14/01/2020

Pseudo-historicismo bizcaitarra del Nacionalismo vasco


A finales del siglo XIX, Sabino Arana definió la doctrina del Nacionalismo vasco bajo el término de Bizkaitarrismo y entre sus aspectos más significativos estaba la historia, o más bien la manipulación de la historia con fines políticos. Ya en su primer libro, Bizkaia por su independencia. Cuatro glorias parias, publicado en 1892, narraba de forma muy interesada cuatro batallas de la Edad Media: Arrigorriaga (1355), Gordejuela (1355), Ochandiano (1355) y Munguía (1470). Se trataban de enfrentamientos armados entre señores feudales, tan habituales en la España, y resto de Europa, de la Baja Edad Media. Pero Arana les atribuyó un marco que enfrentaba a vascos contra españoles. Fueron utilizadas como ejemplos ilustrativos del nuevo pasado de Vizcaya que estaba construyendo para dotar de legitimidad histórica a sus ideales políticos.

HISTORIA MITOLÓGICA DE SABINO ARANA

La batalla de Arrigorriga tan solo es una leyenda de dudosos orígenes, probablemente literarios, no existen crónicas historiográficas de la contienda. Fue a mediados del siglos XIV cuando esta leyenda se convirtió en una narración pseudohistórica gracia a la pluma del conde Barcelos. Este era un portugués amigo de los señores de Vizcaya, Juan Núñes de Lara y María Díaz de Haro, para cuya honra familiar inventó una bella historia de duendes, princesas y batallas inspiradas en los relatos artúricos tan de moda en la Europa medieval. Un siglos más tarde, el banderizo Lope García de Salazar recrearía la leyenda aportando nuevos elementos en sus Bienandanzas e fortuna del Señorío de Vizcaya.

A pesar de que la tradición literaria ubicaba esta leyenda en trono al siglo IX, Arana la fechó el 30 de noviembre de 888.

BIZKAIA POR SU INDEPENDENCIA POR SABINO ARANA

Las batallas de Gordejuela y Ochandiano enfrentaron al señor de Vizcaya, Tello de Trastámara, con su hermano el rey Pedro I el Cruel. Arana llegó a trasladar a aquellos tiempos sus deseos, atribuyendo a los guerreros de Tello "su corazón nacionalista" que les habría llevado a tomar la determinación de "o libro a ki patria Bizkaya de la ambición española o no vuelvo a abrazar a mis padres y a mi esposa".

Arana no solo llegó a convertir un enfrentamiento señorial en un supuesto conflicto nacional, sino que además pasó por alto detalles tan significativos como el de la manifestación de fidelidad de los vizcaínos al rey. Así pues Pedro les pidió que reconocieran al infante Juan y a Isabel de Lara como sus señores de Vizcaya, y esta fue la contestación:
"... nunca habría otro señor en Vizcaya salvo el rey de Castilla, y que querían ser de su corona dél, y de los reyes que después dél reinasen en Castilla."

Cuando Enrique de Trastamara venció finalmente en la guerra civil contra Pedro I, devolvió el Señorío de Vizcaya a su hermano Tello, quien, al morir en 1370, lo transmitió al infante y futuro rey Juan I, en la persona del cual se unificaron definitivamente las condiciones de rey de Castilla y señor de Vizcaya hasta la actualidad.

La fragmentación señorial de la Europa medieval y las fidelidades vasalláticas causaron situaciones de enfrentamiento entre unos señores y otros, que han sido utilizadas por los independentistas vascos para extraer consecuencias "nacionales", mediante una interpretación interesada pero nada rigurosa y científica. Así pues, este Bizkaia por su independencia se convirtió en el más importante trabajo de manipulación histórica efectuado por Arana, considerado por sus primeros seguidores como el punto de arranque de la conciencia nacional vasca.

NACIONALISMO VASCO POR SABINO ARANA

Ceferino de Jemein, su biógrafo, lo definió como: "El libro despertador de la conciencia nacional euzkadiana, el que más vascos ha ganado para la Patria".

Pedro de Baldasua declaró que "Bizkaya por su independencia fue y sigue siendo un grito conmovedor a la conciencia, un irrintzi vibrante lanzado a las entrañas mismas de la patria aletargada, agonizante. Fue el grito de afirmación de vida, mejor aún, de salvación".

Por contra, Arana chocaba de frente con la investigación científica de la historia y con los historiadores serios de su época, como Labayru o Echegarary.

Fue el caso del erudito vizcaíno Estanislao J. de Labayru, a quien desaconsejó la lectura de sus rigurosos estudios históricos a los lectores del periódico Bizkaitarra, porque contradecían sus leyendas y, por tanto, sus ideas nacionalistas:
"... no le guía el patriotismo; guíale el amor a los estudios históricos. Entonces no es su obra una ofrenda a la Patria; es meramente un material que aporta al edificio de la historia universal."

Otro fue el guipuzcoano Carmelo de Echegaray, designado cronista oficial de las Provincias Vascongadas por acuerdo de las tres diputaciones y miembro del consejo directivo de la revista bilingüe Euskalerriaren Alde y de la Revista Internacional de Estudios Vascos. Echegarary polemizó en varias ocasiones con los nacionalistas, cuyos planteamientos históricos consideraba erróneos. En una de esas, acusó al periódicos de Arana, Bizkaitarra, de ocultar las verdaderas glorias patrias vascas (Urdaneta, Legazpi, Elcano, Oquendo, Churruca, Lezo, Mazarredo, etc.). Y Arana contestó que: "no constituyen verdaderas glorias", por lo que el nacionalismo "no tiene inconveniente en cedérselas al pueblo que ya está acostumbrado a exaltar como glorias nacionales a hombres y hechos que sólo pueden deshonrar su historia".

IKURRIÑA POR SABINO ARANA

Décadas más tarde, en 1934, el literato alavés Ramiro de Maeztu escribió sobre la irracionalidad de los nacionalista ante el hecho de negar la realidad histórica:
"El nacionalismo vasco no se ha cuidado nunca del elemento intelectual, y como la inteligencia es la facultad de ver las cosas como son, no se ha querido enterar nunca de que la voluntad no puede hacer que sean de otro modo que tan y como son. Puede asegurarse que Sabino Arana ignoraba no sólo la historia de España, sino la de su país. Mucho después de muerto Sabino, los primates nacionalistas se han opuesto en su seno un Centro de Estudios Históricos por temor a que se quebrantasen los fundamentos inconmovibles del nacionalismo."

Los nacionalistas siempre han lamentado los hechos históricos, en lugar razonarlos. Un claro ejemplo lo ofreció el dirigente del PNV y ministro de Justicia de la II República, Manuel de Irujo, cuando escribió en 1942:
"Conste que el hecho de nuestra existencia, sea cualquiera la estimación que provoque en los restantes hombres y pueblos, está unido hoy a una auténtica y firme voluntad de persistir, de manera singular para nuestro espíritu racial y para nuestra cultura nacional que es su expresión; y esta suprema determinación la mantenemos con la historia en la mano, sin ella, o contra ella si fuere preciso."

BILBAO A SABINO ARANA

Dos décadas más tarde, en 1965, el periódico de tendencia nacionalista Alderdi, publicó un artículo titulado El ideal nacionalista y la Historia vasca. Su autor fue fiscal general de Euzkadi en 1936, Idelfonso Gurruchaga (publicaba bajo el seudónimo de Íñigo de Uranga), que explicaba las verdaderas intenciones de los nacionalistas con respecto al conocimiento histórico:
"... no hay contradicción entre el movimiento nacionalista vasco moderno y el pasado de nuestro país, sino todo lo contrario; si alguna duda surgiese de la lectura de nuestra historia, toca revisar no el valor del movimiento nacionalista sino el de la historia, mejor dicho de la historiografía. Son nuestros documentos históricos los que necesitan revisión, pues vienen deformados desde hace varios siglos a consecuencia de muchos factores."

Lo que trata de explicar es que cuando los hechos históricos no se adecuan a la voluntad nacionalista, entonces estos están equivocados.

Incluso el autor nacionalista Bernardino de Estella llegó a sincerarse con estas intenciones, declarando la voluntad de utilizar argumentos históricos falsos siempre que fuesen eficaces. Su Historia vasca, publicada en 1931, es una de las obras clásicas de la historiografía nacionalista y en ella explicaba que la batalla de Arrigorriaga "no pasaba de ser una leyenda", pero como era un símbolo mítico del enfrentamiento entre vascos y españoles en el que se fundamentaba la ideología nacionalista, asumió como hecho histórico verdadero este mito por la repercusión política que suponía:
"Aunque no sea del todo cierta esta batalla y esta victoria, se celebra anualmente en Bizkaya como un símbolo de las luchas contra los extranjeros. En este sentido su recuerdo debe mantenerse vivo entre los bizkaínos y entre los demás vasco."

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