Ramiro
de Maeztu y Miguel de Unamuno forman parte de la denominada Generación
del 98 que se dedicaron a la literatura y la filosofía, entre otras
disciplinas de erudición. Fueron dos paradigmas de la preocupación
por el estado de España, ideólogos del movimiento de la Hispanidad, afrontaron una problemática que debía conciliar fe y razón, religión y ciencia. Sus ideas evolucionaron desde el sentimiento religioso al
Modernismo filosófico, incluso al Socialismo, pero un Socialismo que
está intrínsecamente relacionado con el Cristianismo.
En
el caso de Ramiro de Maeztu, el alavés fue claro en una serie de artículos
publicados en el periódico barcelonés El Diluvio, bajo el título
general La teología socialista, en 1907. El Socialismo que Maeztu
describió estaba lleno de preocupaciones religiosas, que de algún
modo justifican la vinculación entre Teología y Socialismo. Esta
relación acercaría mejor a los orígenes del Cristianismo y al
fomento religioso que dio origen a la tradición cristiana acorde con
el "Comunismo" que practicaron los primeros cristianos.
Las
frases en que Socialismo y Modernismo se identifican aparecen muy
claras en diversas partes de esos artículos. Nunca le importó que
pudiera molestar a teólogos y a marxistas; al contrario,
para Maeztu fue una doble ventaja:
"… irritar al mismo tiempo a muchos teólogos y a muchos socialistas, a los teólogos que desearían colocar su ciencia fuera del campo de las luchas humanas, como si la teología fuese invención de monos, y no de hombres, y a los socialistas marxistas, cuyo materialismo histórico no les permite enterarse de que su movimiento, excelente como es en el fondo, no es creación de la máquinas, como ellos suponen, olvidándose de que las máquinas no han inventado nada, sino que, por el contrario, el socialismo es cosa de hombres como lo son las máquinas. El socialismo es la reunión de hombres bajo un credo y, por tanto, un movimiento religioso bajo una bandera teológica."
Aquel
pensamiento coincidió con la proclamación de la denominada Condena
Pontificia al Modernismo teológico, por el papa Pío X en 1907, y por la cual tomaba medidas para evitar que esta corriente dañase a la fe de los católicos. Al respecto, Maeztu dejó bien claro que:
"Si el Vaticano se ha creído obligado a condenar el modernismo en los países católicos es porque también hay en ellos teología socialista."
Y
añadió que:
"En los países latinos hay teólogos innovadores o modernistas o resucitadores de la vida teológica, y hay también católicos socialistas agitadores, agrupadores de multitudes rebeldes contra el régimen social imperante; pero los teólogos van por un lado y los socialistas por otro lado."
Aquella
condena pontificia sumió a Maeztu en un evidente pesimismo:
"El Papa ha dictado su sentencia. ¿Qué harán ahora? Lector: el cronista opina que se someterán, que callarán sus dudas, que se guardarán sus dudas, que se las guardarían y que seguirían practicando rutinariamente las ceremonias mágicas en que han dejado ya de creer. Las tentativas de renovación católica han tenido hasta ahora fin triste. La Iglesia de Roma es todavía demasiado fuerte cuando se la mira desde dentro. Los innovadores no tienen el suficiente arranque para abandonarla definitivamente. Y es que sus tentativas no son integrales; no surgen de la cabeza y del corazón al mismo tiempo, sino sólo de la cabeza o sólo del corazón…
La renovación religiosa no puede hacerse desde dentro de Roma, porque los renovadores son inciertos e incompletos. La renovación no podrá hacerse hasta que la hagan hombres de tipo del reverendo R. J. Campbell, el pastor del City Temple de Londres, y es muy difícil que en la Iglesia de Roma se incuben hombres de esa fibra."
Estaba
desarrollándose en Maeztu la idea de un Cristianismo secularizado en
clave socialista y al estilo del propuesto por R. J. Campbell en su The New
Theology, libro publicado en Londres, en 1907. Las preocupaciones de
renovación social y políticas que motivaban las preocupaciones
intelectuales de Maeztu en su etapa joven, encontraron en esta obra
argumentos positivos para hacerlos compatibles con el Cristianismo, y
más tarde, con el Catolicismo.
Fue
una de las influencias intelectuales que sufrió durante su estancia
en Inglaterra, y que determinaron su evolución filosófica
posterior. Y
estos nuevos planteamientos le suscitaron alguna esperanza en el
futuro de la juventud española:
"Pero esta indiferencia religiosa de la España actual no puede prolongarse mucho. Ese país 'que quiso demasiado', según la frase magnífica de Nietzsche, no es posible que haya renunciado definitivamente a querer cosa alguna, como no sea su propia disolución. Ya hay síntomas de cambio. La ola de esteticismo, de inmoralismo y de sensualismo que ha venido sepultando a las generaciones intelectuales de Madrid ya está pasando. Ya se anuncia otra novísima generación más espiritualista, más humana y a la vez más alegre y más seria. Ya se entrevé la necesidad de una fe religiosa en que se fundamente la moral."
Durante
su etapa inglesa, el pensamiento de Maeztu evolucionó del
Socialismo al Catolicismo, y en aquel proceso la cuestión de la filosofía Modernista tuvo una incidencia notable. Era uno más de una gran
parte de la intelectualidad española de su época que abordó la
necesidad de una reforma religiosa, que entró en el ámbito de su
problemática a la vez que convergió con el Modernismo.
En
1909, el vizcaíno Miguel de Unamuno calificó al Modernismo como "la tendencia
más vigorosa, más renovadora y a la vez más profunda que desde
hace mucho haya nacido". Esta corriente tuvo que ejercer alguna
influencia en su obra y pensamiento, puesto que abordó la
problemática de las relaciones entre ciencia y religión, núcleo
medular también del Modernismo filosófico.
Desde 1902, dejó
constancia de querer escribir un libro con el título de Ciencia y
Religión o Razón y Fe, y aunque nunca fue escrito
de forma concreta,
ideas acorde a esta dicotomía quedaron reflejadas a lo largo de su extensa
erudición. Posiblemente
sea su principal libro filosófico Del sentimiento trágico de la
vida la obra en la que abordó como argumento central la lucha entre
razón y fe, entre ciencia y religión. Era el tema que le preocupó
desde inicios del siglo XX, y así lo explicó:
"Hoy viene otra, la filosofía científica, y no me cabe duda de que lo que de cristianismo vive (lo íntimo de él) arraigará en la filosofía científica moderna. Y llegará el día en que los grandes principios científicos modernos de la conservación de la energía, de la unidad de las fuerzas físicas, de la evolución de las especies orgánicas, etc., sean dogmas religiosos, fuentes de consuelo y de conducta para los hombres."
Unamuno
consideraba al Evolucionismo como la doctrina científica más
importante de su tiempo y una de las más importantes de todas las
épocas. De hecho, en 1901, comparó la influencia y repercusión de
Darwin en
su época con el que obtuvo Lutero en el Renacimiento y en el ámbito
específico religioso.
La
crisis religiosa unamuniana es un eslabón más de una amplia y
profunda crisis que estaba sacudiendo a la Cristiandad desde los
tiempos de la Reforma. Para el vizcaíno, el conflicto filosófico entre ciencia y
religión había desarrollado una tensión irreconciliable que se
presenta como condición permanente de la existencia religiosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario