En el siglo XIV, el rey navarro Felipe III, de la dinastía Évreux, estuvo muy deseoso de contribuir a la Reconquista con una expedición militar conjunta con Castilla y Aragón para tomar el Reino musulmán de Granada. Pero, finalmente, esta intención se malogró en 1331 al firmar el rey castellano Alfonso XI una serie de treguas con el rey nazarí.
Felipe III tenía un gran espíritu belicoso-religioso, precisamente en ese mismo año de 1331 llegó a Aviñón (Francia) para formalizar con el papa una expedición militar a Tierra Santa junto a los reyes de Aragón y Bohemia (Chequia). Sin embargo, esta cruzada tampoco se materializó.
GUERRERO NAVARRO A CABALLO |
Aunque la Reconquista había terminado de forma teórica para el Reino de Navarra después de la gloriosa participación de Sancho VII el Fuerte en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, la participación de las Provincias vascongadas fue incluso superior.
Esta colaboración fue debida al progreso de los vascos en su relación con el sur peninsular y al fortalecimiento de la vinculación al Reino de Castilla y León. Para los marinos vascos, las costas andaluzas se estaban convirtiendo en estratégicas bases de las expediciones ultramarinas. Tomaron en consideración que para tener el control de rutas comerciales atlánticas y mediterráneas era necesario finalizar la reconquista total de la península, y por tanto, la liquidación del Reino de Granada, empresa en la que los marineros vascos pusieron todo su empeño y lealtad al Reino de Castilla.
Los marinos vascongados que participaban en estas expediciones y asedios no eran profesionales, y alternaban las profesiones de transporte, comercio y pesca con las propiamente bélicas. Tanto barcos como tripulaciones podían incorporarse a las flotas reales o servir de forma autónoma mediante el corso. La integración en tales actividades se hacía a través de solidaridades de sangre y vecindad, que constituían una especie de compañías entorno a sus jefes naturales.
BATALLA DEL SALADO
Juan Núñez de Lara, señor de Vizcaya, que había participado en los sitios de Antequera, Ronda y Gibraltar, formaría de nuevo la vanguardia del ejército castellano del rey Alfonso XI al mando de la caballería y los concejos andaluces en otro decisiva hecho de armas, la batalla del Salado (Cádiz) en 1340. Juan Núñez de Lara estaba casado con María Díaz II de Haro, procedente de una importante familia castellana.
Esta batalla, en la que participaron un buen número de naturales del Señorío, fue vital el avance de las huestes cristianas en el objetivo de arrebatar a los musulmanes su último reducto, el Reino de Granada. El ala izquierda del ejército estaba formado por tropas asturianas, leonesas, vizcaínas, guipuzcoanas y alavesas a las órdenes del señor leonés Pero Núñez de Guzmán.
Asimismo, la infantería guipuzcoana fue mandada por el también guipuzcoano Amador de Lazcano, cuya participación fue tan sobresaliente que Alfonso XI le nombró gobernador de Cazorla (Jaén). Uno de aquellos guipuzcoanos fue el irundarra Juan de Urdanibia, que por su heroico comportamiento el rey Alfonso XI le nombró miembro de la Orden de la Banda. Finalmente, en la famosa Crónica de Alfonso XI consta de versos tan laureada participación:
"Leoneses, asturianos, gallegos, portugueses,
vizcaínos, guipuzcoanos y de la montaña y alaveses,
cada unos bien lidiaban que siempre será hazaña
y la mejoría daban al muy noble rey de España."
Alfonso XI recompensó los esfuerzos realizados
por Juan Núñez de Lara y sus huestes "gentes de a pie de las montañas
de Vizcaya, de Guipúzcoa y de Álava" en esta batalla aprobando el Cuaderno foral de Vizcaya de 1342. Muchos de ellos hablaban tanto en castellano como en euskera.
A todos estos combatientes, el jurisconsulto Gutiérrez, citado por Larramendi, fueron llamados:
A todos estos combatientes, el jurisconsulto Gutiérrez, citado por Larramendi, fueron llamados:
"Cántabros y bascongados, caballeros, hijosdalgo desde ab initio, recuperadores de España y nobles de sangre."
ASEDIO DE ALGECIRAS
Dos años después, el Reino de Castilla efectuaba el asedio de Algeciras (Cádiz), que duró de 1342 a 1344, con la intención de controlar el peligroso estrecho de Gibraltar, por el que navegaban las invasiones provenientes de Marruecos. Los guipuzcoanos tuvieron una importante participación en este asedio, no sólo por el bloqueo marítimo al puerto desde el estrecho mediante embarcaciones, sino también con tropas de infantería.
El rey Alfonso XI concedió a San Sebastián distintas mercedes y privilegios en una Real Cédula de 1345, donde escribió en referencia:
"Al tiempo que Nos teníamos cercada la nuestra ciudad de Algeciras por el gran menester en la guarda de la mar, que nos vinisteis á servir con naos."
También el rey navarro Felipe III tomó parte en el
asedio a la ciudad andaluza, no sólo procurando dinero y pertrechos para el
sitio, que se llevaron a los puertos de Guipúzcoa, sino también presentándose
personalmente, en 1343 en el campamento de Alfonso XI. Desgraciadamente, dos
meses después el bravo rey navarro moría en dicho asedio víctima de una grave
enfermedad.
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