MIGUEL JOSÉ DE AZANZA
Natural de Aoiz, Navarra, donde nació en 1745. Cuando Miguel José de Azanza contaba con 17 años de edad, viajó al Virreinato de la Nueva España, en compañía de su tío José Martín de Alegría. Allí se colocó como secretario del visitador general José García de Gálvez, con el que recorrió la colonia conociendo muchos de sus problemas.
En 1771, regresó a la metrópoli y se alistó en el Regimiento de Infantería, pero abandonó la milicia para iniciar una carrera administrativa ingresando en el cuerpo diplomático. Ostentó la representación de encargado de negocios de la embajada de España en Prusia y de secretario de la embajada de España en Rusia.
En diciembre de 1795, fue nombrado secretario de Estado y más tarde secretario del Despacho de Guerra cargo que mantuvo hasta octubre del año siguiente.
Con la caída en desgracia de Manuel Godoy, primer ministro de Carlos III que firmó la paz de Basilea con Francia, Azanza fue nombrado virrey de Nueva España, sustituyendo a Miguel Grúa Talamanca y Branciforte, que era un protegido de Manuel Godoy.
En 1798, llegó de nuevo a México, tomando posesión del cargo de virrey de Nueva España el 30 de mayo. Encontró un ambiente de bienvenida y esperanza basado en el deseo de los habitantes de Nueva España de que cambiara la situación que el anterior virrey había ido provocando durante su mandato.
Azanza fue desmovilizando las concentraciones de tropa que su antecesor había hecho y fortificando algunos puntos del virreinato, como el puerto de San Blas.
En 1799, hizo frente al alzamiento independentista conocido como la rebelión de los machetes que lideraba Pedro Portilla que pretendía la expulsión de los españoles peninsulares de la colonia, los llamados gachupines. Los rebeldes reunieron un grupo de unas 20 personas armados de sables con intención de apoderarse del virrey ocupar su lugar, puesto que ocuparía Portilla. La conspiración quedó frustrada cuando uno de los participantes, Francisco de Aguirre puso los planes en conocimiento de las autoridades.
Una de las acciones menos conocidas del
Miguel José de Azanza como virrey fue la de la limpieza de la ciudad, que se
tuvo como referente el exterminio de los perros callejeros por motivos
sanitarios. Se estima que se ejecutaron más de 14.000 perros entre los años
1798 y 1801, ya que eran considerados como una plaga que atraía pestes y
enfermedades.
El objetivo final era el de convertir la
ciudad de México en una urbe a imagen y semejanza de las grandes ciudades
europeas de aquella época. La construcción de espacios públicos conformados por
parques y plazas muy limpias, debía ser completada por una cierta apariencia
social.
En 1800, Azanza volvió a España
accediendo a puestos en el gobierno de la nación. En marzo de 1808, tras el
motín de Aranjuez, que supuso la caída definitiva de Godoy, el rey Fernando VII
le nombró secretario de Hacienda. Azanza simpatizaba con las ideas
nacidas de la Revolución francesa y formaba parte del grupo conocido como de
los afrancesados. Fue uno de los redactores del Estatuto de Bayona, en el que participó a instancia de Napoleón.
Tras el nombramiento del hermano de Napoleón como rey de España, José I Bonaparte, fue secretario de Asuntos Exteriores, y, desde 1811, embajador en París. José I le nombro duque de Santa Fe.
Al finalizar la Guerra de la
Independencia, Azanza se exilió en Francia, donde permaneció hasta su muerte el
20 de junio de 1826, en Burdeos. Su participación al lado de los franceses le
llevó a ser juzgado, sentenciado a muerte y confiscado su patrimonio.
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