la Corte francesa deseaba retomar los planes de Enrique IV sobre ese reino y apoderarse del Franco Condado, al que también consideraba pertenencia francesa.

puerta Santa María Fuenterrabía Hondarribia
PUENTE DE SANTA MARÍA EN FUENTERRABIA

Navarra y las Provincias Vascongadas se prepararon para la defensa fronteriza según las instrucciones recibidas desde Pamplona: se reparó el puerto de Pasajes, se dotó de pólvora al Señorío de Vizcaya y a los puertos de Guipúzcoa, se armó con artillería a las embarcaciones vascas, y se entregaron algunas patentes de corso a capitanes vascos para asaltar los barcos mercantes y navales franceses. Estas medidas de organización naval fueron muy bien recibidas en 1624 por los Consejos de Guerra y Estado.

En 1625, la Armada inglesa fracasó en su intento de capturar el puerto marítimo de Cádiz, produciéndose la ruptura entre las Coronas española e inglesa. Por otra parte, se recrudeció el problema de la Valtelina, en el que Francia estaba particularmente interesada. Sin embargo, las resistencias internas al poder de Richelieu y el éxito galo en Italia desviaron la presión francesa de la frontera navarra durante varios años.

Pero como la amenaza de ruptura flotaba en el ambiente, el Consejo de Guerra recomendó el alojamiento estratégico en Navarra de varias Compañías de las Guardias de Castilla. De manera que, en 1632, la compañía del condestable fue alojada en Allo, la del duque de Lerma en Tafalla, la de Esquilache en Obanos, la del marqués de Tovar en Barasoain y la del conde de Saldaña en Catarroso. Este contingente fue el principal elemento del dispositivo militar en Navarra con vistas a la inminente Guerra con Francia, declarada en 1635.

Esta acción defensiva vino a reforzar las descuidadas guarniciones vasca y navarras. Según las inspecciones efectuadas por el virrey Luis Bravo de Acuñala en 1632: la guarnición de la ciudadela, que era de 400 hombres, sólo estuvo atendida por 100 durante el verano de 1732; además existían deficiencias en hombres y medios, tanto en Navarra como en Guipúzcoa.

LUIS BRAVO DE ACUÑALA

De manera que, en estos años, las autoridades navarras se preocuparon en prevenir un posible ataque francés desde el otro lado de los Pirineos. Los primeros cinco años de la década de 1630 resultaron especialmente interesantes en el caso de Navarra por la existencia de dos documentos de organización defensiva de gran interés. El primero fue un muestreo de 1632, donde se analizó las diversas zonas fronterizas con Francia, se calcularon las plazas realmente cubiertas y las que serían necesarias, y se evaluaron las fuerzas francesas situadas al otro lado de los Pirineos. El otro documento fue una relación de los varones entre 18 y 60 años que podían ser movilizados en 1635 (el año de la declaración de guerra) en el Reino navarro.

Fue una relación de las ciudades, villas y lugares, especificando en cada caso el número de personas, los mosquetes, los arcabuces y las picas. De todos estos datos se puede deducir lo siguiente:
"El elemento civil que podía empuñar las armas en Navarra superaba ligeramente al que podía alinearse en Francia a lo largo de las fronteras de Labort, Baja Navarra, Soul y Béarn. Su armamento también podía equiparse en cantidad al francés y lo superaba claramente en calidad, como lo atestiguas innumerables testimonio de los soldados de los tercios, buenos conocedores del material europeo.
Navarra en ningún sentido estaba abandonada. Todo lo contrario, se contaba con ella para el dispositivo defensivo de España… No solamente la ciudad y la ciudadela de Pamplona sino el conjunto de las poblaciones del Reino… constituían potencialmente una colectividad en pie de guerra donde cualquier intento de invasión podía hallarse erizado de múltiples dificultades."

La aportación del reino en este orden de cosas tenía su importancia, sobre todo porque los apuros de la hacienda real eran los causantes de los retrasos en las pagas de las tropas reales, de que las deficiencias en las fortificaciones no acabaran de corregirse y de que las obras de acondicionamiento y mejora se eternizaban. Una situación muy generalizada en el resto del dispositivo militar de los Austrias, tanto en el interior como en el exterior, pues el que se cubriera en su totalidad el presupuesto militar anual era algo realmente insólito; lo normal era que se cubriera una parte solamente, que podía ser un tercio de lo presupuestado, la mitad o los dos tercios, de modo que siempre los soldados estaban faltos de sus ingresos en mayor o menor medida.

En 1604, el virrey navarro Juan de Cardona solicitó al Consejo de Estado que remediase la situación de las guarniciones de Pamplona y Fuenterrabía, pues la mayor parte de sus efectivos estaban enfermos y desuniformados. Pero como la situación no cambiaba, volvió a insistir en términos parecidos en 1607, lamentando que en esas circunstancias era imposible exigirlas a los hombres disciplina, moral y orden.

En 1610, el castellano de la ciudadela, Manuel Ponce de León, escribió en varias ocasiones pidiendo la mejora de las condiciones en que estaban sus hombres y los había "forzado de lo mucho que veo padecer a la gente de este presidio". Según su relato ni siquiera había camas suficientes, por lo que los soldados dormían en el suelo "de que se han seguido las enfermedades y muertes de ellos".

El Consejo de Guerra opinaba que era conveniente arbitrar remedio, pero no se produjo ningún cambio en los siguientes años. Ya en 1629, todavía denunciaba el virrey marqués de Fuentes, explicando que como en los últimos cinco años los hombres sólo habían recibido un socorro, los soldados se habían empleado en diversos oficios con los que poder servir. Precisamente, en el año 1629, los hombres cobraron por primera vez su paga íntegra y luego, como consecuencia de las recomendaciones de la Junta de Reformación y la puesta en marcha de la Unión de Armas en 1632, las fuerzas de infantería destinadas en Navarra recibieron en ese año cinco pagas y una en 1633.

Guardias centiles tercios infantería españoles
GUARDIAS CENTINELAS

No hay comentarios:

Publicar un comentario