Desde un primer momento, y como sucedió en América, el descubrimiento y la exploración de nuevos territorios en Asia se convirtió en una empresa encabezada por misioneros españoles. Jesuitas, dominicos y agustinos emprendieron una frenética labor evangelizadora no exenta de rivalidades, que se extendió hasta llegar a regiones hasta entonces desconocidas para los europeos. También al igual que en América, y en contra de lo que era la actitud generalizada de los conquistadores, los frailes se instituyen como defensores de los derechos de los nativos que habían sido sometidos. Un claro ejemplo de esta actitud fue la figura del fraile Martín de Rada.
El religioso navarro nació en Pamplona el 20 de julio de 1533, y con apenas 20 años ingresó en el convento de San Agustín en Salamanca. Cursó estudios en la Universidad de esta ciudad y en la de París, alcanzando fama como reputado cosmógrafo y matemático.
Viajó entonces hasta Nueva España y conoció allí a fray Andrés de Urdaneta, quien teniendo en cuenta sus valiosos conocimientos, decidió incluirlo en el grupo de frailes agustinos que iban a formar parte de la expedición a las islas Filipinas de 1564. La famosa expedición de Miguel López de Legazpi y Andrés de Urdaneta.
En la colonización de las islas Filipinas, el peso de los clérigos fue incluso superior al que alcanzaron en la americana, destacando la presencia desde 1565 de los llamados Agustinos Filipinos, siendo Urdaneta y Rada dos de ellos. La presencia secular en esos lugares explica la existencia de un singular Museo Oriental en el Convento de los Agustinos Filipinos de Valladolid, que fue la sede central donde se formaba a los misioneros antes de enviarlos.
Establecido allí, Martin de Rada destacó por su defensa de los indígenas ante los abusos de los encomenderos y alcaldes mayores. Esta faceta le valió el apodo del "el De las Casas de Filipinas", título con el que en ocasiones también ha sido nombrado el primer obispo de Manila, el dominico Domingo de Salazar.
Las islas Filipinas fueron tomadas por España en 1565 con la intención de repetir los sueños de conquista que habían realizado en el continente americano. Pronto descubrieron que las posibilidades de explotación de los recursos del archipiélago eran muy limitadas. Sin embargo, el contacto con embarcaciones que utilizaban los comerciantes musulmanes instalados en los sultanatos vecinos de Borneo y Mindanao, cargados de valiosas mercancías chinas, como canela, sedas y porcelanas, despertaron el interés de los colonizadores españoles. Estos vieron en ese comercio una posible salida a su decepcionante situación. Además, se conoció la ruta mercante que los portugueses recorrían con la Nao de plata entre los puertos accesibles del sur de Japón con el enclave de Macao en la costa china. Tanto en Filipinas como en la Corte se empezó a valorar la posibilidad de utilizar las Filipinas como base de expediciones futuras hacia la China continental. La ruta española hacia China fue conceptualizada como una prolongación de la singladura americana. Desde el Virreinato de Nueva España, los intentos de atravesar el Pacífico iban dirigidos hacia las islas de las especias y hacia China.
El primer testimonio de este proyecto se encuentra en la carta que el gobernador de Filipinas, Miguel López de Legazpi, remitió a Felipe II el 23 de julio de 1567. En la misiva proponía la construcción de seis galeras para "... correr la costa de China y contratar con la tierra firme".
Los misioneros asentados en el archipiélago apoyaron la iniciativa, valorando que lo pudieran utilizar como trampolín para comenzar una labor de evangelización en China y Japón. Martín de Rada fue el primer español en planear una expedición de evangelización a todo aquel territorio, y es que por encima de las facetas de cosmógrafo y matemático el navarro destacó por su labor evangelizadora y misionera. Con fecha del 8 de julio de 1569, escribió una carta dirigida al rey Felipe II en la cual describió un proyecto de colonización de China. Insistió en el mismo aspecto que Legazpi, el de dotar a las islas de una poderosa flota con la que realizar la invasión. En el texto destaca la ingenua concepción que los españoles se habían hecho del extenso y ya entonces muy poblado país de China, debido sobre todo a la falta de informes veraces que mostrasen las dimensiones reales de aquel territorio, creyendo que se podría realizar la empresa con tan sólo un pequeño contingente de esforzados soldados. Así, Martín de Rada escribía en su carta que "... la gente de China no es nada belicosa... Mediante Dios, fácilmente y con no mucha gente, serán sujetados".
López de Legazpi describió los avances de la preparación del viaje en una carta dirigida al gobernador de Nueva España y fechada el 11 de agosto de 1572. Señalaba que había liberado a más de treinta chinos que habían permanecido prisioneros en manos de nativos filipinos, al tiempo que había concedido permiso a diez barcos chinos para comerciar con total libertad con los españoles y naturales de las islas, acciones emprendidas como gestos de buena voluntad. Sin embargo, los planes de la expedición fueron interrumpidos con la muerte de López de Legazpi, el 21 de agosto de ese mismo año.
La expedición de Juan de la Isla en 1572, con la intención de obtener información sobre lo que existían en aquellas tierras desconocidas, fracasó en el intento.
La oportunidad para enviar una primera embajada a China se presentó cuando las autoridades de la provincia de Fujian ofrecieron establecer relaciones comerciales con los españoles como recompensa a cambio de la captura del pirata Ling Feng, que se refugiaba en el archipiélago filipino después de saquear sus costas. Los españoles aceptaron el pacto y organizaron varias expediciones por mar y tierra para capturarlo y destruir sus bases. Dos juncos imperiales chinos llegaron a Manila el 8 de abril de 1574, para asegurarse de que se cumpliría lo pactado, apenas cuatro días después de que el pirata Ling Feng consiguiera escapar del cerco al que le habían sometido los españoles. Durante el recibimiento del gobernador Guido de Lavezares al séquito del mandatario chino Wang Wanggao, entregaron varias mujeres chinas capturadas por el pirata y se comprometieron a capturarle vivo o muerto.
NAVÍO ESPAÑOL EN FILIPINAS
Ante las buenas intenciones del gobernador, el general accedió a llevar en su junco a una embajada de la colonia española en Manila para presentarla ante las autoridades de la provincia de Fujian. Aquella expedición, que por primera vez entró en territorio chino como embajada de la monarquía Hispánica, estaba integrada por los agustinos Martín de Rada y Jerónimo Marín, a quienes acompañaron Miguel de Loarca y Pedro Sarmiento. Ellos serían los primeros españoles en visitar la China Imperial.
Los objetivos de esta embajada eran de diferente índole. Por un lado, pretendía obtener de las autoridades chinas un compromiso que garantizase la libertad de predicación. Sin embargo, era prioritario conseguir el permiso para establecer un enclave en la costa de Fujian desde el que los españoles pudieran fomentar relaciones comerciales con toda la región, siguiendo el ejemplo de los portugueses en Macao.
Zarparon de Manila el 12 de junio de 1575, dirigiéndose a Bolinao, y de allí rumbo a China, fondeando en el puerto de Zhongzuosuo (Tiong-sosu), el 5 de julio del mismo año. Viajaron durante tres meses por las ciudades de Toncoco, Tangoa, Chincheo y Hochin, pertenecientes a la provincia de Fujian, y situadas en la zona de la bahía de Zhongzuouo, Quanzhou, Xinhua y Fuzhou.
A Fuzhou, la capital, llegaron el 17 de julio. Fueron recibidos por Liu Yaohui, gobernador de la provincia de Fujian. Aquellas autoridades les agasajaron con banquetes y regalos, mientras tanto, aprovecharon para recoger información sobre los usos y costumbres del país, sobre religión e historia, administración y navegación, etc. Mientras tanto, remitieron a instancias imperiales las peticiones del fraile Martín de Rada para predicar en su territorio.
DERROTERO SEGUIDO POR MARTÍN DE RADA
En cuanto al objetivo comercial, las conversaciones tampoco dieron resultados, ya que para la mentalidad china, los europeos suponían una comunidad mercantil más entre las presentes en Asia Oriental, y sus relaciones comerciales con los españoles estaban condicionadas a la obtención de un beneficio, en ese caso la captura de Ling Feng y la entrada de plata desde América.
Tras fracasar en su intento de establecer relaciones diplomáticas con el Emperador y dilatarse el cumplimiento de sus dos principales objetivos, la expedición diplomática decidió regresar a Filipinas con las manos vacías, a bordo de una flota de diez juncos comandada por Wang Wanggao y el general Shao Ye, citado como Siahoya Oxiaguac en la relación de Martín de Rada. Los barcos partieron el 28 de octubre de 1575 y antes de llegar a Manila, mientras se encontraban fondeados en la desembocadura de un río en la costa occidental del actual Taiwan, conocen la noticia de que el pirata ha vuelto a escapar. La expedición regresó a Manila el 28 de octubre de 1575.
Martín de Rada regresó con más de cien libros chinos que trataban sobre historia, religión, agricultura y costumbres de los naturales chinos sirvieron de gran utilidad, junto a su propia vivencia, para redactar un gran número de cartas, informes y relaciones que envió a la Corte, al virreinato de Nueva España o a sus superiores de la orden.
Escribió un Arte y Vocabulario de la lengua cebuana y se le atribuye también un Arte y Vocabulario de la lengua china. A partir de las experiencias recogidas durante ese viaje, escribió una relación titulada Relación verdadera del reyno Taibin, por otro nombre China, y del viage que a él hizo el muy reverendo padre fray Martín de Rada, provincial que fue del orden de San Agustín, que lo vio y anduvo, en la provincia de Hocquien, año 1575 hecha por el mismo. La obra es un valioso documento en el que el fraile agustino realizó un análisis detallado de la cultura, la economía y la historia de China como ningún europeo lo había hecho hasta entonces. La Relación ofrece información de primera mano, sobre los alimentos y banquetes, las armas y la guerra, la casa y las ciudades, la agricultura y sus productos, la religión y los ídolos, la escritura y la administración de la justicia, los trajes del país, las facciones fisionómicas de sus habitantes, los entierros, etc. En todo, Martín de Rada se muestra informado y objetivo, sin hacer concesiones a la fantasía.
Los datos y la información que recogió en su relación le permitieron confirmar que la Catay que citaba Marco Polo y la China que él había visitado era el mismo país. Esta fue su contribución más importante realizada a la geografía mundial y a la historia de las relaciones entre Oriente y Occidente.
El hispanista chino Zhang Kai señala que independientemente de los motivos que motivaran el interés del pamplonés por China, las aportaciones de Rada en el periodo inicial de los contactos entre China y Europa "le permitieron obtener el título de primer sinólogo de Occidente".
El incansable Martín de Rada murió en el año 1578 cuando participaba en una expedición de Borneo emprendida por el gobernador de Filipinas Francisco de Sande.
En cuanto al objetivo comercial, las conversaciones tampoco dieron resultados, ya que para la mentalidad china, los europeos suponían una comunidad mercantil más entre las presentes en Asia Oriental, y sus relaciones comerciales con los españoles estaban condicionadas a la obtención de un beneficio, en ese caso la captura de Ling Feng y la entrada de plata desde América.
Tras fracasar en su intento de establecer relaciones diplomáticas con el Emperador y dilatarse el cumplimiento de sus dos principales objetivos, la expedición diplomática decidió regresar a Filipinas con las manos vacías, a bordo de una flota de diez juncos comandada por Wang Wanggao y el general Shao Ye, citado como Siahoya Oxiaguac en la relación de Martín de Rada. Los barcos partieron el 28 de octubre de 1575 y antes de llegar a Manila, mientras se encontraban fondeados en la desembocadura de un río en la costa occidental del actual Taiwan, conocen la noticia de que el pirata ha vuelto a escapar. La expedición regresó a Manila el 28 de octubre de 1575.
Martín de Rada regresó con más de cien libros chinos que trataban sobre historia, religión, agricultura y costumbres de los naturales chinos sirvieron de gran utilidad, junto a su propia vivencia, para redactar un gran número de cartas, informes y relaciones que envió a la Corte, al virreinato de Nueva España o a sus superiores de la orden.
ALEGORÍA DE FRANCISCO JAVIER PREDICANDO EN JAPÓN
Escribió un Arte y Vocabulario de la lengua cebuana y se le atribuye también un Arte y Vocabulario de la lengua china. A partir de las experiencias recogidas durante ese viaje, escribió una relación titulada Relación verdadera del reyno Taibin, por otro nombre China, y del viage que a él hizo el muy reverendo padre fray Martín de Rada, provincial que fue del orden de San Agustín, que lo vio y anduvo, en la provincia de Hocquien, año 1575 hecha por el mismo. La obra es un valioso documento en el que el fraile agustino realizó un análisis detallado de la cultura, la economía y la historia de China como ningún europeo lo había hecho hasta entonces. La Relación ofrece información de primera mano, sobre los alimentos y banquetes, las armas y la guerra, la casa y las ciudades, la agricultura y sus productos, la religión y los ídolos, la escritura y la administración de la justicia, los trajes del país, las facciones fisionómicas de sus habitantes, los entierros, etc. En todo, Martín de Rada se muestra informado y objetivo, sin hacer concesiones a la fantasía.
Los datos y la información que recogió en su relación le permitieron confirmar que la Catay que citaba Marco Polo y la China que él había visitado era el mismo país. Esta fue su contribución más importante realizada a la geografía mundial y a la historia de las relaciones entre Oriente y Occidente.
El hispanista chino Zhang Kai señala que independientemente de los motivos que motivaran el interés del pamplonés por China, las aportaciones de Rada en el periodo inicial de los contactos entre China y Europa "le permitieron obtener el título de primer sinólogo de Occidente".
El incansable Martín de Rada murió en el año 1578 cuando participaba en una expedición de Borneo emprendida por el gobernador de Filipinas Francisco de Sande.
MAPA DE CHINA Y EL SUDESTE ASIÁTICO, POR ABRAHAM ORTELIUS (1570)
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