El control sobre los nombramientos episcopales que ejercían o procuraban ejercer los reyes navarros se combinaba con la protección y exaltación tanto de la sede episcopal como de la catedral de Pamplona. Uno de los terrenos donde se evidenció la acción protectora de la monarquía fue en la geografía eclesiástica. El proyecto de fortalecimiento de la monarquía llevaba implícito el rechazo de cualquier autoridad extranjera que proyectara su jurisdicción sobre el reino. Los monarcas no estaban de acuerdo con los desajustes de los límites diocesanos, que ocasionaban la adscripción de muchos navarros a obispos situados fuera del reino y cuya autoridad espiritual podía ejercerse contra los intereses navarros por presiones de los reyes de Castilla, Aragón y Francia. La complicada situación provocó intentos de reforma de límites y de creación de una provincia eclesiástica navarra, buscando adecuar fronteras eclesiásticas a las civiles. La Santa Sede se mostró cautelosa y, aunque inició algunos proyectos, siempre los detuvo, al comprobar los enfrentamientos o protestas de los reinos afectados, dejando traslucir con esta prudencia que las modificaciones de la organización eclesiástica tenían que intentar disminuir las tensiones políticas, pero no crearlas ni aumentarlas.
Hasta 1318, Pamplona dependió de la sede arzobispal de Tarragona, pero entonces fue adscrita a la nueva provincia eclesiástica de Zaragoza. En 1330 Felipe III de Evreux quiso convertir a Tudela en sede episcopal, asignándole el territorio navarro dependiente de Tarazona, pero la oposición del rey aragonés hizo fracasar el proyecto.
Temporalmente Pamplona fue diócesis exenta (1385-1418), pero Carlos III no logró convertirla en sede arzobispal (1406), de la que dependerían tres obispados: Irache, Tudela y Roncesvalles, que incorporaban los territorios navarros de Calahorra, Tarragona y Bayona. A cambio Calahorra recibiría Guipúzcoa y Tarazona, y Zaragoza se repartiría la Valdonsella. La oposición de los reyes y los obispos afectados hizo fracasar el proyecto. El intento se repitió en torno a 1500, con algunas variantes. Las diócesis sufraganeas se establecerían en Tudela, Roncesvalles y Sangüesa y se intentarían también en la nueva provincia eclesiástica de Pamplona las diócesis de Lescae y Olorón, que abarcaban territorios franceses de la casa de Foix. Se pretendía juntar en una sola provincia eclesiástica los dominios que los monarcas navarros tenían a ambos lados del Pirineo. Este objetivo político despertó aún más oposición que el anterior plan y condujo de nuevo a su fracaso.
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