Entre las muchas aportaciones que España ha realizado a la ciencia universal, hay una que en su momento fue decisiva: la primera demostración empírica de que la tierra es redonda. El deseo de llegar por las rutas de Occidente a las islas de las Especias, que acababan de descubrir los portugueses navegando por las rutas de Oriente, significó la oportunidad de dar, por primera vez, la vuelta al mundo. Y aquella hazaña contó con la participación y el liderazgo de un vascongado de relevancia universal: Juan Sebastián de Elcano.
Eso es lo que logró el viaje de Elcano alrededor del mundo. Después de tres años de calamitosa travesía, el 6 de septiembre de 1522, Juan Sebastián de Elcano junto con 17 hombres desnutridos y enfermos desembarcó de la nao Victoria en el puerto gaditano de Sanlúcar de Barrameda, tras recorrer unos 80.000 kilómetros.
JUAN SEBASTIÁN DE ELCANO |
La primera vuelta al mundo partió de la idea de Fernando Magallanes, un marino portugués nacido en 1480, experto en las artes de navegar e intrépido aventurero. Había realizado unos primeros viajes por la India y Malaca entre 1505 y 1511, regresando a Portugal sabedor de la enorme riqueza que generaba la importación a Europa de las especias asiáticas. Los portugueses tenían colonias por las costas de África y Asia, controlaban las rutas a las islas de las especias en dirección este.
Su proyecto trataba de buscar una ruta alternativa a la ya establecida por la corona portuguesa, en dirección oeste buscando un estrecho marítimo en América que permitiera pasar al mar del Sur, el mismo que la expedición de Vasco Núñez de Balboa llamó también Pacífico. Pero su proyecto fue rechazado por el monarca luso Manuel I el Afortunado.
Sólo España estaba en condiciones de reunir la experiencia marinera, el conocimiento geográfico y cartográfico, la audacia humana, la voluntad política y los recursos económicos para emprender tal aventura marítima. Por eso, en 1517, Fernando de Magallanes viaja hasta Sevilla, donde se puso en contacto con Juan de Aranda, factor de la Casa de Contratación. Ambos consiguieron que, en 1519, llegase su proyecto expedicionario a manos de Carlos V, quien recibió al portugués en Valladolid, la capital de España.
TRATADO DE TORDESILLAS |
Su objetivo consistía en llegar a las islas Molucas para obtener especias permitiendo que España se convirtiese en la principal suministradora de pimienta, clavo, nuez moscada y otras especias tan codicias en Europa. El plan consistía en abrir una ruta por el oeste, rodeando el continente americano por su extremo sur, y pasando sólo por dominios españoles. Surgió una dificultad diplomática, ya que según el Tratado de Tordesillas firmado en 1494 entre Castilla y Portugal, ambos países se habían repartido el mundo en dos mitades. Por tanto, si las islas Molucas quedaban del lado luso, Carlos I quebrantaría las relaciones diplomáticas con Portugal. Magallanes, basándose en los mapas de su tiempo, creyó que el camino occidental es viable y que las primeras islas asiáticas están cerca de la barrera americana.
Se trató, a posteriori, de un error de cálculo, pero el rey de España confió en la empresa y puso al portugués al frente de 265 hombres y 5 barcos: la capitana Trinidad, la Concepción, la Victoria, la Santiago y la San Antonio, cargadas de provisiones previstas para dos años (galletas, sardinas arenques, higos y siete vacas que les proporcionaban leche fresca). Era la llamada Flota de las Molucas.
Juan Sebastián Elcano tuvo conocimiento del proyecto y tomó partida en él como contramaestre de la nave Concepción. Marino guipuzcoano con amplios conocimientos náuticos, nació en Getaria en 1476. Participó en la expedición del cardenal Cisneros a Argel de 1509, y en las campañas de Italia del Gran Capitán. Elcano, arruinado, perseguido por la justicia por haber entregado la nave que mandaba a sus acreedores extranjeros, estaba en Sevilla, tratando de embarcarse en alguna de esas expediciones descubridoras que le supondría un empleo conforme a su capacidad y el indulto subsiguiente. Para ello debió recurrir a un alto empleado de la Casa de Contratación, Ibarrola, pariente suyo.
Durante la preparación de la armada magallánica, la Casa de Contratación contaba con bastantes administradores y funcionarios de origen vascongados. Uno de ellos era el vizcaíno Sancho de Matienzo. En el libro de gastos de la expedición consta el envío de una alta suma de ducados de oro al capitán de Lequeitio Nicolás de Artieta, con fecha de 19 de agosto de 1518. Durante el otoño e invierno Artieta, acompañado del cuñado de Magallanes, Duarte de Barbosa, y de Cormeño, polvorista de la Casa de la Contratación, trabajaban en la costa vasca preparando el abastecimiento necesario para la expedición. El capitán Artieta compraba la Trinidad en Bilbao.
Juan de Aranda, oficial de la Casa de Contratación de Sevilla, estuvo también implicado en la compra de las naves, siendo probable la procedencia zarauztarra de la nao Victoria.
Juan López de Recalde cumplía funciones de contador. Los Isasaga, Equino, Munibe-Alberro, Isasti, Urquiza, Oña, Iturriza, Berrozpe e Ibarrola ocupaban también otros elevados cargos.
La calidad y precio de los pertrechos y de la artillería habían determinado que se adquirieran en ferrerías de armas y herramientas de Vascongadas.
En la época de los descubrimientos la costa vasca jugaba un papel de primer orden en la construcción de naos y pertrechos de marinar.
JUAN SEBASTIÁN ELCANO Y FERNANDO MAGALLANES |
La organización de la expedición contaba con tripulación de origen vasca. De los 265 hombres que comenzaron la expedición, alrededor de 30 eran vizcaínos o guipuzcoanos, cuya distribución en las 5 naves fue la siguiente:
En la Trinidad, mandada por Magallanes: el escribano León de Espeleta, el marinero de Lequeitio Domingo de Urrutia, y el escribano Juan de Elorriaga.
En la San Antonio: el maestre guipuzcoano Juan de Elorriaga y el marinero de Segura Juan de Segura; los 11 vascos restantes volvieron a España al fugarse la nao cuando abandonó la expedición desde el estrecho de Magallanes.
En la Concepción: el maestre de Guetaria Juan Sebastián de Elcano, el contramaestre de Bermeo Juan Acurio y Berriz, el calafate de Bermeo Antonio de Basozabal, el carpintero de Deva Domingo Icaza, los grumetes de Bermeo Juan Aguirre y Martín de Iraurraga, el marinero de Soravilla Lorenzo de Iruña, el grumete de Pamplona Joan Navarro, el grumete de la merindad de Marquina Pedro de Muguertegui, y el paje de Bermeo Pedro de Chindurza. Elcano y Acurio terminaron la expedición en la nave Victoria.
En la Victoria: el carpintero de Deva Martin de Gárate, el grumete de Somorrostro Juanico el Vizcaíno, el grumete de Bilbao Juan de Arratia, el grumete de Bilbao Ochoa de Erandio, el grumete de Tolosa Pedro de Tolosa, el paje de Baracaldo Juan de Zubileta, y el marino de Tudela Lope Navarro.
Como servidores del contador Antonio Coca estaban enrolados el ballestero de Bilbao Juan de Menchaca, el barbero de Galdácano Pedro Olabarrieta, el grumete de Somorrostro Juan de Santelices. Además, tomaron parte en la expedición Juan de Aroca, Perucho, Rodrigo de Hurrira, Martín de Barrena y Pedro Santúa.
DESCUBRIMIENTO DEL ESTRECHO DE MAGALLANES |
La expedición partió del puerto de Sevilla el 10 de agosto de 1519. El primer tramo de la expedición es relativamente tranquilo. Toda la armada cruzó el océano Atlántico y se dirigió a Sudamérica. Tocan Río de Janeiro, bordean la costa de Brasil, hacen un breve descanso en Río de Janeiro, exploran la gran boca del Río de la Plata y el litoral de la Patagonia. Pero empiezan a surgir los problemas y las desconfianzas de la tripulación con respecto a Magallanes debido a varios motivos: primero, Magallanes mantiene en secreto el objetivo de su viaje, lo cual inquieta al resto de capitanes; segundo, los capitanes españoles desconfían de Magallanes, en buena parte por las discusiones establecidas en Sanlúcar con agentes portugueses; y tercero, la costa suramericana parece interminable, no aparece ningún paso hacia el otro lado y, además, a bordo hace un frío insoportable.
La armada navega por el hemisferio sur, donde en invierno empieza en marzo, las temperaturas son tan bajas que deciden invernar en la bahía de San Julián, en la Patagonia, donde hubo un intento de sublevación. El inspector de la expedición, Juan de Cartagena, secundado por otros tripulantes, Luis de Mendoza, tesorero, Antonio Coca, contador, y Gaspar de Quesada, se niega a seguir adelante. Magallanes resuelve el problema con astucia, pero fue severo con los cuatro cabecillas del complot. Más bien prefirió contemporizar con unos marineros muy necesarios para continuar el viaje. Uno de los más beneficiados por aquella indulgencia fue Elcano, subordinado de Gaspar de Quesada, que estaba entre los cabecillas del motín. Elcano se vio atrapado en un conflicto de fidelidades: o seguir al capitán de su barco, o seguir al jefe de la expedición. Primero se amotinó, pero luego contribuyó a sofocar el motín, ganándose la confianza de Magallanes. No tuvo la misma suerte el guipuzcoano Juan de Elorriaga, quien murió durante el conflicto.
En la bahía de San Julián sobreviven durante cinco meses bajo el frío, cazando animales como avestruces, zorros y moluscos y derritiendo el agua de bloques de hielo. La nao Santiago, durante un reconocimiento, se estrella contra la costa por un temporal, sin consecuencias. Y toman contacto con los indios tehuelches, los "patagones" por las enormes huellas que sus abarcas dejan en la nieve.
El 21 de octubre de 1520, se adentraron en el deseado paso al que Magallanes bautizó como estrecho de Todos los Santos y de las Once Mil Vírgenes. El 28 de noviembre salieron al mar del Sur, al que denominaron con el nombre de mar Pacífico o mar de las Damas por los suaves vientos alisios que soplaban. Por él navegaron durante tres meses en condiciones calamitosas, los marineros mueren a mansalva al carecer la tripulación de agua y provisiones frescas y, en consecuencia, padecieron de escorbuto. Cuando los víveres se agotaron, llegaron a alimentarse de cuero, ratas, cucarachas y todo lo que encontraban.
Durante la etapa transpacífica, la San Antonio, al mando del portugués Esteban Gómez, abandona la flota por falta de víveres para volver a España.
El 24 de enero de 1521, llegaron a la isla de Guam, perteneciente a las islas Marianas, también conocidas como islas de los Ladrones, que las llamaron así porque los indígenas entraban en los barcos y robaban todo cuanto encontraban. Continuaron hacia el oeste en dirección Cebú. El 16 de marzo llegaron a la playa de San Lázaro, en Cebú, isla perteneciente al archipiélago de Filipinas, donde establecieron buenas relaciones con los nativos. Las tripulaciones se abastecen, descansan y se recuperan. No así para los vascos Juan de Aroca y Martín Barrena, que fueron los primeros enterrados en Filipinas. En la isla de Mactán, el 27 de abril, surgieron las complicaciones. Magallanes desembarcó con 60 hombres armados para obtener la soberanía española sobre todas aquellas islas. Contaba el portugués con el apoyo del rey de Cebú y sus soldados. Pero, mientras entraban en amigables tratos con los aborígenes, el jefe cacique local Lapu-Lapu se niega a reconocer a Magallanes como su señor, y unos 1.500 isleños rebeldes cayeron sobre ellos. Durante la emboscada, los soldados españoles atacaban con fuego de mosquetón y tiros de ballesta, mientras que los indios se protegían con escudos de madera y contraatacaban con flechas envenenadas. Magallanes participó durante su juventud, en 1511, en una expedición para conquistar Malaca, en la India portuguesa. Sus compatriotas se impusieron a los nativos en gracias a la ventaja que les proporcionaba la artillería. Ahora, a la vista de unos indígenas filipinos técnicamente incapaces de hacer frente a los europeos, el portugués cometió el error de infravalorarlos y no tomar las debidas precauciones, costándole la vida y la de algunos de sus compañeros. También fue un error el haberse implicado en una contienda de jefes locales. Allí cayeron los vascongados León de Espeleta, Rodrigo de Hurrira y Sancho de Heredia. Sobrevivieron 114 hombres para tres barcos. La expedición quedó al mando, sucesivamente, de varios de sus capitanes que se disputaban el poder, mientras continuaban explorando las islas, entablando relaciones con los jefes locales y buscando la ruta de las Molucas. Duarte de Barbosa, el capitán, fue asesinado junto con 24 soldados en otra emboscada. El mando superior pasó a Juan Carbajo. Entonces, decidieron hundir la nao Concepción, debido a una plaga de moluscos que había carcomido el casco. La cada vez más mermada tripulación se repartió entre las dos únicas naves efectivas. Gonzalo Gómez de Espinosa mandaba la Trinidad, y Juan Sebastián de Elcano recibía la Victoria. Desde Cebú, la expedición buscó las tan deseadas Molucas, haciendo una aventurada travesía. Primero pasando por Mindanao, y tras hacer escala en Bohol y Panilongo, llegaron a Cimbonbon. Finalmente, un triunvirato encabezado por Elcano se hizo con el mando de lo que quedaba de la flota, argumentando que los jefes portugueses colaboradores de Magallanes habían eludido a propósito las Molucas para no perjudicar a Portugal, que poseía el lucrativo monopolio del comercio de las especias. Elcano, al mando de la expedición, puso rumbos suroeste, atravesó los archipiélagos de Basilán y Joló, desembarcó en las islas de Batuán, Calagán y Monolipa, donde encontraron una canela de gran calidad. Llegaron a su destino, las Molucas, el archipiélago de las ricas especias, a finales de 1521. Allí, en la isla de Tidore, establecieron tratados con los príncipes nativos y cargaron un importante cargamento de especias, con lo que se cumplió el objetivo del viaje. El 21 de diciembre, la expedición se dividió. La Trinidad, dirigida por Gómez Espinosa, sufría una avería, por lo que se acordó su permanencia en las Molucas hasta su adecuada reparación. El viaje de regreso se efectuaría con rumbo al Darién, entre Panamá y Colombia. Pero el plan fracasó, no consiguieron encontrar una travesía de vientos que les retornase a América, el torno-viaje que medio siglos más tarde hallaría Urdaneta, y sus hombres terminaron presos de los portugueses, dueños comerciales de la zona. Domingo de Urrutia quedó prisionero en Borneo y Antonio de Basozabal en Tidore. La proximidad de los portugueses, hizo que Elcano al frente de la Victoria pusiese rumbo al oeste. Allí se gestó el proyecto de dar la vuelta al mundo. Regresar a España por el océano Índico suponía la violación del Tratado de Tordesillas. Acompañado de 47 españoles y 13 naturales, arribó a la isla de Timor, ya en 1522, donde supo de la existencia de otras tierras e islas, las actuales China, Java e Indonesia.
La expedición de Elcano cruzó el océano Índico por una ruta lo más meridional posible, pasando un calvario de hambre, sed y enfermedades. Por otra parte, el rey Juan de Portugal se propuso sabotear la nueva ruta, por eso, ordena a todos los puertos portugueses que negaran cualquier ayuda a las expediciones españolas. Elcano consiguió dominar la impaciencia de la tripulación, ansiosa de bajar a tierra desde que pasaran ante las costas de Mozambique y el 19 de mayo de 1522, doblaron el cabo de Buena Esperanza. En Cabo Verde, en el África occidental, Elcano decidió enviar a trece hombres en una pequeña embarcación, un esquife, para conseguir víveres sin revelar su identidad. La colonia era de dominio portugués, y su gobernador se ofreció a comerciar. Cuando consiguieron agua y comida, cometieron el error de pagar en especias, descubriendo su ilegal procedencia, por lo que los marineros fueron apresados. Entre ellos, estaban Pedro de Chindurza y Pedro de Tolosa, aunque después fueron repatriados. Fue en este lugar donde supieron que llevaban un día de retraso como consecuencia de haber navegado de este a oeste, dando la vuelta a la Tierra. Un descubrimiento más, comprobado empíricamente por la expedición. Elcano comprendió la situación, nadie puede aportarles ayuda, y puso rumbo final por la costa oeste del Atlántico hacia España. En el Atlántico, la carencia de alimentos se hizo sentir de nuevo. Durante días y días, los supervivientes navegaron sin probar alimento fresco. El escorbuto se cebó en los hombres, a los enfermos se les hinchaban las encías y se les caían los dientes, muchos murieron completamente extenuados entre grandes dolores. Sólo el indomable tesón de Elcano mantuvo la moral de sus hombres para hacer frente a tanta adversidad. Cuando ya estaban cerca, una enorme tormenta desvía la nao Victoria hacia las portuguesas islas Azores. Por fin, después de tres años menos catorce días de navegación, el 6 de septiembre de 1522 la expedición al mando de Magallanes-Elcano, tras recorrer 14.000 leguas, entraba en el puerto gaditano de Sanlúcar de Barrameda. Llegó con sólo 18 supervivientes, exhaustos, hambrientos y enfermos, a bordo de la nave Victoria, la única que quedaba de las cinco que partieron, eso sí, con las bodegas cargadas de especias. Misión cumplida.
Los 18 supervivientes que llegaron a Sevilla eran trece españoles, tres italianos, un portugués y un alemán: Juan Sebastián de Elcano, de Getaria, capitán; Miguel de Rodas, piloto; Juan de Acurio, de Bermeo, piloto; Antonio Lombardo (Pigafeta), de Vicenza, cronista; Juan de Arratia, de Bilbao, grumete; Juan de Zubileta, de Baracaldo, paje; Martín de Yudícibus, de Génova, marinero; Francisco Albo, de Axila, piloto; Hernando de Bustamante, de Alcántara, marinero y barbero; Nicolás el Griego, de Nápoles, marinero; Miguel Sánchez, de Rodas, marinero; Antonio Hernández Colmenero, de Huelva, marinero; Francisco Rodrígues, portugués de Sevilla, marinero; Juan Rodríguez, de Huelva, marinero; Diego Carmena, marinero; Hans de Aquisgrán, cañonero; Vasco Gómez Gallego, el "portugués", de Bayona, grumete; Juan de Santandrés, de Cueto, grumete. De los 13 españoles, 4 eran vascos: Juan Sebastián de Elcano, de Getaria, capitán; Juan de Acurio, de Bermeo, piloto; Juan de Arratia, de Bilbao, grumete; y Juan de Zubileta, de Baracaldo, paje. Elcano y la tripulación superviviente fueron socorridos en Sevilla por la rápida intervención, entre otros, del tesorero de la Casa de Contratación Domingo de Ochandiano y del escribano real Juan de Eguibar. Más tarde, marcharon para Valladolid ante la corte del emperador Carlos V. Allí presentaron a los indios que traían de aquellas remotas islas, los regalos de sus reyes, pájaros raros, producciones exquisitas, y las preciosas especias adquiridas. El cargamento traído en la nao Victoria era de 381 sacos de especias, con un peso de 524 quintales. Su venta en el mercado español y europeo cubrió los gastos de la expedición y arrojó un beneficio de 346.220 maravedíes. El emperador llenó de honores a los héroes de tal hazaña, recibió personalmente a todos los supervivientes y, además, se preocupó de que fueran liberados los marineros apresados por los portugueses tanto en Filipinas como en Cavo Verde. Elcano recibió una cuantiosa renta anual y un escudo de armas cuya cimera, un globo terráqueo, lleva la leyenda Primus circumdedisti me (El primero que me diste la vuelta). Tras el hallazgo, las Cortes de Castilla y de Portugal trataron de aclarar las diferencias contraídas sobre la pertenencia de las Molucas por medio de jueces instruidos, reunidos entre Yelves y Badajoz. El emperador convocó a Elcano, el gran testigo ocular de la verdadera situación de aquellas islas. Su voto y manifiesto fue razón de mucho peso y autoridad en las conferencias. Con su ayuda los castellanos impusieron sus argumentos sofocando la razón de los lusitanos, y en 1524, sentenciaron la titularidad de las Molucas a favor del emperador. Apenas cuatro años después Elcano regresa al mar, se enrola en la expedición marinera de García Jofre de Loaysa para conquistar las Molucas. Muere el 4 de agosto de 1526 mientras atravesaba el Pacífico al mando del Espíritu Santo. Hay un viejo dicho latino que Plutarco atribuye a Pompeyo y que la Liga Hanseática adoptó como lema: Navigare necesse este, vivere non est necesse (Navegar es necesario, vivir no es necesario).
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