Tras
la muerte de Fortún, en el 905, el último de los reyes pamploneses de la
dinastía Íñiga, fue proclamado Sancho I
Garcés, primer rey de la dinastía Jimena hasta
el 925. Este fue artífice de una expansión territorial más allá de las
iniciales fronteras anexas a Pamplona, gracias a sus fuertes vínculos con los
demás reinos cristianos. Siendo aliado de Ordoño II de Asturias reconquistó Estella,
Nájera y Calahorra.
Pampona
y León se afirmaban como monarquías hispánicas cristianas en lucha
reconquistadora frente al islam y sus uniones matrimoniales se hicieron más
necesarias que nunca ante la amenaza islámica. Por eso, Sancho I de Pamplona y
García I de León establecieron una política colaboracionista y una alianza
militar frente al poder de Córdoba. La alianza pamplonesa-leonesa, aparte de
rechazar el peligro que era común a toda la Hispania cristiana, favoreció la
expansión reconquistadora de ambas monarquías.
En
el valle del Ebro se produjo un vacío de poder cuando en el año 907, Sancho I
tendió una emboscada al líder de la dinastía Banu Qasi de Tudela, muladíes
conversos descendientes de los hispano-godos Casio, que ejercían el poder
islámico desde varias generaciones.
Sancho
I inauguraba su reinado con un importante avance por tierras de Estella,
ocupando las fortalezas musulmanas hasta el Ebro e instalándose definitivamente
en San Esteban de Deyo (Monjardín). En el 914, tomó Calahorra y cuatro años más
tarde Alanje y Nájera. Además mantuvo la influencia sobre el pequeño Condado de
Aragón.
Simultáneamente, García I de
León, apoyando la acción del rey pamplonés, obtuvo una importante victoria en
Arnedo. Su hermano Ordoño II le sucedía en el trono, dando muestras de
agresividad frente al islam, mediante las expediciones reconquistadoras de
Évora y Mérida.
La
debilidad que en esos momentos atravesaba Al-Ándalus permitió fortalecer las
tierras navarras por la ribera del Ebro y del Arga así como de la alta Rioja.
Los monasterios de San Millán de la Cogolla y Albelda protagonizaron la
actividad cultural y repobladora del momento.
BATALLA DE VALDEJUNQUERA
El
emir de al-Ándalus, Abderrahman
III, proclamaba la guerra
santa contra el infiel cristiano. Deseoso de gestar un mortal
golpe a los enemigos del norte peninsular, se puso al frente de un
impresionante ejército compuesto por levas cuajadas de entusiastas soldados de
Alá y comenzaba un calendario de azote y guerra para las huestes cristianas.
En
el verano de 920, los pueblos y ciudades a ambos lados de la frontera se
preparan para las aceifas, pero esta vez el ataque musulmán estuvo encabezado
por el emir. Los servicios de espionaje de ambos bandos trabajan para
establecer estrategias.
Lo que en principio parecía una
aceifa sobre Zamora se desveló como un ataque generalizado contra Navarra. El
rey Ordoño II, quien esperaba una acometida sobre Simancas, acudió a toda prisa
en ayuda del rey pamplonés Sancho I. Todo fue inútil y las tropas de ambos
monarcas coaligados fueron abatidas en la batalla de Valdejunquera. De ese llano navarro
entre los valles estelleses de Guesalaz y Yerri, llamado por los cronistas
árabes Muez, fueron pocos los caballeros y guerreros cristianos que lograron
escapar junto a sus reyes por los montes de Andía. De cualquier forma, navarros
y leoneses mantuvieron las fronteras establecidas.
El
inicial auge militar de los reinos cristianos hispánico a comienzos del siglo X
fue frenado por esta contundente derrota, a pesar de lo cual las fronteras no
experimentaron modificación, ni rompieron la alianza política y militar de
colaboración reconquistadora navarro-leonesa. Por eso, tres años después, los
ejércitos de Sancho I y Ordoño II emprendieron la reconquista de La Rioja,
recuperando Nájera y Viguera para el Reino de Pamplona. La alianza se reforzó
mediante el matrimonio entre Ordoño II con Sancha, hija de Sancho I.
En la primavera del 924, Abd Al Rahman III proclamaba el Califato de Córdoba de su dinastía
Omeya, con total independencia política y religiosa del Califato de Damasco de
los Abbasies. Su primera acción militar como califa fue una expedición de
saqueo a Pamplona y control sobre el territorio de los Banu-Qasi. Puso en marcha un contundente ejército de castigo que, tras remontar el valle del Ebro desde Tortosa a Zaragoza, se unieron los tuyibíes. Juntos entraron, en julio, en Navarra, procediendo a la destrucción sistemática de todo cuando encontraron, incluida Pamplona, que fue abandonada por sus habitantes, refugiados en las montañas. Regresaron por el sur, arrebatando Tudela a los Bau Qasi, cuya dinastía fue enviada a Córdoba para su integración en el ejército. Su poder en la zona había terminado.
Además,
impuso un régimen de pago de tributos a los reinos cristianos del norte. Esta
presión suponía un peligro, tanto para la frontera oriental de Pamplona como
para la frontera oriental de León, que se agravaría con la muerte de Ordoño II
en el 924 y la de Sancho I dos años después.
EXPEDICIÓN DE ABD AL-RAHMÁN III DEL 924
La muerte de Sancho I Garcés, en el 926, llegó cuando su heredero García I Sánchez era un niño. Su madre, doña Toda, consiguió gobernar el reino con diplomacia y fortalecerlo mediante uniones matrimoniales de sus hijas con los principales mandatarios de los reinos hispanos cristianos.
En el 939, el califa Omeya realizó una dura aceifa contra el Reino leonés, con el propósito de quebrantar por la vía de las armas la alianza navarro-leonesa. La batalla de Simancas dio como resultado la derrota del ejército cordobés y el avance leonés al sur del Duero. La derrota de Abd Al Rahman III fue la primera gran victoria cristiana.
García I Sánchez reinó hasta el 970. A su muerte Navarra ya era la potencia hegemónica entre los reinos cristianos peninsulares. El auge navarro coincidió con el declive de León y el ascenso de Castilla.
Los reyes Sancho II Abarca y García II Sánchez mantuvieron la política displicente de sus ancestros con respecto a los musulmanes de Al-Ándalus.
EXPEDICIÓN DE ABD AL-RAHMÁN III DEL 934
EXPEDICIÓN DE ABD AL-RAHMÁN III DEL 937
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