25/11/2025

Agente General del Reino de Navarra


El Agente General de Navarra fue nombrado por las Cortes de Pamplona por primera vez en 1569 para representar a la misma en la Corte de Madrid, durante el reinado de Felipe II.

Asentado en Madrid, el agente recibía la correspondencia de Navarra y actuaba según sus consignas. Cuando la gravedad del caso lo requería, se reforzaba esta presencia del reino ante el monarca con la legacía de algún diputado.

El origen del Agente General del Reino se remontaba al siglo XVI. Aunque esta función se realizó generalmente por personas de rango inferior al de diputado, a quienes estaba subordinado, a mediados del siglo XVIII se hizo necesario que uno de los diputados residiese permanentemente en Madrid en defensa del Reino.

El Agente General, que desempeña su embajada en Madrid, fue establecido el 2 de agosto de 1569, día en que se acuerda en Pamplona:
"Lo primero que haya persona deste Reyno en la Corte Real de su Majestad para los negocios que al Reyno se le ofrecerán de Cortes a Cortes, y que la tal persona vaya, acabadas las presentes Cortes y vuelva para el principio de las primeras que se celebrarán en este Reyno, y que el poder se le dé hasta ser acabadas aquellas, y que venida la tal persona y dada cuenta de los negocios que habrá hecho, y siendo el Reyno y los tres Brazos y Estados del, conformes en que vuelva a la Corte, pueda volver a entender en los negocios del dicho Reyno.
Lo segundo que se dé poder a la tal persona por el Reyno, como el que se da a los síndicos con su instrucción.
Lo tercero que a la tal persona que hubiere de asistir en las Cortes del monarca en elos negocios del Reyno, se le den quinientos ducados en cada un año para su costa.
Lo cuarto de cualquier estado que pareciere al Reyno vaya y se dipute la tal persona.
Lo quinto que por esta vez vaya y sea tal persona del estado militar, con que esto del nombramiento de agora no se traiga en consecuencia en tiempo alguno para que no pueda ir de cualquiera de los otros Brazos y tres Estados en corformidad de todo el Reyno.
Lo sexo que haya seys diputados del Reyno..."

De esta manera se crearon a la vez el Agente General y la Diputación, reforzando así la gestión continua del reino en defensa de sus fueros.

escudo navarra diputación palacio
ESCUDO DE NAVARRA EN LA DIPUTACIÓN

Para hacer la elección de agente, se nombraron el día 5 de agosto de 1569 a seis individuos del estamento militar y de ellos se designó a uno. Se disponía que si enfermara entonces se nombrara a otro de los cinco restantes. El primero fue Pedro de Berrio, señor de Otazu, y se le entregaron los despachos el 27 de septiembre de siguiente.

El 18 de septiembre de 1617 "acordaron que el doctor Marquelayn, agente del Reyno en todos los negocios de su instrucción, yaha de guardar las órdenes que le diere la Diputación, porque en todo esto ha de quedar subordinado a los señores diputados, executando lo que le ordenaren, excepto lo que queda reservado al Reyno junto en Cortes generales, y el dicho doctor ha de hacer cuenta con puntualidad de todo lo que se fuere haciendo, a la dica Diputación...", y es que el nombramiento del agente puede hacerlo también la Diputación.

Los Tres Estados de Navarra (aristocracia, nobleza y clero) habían creído tiempo atrás, en 1600, que no era necesaria la presencia del agente, por ello seis años después, por no haber negocios con la Corte, se despidió por la Diputación del reino a quien desempeñaba este oficio. El 9 de mayo de 1653, decidieron la supresión este agente. No obstante, en 1657, se hizo nuevo nombramiento de agente a quien se le entregó una instrucción con asuntos a solucionar.

Se ensayaron diferentes formas de elección, en servicio de los intereses del reino y tratando de proteger la gestión de posibles influencias.

Si bien el agente vivía en la Corte, es verdad que con frecuencia era auxiliado por legacías especiales que se trasladaban desde Pamplona y en las que se integraban algunos diputados.

El Agente en Corte también tenía quien se ocupase en favorecer al Reino de Navarra en una serie de señores de prestigio y competencia cerca del monarca, como secretarios, consejeros, militares, etc.

En 1649, el virrey de Navarra Luis Ponce de León notificaba a la Diputación el nombramiento de Capitán de las Guardias Españolas por parte del rey Felipe IV, por lo que se despedía, a la vez que se ofrecía para ser agente ante el rey de cuanto necesite Navarra.

Otro tipo de sucesos fue el ocurrido con Ventura de San Juan, comisario del Reino en 1751 de forma estable y a sueldo de la diputación. Este decidió abandonar el cargo de representación cuando las autoridades de las villas Los Arcos y Ochagavía protestaron acusándoles de que era juez y parte, por tanto no defendiendo los intereses forales. Sin embargo, la Diputación consideró que el reino se estaba beneficiando por su trabajo en Corte, y acordó escribirle pidiéndole en qué condiciones le serviría.

MONUMENTO A LOS FUEROS EN PAMPLONA

22/11/2025

Juan López de Isasti


General de marina de la Real Armada de la Guarda de la Carrera de Indias en 1543

JUAN LÓPEZ DE ISASTI

Juan López de Isasti era natural de Rentería, Guipúzcoa, donde nació a inicios del siglo XVI. Pertenecía a un linaje nobiliario de gran tradición marinera con casa sosal en el valle de Oyarzun. Su padre fue Juan de Isasti, capitán de marina de la Real Armada de Castilla en la toma de Trípoli y Bujía en 1510.

Siguiendo los pasos de su familia, se dedicó también al oficio de la guerra y la mar. Fue el primer general vasco de la Real Armada de la Guarda de la Carrera de Indias en 1543, asegurando la ruta de ultramar a través del océano Atlántico y el mar Caribe.

En 1543, López de Isasti escoltó a la Flota de galeones mercante de Indias con dos naos y una carabela de su propiedad desde su salida en Sevilla hasta las islas Canarias. Se trataba de una pequeña armada cuyo objetivo era la protección de la flota mercante: la Flota de la Guarda de la Carrera de Indias. Allí encontró una nao francesa y tres pataches que habían capturado una carabela española cargada de vinos de las islas. López de Isasti los atacó inmediatamente, logrando rescatar la carabela. Después rindió la nao francesa y, por último, forzó a emprender una desesperada huida a los pataches restantes. Regresó con su magnífica presa a Sanlúcar y entregó a las autoridades los setenta prisioneros franceses, que se enviaron a servir a las galeras, como represalia al trato que aquella nación infligía a los cautivos españoles.

En su obra historiográfica Suma de cosas cantábricas y guipuzcoanas publicada en 1620, el bachiller Juan Martínez de Zaldivia hizo alguna referencia a un capitán homónimo, Juan López de Isasti, natural también de Rentería. Relató que en 1540, fue enviado por el emperador Carlos V al mando de su galeón de guerra formando parte de la Real Armada de la Guarda de la Carrera de Indias para salvaguardar los galeones mercantes de corsarios franceses. Presentó combate, largo y cruento, del que salió victorioso, y apresó numerosas embarcaciones.

También fue mencionado por el eclesiástico e historiador Lope Martínez de Isasti en su obra Compendio historial de la Muy Noble y Muy Leal Provincia de Guipúzcoa, escrito entre 1613 y 1620, y también por Miguel de Zabaleta en su obra principal Relación de la jornada que el rey Filipe III hizo a la Provincia de Guipúzcoa, en torno a 1615.

GALEÓN DE LA FLOTA DE LA CARRERA DE INDIAS

18/11/2025

Leyenda del puente del Diablo sobre el río Cadagua


Castrejana es un barrio y un monte ubicados entre Bilbao y Barakaldo. Por su Puente del Diablo (Deabruzubi) sobre el río Cadagua pasaban los peregrinos del Camino del Cantábrico en busca de la conexión con las rutas más cómodas de la costa hacia Santiago de Compostela.

El puente fue construido con sillería de piedra arenisca formando un solo arco de medio punto, en 1436 por el maestro Pedro Ortiz, natural de Lequeitio. Formaba parte del Camino Real que conectaba Bilbao con Castilla a través de Valmaseda y el valle de Mena.

En 1836, fue un enclave estratégico durante la defensa de Castrejana, en la I Guerra Carlista de 1834-1839. En él, el Ejército liberal del Norte al mando del general Espartero tomó Baracaldo e intentó romper el cerco de Bilbao. Las fuerzas carlistas se replegaron cruzando el puente hasta Castrejana. Finalmente, las tropas del brigadier carlista Prudencio de Sopelana y Lecanda tomaron posiciones en altura para controlarlo, y rechazaron a las tropas liberales que intentaron tomarlo.

PUENTE DEL DIABLO SOBRE EL RÍO CADAGUA

La denominación de este Puente del Diablo o de las Brujas se debe a una leyenda que tiene diversas variantes. La más antigua es la que narra que una bella joven, enamorada de un apuesto caballero residente en la otra ribera del Cadagua, pactó con el diablo la construcción del puente de piedra en una noche. A cambio, le vendería su alma. La deuda que contrajo fue evitada a través de la intervención de San José, quien en lugar de Satanás, puso la última dovela para acabar el puente antes de amanecer, deshaciendo el conjuro. La joven se arrepintió y el canto del gallo hizo huir al diablo. De esta forma, pudo salvar su alma y ver a su prometido ante de que partiera a la guerra.

Otras leyendas atribuyen a unos espíritus protectores la construcción del puente, los cuales llegaron a distribuirse en final desde la cantera hasta el río pasándose los sillares de piedra de uno a otro.

15/11/2025

Poniente, por Álber Vázquez


PONIENTE, POR ÁLBER VÁZQUEZ


Poniente. La increíble hazaña de Juan Sebastián Elcano y los hombres de la nao Victoria
Álber Vázquez, Editorial La Esfera de los Libros, (2019), 744 páginas

Esta novela narra una de las aventuras más increíbles de la historia de la Humanidad: la primera circunvalación al globo terráqueo. Un viaje único donde las distancias asombran, la voluntad triunfa sobre las limitaciones y el tiempo deja de ser relevante cuando de alcanzar la gloria se trata.

Álber Vázquez da voz al puñado de audaces que navegó hacia territorios completamente desconocidos y descubrió la auténtica dimensión del mundo. Injustamente olvidados, hablan en primera persona en estas páginas vibrantes en las que brillan la capacidad humana, el sacrificio, el compañerismo y la lealtad.

Así, Juan Sebastián Elcano y sus hombres, a bordo de la Victoria, logran demostrar que la materia prima de la que se construyen los héroes de la historia es el compromiso, la obstinación y un deseo irrefrenable de ir siempre más allá.

"Álber Vázquez, autor de novelas como Mediohombre o El adelantado Juan de Oñate, se propone con una novela de aventuras al más puro estilo británico que el vizcaíno ocupe al fin el lugar que se merece en la Historia. Poniente da voz al puñado de audaces que decidieron hacer el camino de vuelta en la dirección más incierta."
César Cervera, ABC

"Vázquez se ha ganado una legión de lectores con el noble arte de hacer novelas de aventuras. Su nueva entrega tiene un interés extra como fresco humano. En Poniente, la novela del viaje de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, importa tanto la aventura como la colmena de personajes que asoman por sus páginas, desde el trono hasta el puesto más irrelevante a bordo."
Luis Alemany, El Mundo

"La pasión que transmite Vázquez en su forma de responder conecta con la intensidad que desprenden sus novelas históricas que, en esencia, son novelas de aventuras."
David Yagüe, 20 Minutos

11/11/2025

Cosme de Churruca en la Guerra Anglo-española de 1779-1783


La Guerra Anglo-española de 1779-1783 estuvo englobada en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos de América, siendo una especie de continuación de la Guerra de los Siete Años de 1756-1763, entre España y Gran Bretaña. A través de los Pactos de Familia, España era aliada política y militar de Francia, que, viendo el inicio de la Revolución de las Trece Colonias inglesas de Norteamérica, decidió apoyarlas para debilitar al Imperio británico, implicando a la Monarquía hispánica en la contienda.

En agosto de 1778, el cadete guardiamarina Cosme Damián de Churruca se graduaba como alférez de fragata en la Academia del Departamento Naval de Ferrol. Su próximo destino fue el navío San Vicente, en el que embarcó en octubre del mismo año, al mando de Francisco Gil de Taboada y Lemos. Tuvo su primera misión naval fue el Asedio a Gran Bretaña por parte de la escuadra combinada franco-española situada en Brest. Cuando el general Arce, al mando de la escuadra, fue sustituido por el teniente general Ponce de León, Churruca fue nombrado ayudante personal de este jefe de escuadra, quedando a sus órdenes directas.

COSME DAMIÁN DE CHURRUCA

En sus cartas, Churruca explicaba la necesidad de adquirir un instrumento astronómico llamado octante para observar el sol, y mostraba su interés por los idiomas y los libros sobre náutica, astronomía, matemáticas y otras disciplinas científicas relacionadas con su profesión marítima. En correspondencia escrita a su padre en Ferrol, el 14 de noviembre de 1778:
"Yo me hallo con muchísimas ganas de saber a los menos las dos lenguas más generales que son la francesa y la inglesa, pues están escritos los mejores libros de la facultad en estos idiomas. Lo que a mi me falta y no se encuentra en esta ciudad son libros de la facultad, con que si vuestra merced tiene entre los libros de casa algunos que traten de alguna ciencia de las muchas que contribuyen a nuestro oficio como son la aritmética, geometría, trigonometría, cosmografía, geografía, astronomía, álgebra, táctica, navegación, maniobra, artillería o dibujo, mándamelos, pues ahí no sirven de nada y a mi de mucho, pues cualesquiera de estas ciencias es un ramo de navegación."

Esta primera campaña en aguas del estrecho de Calais resultó muy borrascosa y con vientos contrarios, pero Churruca demostró su coraje frente al peligro y su habilidad para contrarrestar los riesgos a través del estudio de las maniobras. De hecho, el estudio de las disciplinas náuticas se convertiría en el eje central de su carrera.

Desde muy pronto, criticó las exiguas y retrasadas pagas de los marinos, así como las incomodidades que tenían que soportar, dado que sus primeras experiencias resultaron algo desafortunadas.

Según su carta a su padre a bordo del navío San Vicente, a su regreso a Ferrol con fecha del 2 de febrero de 1780, Churruca lamentaba su mala suerte:
"… en un mismo día han sido los dos combates, el de José de Lángara con los ingleses y el nuestro con los elementos, lo que siento es que no se hubieran cambiado las suertes; en fin, paciencia."

Además, consideraba que existían otros factores más previsibles y necesarios resolver como las deficiencias en los navíos. Así lo expuso en otra carta a su padre mientras entraba por el Canal de la Mancha a bordo del mismo navío, el 27 de agosto de 1781:
"Mientras no estén nuestros navíos forrados en cobre, como lo están los ingleses, para andar tanto como ellos o a los menos no ser tan pesados como son, pues nadie podrá presumir se puedan cazar liebres con borricos."

COMBATE DE SAN VICENTE, AÑO 1780

A finales de 1781, Churruca fue trasbordado a la fragata Santa Bárbara, por orden de José de Mazarredo. Esta era más rápida que el anterior navío por estar forrada de cobre y era uno de los bajeles a los que José de Mazarredo destinaba a sus mejores hombres, entre los que estaba Churruca. Aún a bordo del San Vicente, atracado en el puerto de Cádiz, escribió a su padre mediante carta del 21 de diciembre de 1781:
"Muchos envidiosos tengo de mi destino nuevo y me dan broma alguna diciendo ser ya ésta una de las pruebas principales de ahijado de Mazarredo, ojalá fuera así, pero él me ha hablado palabra para ponerme en la fragata ni yo a él, aunque solemos hablarnos cuando nos vemos y le merezco alaguna distinción."

En 1782, Churruca intervino muy joven en el cuarto Sitio de Gibraltar, a bordo de la fragata Santa Bárbara, comandada por el capitán vasco Ignacio María de Álava, que terminó en fracaso como los anteriores. En este sitio se distinguió del modo más brillante, acudiendo a apagar el incendio de las baterías flotantes provocado por las balas rojas de los británicos, y llevando refuerzos y ayudas a las tripulaciones de los buques incendiados mediante el bote de la fragata. Toda esta heroica acción fue ejecutada mientras sufría ráfagas de metralla que lanzaban las baterías de la plaza y las explosiones de las baterías flotantes que ardían.

Al final resultó un fracaso porque terminaron quemándose las baterías flotantes con las que la Marina española pretendía arrasar las defensas británicas de la roca de Gibraltar. Una derrota que tampoco tomó a mal, pues su mayor interés siempre fue el desarrollo científico de su actividad y la preocupación de adquirir libros, según lo dejó escrito en otra carta a su padre, en 1783:
"… si he de saber algo o aspirar a salir de la clase que llaman de los adocenados."

SITIO DE GIBRALTAR, AÑOS 1779 - 1783

Pronto tuvo la oportunidad de mejorar sus conocimientos al haberse fundado aquel año unos Estudios Superiores especializados de Matemáticas y Astronomía para los oficiales más destacados y que se impartiría en los tres departamentos navales de la España peninsular. Finalmente, fue admitido en la Academia de Ferrol, en abril de 1784. En febrero de 1787, terminó el curso, graduándose con el rango de teniente de navío.

07/11/2025

Miguel de Ibarra y Mallea


Presidente de la Real Audiencia de Quito entre 1600 y 1608, gobernador y capitán general de la Provincia de Quito, en el Virreinato del Perú, entre 1606 y 1608

ESCULTURA DE MIGUEL DE IBARRA EN QUITO

Miguel de Ibarra y Mallea era natural de Éibar, Guipúzcoa, donde nació en 1550. Su hermano mayor Juan de Ibarra y Mallea era caballero de la Orden de Calatrava y secretario real de Felipe II en asuntos relacionados con el Virreinato del Perú; como tal refrendaba las cédulas enviadas a Quito.

Miguel de Ibarra siguió la tradición de sus antepasados dedicándose a la jurisprudencia y hermano, y se licenció en Derecho por la Universidad de Salamanca, en 1582.

En 1591, el Consejo de Indias nombró a Ibarra oidor de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá y al consejero real Antonio González su presidente. El objetivo de ambos nombramientos era realizar una mejor organización de las instituciones administrativas y actividad económica en la gobernación del Reino de la Nueva Granada, en el Virreinato del Perú, que estaba pasando por momentos de inestabilidad.

Embarcó en Cartagena y llegó a Bogotá, capital de la Nueva Granada. En el distrito de Santafé existían 95 pueblos de indios, en los que vivían 19.161 indios tributarios, organizados por 51 encomenderos, quienes debían proteger a sus indígenas encomendados y evangelizarlos.

Se hacía necesaria la urgente visita a estas encomiendas por parte del oidor Ibarra para poner orden y evitar abusos de los encomenderos. Estas visitas fueron bien recibidas por los indígenas, pues hacía cerca de treinta años que no se realizaban. Su función era la mediación entre la indisciplina de indios y los excesos de encomenderos, caciques y hasta brujos, con el objetivo de establecer unas mejores condiciones de vida y trabajo a los naturales.

Entre 1593 y 1595, Ibarra ejecutó un proceso de visitas en el que se sirvió de intérpretes. Cada vez que llegaba a una encomienda, enviaba a su patrón a la ciudad y reunía a todos sus trabajadores. Les explicaba que él les defendería de los abusos de sus encomenderos y que podrían presentar denuncias de forma secreta ante él en caso de producirse agravios.

Entre las ordenanzas que estableció a en las encomiendas estaban la prohibición de los "servicios personales" y el pago a los indios en dinero oficial. Prohibió el transporte de piedras, vigas y grandes mercancías en hombros, obligando a hacerlo en carros. Y bajó considerablemente los tributos de indios y la mita. Mediante este sistema, los indios dejaban de ser un encomendado, para ser un jornalero voluntario.

MIGUEL DE IBARRA Y MALLEA

Ibarra se había ganado el respeto de muchos indígenas novogranadinos por hacer cumplir sus reformas de encomiendas e impartir justicia de los agravios que se estaban cometiendo en aquellos años.

Gracias los elogiosos informes que el presidente de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá, Antonio González, envió a la Corte de Felipe III, se nombró a Ibarra como nuevo presidente de la Real Audiencia de Quito.

La real cédula del nombramiento explicaba que:
"Conviene proveer el dicho cargo en persona de las letras, experiencia y prudencia que se requiere. Y por éstas y otras buenas partes que concurren en la de Vos; y acatando a lo que me habéis servido, es mi merced que seáis mi Presidente de la dicha mi Real Audiencia de Quito. 12 de abril de 1599. Yo el Rey. Refrendada por Joan de Ybarra."
El 23 de febrero de 1600, Ibarra tomaba posesión de su cargo, teniendo muy buena acogida por las autoridades municipales y eclesiásticas y por el virrey Gaspar de Zúñiga Acevedo y Velasco. Su Real Audiencia disponía de tres oidores y al fiscal Blas Torres de Altamira.

Bajo la presidencia de Ibarra dio comienzo lo que el historiador Juan de Velasco llamó "Siglo de Oro" de la Real Audiencia de Quito.

En aquel momento, la ciudad tenía un miliar de habitantes, de los cuales 30 eran encomenderos, y unos 35.000 indios en el territorio exterior de Quito. La población mestiza iba creciendo cada vez más, llegando a ocupar cargos administrativos, adquirir encomiendas, y desarrollar la industria y el comercio. Los indígenas eran gobernados junto a los corregidores por sus antiguos caciques, procedentes de los primitivos pueblos preincaicos. Algunos consiguieron mantenerse en el poder asimilándose a los hidalgos y encomenderos, en cuanto a la vestimenta y las armas.

Eran buenos cristianos, aptos gobernantes y leales a la Corona española, pues su padres habían apoyado la conquista de Sebastián de Benalcázar contra el régimen tiránico de Rumiñahui, establecido desde Cuzco. Tras petición de estos, el presidente Ibarra solicitó ante la Corte la aprobación del derecho a realizar obrajes e industrias y el reconocimiento de sus méritos pasados. Estos privilegios fueron aceptados a favor de Pedro de Zámbida, cacique de Manta, Portoviejo y Guayaquil, ubicado en Chapi, y de Cayancela, otro cacique localizado en el centro del virreinato.

El plan de integración de indios y el mestizaje racial estaba dando sus frutos, y por eso el virrey Zúñiga afirmó:
"Desde la fundación de la ciudad, nunca hubo tantos indios como ahora."

ESCUDO DE ARMAS DE MIGUEL DE IBARRA Y MALLEA

Poco después de su toma de posesión, el 6 de julio de 1600, se presentó ante la Real Audiencia una comitiva que representaba a los negros y mulatos de la Provincia costera de Esmeraldas, vasallos libres. Estaba encabezada por los capitanes Sebastián y Antonio de Illescas, que marchaban a caballo y llevaban ricas vestimentas. Estos mostraron lealtad al rey Felipe III de España ante su virrey peruano Gaspar de Zúñiga y ante el presidente Miguel de Ibarra, quienes confirmaron su libertad, el derecho a gobernarse y cobrar tributos. Además, eliminaron los desafueros que su región había estado sufriendo durante cuatro décadas debido a que sus padres escaparon de un barco de la Carrera de Indias cuando encalló en las costas de Esmeraldas.

La otra región importante donde había negros era el valle subtropical del Chota, que trabajaban en las plantaciones azucareras de religiosos y seglares. Provenían de Cartagena de Indias, estaban civilizados y cristianizados por miembros de la Compañía de Jesús sucesores de san Pedro Claver.

De todas formas, Quito se encontraba en un momento muy delicado e inestable tras la Revuelta de las Alcabalas que tuvo lugar entre 1592 y 1593. Se trataba de una insurrección popular contra la imposición del nuevo impuesto sobre las ventas, denominado alcabala, para financiar una flota naval que luchase contra los piratas y corsarios que atacaban el comercio marítimo y los puertos. La rebelión fue aplastada por las tropas de Arana, los líderes fueron ejecutados, el presidente de la audiencia Barros de San Miguel se exilió y el procurador Alonso Moreno y Bellido fue asesinado en la calle.

Antes estos sucesos, la ciudad había perdido algunos de sus derechos, privilegios y alcaldes, que Ibarra intentó recuperar. También defendió a los que participaron en la revuelta para que no sean castigados, y fuesen considerados vasallos leales.

Sobre las regiones del valle del Amazonas, se emprendieron expedición de exploración y colonización, se fundaron nuevas misiones y reducciones y se cristianizó a gran número de indígenas.

MAPA DE LA PROVINCIA DE QUITO, SIGLO XVIII

En cuanto a desarrollo urbano, la ciudad fue levantando iglesias y conventos con la colaboración de los indios, y suntuosas viviendas con preciosas fachadas pétreas. En la costa, se instaló uno de los mejores puertos marítimos del Pacífico, el de Guayaquil. Y solicitó el traslado de las Reales Casas a la Plaza Mayor, que se materializó en la siguiente presidencia. La industria textil sufrió un gran avance en su producción.

Ibarra no dudó en apoyar cualquier iniciativa empresarial que se le presentase. En 1606, Pedro de Veraza le expuso que su novedoso sistema de las "fresadillas" podían incrementar la producción de las minas de Zaruma, descubiertas en 1592, desde los 9.000 pesos actuales a los 40.000. Y el presidente guipuzcoano aprobó el proyecto y permitió el empleo de trabajadores indios mitayos.

De todas formas, en la Provincia de Quito la industria de la minería de metales era muy escaso comparado con otras regiones norteñas del virreinato como Potosí. Por eso, prefirió fomentar la industria del textil, pues existía bastante ganadería ovina a la par de trabajadores experimentados en tejer la lana. Existían algunos obrajes de comunidad, pertenecientes a los pueblos indígenas, organizados por caciques y por administradores elegidos por el virrey.

El virrey Zúñiga, así como el anterior Francisco de Toledo, desobedecieron los dos decretos reales de 1577 y 1601 que prohibían el fomento de obrajes de lana y de talleres de textil en territorios virreinales, para proteger a los hilanderos de la España peninsular. Es más, introdujeron una legislación laboral para la protección de los emprendedores y trabajadores, lo que generaría un mayor desarrollo de esta industria en el siglo XVII.

INDIOS TEJEDORES DEL TEXTIL EN QUITO

En la ciudad la actividad era menor que en los pueblos indígenas. Existían algunos pequeños obrajes y poco rentables, que el secretario real Altamirano quiso destruir, con el apoyo del virrey, pero Ibarra los defendió y consiguió mantenerlos en funcionamiento.

Pero los talleres de tejedores siempre estaban bajo el control del rey o del virrey. Por eso, el cabildo de Quito solicitó a ambos la autorización a los tejedores particulares el establecimiento de nuevos molinos y talleres textiles, exponiéndole los beneficios. La Corte dejó en manos del virrey aquella decisión.

En abril de 1606, moría el virrey Gaspar de Zúñiga y Acevedo. Esto cambió la situación tanto para Ibarra como para la industria del textil. Por una parte, Ibarra se convirtió en gobernador y capitán general de la Provincia de Quito, acuerdo a la ley, con autoridad virreinal, y de forma interina. Por otra, siendo ya un gobernador civil y militar, de forma autónoma, autorizó la apertura de diecisiete proyectos privados en obrajes de textil, pero respetando la reglamentación virreinal existente. Su autonomía duró hasta la llegada a Lima del nuevo virrey, el marqués de Montesclaros, en diciembre de 1607.

Las normas establecían que los jornaleros debían ser libres, merecían un trato respetuoso y un salario digno. Tenían derecho a comer durante la jornada diurna, al descanso y la asistencia sanitaria, y a la enseñanza del evangelio por un eclesiástico o un patrón. Algunos encomenderos solicitaban títulos nobiliarios.

MIGUEL DE IBARRA Y MALLEA

En 1606, los españoles que residían en el valle de Carangue solicitaron al virrey Gaspar de Zúñiga la fundación de una villa. Aquellos colonos pretendían disponer de un cabildo y una parroquia como cualquier villa fundada. La propuesta fue bien recibida por el gobernador Ibarra debido a que esa villa serviría de lugar de paso en la ruta con Popayán y Bogotá. Quito estaba conectada al mar a través de la ruta hacia el puerto de Guayaquil, pero quedaba cortada cada invierno por las inundaciones. Desde esta villa se podría abrir otra vía de comunicación más al sur hacia la costa del Pacífico, donde instalar un puerto marítimo que conectase más rápidamente con la Real Audiencia de Panamá y con España.

Ibarra tenía la seguridad de que impulsaría notablemente su desarrollo económico si lograba acercar Quito al istmo de Panamá, por lo que se empeñó en acortar la distancia mediante la construcción de este camino por Esmeraldas o por la región de Atacames, que ya había sido completamente pacificada. Por otro lado, se dedicó a estudiar el problema de las comunicaciones terrestres de Quito y llegó a la conclusión de que había necesidad de establecer un mayor intercambio con el Nuevo Reino de Granada, al norte del virreinato.

Por eso, aceptó el proyecto y envió Cristóbal de Troya como juez fundador para abrir el camino del Mar del Sur y oficializar el acto fundacional de la villa. El 28 de septiembre de 1606, se fundó la Villa de San Miguel de Ibarra. Entre los privilegios y deberes, permitía construir iglesia parroquial, cabildo, cárcel y plazas, molinos y hornos de ladrillos; delimitar solares, edificar viviendas y establecer ranchos de indios, todo en forma de pueblo; y nombrar alcaldes, alguacil mayor, regidores y demás oficiales.

FUNDACIÓN DE IBARRA POR CRISTÓBAL DE TROYA

Así, la industria textil de Quito se convirtió en la más desarrollada de toda la América hispánica, exportando sus productos a las otras provincias del Virreinato del Perú en gran volumen. Esta actividad estuvo en auge por lo menos hasta el final de la presidencia del vizcaíno Lope Antonio de Munive y Axpe en la Real Audiencia.

En octubre de 1608, en la gobernación de Quito llegaba la autorización real para que Ibarra pudiera ordenarse sacerdote. Fue un deseo que había estudiado mucho antes, y que solicitó en 1606. Pero como el trámite era largo, Miguel de Ibarra falleció antes de saberlo, en abril de 1608.

Fue enterrado en la convento de San Francisco de Quito, en cuya lápida tumbal fue grabado su escudo de armas y su título singular de presidente de la Audiencia de Quito y gobernador y capitán general de la Provincia.

LÁPIDA DE MIGUEL DE IBARRA Y ESCUDO DE LA AUDIENCIA DE QUITO

03/11/2025

Primeros retratos de san Ignacio de Loyola, por Rubens, Valdés Leal y otros artistas


El 31 de Julio de 1556, fallecía el santo Ignacio de Loyola, patrón de Guipúzcoa y fundador de la Compañía de Jesús. Uno de sus compañeros realizó una máscara mortuoria de yeso, que se conserva en la Casa Generalice de Roma, seguida de varias copias en cera de dicha máscara.

En base a este molde, sus compañeros de orden encargaron la ejecución de un retrato al pintor Jacopino del Conte, uno de los máximos exponentes del manierismo romano, discípulo de Miguel Ángel. Al original retrato de Conte de 1556 se le añadió la aureola de santo después de que Loyola hubiese sido canonizado en 1622. Aunque presentaba defectos faciales producidos por la mascarilla, los primeros generales de la Compañía que sucedieron al guipuzcoano aceptaron esta imagen como representación oficial.

SAN IGNACIO, POR JACOPINO DEL CONTE


En 1585, el general Pedro de Ribadeneira encargó al pintor español Alonso Sánchez Coello un retrato que eliminase los defectos del anterior, basándose en el modelo en barro de Domingo Beltrán. Este lienzo se conserva en la Casa Profesa, se hicieron 16 copias, pero el original se quemó durante la oleada anticlerical de la II República española en 1931.

Existe otro tercer molde de yeso que se conserva en la iglesia de Castel Madama, cerca de Tívoli, en el que se basó el primer retrato de perfil que alberga el Museo de Historia de Arte de Sondrio. Posee con una inscripción en el marco ejecutada por Nicola Bobadilla, uno de los primeros compañeros de Ignacio, que explica que fue realizada en 1543, con el santo en vida.

SAN IGNACIO, POR NICOLA BOBADILLA


En este primer retrato de perfil se basó el grabado del pintor belga Johan Sadeler, realizado en 1580, para decorar la obra Vida de Ignacio, promovida por Pedro de Rivadeneira y publicada en Venecia, en 1587.

SAN IGNACIO, POR JOHAN SADELER


En 1598, el viceprovincial flamenco Olivier Mannaerts, que había conocido a Loyola en vida, encargó un nuevo retrato a un artista desconocido porque los anteriores no expresaban la viveza de sus ojos, ni la espiritualidad de su rostro. Se encargaron varios retratos que expresara un rostro menos alargado se la cara a varios artistas, siendo uno de ellos el notable flamenco Otto van Veen. Sin embargo, sería el dibujo sobre bronce del pintor flamenco Pieter Paul Rubens, la que convenció al epistolado de los jesuitas tanto de Flandes como de Roma, que pudo mostrar al general Acuaviva en un viaje que hizo en 1600. Una copia de la original y anónima imagen oval sin bonete se conserva en la Casa Provincial de Bruselas.

SAN IGNACIO, ANÓNIMO


Otros retratos también fueron tomados en consideración, como la imagen pintada por un artista anónimo sobre bronce, que se conserva en la Casa Provincial de la Compañía de Jesús en Bruselas.

SAN IGNACIO, ANÓNIMO


También es meritoria otra obra anónima, del Colegio Internacional de Gesú en Roma, en el que Loyola sujeta con las manos sus Ejercicios espirituales, aparece un aurea solar sobre su cabeza y el emblema de la compañía (IHS) sobre un óvalo de luz en el ángulo derecho superior.

SAN IGNACIO, ANÓNIMO


Pero el retrato ovalado de Rubens fue el que finalmente definió la imagen de san Ignacio de Loyola a través de un libro iconográfico y pionero La Vita Beati P. Ignatii Loiolae Societatis Iesu Fundatoris contiene 81 grabados en cobre, que representan las escenas más significativas de Ignacio. Fue publicado en 1609, año de su beatificación, por el propio Rubens, promovido por el provincial flamenco Mannaerts y grabado por el francés Jean Baptiste Barbé.

SAN IGNACIO, POR PIETER PAUL RUBENS


A partir de estos grabados que Rubens ejecutó en Roma entre 1599 y 1600, se inició una iconografía del santo por artistas tanto de Europa como de América. Por ejemplo, tomando el grabado de Rubens en la Vita Beati, el pintor novohispano Miguel Cabrera compuso el Nacimiento de san Ignacio, que se expone en el Museo Tepozotlán de México.

NACIMIENTO DE SAN IGNACIO, POR RUBENS Y POR CABRERA


Otro ejemplo es la obra anónima Paulo III aprobando la Compañía de Jesús, en el que san Ignacio recibe la aprobación del papa para la fundación de su orden religiosa, que se guarda en el Colegio Internacional de Gesú.

PAULO III APROBANDO LA COMPAÑÍA DE JESÚS, POR RUBENS Y ANÓNIMO


Otro más fue San Ignacio escribiendo los Ejercicios Espirituales en la gruta de Manresa que se encuentra en el claustro de la Universidad Pontificia de Salamanca. Fue realizado por el napolitano Sebastiano Conca en 1750, formando parte de una colección de 28 lienzos para este centro educativo.

SAN IGNACIO ESCRIBIENDO LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES, POR RUBENS Y CONCA


Por último, destaca la Muerte de San Ignacio, pintado por artista anónimo en 1600 para la Capilla Garnecio, en Italia.

MUERTE DE SAN IGNACIO, POR RUBENS Y ANÓNIMO


En 1573, el general español Pedro de Ribadeneira ya había escrito la primera biografía de san Ignacio en lengua latina, traducida al español en 1583, con numerosas ediciones posteriores. En 1604, este encargó en Amberes una colección de 15 obras pictóricas que su compatriota Juan de Mesa realizó en telas. Estabas basadas en los grabados ovalados de Rubens y sirvieron para decorar el noviciado de Madrid, actual Casa de Ejercicios de Manresa. También en Amberes, los grabadores flamencos Cornelio y Teodoro Galle se basaron en los lienzos de Juan de Mesa para la publicación de Vita beati patris Ignatii Loyolae en 1610.

VITA BEATI PATRIS IGNATII LOYOLAE, POR CORNELIO Y TEODORO GALLE


Estas series de retratos individuales y colecciones buscaban dar a conocer el santo, pero, tras su canonización en 1609, los pintores se ocuparon más de exaltar su figura. Este fue el caso de Los milagros de san Ignacio, pintado por Pieter Paul Rubens antes de su canonización, que se expone en el Museo Histórico Kunst de Viena. O, por ejemplo, el Triunfo de San Ignacio, del francés Claude Vignon, con clara influencia de Caravaggio, siendo una pintura barroca, con una iconografía muy reproducida.

TRIUNFO DE SAN IGNACIO, POR CLAUDE VIGNON


LOS MILAGROS DE SAN IGNACIO, POR PIETER PAUL RUBENS


Otras colecciones se fueron desarrollando en pleno estilo y época del barroco, tanto en Europa como la América hispana:

La colección de 14 láminas del flamenco Hiperónimos Wierix compuso en 1590 sobre la vida y obra de san Ignacio, que fueron publicadas en 1613, y más tarde grabó los retratos de los generales.

La colección de 39 lienzos de Rubens para la iglesia de los jesuitas en Amberes.

La colección de 36 cuadros del pintor jesuita Ignacio Raeth en 1662.

La colección de 14 lienzos pintado por Juan Valdés Leal de 1665 para la Casa Profesa de Sevilla, en cuyo museo de la ciudad se conservan la mayoría.

La colección de 22 cuadros del artista novohispano Cristóbal de Villalpando para el noviciado de San Francisco Javier de Tepozotlán.

La colección de 8 óleos de la iglesia de San Pedro en Lima, que se atribuyeron en principio a Bernardo Bitti y después al taller de Valdés Leal o al mismo sevillano. Se trata de una iconografía más renovada y detallada en cuanto a sus personajes y escenarios, formada por ángeles, santos, mártires y programas universales.

ÉXTASIS DE SAN IGNACIO, POR CRISTÓBAL DE VILLALPANDO