15/12/2025

Primeras misiones marítimas de Pedro de Zubiaur a Flandes e Inglaterra entre 1568 y 1573


Siguiendo la tradición familiar, el capitán vizcaíno Pedro de Zubiaur se había dedicado a las armas marítimas desde joven. En 1568, a los veintiocho años de edad, realizó su primer servicio a la Monarquía de Felipe II poniéndose a disposición de la Real Armada española. Estaba al mando de dos zabras que había construido él mismo, pequeñas naos ligeras y maniobrables, entre mercantes y pesqueros de altura, muy bien artilladas, utilizadas en las escuadras como buques exploradores y mensajeros.

Su primera misión estuvo basada en el transporte de caudales a Flandes, pagas para las tropas del duque de Alba, el general Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, entonces en plena rebelión. La asignación de Zubiaur para esta misión de alto riesgo demuestra la confianza que el Real Consejo de Guerra había puesto en él por sus antecedentes familiares, así como por su experiencia en recorrer aguas del Atlántico norte.

PEDRO DE ZUBIAUR E IBARGUREN

A los pocos días de haber zarpado desde Bilbao, Zubiaur fue sorprendido por una armada de 40 navíos de hugonotes procedentes del puerto de La Rochelle, protestantes franceses con los que España estaba en conflicto por la Guerra de los Ochenta Años. Ante el riesgo de perder su valioso cargamento, pudo esquivarlos poniendo rubo a Inglaterra, país neutral en la contienda en aquel momento. Una vez a salvo en algún puerto inglés, estableció contacto con el embajador español en Londres, Guerán de Espés, quien le advirtió del peligro de salir a la mar a la primera ocasión favorable.

Sin embargo, no serían los navíos franceses su peor amenaza, sino la orden de Isabel I de Tudor de embargar todos los navíos españoles y portugueses atracados en sus puertos y arrestar a sus tripulantes. Trataba de compensar las pérdidas que habían sufrido los mercaderes ingleses que fueron capturados en Flandes por el duque de Alba y que apoyaban o colaboraban con los rebeldes flamencos mediante el comercio. Esta decisión afectó a decenas embarcaciones y cerca de 500 hombres, el resto o pudieron escapar o se declararon en rebeldía con Felipe II.

Durante un año, Zubiaur sufrió cautiverio, hasta que consiguió pagar el correspondiente rescate que lo liberó junto a otros 350 prisioneros españoles. Pero en esta desafortunada experiencia aprendió dos cosas: a fiarse únicamente de su propio juicio y el idioma inglés, lo que le posibilitaría futuras misiones.

Recuperó sus dos zabras sin los cargamentos monetarios, y llegó a Flandes, donde se puso a las órdenes del duque de Alba y le informó de lo sucedido. Este le envío de vuelta a España con la correspondencia a la Corte. Así terminó su primera misión al servicio de la Monarquía hispánica de Felipe II.

FERNANDO ÁLVAREZ DE TOLEDO Y PIMENTEL

La segunda misión de Pedro de Zubiaur ocurrió durante aquella guerra no declarada por el Reino de Inglaterra, durante su incursión por las costas del Virreinato de la Nueva España, el pirata Francis Drake había interceptado una caravana de mulas cargadas de plata en el río Chagres, en el tránsito desde Panamá hasta Nombre de Dios. Este acto de piratería inglesa sobre el territorio americano había cogido desprevenida a las autoridades virreinales, pues no se había dotado de una guarnición militar que respaldarse el valioso Tesoro del Perú, siendo capturado por Drake con 23 hombres en un solo barco.

Como ambos países estaban en paz y con relaciones diplomáticas normales, la Corte consideró que debía exigir una compensación por el expolio sufrido. Así, en 1573, la Casa de Contratación de Sevilla comisionó a Zubiaur para que viajase a Londres y reclamase la compensación oportuna ante la Corte. Esta acción debía realizarla con el nuevo embajador Bernardino de Mendoza, un veterano de la Guerra de Flandes y organizador de los servicios secretos españoles en Inglaterra. Pero, tras varias gestiones de todo tipo, no se obtuvieron resultados frente a contundente negativa de Isabel I. Aseguraba no saber nada de las aventuras de su corsario Drake, mientras se beneficiaba personalmente del producto de sus saqueos.

FRANCIS DRAKE

11/12/2025

Cuerpo de Lanceros de Navarra en la Primera Guerra Carlista


El Cuerpo de Lanceros de Navarra fue una unidad de élite de caballería del Ejército tradicionalista organizado durante la Primera Guerra Carlista, promovido por el general Tomás de Zumalacárregui.

En el momento de su fundación, estaba formada por 200 jinetes divididos en cuatro escuadrones, al mando del comandante Vicente Amuzquívar, integrado en el Regimiento de Navarra del general Dancausa.

CUERPO DE LANCEROS DE NAVARRA

Este cuerpo llegó a ser una de las unidades más efectivas del Ejército carlista, y de las más temidas por el Ejército liberal. Un testimonio de su dureza lo ofreció su capitán Charles Frederick Henningsen, de origen inglés y escolta de Zumalacárregui, cuando atacaron la villa de Viana el 4 de septiembre de 1834:
"… tenían la apariencia de perfectos cosacos, algunos estaban sin abrigos, otros iban con pañuelos en sus cabezas, y muchos con sólo una bota o alpargata, y otros con las espuelas atadas a un talón desnudo. El enorme tamaño y peso de sus lanzas, lo que las hacía menos manejables, contribuía a hacer descollar aún más su rara y salvaje apariencia."

Afirmaba que hasta su llegada los Lanceros de Navarra eran "casi tan indisciplinados e ignorantes de todas las evoluciones militares como una horda de beduinos".

Esta era la apariencia a inicios de la guerra, cuando los Lanceros de Navarra apoyaron a la infantería carlista en su asedio a Viana. Los 200 jinetes del Cuerpo de Lanceros se enfrentaron a los 300 jinetes de la Guardia Real de la caballería de Carondelet, siendo esta su primera batalla en campo abierto. Tras dos violentas cargas pusieron en fuga a un grupo de élite de la caballería liberal, que tuvo que refugiarse en la vecina ciudad de Logroño.

CUERPO DE LANCEROS DE NAVARRA

A mediados del año 1835, sus soldados contaban con un uniforme y armamento más regular y profesional, cuando el gobierno carlista se había asentado en el País Vasco y disponía de importantes medios económicos. Además de estar bien equipado, estaba perfectamente disciplinado y entrenado, y tan capaz de maniobrar como el mejor del ejército de Isabel II.

Su uniforme costaba de pantalón azul o granate con trabillas y espuelas, chaqueta verde con cuello encarnado, boina encarnada con borla blanca, capote gris de esclavina larga y cuello encarnado. El armamento consistía en una lanza con banderola amarilla y encarnada, sable con puño dorado, montura con caparazón de piel, también podían llevar dos pistolas de arzón.

En un enfrentamiento, la elitista Guardia Real tuvo que ponerse en retirada después de un par de ataques dirigidos por Tomás de Zumalacárregui al frete de 240 lanceros. Esta Guardia del Ejército liberal perdió a más de 200 jinetes en el campo de batalla.

CUERPO DE LANCEROS DE NAVARRA

La fase de las expediciones por el territorio peninsular de España fue la que correspondió al mayor protagonismo de la caballería carlista. Este cuerpo era imprescindible para maniobrar con eficacia en las llanuras de la meseta. En mayo de 1837, alrededor de 1.200 jinetes partieron con el pretendiente en la llamada Expedición Real. Junto al Cuerpo de Lanceros de Navarra, también estaban el Cuerpo de Húsares de Arlabán, el Escuadrón Guipuzcoano, el Escuadrón Príncipe, que escoltaba al general Maroto, el Escuadrón Princesa, antiguo escuadrón cántabro, y Cuerpo de Húsares de Ontoria, creados por Balmaseda.

El episodio más destacado tuvo lugar en la Batalla de Villar de los Navarros, provincia de Zaragoza, el 24 de agosto de 1837, que enfrentó a ambos ejércitos, carlistas contra isabelinos. El triunfo de los legitimistas permitió avanzar en su Expedición Real hacia Madrid y en la posibilidad de ganar la guerra. En esta batalla, los Lanceros de Navarra estaban liderados por su capitán Henningsen, quien obtuvo el ascenso a coronel.

Al llegar a las afueras de Madrid, los lanceros fueron atacados por las fuerzas liberales. Resistieron el asalto y capturaron las fortificaciones exteriores de la capital. Los retuvo durante varias horas, hasta que el pretendiente Carlos de Borbón no podía enviarle refuerzos.

El fracaso de la expedición, a pesar de no sufrir ninguna derrota relevante, supuso el final de este tipo de proyectos y, por consiguiente, el del protagonismo de este cuerpo militar.

LANCERO CARLISTA VS LANCERO LIBERAL

Al final de la contienda, los Lanceros de Navarra estaban integrados en el Ejército del Norte, al mando del general Maroto, contaba con 424 jinetes, 249 infantes y 67 oficiales, repartidos en sus 4 escuadrones. Junto estos, la caballería compuesta por los Lanceros de Álava y los Lanceros de Guipúzcoa, con menor número de efectivos en su único escuadrón, y la Guardia de Honor y el Cuerpo de los Desmontados.

Henningsen fue hecho prisionero y puesto en libertad condicional. No volvió a servir en esta guerra. Más tarde, describió sus experiencias al mando del Cuerpo de Lanceros en dos volúmenes del libro The Most Striking Events of a Twelvemonth's Campaign with Zumalacarregui. La obra generó controversia en Gran Bretaña porque glorificaba a Zumalacárregui y apoyaba la posición carlista. Fue traducido por Román Oyarzun al español en 1939 bajo el título Campaña de doces meses en Navarra y las Provincias Vascongadas con el General Zumalacárregui.

Durante la Tercera Guerra Carlista, este Cuerpo de Lanceros Navarros no se reeditó. En Navarra se organizó el Regimiento del Rey de caballería, con 3 escuadrones a 200 hombres cada uno, mandado por el coronel José Férula.

El pintor Augusto Ferrer-Dalmau ha recreado la bravura y osadía de esta unidad de caballería en varias de sus pinturas, una de estas es la denominada Calderote, dedicada a la batalla de Villar de los Navarros. En el lienzo, los Lanceros Navarros aparecen cargando conjuntamente con los jinetes del Regimiento de Álava.

CALDEROTE, POR AUGUSTO FERRER-DALMAU

06/12/2025

Pedro de Ardanaz y Echapare


Empresario de Bilbao del siglo XVIII, comerciante con puertos de Europa, propietario de las compañías mercantiles Ardanaz y Bengoa, Fábrica de Flor de Arina y Ardanaz e hijo y Bengoa

PEDRO DE ARDANAZ Y ECHAPARE

Pedro de Ardanaz y Echapare era natural de Burquete, Navarra, donde nació en 1732.

Era el hijo único de Adán de Ardanaz y de María de Echapare, quienes poseían tierras de cultivo en aquella villa pirenaica. Las malas cosechas propiciaron que Pedro de Ardanaz marchase a Bilbao, aprovechando la residencia de su primo José de Loigorri, natural de Cintruénigo. Entró a trabajar de contable en la empresa Loigorri e Hijos, para lo cual tuvo que presentar la "probanza de hidalguía y sangre" para poder desarrollar alguna actividad económica en la capital vizcaína, llegando a alcanzar el cargo de apoderado.

En 1758, la empresa de Loigorri dio a la quiebra. Adanaz demandó a la junta directiva el pago de salarios de cuatro años no cobrados, mientras se defendía en un tribunal de cuentas de varios comerciantes acreedores debido a ser un apoderado de la entidad. De todas formas, ya había adquirido suficientes conocimientos y ahorros como para emprender un nuevo proyecto empresarial basado principalmente en la importación de productos.

En 1760, casó con Josefa de Urbieta y Aperribay, hija de un próspero empresario clavetero de Arrigorriaga, con la que tuvo doce hijos, de los cuales siete fallecieron de forma prematura.

Un año antes, Ardanaz tuvo que hacerse cargo de la empresa de su suegro, el cual falleció, encontrándose en proceso de acreedores tras la quiebra.

En 1763, la Real Justicia de Bilbao envío a prisión a Ardanaz durante una temporada debido a "la averiguación y pesquisa de fraudes y otros delitos en los libros de comercio", a los que se añadieron los daños y perjuicios del embargo de la pinaza San Antonio de Padua y Ánimas, que había transportado de forma ilegal "1.500 pesos duros" a Bayona.

Tras cumplir condena, en 1765, Ardanaz continuó con su actividad empresarial al mando de dos buques mercantes, el Santa Marta y el San Juan Bautista y San José. A partir de este momento, empezaba un ascenso económico y social entre la burguesía bilbaína.

En 1775, se presentó a las elecciones del Real Consulado de Bilbao para renovar sus cargos en la jefatura. Los comerciantes adscritos a esta institución lo nombraron cónsul, cuya función era la actuar como juez y árbitro en los pleitos entre marinos transportistas y mercaderes comerciantes. Entre otras acciones, destacó su concurso público para limpiar la ría del Nervión. Tras cumplir su mandato con eficiencia, fue elegido regidor capitular de Bilbao, en 1778.

ESCUDO DEL CONSULADO DE BILBAO

El 20 de enero de 1776, Ardanaz se asoció con el destacado mercader bilbaíno Vicente de Bengoa y fundaron la compañía comercial Ardanaz y Bengoa, que fue renovada el 5 de septiembre de 1778, con las mismas cláusulas societarias. Inicialmente, adquirieron el barco mercante Nuestra Señora de Begoña, con el que realizaron viajes de Bayona o a Lisboa en sucesivos años. Comerciaban con bacalao, grasas y textiles procedentes de puertos europeos. Un año después, eran propietarios del navío San José con el que transportaban mercancías variadas con destino a Dunqueque.

En 1780, esta empresa adquirió una fábrica de harina de trigo bilbaína, denominada Fábrica de Flor de Arina, junto con otros dos inversores: Juan Bautista de Zubiaur y Juan Antonio de Gana. Sus principales productos a importar fueron lienzos, cueros, quesos, quincalla y botellería.

Poco después, consiguió un privilegio monopolístico de la harina durante diez años que prohibía la fundación de otra empresa con el mismo objetivo comercial e introducir "cualquier otra arina que no sea la suya en los puertos del Reyno para enviarlas a Indias", a fin de que "puedan resarcirse de los gastos y pérdidas inseparables a su establecimiento".

Años más tarde, los socios Zubiaur y herederos de Gana reclamaron la disolución de la empresa. Ardanaz y Bengoa les propusieron la devolución de los 400.000 reales que habían aportado en el negocio en cuatro plazos a través de letras libradas. Estos exigieron una cantidad superior en concepto de ganancias no repartidas ni intereses y otros gastos incluidos.

Posteriormente, Pedro de Ardanaz y Vicente de Bengoa adquirieron la fábrica de curtidores Zarazeta, localizada en la anteiglesia de Erandio. Cuando recibieron beneficios, adquirieron otro negocio en el mismo sector al empresario Nicolás de Ampuero, ubicado en Castro Urdiales, dedicado a la importación de cueros y derivados desde puertos europeos para la elaboración de baquetas, becerrillos, cordobanes y bandas de cuero.

Más tarde, Ardanaz solicitó licencia al Consulado de Bilbao "para ampliar el inmueble de la construcción de paredes y cerraduras en el paraje la Punta de Zarazeta que impedía la introducción de ganado".

Su intención era el aumento de la producción y poder exportar en puertos de Europa. En 1777, ya lo había conseguido, pues se vio envuelto en un pleito sobre el origen del curtido de casi dos centenares de fardos de correjeles remitidos por su empresa a la consignación de la empresa belga Dezermaux y Brockmann, que estaban retenidos en las aduanas de Cádiz y Jeréz.

En 1784, Ardanaz volvió a ser elegido cónsul del Real Consulado de Bilbao, alcanzando el máximo cargo de esta institución, el de prior, en 1797.

En 1778, se incorporó a la sociedad su hijo primogénito, Pascual José de Ardanaz y Urbieta, como socio administrador. El 4 de abril de 1792, se refundó en una sociedad de comercio Ardanaz e hijo y Bengoa, asumiendo los activos y pasivos de la anterior. En sus activos figuran varios navíos: Nuestra Señora de Begoña, San Vicente, San Antonio y Ánimas, Sabio, Pastora, y Begoña.

Mantuvo relaciones comerciales con varias empresas europeas y españolas de San Sebastián, Soria, Ámsterdam, Londres, Hamburgo, Nates o Amberes, entre otras. Se dedicaba a la importación de productos como lienzos, tapicerías, correletes, baquetas, arpielleras, bayetas, sempiternas, grasa, vino, canela, clavillo, o cáñamo. La exportación al exterior comenzó en 1776, tan solo fueron varias partidas de lana y hierro al exterior.

En 1796, la compañía alcanzó su máximo volumen de embarque por un valor de 17.765 reales. Se debió a un importante envío desde San Petersburgo y a otras dos más de cabotaje desde Burdeos y San Sebastián. En cuanto a la exportación de lana, está alcanzó su valor máximo de 564 sacas en 1788, con destino a Londres.

Bayona y Londres fueron los puertos más utilizados en el número de viajes, sin embargo, los de Hamburgo y Ámsterdam eran los de mayor valor de las mercancías.

BILBAO, SIGLO XVIII

El 27 de enero de 1807, Pedro de Ardanaz falleció, legando sus negocios a su hijo primogénito. En su testamento quiso entregar a su socio y amigo Vicente de Bengoa en concepto de agradecimiento un "barron de caña fina con puño de oro yo con cual me escribo y le ruego lo reciba por señal y memoria de mi agradecimiento y perdone la cortedad…".

Había dejado un patrimonio valorado en 1.870.070 reales por varios conceptos, de los cuales la mitad correspondió a su mujer viuda, y el resto se repartió entre los cinco hijos que quedaban vivos, poco más de 200.000 reales. Josefa de Urbieta vendió su participación en la sociedad, correspondiente a la de su difunto marido, y solicitó la valoración de los tres navíos que poseía: el Primavera, tasado en 307.804 reales; el Pastora, en 137.439; y el Begoña, en 131.615.

Tras la disolución, la sociedad Ardanaz y Bengoa ocupó el puesto veintiuno entre las compañías mercantes bilbaínas del siglo XVIII por volumen de operaciones.

Pascual José de Ardanaz y Urbieta, nacido en 1762, continuó con los negocios como su padre. En 1778, había casado con Luisa de Barbechano, procedente de una familia de la élite bilbaína de su tiempo.

Cleto Marcelino de Ardanaz y Urbieta, nacido en 1771, sirvió en el Ejército español alcanzando el grado de capitán del Regimiento de la Corona.

Sebastián de Ardanaz y Urbieta, nacido en 1778, fue presbítero y fundó una capellanía con el apoyo de su padre.

01/12/2025

Etapa Los Arcos - Logroño


PORTAL DE CASTILLA EN LOS ARCOS

El camino escapa de Los Arcos a través del portal de Castilla y cruza el río Odrón. Avanza paralelo a la carretera N-111 entre el paisaje abierto de los campos de cereal salpicados de viñedos. De frente, a lo lejos, aparecen los montes que separan Viana. Cruza el arroyo de Valseca y pasa junto a una sólida cabaña de pastores construida con sólido aparejo de sillarejo.

En las proximidades del río San Pedro y la carretera de Sansol, estaba la antigua encomienda sanjuanerista de San Pedro de Melgar. El camino se incorpora a la carretera con Sansol de frente y por ella asciende hasta el pueblo.

SANSOL

Sansol es una de las poblaciones del antiguo enclave castellano de las Cinco Villas de Los Arcos. Sus casas se disponen de forma escalonada en torno a la iglesia, formando calles en cuesta. Hay buenas edificaciones de los siglos XVII y XVIII entre las que destaca el Palacio barroco, fechado en 1702. Es un edificio injustamente olvidado cuya arquitectura los estudiosos relacionan con el palacio episcopal de Calahorra. La fachada principal es toda de sillería con grandes pilastras acanaladas en las esquinas y tres escudos blasonados en el segundo cuerpo. Conserva la rejería original.

La Iglesia parroquial de San Zoilo es un templo barroco, construido sobre planta de cruz latina en la primera mitad del siglo XVIII. El crucero se cubre con una gran cúpula sobre pechinas. Conserva una gran pila bautismal del siglo XVI. El retablo mayor es de estilo neoclásico y está dedicado al santo titular, cuya imagen aparece flanqueada por las de San Francisco Javier y San Antón. Desde la iglesia aparece una bella vista del valle del río Linares y de la vecina villa de Torres del Río.

Superado Sansol, el camino debe atravesar el abrupto valle del río Linares para entrar en la vecina villa de Torres del Río y pasar junto a la hermosa iglesia del Santo Sepulcro.

SANSOL

Torres del Río se alza frente a Sansol, como si fueran dos poblaciones gemelas. Tras la reconquista de la zona, que fue musulmana, la primera mención escrita de Torres se remonta al año 1100 y es la donación de un monasteriolo que había en su término a la abadía de Irache. Es el origen del monasterio de Santa María de Torres, que aparece varias veces en las fuentes documentales y cuya iglesia algunos identificaron erróneamente con la del Santo Sepulcro. También hace mención de Torres Aymeric Picaud en su guía medieval de peregrinos del siglo XII, avisando del peligro que supone beber agua del río Linares. Desde el último tercio del siglo XV y hasta mediados del XVIII, perteneció a la Corona de Castilla. Debió compartir con Los Arcos la ventajosa posición económica del enclave y esto se refleja en la calidad de sus viejas casas de piedra, pero sobre todo en la construcción de la Iglesia parroquial de San Andrés, construida a caballo entre los siglos XVI y XVII. Su magnífico retablo mayor se realizó entre 1637 y 1643.

Pero si por algo se conoce a Torres del Río es por la Iglesia del Santo Sepulcro, construida junto al paso del Camino de Santiago en el último tercio del siglo XII. En 1215, muy poco después de su edificación, aparece como una de las posesiones de la Orden de Santo Sepulcro.

Este templo consta de una nave octogonal con cabecera en forma de ábside. Sobre el centro del octógono se levanta una pequeña linterna para la que se construyó el cuerpo cilíndrico de la escalera, adosada al muro occidental. El interior se cubre con una bella y contundente bóveda de nervios cruzados. La calidad arquitectónica y la unidad del proyecto son indudables, con interesantes detalles de la decoración escultórica de sus capiteles, molduras y celosías. Se conserva en su interior un Cristo crucificado románico del siglo XIII, que sigue un modelo francés. Tiene el rostro sereno y la cabeza, suavemente inclinada, está cubierta con una corona real. La arquitectura peculiar del templo le han merecido diversas especulaciones sobre un función. Entre otras se le han asignado la de linterna de muertos o la de faro para orientar a los peregrinos. Los antiguos testimonios de ricos enterramientos aparecidos junto a ella parece que apuntan hacia su uso como capilla funeraria. Su planta centralizada y ciertos detalles orientalizantes la convierten para los expertos en una evocación de la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén.

REFUGIO PEREGRINO DEL CAMINO A VIANA

Tras abandonar Torres del Río, el camino debe salvar el paisaje quebrado que se alza entre el monte Arbanta y Bargota. Inicia el ascenso junto a la carretera hasta llegar a la Ermita de Nuestra Señora del Poyo, que pertenece al término de Bargota. El nombre de Poyo, que significa montículo o elevación, alude al paisaje montuoso en el que se encuentra. La existencia de la ermita se remonta, al menos, al siglo XIV. Destruida durante las Guerras Carlistas, fue reconstruida en 1896. Rematado el alto, cruza la carretera de Bargota y pasar por el barranco de Cornava, a partir del cual vuelve a acercar a la carretera nacional, junto a la que avanza de nuevo por el camino abierto hasta llegara a Viana y subir a su casco histórico.

VIANA

La ciudad de Viana se encuentra a pocos kilómetros de la antigua frontera de los reinos de Navarra y Castilla y a ella debe su origen. Fue fundada en 1219 por el rey Sancho VII el Fuerte, quien mandó que fuera poblada por los habitantes de las aldeas de la zona. Ocho de ellas quedaron despobladas, incluyendo Cuevas, citada por el Codex Calixtinus. Para compensar a quienes se asentaron en la nueva población, el rey les concedió el privilegio del Águila, fueron por el que entre otras cosas tenían derecho a celebrar un mercado franco semanal y una feria anual. Para defender la nueva posición, se construyeron murallas y castillo y hasta las torres de las iglesias de Santa María y San Pedro cumplían como baluartes. En 1275, el ejército del infante Fernando de Castilla fracasó en los dos ataques lanzados contra la nueva fortaleza. Un siglo después, el castellano Pedro Manrique consiguió rendir a los vianeses por hambre y Viana estuvo durante diez años en poder de Castilla.

V CENTENARIO DE CESAR BORGIA EN VIANA (1507-2007)

En 1423, Carlos III el Noble instituyó el título de Príncipe de Viana para su nieto Carlos y fue desde entonces privativo de los herederos del trono navarro. Además, de Viana, componían el principado varios castillo, ocho villas de la zona y numerosas aldeas. Desencadenando el enfrentamiento civil entre beamonteses y agramonteses, en 1461, el rey Enrique IV de Castilla conquistó Viana y la mantuvo en su poder durante cinco años, hasta que fue recuperada por los navarros. La reina doña Leonor le concedió el título de Muy Noble y Muy Leal Villa. En 1507, las tropas del Conde de Lerín ocuparon la villa. Contra ellas marchó César Borgia, hijo del papa Alejandro VI, nombrado por el rey condestable de Navarra. Cerca de Viana fue muerto por los hombros del conde y, según la tradición, fue enterrado en la iglesia de Santa María.

Desaparecida de la frontera con la anexión de Navarra a Castilla en 1512, Viana experimentó unos siglos de paz y esplendor interrumpidos por los episodios bélicos vividos en el siglo XIX durante la Guerra de la Independencia española y las Guerras Carlistas.

El casco histórico de Viana mantiene su distribución medieval, ordenada a lo largo de calles estrechas en dirección este-oeste, comunicadas por cortas perpendiculares.

El Camino de Santiago entra por el Portal de la Trinidad, un acceso posterior a la construcción de las murallas medievales. Los accesos originales sin los portales de Santa María, de San Felices, de Estella y de la Solana. De las murallas sólo se conserva un tramo junto a la iglesia de San Pedro, mientras que el castillo ha desaparecido. El recorrido jacobeo pasa por la plaza del Coso, donde se celebran los festejos taurinos. Para que las autoridades locales presidieran las corridas se hizo en el siglo XVII el Balcón de Toros.

IGLESIA DE SANTA MARÍA DE VIANA

Junto a él, parte la calle de Santa María que pasa por delante de la monumental portada renacentistas de la Iglesia de Santa María, concebida como un gran retablo de piedra. El templo, de estilo gótico, se comenzó a construir en la segunda mitad del siglo XIII y se terminó a principios del XIV. Consta de tres naves con capillas laterales, cabecera poligonal y coro alto a los pies, aunque el proceso constructivo se extendió a lo largo de varios siglos. En el siglo XVI, se añadió la portada y se levantó la torre. A finales del XVII dieron comienzo las obras de la girola y se hizo el retablo mayor barroco. Una de las capillas alberga el retablo de Santiago, de estilo manierista y realizado en 1631. En sus relieves aparecen algunos de los temas principales de la iconografía jacobea: Santiago Matamoros, la aparición de la Virgen del Pilar o el martirio del apóstol.

AYUNTAMIENTO DE LOS FUEROS DE VIANA

Al otro lado de la plaza de los Fueros, hacia la que se abre la vieja portada gótica, se encuentra el edificio barroco del Ayuntamiento, del siglos XVII. La continuación de la calle de Santa María se llama ahora de Navarro Villoslada, por el ilustre escritor nacido en una de sus casas. Antes de llegar a ella, el camino pasa por la Casa de Cultura, que antaño fue Hospital de peregrinos de Nuestra Señora de Gracia, del siglo XV, y Basílica de Nuestra Señora de la Soledad. En el siglo XV se agruparon en él los otros tres hospitales que existían en Viana y que eran atendidos por cofradías. Tras una epidemia de peste, en 1576, el hospital fue trasladado fuera del recinto amurallado y el edificio se empleó como desde la cofradía de la Vera Cruz hasta finales del siglo pasado.

La calle desemboca en una plaza que se abre al norte de las ruinas de la Iglesias de San Pedro. Este templo fue el primero en levantarse en el recién creada Viana del siglo XIII. Además de parroquia, fue un elemento clave en las defensas de la ciudad. Constaba de tres naves con cabecera poligonal en la que se abrían cinco capillas. En 1740, se añadió la portada de San Pedro en cátedra. Desde la plaza de San Pedro, el camino sale de Viana por el Portal de San Felices en dirección a Logroño.

IGLESIA DE SAN PEDRO DE VIANA

Fuera de paso jacobeo y extramuros, es interesante el Convento de San Francisco, fundado bajo la advocación de San Juan del Ramo. Comenzó su construcción a partir de 1634, cuando los frailes consiguieron permiso para trasladarse a Viana desde Soto, en el término de Aras. Fue expoliado durante la Guerra de la Independencia y posteriormente desamortizado. La iglesia tiene planta de cruz latina y capillas laterales. En la hornacina de la fachada se encuentra la imagen de la Virgen con el Niño procedente del hospital de peregrinos.

A la salida de Viana, el camino cruza la carretera N-111 y continúa por una pista asfaltada que llega a la Ermita de Nuestra Señora de las Cuevas, el último monumento religioso del Camino de Santiago en tierras de Navarra. Siguiendo el suave descenso, el camino llega a la Laguna de las Cañas, declarada Reserva Natural. Es un importante humedal, donde nidifican una gran variedad de aves. El camino pasa junto al observatorio de aves de El Bordón, que queda sobre el promontorio rocoso y afronta el paso de la zona industrial que antecede a Logroño. El camino de la laguna sale a una rotonda en la que un panel indica el límite entre comunidades autónomas. El camino de tierra entre viñedos lleva a la capital riojana, pasando junto al cementerio y cruzando el río Ebro por el gran puente de piedra.

CAMINO A LA LAGUNA DE LAS CAÑAS

25/11/2025

Agente General del Reino de Navarra


El Agente General de Navarra fue nombrado por las Cortes de Pamplona por primera vez en 1569 para representar a la misma en la Corte de Madrid, durante el reinado de Felipe II.

Asentado en Madrid, el agente recibía la correspondencia de Navarra y actuaba según sus consignas. Cuando la gravedad del caso lo requería, se reforzaba esta presencia del reino ante el monarca con la legacía de algún diputado.

El origen del Agente General del Reino se remontaba al siglo XVI. Aunque esta función se realizó generalmente por personas de rango inferior al de diputado, a quienes estaba subordinado, a mediados del siglo XVIII se hizo necesario que uno de los diputados residiese permanentemente en Madrid en defensa del Reino.

El Agente General, que desempeña su embajada en Madrid, fue establecido el 2 de agosto de 1569, día en que se acuerda en Pamplona:
"Lo primero que haya persona deste Reyno en la Corte Real de su Majestad para los negocios que al Reyno se le ofrecerán de Cortes a Cortes, y que la tal persona vaya, acabadas las presentes Cortes y vuelva para el principio de las primeras que se celebrarán en este Reyno, y que el poder se le dé hasta ser acabadas aquellas, y que venida la tal persona y dada cuenta de los negocios que habrá hecho, y siendo el Reyno y los tres Brazos y Estados del, conformes en que vuelva a la Corte, pueda volver a entender en los negocios del dicho Reyno.
Lo segundo que se dé poder a la tal persona por el Reyno, como el que se da a los síndicos con su instrucción.
Lo tercero que a la tal persona que hubiere de asistir en las Cortes del monarca en elos negocios del Reyno, se le den quinientos ducados en cada un año para su costa.
Lo cuarto de cualquier estado que pareciere al Reyno vaya y se dipute la tal persona.
Lo quinto que por esta vez vaya y sea tal persona del estado militar, con que esto del nombramiento de agora no se traiga en consecuencia en tiempo alguno para que no pueda ir de cualquiera de los otros Brazos y tres Estados en corformidad de todo el Reyno.
Lo sexo que haya seys diputados del Reyno..."

De esta manera se crearon a la vez el Agente General y la Diputación, reforzando así la gestión continua del reino en defensa de sus fueros.

escudo navarra diputación palacio
ESCUDO DE NAVARRA EN LA DIPUTACIÓN

Para hacer la elección de agente, se nombraron el día 5 de agosto de 1569 a seis individuos del estamento militar y de ellos se designó a uno. Se disponía que si enfermara entonces se nombrara a otro de los cinco restantes. El primero fue Pedro de Berrio, señor de Otazu, y se le entregaron los despachos el 27 de septiembre de siguiente.

El 18 de septiembre de 1617 "acordaron que el doctor Marquelayn, agente del Reyno en todos los negocios de su instrucción, yaha de guardar las órdenes que le diere la Diputación, porque en todo esto ha de quedar subordinado a los señores diputados, executando lo que le ordenaren, excepto lo que queda reservado al Reyno junto en Cortes generales, y el dicho doctor ha de hacer cuenta con puntualidad de todo lo que se fuere haciendo, a la dica Diputación...", y es que el nombramiento del agente puede hacerlo también la Diputación.

Los Tres Estados de Navarra (aristocracia, nobleza y clero) habían creído tiempo atrás, en 1600, que no era necesaria la presencia del agente, por ello seis años después, por no haber negocios con la Corte, se despidió por la Diputación del reino a quien desempeñaba este oficio. El 9 de mayo de 1653, decidieron la supresión este agente. No obstante, en 1657, se hizo nuevo nombramiento de agente a quien se le entregó una instrucción con asuntos a solucionar.

Se ensayaron diferentes formas de elección, en servicio de los intereses del reino y tratando de proteger la gestión de posibles influencias.

Si bien el agente vivía en la Corte, es verdad que con frecuencia era auxiliado por legacías especiales que se trasladaban desde Pamplona y en las que se integraban algunos diputados.

El Agente en Corte también tenía quien se ocupase en favorecer al Reino de Navarra en una serie de señores de prestigio y competencia cerca del monarca, como secretarios, consejeros, militares, etc.

En 1649, el virrey de Navarra Luis Ponce de León notificaba a la Diputación el nombramiento de Capitán de las Guardias Españolas por parte del rey Felipe IV, por lo que se despedía, a la vez que se ofrecía para ser agente ante el rey de cuanto necesite Navarra.

Otro tipo de sucesos fue el ocurrido con Ventura de San Juan, comisario del Reino en 1751 de forma estable y a sueldo de la diputación. Este decidió abandonar el cargo de representación cuando las autoridades de las villas Los Arcos y Ochagavía protestaron acusándoles de que era juez y parte, por tanto no defendiendo los intereses forales. Sin embargo, la Diputación consideró que el reino se estaba beneficiando por su trabajo en Corte, y acordó escribirle pidiéndole en qué condiciones le serviría.

MONUMENTO A LOS FUEROS EN PAMPLONA

22/11/2025

Juan López de Isasti


General de marina de la Real Armada de la Guarda de la Carrera de Indias en 1543

JUAN LÓPEZ DE ISASTI

Juan López de Isasti era natural de Rentería, Guipúzcoa, donde nació a inicios del siglo XVI. Pertenecía a un linaje nobiliario de gran tradición marinera con casa sosal en el valle de Oyarzun. Su padre fue Juan de Isasti, capitán de marina de la Real Armada de Castilla en la toma de Trípoli y Bujía en 1510.

Siguiendo los pasos de su familia, se dedicó también al oficio de la guerra y la mar. Fue el primer general vasco de la Real Armada de la Guarda de la Carrera de Indias en 1543, asegurando la ruta de ultramar a través del océano Atlántico y el mar Caribe.

En 1543, López de Isasti escoltó a la Flota de galeones mercante de Indias con dos naos y una carabela de su propiedad desde su salida en Sevilla hasta las islas Canarias. Se trataba de una pequeña armada cuyo objetivo era la protección de la flota mercante: la Flota de la Guarda de la Carrera de Indias. Allí encontró una nao francesa y tres pataches que habían capturado una carabela española cargada de vinos de las islas. López de Isasti los atacó inmediatamente, logrando rescatar la carabela. Después rindió la nao francesa y, por último, forzó a emprender una desesperada huida a los pataches restantes. Regresó con su magnífica presa a Sanlúcar y entregó a las autoridades los setenta prisioneros franceses, que se enviaron a servir a las galeras, como represalia al trato que aquella nación infligía a los cautivos españoles.

En su obra historiográfica Suma de cosas cantábricas y guipuzcoanas publicada en 1620, el bachiller Juan Martínez de Zaldivia hizo alguna referencia a un capitán homónimo, Juan López de Isasti, natural también de Rentería. Relató que en 1540, fue enviado por el emperador Carlos V al mando de su galeón de guerra formando parte de la Real Armada de la Guarda de la Carrera de Indias para salvaguardar los galeones mercantes de corsarios franceses. Presentó combate, largo y cruento, del que salió victorioso, y apresó numerosas embarcaciones.

También fue mencionado por el eclesiástico e historiador Lope Martínez de Isasti en su obra Compendio historial de la Muy Noble y Muy Leal Provincia de Guipúzcoa, escrito entre 1613 y 1620, y también por Miguel de Zabaleta en su obra principal Relación de la jornada que el rey Filipe III hizo a la Provincia de Guipúzcoa, en torno a 1615.

GALEÓN DE LA FLOTA DE LA CARRERA DE INDIAS

18/11/2025

Leyenda del puente del Diablo sobre el río Cadagua


Castrejana es un barrio y un monte ubicados entre Bilbao y Barakaldo. Por su Puente del Diablo (Deabruzubi) sobre el río Cadagua pasaban los peregrinos del Camino del Cantábrico en busca de la conexión con las rutas más cómodas de la costa hacia Santiago de Compostela.

El puente fue construido con sillería de piedra arenisca formando un solo arco de medio punto, en 1436 por el maestro Pedro Ortiz, natural de Lequeitio. Formaba parte del Camino Real que conectaba Bilbao con Castilla a través de Valmaseda y el valle de Mena.

En 1836, fue un enclave estratégico durante la defensa de Castrejana, en la I Guerra Carlista de 1834-1839. En él, el Ejército liberal del Norte al mando del general Espartero tomó Baracaldo e intentó romper el cerco de Bilbao. Las fuerzas carlistas se replegaron cruzando el puente hasta Castrejana. Finalmente, las tropas del brigadier carlista Prudencio de Sopelana y Lecanda tomaron posiciones en altura para controlarlo, y rechazaron a las tropas liberales que intentaron tomarlo.

PUENTE DEL DIABLO SOBRE EL RÍO CADAGUA

La denominación de este Puente del Diablo o de las Brujas se debe a una leyenda que tiene diversas variantes. La más antigua es la que narra que una bella joven, enamorada de un apuesto caballero residente en la otra ribera del Cadagua, pactó con el diablo la construcción del puente de piedra en una noche. A cambio, le vendería su alma. La deuda que contrajo fue evitada a través de la intervención de San José, quien en lugar de Satanás, puso la última dovela para acabar el puente antes de amanecer, deshaciendo el conjuro. La joven se arrepintió y el canto del gallo hizo huir al diablo. De esta forma, pudo salvar su alma y ver a su prometido ante de que partiera a la guerra.

Otras leyendas atribuyen a unos espíritus protectores la construcción del puente, los cuales llegaron a distribuirse en final desde la cantera hasta el río pasándose los sillares de piedra de uno a otro.

15/11/2025

Poniente, por Álber Vázquez


PONIENTE, POR ÁLBER VÁZQUEZ


Poniente. La increíble hazaña de Juan Sebastián Elcano y los hombres de la nao Victoria
Álber Vázquez, Editorial La Esfera de los Libros, (2019), 744 páginas

Esta novela narra una de las aventuras más increíbles de la historia de la Humanidad: la primera circunvalación al globo terráqueo. Un viaje único donde las distancias asombran, la voluntad triunfa sobre las limitaciones y el tiempo deja de ser relevante cuando de alcanzar la gloria se trata.

Álber Vázquez da voz al puñado de audaces que navegó hacia territorios completamente desconocidos y descubrió la auténtica dimensión del mundo. Injustamente olvidados, hablan en primera persona en estas páginas vibrantes en las que brillan la capacidad humana, el sacrificio, el compañerismo y la lealtad.

Así, Juan Sebastián Elcano y sus hombres, a bordo de la Victoria, logran demostrar que la materia prima de la que se construyen los héroes de la historia es el compromiso, la obstinación y un deseo irrefrenable de ir siempre más allá.

"Álber Vázquez, autor de novelas como Mediohombre o El adelantado Juan de Oñate, se propone con una novela de aventuras al más puro estilo británico que el vizcaíno ocupe al fin el lugar que se merece en la Historia. Poniente da voz al puñado de audaces que decidieron hacer el camino de vuelta en la dirección más incierta."
César Cervera, ABC

"Vázquez se ha ganado una legión de lectores con el noble arte de hacer novelas de aventuras. Su nueva entrega tiene un interés extra como fresco humano. En Poniente, la novela del viaje de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, importa tanto la aventura como la colmena de personajes que asoman por sus páginas, desde el trono hasta el puesto más irrelevante a bordo."
Luis Alemany, El Mundo

"La pasión que transmite Vázquez en su forma de responder conecta con la intensidad que desprenden sus novelas históricas que, en esencia, son novelas de aventuras."
David Yagüe, 20 Minutos

11/11/2025

Cosme de Churruca en la Guerra Anglo-española de 1779-1783


La Guerra Anglo-española de 1779-1783 estuvo englobada en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos de América, siendo una especie de continuación de la Guerra de los Siete Años de 1756-1763, entre España y Gran Bretaña. A través de los Pactos de Familia, España era aliada política y militar de Francia, que, viendo el inicio de la Revolución de las Trece Colonias inglesas de Norteamérica, decidió apoyarlas para debilitar al Imperio británico, implicando a la Monarquía hispánica en la contienda.

En agosto de 1778, el cadete guardiamarina Cosme Damián de Churruca se graduaba como alférez de fragata en la Academia del Departamento Naval de Ferrol. Su próximo destino fue el navío San Vicente, en el que embarcó en octubre del mismo año, al mando de Francisco Gil de Taboada y Lemos. Tuvo su primera misión naval fue el Asedio a Gran Bretaña por parte de la escuadra combinada franco-española situada en Brest. Cuando el general Arce, al mando de la escuadra, fue sustituido por el teniente general Ponce de León, Churruca fue nombrado ayudante personal de este jefe de escuadra, quedando a sus órdenes directas.

COSME DAMIÁN DE CHURRUCA

En sus cartas, Churruca explicaba la necesidad de adquirir un instrumento astronómico llamado octante para observar el sol, y mostraba su interés por los idiomas y los libros sobre náutica, astronomía, matemáticas y otras disciplinas científicas relacionadas con su profesión marítima. En correspondencia escrita a su padre en Ferrol, el 14 de noviembre de 1778:
"Yo me hallo con muchísimas ganas de saber a los menos las dos lenguas más generales que son la francesa y la inglesa, pues están escritos los mejores libros de la facultad en estos idiomas. Lo que a mi me falta y no se encuentra en esta ciudad son libros de la facultad, con que si vuestra merced tiene entre los libros de casa algunos que traten de alguna ciencia de las muchas que contribuyen a nuestro oficio como son la aritmética, geometría, trigonometría, cosmografía, geografía, astronomía, álgebra, táctica, navegación, maniobra, artillería o dibujo, mándamelos, pues ahí no sirven de nada y a mi de mucho, pues cualesquiera de estas ciencias es un ramo de navegación."

Esta primera campaña en aguas del estrecho de Calais resultó muy borrascosa y con vientos contrarios, pero Churruca demostró su coraje frente al peligro y su habilidad para contrarrestar los riesgos a través del estudio de las maniobras. De hecho, el estudio de las disciplinas náuticas se convertiría en el eje central de su carrera.

Desde muy pronto, criticó las exiguas y retrasadas pagas de los marinos, así como las incomodidades que tenían que soportar, dado que sus primeras experiencias resultaron algo desafortunadas.

Según su carta a su padre a bordo del navío San Vicente, a su regreso a Ferrol con fecha del 2 de febrero de 1780, Churruca lamentaba su mala suerte:
"… en un mismo día han sido los dos combates, el de José de Lángara con los ingleses y el nuestro con los elementos, lo que siento es que no se hubieran cambiado las suertes; en fin, paciencia."

Además, consideraba que existían otros factores más previsibles y necesarios resolver como las deficiencias en los navíos. Así lo expuso en otra carta a su padre mientras entraba por el Canal de la Mancha a bordo del mismo navío, el 27 de agosto de 1781:
"Mientras no estén nuestros navíos forrados en cobre, como lo están los ingleses, para andar tanto como ellos o a los menos no ser tan pesados como son, pues nadie podrá presumir se puedan cazar liebres con borricos."

COMBATE DE SAN VICENTE, AÑO 1780

A finales de 1781, Churruca fue trasbordado a la fragata Santa Bárbara, por orden de José de Mazarredo. Esta era más rápida que el anterior navío por estar forrada de cobre y era uno de los bajeles a los que José de Mazarredo destinaba a sus mejores hombres, entre los que estaba Churruca. Aún a bordo del San Vicente, atracado en el puerto de Cádiz, escribió a su padre mediante carta del 21 de diciembre de 1781:
"Muchos envidiosos tengo de mi destino nuevo y me dan broma alguna diciendo ser ya ésta una de las pruebas principales de ahijado de Mazarredo, ojalá fuera así, pero él me ha hablado palabra para ponerme en la fragata ni yo a él, aunque solemos hablarnos cuando nos vemos y le merezco alaguna distinción."

En 1782, Churruca intervino muy joven en el cuarto Sitio de Gibraltar, a bordo de la fragata Santa Bárbara, comandada por el capitán vasco Ignacio María de Álava, que terminó en fracaso como los anteriores. En este sitio se distinguió del modo más brillante, acudiendo a apagar el incendio de las baterías flotantes provocado por las balas rojas de los británicos, y llevando refuerzos y ayudas a las tripulaciones de los buques incendiados mediante el bote de la fragata. Toda esta heroica acción fue ejecutada mientras sufría ráfagas de metralla que lanzaban las baterías de la plaza y las explosiones de las baterías flotantes que ardían.

Al final resultó un fracaso porque terminaron quemándose las baterías flotantes con las que la Marina española pretendía arrasar las defensas británicas de la roca de Gibraltar. Una derrota que tampoco tomó a mal, pues su mayor interés siempre fue el desarrollo científico de su actividad y la preocupación de adquirir libros, según lo dejó escrito en otra carta a su padre, en 1783:
"… si he de saber algo o aspirar a salir de la clase que llaman de los adocenados."

SITIO DE GIBRALTAR, AÑOS 1779 - 1783

Pronto tuvo la oportunidad de mejorar sus conocimientos al haberse fundado aquel año unos Estudios Superiores especializados de Matemáticas y Astronomía para los oficiales más destacados y que se impartiría en los tres departamentos navales de la España peninsular. Finalmente, fue admitido en la Academia de Ferrol, en abril de 1784. En febrero de 1787, terminó el curso, graduándose con el rango de teniente de navío.

07/11/2025

Miguel de Ibarra y Mallea


Presidente de la Real Audiencia de Quito entre 1600 y 1608, gobernador y capitán general de la Provincia de Quito, en el Virreinato del Perú, entre 1606 y 1608

ESCULTURA DE MIGUEL DE IBARRA EN QUITO

Miguel de Ibarra y Mallea era natural de Éibar, Guipúzcoa, donde nació en 1550. Su hermano mayor Juan de Ibarra y Mallea era caballero de la Orden de Calatrava y secretario real de Felipe II en asuntos relacionados con el Virreinato del Perú; como tal refrendaba las cédulas enviadas a Quito.

Miguel de Ibarra siguió la tradición de sus antepasados dedicándose a la jurisprudencia y hermano, y se licenció en Derecho por la Universidad de Salamanca, en 1582.

En 1591, el Consejo de Indias nombró a Ibarra oidor de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá y al consejero real Antonio González su presidente. El objetivo de ambos nombramientos era realizar una mejor organización de las instituciones administrativas y actividad económica en la gobernación del Reino de la Nueva Granada, en el Virreinato del Perú, que estaba pasando por momentos de inestabilidad.

Embarcó en Cartagena y llegó a Bogotá, capital de la Nueva Granada. En el distrito de Santafé existían 95 pueblos de indios, en los que vivían 19.161 indios tributarios, organizados por 51 encomenderos, quienes debían proteger a sus indígenas encomendados y evangelizarlos.

Se hacía necesaria la urgente visita a estas encomiendas por parte del oidor Ibarra para poner orden y evitar abusos de los encomenderos. Estas visitas fueron bien recibidas por los indígenas, pues hacía cerca de treinta años que no se realizaban. Su función era la mediación entre la indisciplina de indios y los excesos de encomenderos, caciques y hasta brujos, con el objetivo de establecer unas mejores condiciones de vida y trabajo a los naturales.

Entre 1593 y 1595, Ibarra ejecutó un proceso de visitas en el que se sirvió de intérpretes. Cada vez que llegaba a una encomienda, enviaba a su patrón a la ciudad y reunía a todos sus trabajadores. Les explicaba que él les defendería de los abusos de sus encomenderos y que podrían presentar denuncias de forma secreta ante él en caso de producirse agravios.

Entre las ordenanzas que estableció a en las encomiendas estaban la prohibición de los "servicios personales" y el pago a los indios en dinero oficial. Prohibió el transporte de piedras, vigas y grandes mercancías en hombros, obligando a hacerlo en carros. Y bajó considerablemente los tributos de indios y la mita. Mediante este sistema, los indios dejaban de ser un encomendado, para ser un jornalero voluntario.

MIGUEL DE IBARRA Y MALLEA

Ibarra se había ganado el respeto de muchos indígenas novogranadinos por hacer cumplir sus reformas de encomiendas e impartir justicia de los agravios que se estaban cometiendo en aquellos años.

Gracias los elogiosos informes que el presidente de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá, Antonio González, envió a la Corte de Felipe III, se nombró a Ibarra como nuevo presidente de la Real Audiencia de Quito.

La real cédula del nombramiento explicaba que:
"Conviene proveer el dicho cargo en persona de las letras, experiencia y prudencia que se requiere. Y por éstas y otras buenas partes que concurren en la de Vos; y acatando a lo que me habéis servido, es mi merced que seáis mi Presidente de la dicha mi Real Audiencia de Quito. 12 de abril de 1599. Yo el Rey. Refrendada por Joan de Ybarra."
El 23 de febrero de 1600, Ibarra tomaba posesión de su cargo, teniendo muy buena acogida por las autoridades municipales y eclesiásticas y por el virrey Gaspar de Zúñiga Acevedo y Velasco. Su Real Audiencia disponía de tres oidores y al fiscal Blas Torres de Altamira.

Bajo la presidencia de Ibarra dio comienzo lo que el historiador Juan de Velasco llamó "Siglo de Oro" de la Real Audiencia de Quito.

En aquel momento, la ciudad tenía un miliar de habitantes, de los cuales 30 eran encomenderos, y unos 35.000 indios en el territorio exterior de Quito. La población mestiza iba creciendo cada vez más, llegando a ocupar cargos administrativos, adquirir encomiendas, y desarrollar la industria y el comercio. Los indígenas eran gobernados junto a los corregidores por sus antiguos caciques, procedentes de los primitivos pueblos preincaicos. Algunos consiguieron mantenerse en el poder asimilándose a los hidalgos y encomenderos, en cuanto a la vestimenta y las armas.

Eran buenos cristianos, aptos gobernantes y leales a la Corona española, pues su padres habían apoyado la conquista de Sebastián de Benalcázar contra el régimen tiránico de Rumiñahui, establecido desde Cuzco. Tras petición de estos, el presidente Ibarra solicitó ante la Corte la aprobación del derecho a realizar obrajes e industrias y el reconocimiento de sus méritos pasados. Estos privilegios fueron aceptados a favor de Pedro de Zámbida, cacique de Manta, Portoviejo y Guayaquil, ubicado en Chapi, y de Cayancela, otro cacique localizado en el centro del virreinato.

El plan de integración de indios y el mestizaje racial estaba dando sus frutos, y por eso el virrey Zúñiga afirmó:
"Desde la fundación de la ciudad, nunca hubo tantos indios como ahora."

ESCUDO DE ARMAS DE MIGUEL DE IBARRA Y MALLEA

Poco después de su toma de posesión, el 6 de julio de 1600, se presentó ante la Real Audiencia una comitiva que representaba a los negros y mulatos de la Provincia costera de Esmeraldas, vasallos libres. Estaba encabezada por los capitanes Sebastián y Antonio de Illescas, que marchaban a caballo y llevaban ricas vestimentas. Estos mostraron lealtad al rey Felipe III de España ante su virrey peruano Gaspar de Zúñiga y ante el presidente Miguel de Ibarra, quienes confirmaron su libertad, el derecho a gobernarse y cobrar tributos. Además, eliminaron los desafueros que su región había estado sufriendo durante cuatro décadas debido a que sus padres escaparon de un barco de la Carrera de Indias cuando encalló en las costas de Esmeraldas.

La otra región importante donde había negros era el valle subtropical del Chota, que trabajaban en las plantaciones azucareras de religiosos y seglares. Provenían de Cartagena de Indias, estaban civilizados y cristianizados por miembros de la Compañía de Jesús sucesores de san Pedro Claver.

De todas formas, Quito se encontraba en un momento muy delicado e inestable tras la Revuelta de las Alcabalas que tuvo lugar entre 1592 y 1593. Se trataba de una insurrección popular contra la imposición del nuevo impuesto sobre las ventas, denominado alcabala, para financiar una flota naval que luchase contra los piratas y corsarios que atacaban el comercio marítimo y los puertos. La rebelión fue aplastada por las tropas de Arana, los líderes fueron ejecutados, el presidente de la audiencia Barros de San Miguel se exilió y el procurador Alonso Moreno y Bellido fue asesinado en la calle.

Antes estos sucesos, la ciudad había perdido algunos de sus derechos, privilegios y alcaldes, que Ibarra intentó recuperar. También defendió a los que participaron en la revuelta para que no sean castigados, y fuesen considerados vasallos leales.

Sobre las regiones del valle del Amazonas, se emprendieron expedición de exploración y colonización, se fundaron nuevas misiones y reducciones y se cristianizó a gran número de indígenas.

MAPA DE LA PROVINCIA DE QUITO, SIGLO XVIII

En cuanto a desarrollo urbano, la ciudad fue levantando iglesias y conventos con la colaboración de los indios, y suntuosas viviendas con preciosas fachadas pétreas. En la costa, se instaló uno de los mejores puertos marítimos del Pacífico, el de Guayaquil. Y solicitó el traslado de las Reales Casas a la Plaza Mayor, que se materializó en la siguiente presidencia. La industria textil sufrió un gran avance en su producción.

Ibarra no dudó en apoyar cualquier iniciativa empresarial que se le presentase. En 1606, Pedro de Veraza le expuso que su novedoso sistema de las "fresadillas" podían incrementar la producción de las minas de Zaruma, descubiertas en 1592, desde los 9.000 pesos actuales a los 40.000. Y el presidente guipuzcoano aprobó el proyecto y permitió el empleo de trabajadores indios mitayos.

De todas formas, en la Provincia de Quito la industria de la minería de metales era muy escaso comparado con otras regiones norteñas del virreinato como Potosí. Por eso, prefirió fomentar la industria del textil, pues existía bastante ganadería ovina a la par de trabajadores experimentados en tejer la lana. Existían algunos obrajes de comunidad, pertenecientes a los pueblos indígenas, organizados por caciques y por administradores elegidos por el virrey.

El virrey Zúñiga, así como el anterior Francisco de Toledo, desobedecieron los dos decretos reales de 1577 y 1601 que prohibían el fomento de obrajes de lana y de talleres de textil en territorios virreinales, para proteger a los hilanderos de la España peninsular. Es más, introdujeron una legislación laboral para la protección de los emprendedores y trabajadores, lo que generaría un mayor desarrollo de esta industria en el siglo XVII.

INDIOS TEJEDORES DEL TEXTIL EN QUITO

En la ciudad la actividad era menor que en los pueblos indígenas. Existían algunos pequeños obrajes y poco rentables, que el secretario real Altamirano quiso destruir, con el apoyo del virrey, pero Ibarra los defendió y consiguió mantenerlos en funcionamiento.

Pero los talleres de tejedores siempre estaban bajo el control del rey o del virrey. Por eso, el cabildo de Quito solicitó a ambos la autorización a los tejedores particulares el establecimiento de nuevos molinos y talleres textiles, exponiéndole los beneficios. La Corte dejó en manos del virrey aquella decisión.

En abril de 1606, moría el virrey Gaspar de Zúñiga y Acevedo. Esto cambió la situación tanto para Ibarra como para la industria del textil. Por una parte, Ibarra se convirtió en gobernador y capitán general de la Provincia de Quito, acuerdo a la ley, con autoridad virreinal, y de forma interina. Por otra, siendo ya un gobernador civil y militar, de forma autónoma, autorizó la apertura de diecisiete proyectos privados en obrajes de textil, pero respetando la reglamentación virreinal existente. Su autonomía duró hasta la llegada a Lima del nuevo virrey, el marqués de Montesclaros, en diciembre de 1607.

Las normas establecían que los jornaleros debían ser libres, merecían un trato respetuoso y un salario digno. Tenían derecho a comer durante la jornada diurna, al descanso y la asistencia sanitaria, y a la enseñanza del evangelio por un eclesiástico o un patrón. Algunos encomenderos solicitaban títulos nobiliarios.

MIGUEL DE IBARRA Y MALLEA

En 1606, los españoles que residían en el valle de Carangue solicitaron al virrey Gaspar de Zúñiga la fundación de una villa. Aquellos colonos pretendían disponer de un cabildo y una parroquia como cualquier villa fundada. La propuesta fue bien recibida por el gobernador Ibarra debido a que esa villa serviría de lugar de paso en la ruta con Popayán y Bogotá. Quito estaba conectada al mar a través de la ruta hacia el puerto de Guayaquil, pero quedaba cortada cada invierno por las inundaciones. Desde esta villa se podría abrir otra vía de comunicación más al sur hacia la costa del Pacífico, donde instalar un puerto marítimo que conectase más rápidamente con la Real Audiencia de Panamá y con España.

Ibarra tenía la seguridad de que impulsaría notablemente su desarrollo económico si lograba acercar Quito al istmo de Panamá, por lo que se empeñó en acortar la distancia mediante la construcción de este camino por Esmeraldas o por la región de Atacames, que ya había sido completamente pacificada. Por otro lado, se dedicó a estudiar el problema de las comunicaciones terrestres de Quito y llegó a la conclusión de que había necesidad de establecer un mayor intercambio con el Nuevo Reino de Granada, al norte del virreinato.

Por eso, aceptó el proyecto y envió Cristóbal de Troya como juez fundador para abrir el camino del Mar del Sur y oficializar el acto fundacional de la villa. El 28 de septiembre de 1606, se fundó la Villa de San Miguel de Ibarra. Entre los privilegios y deberes, permitía construir iglesia parroquial, cabildo, cárcel y plazas, molinos y hornos de ladrillos; delimitar solares, edificar viviendas y establecer ranchos de indios, todo en forma de pueblo; y nombrar alcaldes, alguacil mayor, regidores y demás oficiales.

FUNDACIÓN DE IBARRA POR CRISTÓBAL DE TROYA

Así, la industria textil de Quito se convirtió en la más desarrollada de toda la América hispánica, exportando sus productos a las otras provincias del Virreinato del Perú en gran volumen. Esta actividad estuvo en auge por lo menos hasta el final de la presidencia del vizcaíno Lope Antonio de Munive y Axpe en la Real Audiencia.

En octubre de 1608, en la gobernación de Quito llegaba la autorización real para que Ibarra pudiera ordenarse sacerdote. Fue un deseo que había estudiado mucho antes, y que solicitó en 1606. Pero como el trámite era largo, Miguel de Ibarra falleció antes de saberlo, en abril de 1608.

Fue enterrado en la convento de San Francisco de Quito, en cuya lápida tumbal fue grabado su escudo de armas y su título singular de presidente de la Audiencia de Quito y gobernador y capitán general de la Provincia.

LÁPIDA DE MIGUEL DE IBARRA Y ESCUDO DE LA AUDIENCIA DE QUITO