14/05/2019

Cartas e instrucciones de Urdaneta para la expedición a las Filipinas


El 16 de octubre de 1538, fray Andrés de Urdaneta tomaba parte de la Expedición a la Especiería liderada por Pedro de Alvarado que partía desde Sevilla. A la llegada en Guatemala, Alvarado comenzó los preparativos de una flota para iniciar el viaje, pero sus malas relaciones con el virrey de la Nueva España, Antonio de Mendoza, hicieron que el mando de la expedición pasase a poder de Villalobos, que volvería a fracasar en el intento de tornaviaje. Alvarado moría en 1541, durante la insurrección indígena en Nueva Galicia.

A partir de entonces, Urdaneta ya hacía las funciones de corregidor y más tarde visitador de varias poblaciones del Virreinato de la Nueva España, pudiendo así conocer la costa norte virreinal. Entre sus cometidos destacó la investigación sobre la fracasada expedición de Cabrillo a la costa californiana, en 1542. Además, escribió un relato sobre variados temas como la navegación por el Caribe, la formación de los ciclones tropicales, la reproducción de las tortugas marinas o la curación de las fiebres tropicales.

ANDRÉS DE URDANETA

Por orden del virrey, en 1547, Urdaneta fue nombrado almirante de una armada que debía de organizar para pacificar el Perú, pero el éxito de Lagasca hizo innecesaria la expedición.

El 20 de marzo de 1553, en México, Urdaneta ingresó en la Orden de los Agustinos, muy implicados en la educación de las élites indígenas, con quienes había mantenido contactos a raíz de su expedición, y fue nombrado maestro de novicios en uno de los establecimientos mexicanos de la orden. Mientras tanto, compatibilizaba responsabilidades eclesiásticas con actividades náuticas, ya que participó en la fracasada expedición a Pensacola de Tristán de Luna y Arellano, en 1559, y mantuvo estrechas relaciones con su posterior conquistador, Pedro Menéndez de Avilés.

A pesar de los sucesivos naufragios que hacían creer que la vuelta por la ruta del Pacífico seguía siendo un camino imposible, la voluntad política de la Monarquía española no cesó en su empeño. Fue el virrey de Nueva España, Luis de Velasco, quien puso en conocimiento al rey Felipe II la existencia de un experto marino retirado en un convento del virreinato con la suficiente experiencia como para emprender una expedición que llegase a las islas del este asiático y volviera a Nueva España.

El virrey Velasco se había asegurado que este monje agustino sumaba años de experiencia marinera y de peripecias viajeras, con suficiente caudal de conocimientos y vivencias acumulados como para ser capaz de materializar tan complicada aventura.

Había estado en la expedición de Loaisa, siendo uno de los 17 supervivientes de los 105 hombres que llegaron a las islas Molucas. Fueron casi 10 años de aventuras y dificultades, en las islas y puerros o fortalezas de Tidore, Gilolo, Terrenate, Zamafo, etc., describiendo derroteros de navegación y analizando el clima y las corrientes marítimas de aquellas islas. En su retorno hacia Lisboa había pasado por Banda, Java, Malaca, Cochín, Ceilán, Cabo de Buena Esperanza, Santa Elena, etc.

Su fama de cosmógrafo había traspasado los muros del convento agustino, y más aún su desafiante frase escrita por Velasco: "Él sabría volver de Filipinas a México, atravesando el Pacífico, hasta en carreta".

El virrey Velasco sugirió al rey que escribiera personalmente a Urdaneta y le convenciera para que se incorporase a una nueva expedición para llegar a Oriente e intentar la ruta del tornaviaje. Felipe II envió una carta de petición a Urdaneta con el siguiente texto:
"Devoto Padre fray Andrés de Urdaneta, de la Orden de San Agustín. Yo he sido informado que vos, siendo seglar, fuisteis en la Armada de Loaisa y pasasteis el Estrecho de Magallanes, donde estuvisteis ocho años en nuestro servicio. Y porque ahora nos habemos encargado a D. Luis de Velasco, nuestro visorrey en esa Nueva España, que envíe dos navíos al descubrimiento de las islas del poniente hacia los Malucos, y les ordene lo que han de hacer conforme a la instrucción que se le ha enviado, y porque, según la mucha noticia que dice que teneis de las cosas de aquella tierra y entender, como entendéis, bien la navegación de ella y ser buen cosmógrafo, sería de gran efecto que vos fuésedes en los dichos navíos, así para lo que toca a la navegación como para el servicio de Dios nuestro Señor y nuestro. Yo vos ruego y encargo que vayáis en los dichos navíos y hagáis lo que por el dicho Virrey os fuera ordenado, que, de más del servicio que haréis a nuestro Señor, yo seré muy servido y mandaré tener cuenta con ello para que recibáis merced en lo que hubiere lugar.

De Valladolid a 24 de septiembre de 1559.

Yo el Rey."

FELIPE II, PRÍNCIPE DE ASTURIAS, POR TIZIANO

Fue gracias a una petición directa de Felipe II el hecho que convenció a Urdaneta desempeñar tan difícil empresa, cansado de tantas peripecias marinas, pero una petición real no ofrecía cuestionamiento, y Urdaneta aceptó la petición del monarca. Eso sí, ante todo Urdaneta deseaba respetar los acuerdos de Zaragoza formados por Carlos V, padre de Felipe II, y el reino de Portugal, por el cual los archipiélagos de las Molucas y las Filipinas eran dominios de Imperio luso. Su expedición exploraría en Nueva Guinea, pero no en esas regiones, al menos que fuese por cuestiones humanitarias para rescatar a los que allí habían quedado de las anteriores expediciones. Bajo esas condiciones emprendería aquella aventura.

Por otra parte, Felipe II sabía, puesto que fue informado de ello, que las Filipinas caían en la demarcación portuguesa según el Tratado de Tordesillas, pero también que aquel archipiélago no estaba habitad por portugueses. El virrey Velasco aceptó las condiciones de Urdaneta para alistarse, porque era el vasco quien poseía, según él mismo afirmaba, el secreto del tornaviaje.

Siendo ya designado Urdaneta como director técnico, este eligió a Miguel López de Legazpi como capitán general de la expedición. Así parece deducirse de la carta del virrey Velasco:
"Miguel López de Legazpi, natural de la provincia de Lepuzcoa, hijodalgo notorio de la casa de Lezcano, de edad de cincuenta años y más de veintinueve que está en esta Nueva España. Y de los cargos que ha tenido y negocios de importancia que se le han cometido ha dado buena cuenta, y a lo que de su cristiandad y bondad hasta ahora se entiende, no se ha podido elegir persona más conveniente y más a contento de fray Andrés de Urdaneta, que es el que ha de gobernar y guiar la jornada porque son de una misma tierra y deudos y amigos, y conformarse ha."
Se trataba de un abogado guipuzcoano Zumárraga, que había desempeñado varios cargos administrativos importantes en el Virreinato de la Nueva España, como por ejemplo alcalde de la ciudad de México. Era un rico terrateniente, con una familia numerosa y una posición sólida y estable, pero bastó la petición real de Felipe II para dejarlo todo y entregarse a la causa de su monarca, muy superior a sus intereses personales.

A principios de la década de 1560, comenzaron los preparativos de la expedición transpacífica. Mientras Urdaneta escribía un Derrotero de la navegación que debía hacerse desde Acapulco para las islas de Poniente, dirigió la construcción de la flota, contratando a sus tripulantes.

La preparación de las embarcaciones se fue retrasando en más de un año, debido al fallecimiento del virrey Luis de Velasco. Sus funciones las asumió interinamente la Real Audiencia de Nueva España, que no se mostraba tan proclive a las peticiones de Urdaneta, y sí a seguir los verdaderos deseos de Felipe II, que eran los de ocupar y colonizar las Filipinas, para controlar el océano Pacífico por sus dos extremos oriental y occidental. Oficialmente se dijo que se dirigían a Nueva Guinea, pero que en el curso del viaje se abrirían ciertas instrucciones secretas, que de momento se guardarían en el camarote del capitán, dentro de un cofre bajo tres llaves custodiadas por sendas personas, según costumbre de esos tiempos.

ANDRÉS DE URDANETA, MARTÍN DE RADA Y FELIPE II

El día 21 de noviembre de 1564, partió del puerto de Navidad la expedición formada por cuatro barcos y un pequeño bergantín. Mientras que Legazpi era el gobernador y capitán general de las Islas de Poniente, Urdaneta era el director náutico y espiritual de la expedición, esta última función bajo el título de "protector de los indios" de las tierras por descubrir, y con la misión expresa de encontrar el camino de vuelta a América desde Asia.

Cuando llevaban varias jornadas de navegación, Legazpi decidió abrir el cofre para leer las instrucciones ante la oficialidad de la flota y el propio Urdaneta. El documento ordenaba un cambio de derrota: en lugar de la ruta inicialmente prevista a Nueva Guinea, la flota debía por rumbo a las islas Filipinas.

Grande fue el enojo de Urdaneta, y manifestó que "a haber sabido en tierra que había de seguirse esta derrota, no viniera la jornada", y no le quedó más remedio que atender las peticiones reales, ya que siempre fue un fiel servidor del rey. Insistió en que las Filipinas caían en zona portuguesa, por más que otros oficiales dijeran lo contrario. Los medios técnicos disponibles no calculaban con precisión el trazado del antimeridiano, pero posteriormente demostró que llevaba razón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario