Presidente de la Real Audiencia de Quito entre 1600 y 1608, gobernador y capitán general de la Provincia de Quito, en el Virreinato del Perú, entre 1606 y 1608
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| ESCULTURA DE MIGUEL DE IBARRA EN QUITO |
Miguel de Ibarra y Mallea era natural de Éibar, Guipúzcoa, donde nació en 1550. Su hermano mayor Juan de Ibarra y Mallea era caballero de la Orden de Calatrava y secretario real de Felipe II en asuntos relacionados con el Virreinato del Perú; como tal refrendaba las cédulas enviadas a Quito.
Miguel de Ibarra siguió la tradición de sus antepasados dedicándose a la jurisprudencia y hermano, y se licenció en Derecho por la Universidad de Salamanca, en 1582.
En 1591, el Consejo de Indias nombró a Ibarra oidor de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá y al consejero real Antonio González su presidente. El objetivo de ambos nombramientos era realizar una mejor organización de las instituciones administrativas y actividad económica en la gobernación del Reino de la Nueva Granada, en el Virreinato del Perú, que estaba pasando por momentos de inestabilidad.
Embarcó en Cartagena y llegó a Bogotá, capital de la Nueva Granada. En el distrito de Santafé existían 95 pueblos de indios, en los que vivían 19.161 indios tributarios, organizados por 51 encomenderos, quienes debían proteger a sus indígenas encomendados y evangelizarlos.
Se hacía necesaria la urgente visita a estas encomiendas por parte del oidor Ibarra para poner orden y evitar abusos de los encomenderos. Estas visitas fueron bien recibidas por los indígenas, pues hacía cerca de treinta años que no se realizaban. Su función era la mediación entre la indisciplina de indios y los excesos de encomenderos, caciques y hasta brujos, con el objetivo de establecer unas mejores condiciones de vida y trabajo a los naturales.
Entre 1593 y 1595, Ibarra ejecutó un proceso de visitas en el que se sirvió de intérpretes. Cada vez que llegaba a una encomienda, enviaba a su patrón a la ciudad y reunía a todos sus trabajadores. Les explicaba que él les defendería de los abusos de sus encomenderos y que podrían presentar denuncias de forma secreta ante él en caso de producirse agravios.
Entre las ordenanzas que estableció a en las encomiendas estaban la prohibición de los "servicios personales" y el pago a los indios en dinero oficial. Prohibió el transporte de piedras, vigas y grandes mercancías en hombros, obligando a hacerlo en carros. Y bajó considerablemente los tributos de indios y la mita. Mediante este sistema, los indios dejaban de ser un encomendado, para ser un jornalero voluntario.
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| MIGUEL DE IBARRA Y MALLEA |
Ibarra se había ganado el respeto de muchos indígenas novogranadinos por hacer cumplir sus reformas de encomiendas e impartir justicia de los agravios que se estaban cometiendo en aquellos años.
Gracias los elogiosos informes que el presidente de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá, Antonio González, envió a la Corte de Felipe III, se nombró a Ibarra como nuevo presidente de la Real Audiencia de Quito.
La real cédula del nombramiento explicaba que:
"Conviene proveer el dicho cargo en persona de las letras, experiencia y prudencia que se requiere. Y por éstas y otras buenas partes que concurren en la de Vos; y acatando a lo que me habéis servido, es mi merced que seáis mi Presidente de la dicha mi Real Audiencia de Quito. 12 de abril de 1599. Yo el Rey. Refrendada por Joan de Ybarra."El 23 de febrero de 1600, Ibarra tomaba posesión de su cargo, teniendo muy buena acogida por las autoridades municipales y eclesiásticas y por el virrey Gaspar de Zúñiga Acevedo y Velasco. Su Real Audiencia disponía de tres oidores y al fiscal Blas Torres de Altamira.
Bajo la presidencia de Ibarra dio comienzo lo que el historiador Juan de Velasco llamó "Siglo de Oro" de la Real Audiencia de Quito.
En aquel momento, la ciudad tenía un miliar de habitantes, de los cuales 30 eran encomenderos, y unos 35.000 indios en el territorio exterior de Quito. La población mestiza iba creciendo cada vez más, llegando a ocupar cargos administrativos, adquirir encomiendas, y desarrollar la industria y el comercio. Los indígenas eran gobernados junto a los corregidores por sus antiguos caciques, procedentes de los primitivos pueblos preincaicos. Algunos consiguieron mantenerse en el poder asimilándose a los hidalgos y encomenderos, en cuanto a la vestimenta y las armas.
Eran buenos cristianos, aptos gobernantes y leales a la Corona española, pues su padres habían apoyado la conquista de Sebastián de Benalcázar contra el régimen tiránico de Rumiñahui, establecido desde Cuzco. Tras petición de estos, el presidente Ibarra solicitó ante la Corte la aprobación del derecho a realizar obrajes e industrias y el reconocimiento de sus méritos pasados. Estos privilegios fueron aceptados a favor de Pedro de Zámbida, cacique de Manta, Portoviejo y Guayaquil, ubicado en Chapi, y de Cayancela, otro cacique localizado en el centro del virreinato.
El plan de integración de indios y el mestizaje racial estaba dando sus frutos, y por eso el virrey Zúñiga afirmó:
"Desde la fundación de la ciudad, nunca hubo tantos indios como ahora."
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| ESCUDO DE ARMAS DE MIGUEL DE IBARRA Y MALLEA |
Poco después de su toma de posesión, el 6 de julio de 1600, se presentó ante la Real Audiencia una comitiva que representaba a los negros y mulatos de la Provincia costera de Esmeraldas, vasallos libres. Estaba encabezada por los capitanes Sebastián y Antonio de Illescas, que marchaban a caballo y llevaban ricas vestimentas. Estos mostraron lealtad al rey Felipe III de España ante su virrey peruano Gaspar de Zúñiga y ante el presidente Miguel de Ibarra, quienes confirmaron su libertad, el derecho a gobernarse y cobrar tributos. Además, eliminaron los desafueros que su región había estado sufriendo durante cuatro décadas debido a que sus padres escaparon de un barco de la Carrera de Indias cuando encalló en las costas de Esmeraldas.
La otra región importante donde había negros era el valle subtropical del Chota, que trabajaban en las plantaciones azucareras de religiosos y seglares. Provenían de Cartagena de Indias, estaban civilizados y cristianizados por miembros de la Compañía de Jesús sucesores de san Pedro Claver.
De todas formas, Quito se encontraba en un momento muy delicado e inestable tras la Revuelta de las Alcabalas que tuvo lugar entre 1592 y 1593. Se trataba de una insurrección popular contra la imposición del nuevo impuesto sobre las ventas, denominado alcabala, para financiar una flota naval que luchase contra los piratas y corsarios que atacaban el comercio marítimo y los puertos. La rebelión fue aplastada por las tropas de Arana, los líderes fueron ejecutados, el presidente de la audiencia Barros de San Miguel se exilió y el procurador Alonso Moreno y Bellido fue asesinado en la calle.
Antes estos sucesos, la ciudad había perdido algunos de sus derechos, privilegios y alcaldes, que Ibarra intentó recuperar. También defendió a los que participaron en la revuelta para que no sean castigados, y fuesen considerados vasallos leales.
Sobre las regiones del valle del Amazonas, se emprendieron expedición de exploración y colonización, se fundaron nuevas misiones y reducciones y se cristianizó a gran número de indígenas.
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| MAPA DE LA PROVINCIA DE QUITO, SIGLO XVIII |
En cuanto a desarrollo urbano, la ciudad fue levantando iglesias y conventos con la colaboración de los indios, y suntuosas viviendas con preciosas fachadas pétreas. En la costa, se instaló uno de los mejores puertos marítimos del Pacífico, el de Guayaquil. Y solicitó el traslado de las Reales Casas a la Plaza Mayor, que se materializó en la siguiente presidencia. La industria textil sufrió un gran avance en su producción.
Ibarra no dudó en apoyar cualquier iniciativa empresarial que se le presentase. En 1606, Pedro de Veraza le expuso que su novedoso sistema de las "fresadillas" podían incrementar la producción de las minas de Zaruma, descubiertas en 1592, desde los 9.000 pesos actuales a los 40.000. Y el presidente guipuzcoano aprobó el proyecto y permitió el empleo de trabajadores indios mitayos.
De todas formas, en la Provincia de Quito la industria de la minería de metales era muy escaso comparado con otras regiones norteñas del virreinato como Potosí. Por eso, prefirió fomentar la industria del textil, pues existía bastante ganadería ovina a la par de trabajadores experimentados en tejer la lana. Existían algunos obrajes de comunidad, pertenecientes a los pueblos indígenas, organizados por caciques y por administradores elegidos por el virrey.
El virrey Zúñiga, así como el anterior Francisco de Toledo, desobedecieron los dos decretos reales de 1577 y 1601 que prohibían el fomento de obrajes de lana y de talleres de textil en territorios virreinales, para proteger a los hilanderos de la España peninsular. Es más, introdujeron una legislación laboral para la protección de los emprendedores y trabajadores, lo que generaría un mayor desarrollo de esta industria en el siglo XVII.
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| INDIOS TEJEDORES DEL TEXTIL EN QUITO |
En la ciudad la actividad era menor que en los pueblos indígenas. Existían algunos pequeños obrajes y poco rentables, que el secretario real Altamirano quiso destruir, con el apoyo del virrey, pero Ibarra los defendió y consiguió mantenerlos en funcionamiento.
Pero los talleres de tejedores siempre estaban bajo el control del rey o del virrey. Por eso, el cabildo de Quito solicitó a ambos la autorización a los tejedores particulares el establecimiento de nuevos molinos y talleres textiles, exponiéndole los beneficios. La Corte dejó en manos del virrey aquella decisión.
En abril de 1606, moría el virrey Gaspar de Zúñiga y Acevedo. Esto cambió la situación tanto para Ibarra como para la industria del textil. Por una parte, Ibarra se convirtió en gobernador y capitán general de la Provincia de Quito, acuerdo a la ley, con autoridad virreinal, y de forma interina. Por otra, siendo ya un gobernador civil y militar, de forma autónoma, autorizó la apertura de diecisiete proyectos privados en obrajes de textil, pero respetando la reglamentación virreinal existente. Su autonomía duró hasta la llegada a Lima del nuevo virrey, el marqués de Montesclaros, en diciembre de 1607.
Las normas establecían que los jornaleros debían ser libres, merecían un trato respetuoso y un salario digno. Tenían derecho a comer durante la jornada diurna, al descanso y la asistencia sanitaria, y a la enseñanza del evangelio por un eclesiástico o un patrón. Algunos encomenderos solicitaban títulos nobiliarios.
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| MIGUEL DE IBARRA Y MALLEA |
En 1606, los españoles que residían en el valle de Carangue solicitaron al virrey Gaspar de Zúñiga la fundación de una villa. Aquellos colonos pretendían disponer de un cabildo y una parroquia como cualquier villa fundada. La propuesta fue bien recibida por el gobernador Ibarra debido a que esa villa serviría de lugar de paso en la ruta con Popayán y Bogotá. Quito estaba conectada al mar a través de la ruta hacia el puerto de Guayaquil, pero quedaba cortada cada invierno por las inundaciones. Desde esta villa se podría abrir otra vía de comunicación más al sur hacia la costa del Pacífico, donde instalar un puerto marítimo que conectase más rápidamente con la Real Audiencia de Panamá y con España.
Ibarra tenía la seguridad de que impulsaría notablemente su desarrollo económico si lograba acercar Quito al istmo de Panamá, por lo que se empeñó en acortar la distancia mediante la construcción de este camino por Esmeraldas o por la región de Atacames, que ya había sido completamente pacificada. Por otro lado, se dedicó a estudiar el problema de las comunicaciones terrestres de Quito y llegó a la conclusión de que había necesidad de establecer un mayor intercambio con el Nuevo Reino de Granada, al norte del virreinato.
Por eso, aceptó el proyecto y envió Cristóbal de Troya como juez fundador para abrir el camino del Mar del Sur y oficializar el acto fundacional de la villa. El 28 de septiembre de 1606, se fundó la Villa de San Miguel de Ibarra. Entre los privilegios y deberes, permitía construir iglesia parroquial, cabildo, cárcel y plazas, molinos y hornos de ladrillos; delimitar solares, edificar viviendas y establecer ranchos de indios, todo en forma de pueblo; y nombrar alcaldes, alguacil mayor, regidores y demás oficiales.
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| FUNDACIÓN DE IBARRA POR CRISTÓBAL DE TROYA |
Así, la industria textil de Quito se convirtió en la más desarrollada de toda la América hispánica, exportando sus productos a las otras provincias del Virreinato del Perú en gran volumen. Esta actividad estuvo en auge por lo menos hasta el final de la presidencia del vizcaíno Lope Antonio de Munive y Axpe en la Real Audiencia.
En octubre de 1608, en la gobernación de Quito llegaba la autorización real para que Ibarra pudiera ordenarse sacerdote. Fue un deseo que había estudiado mucho antes, y que solicitó en 1606. Pero como el trámite era largo, Miguel de Ibarra falleció antes de saberlo, en abril de 1608.
Fue enterrado en la convento de San Francisco de Quito, en cuya lápida tumbal fue grabado su escudo de armas y su título singular de presidente de la Audiencia de Quito y gobernador y capitán general de la Provincia.
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| LÁPIDA DE MIGUEL DE IBARRA Y ESCUDO DE LA AUDIENCIA DE QUITO |








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