El sistema de flotas de la Carrera de Indias Occidentales que la Monarquía hispánica había estado desarrollando durante gran parte del siglo XVI y los inicios del XVII funcionó perfectamente hasta que en 1620 expiró la tregua firmada con Holanda. La Compañía de las Islas Occidentales holandesas (WIC) se creó con la intención de conquistar territorios del Imperio español ricos en sal y azúcar y, sobre todo, capturar una flota del tesoro. Durante los primeros años de la década de los 20, los problemas vinieron de los elementos más que de los holandeses. La Armada de la Guardia de 1621 del marino vascongado Tomás de Larraspuru llegó con la plata sin problemas, pero las de 1622 de Cadereyta y de 1623 del donostiarra Antonio de Oquendo y Zandategui perdieron varios buques por las tormentas, teniendo que invernar en Cuba, y llegando al año siguiente con parte del tesoro.
Durante los años siguientes, en plena Guerra de los Treinta Años de 1618-1648 aumentó la presión de los holandeses, pero las Armadas de la Guardia de 1624, 1625 y 1626, a las órdenes de Tarraspuru o Cadereyta, pudieron llevar la plata sin problemas. No obstante, en 1627, la flota de 13 galeones que comandaba Larraspuru tuvo que esquivar una flota de 34 naves del almirante holandés Boudewijn Hendricks, y luego otra de 13 barcos de Piet Heyn. Los huracanes sorprendieron a Larraspuru en agosto en las islas Bermudas, de modo que Heyn pudo capturar el Galeón de Honduras que había quedado atrás con 300.000 ducados, aunque Larraspuru pudo llegar a salvo a España. Los holandeses estaban rozando el éxito, que consiguieron al año siguiente.
FLOTA DE LA CARRERA DE INDIAS
En mayo de 1628, zarpó Larraspuru de nuevo desde Cádiz al mando de la Armada de la Guardia, formada por 8 galeones y 3 pataches, escoltando a la Flota de Tierra Firme hasta Cartagena de Indias sin incidencias. De nuevo, pasó a liderar la Armada de la Guardia en 1630, haciendo el viaje en un solo año y en pleno invierno sin perder un solo barco tras esquivar a tres escuadras holandesas de la WIC, navegando por una ruta atípica entre Cicos y Mayaguana, al sur de las Bahamas.
La Armada de 1631, de nuevo bajo poder de Larraspuru, hubo de invernar en La Habana debido a las temperaturas, esquivando a otra flota de la WIC y llegando en 1632, con unas pérdidas de 3,5 millones de ducados. Fue el último viaje de Larraspuru, que falleció al poco tiempo, el que privó a la Real Armada española del más habilidoso comandante de la Carrera de Indias junto con Carlos Ibarra.
En 1632-33 y en 1633-34 se envió de nuevo a la Armada del Mar Océano al Caribe, la primera al mando de Oquendo con 20 naves y 4.100 soldados, y la segunda al de Cadereyta con 55 navíos, volviendo ambas flotas con la plata, aunque la segunda de ellas perdió hasta 14 barcos por las tempestades.
Con tal despliegue, la flota de Jan Janszoon van Hoorn no se atrevió con ellos. En 1634, se volvió a enviar la Flota de la Guardia al mando de Oquendo, con el objetivo de llegar a Cádiz el mismo año, pero la presencia de barcos holandeses en la zona y una serie de tempestades le forzaron a invernar y regresar al año siguiente.
ARMADA DE LA GUARDIA DE LA CARRERA DE INDIAS
En 1635, Francia declaró la guerra a España. Fue la llamada Guerra franco-española de 1635-1659. A partir de entonces, la Armada del Mar Océano debería dedicarse a cubrir el frente del norte de Europa, ya que el transporte de dinero y tropas a Flandes se había convertido en una odisea. Se intentó que la Armada de la Guardia hiciera de nuevo el viaje de ida y vuelta durante el mismo año, algo que consiguió Carlos de Ibarra al regresar con la plata en diciembre esquivando una escuadra del holandés de la WIC Cornelisz "Patapalo" Jol. Tal hazaña fue repetida por Ibarra en 1636 y 1637, escapando de las flotas corsarias de los almirantes holandeses Jol y de Aert Gronnewegen respectivamente.
Al año siguiente, Carlos Ibarra zarpó al mando de la Armada de la Guardia. Tras pasar Cartagena de Indias y embarcar la plata del Perú, en agosto, partió hacia La Habana con 7 galeones escoltando a 5 mercantes y 3 fragatas ligeras que formaban la Flota de Tierra Firme. Cornelisz Jol venía de Brasil con una flota de 24 naves para intentar interceptar por cuarta vez a la flota del tesoro. A la altura de las Bahamas un huracán le sorprendió, y varios de sus barcos acabaron varando en Cuba, por lo que el gobernador de la isla dio aviso a las flotas para que no salieran. la Flota de Nueva España, con 1,2 millones de ducados en 6 barcos, bajo mando de Orbea, decidió quedarse en puerto, pero el aviso no llegó a Ibarra. Este llegó el 30 de agosto a la altura de Pan de cabañas encontrándose con el almirante Jol, que navegaba 17 barcos por barlovento, frente a los 7 españoles, que además iban cargados de plata y debían escoltar a otras 8 naves. Ante esta amenaza, Ibarra se dedicó a combatir, situando sus galeones en primera línea cerca de la costa para proteger el resto de las naves, y ordenando abrir fuego. Jol atacó con 4 de sus barcos a la nave capitana de Ibarra, intentando abordarla. Su mástil de proa, lleno de soldados, quedó sobre la cubierta del galeón de Ibarra, pero antes de que pudieran saltar éste realizó una descarga de fusilería y cañones que barrió a los barcos de Jol, forzándoles a retirarse con muchas bajas. Los tres barcos holandeses que atacaron la embarcación almiranta de Ursúa sufrieron la misma suerte.
Al final del encuentro, los holandeses tuvieron 200 bajas frente a 72 hispanas, incluido el propio Ibarra, que agarró un granada enemiga para intentar arrojarla por la borda, pero le estalló en las manos. Sin embargo, Jol no cedió, y volvió al ataque el 13 de septiembre, esta vez con sólo 13 buques. Decidió mantener la distancia y cañonear a Ibarra. El galeón Carmen quedó separado de la línea española pero Ibarra acudió al rescate y lo trajo de vuelta. Una vez juntos, descagó la plata del Carmen y lo mandó reparar a Bahía Honda. Carecía de municiones suficiente para repeler un tercer asalto.
El día 5, Jol fue reforzado hasta contar de nuevo con 24 naves, e Ibarra ordenó dar la vuelta e invernar en Veracruz. Sin embargo, la escuadra de Jol estaba tan dañada, que su tripulación se negó a atacar por tercera vez, e Ibarra pudo llegar sin problemas. Allí pasó el invierno, y finalmente regresó a España junto con la Flota de Nueva España en julio.
Ibarra, herido y enfermo, fue enviado sin descanso al Mediterráneo, falleciendo por agotamiento el último gran comandante de la Carrera de Indias.
COMBATE DE CABAÑAS ENTRE ESPAÑOLES Y HOLANDESES
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