Los Olazabal fueron un ejemplo de surgimiento, persistencia y transformación de las élites locales de Irún, un grupo de poder que ha permanecido a lo largo del tiempo.
La casa-palacio de este preclaro linaje llegó a adquirir renombre en Irún, tanto por la cuantía de las rentas que poseía y la extensión de su propiedad en territorio de la villa, como por los servicios que han prestado sus descendientes a los Reales Tercios y Armadas de la Monarquía española durante tres siglos.
Como prueba de la importancia que adquirió esta suntuosa morada está el alojamiento del príncipe de Condé que hizo en 1719, con gran acompañamiento de señores y oficiales. En 1808, se hospedó en ella el príncipe Fernando VII y la princesa de Sajonia, y en 1819 la reina de España, María Josefa Amalia.
Como prueba de la importancia que adquirió esta suntuosa morada está el alojamiento del príncipe de Condé que hizo en 1719, con gran acompañamiento de señores y oficiales. En 1808, se hospedó en ella el príncipe Fernando VII y la princesa de Sajonia, y en 1819 la reina de España, María Josefa Amalia.
Juan Martínez de Olazabal vivió a finales de la Edad Media. Era propietario de ferrerías, y con él comenzó a posicionarse su linaje en la escala social.
Generaciones más tarde, los intereses económicos de Guipúzcoa ya no estaban en las ferrerías, sino en el comercio de Indias. En este mercado un Olazabal comenzó a hacer fortuna, ese fue Juan Antonio de Olazabal y Emparan, sirviendo en la Armada del mar Océano y en la Armada de la Carrera de Indias. Combatió en diversos combates navales durante la Guerra de los Treinta Años, contra Francia y Holanda. Primero estuvo a las órdenes de su paisano el general Sancho de Urdanibia, cerca de las islas de la Tercera en 1633, después sobre el Pan de la Cabana contra la Armada de Holanda en 1638, y guardó el puesto de la Caleta en 1641 para evitar el desembarco de las tropas de Pie de Palo. En 1642, se le concedió la plaza de ayudante de la armada de Francisco Messia.
Tras abandonar su brillante carrera militar, se retiró a Irún para fundar el mayorazgo. Sus herederos fueron aumentando el patrimonio y manteniéndose en el poder mediante diferentes estrategias, adaptándose a los distintos momentos políticos y sociales para conseguir permanecer en el poder.
Tras abandonar su brillante carrera militar, se retiró a Irún para fundar el mayorazgo. Sus herederos fueron aumentando el patrimonio y manteniéndose en el poder mediante diferentes estrategias, adaptándose a los distintos momentos políticos y sociales para conseguir permanecer en el poder.
Juan de Olazabal Astigar fue caballerizo real, secretario del rey Felipe IV y contador general del Consejo supremo de la Santa Inquisición. Al servicio de la monarquía, estaba muy bien situado y tuvo una vida muy interesante desde todos los puntos de vista, incluso el cultural.
Desde 1673 a 1677, fue secretario del marqués de Carpio en la embajada de Roma. En 1679, tomó el hábito de Alcántara en Roma. Cuando el marqués paso al Virreinato de Nápoles, fue enviado a la ciudad de Linz en comisión, con varios regalos para el emperador de Alemania y los duques de Lorena y Baviera. Por el buen desempeño de la comisión, recibió magníficos presentes de las personas agasajadas. Al volver a España, en junio de 1688, tuvo que pelear contra tres navíos de Francia y se comportó valientemente.
De él surge la figura de Domingo Ignacio Olazabal, un personaje muy interesante cuyo hijo inició la rama Arbelaiz de este linaje. Domingo Ignacio fue, además, el primer alcalde del Irún independiente y el gran promotor de la casa consistorial, de cuyas obras se ocupó.
Ya en el siglo XVIII, destacó Juan Antonio de Olazabal Recalde. Sentó plaza de guardia marina en 1749, y sirvió a la Real Armada española durante treinta años, tomando parte en muchos sucesos navales. Destacó en el combate del cabo de San Vicente contra la capitana y almiranta de Argel. Estando propuesto para capitán de navío, se retiró a su casa falto de salud. Desde Irún, desempeñó diferentes cargos de importancia, como fueron el de inspector de la fábrica de anclas de la Real Armada, el de director de la real fábrica de Tolosa y de Placencia, y otros más que prueban su valía. Su hermano Pedro Ignacio de Olazabal Recalde fue agraciado por el rey, en 21 de abril de 1786, con la cruz y pensión de Carlos III, vacante por fallecimiento del marqués de Andía, y en agosto fue nombrado caballerizo de campo del rey.
También marino de prestigio fue Juan José de Olazaba Beroiz, conseguido heroicamente en el combate del cabo de Finisterre, en julio de 1805, contra la Armada británica. Allí dirigió un piquete de cien hombres a bordo del navío San Rafael, y tomó parte después en otras acciones de guerra. Fue caballero de la Orden de San Fernando y de la de San Hermenegildo, brigadier de los ejércitos nacionales, jefe de la primera Brigada de Andalucía, coronel del Regimiento de Infantería del infante Carlos, condecorado con las cruces del tercer ejército por su participación en las batallas de Bailén, Bubierca, Aranjuéz, Almonacid, Chiclana (de la Guerra de la Independencia española), y el escudo de Torralba, etc.
Fue alcalde de la villa de Irún en varias ocasiones, se hizo cargo del mayorazgo hasta su muerte en 1818. Su sobrino, Juan José de Olazabal Gaytán, recibió a los reyes Fernando VII y a Carlos IV, para felicitarlos por el matrimonio del infante Carlos María.
Desde 1673 a 1677, fue secretario del marqués de Carpio en la embajada de Roma. En 1679, tomó el hábito de Alcántara en Roma. Cuando el marqués paso al Virreinato de Nápoles, fue enviado a la ciudad de Linz en comisión, con varios regalos para el emperador de Alemania y los duques de Lorena y Baviera. Por el buen desempeño de la comisión, recibió magníficos presentes de las personas agasajadas. Al volver a España, en junio de 1688, tuvo que pelear contra tres navíos de Francia y se comportó valientemente.
De él surge la figura de Domingo Ignacio Olazabal, un personaje muy interesante cuyo hijo inició la rama Arbelaiz de este linaje. Domingo Ignacio fue, además, el primer alcalde del Irún independiente y el gran promotor de la casa consistorial, de cuyas obras se ocupó.
PALACIO DE OLAZABAL EN ZUMAIA |
Ya en el siglo XVIII, destacó Juan Antonio de Olazabal Recalde. Sentó plaza de guardia marina en 1749, y sirvió a la Real Armada española durante treinta años, tomando parte en muchos sucesos navales. Destacó en el combate del cabo de San Vicente contra la capitana y almiranta de Argel. Estando propuesto para capitán de navío, se retiró a su casa falto de salud. Desde Irún, desempeñó diferentes cargos de importancia, como fueron el de inspector de la fábrica de anclas de la Real Armada, el de director de la real fábrica de Tolosa y de Placencia, y otros más que prueban su valía. Su hermano Pedro Ignacio de Olazabal Recalde fue agraciado por el rey, en 21 de abril de 1786, con la cruz y pensión de Carlos III, vacante por fallecimiento del marqués de Andía, y en agosto fue nombrado caballerizo de campo del rey.
También marino de prestigio fue Juan José de Olazaba Beroiz, conseguido heroicamente en el combate del cabo de Finisterre, en julio de 1805, contra la Armada británica. Allí dirigió un piquete de cien hombres a bordo del navío San Rafael, y tomó parte después en otras acciones de guerra. Fue caballero de la Orden de San Fernando y de la de San Hermenegildo, brigadier de los ejércitos nacionales, jefe de la primera Brigada de Andalucía, coronel del Regimiento de Infantería del infante Carlos, condecorado con las cruces del tercer ejército por su participación en las batallas de Bailén, Bubierca, Aranjuéz, Almonacid, Chiclana (de la Guerra de la Independencia española), y el escudo de Torralba, etc.
Fue alcalde de la villa de Irún en varias ocasiones, se hizo cargo del mayorazgo hasta su muerte en 1818. Su sobrino, Juan José de Olazabal Gaytán, recibió a los reyes Fernando VII y a Carlos IV, para felicitarlos por el matrimonio del infante Carlos María.
Ramón de Olazabal Arteaga entró de cadete en el batallón de las Navas en 1851. Tomó parte en la batalla de Wad-Ras en África en 1860, con el Tercio de Guipúzcoa. En 1872, se incorporó al Batallón de cazadores de Alcolea, y el mismo año entró en el Cuerpo de Miqueletes de Guipúzcoa, alcanzando el grado de coronel por los servicios prestados en combate contra los carlistas. En 1874, fue nombrado jefe del citado cuerpo. Recibió varias heridas durante su carrera militar y murió en su casa de Irún en enero de 1892.
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